6 bestias - Capítulo 12: El telegrama

Story by Mastertuki on SoFurry

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#13 of 6 bestias

¡Bienvenidos a 6 bestias!


Shinke podía llegar a ser demasiado cabezota.

Empezar a subir las escaleras no le había ayudado a sacarse el tema de encima. Ese telegrama podía contener una estupidez o un mensaje muy importante para él, tal vez para todos. El sistema de comunicación estaba bien trabajado: Simple, efectivo, y de algún modo hasta ahora no habían habido filtraciones, pero tal vez se estaban equivocando y esa iba a ser la primera vez. Y nadie de ellos estaba preparado para salir a la luz, así que tenía que ver que cuernos había pasado con el telegrama.

Primero de todo, tenía que enfocar quien podía haberlo cogido en su lugar, o en el de su hermano. Es decir, quien había suplantado a los dos con la suficiente habilidad. No era difícil: Podía ser un oso que se hiciera pasar por ellos llamándose Baka y con eso ya tenían suficiente para coger todos sus mensajes. Recapitulando: Sus padres, tal vez su madre, pero no le cuadraba tampoco; no tenía ningún sentido si, seguramente, ellos les habrían enviado el telegrama. Tal vez alguien por el camino, pero Shinke no había olfateado a ningún cambiante cerca, así que tampoco era posible. ¿Tal vez había sido un error?

Tenía que centrarse. Se estaba dejando detalles importantes.

Fue entrar en la habitación asignada, y encontrarse con la peor de sus pesadillas. En el sofá roñoso se encontraba echada la humana, con la mirada puesta en el techo, las manos en el abdomen, y las piernas apoyadas en el respaldo de la misma. Esperaba encontrarse con su hermano, pero un vistazo rápido al habitáculo fue suficiente para comprobar que ni él ni el otro cambiante se encontraban. Sólo la humana, que parecía haberle ignorado.

-... ¿Has visto a mi hermano?

Lima volvió la vista al grifo, y tras un par de segundos, asintió con la cabeza, seria y casi fría y todo. De un movimiento ágil la muchacha se incorporó y empezó a andar hasta la cama, donde se sentó en el borde. Con un leve gesto de cabeza, se apartó un pendiente que se le había enganchado en la ropa y soltó un suspiro.

-Sí, se ha ido con el mío. Parece ser que Baka tenía muchas cosas que enseñarle, así que Damaru me ha soltado un "Quédate aquí que el loco de este tal vez se pone nervioso buscándonos". Vamos, que soy la jodida recadera.

La chica tenía una boquita de piñón, pero realmente era una boca chancla bastante peculiar que ponía de mala ostia a cualquiera cuando estaba furiosa con algo. Shinke cerró la puerta y encendió una de las lámparas. Sin mediar palabra, cogió una mochila que había en la esquina y empezó a rebuscar en ella.

-Veo que mi hermano ha dejado sus cosas aquí. -llegó a decir al final. -Mrf... Aquí está... Bueno, creo que esta lata en conserva me alimentará suficiente.

Servido, el chico se sentó en el sofá y directamente abrió la lata, olfateando el contenido. Parecía dispuesto a comérselo, pero Lima observó que, después de eso, lo dejaba en la mesita de al lado y se quedaba con la mirada perdida y la frente ceñida, como si estuviera centrado en algo. ¿Que cuernos le ocurría ahora? pensó Lima ¿A que le estará dando vueltas?

-¿Puedo ayudarte en algo?

-¿Tú? Ni de broma. Como si entendieras lo que me pasa.

-Tal vez podrías probar.

-¿De cerrarte la boca? Ah, sí, eso se me da fenomenal.

A la mierda. Lima, perdiendo la paciencia, decidió incorporarse, coger la lata, y sin decir ni una palabra la terminó de abrir y se lo llevó a la boca, delante mismo de Shinke, que de inmediato dejó de lado el tema que estaba intentando resolver y se lanzó de cabeza hacia ella.

-¡Eh! ¡Eso es mío!

-Ah, pero tú has dicho que cierre la boca, ¿No? -Lima alejó el brazo lo suficiente. En cuanto lo vio acercarse un poco más, un movimiento de la pierna derecha fue suficiente para tirarlo al suelo y, de inmediato, sentarse encima del pecho con todas sus fuerzas para dejarlo sin respiración. Lo miró tranquila, mientras masticaba el contenido de la lata. -Bien. Norma 1: No me respondes. La próxima vez que me sueltes una burrada, te mato, aunque sea delante de Baka. No pienso tolerar ni una sola falta de respeto a mí porque soy inmune. Norma 2: Si te quiero ayudar, lo haré. Y te vas a callar. Y Norma 3: Mh... No, no hay norma 3. Con esas dos, son suficientes.

Se incorporó para dejarle respirar, y le puso la lata al lado. Más tranquila, volvió a sentarse al borde del sofá, las piernas cruzadas, y los brazos apoyados en la parte de atrás para poder hablar con más calma. Observó como Shinke tosía, y empezaba a incorporarse con el brazo en el pecho, intentando recuperar la respiración.

-¿Y bien?

-*Cof* Ufff... Hemos perdido un telegrama...

-Aaaah, sí. Se lo que son. Los estudié con el Maestro. Y de hecho, Baka nos ha hecho una resumida explicación sobre que consisten. Pero se supone que vuestro sistema era infalible y no sé que más estupideces: ¿Cómo podéis perder un telegrama, entonces?

-*Cof*No lo sé... -Shinke había conseguido finalmente ponerse de pie. -Pero alguien se ha hecho pasar por nosotros y lo hemos perdido. No sé que había en el contenido, pero sea como sea, no hay forma de recuperarlo.

Vaya, eso era raro.

-Mhhh... ¿Cuando?

-Parece ser... En vuestro estúpido templo. -Shinke se sentó en el sofá, suspirando. No era nada cómodo. Pasó los brazos por encima del respaldo, y se apoyó lo mejor que pudo. -Alguien se hizo pasar por nosotros y cogió el mensaje.

Lima se quedó sorprendida por las declaraciones que había el chico. Sin embargo, se incorporó y empezó a andar en dirección a la mochila de Baka. Ni corta ni perezosa la arrastró hasta el sofá y la puso al lado del Shinke, empezando a rebuscar en su contenido. El muchacho flipó y pronto se encargó de barrer el paso.

-¡Ei! ¿Pero que haces?

-Ayudarte, pedazo de imbécil. -Lima flipaba de la situación. -Vamos, Shinke. Tu hermano es un santurrón y todo lo que quieras, pero en el templo usábamos telegramas. Yo leía telegramas. Si tú no fuiste, alguien tuvo que ser. ¿No te has parado a pensar que podía ser el mismo Baka?

-¡Es mi hermano! ¡No puede hacerme eso! ¡Jamás me lo haría!

-Excepto... Que el contenido te involucre.

En aquello no había caído.

Shinke se quedó con cara de idiota delante de Lima, llegando a la misma conclusión en unos segundos. En cierta forma, tenía sentido, aunque le sabía mal tener que dudar del mismo oso en el que se había apoyado todo este tiempo. De hecho, solo por eso las declaraciones de Lima dejaban de tener sentido. Decidido a demostrar que no era cierto, y para asegurarse que la muchacha no colaba un mensaje que hiciera que se pelearan, decidió empezar a rebuscar.

-No debería estar dudando de mi hermano...

-No lo haces. -soltó Lima, sentada en el sofá, viendo como Shinke rebuscaba. -Te estás asegurando que me estoy marcando un farol con tal de tener un motivo con el que degollarme. Oh, vamos, Shinke. Eres un jodido libro abierto.

Shinke prefería no escuchar. No había nada allá dentro salvo el contenido que habían recogido en el templo y poco más. El grifo estuvo a punto de abandonar la búsqueda, pero de repente, cayó en algo: El contenido que había cogido en el templo... Miró a Lima unos segundos, pero en realidad, solo estaba con la mirada perdida una vez más. ¿Que haría él si lo que decía la chica fuera cierto? Lo destruiría, sin lugar a dudas. Pero su hermano era un poco tonto. Este se lo guardaría, seguro, hasta tener el momento de exponer la verdad. ¿Donde? ¿Lo llevaría encima? No, era demasiado arriesgado. Se transformaría y...

-... Perdería toda la ropa. -Lima sonrió levemente, y añadió a posteriori: -Eres un libro abierto, repito. ¿Has pensado como sacarías todo el contenido realmente?

-... En una lata de conservas... Pegado...

El chico fue apartando poco a poco la mirada de la chica, y la fue desplazando lentamente hasta la lata que habían abierto y se había quedado en el suelo. Soltó la bolsa, y fue a recogerla para revisarla a fondo: No parecía haber nada en el interior -faltaría más, acababa de ser abierta- ni en la tapa. Ni tampoco en los bordes. Pero en la parte inferior...

... En la parte inferior había un papelito.

-... Me cago en todo...

Shinke arrancó inmediatamente el papel, y tiró la lata al suelo, volcando todo su contenido. Lo abrió, desplegando un papel fino, pero largo, que rodó varias veces por el suelo. El muchacho lo miraba de arriba a abajo e iba pasando todo el papel, pero había nada más que puntos y rayas que él no entendía. Lógico, él no sabía leer telegramas porque eran los telegrafistas los que lo traducían a algo leíble. Pero ese papel estaba en crudo.

-... Has dicho que sabes leer telegramas... ¿Verdad?

-Ajá, bueno, yo-

Fue cortada de golpe al sentir a Shinke sentarse a su lado con el papel en la mano. La mirada, lejos de ser furiosa, más bien era de súplica. Le había cogido por los hombros, firme para que no se escapara, desesperado por saber que ponía dentro. La chica no sabía ni que decir, pero podía leer en los ojos del grifo que quería.

-Está bien, está bien... Lo leeré... -suspiró, mirando el papel. Al principio, se mostraba seria. Poco a poco, pero, su mirada fue pasando a sorpresa, luego intriga, y finalmente, algo de tristeza. Shinke se incorporó y empezó a dar vueltas por la habitación mientras Lima seguía leyendo. La muchacha no podía ir más rápido porque intentaba comprender el significado de aquel mensaje tan largo, o más bien, procuraba la cohesión de su contenido.

Tras aquello, Lima soltó un suspiro y miró al borde del sofá. Se mordía el labio inferior, nerviosa, con el papel sujeto en una mano y su mirada perdida en la incertidumbre de saber que debía hacer: Si contarlo o no.

-... ¿Y bien? -insistió Shinke. -¿Que?

-... Shinke... No me mates por lo que te voy a decir... No puedo entenderlo. Está en vuestro idioma. Es una locura. Las palabras no tienen ningún sentido, seguramente porque debe de ser una transcripción fonética de como suena todo, pero... Baka nos ha enseñado antes una libreta. Con las inscripciones. Podría.

-Léelo en voz alta. Puedo entenderlo. Sólo hazlo.

-... Está bien... Intentaré ser precisa. Siento no tener vuestro acento... Ahí va: Adhikatama Baka. Main? tuh??? sabha isa v?ra likhi'? d? rih? n? rih?, para main? bur? ??abara l?na karana d? s?. Tuh??? pit? n? mara gi'? hai. Isa la'? bah?dara, para usa n? va?ak?ra gi'? s?, jadaki. Isa n? sathira v?khad? hai, jada taka, Shinke n? sac?ra karana n? kar? j?. Iha badatara h? sakad? hai. Aphas?sa hai...

Era como si hubiera soltado una maldición. Shinke no parecía encontrarse en ese mundo: De hecho, no parecía estar en ninguno de ellos. Estaba cómo perdido, como en shock. Lima prefirió no moverse. En ese estado, podía pasar cualquier cosa y no quería ser devorada por un cambiante que en dos segundos podría cambiar a grifo.

De golpe, el muchacho ruso dio media vuelta y se largó por la puerta. Lima se incorporó y echó a correr tras él por los pasillos, con el papel del telegrama tirado por el sofá y sin cerrar con llave. Por un momento, tuvo el impulso de que debía seguirlo antes de que cometiera alguna estupidez. Al fin y al cabo, ella se suponía que debía frenar esos ataques de ira.

-¡Espera! -exclamó. -¡Shinke, ¿A donde vas?!

-¡A pedir explicaciones! ¡Eso es lo que voy a hacer!

-¡Pero...!

Shinke se paró en seco. Se giró y cogió a la muchacha por los hombros, empujándola hasta la pared, donde se detuvo y la miró a los ojos. Lima podía observar que la transformación había comenzado: Sus pupilas estaban dilatadas y cambiaban de color, posiblemente debido a la furia que llevaba en su interior.

-Estoy harto de que todos vosotros vengáis en plan ayuda y luego me apuñaléis por la espalda.

-Pero yo no...

-Tu tal vez... AÚN no. -dijo, remarcando la palabra. -Pero me sé de cierto oso que lo voy a matar con mis propias garras.

***

Damaru observó el entorno. Su vista de dragón híbrido era mucho mejor que la humana, a pesar de la noche. Los árboles lo rodeaban, oscuros como el azabache, y solo el viento se encargaba de generar el ruido de las ramas al mezclarse y frotar sus hojas entre ellas. Nada más parecía encontrarse ahí. El dragón no escuchaba ni un pájaro, ni un conejo, ni un insecto. Simplemente, estaba solo.

Con las alas cerradas en su pecho, lo volvió a intentar. Era difícil, Baka ya le había avisado, pero era cuestión de práctica intentar controlar sus instintos a su favor. Solo tenía que saber localizar a su presa sin realizar el más mínimo movimiento. De esta forma se aseguraría un buen plato: De lo contrario, debería seguir buscando. Igual que Baka tenía paciencia con el pescado y Shinke... Bueno, a Shinke se le daba bien volar.

El dragón se centró en lo que escuchaba. Nada más allá de lo normal: Hojas frotándose, una rama que se rompía, el aullido del viento al pasar por los árboles, la arena leve de la tierra levantándose de su sitio para pasar por su lado, su cola moviéndose a lado y lado lentamente, algún coche pasando a lo lejos, un niño llorando en el edificio más lejano, el rio...

Una rama que se rompía ¿Sola?

En un rápido movimiento, el dragón se dio la vuelta, y dirigió la vista a la oscuridad que se encontraba entre los árboles, pero eso no le detuvo. Inmediatamente se lanzó de cabeza y echó a correr tan rápido como pudo, con las alas cerradas en su espalda y su instinto guiándolo por donde podía ir. Podía ver a lo lejos una silueta oscura moviéndose. ¡Ahí estaba su presa! No podía quedarse atrás ni de broma.

Esquivó de milagro un par de ramas de árbol que podían haberse metido en sus ojos, y salvó una pequeña pendiente que encontró por el camino. El terreno estaba húmedo, olía a mojado, y el olfato le estaba tomando el pelo. Tenía que fiarse por su oído y su vista, y a lo lejos podía ver algo moverse, aunque realmente corría de lo lindo.

Tras un rato, se detuvo, cerca de un pequeño riachuelo, y permaneció quieto. El suelo no mostraba huellas de ningún animal cercano, así que o bien se había equivocado, o bien lo había perdido de vista justo en ese instante. Damaru giró la cabeza a lado y lado, buscando a su presa, y finalmente se incorporó, respiró hondo, y volvió a centrarse.

A medida que iba escuchando los sonidos, una voz interior le decía que echara a correr. Damaru procuraba no hacer demasiado caso: Lo último que quería era que sus instintos le controlaran, y prefería que no fuera así y echar a perder años de aprendizaje de autocontrol. Tenía que admitir que aprender con Baka era sano, y estaba descubriendo su lado más animal, pero en cierta forma lo temía.

Un peso enorme cayó encima de él y lo tumbó al suelo, dándose de morros contra la parte más blanda del mismo, y gruñendo enfurecido. El mismo peso se apartó, y unas carcajadas muy graves acompañaron a sus intentos de recuperar su dignidad tirada por los suelos. En cuanto se incorporó pudo ver en medio de la oscuridad a Baka, en su forma de oso híbrido, con los brazos en jarra y riéndose.

-Bueno, no lo haces mal, debo admitirlo... Pero te queda mucho que aprender. Eres un poco patata en esto de la caza. No se te da muy bien...

-Ya... Gracias. -Damaru se incorporó un poco cabreado. ¿Eso era orgullo, en serio? Porque tenía ganas de partir la cara al oso. Aucontrol, autocontrol... - La próxima vez miraré de esquivar tus tropecientos kilos de peso. -mencionó mientras veía como Baka se frotaba la barriga con una gran sonrisa de oreja a oreja.

-Apuesto lo que quieras a que has querido hacerlo pero tú mismo te has frenado. -ver la mirada confidente de Damaru lo decía todo. -¡Ja! Lo sabía. Damaru, estás demasiado pendiente de como te sientes, lo que debes hacer, y lo que no. Eres un cambiante, chico. No sobrevivirás ni dos días si no dejas que tus instintos te echen una mano.

-Ya... Los instintos...

Lo que había frenado todo este tiempo para evitar un asesinato por error de su Maestro y ahora le costaba llamar a su lado. El dragón se sentó al lado del riachuelo, con la mente vaga.

Era un cambiante. En cierta forma tenía unos impulsos que había sabido controlar con el paso del tiempo y mucho esfuerzo, mientras que otros, Lima le había echado una mano. Oro, almacenar trastos, las cosas que haría un dragón como otro cualquiera. ¿Estaba preparado para encontrar un nuevo equilibrio entre su animal y él?

-No se si estoy del todo preparado. -suspiró, con la mirada al cielo, las estrellas reflejadas en sus ojos. -Soy yo el que te ha dicho que sí cuando me has preguntado si quería aprender a cazar, pero... Es difícil a estas alturas escuchar esa voz interior y aceptar lo que sea. Da un poco de miedo así, sin cambio.

-Realmente estás muy humanizado.

El oso se echó a su lado, con las zarpas detrás de la cabeza y la panza al aire, las piernas cruzadas, y una rama en el morro. Damaru lo observó de reojo pero luego el dragón volvió a mirar hacia las estrellas.

-Lo que daría por volar ahora.

-Yo no te lo recomiendo. -soltó el oso. -Oye, acerca de Lima... ¿Cómo descubristeis que era inmune? ¿Te atreviste a morderla?

Damaru agachó la cabeza, y miró al río, pensativo. ¿Podía contárselo?

-Cuando... Cuando era joven. -suspiró. -No teníamos mucha información sobre cambiantes, nos apañábamos como podíamos. Yo crecía muy rápido, el Maestro apenas le quedaba tiempo para mí, y... Ocurrió un buen día. Le pasé unos cubiertos a un compañero, y este se puso enfermo. Empezó a delirar, a tener fiebre... Luego... Mejoró. El Maestro decidió repetir el experimento un par de veces, hasta que nos dimos cuenta que era mi saliva. El tercer experimento fue el peor: Contemplamos una transformación parcial que con el tiempo se fue, pero suficiente para hacernos entender que podía convertir a otros... Excepto a Lima. -dijo. -La muy loca decidió darme un beso en los labios. Y no pasó nada. Fue la forma en que descubrimos... Las propiedades de la inmunidad y la infección.

-... Bueno, es una buena forma de comprobarlo, sí. -admitió Baka, asintiendo con la cabeza. -Tal vez yo habría optado por métodos menos brutos, pero...

-Estábamos solos, Baka. Solos... Y lo sigo estando. Tengo una Voz que apenas controlo, unos instintos cerrados y... Una hermana que tengo que proteger de un mundo que conocemos en los libros y hemos aprendido, pero que ahora nos tenemos que enfrentar a él.

Baka observó al dragón. Al pobre se le veía bastante desolado, algo normal teniendo en cuenta el peso enorme que se había inculcado él mismo. El oso quiso pasar un brazo por encima, para animarlo un poco, hasta que de golpe un peso enorme cayó encima de él. El dragón vio por el rabillo del ojo una sombra enorme negra y alada que cargaba contra Baka y lo hacía rodar en dirección al río, una mezcla rara de dos criaturas que apenas lograba distinguir entre sombras y luces.

-¡Damaru!

El dragón se giró al oír la voz de Lima. La chica corría como podía pendiente abajo hasta poder llegar hasta él, pero sus ojos indicaban algo distinto. No era ella la que le tenía que preocupar, si no algo distinto.

-¡Detén a Shinke! ¡Va a matar a Baka!

-¡¿Que...?!

Damaru dio media vuelta, viendo como Shinke conseguía al fin, después de un par de segundos, colocar al oso boca arriba y él encima, con las zarpas en el cuello. Los ojos estaban inyectados en ira, las alas bien abiertas, y la cola en signo amenazante. No sabía que había ocurrido, pero parecía bastante grave. ¿Había perdido la cordura? ¿Se había perdido del todo y se había convertido en un animal completo?

-¡Mi padre! -exclamó Shinke de golpe. -¡Cuéntamelo todo!