6 bestias: Capítulo 7: El gran viaje

Story by Mastertuki on SoFurry

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#8 of 6 bestias

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Khul no estaba de muy buen humor aquel día.

Solo podía entender un par de cosas de sus compatriotas: Que se habían escapado los invitados y junto a ellos, Damaru y Lima. Los primeros le importaban más bien poco, pero los dos últimos eran un grave problema. No tanto por lo que pudieran hacer a él, si no al mundo en general. El joven tenía la Voz, lo había notado. Sospechaba de hacía años que era especial, pero ahora podía determinar con certeza que debía cortar el asunto de raíz.

El maestro se cruzó de brazos en la antigua habituación de Yuala, pensativo. Había revisado de arriba a abajo la estancia, pero no encontraba ningún indicio que aquellos dos hubieran existido alguna vez en aquel lugar. Era como si Damaru y Lima hubieran sido producto de su imaginación y -atención- solo los seres vivos de aquel templo supieran algo de ellos. No había fotografías, tampoco dibujos, ni una simple anotación. Yuala se lo había llevado todo a la tumba. El muy canalla sabía exactamente a que jugaba.

Su nuevo consejero hizo acto de presencia picando a una puerta que ya estaba abierta. Khul soltó un suspiro de resignación y se dio la vuelta, mirando al mismo. Era bajito, algo regordete, y no tenía cara de ser muy inteligente, pero ya le servía. Le miró a los ojos, y esperó a que el mismo dijera algo.

-Maestro... ¿Que vamos a hacer con la desaparición de los dos intrusos

-Esos no me importan. -le dijo, incorporándose. -Lo que me molesta son esos dos... De momento solo avisa a los templos más cercanos para que no los alojen, y pasemos el funeral del Maestro Yuala en paz. Mientras no se acerquen, no tendremos ningún problema. Es lo único que busco...

Damaru aterrizó delante de una vieja conocida cueva y Baka, que residía sentado delante de él, se bajó inmediatamente para dejarle hueco. El grifo hizo lo mismo, pero en cambio, él más bien se sacó de encima a la humana, molesto de cargar con ella, y se dispuso a limpiarse y a ordenarse las plumas con el pico. Lima no dijo nada, pero le dio un codazo molesta para hacer entender que tampoco era un saco de patatas y echó a correr hacia Damaru.

El dragón, inconsciente de todos esos movimientos, fue entrando en la cueva. Era vieja, y sólo había estado ahí en un par de ocasiones: Cuando era pequeño, y luego, durante su adolescencia, con el maestro y con Lima. Nunca había sido especialmente clara, ni cálida, pero ahora sentía una opresión en el pecho enorme a medida que iba avanzando. Apoyó una zarpa en la pared, y permaneció atento a los sonidos. Luego avanzó.

En unos minutos, encontró lo que buscaba.

Era una sala enorme, con cientos de objetos dorados y plateados que ahora mismo acumulaban una gran cantidad de polvo. Parte de ellos residían derruidos por las piedras que habían caído del techo, probablemente a causa de algunos terremotos menores que habían afectado a la estructura de la cueva. Al menos, el agujero que residía en el techo y que permitía parte de la luz continuaba intacto.

-Y pensar que fue aquí donde te encontramos... -murmuró Lima con un hilillo de voz. Damaru se limitó sin embargo a seguir adelante y coger uno de los objetos para mirarlo con calma. No había nada importante en él, pero intentaba recordar el instante en que se encontraron Yuala y él.

-¿Y este lugar? -preguntó la voz de Baka detrás de la chica. El oso les había estado siguiendo también, dejando detrás a su hermano -.Shinke me ha dicho que os siguiera.

-Aquí... Aquí conocí al Maestro Yuala. -le contó Damaru desde las profundidades, subiendo a través de los objetos. -Me contó que había localizado a una dragona muerta entre los escombros y a mí encima de ellos... No tengo gran recuerdo de ese detalle... Es difícil que lo tenga. Era muy pequeño. Sólo... Sabemos que murió peleando por esas marcas que hay en la pared...

-... Era un padre para ti.

-Era mi padre... Pero nunca se lo dije. -gruñó, con la voz entrecortada. Lima notó que al híbrido le brillaban los ojos verdes con una gran intensidad y fuerza. -Nunca supe cual era el límite entre considerarlo mi maestro o considerarlo alguien próximo a mí, así que nunca me planté a decirle: "Yuala, ¿Eres tú mi papá?" Y ahora ya no está... ¡Ya no está!

Un enorme rugido de desesperación resonó en toda la sala y gran parte de la cueva. De hecho el grifo, fuera, vigilante, pudo escuchar tal sonido que hasta su corazón se encogió de tristeza. Lima observaba, apoyada en la pared, como el dragón rugía al cielo desesperado, como un intento de llamar a su Maestro y traerlo de vuelta, pero ya no estaba ahí.

La muchacha no se atrevía a abrir la boca. Prefería que Damaru soltara su ira, su tristeza, y que lo pasara mal. De nada iban a servir sus palabras. Ella estaba igual por dentro: Destrozada, rota, y con ganas también de gritar y patalear, pero se contenía y probaba de ser fuerte. Damaru tendría diecisiete años, pero era un dragón: Era muy joven. Necesitaba que ella fuera dura como la piedra para tener donde apoyarse, aunque ahora mismo ella también se hubiera quedado sola en ese mundo.

-Es difícil perder un padre. -susurró Baka al final, sin apartar la vista de Damaru.

-¿Y vosotros dos que sabéis? -le preguntó la chica.

-¿Yo? -el oso volvió la vista a Lima serio y añadió, cálido: -Más de lo que crees.

Se volvió, y les dejó allí solos. Ahora mismo no pintaba demasiado su existencia en aquel lugar, y ese par de 'hermanos', por muy raro que fuera, necesitaban un momento de intimidad. Lima se había quedado sorprendida por la declaración del otro cambiante, pero no mencionó palabra y se limitó a seguir mirando al dragón, que parecía más relajado. Los asuntos de otros ya los resolvería el que tocara.

Damaru volvió entonces la vista a la muchacha. No tardó nada en bajar del montón, lleno de polvo y suciedad. Sin embargo, no parecía estar demasiado afectado a ese hecho, seguramente porque ahora mismo tenía cientos de cosas en la cabeza que le preocupaban mucho más. Se acercó a la chica, y permaneció serio, sin decir nada. A Lima le daba un poco de miedo: Un dragón siempre intimidaba.

Pero Damaru parecía dispuesto de otra cosa.

De repente y sin previo aviso abrazó a la humana. Lima se asustó al principio, pero al notar el cuerpo cálido del dragón y que este lo único que estaba haciendo era sollozar, se relajó y procedió a abrazar su cuello, acariciando su cuerpo escamoso.

-Cuidaré de ti. -le susurró el dragón. -Te he metido en este embrollo desde que nací... No voy a dejarte sola.

-Mas te vale... -bromeó la chica. -O cargarás con ese muerto toda la vida si me pasara algo.

Damaru apartó un momento la cabeza para ver a Lima a los ojos, y descubrió a la chica llorando, pero sonriendo, como haciendo un esfuerzo por ser fuerte, a pesar de que por dentro sus cimientos se derrumbaban poco a poco pero sin frenos. El dragón cogió y acarició una de las plumas que tenía como pendientes, y soltó un suspiro.

-Nunca he sido capaz de decirle a Yuala si... Podía considerarlo un padre, pero... Yo... Tu... Siempre he creído que éramos...

-Sí.

-... ¿Que?

-¿Si eres mi hermano? No tienes porqué serlo de sangre para considerarme como tal, ¿No? -confesó. -Mira a esos dos pardillos. No se parecen ni en el color de los ojos. Uno es de un agricultor y el otro de una regadera como mínimo.

Damaru se echó unas risas que sonaban a carcajadas graves con esa voz profunda que tenía. Lima agradeció que hubiera conseguido tal propósito, porque de lo contrario, tendría la sensación de estar perdiendo el tiempo miserablemente a costa de sus sentimientos. No tenían padre, ninguno de los dos. Ni madre... Pero al menos se tenían ellos dos, como familia, fuera de los estándares Monje y Criada. Ahora eran dos hermanos, solos, en un mundo que no conocían.

En cuanto salieron, el grifo los miraba con los brazos cruzados y con un ojo arqueado, desplegando levemente las alas incómodas.

-Llevo como un buen rato esperando. ¿Que cuernos ha sido eso de ahí dentro? ¿Queréis que nos maten o qué? Larguémonos de este montón de tierra, antes de que les den por buscarnos.

-Mi hermano siempre ha sido un histérico. -se disculpó Baka, que permanecía sentado en el suelo. -Acostumbraros, es su forma habitual de hablar.

-¡Yo no estoy nervioso! ¡Estoy muy bien!

-Sí, sí... Tranquilísimo, vamos. -Baka se incorporó al momento de un salto, y miró a los dos. -En fin. Tal vez lo mejor sería coger dirección norte durante un rato hasta encontrar un bosque cercano que nos sirva de refugio. Damaru... ¿Te importaría seguirnos en vuelo? Yo iré a lomos de mi hermano... Un oso no puede correr mucho.

El dragón asintió con la cabeza. Casi prefería que fueran esos dos juntos a volver a obligar a Lima a ir en lomos de un auténtico extraño que no le tenía demasiado aprecio. De hecho, en aquellos instantes prefería tener a su hermana lo más cerca posible. Necesitaba compartir el dolor con alguien, o perdería la cabeza.

En cuanto el grifo echó el vuelo, el dragón repitió el proceso para ir detrás. Miró por unos instantes de reojo para ver como poco a poco abandonaba lo que hasta ahora había ido siendo su hogar durante muchísimo tiempo, y se alejaba en dirección hacia ninguna parte. Lima le acarició el cuello, y permaneció aferrada a su cuerpo, con miedo hacia lo desconocido.

Lástima que ninguno de ellos tenía capacidad para ver más allá, porque encima del monte, tranquilos, residían los espíritus de una dragona gigantesca, una mujer rechonchona y un hombre mayor, que sonreían orgullosos de ser los padres de un par de jóvenes que iban a crecer juntos.

El tiempo no ayudaba en absoluto.

El viento iba en contra de ellos desde hacía un buen rato, y la presión atmosférica tampoco era la mejor de las amigas. Tenían a lo lejos el bosque, pero estaba anocheciendo, la luz del sol se iba, y el clima les complicaba las cosas.

En cuanto se pudieron aproximar bastante más, Lima observó un par de problemas que les obligaban a detenerse: La primera era Shinke, que siendo un ave como era, le costaba ver a oscuras y se le notaba por la forma de mover las alas. Damaru tampoco lo estaba haciendo mucho mejor: Las alas cada vez pegaban más tirones y soltaba una pequeña humadera por sus fosas nasales.

-¡Se están cansando! -le gritó Baka desde el otro lado. -¡Ya estamos muy lejos, así que vamos a aterrizar e iniciaremos el viaje a pie!

-¡Lo secundo! -asintió Lima. Shinke agradeció que Baka transmitiera lo que había pensado, porque él ya no aguataba más. Ni corto ni perezoso decidió tomar un aterrizaje de emergencia y se adentró en los árboles del bosque. No le gustaba realizar semejante maniobra, porque a esas horas de la noche apenas veía nada, pero sus alas ya no aguantaban más, menos el peso de cien kilos en canal.

En cuanto tocó el suelo, se sacó de encima de forma brusca a Baka, y graznó al sentir un enorme alivio en su espalda. Se empezó a colocar bien las plumas mientras veía a Damaru aterrizar de una forma muy torpe a través de los árboles. No tardó en visualizar como el mismo perdía el equilibrio y, de golpe y porrazo, se estampaba contra el suelo y enviaba a Lima al quinto pino. No le importaba lo más mínimo a la humana, pero tampoco quería matarla.

-Maldita sea. -exclamó, echando a correr hacia aquellos dos. -Novatos del vuelo. Me lo tendría que haber temido. ¡¿Estás bien?!

-Au... Creo... -el dragón se incorporó con un enorme dolor de cabeza. El no notar a Lima le asustó y le puso en guardia, moviéndose de un lado a otro y obligando a Baka a esquivar su larga cola. -¡¿Lima?! ¡¿Donde estás?!

Shinke avanzó un poco hasta donde se encontraba la chica, postrada en el suelo, y con un fuerte golpe en la cabeza. Miró a Shinke con esfuerzo y soltó un leve gruñido de dolor, mientras intentaba levantarse.

-Yo me quedaría quieta.

-¿Has oído a Damaru? No opina lo mismo. -la muchacha se tambaleó y se apoyó irremediablemente en el grifo, que sintió algo de repelús al notar que la humana lo tocaba. La muchacha no vio su expresividad en el pico, y dejó que fuera el dragón el que, corriendo, se había aproximado rápidamente.

-¡¿Estás bien?! -preguntó el dragón, asustado.

-Estoy bien, sí... Tenemos que practicar el aterrizaje más a menudo, Damaru. -suspiró la muchacha, soltándose de Shinke y apoyándose en su hermano. -Au, estoy mareada... ¿Donde... donde estamos?

Baka sacó de la mochila el mapa que habían usado para orientarse. Llamando a su hermano y su capacidad de saber donde estaba el norte en todo momento, se ayudó para colocarse lo mejor posible, y observó bien la disposición de los lugares y donde se encontraban en aquel momento.

-Bien... Hemos vuelto al bosque donde salimos ayer. -gruñó el grifo al final, apretando las garras. -Hemos dado una vuelta estúpida. ¡Genial! Grrr... Vale, relajémonos. Es de noche, no tenemos provisiones porque hemos salido relativamente rápido, y...

-... Por suerte, yo sí. -el mongol se acercó a la mochila, y la abrió delante de todos. A través de la luz de la luna se podía algunas latas de comida, fruta, frutos secos, bolsas con legumbres, algo de pan, sal, harina, y bolsas con comida de diversa índole. El grifo alucinaba, mientras que Baka sonreía contento. -¿Sorprendido?

-Antes de que te lo preguntes -se adelantó Damaru a las palabras del grifo. -nos pasamos por la despensa y los monjes de allí le dieron recursos, tal y como hacían en su momento, antes de que Khul decidiera tomar el control.

-... Vaya... Vais a ser más útiles de lo que pensaba... Bien... Pues necesitamos maderas para poder hacer una hoguera. No para nosotros tres, pero si queremos que la humana sobreviva al frío de esta noche, habrá que cocinar la comida. Lo que supone un problema porque yo no veo de noche y no soy tan bueno cazando a oscuras. ¿Tú sabes cazar, Damaru?

El dragón negó con la cabeza. No, hasta ahora no había practicado ese estilo de vida, aunque tocaba ir aprendiendo si de verdad quería sobrevivir. La luz de la luna lo alimentaba, pero cada vez menos, y obviamente los pergaminos ya eran un chiste para él. Al ver que ninguno de los dos estaba capacitado para semejante acción, se produjo lo evidente:

-¡Voy a pescaros un Baiji!

El grifo se ahorró los comentarios al ver a su hermano echar a correr a medida que iba transformándose, y deseó por todos los muertos del mundo que ojalá los Baijis se extinguiera por siempre jamás. Con un suspiro, solicitó a los dos hermanos que se pusieran a buscar ramas de madera, la más secas posibles, y se alejó de ellos.

Lejos, el grifo se apoyó sobre sus cuartos traseros y dejó sentir el viento, mientras pensaba en todo lo que había ocurrido. ¿En que momento había aceptado cargar con esos dos? Por su culpa, había perdido acceso al templo Johla y poder encontrar un equilibrio mental en su ser. Podría haberse negado a llevarlos y seguir su camino. También, por eso, tenerlos cerca le garantizaba que no tendría que ir tan lejos y que podría empezar a aprender rápido. El problema estaba en que el monje que lo iba a cuidar era humano, y ese era un dragón: Cada vez que le miraba, sentía que estaba invadiendo su territorio, su terreno, su coto de caza personal, y se ponía hecho una furia. Si había algo que no toleraba era eso, y no iba a permitir que otra criatura se metiera en medio y le molestara.

Arañó la tierra con sus uñas, cabreado. Tenía que poner los puntos sobre las íes a ese dragón.

-¿Y bien, Shinke? ¿Como va tu autocontrol? -el grifo dio un respingo al oír la voz de la humana tan cerca de él, y giró la cabeza de inmediato, soltando un graznido de sorpresa. De repente, tenía a la humana cerca, recogiendo madera seca allá donde la luz de la luna lo iluminaba todo. -Tranquilo, no te voy a comer.

-¿No te he dicho que fueras con tu hermano?

-Suelo hacer lo que me da la gana. Y además, voy a ser yo el que te ayude... Shinke... Dado que vamos a estar más tiempo juntos del que nos parece a los dos... -se incorporó y miró a la luna, suspirando. -Había pensado que podríamos cortar la situación de tajo y empezar a llevarnos un poco mejor. Yo soy Lima. -le dio la mano, y mostró su mejor sonrisa. -¿Que tal?

-Ya me sé tu nombre... -el grifo soltó un suspiro de resignación y apartó la mirada. -Y si te piensas que por la comida vamos a ser los mejores amigos, sácate esa idea de la cabeza. Lo único que tienes que hacer es limitarte a mejorar mi autocontrol y santas pascuas, ¿Entendido? Tan pronto como pueda, os dejaré tirados.

Lima bajó la mano en cuanto escuchó aquella declaración y borró la sonrisa de la cara, mostrando una seriedad absoluta. Sin mediar palabra, tragó saliva y agachó la mirada, con la madera entre las manos, en silencio absoluto. El grifo, al ver que no decía nada, giró la cabeza, y arqueó una ceja.

-¿Y bien?

-Que pienso que eres un pobre diablo... Un alma en pena, amargada, encerrada en el cuerpo de una criatura mitológica que se piensa que el universo gira alrededor de su ombligo y que maltrata incluso a su hermano. Que das pena... Y que no se siquiera como cuernos el Maestro Yuala te aceptó.

Aquella provocación erizó todo el plumaje de Shinke, que por unos segundos, perdió el control. A cuatro patas, se abalanzó hacia la chica amenazante hasta colocar su pico a escasos centímetros de la nariz de la muchacha. A esa distancia solo tenía que hacer un rápido movimiento y se la sacaba de encima. Y podía. Con el hambre que tenía, solo tenía que morder el cuello, arrancar la yugular, y destrozarla y comerse sus intestinos. ¿Que le frenaba a ello? No había nada que se lo impidiera...

Pero la mirada seria y fría de Lima le impedía dar un solo paso.

-Eso es todo lo que sabes hacer, ¿Verdad? -la chica, molesta, soltó un suspiro. -Tienes razón. No puedo ayudarte. Nadie puede hacerlo... Tú no eres un cambiante, eres un monstruo. En eso te has convertido. Has dejado que el honor de tu raza se haya convertido en tu estilo de vida y ni siquiera respetas a tu hermano. Estás perdido.

Sin mediar más palabra, dio la vuelta y se alejó, dejando al grifo con la palabra en el pico. Shinke no dijo absolutamente nada, pero apretó las zarpas hasta hacerse sangre. No le importaba: En un rato, se recuperaría y las heridas sanarían. Pero las palabras de Lima habían hecho algo de mella en él. Tenía la sensación, por unos segundos, de ser mejor que ella, y su respuesta le había dado una patada giratoria en el pico.

¿Donde estaba él en ese universo?

En ninguna parte. Lima tenía razón: Se había perdido para siempre, ya no había solución. Le encantaba meterse con su hermano, con cualquier persona, y estaba de acuerdo con ello. Se sentía superior a los demás, porque era superior. Él era una criatura mitológica, los humanos ni siquiera debían tener derecho a mirarlo a los ojos. Entonces, ¿Por qué de repente las palabras de aquella chica le habían dolido tanto? ¿Que había hecho que le fastidiaba tanto lo que había comentado?

El grifo agachó la cabeza, confuso. Si realmente siempre había sido así, no entendía el problema. No comprendía porqué ahora se sentía triste y vacío, pero realmente, tenía que ponerle remedio. Ahora no podía hundirse por una memez. Y aun así, sentía que la muchacha tenía una razón de peso para odiarlo. ¿Odiarlo? Sí, seguramente era eso: Lo odiaba.

Y ahora no sabía como reaccionar