El Secreto de Tora: Asedio (Segunda parte)

Story by Mastertuki on SoFurry

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#28 of El Secreto de Tora


El helicóptero se preparó, al son de una música fúnebre que, dentro de la sala de espera, iba sonando por respeto al fallecido. Dentro de ese vehículo volador residía el cuerpo de un compañero al que iban a echar mucho de menos, acompañado por el jefe del clan. Podría haber sido acompañado por sus amigos, pero estos debían permanecer en tierra, seguir allí, seguros. Lo único que tenían que hacer era permanecer siempre con guantes de plástico.

Shinke y los otros del equipo estaban delante del cristal viendo como el vehículo alzaba el vuelo. No se atrevieron a decir nada, pero pensaban atentamente las palabras que el lobo les había dado antes de irse. Resonaban en sus cabezas, quizá como la mejor forma que tenía de despedirse. Era todo lo que había podido hacer.

A medida que salía volando y desaparecía de la vista de los chicos, la música fue minando poco a poco, hasta finalmente callar. Lo que se produjo a continuación fue un silencio sepulcral, acompañado de los comentarios y ruidos que hacía la gente de fondo en el aeropuerto. Ninguno de los allí presentes parecía querer hacer objeciones al respecto. ¿Es era el final de la historia? ¿Tantos años peleando, e iban a acabar así?

-Hay algo que no me queda nada claro. -murmuró Shinke, mirando a Odayaka. La orca se encogió de hombros dando paso a la siguiente explicación, y añadió: -Si Sarah tiene ese poder... ¿Por qué nunca ha controlado a Tora? Ha tenido cientos de oportunidades. ¿Por qué no a él, o a uno de nosotros? -le preguntó.

-Creo que es la pregunta que a Bryce le queda por responder. -soltó la orca al final. -Solo cuando encuentre a Sarah sabrá porque nunca fue a lo fácil.

Continuaron en silencio, sin decir ni añadir nada más, a sabiendas que, posiblemente, lo que recordaran de él iba a ser lo último que tendrían en sus mentes. Tal vez Bryce nunca regresaría a oriente. Tal vez... Ninguno de ellos se daba cuenta que, la que más estaba sufriendo por dentro, era su madre. Fuerte por fuera, débil por dentro, permanecía impasible, pero en su corazón, se estaba produciendo una catarata de lágrimas.

El ataúd que se encontraba el avión se empezó a tambalear un poco. El jefe del clan dio un par de golpes para que permaneciera quieto, pero a continuación paso a dar unos tres toques más como señal de que abriera la puerta y se lanzara. De repente, el mismo ataúd se abrió y Bryce salió de inmediato, cogiendo aire.

-¡Arf! -exclamó, llevándose la mano al pecho. -Maldita sea... No se yo hasta que punto esto es buena idea.

-Pues es la mejor que ha tenido tu madre -gruñó el alfa, haciéndole la señal para que se sentara a su lado. -Anda, ven.

El lobo híbrido se colocó a su lado, y el alfa permaneció un rato callado. Luego, miró a los ojos, y Bryce no supo como tomar esa acción, menos cuando estaba viendo a un loco con un taparrabos y unos cascos en la cabeza. La situación era para partirse la caja de risa, pero Bryce se contuvo.

-Cuando lleguemos allí, el resto del clan estará listo. -explicó. -Entraremos a la fuerza, así que seguramente ese país no se lo tomará muy bien... Nosotros nos cargamos de la parte más básica: Enfrentarnos a los dragones, y derrotarlos.

Bien, hasta ahí, Bryce lo entendía. Era la parte más lógica, y a la que todos habían llegado que iba a ser la más correcta. El lobo, sin embargo, continuó:

-Mientras mi clan se enfrenta y distrae a los dragones, Uros y yo nos encargaremos de nuestros temas particulares: Tú y él iréis a rescatar a Tora, y yo me encargaré personalmente de ese tal Leon... ¿Sabes algo de él que deba saber yo ahora? -preguntó, apartando de repente el brazo de donde estaba apoyado. -Joder... Me ha dado un rampazo.

-Mrf... Es medio humano, como yo. Y... Es muy, muy inteligente. -dijo, encogiéndose de hombros. Conociéndolo, no realizará un ataque cuerpo a cuerpo: Se escudará en algo, o peor aún, buscará alguna forma de evitar que te enfrentes a él. -al ver que el alfa seguía callado, añadió: -Lo mismo usa feromonas para descolocarte y dejarte incapaz de pelear... Por tener, dispone de esas armas.

El alfa no añadió ningún comentario, por lo que Bryce dedujo que estaba pensativo, posiblemente. Apoyando la espalda en el asiento, miró a través de la ventana: Podía ver las nubes y el suelo pasar a toda velocidad, y se acordó de como contaron de antaño, cuando hace siglos, era imposible hacer un vuelo así de un tirón, y menos en helicóptero. Ahora, ese vuelo iba a durar media hora. Y se iba a hacer eterna.

El lobo miró un momento, y luego se encogió de hombros, volviendo la vista al alfa, que seguía sin mediar palabra. Bastante había costado semejante alianza, así que no era conveniente forzar demasiado la situación.

-Bryce... ¿Cuanto tiempo llevas luchando contra esto? -preguntó Senko. -¿Un mes, dos? ¿Tres?

-Año y medio... -murmuró el híbrido, cerrando los ojos. -Recuerdo perfectamente cuando conocí a Tora... Pero nada de esto empezó hasta su primer partido, donde me dieron en la cabeza. Me dejaron inconsciente, nada más, pero supongo que por entonces, intentaron raptarme y algo se lo debió impedir.

-¿El qué?

-Mrf... Tal vez... Que estuviera cerca el radiofonista no debió ayudar mucho. -explicó. -No se. Sarah podría haberme controlado, pero no lo hizo; tampoco a Tora. A nadie... Obtendré la respuesta pronto, seguro.

-...

***

No es que a Lizar le atrajera la mera idea de volver a su casa. Tenía miedo de que Sarah continuara allí; de hecho, creía que estaban espiando en todos sitios, pero las razones que le había dado Bryce para quemar los papeles eran los más idóneos. Esos documentos habían ayudado todo lo posible, y conservarlos era la idea principal para meter a Leon entre rejas. Ahora no servía de nada todo eso tras la que se había liado. Más bien al contrario, si Stallion estaba en prisión, a él le podían meter en un puro. Tenía que quemarlos.

Pero una parte de él se negaba. Frenó en seco, y miró la gente a su alrededor, y se dio cuenta de que llevaba tanto tiempo siendo un lagarto que ya se había acostumbrado a su cuerpo, a que las personas vieran bien, a que no se metieran con él... Lizarman Metallium. Maldita sea, nunca quiso creer eso. Y lo peor es que ahora no se preocupaba precisamente por ese tema, si no que, en caso de que Bryce fracasara, el mundo tal y como lo conocían dejaría de existir.

No quería abandonar esos documentos. Aún faltaban respuestas por encontrar, pero volver a casa daba bastante miedo, aunque tarde o pronto debería hacerlo. Entonces, si no podía coger su ordenador y empezar a mirar por la red de redes, ¿De donde iba a sacar la información? ¿De la biblioteca? Perdería muchísimo tiempo. La otra opción era Stallion, pero estaba en la cárcel, y dudaba que permitieran ir a verlo y hablar con él.

Tampoco perdía nada.

No es que estuviera precisamente muy cerca, pero con un taxi, el lagarto supo plantarse delante del edificio plano y de piedra de varios pisos que constaba la única prisión que había en muchísimos kilómetros a la redonda. Con una cantidad enorme de policías alrededor, sorprendía que nadie, absolutamente nadie, mencionara nada de lo que estaba ocurriendo en occidente. La gente continuaba con sus quehaceres habituales, y con sus comentarios rudimentarios. Oír a caballos hablar de lo bien que olía cierta yegua no animaba la moral al lagarto.

Entrar en la prisión no era algo divertido y alegre, pero sorprendió lo bien cuidado que estaba por dentro, cuando él se esperaba lo típico de las películas: Barrotes por todas partes, y goteras incontables. El estado le dio algo de esperanza, y se atrevió a avanzar hasta la recepción para ser atendida por una yegua. No hacía falta sumar dos mas dos para saber a cual se estaban refiriendo los dos caballos de antes.

-¿Sí? ¿Querías algo? -preguntó la yegua. Lizar se ahorró despotricar por semejante pregunta estúpida y en su lugar, cogió aire y asintió con la cabeza.

-Sí, me gustaría hablar con alguien. Su nombre es Stallion. -mencionó. Pensó un poco más, y finalmente, añadió: -Stallion Eyesnes. Occidental. Alto. Er...

-Dime tu nombre, por favor. -el corte fue tan bestia que Lizar no tardó en decir nombre y apellidos, y rápidamente cayó que él, al no ser un familiar, no iba a poder verlo ni de broma. Maldita sea, ahora caía en eso. Se mantuvo, igualmente, firme, a la espera de poder hacer frente la situación y saber manejarla a su favor. -Ajá... Sí, tenías una visita concertada. ¿No has venido muy pronto? Era dentro de media hora.

¿Una visita concertada? El lagarto arqueó una ceja, mientras su cerebro intentaba procesar el momento. No, no recordaba haber llamado a nadie precisamente, y menos a la prisión. ¡Si ni siquiera se sabía el número de teléfono! No tardó mucho en caer en cuenta a lo que se estaba refiriendo de golpe.

-Ah... ¡Oh, sí! -exclamó, mientras maldecía al caballo por dentro. ¿En serio esperaba que hubiese ido a venir en ese momento? La yegua, en cambio, hizo un gesto con la cabeza para que le acompañara, con un juego de llaves a mano, y llevó hasta la primera puerta, que abrió después de colocar una contraseña e introducir una de las llaves en el cerrojo.

Tras eso, tuvo que repetir la operación otras dos veces, y a posteriori, recurrir a todo un pasillo enorme lleno de rejas y sin nadie más que ellos dos. El repicar de las herraduras de la yegua contra el suelo distraía a Lizar de sus pensamientos, mientras era conducido hacia un ascensor enorme, donde se metieron dentro, y la hembra volvía a picar otra contraseña.

-Lástima... Era un caballo muy majo. Me alegro por su hija, por eso. -dijo su compañera. Lizar arqueó la ceja y la miró de sopetón, sorprendido. ¿Acaso sabía que...? -Un consejo. La próxima vez que vengas, que sea con un acompañante, o al menos con pruebas falsas que determinen que eres un familiar suyo. De lo contrario, no podré colarte.

-Usted...

-Es mi marido.

El ascensor se abrió, y el lagarto se quedó pillado, mirando a la yegua. Esta, haciendo una señal de silencio, indicó que lo acompañara, y volvió a seguirla. Esta vez, fue a través de un pasillo enorme y en el que transcurrían otros tantos, donde se podían ver todos los subsiguientes pisos. Lizar prosiguió, intentando no mirar a los que estaban ahí encarcelados, hasta llegar a la celda que buscaba.

En su gran parte, esta era blanca, y además de un ventanal que había de fondo, y una cama, no había mucho más que hacer. El caballo permanecía sentado encima de la cama, con la espalda reposada contra la pared, y mirando hacia el foco de luz, pensativo. Al lagarto se le encogió el corazón, y solo por un segundo, se le ocurrió abrazarlo.

-Stallion... -empezó a decir. El caballo lo miró, y esbozó una leve sonrisa, haciendo una señal para que se acercara.

-Esperaba verte pronto. -contó, sentándose en el borde de la cama. -No me lo digas. Bryce ha ido ya en busca de Leon a occidente, ¿No es así?

-Veo que a pesar de estar encerrado, sigues al tanto de todo. -comentó, haciendo alusión indirectamente a la mujer de Stallion. -Pero ahora entiendo como has podido evitar este sitio todo este tiempo... Pero no vengo a por eso.

El caballo se extrañó, e incorporándose, se aproximó hacia las rejas para verlo, cruzándose de brazos.

-¿Entonces? ¿A pagar una fianza millonaria?

-No... Hay algo que no me ha quedado claro, Stallion, respecto a todo lo que me diste. Una pregunta sin contestar... Verás. Sarah nos atacó a Senko y a mí en mi casa. Parece que se dio cuenta de los secretos.

-Lo sé. Sarah se lo dijo a Leon, y así fue como me cogieron... No es tonta. Tiene ojos por todas partes, incluso aquí. -dijo.

-¿Como? -se aferró a las barras, para verlo más de cerca, y añadió: -¿Cómo es posible eso, Stallion? Vale, sí, todo lo que me diste tenía sentido, pero como te dije aquella vez, estamos hablando de una mujer que ha vivido cientos de años. Por mucho en que esté obsesionada por su hija, una mera obsesión no te da un poder ilimitado para ser inmortal.

-¿Inmortal? No... -Stallion miró un momento al lagarto, y arqueó una ceja, sorprendido. -Lizar... Sarah no es la madre.

¿Que no era la madre? Mientras el reptil intentaba asimilar esa frase, Stallion pidió a su mujer un papel y un lápiz, y rápidamente, garabateó dos símbolos en el idioma oriental, plantándoselo delante de las narices. Ambos eran idénticos entre ellos, y el lagarto no entendió a que se refería.

-Stallion... Has escrito dos veces Sarah.

-No. He escrito "Serah" una vez.

Lizar miró de nuevo los símbolos, y entonces, fue cuando la respuesta le vino a la mente y la revelación se abrió ante sus ojos. Le arrebató de golpe el papel, y observó ambos símbolos, encontrando la diferencia que decía el caballo: Eran idénticos, salvo una pequeña línea que se dirigía hacia abajo.

-Dios santo... Debo volver a casa.

Despidiéndose del caballo, la hembra acompañó al reptil hasta la salida, dando un par de excusas por el camino para eludir a los jefes, y dejándole ir. Lizar ignoró completamente el hecho de despedirse adecuadamente, con la cabeza más puesta en ir hasta casa, y se sentó en un banco para abrir la carpeta y echar un vistazo a la documentación que llevaba encima, comparando los nombres de los documentos. Transcurridas unas cuantas comprobaciones, la mano de Lizar fue rápida hasta su bolsillo, dispuesto a avisar al lobo. Ahora todo tenía sentido.

***

Desde la televisión, la situación no parecía tan grande, ni tan grave, como la que ahora podía visualizar desde ahí, cerca de la ventana. Los dragones verdes habían asediado la zona alrededor del museo de una forma insospechada, y a oscuras, a esas horas de la noche, el hecho de que hubiera pocos focos transmitía la sensación de que eran mucho más numerosos. Tal vez lo eran y por eso los ejércitos no conseguían llegar tan lejos.

-Pronto llegarán los nuestros. -dijo Uros para animarlo. -No te preocupes. No dejaré que te ocurra nada... Soy tu guardaespaldas, y Tora me mataría si después de dejarte venir hasta aquí te ocurriera algo. -sonrió. -Voy a preguntar las instrucciones que tenemos que seguir ahora.

Bryce asintió con la cabeza, y en cuanto Uros se largó, el móvil empezó a sonar en su bolsillo. Cogiéndolo, visualizó el nombre de Lizar en la pantalla, y las orejas del lobo se alzaron sorprendidas. ¿Que ocurría ahora?

-¿Lizar? -preguntó, llevándose el teléfono a la oreja. -¿Pasa algo?

"¡Bryce, me cago en la puta!" exclamó, de forma malsonante. "¡Tienes que salir de ahí, deprisa! ¡Es una trampa y de las grandes! ¡Van a mataros! ¡A los dos!"

-Lizar... ¿De que coño estás hablando?

"¡Que me equivoqué!" el sonido de la calle de fondo realizaba algunas interferencias en el sonido. "Bryce. Nunca entendimos por qué Sarah había vivido tanto porque nos confundimos. No es la madre quien te está persiguiendo. La madre lleva siglos muerta, concretamente, de un ataque al corazón, y se llamaba Serah. SE-RAH. No es la madre quien te busca. Es su hija."

-Su hija... -la revelación dio de lleno a Bryce, que era incapaz de responder a semejante explicación supuestamente lógica de su compañero. -Lizar, su hija se convirtió en Pelz.

"Exacto."

Un golpe seco hizo que Bryce desviara la atención dándose la vuelta, donde vio a Uros siendo atacado por el conductor del avión. El lobo quiso decir algo, pero sus sentidos le advirtieron que no estaba solo: A su izquierda, el alfa alzaba una enorme barra de metal que iba dirigida hacia él. El híbrido se incorporó y soltó el móvil de golpe.

-Ssssh... Alfa...

Lentamente, Bryce fue caminando hacia atrás, hasta que su espalda topó contra la pared. Justo cuando vio al alfa a punto de golpearlo con la barra, se apartó y rodó por el suelo, incorporándose a tiempo de cogerlo del brazo para frenar un segundo golpe que iba a efectuar tras girar sobre sí mismo, aunque con dificultad. La fuerza que tenía su superior le daba quinientas vueltas a la suya y no se lo ponía nada fácil. Con algo de esfuerzo, apartó la barra como pudo y metió un puñetazo en el estómago, gimiendo después del dolor que sintió en los nudillos.

En las películas era más fácil.

-¡Bryce! -Uros llevaba mejor la situación; su entrenamiento lo ayudaba a pelear y a dejar prácticamente sin posibilidades al conductor, al que pronto en una oportunidad que tuvo, cogía la cabeza y la golpeaba varias veces contra la pared para dejarlo inconsciente. -¡Los ha controlado a ambos!

-¡No me jodas! -exclamó Bryce. Atrapado en una esquina, observó como el alfa volvía a repetir la hazaña de golpearlo y sin posibilidad alguna de esquivarlo. Cerrando los ojos y preparándose para el impacto, rezó por no quedarse inconsciente. Aun tenía que rescatar a Tora.

Lo que escuchó a continuación fue una serie de rugidos y gruñidos. El lobo abrió los ojos, y observó que ambos lobos estaban ahora peleando entre ellos, tanto el alfa como el lobo que protegía a Bryce. El híbrido permaneció unos segundos observando, atónito e incapaz de pensar en el mero hecho de salir a ayudarlo. Ver a alfa morder el cuello a su compañero lo hizo reaccionar de golpe y empezar a buscar alguna herramienta para sacarlo del atolladero. ¿La barra de metal? No, demasiado cerca de ellos...

Un martillo de emergencia.

Se apresuró a romper el cristal que lo protegía y fue inmediatamente a por el alfa. Gimiendo un "Lo siento" metió un semejante golpe en la cabeza que este se quedó un segundo quieto, y luego, cayó redondo al suelo, inconsciente, a la vez que Bryce soltaba el martillo y se llevaba la mano al morro, apartándose.

-Dios santo... -exclamó, mientras veía un charco de sangre formarse alrededor del cráneo del alfa. Lo había matado... Había matado al alfa... -¿Estás bien?

-Sí... Creo que sí. -comentó Uros, mientras se miraba el hombro izquierdo. Le habían pegado un mordisco enorme, y el pelaje lo tenía ensangrentado por esa zona. -Había ido a hablar con el conductor para ver qué hacíamos, y de repente se me ha lanzado encima...

-¿Llevas guantes? -preguntó. Al ver que el lobo demostraba que así era, Bryce se acercó a la puerta de salida y la abrió, apartándose de golpe al ver una distancia enorme entre ellos y el suelo. -¡Joder! ¡Nos han dejado atorados en el aire! Mierda...

-¿Y ahora qué hacemos? -preguntó el otro. -Yo no se manejar un cacharro de estos.

-Ya somos dos -dijo el híbrido, mientras procuraba apartar el drama de haber matado a dos licántropos por el camino y serenarse. -Vale... En las películas siempre hay una escalera, ¿No? Claro, tú no has ido mucho al cine... Ok, Ayúdame, tiene que haber algo para bajar. Normalmente suele ser de cuerda: Nos servirá para bajar si aún no han sentido las ganas irremediables de pegarnos un tiro entre ceja y ceja los que están abajo esperándonos.

El híbrido empezó a rebuscar entre los diversos materiales y cajones, encontrando algunos de los cuales algunos no sabía siquiera ni para que servían. Nada suficientemente grande para almacenar una escalera hizo que el lobo soltara un suspiro y se centrara, revisando entonces el suelo. A la que se aproximó un poco a la salida, encontró en la parte inferior una caja de posible apertura. No tardó ni dos segundos en reseguir las señales hasta encontrar el panel que, al dar al botón, la caja se abrió y se desplegó, permitiendo bajar hasta la terraza de uno de los pisos.

-Vale... ¿Y ahora? -preguntó Bryce, mirándole.

-Este edificio debería estar recuperado por nuestro clan... Pero me temo que no ha llegado el aviso ni de lejos. -murmuró el otro, suspirando. -Vale, usaremos esas escaleras de emergencia exteriores y... Intentaremos buscar la forma de llegar al museo.

Bryce fue el primero en bajar, rezando porque los dragones no los vieran, Al parecer, estos ya debían de haber sido advertidos por Sarah de que se trataba de un vehículo custodiado por dos poseídos, por lo que no les atacaron en absoluto y de hecho, ni se fijaron en ellos. A la que llegó a pisar suelo, soltó un leve suspiro e hizo hueco para que Uros también se repusiera. Los dos prosiguieron por las escaleras de emergencia, procurando, con sus pisadas, hacer el menos ruido posible, hasta que llegaron a la parte inferior. Ahí, corrieron hasta colocarse detrás de un coche, y Uros echó un vistazo alrededor de forma discreta para ver como estaba el asunto.

Les habían dejado justo en la parte interior de la cerca, por lo que un cacho ya tenían avanzando, pero ahora les quedaban otros asuntos como llegar a entrar en el museo sin que fueran vistos. Entre algunos dragones verdes que caminaban de un lado a otro, y otros volando, estaba claro que lo tenían complicado. Se giró un momento, y se encaró a Bryce.

-¿Quien te había llamado? -preguntó Uros.

-Lizar... Pero nada importante. -mintió. -Todo va aun según lo pensado, así que podemos avanzar... Aunque no se si será factible. No tardarán mucho en darse cuenta que ese helicóptero de ahí lleva demasiado rato permaneciendo en el aire quieto.

-Lo sé... El asunto está complicado, pero podemos avanzar a través de las sombras. En otra situación en la que estuvieras entrenado no tendríamos problemas -paró un momento para ver la reacción de Bryce ante el comentario. -Pero como no tenemos tiempo, vas a seguir mis pasos. El objetivo: La puerta de emergencia de uno de los laterales. ¿Entendido?

Bryce asintió. Uros se colocó en posición a cuatro patas y, con leve cuidado, se desplazó de forma rápida y silenciosa de la sombra del coche en el que se encontraban al del camión. Bryce se colocó igual, pero esperó la señal del lobo para lanzarse y colocarse a su lado. Luego, tragó saliva.

La siguiente parte iba a ser más difícil. Y la siguiente, aun mas. Por cada avance que hacían Bryce iba cogiendo el truco al asunto, y mentalmente dejó el tema que le había comentado el lagarto para otro momento. Ahora estaban intentando apurar un momento de crisis, y no podían...

En uno de los desplazamientos, Bryce tropezó y cayó al suelo, generando algo de ruido. Dos dragones verdes que pasaban cerca se giraron de inmediato y los enfocaron con la linterna, dejándolos al descubierto. Antes de que Bryce tuviera siquiera tiempo de levantarse, Uros ya se había lanzado a por ellos.

-¡Corre, a la puerta! -exclamó el lobo, golpeándolos la cabeza. -¡Yo los distraigo! ¡No te pares! ¡Ve a por Leon, eres el único que lo puede detener!

El híbrido permaneció, sin embargo, quieto unos segundos, lo que no ayudó a que no vinieran aún más dragones verdes a por ellos. Cuando consiguió que su cuerpo reaccionara a sus órdenes, se dio la vuelta, y empezó a correr, notando como los otros lo seguían. Bryce intentó repetir la hazaña de antes con Shinke, y se colocó entre dos camiones para luego rodar por debajo de uno de ellos, intentando que los que volaban no lo cogieran.

Una zarpa lo cogió del hombro a la que salió por delante pero una patada fue suficiente para tumbarlo y ayudarlo a seguir corriendo. Delante de él, a unos cuantos metros, estaba la puerta, y por un momento tuvo el instinto de darse la vuelta y ver como estaba Uros, pero prosiguió corriendo. Ahora no había vuelta atrás: O paraba todo aquel desastre, o ayudar a Uros solo complicaría y ralentizaría las cosas. Si frenaba a Sarah, conseguiría ayudar a millones de personas. Si perdía y Sarah conseguía su propósito... Debía frenarla.

Abrió la puerta, la cerró detrás de él y le echó el pestillo, prosiguiendo su carrera por las escaleras. Sus oídos intentaban captar algún sonido ajeno a él, pero solo escuchaba sus pisadas, así que siguió avanzando cada vez más seguro. No sabía donde estaba Leon, pero esperaba no encontrárselo, porque su objetivo era, precisamente, Sarah, y sabía donde se escondía. Subió unos cuantos pisos a través de las enormes escaleras de la entrada, y en cuanto llegó al pasillo central, un ligero clic lo frenó de golpe.

-Un paso mas, y te vuelo los sesos.

La voz era fácil de reconocer. El lobo obedeció, permaneciendo quieto donde estaba, y viró levemente la cabeza hacia su izquierda. A unos cuantos metros, Leon se encontraba apuntando con una pistola. Llevaba, en la cabeza, unos cascos que posiblemente evitaban que le doliera el retumbar de los disparos, y una enorme cazadora roja que llegaba hasta el suelo. Su camiseta marrón estaba manchada de sangre, al igual que sus pantalones de pana y no dejaba de menear la cola de un lado a otro.

-Leon... Puedes frenar esto. -Bryce intentaba sonar convincente, pero por dentro estaba tan aterrado que no parecía estar consiguiéndolo. -Sarah no tiene porqué llegar a este extremo... Podemos arreglarlo.

-Uh, claro... Ahora repítelo, pero con un papel más creíble. -dijo. Bryce tenía, delante de él una primera sala de exposición de runas antiguas. ¿Podría saltar hasta ahí? -Si te hubieras quedado desde el principio, o te hubieras entregado a la primera, digamos que... Nada de esto habría ocurrido. -un paso más. -¿Pero sabes qué? Ya no haces falta a Sarah... Podemos avanzar sin ti, ¿Sabes? Volarte la tapa será fácil.

-¿Porqué yo, Leon? Porqué...

-... ¿No te has dado cuenta aún? -dijo, arqueando una ceja. -Bryce, tu padre era un descendiente lejano de la familia de Sarah. Necesitaba un compatible... Intentamos hacernos con él, pero digamos que el control se escapó de las manos, y tuvo que matarlo. Tu... Eras el siguiente objetivo.

-Ya... ¿Y como explicarás todo esto de los dragones?

-Cuando hayas muerto, y Tora también, recogeremos y nos iremos. Ellos ya se apañarán, pero yo ya he pagado mi parte del trato, así que... Lo que hagan después, me importa un comino. - dijo. -¿Algo más que preguntar?

-Sí... ¿Que tal ves en la oscuridad?

Bryce rodó hacia adelante, y echó a correr inmediatamente hacia la sala de exposición, arrancando con sus uñas y por el camino el cable principal de luz. Leon fue detrás de él y lo primero que hizo fue dar al interruptor, pero no funcionó como debía, dejando al descubierto un punto débil. Rugiendo, encendió una linterna, e hizo un barrido rápido a toda la sala. Luego, prosiguió a olfatear.

-Bryce... Puedo olerte, ¿Lo sabes, no? Tengo una vista humana... Y un olfato de león...

Pero no recibió respuesta alguna. Con la tensión incrementándose en su cuerpo, Leon prosiguió su avance repasando cada milímetro. A la que veía una sombra o sus oídos le advertían, se giraba en la dirección adecuada, con la frustración posterior al no encontrar a su presa cerca. No ayudaba, tampoco, que las máscaras de la exposición y las runas tuvieran caras, por lo que su instinto de depredador fallaba.

El aroma de Bryce estaba por todos lados; posiblemente había corrido en ziga-zaga durante aquel rato para despistar, complicando la situación. Con la pistola por delante, y la zarpa en el gatillo por si necesitaba realmente tirar del arma, siguió avanzando, hasta que un golpe seco por detrás inmovilizó parte de su musculatura y lo tumbó contra el suelo.

En un acto reflejo, una zarpa peluda cogió la pistola y apuntó hacia él, aprovechando la poca luz que emitía la linterna que había rodado por el suelo. El león se giró rápidamente para encararse hacia él, y poco a poco, se fue levantando, mientras Bryce continuaba apuntando a su cara, casi temblando. Se suponía que tenía que apretar el gatillo y disparar. Tensó todo el cuerpo y alzó el arma para que estuviera a la altura del león, mirándolo y tragando saliva.

-Oh, vamos, Bryce... No vas a dispararme... No puedes...

El lobo no hizo nada más que tartamudear, y tras unos segundos, se apartó, casi jadeando de los nervios, sin dejar de apuntar con la pistola al león.

-Puedo... ¡Puedo hacerlo!

Bryce apretó el gatillo, caso error. De la tensión, el retroceso de la pistola efectuó una acción tal que el cuerpo de licántropo no pudo contener, dislocando su hombro, y haciendo que este aullara de dolor al instante. Por el desvío, la bala chocó contra la pared de metal, y la bala, a la velocidad a la que iba, se desvió y volvió contra él, dando de lleno en la pierna. El lobo soltó el arma, y se llevó una mano a la cabeza, y la otra a la pierna. Algo peor había ocurrido aún: No había tenido en cuenta el sonido.

Con un solo disparo hacia Leon, Bryce había quedado prácticamente KO. El dolor venía de tres zonas distintas a la vez y era incapaz de adivinar cual era cual. Leon, que se había apartado al momento, observó como el lobo azul se retorcía de dolor. Aprovechó el instante y fue a por él con una patada en todo el estómago. El lobo aulló de dolor, y se tiró contra el suelo, intentando arrastrarse contra el suelo.

-Vaya... Ya no eres tan valiente... ¡¿Verdad?! -exclamó, dando una patada en la pierna donde se había disparado. -Míralo, el que siempre sale airoso... De cualquier problema... ¡Cabrón! -exclamó, dando otra patada. -¿Sabes porqué la ayudo? Porque hicimos daño, Bryce, mucho daño... ¡Demasiado! -soltó. -Estuvimos ahí, y nunca la ayudamos... Nunca... ¡Nunca!

Leon cogió la pistola, y pegó un tiro al aire. El sonido volvió a retumbar en el cerebro de Bryce y el lobo se llevó ambas zarpas a los oídos, incapaz de pensar. Leon, en cambio, se reía y soltaba enormes carcajadas al ver como el lobo estaba realmente muy jodido.

Bryce buscó una vía de escape. Por instinto, procurando ignorar todo el dolor, no tardó demasiado en encontrarla. Incorporándose, se apoyó sobre una repisa, intentando no usar la pierna herida, y sintió la respiración de Leon detrás de él acercándose. Observó la jarra que tenía vieja... Y pidió disculpas a los antiguos por el desastre que iba a cometer.

Rápidamente, la cogió por el asa, giró sobre sí mismo y se la estampó contra la cara a Leon. Este rugió de dolor, y Bryce echó a correr como pudo para huir de ese maldito asesino. No podía hacer demasiado: Su pierna lo frenaba, y su brazo dislocado transmitía una sensación desagradable y fría como si se lo estuvieran cortando Avanzó jadeando, mientras pensaba en que podía hacer.

Leon se levantó tras la conmoción. La cara la tenía notablemente hinchada por un lateral, y le sangraba parte del morro. El instinto, sin embargo, reclamaba más venganza que antes, por lo que se incorporó con la pistola en la mano. Se acabaron los juegos.

Siguió con el olfato el rastro de sangre del lobo, abandonando la sala de exposición, y continuó hasta un pasillo externo que lo comunicaba con otra zona. El cabrón se había movido bastante, pero también había perdido mucha sangre como para ir demasiado lejos. Además, rodeado de dragones, no es que pudiera hacer mucho.

No tardó en encontrarlo. El lobo se había apoyado en una barandilla baja, y jadeaba sujetándose tanto el brazo como la herida. El león se apoyó en la pared, cogió aire, y se desplazó de nuevo hasta él, apuntando con la pistola al lobo, que parecía estar acojonado: No realizaba ningún movimiento, solo permanecía quieto, mirándolo desafiante.

-Je... Lo siento, Bryce, pero esto ya es el fin... Ya no me sirves de nada... -comentó. -Vivo no, al menos...

-Ya... Yo no se... Pero... ¡Tú si que no me sirves vivo!

De repente Bryce hizo la zancadilla con la pierna mala, haciendo que el león, aun desorientado por el enorme golpe, se viniera hacia delante. Con la buena, hizo todo el esfuerzo que pudo y empujó su cuerpo hacia arriba, amortiguando la caída del león y alzándola para que cayera por encima de la barandilla hacia atrás. El león, sorprendido, apenas tuvo tiempo de agarrarse, y el cuerpo del mismo se precipitó al vacío.

Un golpe seco tras un par de segundos, y un montón de cristales rotos, fueron suficientes para que Bryce averiguara que, al menos, Leon no iba a moverse durante unos minutos. Sin embargo, y cansado de los chanchullos del mismo, se incorporó y se giró para asomarse por la barandilla y ver el resultado. Al fondo, dos pisos más allá, el cuerpo del león residía estampado contra el suelo, con una enorme mancha de sangre.

Se había acabado... En parte...

Bryce se deslizó lentamente hacia el suelo, y se puso a llorar. Estaba asustado, dolorido, herido, y aunque se había mentalizado que no iba a ser un viaje con billete de vuelta, no esperaba que acabara así de mal. La suerte había sonreído demasiadas veces, parecía ser, porque ahora, en su estado, quedaban pocas posibilidades de sobrevivir.

Sin Tora, no era más que un lobo híbrido débil... Débil y escuálido. Por unos segundos, se sintió tan poca cosa, que se vio incapaz de avanzar. Estaba tan dolorido, que no podía moverse mucho más, y permaneció unos minutos sin hacer otra cosa más que llorar y desestresarse de algún modo.

-Debo... Ir...

Bryce empezó a incorporarse, y con el cuerpo dolorido, comenzó a trazar camino de regreso hacia la enorme sala que contenía a Sarah. El rastro de la sangre le guiaba y le recordaba que ese era su fin, y que la muerte estaba cerca, pero al mismo tiempo sabía que si no frenaba todo el desaguisado, entonces sería el fin de todos.

Se acercó a la puerta de metal, y recuerdos florecieron en su cabeza. Recordaba cuando era el Dorei de Tora como lo trajo ahí, y le enseñó la mayor de las verdades. De eso hacía ya un año y poco más, pero por entonces, no era ni consciente de todo lo que se cocía a su alrededor. Por entonces, solo era un humano, un mayordomo que se estaba ligando a un tigre antropomórfico, y que intentaba por todos los medios ayudarlo.

La transformación, la persecución, la muerte de Laura y Damaru... Desde aquel día, todo había ido a peor. ¿Como es que nunca había caído en que Sarah era la causante de todo? Peor aún: ¿Como él mismo no se había dado cuenta de quien era realmente Sarah? Acercó la mano al botón de apertura, y dejó que la puerta se abriera y le dejara ver el interior.

Una sala enorme, altísima, y con una profundidad incalculable, se mostraba ante él. Tres pasillos llevaban a tres puertas laterales, y todas concluyen hacia el centro, donde una enorme máquina mantenía postrada a la peor de las figuras posibles. La criatura llamada Pelz, y que en su momento le provocó una sensación de malestar terrible, estaba ahí. Pero esta vez, había más.

Siguiendo unos cables, el chico pudo ver como, en el suelo, había la figura de una muchacha que reconocía perfectamente. El lobo soltó un alarido cuando veía que no se trataba de otra persona que de Marionette, pero sabía que era demasiado tarde para ella. El híbrido, arrepentido por todo lo que estaba ocurriendo, pero con fuerzas renovadas de odio, se fue moviendo hasta entrar en la sala, dejando que la puerta se cerrara tras él.

-Bien... Volvemos a vernos las caras, Sarah... O Pelz... ¿Como te gusta que te llame?

A la criatura le brillaron los ojos, demostrando que las teorías de Lizar eran todas ciertas. Y que Pelz estaba viva.

Viva y vengativa.