6 bestias: Capítulo 9: Momentos de fe

Story by Mastertuki on SoFurry

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#10 of 6 bestias

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Universidad de SIM. A cincuenta y siete minutos de su casa, en autobús.

Cheong Hee no estaba precisamente orgulloso ni contento de estar allí. Bastante esfuerzo le había supuesto conseguir que su madre no le trajera hasta allí en el Lamborgini que habían comprado recientemente y demostrar, una vez más, que procedía de una de las familias más prestigiosas de Indonesia. Su madre era insoportable en ese tema y no paraba de insistir en lo importante que era la familia y la sangre. La familia y la sangre...

Como si realmente fuera su familia.

Cheong se frotó la frente, su pelo corto haciendo una forma de "M" a lo largo de ella, con las orejas caídas, y esa piel tan morena. Parecía que hubiera tomado el sol toda la vida, aunque era así de forma natural. Era alto, de cuerpo atlético, con los ojos de un azul marino oscuro apagado, y una boca que su madre llamaba cariñosamente "Boquita de buzón". Que agradable era su madre cuando quería...

A sus dieciséis años le parecía increíble tener que llevar aún la vestimenta oficial que consistía de una chaqueta que cubría toda la parte superior y el pantalón largo que tapaba lo inferior, junto a unos zapatos negros de cuero. Le daba picor y escozor, pero técnicamente estaba obligado a ir vestido así por la universidad, o eso le habían dicho en el papel... Porque a la que se le ocurrió mirar alrededor, observó que estaba haciendo el pamelo.

La mayoría de los chicos y chicas de allí iban vestidos para el verano. Nadie sobresalía por encima de los demás, pero todos ellos iban de forma callejera, algo que a Cheong le sorprendía bastante. Se suponía que tenía que ir bien vestido... Pero se estaba encontrando que más de uno le señalaba y se reía. El indonés empezó a ponerse rojo, pero no del calor precisamente. Ya le habría gustado, ya, que fuera así. Había vuelto a hacer el imbécil, como la vez que tuvo que llevar hasta colonia en la escuela superior.

Con un ligero cabreo, decidió avanzar a paso rápido para poder ocultarse de la gente lo antes posible. De hecho, a medida que fue caminando, se quitó la chaqueta y se quedó con la camiseta blanca y la corbata, hasta que se quitó también eso último. Se desabrochó un poco el cuello a medida que iba subiendo las escaleras de la entrada hasta llegar al piso superior, y se detuvo ante el hall principal.

Si el edificio de por sí ya era precioso, el hall principal era tremendo. Era una sala con un techo de cuatro pisos de alto, redondo, a lado y lado, dos escaleras que recorrían la pared hasta el primer piso, y al fondo, centrado, una enorme cristalera que representaba figuras marinas y peces de diferentes colores. Justo delante, había un péndulo gigantesco que iba golpeando unas varas para marcar la hora en el suelo.

E iba a estudiar allí.

Cheong subió las escaleras de la derecha. Podría subir las de la izquierda, pero ambos llevaban exactamente al mismo lugar, así que no le importaba en absoluto. Con toda la ropa en el brazo, y su mochila en el otro, iba viendo como algún alumno se reía de él, y enfadado, se puso a buscar el lugar donde estaban las taquillas. Técnicamente le habían ofrecido ya uno con su nombre y un número, así que disponía de la llave que le habían enviado por correo. Era tan sencillo como guardar esa ropa tan cutre y pasar desapercibido hasta el final del día, cuando volviera a casa. Luego ya buscaría la forma de arreglar el tema por su casa.

En cuanto llegó a la casilla, la abrió con la llave y metió la ropa dentro. Con un leve suspiro, cerró la puerta y se alivió de no llevar más esa cutrez. Sí, iba a ir con pantalones largos y esos zapatos, pero al menos no era tan terrible como ir por la escuela entera como si fuera uno más del profesorado. Eso estaba mejor.

Mas aliviado de haber superado el primer reto escolar, Cheong cogió su mochila, la abrió y sacó de dentro el papel de la programación del primer día. Iban a hacerles la presentación en la sala O, y a partir de ahí, empezarían las clases. Esperaba que fuera como en la escuela, donde el principio era mucho más aburrido y la fuerza la cogía el resto de la semana, porque no estaba precisamente de humor.

Siguiendo las indicaciones de las paredes, avanzó a través de un par de pasillos hasta llegar a la sala O, instante en que entendió el porqué de ese nombre: Se trataba de una aula alta, rodeada por varios pisos de asientos y donde el profesor daba la clase abajo, justo en el centro. Allí había una columna con tres televisores grandes, y Cheong supuso que allí retransmitirían para los que no podían ver tan lejos.

Con cuidado, el muchacho esquivó a algunos de los alumnos y fue subiendo hasta arriba de todo. Tuvo que pisar a bastante gente hasta encontrar un asiento vacío que se encontraba justo al lado de otro, y se colocó ahí mismo. Desde ahí tenía buena vista de mucha gente, el profesor no le miraría tanto, y él podría tomar apuntes como si nada.

No era su lugar preferido. Cheong no había querido ir a la universidad. Su idea era ponerse a estudiar, conseguir dinero, y entonces sí, ir allí sin tener que depender de su madre. Ahora se le había girado la tortilla: Por motivos recientes, el muchacho había tenido que abandonar la idea de currar y meterse allí dentro inmediatamente. No estaba hecho para él, y eso lo sabía porque le aborrecía la idea, pero ya no podía elegir demasiado, a decir verdad, o tendría el disgusto padre por casa.

Tan estaba metido en sus pensamientos, que no se había dado cuenta de alguien sentado a su lado hasta que notó algo húmedo recorrerle la piel del rostro. Asustado se pasó la mano y se apartó para mirar a su izquierda. No sabía como, pero ahí ahora había otro chico también sentado con él. Sin embargo, había una gran, enorme diferencia: Ese muchacho no era de ahí.

Cheong lo miró de arriba a abajo, sin cortarse un pelo aunque le llamaran descarado: Ese chico era de otra zona del mundo, tal vez japonés. Tenía el pelo corto, negro, con una cresta justo en el centro, seguramente hecho con gomina. Pintaba bajito, e iba vestido con una camisa a tirantes y de color blanco, y un pantalón corto negro a juego. Había algo que le llamó la atención y no pudo evitar, y era que estaba totalmente empapado. Parecía que acabara de salir de una piscina o algo parecido, y el agua corría por su cuerpo como esquivándolo y manchando el suelo.

-... Estás mojado. -fue todo lo que logró decir. Aquel instante le estaba pareciendo demasiado aleatorio.

No tardó en arrepentirse de haber hecho aquel pensamiento en alta. En cuanto lo hizo, el extraño giró levemente para mirarlo: Tenía unos ojos como los suyos, más finos, pero igual de oscuros. La diferencia es que él los tenía vidriosos, como una capa de cristal los cubriera. Sonrió levemente, y luego volvió la vista a la pantalla.

-Buena observación.

A Cheong le entraron ganas de que se le tragara la tierra en aquel instante.

Apartado un poco del extraño para que no le empapara demasiado, vio como las pantallas se iluminaron y mostraba la cara de un hombre mayor, canoso, pelo corto, y gafas. Prácticamente cumplía el estereotipo de director de la escuela, el cual se acercó el micro a la boca para comenzar a hablar, acto que provocó que se realizara un silencio por completo.

"Muy bien... Bienvenidos todos a la universidad de SIM. Creo que podemos realizar esta presentación de forma corta y ahorrarnos toda la típica conversación acerca de que venias a aprender y todo eso... Alguien no se ha confundido por un polideportivo, ¿No? Lo digo porque somos muy conocidos por tener el mejor equipo de natación posible y a veces la gente se cree que esto es una piscina"

La gente se echó unas risas que resonaron por toda la sala. Vaya, había conseguido romper un poco el hielo, a decir verdad.

"Y lo del mejor equipo de natación no es broma. Shiyaku, ¿Ya vuelves a venir mojado como el año pasado? ¿Preparándote para la próxima medalla?"

-No lo dude. -respondió de golpe y porrazo el extraño. Cheong no tardó en asociar el nombre. Por esa razón estaba así de empapado. ¿Pero no sabía secarse o que cuernos? No tardó en ver como tenía, abajo de todo, un charco enorme de agua. Alguien se la iba a pegar si seguían a ese paso.

"Me alegro. Bien, vuestras clases empezarán pronto. A parte del equipo de natación, también tenemos baloncesto, futbol, y otras actividades, pero son bastante menores, así que segúramente tendréis muchas más opciones. Si queréis meteros en natación, vais a llevarlo crudo. Haceros a la idea: No queremos perdedores... Y ahora, sacad libreta y bolígrafo. Os vamos a hacer un repaso de las normas"

Cheong agradeció que, tras la clase inicial, se decidiera hacer una especie de paseo de primer día por toda la instalación. Al salir por la puerta, pudo observar que el extraño se había quedado ahí sentado, escribiendo, totalmente solo en la sala. Volvió la vista a la enorme cola que se había formado para ir enseñando la universidad... Al cuerno. Se juntó con el resto del grupo, y dejó al chico solo.

Media hora después, estaba cabreado con la decisión tomada. No había bostezado tantas veces en su vida como aquel día. Entendía que esa exposición debía durar unas siete horas, al fin y al cabo, el recinto era enorme y constaba de varios edificios. Pero el otro tema estaba en que las explicaciones de cada aula y cada sección le estaban resultando realmente tediosas.

El chico se separó de la cola poco a poco, de forma discreta, y en cuanto vio que todos se habían alejado, tomó la dirección contraria. Prefería ver aquel lugar por sí mismo, investigar por su cuenta, dar una vuelta y preguntar... Él era así de curioso, y no soportaba que un viejo chocho estuviera dándole la tabarra como si fuera aquello un enorme museo.

¿Que podía ver? Miró los primeros carteles que se encontró y permaneció pensativo. Podía ir a la sala de ciencias, o también, al conservatorio... O tal vez, incluso, a la piscina. ¿No había dicho que tenían el mejor equipo de natación de la historia? Cheong sonrió y decidió ir hasta allí. Tal vez tenían la mejor instalación de la historia.

De forma discreta, pasó de largo los vestuarios, y avanzó por las diferentes taquillas de la piscina hasta llegar a la misma. Intentó abrir la puerta, pero comprobó que esta estaba cerrada... Gruñendo por su mala suerte, decidió mirar a través del ojo de buey. Al menos podría echar un vistazo...

Y menudas vistas.

La piscina no era una cualquiera. Era "la piscina". Era enorme, con hasta doce pistas distintas en las que nadar, y de tamaño reglamentario. Tenía varios trampolines, dos de ellos con alturas que podían provocar vértigo a cualquiera, y el suelo rugoso para evitar resbalones. Una enorme cantidad de cristales evitaban que diera el sol directo pero al mismo tiempo permitían que entrara algo de luz, suficiente para que tuvieran focos de luz que dieran apoyo. Cheong observó, también, un armario gigantesco de copas y varios diplomas, todos ellos de oro. Realmente, no habían perdido.

De repente, vio una figura. Se fijó en ella, descubriendo que no era otro que el extraño que había dejado su asiento mojado y perdido. Estaba desnudo, con tan solo un bañador, y se dio cuenta otro detalle más: Era bastante parecido a él físicamente, aunque no tan moreno. Solo de recordarlo, Cheong se sintió algo incómodo consigo mismo.

Shiyaku dejó la toalla a un lado, y depositó las chanclas al lateral de uno de los dos trampolines altísimos. Poco a poco, pero con paso rítmico, fue subiendo. Lo hacía con calma, con toda la tranquilidad del mundo. Cheong esperaba que se detuviera en el primer nivel del trampolíon, pero para sorpresa suya, Shiyaku avanzó hasta el tercero. Desde ahí, podía ver como el muchacho se ponía de espaldas, agitaba levemente la cabeza y inspiraba hondo.

Dio un salto mortal hacia atrás, y mientras caía, hizo un par de giros completos sobre sí mismo antes de caer al agua. Cheong se quedó estupefacto, pero aún quedaba más: Tras unos segundos sin saber nada de él, salió de golpe, saltando sobre la misma piscina y arqueando la espalda hacia atrás. Cheong no pudo evitar acordarse de un animal... Un delfín. Parecía un delfín.

Nuevamente, Shiyaku se metió dentro del agua. Cheong intentó divisar por donde saldría, hasta que finalmente vio un par de manos y un cuerpo emergiendo de uno de los bordes de la piscina, estirándose. Sus ojos se abrieron, y se posaron en él, brillantes y tenebrosos.

De repente, Cheong sintió como si lo abrieran por dentro y empezaran a escudriñar todos sus pensamientos, todos sus recuerdos, toda su vida. Esa mirada era tan profunda, que lo atravesaba de arriba a abajo, y era incapaz de parar de verlo. No, no le estaba leyendo la mente... Pero era como si estuviera peleando por relajarlo. Le aportaba calma, le aportaba serenidad, le aportaba... Optimismo. Un optimismo enorme. Cheong siguió mirándolo mientras veía a Shiyaku salir del agua y andando en dirección hacia él, sin apartar la mirada y sin mantener esa seriedad. Tenía que irse, tenía que...

El miedo le pudo, y Cheong cayó al suelo de culo. Asustado, se apartó de golpe y echó a correr en dirección contraria, abandonando los vestuarios y la piscina. Shiyaku se detuvo delante de la puerta, y miró a través del ojo de buey, al principio serio, pero luego sonriendo, confidente, como si hubiera encontrado un buen partido del que sacar todos sus propósitos.

****

El repinquineo que se producía cuando tomaban la sopa resonaba por todo el comedor. Cheong guardaba silencio y ni siquiera se atrevía a mirar a su madre, que toda señora, residía a la otra punta de la mesa alargada, sin decir nada. Sin embargo, a pesar de que su hijo no la mirada, ella sí que lo hacía: Y era una mirada penetrante.

-Bien, ¿Como ha ido la universidad finalmente?

Ya había soltado la pregunta del siglo. Cheong cogió aire para buscar las palabras correctas.

-Bien madre. -admitió. -Hemos hecho un recorrido general por toda la universidad. Mañana empiezo las clases. -aunque eso último era mentira: Nunca había completado semejante recorrido. Cheong, de hecho, había salido corriendo.

No se encontraba demasiado bien. Se había sentido desnudo después de aquella mirada, y tenía el estómago revuelto. A decir verdad, tampoco le estaba sentando bien la sopa. No le estaba sentando bien nada, y tener que aguantar a su madre tampoco ayudaba. Su piel oscura contrastaba con la de su madre, que siendo rubia y de pelo largo, era muy distinto.

-Me alegro. Espero que consigas excelentes como de costumbre. -dijo la madre. -No espero menos de tí.

-Sí, madre.

"No, madre." "De acuerdo madre" "Tiene razón, madre." "No volverá a ocurrir, madre". Cheong prefería no mencionar lo que se le pasaba por la mente en aquel instante, pero no era nada bueno. El chico de la piel morena procuraba mantener el autocontrol, pese a que esa situación de sumisión no le gustaba en absoluto.

-Bien... ¿Has acabado? -preguntó. -Si es así, puedes retirarte.

No, ni se había terminado el plato pero le daba exactamente igual. Se metió el turbo para finalizarlo y en absoluto silencio cogió y se fue del enorme comedor, subiendo por las escaleras y encerrándose en su habitación. En otras circunstancias se habría ido a dar una vuelta, pero estaba lloviendo a cántaros y no era plan.

Se sentó en la cama que tenía y, totalmente a oscuras, miró a través de la ventana que tenía al lado, los árboles golpeando algunos cristales por el aire enorme que bufaba. Le agobiaba un poco la situación: Encerrado, con una madrasta borde, en una universidad en la que no conocía a nadie, en una vida que cada vez carecía menos de sentido excepto para lo que ella quería: Conseguir el dinero.

Mirando al jardín que tenían rodeando la casa, el chico estuvo a punto de quedarse dormido de no ser por un detalle: Había alguien. Iluminado por uno de los dos focos que se encontraban en la puerta de la entrada, se encontraba una figura humanoide. Era extraña, porque vestía humana, pero no conseguía ver exactamente que era, excepto que era deforme. Y los ojos: Podía ver loos ojos de un azul marino oscuro que realmente parecía que se fueran a comer el mundo, unos ojos que entraban y miraban su alma...

El humano dio un bote al ver la criatura sonreír, mostrando una hilera de dientes afilados. Asustado se retiró del cristal y se metió inmediatamente en la cama, con la sábana cubriendo su cabeza, temblando. Fuera lo que fuera que se tratara esa criatura, realmente no parecía venir con buenas intenciones.

Lo que nunca supo Cheong es que ese ser estuvo ahí durante unos buenos minutos hasta que dio media vuelta y con paso tranquilo, se fue de ahí, la lluvia cayendo encima de él y resbalando por su piel de goma negra y blanca mientras meneaba una cola enorme y sonreía de forma maquiavélica.

Los días siguientes, Cheong encontró a faltar dos cosas: La primera era que nunca volvió a saber del chaval que permanecía mojado el primer día, y la segunda, que esa criatura no había vuelto a aparecer. El muchacho siguió, a partir de entonces, su vida como si nada, recogiendo apuntes y estudiando. Al haber ignorado las indicaciones del primer día, Cheong no sabía donde estaban la mayoría de sitios. Sea como fuera, intentaba de todas formas evitar pisar la piscina.

No porque le tuviera miedo, si no porque le llamaba jodidamente la atención.

Al sexto día, Shjuyaku apareció de golpe. No estaba empapado como la vez anterior, pero seguía llevando el pelo mojado. Sin decir ni media palabra, se sentó a su lado, sacó una libreta y un lapiz, y empezó a apuntar. Cheong intentó no lidiar con el tema, pero no podía evitar mirar de reojo allá donde apuntaba y ver que, efectivamente, tenía apuntes de otras clases de otros días. Tal vez si que estaba, o tal vez había estado enfermo y se lo habían pasado. Fuera como fuera, le resultaba muy extraño.

-Perdona que te insista, pero, ¿Tienes una goma?

Cheong agitó la cabeza, sorprendido, y miró a Shuyaku por primera vez de hacía días. El chico lo miraba serio, sin ningún atisbo de emoción en sus ojos.

-¿Una goma?

-Ah... ¡Ah, sí, una goma! -¿Cuantas veces se lo había preguntado? Tres o más, seguro. Se maldijo su empanada mental y se sacó la goma del estuche, dándosela. Shuyaku lo agradeció y prosiguió con los apuntes en cuanto borró la parte que había anotado mal. Cheong soltó un suspiro y siguió con lo suyo, ignorando temas ajenos al suyo.

La última clase era la horrible: Sólo estaban apuntados él y una muchacha regordeta que, por alguna razón desconocida, no quería dirigir la palabra a nadie, así que sólo podía prestar atención y acordarse del imbécil que inventó la enorme y aburrida universidad en el sistema educativo. Estaba por prender fuego al edificio entero y salir como un héroe para la mayoría de los que estudiaban ahí, pero sabía que eso no iba a ocurrir.

Cuando terminó, Cheong empezó a recoger, y descubrió un detalle: La mochila de Shuyaku continuaba ahí, al pie de su mesa, bien recogida. El chico suspiró y la recogió, pensativo. ¿Donde lo podría encontrar? En el único lugar donde se le ocurría: La dichosa piscina. Odiaba el lugar, pero tenía que superar su miedo y volver a intentar pasar el bache. O al menos es lo que intentaba decirse cuando iba cruzando la zona de vestuarios a ritmo ligero. Se topó con la puerta con el ojo de buey, pero esa vez, sí que estaba abierto, así que no tardó en entrar.

¿Cuantos trabajaban allí? Porque no veía a nadie. La piscina estaba vacía: Ni una alma. No había siquiera un guarda por si acaso alguien se caía dentro. Cheong procuró no estar demasiado cerca por si las moscas, y miró a su alrededor a ver si encontraba al menos a su compañero de clase. Ni siquiera estaba dentro del agua como la vez anterior... ¿Tal vez se había ido a casa?

El golpe de una puerta cerrándose le hizo girarse de golpe. Procedía de los vestuarios especiales, los que usaban sólo aquellos que estaban metidos dentro del equipo. Ahora que lo pensaba, Shuyaku era de natación, así que tal vez estaba ahí. Con paso ligero se acercó a la puerta, deteniéndose solo un segundo para ver que había un rastro de agua que salía desde la piscina hasta allí, bastante reciente.

"Imaginaciones tuyas"

Abrió la puerta, y fue avanzando a través de un pasillo oscuro del que sólo salía una luz en una de las puertas. Se acercó sin avisar, y al girar, se encontró con una terrible sorpresa: Ahí, delante de un taburete, se encontraba el susodicho Shuyaku. Sí, se encontraba ahí: Desnudo, tal y como dios lo había traído al mundo. El muchacho no estaba mal: Tenía el cuerpo atlético, con la piel fina y tersa, sin ninguna imperfección. Casi parecía que lo hubiesen hecho los mismísimos dioses. A eso le juntaba el pelo corto y los ojos azul marino radiantes, y se encontraba delante de cristo al menos.

Fue en ese instante cuando se dio cuenta que estaba mirando demasiado.

-¡Joder, lo siento! -fue todo lo que dijo, girándose de golpe. -¡Perdón! ¡Sólo quería traer tu mochila!

Se produjo un silencio, y Cheong llegó a pensar que realmente el muchacho se había enfadado con él. Estuvo unos segundos quieto y al final, dejó la mochila de Shuyaku al lado.

-Tranquilo... Estoy bien. -llegó a decir el otro. Por los pasos que daba, dedujo que se estaba metiendo en las duchas. -Puedes irte. Y gracias.

-... Sí... Me voy... Lo siento.

¿Cómo podía haber sido tan imbécil? Tendría que haber dejado la mochila en la clase, eso es lo que tendría que haber hecho. No podía haber cometido semejante estupidez en su vida. Disgustado, dio media vuelta y procedió a avanzar por el pasillo. Seguro que ese muchacho no habría hecho lo mismo de haber sido él: Al contrario, le habría dejado en la estacada. Y encima le había visto desnudo. ¡Menuda vergüenza!

Un traspié fue suficiente para que a Cheong se le girara la situación: Sin querer pisó un charco, y este patinó en dirección a la piscina. El movimiento fue rápido, pero efectivo. Al llegar el borde el pie no tuvo con que sujetarse y dio un giro hacia atrás, su cuerpo entero cayendo de espaldas mientras se encontraba en el aire, y su cabeza encontrándose en el bordillo de la piscina. Un golpe seco, que al hundirse su cuerpo, le había dejado sin aire, viendo como caía dentro del cúmulo de agua y era incapaz de moverse. En cuanto comprendió que estaba dentro de la misma piscina, su vista se nubló y el mundo se volvió oscuro.