Crónicas de la Frontera: Capítulo XV

Story by Rukj on SoFurry

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#17 of Crónicas de la Frontera

Así que... aquí está el decimoquinto capítulo de Crónicas de la Frontera, después de tanto tiempo de espera ^^U No quiero revelar mucho acerca de él, ya que si me ha costado tanto escribirlo, es porque es un capítulo en el que suceden una gran cantidad de cosas, bastante importantes. Por eso no diré nada, por el momento, pero los que habéis leído el anterior capítulo ya podéis aventurar por dónde va a seguir esto...

Así que, como siempre, ¡muchas gracias por leer! Y espero sinceramente que os guste mucho este capítulo. Especialmente.

PD: La maquetación me ha vuelto loco en este capítulo... así que usaré otro tipo de fuente, ¡lo siento! ^^U


Durante unos segundos, Raon tuvo una curiosa sensación.

Fue como si en aquel momento recordara el instante preciso en el que cualquier persona, justo antes de despertar de un sueño, se da cuenta de que lo es y percibe a su alrededor la irrealidad del mismo. Sólo que, esta vez, no podía abrir los ojos e incorporarse en su cama como si nada de aquello hubiera sucedido jamás.

Aquello era real.

"Probablemente, ahora te estés preguntando quién soy yo, si es que no lo has averiguado ya" continuó hablando el hombre de la caja negra, con la misma expresión solemne que acompañaba a su débil cuerpo en cada uno de sus gestos. "Mi nombre es Aron y, en otro tiempo, fui el encargado de predicar entre mis coetáneos el mensaje que me dispongo ahora a entregarte a ti. Mi compañero y yo..." el Vindicador hizo una seña y, tras unos segundos, una enorme figura apareció por uno de los extremos de la cámara. Se trataba de un lobo alto y fornido, de anchos hombros y denso pelaje cobrizo. A Raon, sin saber por qué, le recordó un poco a Jarek, pero antes de que pudiera darle más vueltas, el hombre comenzó a hablar de nuevo "Mi compañero y yo hemos viajado por todos los confines de las Tierras de los Humanos y las de las Bestias. Hemos llegado hasta el último rincón con tal de promulgar nuestro mensaje y de conseguir que las dos razas, antaño separadas por la más cruenta guerra de nuestro Mundo, volvieran a unirse como hermanos. Hemos contado nuestra historia persona tras persona, aldea tras aldea, ciudad tras ciudad. Pero..."

El hombre en la caja pareció detenerse por unos segundos y bajar la mirada, mientras el lobo colocaba una de sus enormes zarpas sobre uno de sus hombros, excesivamente pequeños en contraste. Por unos segundos, un brillo de comprensión apareció en lo más profundo de las pupilas de la Bestia.

"...nuestros esfuerzos han sido en vano. La gente se niega a creer en nuestra historia. El odio desarrolla raíces más profundas que el amor y se asienta con facilidad en los corazones de las personas. Una vez allí, es difícil extirparlo a no ser que se haga desenterrando la semilla de la que surgió. Para conseguirlo habría que ofrecerles algo más que palabras; necesitaríamos pruebas sólidas que no admitieran réplica."

Hubo una pausa, y las palabras del hombre reverberaron por toda la sala, perdiéndose en el túnel plagado de estalactitas que llevaba hacia la cueva. El silencio era tal que hasta el mínimo zumbido de un mosquito habría parecido una ofensa a la solemnidad del momento.

"De modo que Balter y yo recorrimos de nuevo todo lo que conocíamos e, incluso, numerosas tierras que hasta aquel momento no habíamos explorado. Y fue así como dimos con este sitio; una especie de santuario en la que los antiguos Humanos dejaron gran parte de su sabiduría. Nos costó bastante conseguir descifrar el método de acceder a toda esta información, pero finalmente lo conseguimos. Y, no mucho después, averiguamos cómo crear nuestras propias imágenes cautivas."

Loki asentía lentamente mientras escuchaba la narración, con los ojos fijos en la caja negra y un brillo de profunda admiración y absoluta devoción en lo más hondo de sus pupilas. Aquello era por lo que él estaba allí. La misión que sus maestros le habían encomendado en la Orden de los Cachorros de Kara.

Y, ahora, ya la había cumplido.

"Sin embargo, no sé cuánto tiempo más podremos aguantar aquí. El frío es aterrador y la comida escasea... y tememos emprender de nuevo el viaje después de llevar tanto tiempo parados." El hombre hizo una pausa de nuevo, sus ojos empapados por la emoción contenida "Pero no tenemos miedo, el futuro no nos asusta. Y, aunque hayamos fallado nuestra misión... sé que en años venideros alguien se encargará de completarla finalmente. Nosotros sólo le estamos abriendo el camino a esa persona... para que sea capaz de hacerlo."

Entonces, Raon comprendió a qué se refería el Vindicador.

Realmente, Jarek y él eran una especie de relevo. Un refuerzo que Aron y ese tal Balter habían pedido, sin que nadie les escuchara. ¿Habría previsto la Madre Kara aquello? ¿Habría sabido ella antes de tiempo que la misión del Vindicador no llegaría a cumplirse?

"Las imágenes que van a aparecer ahora en la caja son las pruebas que hemos recopilado ambos para, finalmente, conseguir cambiar la voluntad de todas las Bestias y Humanos que pueblan este Mundo" continuó Aron, regresando a su anterior seriedad "Mi esperanza y la de Balter es que, con el tiempo, alguien encuentre este almacenador de imágenes y lo active accidentalmente. Sólo así podremos evitar el conflicto."

En ese mismo momento, la imagen tembló ligeramente y...

...desapareció.

-¡No! -exclamó Raon, alargando una mano hacia la caja como si intentara en vano alcanzar al hombre que se había desvanecido al otro lado de aquel cristal.

En cuanto se dio cuenta de que lo que había hecho era una estupidez, se mordió el labio inferior y bajó la mano. No tardó en sentir a su alrededor la calidez del cuerpo de Jarek y la suavidad de su pelaje, mientras el lobo se apresuraba a abrazarle suavemente. No habría sabido decir si fue el contacto con el lobo o el extraño lazo tejido entre ellos, pero lo que sí podía asegurar era que inmediatamente se sintió mejor.

El Vindicador Aron no iba a volver a aparecer. Jamás.

Aquellas habían sido, sin duda, sus últimas palabras al Mundo que ahora poblaban los dos. Unas palabras que, transportadas desde las nieblas del pasado, se presentaban ahora para revelarles la misión que ellos debían continuar.

La imagen volvió a temblar e inmediatamente y el vidrio de la caja negra volvió a iluminarse. Jarek, Raon, Loki y Rukj contuvieron el aliento mientras ante sus ojos se representaba otra escena; esta vez, recreada en una extraña y fantasmagórica escala de grises que creaba un ambiente aún más tenso y espectral, si acaso.

Durante lo que podrían haber sido minutos, horas o incluso días, los cuatro permanecieron delante de la caja de imágenes sin desviar su atención ni por un segundo, mientras la historia y los orígenes del antiguo Mundo se representaban ante sus ojos. En ese tiempo, todos experimentaron un amplio abanico de emociones: desde la admiración más profunda hasta la sorpresa más genuina y el terror más absoluto. Sus corazones dejaron de latir en más de una ocasión y, sin embargo, hubo otras en las que sintieron como si estuviera a punto de reventar en su pecho.

Raon jamás se había abrazado a Jarek con tanta fuerza. En medio de aquel torbellino de confusas revelaciones, de dolorosas verdades y amargos recuerdos del pasado, necesitaba aferrarse a algo real, a algo que le mantuviera a flote y que evitara que se hundiera definitivamente en el mar que se había abierto bajo sus pies a consecuencia de aquellas imágenes. Si el presente no era agradable, el pasado lo era aún menos. La época en la que vivían sólo habría podido gestarse con fuego, sangre y muerte. El simple hecho de saber que él era el responsable de cerrar aquella monstruosa herida le llenaba de angustia y desazón.

Jarek, por su parte, trataba de disimular su propio miedo de la mejor forma posible, aunque no las tenía todas consigo. Él también había vivido de primera mano los horrores de aquella eterna guerra entre Bestias y Humanos y sabía todo el dolor que podía causar, pero jamás habría imaginado que sus orígenes pudieran ser tan truculentos. Sin embargo, hizo de tripas corazón y trató de mostrarse tranquilo y resuelto por Raon, consciente de que en aquel momento el Humano estaba mucho más asustado que él.

Loki, mientras tanto, se veía incapaz de reaccionar. La revelación del origen del conflicto entre Bestias y Humanos le había golpeado con la fuerza de un mazo desde el primer segundo y, en aquel momento, ni toda la brutalidad de aquellas imágenes habría bastado para hacerle despertar. Habría sido, simplemente, inútil. Lo único que podía hacer era seguir contemplando aquellas imágenes tan reales y a la vez tan surrealistas, mientras su mente trataba de digerir toda la información que, poco a poco, iba recibiendo.

Rukj permanecía con expresión impasible ante el vidrio de la caja negra. Al igual que el de Loki, su corazón se había encogido ante la revelacion de sus orígenes, pero él ya estaba demasiado acostumbrado a los horrores de la guerra como para que las posteriores imágenes le afectaran. Por muy salvaje que fuera su brutalidad, él también había sufrido aquel conflicto de joven. Sabía ya de sobra a qué se enfrentaba.

Ninguno de ellos dijo ni una palabra, casi como si temieran que el más mínimo ruido pudiera provocar que aquellas imágenes se esfumaran en el interior de la caja y jamás aparecieran de nuevo. Tampoco apartaron la mirada, preocupados ante la posibilidad de perderse aunque fuera un segundo de aquella valiosa información.

Y es que, por muy desagradable que fueran, aquellas revelaciones eran algo a lo que sólo ellos habían tenido acceso desde hacía siglos.

No hubo ni un solo movimiento más del necesario hasta que, finalmente, la superficie de la caja negro parpadeó suavemente y se apagó, cesando su inquietante zumbido eléctrico y sumiendo la sala en un absoluto silencio que se prolongó durante un buen rato, mientras los allí presentes trataban de comprender y asumir lo que acababan de ver.

El primero en hablar fue Rukj:

-Bueno. Esto aclara de una vez por todas el origen de nuestra raza y las leyendas que circulaban acerca de la primera civilización que existió -hizo una pausa, evaluando el estado en el que se encontraban los demás.

Raon se encontraba abrazado con fuerza a Jarek y parecía asustado, mientras que el lobo había levantado la mirada a Rukj y le observaba con una mezcla de angustia, confusión y temor. Loki permanecía en silencio, con la mirada perdida en el infinito.

-Y también confirma la profecía de la madre Kara -continuó el lobo negro, al no recibir ninguna respuesta -. En efecto, el Vindicador Aron nos estaba esperando aquí y, de alguna manera, se las ha apañado para mostraros vuestros orígenes. Supongo que vuestra misión ahora será tomar su relevo y... llevar estas imágenes al resto del Mundo.

-No lo aceptarán -murmuró en ese momento Raon, con un hilo de voz.

Rukj le dirigió una mirada inquisitiva.

-Digo que no lo aceptarán -repitió el Humano, en voz más alta -. No podrán hacerlo. ¡Maldita sea, Rukj, tú has visto lo mismo que nosotros! ¡Has visto la verdad acerca de nuestro origen! ¿De verdad crees que si le enseñas esto a otras personas que no hayan vivido lo mismo que nosotros serán capaces de asumirlo?

-Tendrán que hacerlo. No hay otra opción -respondió Rukj, dejando escapar un leve suspiro.

-Bueno, a veces eso no es suficiente -respondió Raon, en voz más baja y desviando la mirada.

Un pesado silencio cayó de nuevo sobre todos los presentes, mientras el Humano volvía a acurrucarse contra el pecho de Jarek, cerrando los ojos con cierto cansancio.

Rukj le vio hacer esto y ladeó la cabeza, pensativo, pero no dijo nada. Era cierto que, dadas las circunstancias y ahora que habían descubierto la verdad acerca de los orígenes de su raza, la misión de Raon parecía una infinidad más compleja que antes. De alguna forma, podía comprender que el joven se sintiera sobrecogido ante la inmensidad del cometido que tenía que llevar a cabo pero, ¿acaso no había tenido que hacer lo mismo días atrás, cuando la profecía de la Madre Kara había parecido incumplible? Sí que era cierto que ahora no había ninguna profecía a la que agarrarse, aunque aquello en principio no debería condicionar al Humano.

-Podemos hacerlo -dijo Jarek, en aquel momento, estrechando suavemente entre sus brazos a Raon. El joven levantó la cabeza y le miró, con una enternecedora mezcla de confusión y tristeza en lo más profundo de su mirada -. ¡Sé que podemos! Mira lo que hemos hecho ya, Raon. ¡Estamos en los confines del mundo! ¡En un lugar completamente inexplorado! ¡Y hemos encontrado las ruinas de una civilización que se creía extinta! -hizo una pausa, tratando de observar el efecto de sus palabras en el Humano, pero descubrió, para su desilución, que su expresión apenas había cambiado -. Hemos logrado algo que nadie creía posible. ¡Estamos aquí! -se giró hacia Loki, buscando su apoyo -. ¡Díselo tú! ¡Dile que es posible!

El lince tardó unos segundos en reaccionar y, cuando lo hizo, se estremeció levemente, como si despertara de un profundo sueño.

-Yo... -musitó, bajando la mirada -. Yo ya no sé...

Jarek le dirigió una mirada atónita, sin poder creer lo que oía.

-No puede ser, Loki. ¿Tú también?

-No lo sé -respondió, dejando escapar un suspiro resignado y, a continuación, frotándose la sien con algo de frustración -. Creo que... creo que necesito tomar un poco el aire.

-No te alejes mucho de la entrada -le recomendó Rukj, en cuanto le vio alejarse hacia el pasillo que llevaba a la cueva. El lince le dirigió una mirada cargada de profunda tristeza, pero no respondió nada.

Jarek le vio marchar, con el ceño fruncido, y a continuación se giró de nuevo hacia Raon, que continuaba entre sus brazos, con la mirada baja. Allí, refugiado entre su pelaje y completamente desanimado, el joven Humano parecía una persona completamente diferente. Jarek siempre lo había visto como un ejemplo de entereza y vitalidad, algo que tenía que imitar a toda costa si quería seguir adelante en aquel viaje; más que nada, porque sólo tenía esa opción si quería sobrevivir.

Pero, al parecer, todo el mundo tenía un límite. Y aquella locura había llegado incluso a sobrepasar el de Raon.

Apenado, el lobo de pelaje cobrizo puso suavemente una zarpa en la barbilla del Humano y le hizo alzar la mirada hasta que sus ojos se encontraron.

-Eh, no puedes rendirte -musitó -. Tú, no.

-Estoy cansado de correr, Jarek -susurró el joven, con un nudo en la garganta -. No sólo tenemos que sobrevivir, sino que tenemos que arreglar las cosas... y cada vez me siento menos capaz de hacerlo.

-Pero no estás solo en esto -respondió el lobo -. Yo estoy contigo, Raon. Para siempre.

-Da igual, seguimos siendo sólo dos. Dos contra todo el Mundo.

-Me da igual el resto del Mundo, Raon -susurró Jarek -. A mí me importas tú. Nunca te has rendido. Y no voy a permitir que te rindas ahora.

Dicho esto, se acercó al Humano y le besó suavemente; no fue más que un leve roce en los labios, pero Raon no pudo evitar estremecerse de pies a cabeza ante el simple contacto y las sensaciones que despertaba. Al separarse del joven, Jarek le abrazó con fuerza y le lamió la frente un par de veces, tratando de infundirle ánimo.

-Podemos hacerlo -repitió, en voz baja -. Podemos hacerlo.

Rukj contempló todo esto en un segundo plano, sin intervenir, y experimentando un curioso torbellino de sentimientos contradictorios.

Por una parte, sentía que no debería estar ahí, siendo el espectador de un movimiento que sólo pertenecía a la pareja, pero por otro lado había algo que no habría deseado perderse por nada en el Mundo.

Aquella escena... aquel momento simbolizaba algo mucho más profundo que un simple beso. Por primera vez desde que el viaje había comenzado, las intenciones de la Madre Kara al unir a aquellos dos con aquel lazo espiritual tan intenso estaban claras. La Orden de los Cachorros de Kara siempre había utilizado símbolos para definir prácticamente todo a lo que se referían y, en aquel instante, Rukj comprendió por qué en ocasiones los símbolos podían ser más eficaces que la realidad misma.

Raon y Jarek. Un Humano y una Bestia.

En mitad de aquel torbellino de guerra, sangre y muerte, ambos sentían un profundo amor el uno por el otro. No importaba la situación ni, mucho menos, el hecho de que a ojos de cualquiera aquella unión habría resultado repugnante. Eran la luz en mitad de aquella noche eterna; eran el máximo exponente de la paz que todos pretendían obtener entre Humanos y Bestias.

Por eso ellos eran los indicados para llevar a cabo el cambio y restaurar la Red. Por eso nadie más que ellos sería capaz de convencer al resto del Mundo de que lo que estaba sucediendo era un terrible error y de que aquella interminable guerra debía detenerse.

Rukj sacudió la cabeza, mientras por primera vez en mucho tiempo, una sincera sonrisa acudía a su rostro.

Raon y Jarek eran la esperanza que, tiempo atrás, había creído perdida. Eran el primer paso hacia un futuro mejor que, aunque aún por construir, empezaba a dar las primeras señales de vida.

-¿Estás conmigo? -preguntó Jarek, cogiendo a Raon suavemente de las manos y ayudándole a levantarse.

Raon tardó unos segundos en responder.

-Estoy contigo -dijo, al final, con la seguridad de que aquello jamás cambiaría.

-Bien -respondió el lobo de pelaje cobrizo, esbozando una sonrisa -. Porque sería bastante decepcionante si después de todos los problemas que me has dado me dejaras aquí tirado.

-¿Problemas? ¿Yo a ti? -repitió Raon, boquiabierto.

-¡Por supuesto! -replicó Jarek, dándole un toquecito con una de sus garras en la nariz -. ¿Sabes lo que cuesta soportar constantemente tu humor de perros?

-Al menos yo no estoy constantemente bromeando ante situaciones tan serias como esta -respondió Raon, dejando escapar una suave risita.

-¿Ves? Eso es porque eres un aburrido.

-Chicos, creo que deberíais dejarlo para otro momento -intervino Rukj, acercándose un poco a ambos.

-Vaya. El maestro y líder de los aburridos acaba de hablar.

-Muy gracioso -gruñó Rukj -. Pero no me gusta que Loki esté solo ahí fuera. Además, puede que vosotros os consoléis entre vosotros, pero tengo la sensación de que él también necesita que le animen.

-Supongo que sí -murmuró Jarek, pensativo -. Bueno, entonces, ¿a qué estamos esperando?

-Un momento, Jarek -le interrumpió Raon, dejando escapar un suspiro de exasperación y a continuación girándose hacia Rukj -. ¿Qué deberíamos hacer con las imágenes que hemos visto? ¿Deberíamos llevárnoslas, por si acaso?

Rukj tardó unos segundos en contestar.

-No creo que sea necesario -respondió -. Al fin y al cabo, somos los únicos que conocen este lugar, y cargar con esa caja durante lo que nos queda de viaje sería una soberana estupidez.

-Sí... supongo que tienes razón -murmuró el Humano.

No obstante, no pudo evitar que su mirada se deslizara hacia los pequeños rectángulos negros del suelo, aquellos fabricados con aquel material tan extraño, con los que Jarek había tropezado. En silencio, se preguntó cuál sería exactamente su función, y si acaso...

-¿Raon? -le llamó entonces Jarek desde la entrada, haciéndole perder el hilo de sus pensamientos -. ¿Vienes o qué?

-Voy -respondió el Humano, dirigiéndole una última mirada de reojo a aquel pequeño montoncito de rectángulos negros, antes de reunirse con Jarek y comenzar a caminar hacia la salida del almacén, que conducía a la cueva.

Mientras avanzaban, el lobo de pelaje cobrizo pasó un brazo por encima de los hombros de Raon y lo atrajo hacia sí, sonriendo.

-¿Te imaginas...? -le preguntó, con los ojos brillantes -. ¿Te imaginas que, en el futuro, la Frontera desapareciese por completo?

-¿La Frontera... desaparecer? -musitó Raon, con los ojos muy abiertos -. Sinceramente... dudo que eso ocurra jamás.

-Ya, pero imagínalo. Las Tierras de las Bestias y las Tierras de los Humanos juntas de nuevo, después de tanto tiempo separadas por la Frontera. ¿Cómo crees que sería? ¿Cómo se lo tomaría la gente?

-No lo sé -respondió Raon, sinceramente.

-La verdad -continuó Jarek -es que yo sería capaz de dar cualquier cosa con tal de estar ahí cuando eso suceda. Y verlo, por fin. ¿Tú no?

Raon esbozó una leve sonrisa, apoyando la cabeza en el hombro del lobo.

-Yo creo que tienes la cabeza llena de fantasías -opinó, ampliando un poco más su sonrisa.

-O, tal vez, seas tú el que la tiene demasiado vacía -comentó Jarek, dándole un suave golpecito en la frente con una zarpa.

Raon no pudo evitar reír suavemente, pero la risa murió en sus labios en cuanto se dio cuenta de que, no mucho más allá, Rukj se había detenido en seco. Jarek y él se aproximaron con paso lento y cauteloso hasta donde el lobo negro permanecía, en silencio, escudriñando el resto del camino.

-¿Qué ocurre? -preguntó Raon, en voz baja, ya temiéndose lo peor.

-Me ha parecido escuchar algo -murmuró el lobo negro, con un hilo de voz -. No estoy seguro, pero me temo que...

-¡No es necesario que os escondáis! -se escuchó entonces una potente voz, proveniente de la boca de la cueva -. Sabemos que estáis ahí, así que si no os importa, ¡haced el favor de aparecer ante nosotros y mostrar algo de valentía, para variar!

Jarek y Raon cruzaron una mirada preocupada. Rukj frunció el ceño y apretó las garras con tanta fuerza que hasta llegaron a crujir.

-¿Es que os lo estáis pensando? -continuó aquella voz que, a pesar de resultar completamente desconocida para Jarek y Raon, Rukj conocía muy bien -. ¡No deberíais hacernos esperar! Os recuerdo que tenéis aquí un amiguito que no está en condiciones de esperar mucho más tiempo...

-¡Loki! -masculló Raon, llevándose una mano al puñal y haciendo un amago de salir a descubierto.

Sin embargo, Rukj se lo impidió con un gesto y le dirigió una mirada incendiaria.

-Quieto. ¿Es que no te he enseñado nada? -musitó, con gesto de enfado -. No sabemos cuántos son. Por el momento la opción más sensata es dar la cara sin intención de combatir. Tal vez podamos negociar algo.

-¡Pero Rukj...! -protestó Raon.

El lobo negro le calló con un gesto y, a continuación, dio un par de pasos y salió al descubierto, exponiéndose a sus enemigos. Jarek y Raon intercambiaron una nueva mirada de incertidumbre. El Humano, percibiendo todas las dudas y temores que ocultaba la mirada del lobo, le tomó con suavidad de la zarpa y le dio un apretón.

A continuación, los dos avanzaron hacia Rukj, saliendo de su escondite y, por lo tanto, convirtiéndose en presas vulnerables ante quienes estuvieran aguardando en la entrada de la cueva.

No tardaron demasiado en ver a Loki, no muy lejos de la boca de la cueva.

-Lo siento... -fue todo lo que le oyeron decir, mientras les dirigía una mirada que mezclaba el temor con el más absoluto arrepentimiento.

Lo siguiente en lo que Raon reparó fue en el afilado cuchillo que relucía amenazantemente a apenas unos milímetros de su garganta. Y por último, en su portador, cuyo blanco pelaje parecía confundirse con la nieve del exterior y cuyos ojos, rojos como carbones encendidos, no parecían guardar ni el más mínimo reparo en completar el movimiento que su mano estaba a apenas unos milímetros de realizar sobre el cuello del joven lince al que había atrapado.

-Ronod -masculló Rukj, cargando cada una de las dos sílabas con un odio infinito -. Nos has encontrado.

El lince blanco esbozó una sonrisa desagradable.

-No ha sido tan difícil, en realidad -comentó, haciendo un gesto con el cuchillo, como quitándole importancia al asunto -. De hecho, las cosas no han hecho más que ir una tras otra de acorde a mi plan. Y, sin la extraordinaria actuación de Sek, aquella noche en el calabozo -añadió, señalando con la barbilla al toro, que se hallaba no muy lejos de allí, con los brazos cruzados y rodeado por otras tantas Bestias -, esto no habría sido ni la mitad de sencillo. Pero bueno, soy un hombre humilde, así que encuentro razonable otorgarle al Comisario de Cellisca Nívea su parte de responsabilidad.

-Sek... -gruñó Rukj, apretando los dientes y tratando de evitar abalanzarse al momento sobre todos los presentes.

-Así es -continuó Ronod, aún sujetando con fuerza a Loki -. Tu amigo y compañero de armas, hermano en el campo de batalla, te engañó aquella noche. En realidad, no os liberó de mí. Simplemente os dejó escapar para que nuestros espías pudieran empezar a seguiros con mayor facilidad... el resto ya fue pan comido.

Rukj dirigió una mirada cargada de ira y dolor al toro, que pareció ignorarle por completo.

-Aunque no contábamos con que unos días más tarde tú y tu protegido regresaríais a la ciudad -comentó Ronod, adoptando una falsa expresión de sorpresa -. ¿Cómo se os pudo olvidar la bolsa del lince allí?

Dejó escapar una sonora carcajada, y algunos de sus hombres le corroboraron. Rukj, mientras tanto, continuaba tratando de contenerse.

-Pero bueno, digamos que aquello era lo último que esperábamos. Nos sorprendisteis.

-Entonces, ¿fuisteis vosotros los que acabasteis con aquel campamento de Humanos? -preguntó Raon, con un leve temblor en la voz -. El de los Rastreadores.

-¡Muy listo, chaval! Lo suficiente como para ser uno de los Eslabones de la Cadena, diría yo, ¿eh? Lo cierto es que no sabíamos que se trataba de Rastreadores, pero sí; nos encargamos de ellos. Queríamos evitar cualquier tipo de... intervención, por pequeña que fuera. Nuestra misión no debía verse en peligro, y mucho menos por un estúpido hatajo de Humanos.

-Así que los exterminasteis a todos -completó Raon, con una pizca de odio.

-Intentamos no dejar a nadie con vida, cierto. Creo que, dadas las circunstancias, hicimos bastante bien nuestro trabajo. Pero, ¿qué hacemos hablando de esto cuando hay tanto por hacer? -preguntó el lince, sonriendo desagradablemente de nuevo -. Supongo que tenemos temas más importantes que tratar.

Dicho esto, repasó con la mirada a todos los allí presentes. Rukj mantuvo su mirada sin pestañear siquiera, pero Raon no pudo evitar encogerse sobre sí mismo al sentir la penetrante mirada de aquellos ojos rojos analizarle con suma atención.

-Como ya habréis averiguado, mi cuchilla no está colocada sobre la garganta del joven lince por simple placer -comenzó Ronod -. Seré directo: liberaré a vuestro amiguito mensajero a cambio de que los dos Eslabones acepten a unirse a mi caravana durante, digamos... un período de tiempo indefinido. ¿Qué os parece el pacto?

-Basura -masculló Jarek, apretando los dientes.

-Oh, ¿en serio? En ese caso... -murmuró Ronod, haciendo un rápido gesto con la cuchilla.

-¡No! -gritó Raon, alarmado. A continuación, se apartó un poco de Jarek y avanzó unos pasos en dirección a Ronod, inseguro -. No... no le hagas daño...

-¡Vaya, vaya! -exclamó el lince, comenzando a reír burlonamente tras unos segundos -. Parece que te lo has pensado mejor. Está bien, ¿habéis reconsiderado mi oferta?

-Raon, no lo hagas -dijo en aquel momento Rukj, aunque no parecía muy seguro de sí mismo. Casi parecía como si, en lugar de estar dándole una orden, estuviera suplicándole.

-Pero tengo que hacerlo -musitó Raon, bajando la mirada.

Lo cierto era que no estaba nada seguro de si la decisión que estaba a punto de tomar era la correcta, pero lo que sí sabía era que, si no hacía nada, la vida de Loki correría peligro. Y, después de todo lo que habían pasado junto a él, el Humano no estaba dispuesto a permitir que aquello sucediera. No si estaba en sus manos la posibilidad de impedirlo.

Aunque, por otra parte, ¿qué haría Ronod con él? Había dicho que le mantendría en su caravana durante un tiempo indefinido, pero por la reacción que Rukj había tenido al verlo, no estaba seguro de que fuera un lince de fiar. ¿Y si su objetivo era deshacerse finalmente de los Eslabones de la Cadena? ¿Y si en vez de hacerle viajar con él se deshacía de él en cuanto tuviera la más mínima oportunidad? <<Debo ser fuerte>> pensó, tratando de darse ánimos.

En ese preciso momento, percibió el peso de una zarpa sobre su hombro derecho y se giró, sorprendido. No tardó en encontrarse con los ojos de color esmeralda de Jarek, que le contemplaba con una mezcla de entendimiento, pena y resignación.

-Tenemos que hacerlo -repitió el lobo de pelaje cobrizo, en voz baja. Raon asintió.

-¡No! -exclamó en aquel momento Loki, tratando de deshacerse del agarre de Ronod -. ¡No lo hagáis! ¡Si os atrapan... todo lo que hemos hecho...!

-Cállate ya, mensajerucho -le espetó Ronod, golpeándole con algo de fuerza en la cabeza. A continuación, levantó la mirada y la clavó en los dos Eslabones, sonriendo de nuevo -. Ya veo... ¿no es conmovedor? Los dos Eslabones se entregan a su captor tratando de salvar de la muerte al que les ha metido en todo este lío... mientras que el mensajero trata de defender lo poco que queda de la estúpida fantasía de su Orden...

-Ya basta -gruñó Jarek, adelantándose un paso -. No hace falta que sueltes todo este discursito. Si nos quieres a nosotros, adelante; aquí nos tienes. Suelta a Loki y el trato estará cerrado.

-Oh, de eso nada -negó Ronod, riendo desdeñosamente -. Vosotros avanzaréis hasta Sek primero, os colocaréis entre varios de sus hombres y, después, _ sólo_ después_,_ yo soltaré al lince. No pienso hacerlo en un orden diferente.

-Raon... -murmuró Rukj, dirigiéndole una última mirada de súplica.

-Lo siento, Rukj -musitó el Humano, deteniendo sus pupilas por última vez en los ojos ámbar del que, durante casi quince años, había sido su padre -. Es lo que tenemos que hacer.

El lobo negro tardó en reaccionar, pero finalmente asintió.

Durante unos instantes, Raon casi tuvo la sensación de estar viendo a otro lobo, pues, al fin y al cabo, nunca había visto a Rukj dudar antes. Sin embargo, no pudo evitar sentir en lo más profundo de su alma un punzante dolor por tener que despedirse del que, hasta aquel momento, había sido su tutor y protector.

Tras unos segundos que parecieron hacerse eternos, Raon comenzó a avanzar hacia el enorme toro que Ronod le había señalado, sin separarse apenas un centímetro de Jarek. Los dos caminaron lentamente, tratando de contener el aliento y de ignorar deliberadamente al instinto de supervivencia, que les pedía a gritos que salieran corriendo de allí y escaparan de la mano de aquel lince de ojos rojos.

Sin embargo, los dos fueron capaces de reprimir aquel impulso hasta situarse al lado de Sek, que no varió un ápice su expresión y permaneció a su lado, con los brazos cruzados, mirándoles de reojo. Loki trató de escapar del agarre de Ronod de nuevo, pero el lince blanco no hizo el menor amago de soltarle.

-Bueno -murmuró su captor, esbozando una amplia sonrisa de nuevo -. Ya tenemos a los dos Eslabones de la Cadena. Y ahora, ¿qué?

-¿Cómo que ahora qué? -preguntó Jarek, indignado y enseñando ligeramente los dientes -. Suelta a Loki.

-¿Soltar a vuestro amigo? Sí, supongo que podría... pero consideremos las otras posibilidades -murmuró Ronod, con un ligero ronroneo, mientras acariciaba suavemente el cuello del otro lince con el filo romo de su cuchilla -. Este que tengo aquí es, después de todo, uno de los miembros de la Orden de Cachorros de Kara... uno de esos pequeños parásitos que llevan tanto tiempo infectando nuestro Mundo con sus ideas absurdas y prevaricaciones fantasiosas. Uno de esos... obstáculos de los que siempre he querido deshacerme. Y digamos que, además, ha estado muy cerca de conseguir organizar una revolución en contra del orden que llevamos establecido desde hace ya tanto tiempo -hizo una pausa y dirigió una breve mirada de reojo a Sek -. ¿No está usted de acuerdo, Comisario de Cellisca Nívea?

El toro asintió sin pensárselo demasiado, frunciendo el ceño.

-Las actividades de reconciliación que planea la Orden de los Cachorros de Kara son una amenaza para la seguridad de nuestras Tierras -comentó, con seriedad -. Incluso aunque por parte de las Bestias quisiéramos llevar a cabo una reconciliación, no podríamos asegurar que los Humanos estuvieran dispuestos a llegar a ningún acuerdo. Podrían aprovecharse de nuestro intento de reconciliación y usarlo como una tapadera para organizar una invasión...

-¡Pero si no confiamos los unos en los otros nunca podremos llegar a ninguna reconciliación! -exclamó Loki, con una nota de angustia en la voz -. ¿Por qué no sois capaces de entenderlo? ¡Si todos...!

Ronod le calló dándole otro golpe en la cabeza y Loki soltó una exclamación de dolor.

-¿Ves? -murmuró el lince blanco, con cierto gesto de desdén -. Por esto es por lo que debería ser eliminado. Toda la Orden de Cachorros de Kara debería ser eliminada. Si esas ideas se propagasen... ¿en qué clase de mundo viviríamos?

-En un mundo de paz, tal vez -gruñó Rukj.

-Es curioso que tú digas eso, Rukj. Confío en que, como sabrás, existen muchos tipos de paz. ¿De verdad crees que con esa reconciliación de la que tanto habla la Orden de los Cachorros de Kara podríais conseguir esa paz idealizada, libre de cualquier conflicto, de la que habláis? Permíteme que lo dude seriamente -hizo una pausa -. Las cosas no serían así. Puede que, en efecto, las grandes cabezas de cada Clan decidieran pactar un acuerdo de no-agresión o una tregua con los Humanos. Y entonces, ¿qué? ¿Crees que los problemas se desvanecerían como por arte de magia? ¿Acaso no habría conflictos menores, pequeñas guerrillas, peleas, a pesar de la paz establecida? -le dirigió una inquisitiva mirada con sus ojos rojos, tratando de analizar la reacción del lobo negro -. Sólo sería cuestión de tiempo que una pequeña chispa desatara una explosión y la guerra volviera a desatarse. Vuestra "paz" es una utopía, Rukj.

-Pero, por lo menos, es mejor que lo que tenemos ahora -replicó Rukj, sin dejarse acobardar.

Hubo un largo silencio, mientras las miradas de los dos, roja y ambarina, se enfrentaban la una con la otra como si estuvieran tratando de derribarse mutuamente para convencer al otro de su punto de vista. Finalmente, fue Ronod el que apartó la mirada y, sin mediar palabra, empujó con fuerza a Loki hacia el lobo negro. El pequeño lince tropezó, perdió el equilibrio y cayó al suelo, pero no tardó en alejarse a gatas y acercarse a Rukj, todavía con el rabo entre las piernas.

-No lo consideréis un acto de bondad -murmuró Ronod, volviendo a clavar su mirada en ellos -. Al fin y al cabo, los Páramos se encargarán de mataros a los dos... y si no es así, cuando regreséis a casa, estaréis solos. Ya no tenéis a vuestros Eslabones.

-Estás enfermo, Ronod -gruñó Rukj, enseñando los dientes, y a continuación se giró hacia Sek -. Y en cuanto a ti... Comisario... -escupió la palabra con odio -... no eres más que un sucio traidor.

-Maravilloso -sonrió el lince blanco, mientras se daba media vuelta y se guardaba la navaja en el cinto -. ¡Recuerda esas palabras, Rukj! Podrás repetírselas a los Páramos durante lo que dure todo tu exilio, si es que eso logra calmar tu ira -hizo una pausa -. En cuanto a ti, pequeño lince... -dijo, bajando el tono de voz y clavando sus pupilas en Loki, que no pudo evitar estremecerse de pies a cabeza -. Escogiste mal tu camino en esta vida. Me temo que deberías haber seguido mi consejo antes de que fuera demasiado tarde.

Y, dicho esto, comenzó a alejarse de la boca de la cueva junto con el resto de la caravana. Raon y Jarek dirigieron una última mirada angustiada a Rukj y Loki, antes de que dos toros les tomaran a cada uno de un hombro y les hicieran avanzar al mismo ritmo que el resto de los miembros del grupo. No tardaron en convertirse en pequeñas manchas en la lejanía, rompiendo sin querer la perfecta blancura del nevado paisaje de los Páramos.

Rukj, desde la boca de la cueva, no podía hacer otra cosa más que quedarse mirando cómo se alejaban, con los puños cerrados con fuerza y un doloroso sentimiento de impotencia amenazando con desbordarle. No fue capaz de contenerse y, cuando el dolor, la frustración y la desesperación le dominaron finalmente, echó a correr unos pasos hacia adelante, en dirección a Ronod.

Sin embargo, apenas unos segundos más tarde, la parte racional de su ser tomó de nuevo el control y se detuvo en el sitio, con el corazón en un puño.

-¡Maldito seas, Ronod! -gritó, con toda la ira y potencia que le permitieron sus pulmones -. ¡Juro que daré contigo y te mataré!

Sus palabras resonaron por los Páramos, difuminándose hasta sonar más bien como un último aullido de odio infinito. Poco después, un sonido casi inaudible llegó a los oídos de Rukj, aunque la rabia y el cansancio consiguieron que no estuviera seguro de si realmente existía.

Pero, en cualquier caso, sonaba como una prolongada carcajada, no muy lejos de allí, perdiéndose en la distancia...

-Los... los recuperaremos -dijo entonces a su lado Loki, consiguiendo sobresaltarle -. Ya lo verás.

Rukj le dirigió una mirada furibunda.

-¿"Los recuperaremos"? ¿¡"Los recuperaremos"!? -casi gritó, girándose hacia él mientras la sangre le hervía en las venas -. ¿Es que acaso no son más que eso para ti? ¿¡Unas simples herramientas!?

Loki retrocedió apresuradamente unos pasos, con el terror pintado en sus ojos azules. Tras unos segundos, reunió el valor para responder.

-Sa... sabes que no -musitó, con un hilo de voz -. Pe... pero yo...

-Todo esto estaba mal desde el principio -continuó Rukj, comenzando a andar de un lado a otro mientras gruñía -. ¡Nunca debí creer que toda esta locura merecería la pena!

Loki no hizo el menor amago para avanzar hacia él; en aquel momento, el Rukj que veía no era el mismo que había conocido semanas atrás en Cellisca Nívea y no sabía cómo reaccionaría si daba un solo paso. Jamás le había visto tan enfadado, angustiado y exasperado a la vez.

-Se suponía que todo iba a salir bien... -murmuró, deteniéndose en el sitio y, a continuación, girándose hacia Loki -. ¿Qué me dices ahora, eh? ¿Qué tiene que decir ahora tu ingeniosa Madre Kara para darnos esperanzas? ¿Acaso no se supone que ella sabía todo lo que iba a ocurrir?

-Yo... yo... -musitó Loki, bajando la mirada.

-¿Qué pasa ahora? ¿Es que también esto estaba previsto?

-...no lo sé -respondió finalmente el lince, con un nudo en el estómago.

Rukj se paró en el sitio y pareció calmarse ligeramente al verlo tan afectado por aquello. Sin embargo, aquel brillo peligroso en su mirada no desapareció mientras, incapaz de detenerse, comenzaba de nuevo a caminar de un lado a otro, farfullando cosas sin sentido y rechinando los dientes.

Loki le vio moverse, pero no dijo nada.

En el fondo, él estaba tratando de reprimir las ganas de hacer exactamente lo mismo.

Raon y Jarek no dijeron ni una sola palabra durante todo el trayecto.

Incapaces de hablar ante la situación que parecía echárseles encima, los dos tan sólo intercambiaron algunas miradas de comprensión mientras, escoltados (o más bien, encerrados) por la comitiva que seguía a Sek y Ronod, seguían avanzando hacia algún lugar desconocido. Los ojos esmeralda del lobo de pelaje cobrizo parecían decirle constantemente <<No te preocupes; estoy aquí>> pero Raon no podía evitar pensar de manera realista y sabía que aquello, al menos en esa situación, no sería suficiente.

Salió de sus pensamientos en cuanto, en la cima de una colina, toda la comitiva se detuvo.

-¿Qué ocurre? -preguntó, girándose hacia el toro que le conducía hacia delante con una zarpa en su hombro. Sin embargo, este ni tan siquiera le dirigió la más mínima mirada.

-Nos hemos detenido aquí -escuchó en aquel momento la voz de Ronod, justo detrás de él, lo que consiguió que un escalofrío le recorriera la columna vertebral -para que tengáis unas buenas vistas de los Páramos. ¿No os parece una buena idea?

Raon y Jarek intercambiaron una nueva mirada, preguntándose si el lince de pelaje blanco les estaba tomando el pelo.

-Ya veo que no -prosiguió el lince, con cierto tono de desilusión -. Bueno... en ese caso me temo que no puedo más que mostraros cuan equivocados estáis.

Raon no habría sabido decir el qué, pero había algo en las palabras del lince blanco que le puso los pelos de punta.

-¿Por qué se han detenido? -murmuró Rukj, oteando el horizonte con el ceño fruncido.

Conforme la distancia que les separaba de Raon y Jarek había ido aumentando, el enfado del lobo negro había ido disminuyendo progresivamente, para el alivio de Loki. No obstante, aquella ira contenida y ese nerviosismo constante parecían permanecer en su expresión y en su manera de moverse, aunque no era tan fácilmente visible como lo había sido segundos antes.

-Tal vez... -aventuró Loki, colocándose al lado de Rukj -. Tal vez Ronod esté intentando ponernos más nerviosos, ¿no crees?

-Podría ser -musitó el lobo negro, rascándose la nuca con una de sus zarpas -. Pero no entiendo... ¿qué es lo que pretende? ¿Que le sigamos? ¿Es que nos está retando?

-No lo sé... -suspiró Loki, dándose media vuelta, tratando de ignorar por completo los juegos de aquel lince desquiciado.

Ya había tenido bastante en Cellisca Nívea y, desde luego, no estaba dispuesto a repetir la experiencia. Si Ronod quería jugar con ellos, él, desde luego, no iba a ser partícipe de su estúpido juego. No mientras pudiese evitarlo.

Entonces fue cuando levantó la vista y la vio.

-Cuando dije que todo había ido de acuerdo a mis planes... -comenzó Ronod, colocando su hocico en el hombro de Raon y susurrándole al oído, lo que provocó que un nuevo escalofrío recorriera su columna vertebral -... no me estaba tirando un farol, ¿sabes, Raon? Y espero que entiendas que, después de todos los problemas que ha dado... no pensaba dejar vivo a tu... ¿cómo lo llamas tú? ¿Papá?

Raon no respondió.

Con el corazón en un puño y un creciente terror trepando por lo más profundo de su alma, el joven Humano clavó la vista en la cordillera bajo la que Rukj y Loki aún permanecían, demasiado atentos a ellos como para darse cuenta de nada más.

-¿Qué ocurre? -preguntó Jarek, sin comprender.

Pero Raon sí que lo había visto.

O mejor dicho... la había encontrado.

Había un destello rojizo entre las rocas de la cordillera, justo sobre la boca de la cueva; algo que sólo se podía divisar desde aquella altura y que, para Rukj y Loki, tenía que resultar prácticamente invisible. Sus contornos eran difíciles de distinguir a tanta distancia y menos teniendo en cuenta la suave nevada que había comenzado a caer poco después de que abandonaran la cueva, pero Raon sí que podía estar seguro de dos cosas.

En primer lugar, estaba convencido de que aquella figura era Humana.

Y, en segundo lugar, sabía quién era. Ya la había visto antes, no mucho tiempo atrás, danzando bajo el brillo de una hambrienta hoguera... Las palabras de Ronod resonaron de nuevo en la cabeza de Raon, con espantosa claridad: <<Intentamos no dejar a nadie con vida, cierto. Creo que, dadas las circunstancias, hicimos bastante bien nuestro trabajo>>.

En ese preciso momento, la mujer de la coleta pelirroja, compañera de Han y única superviviente del ataque al grupo de Rastreadores que ya conocían, se incorporó sobre las rocas. Con la mano derecha levantó algo punzante y afilado, y realizó un movimiento rápido y preciso...

-¡No! -gritó Raon, comprendiendo lo que estaba a punto de pasar.

Loki apenas tuvo tiempo para reaccionar.

-¡Rukj! -gritó, aunque sabía de sobra que el lobo negro no tendría tiempo suficiente para esquivar la trayectoria de la lanza por sí mismo, teniendo en cuenta que su atención estaba centrada en otro punto.

De repente, todo pareció precipitarse hacia unos segundos muy confusos.

El joven lince escuchó un grito de terror y advertencia a lo lejos, que resonó como el cuerno de un vigía moribundo, y algo en su interior pareció accionarse como un resorte. Lo siguiente que escuchó fue el aire silbando a su alrededor y un desagradable ruido, que no se parecía a nada que hubiera escuchado antes.

Sorprendido aún por lo que acababa de suceder, el lince alzó la vista, pero todo cuanto alcanzó a ver fue una mancha rojiza alejándose de ellos por entre las rocas de la montaña...

Luego, tan sólo sintió un punzante dolor.

Tardó unos cuantos segundos en reaccionar.

-Loki... -escuchó decir a Rukj, a sus espaldas.

El lince no respondió. Tan sólo bajó la mirada lentamente, arriesgándose a encontrarse con lo que ya sabía que estaba ahí.

La lanza estaba clavada hasta la empuñadura. Había acertado de lleno en su estómago y se había hundido con tal precisión que sería difícil sacarla de allí sin romper nada más de lo que ya estaba roto. La sangre descendía por el mango de la lanza y caía lentamente sobre la nieve, tiñéndola de un rojo escarlata demasiado intenso para una blancura tan impecable.

El mundo comenzó a moverse.

Por suerte para él, algo le sostuvo antes de que cayera al suelo y, antes de que tuviera tiempo de articular ni una sola palabra, algo de color negro, con dos preciosos focos de color ambarino, apareció en su campo de visión. Un rostro que ya conocía demasiado bien.

El rostro por el que acababa de sacrificarse.

-Loki... -murmuró Rukj, sujetándole entre sus brazos y tratando de analizar la herida sin que el lince percibiera lo preocupado que estaba -. ¿Qué... qué has hecho?

-Tú... ya te has llevado demasiados golpes durante este viaje -musitó Loki, con un hilo de voz, mientras levantaba una zarpa con esfuerzo para colocarla sobre una de las de Rukj -. Supongo... que este tenía que recibirlo yo... ¿no?

Rukj asintió lentamente y colocó su otra zarpa sobre la del lince, dándole un suave apretón para infundirle algo de calor. Sus ojos dorados brillaban, más de lo normal, y por algún motivo aquello sólo conseguía que Loki fuera aún más incapaz de desviar la mirada de su rostro. En aquel momento, nada ni nadie habría conseguido que dejara de contemplarle.

Ninguno de los dos dijo ni una sola palabra durante lo que parecieron siglos e incluso la nieve, tan discreta, se unió al silencio que ambos compartían mientras se iba acumulando lentamente sobre el pelaje negro del lobo.

-¿No es... hermoso? -preguntó Loki, con un nudo en la garganta. Podía notar el calor de Rukj atravesando su pelaje y, aunque estuviera asustado, aquello le daba ánimos.

-¿Hermoso? -preguntó Rukj. Su voz sonó rota, débil, quebradiza.

Loki trató de sonreír, con la esperanza de que, si lo hacía, no volvería a oírle hablar con aquel tono.

-Sí... -musitó, buceando en su apasionante mirada -. La nieve... en tu pelaje... mientras sostienes en tus brazos al lince que... que... que te ama -se atrevió a decir, finalmente, reprimiendo las lágrimas en el interior de sus ojos -. Es... una bonita escena...

-No lo es, Loki -le contradijo Rukj, sin poder disimular el temblor en su voz -. Pero te entiendo.

El lince le estuvo observando durante unos instantes más, fascinado por su mirada, mientras Rukj le estrechaba algo más contra sí, con cuidado de no agravar la herida ni de oprimir la zona en la que se había clavado la lanza. La temperatura de su cuerpo se le antojó demasiado fría, por lo que no tardó ni un segundo más en incorporarlo con cierto cuidado y abrazarlo con algo más de fuerza, tratando de infundirle todo el calor posible.

-Lo sé... -respondió Loki, muy cerca de su oreja -. Sé... que lo entiendes...

Rukj no respondió. Simplemente encogió la cabeza para colocarla sobre el hombro de Loki, en ademán protector, mientras trataba de contener las lágrimas.

-Rukj... -murmuró el lince, con una voz casi inaudible -. Cuidarás de ellos... ¿verdad?

-Sí -respondió el lobo negro, con un nudo en la garganta -. Te lo prometo, Loki.

El lince suspiró suavemente, aliviado, y pareció relajarse algo más en los brazos de Rukj. El lobo no dejó de estrecharle con fuerza ni un solo segundo, ni siquiera cuando notó las lágrimas del joven lince derramándose por su pecho.

Los dos permanecieron juntos, mientras la nieve continuaba cayendo, lentamente.

Suavemente.

Rukj no habría sabido decir cuánto tiempo estuvieron así, envueltos en el más profundo de los silencios. El mundo real parecía haberse desvanecido por completo; ni tan siquiera aquella nieve que caía parecía ser real, ni las montañas, a apenas unos metros, parecían ser sólidas por más tiempo. Sin embargo, cuando ya casi había perdido toda esperanza de volver a escuchar al lince hablar, éste levanto un poco la cabeza y volvió a susurrarle al oído unas últimas palabras que, en lo sucesivo, Rukj jamás olvidaría:

-Recuerda... que siempre hay una chispa de esperanza... si crees que la hay...

Una vez dicho esto, Loki pareció relajarse algo más y las lágrimas dejaron de manar de sus ojos. Rukj no reaccionó al principio, aún sosteniendo el cuerpo del joven lince y tratando de infundirle cualquier mínimo atisbo de calor, con la esperanza de que él lo conservaría. Guardó a Loki entre sus brazos durante minutos, tal vez horas, tratando de protegerlo del frío y de mantenerlo cerca de él durante el mayor tiempo posible.

Sin embargo al cabo de un buen rato, se dio cuenta de que ya no había más calor que conservar, ni nada que mantener cerca de él por más tiempo. Con un cuidado que casi rozaba el mimo, fue separándolo lentamente de él hasta que lo dejó descansar sobre la nieve y le cerró los ojos, aquellos preciosos ojos azules que tan bien había aprendido a conocer durante aquellos días. En silencio, acarició su mejilla lentamente y, tras unos segundos de incertidumbre, se encorvó sobre el joven lince para lamerle suavemente la frente, en un último acto de cariño que tal vez llegara demasiado tarde.

El lobo negro cerró los ojos y lloró por primera vez en quince años, unas lágrimas sinceras y silenciosas.

Unas lágrimas en honor a Loki, el mensajero de la Orden de los Cachorros de Kara, que había conseguido cumplir impecablemente una misión que, desde el principio, le había quedado demasiado grande: reunir a los dos Eslabones y mostrarles su camino hasta la verdad que ambos debían transmitir al mundo entero. Pero, sobre todo, lloró por el Loki de verdad: aquel tímido lince perdido en mitad de aquella calle de Cellisca Nívea; aquel lince que, con una convicción estoica, había sobrevivido al interrogatorio de Ronod sin confesar ni una sola palabra; aquel lince que, haciendo gala de la misma convicción, les había guiado hasta allí.

Aquel lince que se había enamorado de él y, ahora, moría entre sus brazos.

-Lo siento tanto, cachorro... -musitó, entre lágrimas, mientras seguía observándole.

La nieve continuó cayendo y el tiempo, pasando. El viento silbaba por entre las rocas de la cueva y entonaba melodías no hechas para oídos mortales, canciones que aún estaban por descifrar. El Mundo seguía adelante.

Pero, mientras tanto, el alma de un joven lince que había sabido ver más allá del presente y se había atrevido a soñar con un futuro mejor se apagaba...

...para siempre.