Estructuras biográficas

Story by Gariel on SoFurry

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#6 of Formas de contar una historia


Hace nueve años, cuatro meses y dieciséis días en un hospital de servicio público un lobo camina a lo largo del pasillo frente a la puerta de la sala de urgencias. Sus zapatillas deportivas chillan a cada paso que da. Preocupado no aparta la vista del suelo, mira sin ver las pequeñas formas geométricas que las losetas guardan en su interior. Con los brazos cruzados, tirita sin sentir frío. Es terror lo que se enreda entre sus pensamientos. Son las tres y media de la madrugada.

A través de los amplios pliegues de sus ropas, el cuerpo delgado de un lobo se deja entrever. De angustia y desazón son sus movimientos mientras sus pensamientos explotan en imágenes catastróficas aumentando las memorias reales. Mientras avanza descubre a un gorila sentado en el suelo. Dormita. Su respiración se combina con las chirriantes pisadas de Gariel. No presta atención al drama del joven lobezno, tiene su dolor en una cama invisible donde yace su hijo.

â€"Gariel, siéntate por favor, me vuelves loca. â€"dice Erika. Su maquillaje se ha corrido, huellas las lágrimas en un momento de terror.

â€"No puedo, no puedo.

â€"Si puedes. â€"se levanta y lo obliga a sentarse. El cuerpo del lobo se deja guiar.

â€"Se va a morir. â€"un caudal de lágrimas quiere romper su dique.

â€"No se va a morir. â€"dice Julián sentadoâ€" No lo oías reír cuando lo subían a la ambulancia.

â€"Los últimos estertores de la muerte, eso era.

â€"¡Cállate! â€"dice la tigresa mientras se gira. Es ella la que ahora camina en círculosâ€" ¿De dónde sacas eso?

â€"De mi manual de tanatología. â€"baja la voz. Se escucha culpable.

â€"¿Edición medieval? â€"interroga el oso quien permanece en calma, o la aparenta perfectamente. Luego aconsejaâ€" Por lo menos respira, para cuando lleguen sus papás que ellos te encuentren sereno.

â€"Si, si. Lo intentaré.

Odia los hospitales. Odia el olor a desinfectante y encierro que se cuela por sus paredes. Odia las cofias y las batas, pero lo que más odia es que a pesar de encontrarse en el último semestre de la carrera no es capaz de hacer algo para ayudar a su amigo. "Valiente médico seré" es su reproche. Sentado mira a su alrededor. Erika ha tomado su lugar como figura de desconcierto. Al lado Julián, con las piernas cruzadas, quien también inspecciona el recinto. Y ahora, lejos de su vista, una enfermera se encuentra en guardia esperando a nuevos pacientes. Más allá del pasillo iluminado de blanco grisáceo se propaga la oscuridad.

El impacto una y otra vez regresa a su memoria. Primero la despedida frente a la casa de Luis, risas y música se mezclan con el dolor, luego los autos. Julián llevaría a Gariel y a Erika a sus casas mientras Félix pasaría a casa de Emilio, su amor de fin de semana. Luego la colisión. Una camioneta roja golpea por un costado al auto de Félix, los tres amigos contemplan la escena desde atrás. Pierde el control, cruza patinando frente a ellos hasta golpearse contra un árbol. El automóvil queda destrozado en la parte frontal pero el culpable no se detuvo.

Ambulancias, el grito de Erika, Julián al teléfono, Gariel llamando a Félix quien se mantiene inconsciente. Luces cruzan a gran velocidad frente a él. Los bomberos y la policía. Félix despertando aturdido. Risas, quejidos, maldiciones. Actores que realizan sus funciones según su guión. Y de pronto en el hospital, en la sala de urgencias esperando el diagnóstico médico. Interrogatorios, versiones de los hechos y la espera. Han pasado un par de horas y sólo hay calma en el interior, a fuera varias patrullas y oficiales esperan el veredicto para comenzar las pesquisas.

Alguien entre todo el bullicio ha llamado a los padres del jaguar. Luego de varios intentos en la explicación del accidente son entendidas sus palabras. Su madre rompe en llanto, es el padre quien toma las riendas. Deben estar a punto de llegar. Sólo se puede esperar.

Los tres jóvenes sentados uno al lado del otro están a punto de dormir cuando una voz llama con el nombre de Félix Ãlvarez. El trío recobra la compostura y se levantan en vilo, al mismo tiempo una pareja de jaguares entra. La mujer se abalanza hacia el médico suplicante en su pregunta.

â€"¿Cómo está doctor?

â€"Bien señora, â€"responde sonrienteâ€" un par de costillas rotas y muchos raspones pero no hay peligro.

â€"Gracias al cielo. â€"casi cae en brazos de su esposo.

â€"Tuvo suerte señora. Muchísima. He visto casos en los cuales algo así o menos mínimo los deja incapacitados de por vida.

â€"Santo dios. ¿Puedo verlo?

â€"Si adelante, â€"la toma del brazo acompañándola, mientras dice al restoâ€" sólo usted por favor.

â€"Gracias. â€"dice ella.

â€"Dígale que aquí estamos por favor. â€"se adelanta a decir Gariel como si su voz renaciera.

â€"Si hijo, lo haré.

Hace cinco años, tres meses y veintidós días Gariel vendió su primer cuento a una revista de corte intelectual. Entre sus páginas sólo tres contarían con un escrito lo suficientemente bueno como para ameritar comprar la publicación. Ese día se sintió feliz.

Corrió a casa para contárselo a sus padres. Se sentía realizado. Les diría como envió su escrito a aquella revista, las dudas que tenía sobre hacerlo o no, la espera angustiosa del dictamen y la llamada que lo invitó a presentarse y firmar el acuerdo. Era pues su primer pago como escritor. Al fin su decisión parecía dar frutos.

Llegó a casa y encontró a sus padres en el comedor. Su hermana había salido con unas amigas. Les relató detenidamente cada evento y sensación que experimentó aquel día. No omitió detalles. Le dejaron expresarse libremente, sólo lo miraban atentos e incluso se estremecían cuando el lobo jadeaba por falta de aire. Al terminar su relato guardó silencio.

â€"Hijo, â€"dijo el padreâ€" eres un idiota.

Gariel quedó sorprendido con tal respuesta. Se dirigió a su madre buscando apoyo. Encontró la misma mirada que tenía su padre.

â€"Pero ¿por que? â€"dijo luego de unos segundosâ€" Al fin lo logré. Soy escritor. Me pagaron por ello. Seré leído. Se deberían orgullecer de mí.

â€"Y lo estamos, pero no dejas de ser un idiota. â€"respondió el padreâ€" Mira hijo, si es un logro el que tienes ahora. Es tal vez un buen inicio para tu carrera. Pero tu alegría tiene dos problemas. Uno, que es un logro bastante pequeño. Esa revista es una porquería, si lo que tiene es porquería entonces tu cuento lo es. Es decir, que técnicamente lo que escribiste es basura. Lo que conseguiste es ser leído por ignorantes y seudointelectuales, escoria social. Dos, vendiste un buen cuento por una miseria. Pudiste reformarlo, hacerlo mejor pero lo enviaste idéntico a varias revistas, no te adaptaste ni evolucionaste. Hijo, este es un logro mediocre.

El joven lobo sintió destrozado su corazón. Miró con detenimiento sus actos y descubrió la verdad en las palabras de su padre. No supo que decir. Había aprendido ha ser humilde.

Su padre comprendió el conflicto en el que se encontraba su hijo. Se levantó, caminó hacia él y lo abrazó. Luego le besó en la cabeza. Soltándose del abrazo Gariel salió de la casa y caminó por varias horas. Llegó a una plazoleta y en el borde de la fuente se sentó. Miraba a todos los que se reunían en aquel lugar. Sonrió. Sacó del bolsillo de su pantalón el cheque que le dieron por su escrito y lo lanzó al agua. Por la noche, ya en casa, se sentó frente al computador y comenzó a escribir.

Hace diez años, once meses y tres días Erika pierde la virginidad con un tigre que siempre viste de negro. Está enamorada de él, lo cree el ser perfecto. Algo misterioso y seductor se esconde tras sus anteojos redondos y cabello largo.

Enamorada, se deja guiar hasta la casa del macho. Al ingresar mira los muros cubiertos por pinturas y mascaras tribales. Una aguja de frío recorre su espalda, se siente en el interior de una cueva. Pero la mano de su novio no la suelta. Siente su calor. Se deja llevar hasta la habitación donde ambos se recuestan en la cama aún vestidos. Ella sonríe nerviosa mientras el recorre su cuerpo con la garra.

Se besan. Se abrazan. Giran en la cama revolviendo las mantas y almohadas. Erika tiene miedo, no sabe que tiene que hacer. El tigre se posiciona sobre ella. Se quita la camisa y deja ver su piel. El corazón de la hembra palpita zumbándole los oídos. Siente los labios de su amante recorrer su cuerpo mientras ella levanta sus garras y acaricia su espalda. Poco a poco se dejan llevar por las acciones del otro.

La blusa azul pierde un botón al ser casi arrancada del cuerpo de Erika, mientras la falda se desliza para confundirse con las sábanas en el suelo. Desnudos se dicen todo. Le besa los suaves pechos, los acaricia con la lengua. Ella paralizada no deja de pensar. Él llega hasta su sexo, lo cubre de besos. El rubor asoma en las mejillas de la tigresa. Quiere actuar y no sabe cómo. Mira y encuentra el televisor, un par de pesas para ejercicio, una mesa con papeles, todas circunstancias ajenas a su experiencia.

Ambos frente a frente se besan. Ella lo toma, lo toca y su tacto es frío. Se siente su miedo. Entre sus piernas algo caliente percibe, le agrada. Baja su garra y lo toma. Es duro pero suave: se ríe ante su conjetura. Su mano entra en calor. En medio de la imaginación va creándolo según la garra lo dibuja. El tigre ríe ante la ingenuidad de su novia. Ambos se pasan los minutos descubriéndose. Él quiere ser el maestro, ella sólo la amante.

El tigre la penetra y Erika exhala un suspiro. Con ritmo lento comienzan las embestidas. Algo siente, no sabe que es. Como si sus ojos de nuevo estuvieran aprendiendo a ver. Los jadeos del tigre le golpean el cuello mientras ella se estremece queriendo escapar. Empellones, quejidos escapan sin ser dominados. Sus pechos le arden cuando el cuerpo del tigre los roza. Duro, más duro y rápido. Electricidad. Sus garras se retuercen en un calambre que no sienten. Los músculos se estiran, parece morir. Grita y él también grita. Calor en su vientre cuando el tigre cae rendido. La besa y entra en un letargo. Ella sólo se deja abrazar. Cuatro meses después rompen con la relación.

Catorce años, un mes y siete días atrás un jaguar contempla en los ojos de un lobo su propia mirada. Juegan ajedrez. Luego del último movimiento en el cual Félix pierde la partida levanta la vista y encuentra la mirada de su oponente. Instintivamente le sonríe a pesar de la antipatía que le causa el lobo.

Lo conoce de vista. Toman varias clases juntos pero algo en él no le gusta. Quizá su complexión bastante delgada, quizá una sombra que parece proyectar cuando entra al salón de clases, tal vez su voz gruesa pero desplegada en susurros. Pero aquel día no le soltó. El inicio consistió en acompañándose al autobús. Charlando de chicas y deportes comienzan a pasar tiempo juntos.

Félix se exhibe continuamente con sus habilidades atléticas y en ocasiones arriesgadas. En una de ellas saltó desde el tercer piso y cayó a unos de los jardines de la preparatoria. Excelente salto que impresionó a más de uno, incluido al lobo. También se hizo acreedor de una colérica reprensión por parte de los prefectos. No le importó.

Lo que le hubiera importado habría sido la nube que se formaba en un rincón del corazón de Gariel. No se enteraba de ella, no podía verla. Se escondía tras la mirada sonriente de su amigo, tras las discusiones bizantinas que tanto gustan jugar. Y es que poco a poco sus diálogos estereotipados sobre el clima y los asuntos cotidianos comienzan a tomar nuevos rumbos. Sin pensar, o pensando no ser entendido, Gariel cita de memoria a un filósofo clásico mientras compara la sentencia con lo dicho por un escritor moderno en relación a un tema trivial. Félix lo increpa y destroza el planteamiento del lobo. Deducciones lógicas, planteamientos vivenciados y el vasto uso del lenguaje por parte de ambos los orilla a caer de risa.

En secreto se dicen que son el uno para el otro. Secreto que dura un par de años cuando días antes de terminar la preparatoria Gariel sale de ella y doblando en una esquina se topa con un auto aparcado y dentro del cual un jaguar besa con pasión a un caballo. El lobo se queda paralizado al descubrir a su amigo en tan comprometedora situación. Félix lo ve por el rabillo del ojo y se detiene. Se siente descubierto. Sale del coche en persecución de Gariel. Lo haya en una esquina esperando pasar la avenida.

â€"Si, soy gay. â€"dice a sus espaldasâ€" No te lo había dicho porque creí que quizá ya no serías mi amigo. Perdóname.

â€"¡No! â€"dice el lobo al voltearlo a verâ€" No te perdono. Para perdonar se necesita exista una falta o quien da el perdón no haya cometido el mismo pecado. Ni lo uno ni lo otro, también soy gay y por lo mismo no te lo había dicho.

El mar se cierra y los silencios de ambos se tocan. El jaguar cree que quizá ya no tendrán más que decirse luego de una noche donde no pararon de hablar. Tal error se lo llevaron los días y meses que pasaron, cuando nunca arribó la distancia. Siguieron caminos diversos, tan dispares que siempre tienen momentos para encontrarse y continuar con sus aventuras de siempre.

Hoy hace tres años y siete meses el lobo ganó un premio con su novela. Se convirtió ese día en escritor de amplia categoría. Con ello pudo comprar su pequeña casa al norte de la ciudad. La convocatoria se realizó a nivel mundial. Una respetable casa editorial fue la encargada de organizar tal evento cuyo estímulo fue una cuantiosa suma de dinero. Bastante competida fue la contienda. Narradores de todo el mundo lucharon por conseguir ser enlistados entre los mejores escritores y ver multiplicadas sus obras en manos de millares de fursonas. Gariel tenía esperanzas en ganar pero nunca la aceptó como un hecho. La marca de su primer logro jamás se borró de su memoria.

Aun así Gariel envió el texto que había iniciado el día en que había obtenido su primer sueldo como escritor. Tardó cerca de dos años en terminarlo y lo creyó una obra de arte. Sus padres y hermana fueron los primeros en leer el manuscrito. Su padre terminó de leer las trescientas setenta y ocho cuartillas de la novela durante la noche. Al terminarla se levantó de la cama, llegó a la habitación de su hijo quien aún dormía y lo levantó en vilo. Gariel lanzó un grito de terror cuando se sintió atrapado por el abrazo de su padre.

El premio fue entregado en una ceremonia especial en la cual concurrieron varias personalidades del mundo de las artes, las letras y la política. Junto al lobo estaba su familia y sus cuatro mejores amigos. Leyó en la tarima, frente a todos, su agradecimiento y un fragmento de su obra.

"â€"¿Creíste que todo era dado como una primorosa mariposa? â€"dijo mientras subía por las escalerasâ€" Aun cuando es tan sencillo como la misma bestialidad que nos conforma no estamos sometidos a una abominable autoridad desechada desde milenios.

"â€"Comprendo a la perfección tu retórica. â€"respondió mientras avanzaba en el piso inferiorâ€" Pero esa aceptación, la de nuestra naturaleza, deja entrever la posibilidad del retorno a nuestro orígenes. ¿Qué era más loable en ese entonces? La caza, la recolección. Vivíamos como animales, éramos en efecto bestias rumiantes y carnívoras. Conocíamos los secretos de la naturaleza porque vivíamos de ella y por ella. Pero ahora, ¡bendito día en que una palabra simbolizó al mundo!

"â€"Bendito día, dices bien â€"espetó al bajar un par de escalones con tal de verle el rostroâ€" Por que en ese momento algo despertó. Tuvimos alma, nuestro cuerpo ya no se encontraba abandonado en medio del nacimiento y la muerte. Llegó el día de la manipulación, de la evolución.

"â€"Cómo si dios existiera. Nos hicimos un concepto y no una realidad. â€"dijo al avanzar a la izquierdaâ€" ¿Crees que hay un propósito? ¿Qué algo inmenso nos mueve y nos llama? ¡No! Nos hicimos esclavos de nuestras ideas, dejamos de lado nuestras posibilidades por la satisfacción de lo inexistente.

"â€"Pero está allí, frente a ti, a nuestro alrededor. â€"señaló al bajar dos escalones mientras tomaba entre las manos el barandal de hierro negroâ€" Tu mismo lo utilizas y niegas su existencia. Creas y destruyes pero siempre en un plano al cual desprecias. Mira a tú alrededor, esta casa, esa mesa, ese reloj, tus ropas, todo nació para existir, para utilizarse. He allí la materialidad que predicas â€"subió su pie derechoâ€" al final, ahora, es inherente a nosotros. Ya es nuestra naturaleza, es nuestra virtud como vida.

"â€"Virtud, vicio, vida, vía, verdad... â€"exclama irónico al cruzar los brazos y caminar hacia la escaleraâ€" Predicas como el maestro de sofistas. Escúchame, yo desprecio esto. Odio las palabras, odio la necesidad de ver el pasado y planear el futuro. Odio la cualidad de la maldita evolución o gracia divina o derroche de mentiras. Algún día volveremos a engrandecernos, iremos a la patria de nuestros primeros padres. El instinto volverá, no será encubierto o razonado. Seremos libres.

"â€"Pero no nos sabremos libres. â€"esboza una sonrisa irónica al ver a su compañero desde arribaâ€" Victoria ciega y sorda después de todo.

"â€"¿Y qué es mejor entonces? ¿La paz o la libertad? â€"pregunta como reto desde abajo."

Recibió una ovación por parte del público y de manos del presidente editorial un cheque de enormes proporciones. Varios ceros conformaban la cifra final. Destellos de cámaras fotográficas bañaron a los exponentes. Luego un preludio de música y continuó el resto de la premiación (para poesía, teatro, ensayo y biografía). Al término los asistentes y galardonados se retiraron.

Dos años y siete días antes Julián adquiría el título de maestro luego de defender con pasión su brillante tesis. Pasó tres años armándola, llorando por las noches sin encontrar la palabra indicada que expresara un preciso concepto, gritando a sus tutores y gruñendo por los pasillos del instituto luego que cada versión parecía no tener fin en las correcciones. Se quejaba con sus compañeros, lanzó un par de veces sus manuscritos por la ventana con el afán de renunciar al camino elegido.

Pero por la noche, luego de retornar a casa con dolor de cabeza, las palabras en pulsos electromagnéticos presentadas en el monitor de su computador le daban ánimos de continuar. Sí aquel lobo había conseguido su sueño él también podría. Cada noche a las diez su ánimo caldeado por los saberes adquiridos durante el día se desvanecía. Le gustaba leer a su amigo. Compró la primera edición de su primer libro cuando salió a la venta, compraba cada revista y antología en la cual un cuento suyo aparecía y las siguientes dos novelas las devoró en tres días, excitantes días, hasta caer rendido de nuevo en las redes de la monotonía.

Cuando lo conoció no comprendía que era lo que decía. Todos reían. Erika, quien los presentó, no dejaba de hablar y a cada oración por ella pronunciada un torrente de anécdotas brotaba del hocico de Gariel. El oso se entristeció. Pero las constantes atenciones del lobo y las conversaciones en solitario entre ellos menguaron su inferioridad. Pero aún así un sombrío pensamiento lo acechaba: la actual posibilidad de estarse enamorando de él. Le gustaba, eso lo aceptaba. Lo encontraba atractivo y su sonrisa lo desarmaba. Pero, entre la aparente prepotencia del lobo y la pulcritud del oso, un abismo se alzaba. Y es que siempre supo que un jaguar estaría en el medio de todo.

Siete meses y dos días atrás Félix y Gariel hicieron el amor. El jaguar llegó a la casa del lobo cuando las sombras del atardecer se desplegaban sobre las fachadas de las casas. Apenas hacía frío. Las penumbras abrieron la puerta. Entró y vio a Gariel cabizbajo, parecía que había llorado. Ambos se sentaron y comenzaron a charlar. La conversación versó sobre el corazón destrozado del lobo. Luego de varios meses de relación Santiago le decía que llevaba varias semanas saliendo con alguien más. Engañado en sus narices no pudo resistir. Ese día aprendió lo que es el amor.

Félix lo abrazó cuando rompió en llanto. Hablaba sin pensar y manojos de incoherencias mezcladas con sentimientos brotaban. No quería dejarse consolar, lo apartaba pero al final cedió. Le gustaba encontrarse en los brazos de su amigo. Sollozaba mientras escuchaba algunas palabras de aliento del jaguar. Un lenguaje pocas veces escuchado.

Gariel levantó el rostro y encontró el de Félix. Lo besó, él se dejó besar. El jaguar se recostó en el sofá mientras el lobo lo cubría con su cuerpo. Destellos de conciencia brotaban en uno y otro, reconocían las razones que los motivaban pero las callaron. Gariel tocó el fuerte pecho de Félix, la dureza de sus músculos lo cautivó. Era sentir una escultura palpitante. Pero también sentía que su cuerpo era tocado, una recia garra por debajo de su playera le descubría sus formas. Uno era el espejo del otro.

Se incorporó el lobo y se retiró la playera mientras el jaguar se sacaba la camiseta entallada que utilizaba. Se besaron, se olieron, se gustaron.

â€"Para. Por favor. â€"dijo Félix intentando levantarse. â€"No quiero... no quieres...

â€"Si quiero. â€"respondió y luego mordió con suavidad su cuello. No intentó escapar de nuevo.

Con su garra tocó la entrepierna del jaguar. Un bulto robusto fue lo que encontró. Mientras tanto las garras de Félix se deslizaban hacia los muslos del lobo, adentrándose bajo sus pantalones. Jugaron consigo mismos un tiempo. Se miraban a los ojos. Se hechizaron para no parpadear. El miembro del jaguar empujaba por ser liberado de sus ajustados límites. La bragueta bajó. Su falo se levantó firme, tanto que la erección parecía dolerse a sí misma.

Toques de cosquilla recorrieron su cuerpo. Las garras de Gariel no dejaron espacio por descubrir en su piel. Con una maestría momentánea los jeans del lobo cayeron al suelo. Bajó y en su hocico entró el pene del jaguar. Lo lamió, lo degustó hasta que un líquido transparente se combinó con su saliva. Félix sentía crecer cada vez más su falo. Los labios del lobo sentían el palpitar de la sangre en su interior. Las venas se pronunciaban.

Luego de lubricar, y morder con dulzura casi hasta el éxtasis, Gariel se sentó sobre el pene de Félix. Entró sin cuidado, forzando la entrada y los músculos del esfínter se cerraron maquinalmente, lo atraparon en su interior. Una primera oleada de placer invadió el cuerpo del jaguar mientras otra recorría la espalda del lobo. Se levantaba y sentaba, comenzó la cópula. Félix intentaba abrir los ojos pero destellos se lo impedía. Gariel gemía a cada envite al tiempo que su verga se alzaba. Félix sintió la proximidad de la eyaculación y se levantó quedando frente a frente con el lobo. Lo abrazó cuando alcanzó el orgasmo. Tras un gemido por parte de ambos cayó recostado. Gariel se masturbó aún con el falo de Félix en su interior. Baño el torso de su amante con su semen. Luego se adormiló sobre su pecho.

â€"Te amo. â€"le salió en un suspiro. Gariel no quiso escucharlo. Durmieron ambos durante toda la noche.

Hace treinta años, diez meses y once días Gariel nació. El primer hijo de un padre quince años mayor que su esposa. Algunas canas ya se repartían en el pelaje del lobo. La noticia llegó mientras se encontraba en su óptica. Arreglaba unos anteojos convexos cuando su asistente le pasó una llamada. Su esposa, entre risas hiperventiladas le daba las nuevas: pronto daría a luz. Las lentes quedaron olvidadas en el suelo mientras el lobo salía del establecimiento. Le dio la tarde libre a la joven asistente.

Llegaron ambos al hospital. El lobo desmedía sus atenciones hacia su esposa, mientras ella lo apartaba molesta por la impertinencia de su esposo. Tres horas después un lobezno veía la luz. Su padre entró a la habitación. Vio a la madre con su hijo. Llevaba entre las garras un ramo de violetas que dejó sobre la cama mientras abrazaba a su cría.

â€"Es varón. â€"dijo la loba entrecortado su aliento.

â€"Se llamará Enrique. â€"exclamó el padre mientras lo contemplaba.

â€"¡Estás loco! â€"rugió la madreâ€" Se llamará Gariel.

â€"¿Qué? Pero ese no es un nombre de verdad.

â€"Claro que sí. Él hará que lo sea.

â€"¿Gariel?

â€"Si, dime. â€"responde el lobo mirando a Carlos tras largas horas de conversación y un momentáneo silencio.

â€"Lo que tengas que hacer hazlo. â€"dice el conejo mirándolo a los ojosâ€" No tengas miedo. Amigos hay pocos, amantes puñados, pero amor sólo uno.

â€"Tienes palabra de oráculo. â€"se burlaâ€" Dices mucho para no decir nada.

â€"Esa es mi habilidad.

Ambos, amigos se despiden. Uno de sus mejores amigos. El primero que no se detuvo ante el aura de desprecio que despedía el lobo. Gariel sólo fue por un consejo y sale con inquietud. Toma el autobús y se dirige a casa de sus padres. Llegará temprano, un reloj marca las seis de la tarde con quince minutos. La vida se le pasa volando.