El Secreto de Tora: Confesiones (Primera Parte)

Story by Mastertuki on SoFurry

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#4 of El Secreto de Tora


EL SECRETO DE TORA

Capítulo 4: Confesiones (Primera Parte)

Advertencia: Referencias lingüisticas y notas al pié de página. ¡¡Feliz Lectura!!

Advertencia (Y II): Para comprender este capítulo es esencial que se hayan leido los tres anteriores. Este capítulo no contiene escenas eróticas pero si mantiene un ligero toque picante y la relación homosexual entre los dos protagonistas. Si a) No te gusta el Yiffy, b)Te gusta el Yiffy pero no que aparezcan inicios de una posible relación entre un tigre y una coneja. c)Te gustan pero no quieres que te dejen a medias, d) Encuentras inadmisible que Tora le ponga los cuernos a Bryce incluso sin haber acabado de leer este capítulos, te recomiendo que tires hacia atrás en el navegador. Quien avisa, no es traidor.

-Bryce...

El lobo azul se dio ligeramente la vuelta, mientras que la luz hacía que su sombra se proyectara sobre el tigre. El temblor había provocado sin duda una gran catástrofe en toda la sala, que se encontraba en ruinas, con las paredes de metal volcadas en el suelo, y los cables que habían mantenido las conexiones de las máquinas, haciendo contacto peligrosamente entre ellos. Solo una luz iluminaba la zona, y era la puerta que tenía delante el lobo.

En el suelo, bajo los escombros, yacían sus compañeros, los que habían intentado salvar y que, por desgracia, no había resultado ser así. Pudo encontrar con la mirada a Shinke, y también a Bakka, o a la entrenadora... Y delante suyo, debajo de la construcción, a Tora, estirando el brazo como intentando detenerle.

El lobo se acercó a él con cierta tristeza, y se agachó para poder verle mejor. Le acarició las orejas con ternura, sonriendo, sabiendo que iba a ser la última vez que se verian

-Lo siento, Tora... -susurró. -Pero toda fuerza tiene un límite... Ojalá... Ojalá te haya hecho feliz el tiempo que hemos estado juntos... No me olvides...

Y Tora no pudo hacer otra cosa que ver como aquel que tanto amaba empezaba a alejarse cada vez mas hacia una puerta de la cual no volvería a salir nunca.

Y así acabó... El cuento de hadas.

-¡Tora!

El tigre despertó de repente y agarró fuertemente a la copa del árbol, observando todo su alrededor, envuelto de hojas. Tardó bastante en despejarse de su siesta del mediodía, y le costaba bastante concentrarse en el ambiente.

-¡Tora, vamos, baja ya, que nos vamos a casa! -le graznó una voz familiar desde abajo. El felino, tumbado boca, enfocó su vista hacia donde provenía la voz, y encontró a Shinke nuevamente histérico, y a Baka al lado intentando calmarlo un poco a la vez que observaba el alrededor por si acaso se acercaba un profesor.

Tora no se había encontrado bien en las clases, y en la hora de recreo, se había subido a un árbol, y se había quedado durmiendo, sujetándose con las garras cual felino, acostado bajo el sol del mediodía, mientras se saltaba las clases de la tarde. Si no le habían encontrado, era precisamente porqué el árbol que había empleado era el del patio trasero, y en ese, casi ningún profesor solía acceder.

El tigre bajó al instante del árbol, usando su instinto y sus garras para llegar hasta el suelo, y allí recogió la mochila para ponérsela en la espalda, mirando con sus ojos ambar al grifo, que parecía agotado de tanto nervio, y a Baka, mirando de calmarle.

-Uff... Que buena siestorra me he pegado. -argumentó Tora.

-¿Siestorra? Mas bien te has quedado frito allí arriba durante toda la tarde, pareces la entrenadora cuando ha acabado con nosotros. -comenzó a caminar para poder salir del patio mientras murmuraba. -Todos los felinos sois iguales.

-¡Oye! Vamos, Shinke. -le dijo el tigre mientras corría tras él, riéndose. -Tu también eres incorregible. ¿Cuantas veces te ha sentado mal la comida con esos nervios que tienes?

-No son nervios, mi querido gatito, es sentido de la responsabilidad, cosa que tu-no-tienes. -le dijo, golpeándole en el musculoso pecho del tigre mientras pronunciaba claramente cada una de las últimas sílabas. -Y me paso el día sufriendo por vosotros cuando en realidad tendría que sufrir por mí.

Tora y Baka no paraban de reir al ver al grifo abrir y cerrar las alas a veces de lo nervioso que parecía estar. Aunque era de esos que procuraban mantener la calma, antes o después de un incidente se le erizaban las plumas y empezaba a ponerse aún mas nervioso de lo que solía estar.

-Eso es bueno, Shinke. -dijo Baka. -Implica que eres un buen compañero.

-¡¡Y un carajo!! ¡Vosotros sois malos compañeros! ¡No paráis de pegarme disgustos! ¡Y no, no me refiero al tomatazo que le diste al director y que luego tuve que cargarme yo con las culpas! ¡Me refiero a cosas muy graves y que me estoy cargando yo como jefe de equipo de baloncesto! ¡¡Así que no me vengáis con esas!!

El tigre y el oso se miraron a la vez, preguntándose ambos que tenía que ver el comentario de Shinke en todo eso. ¿Ocurría algo en el equipo y ninguno de ellos lo sabía? Se volvió al grifo, que se había detenido ante la puerta de la entrada y había torcido a la derecha, en dirección a las taquillas. -Oye, ¿Que ocurre con el equipo? ¿No estamos bien? -le preguntó.

-¡No! ¡Damaru lleva un mes sin venir desde el partido contra los brutos que te drogaron! -exclamó de repente, mientras que abría la taquilla, llena de rascadas a causa de sus zarpas cuando andaba extresado. -Y el primer partido del campeonato mundial es de aquí a dos semanas, así que imagínate como vamos... ¡Como el culo!

-Bueno, el de Tora es muy grande, sobretodo por su... -una colleja por parte del tigre ofendido hizo que Baka callara al instante y cambiara de tema. -Bueno... Nosotros hemos entrenado. -argumentó el oso, apoyando su enorme espalda en la taquilla de al lado. "Pero él no." meditó el tigre. Y si no entrenaba con ellos, estaban absolutamente perdidos. Dos semanas... Tenía solo ese tiempo para encontrarle y traerle de vuelta.

-Iré a su guarida. Quizás le encuentre. -informó el tigre. Se agarró bien a la bolsa, y se apartó un poco de Shinke y Baka. -Nos vemos.

"Un mes..." el tigre comenzó a andar en dirección a la puerta de salida, mientras se lo pensaba. ¿Un mes? Como pasaba el tiempo, y aquello implicaba sin duda que solo le quedaban tres meses en la universidad, cuatro meses de baloncesto... Y dos con Bryce. Por primera vez se dio cuenta de algo que no había contado hasta entonces.

Desde el último incidente, todo habían sido risas y alegrías. Poco a poco el distanciamiento inicial entre los dos había desaparecido, y salían juntos a veces, incluso por las noches, y también discutían como toda pareja, y razonaban juntos en cuanto se producía una discusión. Con el tiempo, había pasado de relación de Mayordomo-Amo, a dos novios que se querían. Pero había olvidado por completo que Bryce solo podía estar allí durante tres meses. Al fin y al cabo solo era un Dorei, y no podía renunciar a su trabajo, porque era lo único que tenía para sobrevivir.

"Ese maldito... Nos destruyó." -se dijo a si mismo mientras abría la puerta para salir del recinto.

Escalar la Montaña Hikui era bastante esfuerzo para el tigre, acostumbrado siempre a las llanuras de todo tipo, incluidas las que proporcionaban las tierras de su clan. Había pasado por delante de la casa de Odayaka para contarle lo sucedido y había dejado la mochila allí para ir sin peso alguno, pues sabía perfectamente que con la bolsa encima no iba a avanzar nada.

Saltó desde el árbol en que se había subido, apoyando las cuatro patas en el suelo, y husmeó el aire, en busca del rastro del dragón. Olió algo agrio en el aire, y se acercó a la base de un arbol para buscar mejor. Si, allí estaba su rastro, signo de que había entrado en su territorio, lo que implicaba que tenía que darse prisa a encontrarle a él, antes de que el dragón le encontrara.

A cuatro patas, aceleró el paso hacia el extremo de la montaña. El tiempo se le tiraba encima, y debía apresurarse lo antes posible. Esquivó unas cuantas ramas, y un par de troncos, y tomó un atajo rural a través del cual podía llegar mas rápido a su cueva. Pasando por encima de un puente, pudo distinguir a contraluz la cueva de Damaru.

No tardó demasiado en llegar hasta ella y detenerse un buen rato. El aroma del dragón se podía oler en todos lados, y era algo que lo alteraba en cierta forma, llamando a sus instintos mas bajos a reaccionar ante cualquier cosa. Sin embargo, su raciocinio fue capaz de retenerle y no cometer ninguna locura, por lo que se incorporó y miró la entrada. No dejaba de ser el típico agujero enorme que correspondía a una gran cueva, y es que todos los del equipo sabían donde vivía. Se acercó levemente, viendo lo chamuscado que estaban algunos bordes, y viéndose forzado a mantener el control para no dejarse influir por la esencia del dragón que pululaba por ahí.

-Damaru... ¿Estas ahí? -preguntó. Su voz comenzó a resonar por toda la cueva durante un buen rato, pero no obtuvo respuesta. Probó de nuevo, con el mismo resultado. Sin embargo, Tora se negaba en redondo a introducirse sin pedir permiso, pues conocía la mala baba del dragón. De hecho, lo sabía todo sobre él... Demasiado.

Un ruido leve hizo reaccionar al tigre, proveniente de la oscuridad de la misma, y procuró con su visibilidad en la oscuridad encontrar algo, pero lo único que distinguió fue una sombra bastante misteriosa y que se movía de forma peculiar. A medida que se iba acercando, iba descubriendo el pelaje blanco y denso de esa, y Tora observó con sus ojos ambar como una figura femenina se iba apareciendo hacia él.

-Tu... -susurró.

La figura continuó caminando, y ya se le podía ver su sonrisa. Al cabo de unos instantes, bajo la luz del sol, apareció un conocido para el felino: Se trataba de una conejilla que no parecía tener mas de quince años, con una mirada tierna. Iba vestida simplemente con lo que parecía un sujetador y una minifalda, y se cruzaba de brazos, sonriendo de forma sensual hacia Tora. Este la miró fijamente e incluso gruñó por lo bajo, pero lo único que consiguió es que la coneja se le acercara mas e incluso intentara tocarle. Tora, al ver la reacción, se movió para detener el movimiento, y en ese momento...

-¡Pervertido!

-¿¿Que??

La coneja se dio la vuelta y empezó a hacerse la inocente.

-¡Oh, Tora! ¿Como puedes ser una persona tan mala? ¡Que cruel!

-¡Pero que dices, Ane! ¡Tu estas loca! ¡Solamente te he cogido del brazo para que no me tocaras! -se acercó hacia ella, pero de repente, vio como Ane se daba la vuelta y le miraba furiosa.

-Ya, ya, seguro. ¡Confiesa! No has querido que te tocara porque eres un pijo y tenias miedo que te ensuciara, ¿no?

-¿Pero de que hablas?

-¡Y ahora te haces el tonto! ¿Como puedes...? -Ane se detuvo, y luego, se empezó a reir por todo lo alto, haciendo que sus largas orejas se movieran de lado a lado. -Madre mia, Tora... No vas a cambiar nunca. ¿Es que no reconocerás nunca que no estoy bien de la cabeza?

El tigre rugió por lo bajo al ver que había vuelto a caer en otra de sus estúpidas bromas, y miró hacia otro lado, ofendido, agitando fuertemente la cola de un lado hacia el otro. La conejilla, al ver lo que había conseguido, empezó a reir de nuevo.

-Por favor, Tora... No te pongas así.

-Grrr...

-Venga...

Fué un giro tan brusco que no tuvo tiempo ni siquiera de detenerlo. En unos instantes, se encontró empotrada contra la pared, con el cuerpo musculoso del felino delante de él, y el pelaje de ambos rozándose entre si. El tigre la observó unos instantes, y en su mirada, aparentaba cierta furia. Ane tragó saliva, pensando que había cometido un grave error con aquella broma, y lo miró con cierta desgana al ver como el felino se acercaba hacia su cuello, seguramente para hacer algo sensual, al notar su respiración y su roce...

Pero nunca llegó tan lejos.

-No te muevas.

Ane no hizo ningún movimiento mas, viendo como el tigre iba desviando ligeramente la mirada hacia el interior de la cueva. Tora la observó durante unos instantes, sospechando algo, y luego, soltó a la conejilla, apartándose de ella.

-Disculpa... Creí que había visto moverse algo. Creo que es Damaru.

-¿Damaru? Pero si esta cueva está vacía... -exclamó Ane, enfadada, mientras se enderezaba las orejas. -He entrado yo también para saludarle, pero no hay absolutamente nadie. Y es extraño, su aroma se encuentra por todas partes, pero no hay indicios de que haya estado aquí desde hace casi un mes.

Un mes. Una vez mas, esas dos palabras volvían a repetirse. El tigre gruñó por lo bajo, mirando la oscuridad, mientras sus garras retráctiles sobresalían y volvían a esconderse. Justo después del incidente, parecía que el dragón había huido. "Cobarde." pensó, aunque en cierta forma no sabia si era una forma correcta de llamarle.

-¿Va todo bien, Tora? -le preguntó Ane. -Te veo raro...

-Tranquila... -murmuró el tigre por lo bajo. Luego, decidió olvidarse del dragón y se centró en Ane. -¿Y tu que haces aquí, pervertida?

-Nada de pervertida. Solo ninfómana. Y a mucha honra.

-Ya... Bueno, pues señorita "sabelotodosobresexo." ¿Que haces tu aquí? -el tigre apoyó la espalda contra la dura roca de la cueva, mientras la miraba incesante. Ane se sentía levemente mal con esa mirada de depredador que tenía el tigre.

-Bueno... La cadena me ha cambiado de trabajo, y he tenido que aceptar. Y como venía a esta ciudad, pensé en ir a ver a Damaru... Pero no está.

-Ya veo... Damaru... Llevamos un mes sin saber nada de él.

-¿Ha ocurrido algo últimamente? -luego calló unos instantes, y rectificó. -Bueno, eso seguro. Llevo dos años sin pasarme por aquí, dos años después del incidente.

-Grr... ¿Pretendes que te haga un resumen de mi vida en estos dos años?

Ane sonrió ante lo que acababa de decir Tora, y se fué acercando a éln con un tono sensual que al tigre precisamente no le gustaba, y ella lo sabía. Sin embargo, la gustaba jugar con la moral del felino y hacerlo cabrear a todas horas. Se acercó al felino, y le acarició de forma insinuante el brazo desnudo del felino, cuidando de seguir la dirección del pelaje.

-Si no quieres que vaya por la calle llamándote pervertido... Si.

-Capulla.

-¿Con azúcar o sin?

La cadena de bares-restaurantes Bravedeon era de las mas conocidas en el mundo, y ser seleccionada como camarera en uno de esos prestigiosos locales era una oportunidad que nunca se debía desaprovechar, pues no mucha gente que tuviera esa profesión podía ser acceptada. En el caso de aquel lugar, esta estaba dividida en dos partes: Una que contenía las ventanas que daban a la calle, y otra parte interior. Las mesas eran todas iguales, echas con madera de pino, y estaban empotradas en la pared, pero en algunos casos, se podían desencajar y juntar con otras.

Ane, quince años, blanca como la nieve, bastante bajita, y demasiado sonriente. Se pasaba el día gastando bromas, y a su edad, sabía mas de sexo incluso que Tora. En cierta forma la tenía aprecio, puesto que fué ella quien le ayudó a descubrir su homosexualidad. Observó como se alejaba de algunos que intentaban tocarla la colita sin demasiado éxito gracias a sus movimientos rápidos pero igualmente insinuantes, y negó con la cabeza mientras agachaba levemente las orejas puntiagudas. No cambiaría nunca.

-Ahora estoy por ti. -dijo Ane cuando pasó por su lado. El tigre asintió mientras veía como la coneja se alejaba, y empezó a lamerse levemente el brazo. Luego, en cuanto la escuchó acercarse, se detuvo y observó como Ane se sentaba delante suyo con unas cuantas bebidas.

-Bueno, empieza. Creo que durante este tiempo me he perdido demasiada diversión. -dijo mientras le daba la naranjada a Tora y se quedaba ella con el batido de chocolate. -Lo siento. Los deportistas no pueden tomar mucho azúcar, jojojo...

-¿Tu te has propuesto sacarme de quicio? -la preguntó mientras bebía un poco de la naranjada. -Bueno, no hay mucho que contar. Cuando te fuiste, nos interrogaron a todos, luego se reconstruyó la zona, y empezamos a hacer vida nueva. El equipo cuenta ahora con el archiconocido Odayaka, Damaru aparenta arrepentirse de lo que hizo, y yo me pasé durante un tiempo a las drogas hasta que finalmente conseguí salir de ellas. Cosa fina. -acabó, mientras bebía un poco mas.

-Bah, menudo aburrimiento. Oye... ¿Y que pasó con... Tu ya sabes quien?

-Permiteme corregirte. Tu has hecho la primera pregunta, ahora me toca a mi. ¿Que me dices de tu relación entre tu y tu hermano? ¿Va todo bien?

-Ah, si, perfecto. -dijo. -Estamos mirando de revocar los papeles que hicieron cambiar el apellido de Odish, y entonces ya podremos tener una relación mas seria. -bebió un poco de chocolate, y luego prosiguió. -Pero por lo demás, nada. Ya he respondido a mi pregunta, ¿Me responderás ahora a la mi?

Tora agachó la cabeza, y entrecruzó sus zarpas en un signo de profunda concentración.

-Le he encontrado, pero... Lo ha olvidado todo. Y muchas cosas mas. -admitió resentido. -A pesar de todo... No te lo creerás pero nos hemos juntado de nuevo. Volvemos a ser novios. -Ante esa confesión, la conejilla se atragantó con la bebida y le cayó un poco de batido de chocolate encima, manchandola el pelo, y empezó a toser. -¿Estas bien?

-Cof... cof... Si... Estoy bien. -dijo. Luego miró a Tora, y negó con la cabeza. -A ver si me ha quedado claro... Entonces... ¿Se arregló todo?

-No, me temo que no. Pero... Parece ser que al final no le mataron, lo cual agradezco.

-¿Y como ha llegado hasta aquí?

Tora suspiró, y bebió un poco mas de naranjada, mientras meditaba.

-Bueno... Digamos que es un Dorei, y bueno... Le contraté. Suena estúpido, pero quería volver a verle.

Los ojos de la coneja empezaron a destilar de ira cuando se enteró de la noticia, y Tora se alarmó un poco, poniendo las orejas de punta. Pocas veces Ane se enfadaba tanto como lo parecía aquella vez, y se temía el sermón que le iba a soltar, justamente el mismo que la entrenadora.

-¡Pero tu te has vuelto loco! ¡Como has podido traerlo aquí! ¡Pretendes que nos maten para siempre, es eso, verdad!

-¡Eso es mentida! -dijo Tora, golpeando con la zarpa la mesa, haciendo temblar el batido de chocolate. -¡Solamente quiero saber si puedo recuperarle! ¡Tu no sabes...!

Cerró el morro al instante, calmándose un poco al notar una profunda tristeza en su pecho.

-Tu no sabes lo mucho que le he echado de menos... Tenía que hacerlo, Ane, pero tranquila... Estará bien. Todos estaremos bien.

Ane continuaba sulfurada, pero finalmente lo dejó estar y se incorporó, cogiendo el batido de chocolate. Con cara de angustiada, y sin mirar a Tora, murmuró:

-Espero que cumplas con tu palabras. Voy a limpiarme un poco, espérame en la barra.

El felino observó como la coneja se iba alejando, y suspiró defraudado. Hubiera hecho cualquier cosa por calmar la situación, pero estaba claro que las cosas iban siempre mal cuando le comentaba a alguien que había traido a Bryce de vuelta. Notó una vibración en su pantalón, y sacó el móvil que sonaba, llevándoselo a la oreja.

-¿Diga?... Ya... Claro... Mira, padre, te lo voy a decir solo una vez mas. No pienso volver, me digas lo que me digas. Sufre... Sufre por lo que me hiciste durante todo ese tiempo. Me parece que no lo has meditado bien, o no has escarmentado.

Colgó al instante, y apagó el móvil, guardándolo nuevamente en el bolsillo de su pantalón. Luego se incorporó, dejando la naranjada en la mesa, y fué caminando hasta el bar, moviendo la cola ligeramente, y con las zarpas en los bolsillos. Allí se quedó esperando un buen rato, mirando a toda la gente, mientras meditaba sobre todo lo ocurrido.

"No puedo volver al clan, eso es seguro." se dijo a si mismo. "Sería una locura que no podría tolerar. Si mi padre no me quiso entonces, no me puede querer ahora. Que le den mucho por culo."

De no haber sido por Bryce, en aquel momento no estaría ahí, si no convirtiéndose en alguien malvado, brutal, en algo que solo se guiaba por sus instintos de cazador, y eso era precisamente ene lo que no se iba a convertir nunca. No ahora que podía tener la oportunidad de pasar la universidad, no ahora que tenía unos estudios perfectos, estaba en un equipo de baloncesto que pasaría al campeonato y, sobretodo, tenía a Bryce a su lado.

"No puedo dejar de pensar en él..."

-¿Vamos?

Tora despertó de sus pensamientos, y miró a su lado. Allá se encontraba la coneja, limpia de nuevo, mientras se ponía una chaqueta. El felino asintió con la cabeza y comenzó a andar en dirección a la salida, mientras notaba a Ane caminar al lado suyo.

-¿Como debo tratarle?

-Como siempre. En eso no ha cambiado demasiado. Al principio era un poco tímido, pero... Creo que está volviendo a ser el de antes.

-Me alegro. -dijo, sonriendo de nuevo por segunda vez aquella tarde. Tora abrió la puerta, y ambos salieron a la calle, rodeados nuevamente de la población. -¿Hemos de pasar por algún lugar antes?

-Si, hemos de ir a por mi mochila, la he dejado en casa de Odayaka. -argumentó. -Y este fin de semana tengo un montón de cosas que estudiar, así que no puedo permitirme el lujo de olvidarla con todos los libros dentro, por lo que si me acompañas, te lo agradeceré enormemente.

-Mientras no perdamos el tiempo.-argumentó. Ane no observó como el tigre meditaba algo y sonreia levemente. Torció una esquina en cuanto tuvo la oportunidad, y ambos se internaron en un callejón oscuro, completamente estrecho, en la cual no había ni una sola vida, y continuó caminando. Ane observó como se iban alejando de la calle principal, y en cuanto torcieron otra esquina, se encontraron en otro callejon aún mas estrecho, sin salida, en la cual como mucho podian pasar varias personas en fila india.

-¿Tora, que hacemos aquí? -se dio la vuelta y vio al tigre, apoyado en la pared, y sonriendo. -Aquí no hay salida.

El tigre la miró un momento, y luego se abalanzó hacia ella rápidamente. La abrazó contra si, y la lamió el cuello apasionadamente. Ane no tuvo otro remedio que agarrarse a la espalda fuerte del tigre, mientras notaba que el pecho se le acceleraba en cuanto notó las zarpas del felino descender a lo largo de su chaqueta y desatarla los botones. Se la sacó rápidamente, y luego, se internó por debajo de la camiseta de esta, mientras notaba como el cuerpo de la coneja se iba acalorando por la excitación.

-¿Ves como nunca pierdo el tiempo?

La dejó ir y se alejó de ella un poco, riéndose por todo lo alto, mientras Ane lo miraba desafiante. Simplemente había sido una broma, una misera broma, y seguro que había sido como vengativa a lo de la cueva.

-Tenía que habérmelo temido. Tu nunca traicionarías a Bryce incluso aunque no lo hubieras traido de vuelta, ¿no es cierto? -dijo Ane mientras recogía su chaqueta y se la ponía, dándole ligeros golpecillos donde se había ensuciado.

-Pues claro que no. ¿Como puedes haberte hecho ilusiones de este tipo. -se rió el tigre. Observó como Ane se acercaba a él y le miraba vengativa, dándose mas tarde la vuelta, y caminando hacia el exterior del callejón en silencio, yendo hacia donde estaba el resto de la población, seguido de Tora.

Bryce bebió agua, tragándose la pastilla, y dejó el vaso en el fregadero, mientras apoyaba las manos en él y cogía aire, a ver si se le pasaba el mareo. Con toda la faena de casa por hacer, se le había pasado la hora de la medicación, y las consecuencias habían sido terribles. Se le había acelerado el pulso, y le había costado respirar y mantener el equilibrio por unos momentos, e incluso la morderura que tenía en el hombro derecho desde hacía tres semanas (Causado por Tora) le había producido un terrible dolor. De hecho, había tenido suerte de haberse dejado las pastillas a tan buen acceso, porque quizás no lo habría contado. Notaba como le temblaban las piernas, pero rápidamente el efecto de la pastilla empezó a surgir, notando una agradable mejoría, aunque también algo nervioso.

¿Pero como era eso? Cogió el bote de la medicación y la miró con atención. ¿Como era posible que hiciera efecto tan deprisa? ¿De que estaban compuestas? De hecho, no sabía ni para que se las tomaba, pero mientras lo hiciera, no se sentiría tan enfermo como hacía unos instantes.

-Ufff... Menos mal.

Se incorporó, y al ver que ya podía mantener el equilibrio, se atrevió a acercarse al mueble de la esquina para guardar el bote. Dio un respingo al oír de repente alguien abriendo la pierta, y se llevó una mano al pecho al decirse a si mismo idiota por asustarse de esa forma.

-Bryce, viene alguien. -dijo la voz de Tora al entrar en casa. El chico se emocionó tanto al verle, que se lanzó corriendo a buscarle. Cual fué su sorpresa cuando de repente, junto con el tigre, descubrió una conejilla vestida con una chaqueta negra. A pesar de que el rostro de Bryce aparentaba ser normal, lo cierto es que por dentro se sentía algo... Extrañado. -Entra, Ane. -le dijo a la extraña, la cual se introdujo en el interior de la casa, y mientras el tigre cerraba la puerta, este le cogia de la cara y le miraba unos instantes.

"Tora tiene mucha razón... Se parece mucho a un lobo..." le soltó de la cara y lo miró físicamente. "Y en el cuerpo también... ¿Que le ocurrió?"

-To... Tora... -murmuró el chico, intentando llamar la atención al tigre. Este miró al chico un momento, y luego a la coneja, sonriendo levemente al ver que no los habría presentado.

-Tranquilo, Bryce, es una antigua amiga mía. Ane, te presento a Bryce, mi novio. -dijo, indicándole al chico. -Bryce, esta es Ane. Ha venido hace apenas muy poco.

Les dejó a ambos, dirigiéndose a su habitación para dejar la mochila, y el chico se cruzó de brazos, mirando sorprendido a la coneja. Ane, por su parte, pasó del chico, y empezó a observar la casa con detenimiento hasta que, cuando menos se lo esperaba, el chico se vio aplastado por el peso de Ane encima de él.

-¡Madre mía, pero si pareces mimosín! -exclamó, restregando su peluda cabeza contra la mejilla de Bryce. -¡Y que suavecito! ¡Eres una monadadadada!

-¡Ei! ¡Que pesas! -se quejó el chico intentando sacársela de encima, aunque todo esfuerzo fué completamente inútil, y tuvo que esperar a que el tigre, con su fuerza, la sacara de encima. -Gracias Tora.

-De nada, jejeje. Y tu estate quieta, Ane. A Bryce se lo llevaría incluso el viento si bufara ahora mismo, así que no te exagero si te digo que está en los huesos

-¡Oye! -exclamó Bryce, mirándolo furiosamente. -¡Pero será posible! ¡Te vas a enterar!

Se incorporó rápidamente para cogerle del brazo, pero en ese momento, el movimiento fué tan brusco que no lo vio venir. En un segundo, se encontraba abrazado a Tora, y este, agarrándole con fuerza para que no se moviera. Fue un rato de dudoso silencio, en el que el chico no hacia absolutamente nada porque simplemente se encontraba desconcertado al verse de repente en esa situación.

-Tu no eres tan violento.

La voz de Tora era tan seria, tan grave, tirando al rugido, y tan tranquila, que a Bryce le supuso un shock escucharle. Notaba la respiración del tigre, la vibración leve de sus pulmones al respirar, y de repente, una zarpa pasar por encima de su pelo, acariciándole, y todos los nervios que notaba hacía un momento desaparecieron de repente.

Tora se separó del muchacho, y lo miró seriamente al rostro.

-¿Ha pasado algo mientras no estaba contigo para que reaccionaras así?

-No... Debe de ser que me he alterado un poco, disculpa. -dijo el chico. Luego volvió la vista a Ane, y sonrió levemente. -Perdona a ti también... No... No se ni lo que hacía, disculpa las molestias ocasionadas.

-¡Bah! Como que me has causado muchos problemas. -argumentó mientras se iba al sofá y se sentaba en él. Pero como precio me vas a tener que dar una gaseosa, así que mueve tu culo y empieza ya. ¡Vamos!

-¡¿Como que una gaseosa?! ¡Pero serás comodona! -exclamó de nuevo, alterándose otra vez. Tora se llevó una zarpa a la frente, y suspiró levemente. Sin duda acababa de juntar a dos entes completamente diferentes. "Y ahora que lo pienso, en el pasado no se llevaban muy bien que digamos." meditó al respecto. "Aunque Bryce no es de los que se alteran fácilmente... ¿Que le ocurre?" Observó de reojo como Bryce, sulfurado, se dirigía hasta la nevera y sacaba una gaseosa, llevándola con un vaso hasta Ane, que se había acomodado poniendo los pies encima de la mesita, triunfante.

-Tu te has propuesto a acabar con la paciencia de Bryce, por lo que veo, ¿no? -dijo medio sonriente al ver a los dos ahí, peleados, y por unos momentos, sintió leve melancolía. "No, Tora, mantente firme. Bryce es capaz de ver dentro de tí, no puedes entristecerte ahora." Se incorporó, y procuró mostrar su mejor sonrisa, a la vez que veía como aquel par seguían peleándose por cuestiones de servicio. "Juntar a un mayordomo y a una camarera no ha sido buena idea..." meditó.

-El problema es que desde que eres el novio de Tora, se has vuelto muy comodón. -continuó chinchando Ane a Bryce.

-¡¡Eso es una mentida como una catedral!!

-¡¡Al igual no me lo demuestras!!

Tora se llevó una zarpa al morro, mientras observaba al par, cada uno alzando cada vez mas la voz para superar a la del otro. Si no detenia aquella discusión, la cosa acabaría en sangre, por lo que se movió un poco y se interpuso entre los dos.

-A ver, tiempo. -comentó. Miró un momento a la coneja y luego, se dio la vuelta ligeramente. -Bryce, ¿Puedes traernos un par de gaseosas, por favor?

-Si, claro que sí... No tengo ningún problema, para eso estoy aquí. -argumentó, dejando parada a Ane por el cambio brusco que acababa de hacer en su comportamiento. Observó como el chico se iba severamente hasta la nevera, sin dejar de sorprenderse, hasta que llegó al punto de pensar que lo había hecho para molestarla.

-Si piensas que lo hace para molestarte, andas equivocada.

La voz grave y masculina del tigre hizo que volviese la mirada hasta el antropomorfo, que la observó seriamente. Se sentó en el sofá opuesto a donde estaba ella, y esperó a que el chico trajera las dos gaseosas con los dos vasos, y se volviera para empezar a hacer la comida.

-Primera norma de contrato cuando acojes un Dorei: Las cosas se piden con educación, y ellos saben en todo momento lo que quieres. La próxima vez... -hincó una garra en el tapón de la lata y la sacó fuera. -... le dices las cosas mejor.

-Parece que te has enfadado conmigo. -comentó la coneja, burlona.

-Es que así es. -argumentó el otro. -No tolero que nadie se meta con Bryce, así que un poco mas de respeto con él nunca te iria. No me refiero a que no te pelees, pero ambos estabais alzando demasiado la voz.

Ane se quedó parada ante la pose seria que había adoptado Tora. "Pues, si que está enamorado realmente de él." se dijo. Observó a Bryce, que cocinaba lo que parecía una tortilla de patatas, y luego a Tora de nuevo, que miraba por la ventana. Podría ver la escena muchísimas veces, y sin embargo, seguir sin captar porque aquellos dos estaban tan enamorados. ¿Como era posible, si ambos eran... ?

-Oye, Ane... -la reclamó Bryce desde la cocina.

-¿Si? Dime.

-Escucha, tengo un par de entradas gratis al parque de atracciones. ¿Porqué no vais ambos? Creo que lo pasareis muy bien?

Tora expulsó de repente lo que había bebido de gaseosa por la mesa, tosiendo a causa de que se le había ido la bebida por otro camino. Después de lograr poder hablar, miró a Bryce con los ojos abiertos como naranjas, sorprendido.

-¿Al parque de atracciones los dos? -repitió el tigre. Bryce dejó de hacer la comida un momento, y empezó a caminar en dirección hacia los dos antropomorfos, mientras cogía un trapo por el camino. Se arrodilló ante la mesa, y comenzó a limpiar lo escupido por Tora mientras explicaba.

-Odayaka me regaló un par de entradas para ti y para mi. Pero yo no puedo, tengo mucha faena, ya lo sabes. Y si no tengo faena, tengo que estudiar o hacer los exámenes en linea. Ya sabes, norma número...

-51 de Dorei. -acabó la frase el tigre, con voz sorna. -"Cumplimiento debido de estudios." Si, lo sé. Pero podemos guardarlas para cuando tengas tiempo libre, ¿No?

-No, acaban la semana que viene. -sacó los billetes del bolsillo, y los enseñó mientras continuaba limpiando. -Así que hazme caso y cógelos.

La oportunidad perfecta para Ane.

-¡¡Perfecto, buena idea, Bryce!! -exclamó la coneja. -¡¡Bien pensado!! ¡¡Vayamos mañana, Tora!! ¡¡Hoy hace un día esplendido, seguro que mañana también!!

-Y podrías quedarte esta noche de paso y te irías con él bien temprano.

A Tora, pero, no le hacía demasiada gracia. Miró con cierta desgana a Bryce, y luego observó a Ane, que parecía increíblemente contenta. Suspiró cabreado, y asintió con la cabeza, aunque en cierta forma preferia todo lo contrario, es decir, no ir.

-¡Perfecto! ¿Donde podría dormir?

-En el sofá.

-¿¿Como que en el sofá?? ¡¡Pero bueno, tu de que vas!! ¡¡Vas a pillar, niñato engreído!!

-¡¡Mira que te doy con la sartén, eh!!

-¡¡Y yo con mi concentración de bolígrafos!! ¡¡Ven aquí que te pillo, mendrugo!!

La noche no la pasaron bien ninguno de los dos. Al final, Bryce había acabado durmiendo en su habitación de nuevo, mientras que Tora dormía junto con la coneja, después de que esta hubiera logrado ganar la disputa contra él... Al chico no le importaba dormir donde siempre, pero le molestaba mucho que Ane durmiera junto con Tora. Y con ello, se había tirado prácticamente hasta las doce despierto.

-Tora...

En aquellos momentos en los que se sentía tan solo, era cierto que prácticamente se notaba muy extraño. Reflexionaba, reflexionaba sobre su relación, y se preguntaba si era del todo correcta. Le amaba, cierto, pero había algo extraño en ello. Y lo notó el día que se besaron por primera vez. No era un amor a primera vista, puesto que tenía la sensación de que le recordaba. Era como un velo imposible de rasgar, al cual acceder a él era completamente imposible, pero sabía que tras ese velo, había muchas mas cosas, todos los recuerdos que perdió, todo. Incluso seguro que en algún lado, estaba Tora.

Llevaba un buen rato mirando la luna llena. Sin duda alguna el satélite le atraía cuando se encontraba completamente iluminada, y era algo que hasta donde le alcanzaba la memoria siempre había sido así. Mirándola olvidaba sus penas y sus problemas, y poco a poco, comenzaba a notar el peso del sueño en sus ojos.

Una sombra le alertó de repente y le hizo abrir los ojos de nuevo. Pasó por el lado suyo, y corrió inmediatamente hasta la ventana abierta, atravesándola, y desapareciendo de la vista. El chico escuchó de repente el ruido de unas pisadas subir las escaleras de emergencia del hotel, y se incorporó rápidamente, sin apartar la mirada de la ventana.

Luego, se apresuró a ir hasta la cocina, y cogió el mocho. Regresó de nuevo, y saltando por la ventana, llegó hasta el balcón de metal. Se apresuró a su izquierda, donde estaban las escaleras de emergencia, y empezó a subirlas rápidamente, en busca de aquel que había entrado en su habitación. En otras situaciones habría cerrado y se lo habría dicho a Tora, pero en aquel momento, tenía la ligera sensación de lo que había visto era un lobo. Un lobo azul.

Eran demasiados pisos para él, pero tenía que apresurarse. Cayó un par de veces, y luego, se volvió a incorporar, llegando hasta el final de las escaleras, que daban a la azotea de todo el edificio, que se componía de un enjambre de antenas, carteles, y cables en el suelo por todos lados. Pero en el fondo de todo, podía distinguir la sombra que había visto en la ventana, de piés sobre el borde, mirándolo fijamente.

Ahora si era prácticamente visible. Se trataba de un lobo azul macho, enorme y musculoso, sobre sus dos patas traseras, con una coleta increíblemente larga y una cola esponjosa, junto con un pelaje largo que marcaba diferentes rayas de azul oscuro. Miraba fijamente al chico desde el otro lado de la azotea, y Bryce tuvo la sensación incluso de que le miraba.

-Yo a ti te conozco...

El lobo empezó a inclinarse hacia atrás, y Bryce de repente se sintió cayendo hacia el vacío, mientras que un dolor procedente de la herida que tenía en el hombro comenzaba a florecer. Vio como el cielo se alejaba, como la pared pasaba detrás suyo, y sin duda, como el suelo se iba acercando cada vez mas... Y mas... Y mas... Y en el edificio, la risa de alguien alado y con escamas...

Y en ese momento, despertó.

La luz del sol le dio en toda la cara, lo que hizo que tuviera que alzar las manos para evitar el contacto directamente. En cuanto pasó un rato, notó como su cuerpo se enfriaba, y rápidamente pudo deducir que se encontraba completamente empapado y sudado. Se levantó, se puso las zapatillas, y fue corriendo a cerrar la ventana. Pues, solo había sido una pesadilla lo de la noche anterior.

Se dió la vuelta, y con el pijama puesto, salió de la habitación para ir a la cocina y sacar de debajo del fregadero un vaso de agua. Abrió el grifo, se puso un poco, y bebió con avidez. Luego, depositó el vaso en el fregadero, y se dio la vuelta, apoyando la espalda en el borde de este.

Fué en ese momento cuando escuchó la apertura de una puerta. Bryce se incorporó y se acercó un poco a la pared para observar con atención quien era. El pelaje naranjas de rayas negras del tigre hizo suponer al instante al chico que se trataba sin duda de Tora, y estuvo incluso a punto de saludarle, cuando vió que este se giraba hacia la puerta de los trastos y se detenía.

Sin hacer apenas ruido, Tora sacó del bolsillo de su pijama unas llaves, y las introdujo en el manillar. Las hizo girar, y abrió la puerta. Discretamente, se introdujo en el interior del trastero, y la cerró tras de sí, dejando escuchar a Tora como cerraba la puerta con llave.

"Que raro... ¿Que hará en el trastero?" -la cabeza de Tora iba a cien intentando buscarle una explicación. "Lleva varias semanas igual... ¿Que habrá ahí dentro? Mhhh... Hay tantas cosas que no se de Tora..."

El timbre del teléfono sacó a Bryce de su ensoñación, y traspasó la cocina para cogerlo al instante. Se lo llevó al oído mientras miraba la pantalla para comprobar el número, pero el letrero de "NO DISPONIBLE" se lo impedía.

-Di... ¿Alo?

No recibió respuesta alguna, lo que despistó a Bryce completamente.

-Ho... ¿Hola? ¿Aló? ... ¿Hay alguien ahí?

//Abre la puerta.

Bryce se apartó al instante del interfono, asustado, y luego, lo miró con cuidado, acercándolo de nuevo al oído.

-¿Quien... Quien es usted?

//Abre la puerta, por favor. Date prisa... La puerta.

El ruido de algo forzándose hizo que el chico se girara rápidamente. Empezó a buscar de que se trataba, por lo que, con el teléfono inalámbrico en la mano, comenzó a buscar la ventana, la puerta de la entrada. Incluso la puerta de su habitación, pero no se veía nada.

-De que... ¿Que me está diciendo?

//Tu y yo moriremos si no abres la puerta.

El teléfono quedó comunicando, y cuando Bryce fué a mirar si se había registrado la llamada, no había quedado nada de ella. Un escalofrío recorrió su espalda, y le dio la sensación de que algo no iba bien. Esa voz, la voz que había oído por teléfono... Era...

-¿Todo bien?

Dio un bote al oir la voz de Tora, soltando el teléfono inalámbrico de tal forma que este se estrelló contra el suelo. Aunque tuvo la intención de doblarse para cogerlo, nunca pudo, puesto que notó rápidamente las zarpas del tigre introduciéndose por debajo de su pijama, mientras que le abrazaba por detrás y apoyaba su morro en su hombro. Tembló de felicidad, y movió los brazos hacia atrás para agarrar los brazos del tigre.

-Contigo... Si...

-¿Con... migo?

-Mhhh...

Bryce sonrió de alegría al poder notarle a su lado.

-Si... Porque... Bueno...

-¿Ocurre algo?

Tora le soltó suavemente, dejando libre al muchacho. Tras él, se cruzó de brazos, esperando una respuesta. Se mostraba serio, y como siempre, con los boxers puestos, y el resto del cuerpo desnudo.

-Bueno... Tora... Nosotros... -se giró y le miró a los ojos. -Tu y yo... Nos conocimos antes, ¿verdad? Quiero decir... En el pasado...

El tigre continuó con la expresión seria que llevaba, y solamente se limitó a parpadear.

-Escucha... Se... Se que esto suena una estupidez, Tora, pero yo no lo recuerdo todo. -comenzó a caminar hasta las cortinas para abrirlas, mientras explicaba. -Lo máximo que recuerdo es cuando me encontraron, hace nueve meses. No tengo mas memoria... Pero se que no he olvidado nada, si no que sigue ahí. Y de alguna forma... Te veo...

Se dió la vuelta, y le miró a los ojos.

-Se que tras ese telón, estás tu. Tu y yo nos conocimos antes, ¿verdad? ¿Fue así, Tora, fue así?

El tigre continuó mirándolo seriamente, hasta que al final, bajó los brazos, y tragó saliva. Sus ojos ámbar brillaban, casi a punto de llorar.

-No... No puedo decirte eso, Bryce...

-¿Porqué no, Tora? ¡Son mis recuerdos! ¡Tengo derecho a saberlos!

-¡Pero también son mis recuerdos!

Se produjo un silencio completo en el comedor, en el que ambos se miraba a los ojos mutuamente, cabreados. El ambiente era tan denso que daba la sensación que se podía cortar con un cutter y, finalmente, uno de los dos cedió. Fue el humano, que negó con la cabeza, cabreado, y regresó a la cocina de nuevo.

-La oportunidad que tengo que recuperar lo que fui y va y me lo niegas... -protestó. -Voy a hacer el desayuno.

El tigre no se movió, si no que sacó sus garras retráctiles por un momento, lleno de tensión, y finalmente, las volvió a esconder, mas tranquilo. Sabía que tarde o pronto se iba a producir aquella situación, pero no podía contarle la verdad, ni siquiera una parte puesto que ponía en juego la vida de muchos si se le pasaba por la mera cabeza.

Se sentó en el sofá, mientras oia como se abría la puerta de su habitación, lo que indicaba que Ane se había despertado. No escuchó ninguna conversación acalorada por parte del humano y de la coneja, lo que implicó llegar a la conclusión de que Bryce no iba a hablar ni pio en toda la mañana. Y quizás ni los siguientes, si no le decía nada.

Se fue hasta la cocina, pasando del saludo de Ane, que se estaba rascando las orejas y se puso a su lado, intentando llamar la atención, pero en vistas de que no lo lograba, no tuvo otro remedio que golpearle con la cola.

-¿Que quieres ahora? -replicó Bryce.

-Solo quiero que me escuches... -dijo. Puso la zarpa sobre la botella de leche, y la apartó del alcance del humano. -Créeme, si pudiera, te lo contaría todo, pero no puedo, Bryce, no puedo.

-¿Ah, no? ¿Que pasa? ¿Resulta que hay algo que te hace decidir y llegar a esa conclusión?

-Si, la vida de todos nosotros.

Aquello hizo callar a Bryce al instante, momento que aprovechó Tora para explicarse mientras dejaba la botella de leche de nuevo en el mármol, y pasaba su zarpa por la cara del chico.

-Escucha... Esos recuerdos que tienes... vedados, son muy peligrosos. Creeme, Bryce, es muy peligroso. Te lo contaré el día en que todo esté a salvo. Hasta entonces... Vas a tener que esperar. Bryce, yo te quiero, no quiero mentirte... Por favor... Confía en mi...

Bryce lo miró unos instantes, mientras pasaba una mano sobre el brazo velludo del tigre, notando lo revoltoso que lo tenía a causa de haberse levantado hacia escasos momentos. Confiaba en él, aunque realmente se sentía muy mal, encontrando injusto el hecho de tener que esperar a ver si algún día le contaban la verdad. Una gota cayó de repente en su mano, y miró levemente hacia arriba: Tora estaba llorando.

-Lo siento...

Ese fue el único susurro que se oyó antes de que el chico le abrazara y se hundiera en su pecho, sintiéndose cubierto por los brazos de un tigre que lloraba por no poder decir la verdad, por no poder contar su secreto.

Un secreto que valía vidas y que costaba su amor.

Notas del autor:

Cuando escribí este capítulo, era tan grande que decidí cortarlo en dos y en ese momento, empecé a retocar cosas. Me gusta mucho el número cinco en una historia continua, es signo de que uno ha decidido por fin continuar con lo planeado hasta el final, por lo que después de partirlo, decidí poner en esta parte la presentación de Ane (Necesaria para completar al trío protagonista) y dar algunas pistas ya mas claras sobre la situación planteada, mientras que el siguiente capítulo lo estoy cambiando para barrer todo lo escrito hasta ahora y imponer un orden que aclare todo lo sucedido y dicho hasta ahora.

Y si habéis leído hasta aquí, no sabéis lo feliz que me habéis hecho. Os lo agradezco mucho, y prometo que en el siguiente capítulo quedaran las cosas mas claras. Gracias por estar ahí.