Crónicas de la Frontera: Capítulo XIV

Story by Rukj on SoFurry

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#16 of Crónicas de la Frontera

Bueno, después de más de tres meses (lo siento muchísimo por el retraso, de verdad u.u) actualizo la historia con el decimocuarto capítulo de Crónicas de la Frontera ^^ Siento haber tardado tanto, pero los exámenes de Selectividad y todas esas cosas se interpusieron en mi camino... perdón ^^U Aún así, pretendo terminar la historia antes de que comience el próximo curso. Es decir, durante este verano.

Y eso es todo. Espero que os guste y, como siempre, muchas gracias por leer (cuánto tiempo llevaba sin escribir esto ya xD)


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El lince se llevó una zarpa a la cicatriz en su cara, repasándola suavemente con los dedos y sintiendo un escalofrío, como cada vez que lo hacía. No podía dejar de pensar en que, si no hubiera cerrado a tiempo el ojo, en aquel momento probablemente estaría tuerto. <<O tal vez, algo mucho peor>> se dijo a sí mismo, reprimiendo un estremecimiento de horror. Sin embargo, aquello había pasado muchos días atrás, y estaba seguro de que, con el tiempo, sería capaz de olvidar aquel episodio. O, por lo menos, albergaba en su interior la esperanza de que así fuera.

Una vez hubo logrado tranquilizarse un poco, todavía con una de sus zarpas en la frente, se dio cuenta de que se encontraba completamente solo en la tienda. Extrañado, Loki buscó sus ropas al pie de la cama y comenzó a vestirse, preguntándose dónde estaría Rukj. Reprimió una sonrisa mientras se alisaba la camisa de tela, pensando en que, a pesar de su recelo inicial, había sido capaz de dormir junto al lobo negro en la misma tienda... sin que llegara a pasar algo extraño. En realidad, se había obligado a sí mismo a mantener la mirada apartada del lobo negro y a reprimir sus pensamientos al respecto mientras ambos trataban de conciliar el sueño, pero aún así era capaz de recordar que, justo antes de caer dormido, se había preguntado a sí mismo cómo sería sentir uno de los fuertes brazos del lobo en torno a su cintura, el suave movimiento de su pecho al respirar, el calor del cuerpo de Rukj junto al suyo propio... Cómo habría sido dormir junto a él, sólo por una noche, y hacer realidad su fantasía más oscura.

El lince sacudió la cabeza, algo molesto consigo mismo por dejarse llevar por aquellos pensamientos.

Jamás habría nada entre él y Rukj. Tenía que asumirlo. Los intereses del lobo negro eran distintos y, si no sentía nada hacia él, no podía cambiarlo, por más que lo intentara.

Loki no pudo evitar pensar, con cierta amargura, que por más sencillo que aquello pareciera al repetirlo en su cabeza una y otra vez, no era sencillo trasladarlo a su corazón. Dolía saberse no correspondido, dolía pensar que su fantasía, por más empeño que pusiera en ella, sería siempre eso: una fantasía. La única solución posible era olvidarlo todo, ignorar su existencia y hacer como si su atracción hacia el lobo negro jamás hubiera existido, si no quería continuar haciéndose daño a sí mismo. Pero Loki sabía que, desgraciadamente, los recuerdos que uno se esfuerza en olvidar con mayor insistencia son los que permanecen en la mente por más tiempo.

Ya vestido, salió de la tienda y recibió el gélido viento nocturno de las Tierras de las Bestias con un gemido sorprendido. No tardó en divisar a Rukj, no muy lejos de allí. El lobo permanecía de pie, contemplando el horizonte y, de vez en cuando, perdiendo su mirada en la luna plateada que pendía del cielo. Parecía absorto en su actividad, pero Loki estaba convencido de que le había oído salir de la tienda e incluso de que ya hacía tiempo que sabía que estaba despierto.

Sin decir una palabra, se acercó a él, lentamente, y se colocó a su lado, tratando de averiguar qué era lo que el lobo observaba con tanta atención.

-Tenías razón -murmuró Rukj, sin dirigirle ni una sola mirada -. Ni tú ni Raon habrías aguantado mucho tiempo viajando con esta temperatura.

El lince asintió, pensativo, pero no dijo nada.

Los dos permanecieron en un silencio tan solo roto por el suave gemido del viento nocturno al soplar y, de vez en cuando, el murmullo de la nieve al levantarse o de las tiendas de lona al ser sacudidas por alguna ráfaga de aire más fuerte.

Loki no pudo evitar pensar que era una noche preciosa. No había ni una sola nube en el cielo y las estrellas brillaban con intensidad, acompañando a la luna en el firmamento. Si hubieran emprendido el viaje en aquel preciso instante, no habrían necesitado encender una sola luz: habría bastado con el simple brillo de los astros celestes para guiarles en su viaje. Y la nieve, mientras tanto, resplandecía con un brillo plateado, mágico y místico, que parecía envolverlo todo.

-Rukj -comenzó entonces Loki, suavemente -, ¿qué te ocurre?

El lobo no respondió inmediatamente, a pesar de que el lince sabía que había escuchado su pregunta.

-Sé que te pasa algo últimamente -continuó, a pesar de todo -. Yo me di cuenta hace tiempo y Raon, si no estuviera últimamente tan pendiente de Jarek, también lo habría percibido ya. Te pasa algo, ¿verdad?

El lobo vaciló unos instantes, y cuando abrió el hocico para responder, Loki no pudo evitar que sus palabras le desconcertaran:

-Es normal que Raon esté más pendiente de Jarek ahora mismo. No sé si te has dado cuenta, pero el lazo que tu Madre Kara tejió entre los dos es mucho más estrecho de lo que ninguno de nosotros se había imaginado.

Loki parpadeó un par de veces.

-¿Quieres decir... que hay algo entre Raon y Jarek? -preguntó, titubeante.

-¿Es que no te habías dado cuenta ya? -dio por respuesta el lobo negro -. Están mucho más unidos desde nuestra pelea. No sé exactamente cuándo ha ocurrido, pero sí es cierto que ahora los dos están más apegados... de alguna forma.

-Vaya. Yo sabía que a Raon le gustaba Jarek, pero no me había dado cuenta de que ya había dado el paso de decírselo -murmuró Loki, perplejo.

Dirigió una mirada de reojo a Rukj, preguntándose interiormente qué pensaría el lobo de todo aquel asunto. Al fin y al cabo, Raon era su protegido y, si Loki no recordaba mal las palabras del Humano, Rukj jamás le había hablado de amor ni de nada parecido. Tal vez ni siquiera habría imaginado que, en algún momento, su protegido llegara a enamorarse de alguien. ¿Habría supuesto aquello una sorpresa para el lobo negro? ¿Le molestaría el hecho de que su protegido se hubiera enamorado de alguien del mismo sexo? Loki sacudió la cabeza, sin saber exactamente qué pensar.

No le preocupaba demasiado aquello, sin embargo. Rukj era una persona cabal, así que probablemente comprendería la situación. Lo haría fría y seriamente, como todo lo que hacía; pero la entendería, y eso era mejor que nada.

-¿Cuánto tiempo crees que nos llevará llegar a nuestro destino? -preguntó entonces el lince, con la garganta seca. No quería seguir pensando en aquello.

-Llegaremos a los páramos en poco más de un día... dos, sabiendo que vamos con Jarek -Loki dejó escapar una pequeña risa -. Pero no sé cuánto nos llevará encontrar esos montes de los que habla la Madre Kara. -Hizo una pausa -. Loki, ¿estás seguro de que no puedes aclarar un poco más sus palabras?

Loki ladeó la cabeza, pensativo. La luna brilló en lo más profundo de sus ojos azules.

-Hay varias cosas que se repiten respecto a anteriores cartas y escritos -comentó -. Por ejemplo, no es la primera vez que habla de la destrucción de la Red, de los Vínculos y de la Cadena. Pero esos términos ya son bastante conocidos... -dejó escapar un suspiro, frunciendo el ceño -. Lo que sí me sorprende más es la mención del Círculo.

Rukj le dirigió una breve mirada.

-¿Por qué?

-¿No te has dado cuenta? Lo más común en este tipo de simbología sería hablar de "cerrar" el Círculo. Pero no, ella dice que hay que colocarlo en su lugar. ¿A qué se refiere exactamente?

Rukj guardó silencio.

-Y luego... esa insistencia en que son los Eslabones los que deben mostrarnos la verdad... parece casi como si tuvieran que enseñarnos algo -murmuró el lince, bajando la mirada -. No sé, supongo que averiguaremos a qué se refería cuando lleguemos allí y lo encontremos.

-... si es que encontramos algo -le recordó Rukj, comenzando a caminar.

Loki le miró alejarse lentamente, sin saber exactamente qué responder, hasta que finalmente tomó aire y comenzó a seguirle, antes de asegurarle, con cierto tono recriminatorio:

-Encontraremos algo. Estoy seguro.

-¿Estás seguro? -repitió Rukj, volviendo la cabeza y dirigiéndole una breve mirada -. Me temo que con eso no basta.

-Las palabras de la Madre Kara son claras al respecto -dijo Loki, esforzándose por mantener el ritmo de paso del lobo negro -. De una forma u otra, encontraremos al Vindicador.

Rukj no le respondió. Esta vez, ni siquiera le dirigió una mirada, y continuó andando y alejándose del campamento cada vez más. Loki, comenzando a sentirse algo molesto, aceleró el paso hasta adelantarse y colocarse justo delante de él. El lobo se detuvo, dirigiéndole una larga mirada.

-¿Por qué te cuesta tanto creer en sus palabras? -le preguntó, con un hilo de voz.

Rukj tardó unos segundos en contestar.

-Me he cansado de estar esperando a que se cumplan las palabras de alguien a quien nunca llegué a conocer -dijo, finalmente -. Es más fácil creer que, hagamos lo que hagamos, seguiremos luchando durante el resto de la eternidad. O, quizás, hasta que uno de los bandos extermine totalmente al otro.

Loki le miró, con tristeza.

-¿De veras crees eso?

Rukj se encogió de hombros.

-Llevo quince años esperando, Loki. He perdido la mitad de mi vida escondido, refugiado, apartado de toda la sociedad por una antigua profecía. Estoy cansado.

-¿Cansado? -repitió Loki, en voz más baja.

-Antes -comenzó Rukj, y su voz tembló un poco -, no tenía problemas en mantener la esperanza encendida. Pero ahora, y después de lo que nos has contado esta noche, me cuesta demasiado esfuerzo...

Loki le dirigió una larga mirada, buceando en lo más hondo de aquellos ojos ambarinos que, con el paso del tiempo, había llegado a amar. Descubrió, entonces, que en su interior se alojaba una profunda tristeza, una desesperación casi más amarga que la vida que estaban viviendo, un arrepentimiento tan grande que podría haber destrozado el corazón de los hombres más valientes.

Aquellos eran los ojos de alguien que lo había dado todo a un sueño, a una esperanza, y aún no había recibido nada a cambio. Era la mirada de alguien que, a pesar de estar terriblemente cansado de esperar, no podía darle otro sentido a su vida más que seguir esperando, día tras día y noche tras noche. Eran los ojos de alguien que seguía adelante sólo porque no podía volver atrás, ni detenerse en el camino.

Siguiendo un impulso, Loki se acercó un par de pasos a Rukj y, todavía titubeando un poco, le abrazó suavemente. Fue capaz de percibir cómo el lobo negro se ponía ligeramente tenso entre sus brazos, pero finalmente este pareció relajarse. Se preguntó, interiormente, si a Rukj le preocuparía en aquel momento el hecho de que sintiera algo por él o si, simplemente, estaba demasiado desacostumbrado a un abrazo.

-Siempre hay una chispa de esperanza -le aseguró, firmemente -si crees que la hay.

El lobo negro no respondió inmediatamente. Loki esperaba que le devolviera el abrazo, pero en ningún momento sintió los brazos del lobo a su alrededor. Cuando se separó, finalmente, desvió la mirada y esbozó una sonrisa incómoda. Después de todo, tal vez fuera mejor así.

El lobo negro parecía incómodo también. Carraspeó y, como si no supiera exactamente cómo contestar, murmuró:

-Gracias, Loki...

-De nada -respondió el lince, quizás demasiado rápido.

-Deberías volver al campamento e intentar dormir un poco -le sugirió Rukj, entonces -. Yo me quedaré vigilando por aquí. No quiero que nadie nos moleste esta noche.

-¿Estás seguro? Tú también necesitas dormir, Rukj -le recordó Loki, algo preocupado.

El lobo pareció esbozar un amago de sonrisa.

-Resistiré. Venga, vuelve al campamento. Me sentiré más tranquilo si sé que por lo menos uno de nosotros está descansando como es debido. Y no creo que te hayas recuperado todavía de lo que pasó en Cellisca Nívea...

Loki se llevó instintivamente una mano a la cicatriz de su cara, pero sonrió.

-Vaya, mira quién fue a hablar. Tú no haces más que recibir golpes y aquí sigues -le recriminó, con cierto tono de burla -. Está bien. Nos vemos mañana, Rukj.

-Buenas noches -se despidió el lobo, mientras se giraba otra vez hacia el exterior y continuaba observando la luna, pensativo.

Loki le miró durante unos segundos, antes de regresar al campamento, todavía algo preocupado. Después de todo, no se había equivocado en lo más mínimo cuando, en el campamento, se había atrevido a pensar que era el lobo negro el que más había sufrido por la profecía de la Madre Kara...

Los páramos de las Tierras de las Bestias eran un desierto gélido e inhóspito.

Hasta donde alcanzaba la vista no se divisaba ningún signo de vida, ni siquiera la presencia de Bestias menores o de cualquier tipo de vegetación, aunque ésta, por lo general, ya era considerablemente escasa en las Tierras de las Bestias. Tampoco había ningún poblado cercano en días de viaje, pues las escarpadas laderas, los numerosos lagos congelados y los engañosos cúmulos de nieve, que podían esconder bajo su blanco manto simas traicioneras y cualquier otro tipo de peligros, no hacían de aquel lugar un buen sitio para vivir. Las tormentas y ventiscas eran violentas y, por lo general, no cesaban más que unos pocos días de cada mes. Los viajeros más experimentados aseguraban que era un lugar al que sólo se podía ir cuando se quería hacer una cosa: morir.

Eso era lo que se contaba acerca de los páramos y lo cierto era que en ciertos puntos la historia había sido reelaborada y adornada por la imaginación de los informadores. Pero, aún así, había algo que no se alejaba de la realidad en absoluto: aquél no era un buen lugar para vivir. Ni siquiera para viajar.

Raon jamás había escuchado ninguna historia acerca de los páramos, ni sabía lo que se contaba acerca de ellos. Sin embargo, no le hizo ninguna falta ser informado al respecto para averiguarlo por sí mismo.

El frío helador atravesaba sus ropas de pieles blancas, mordía su piel y calaba en sus huesos, haciéndole temblar de frío sin tregua. En más de una ocasión temió haber perdido algún otro dedo, además de aquél que el mercenario le había arrancado de un mordisco, porque era incapaz de sentirlos. Cuando esto ocurría, buscaba a Jarek con la mirada y, asustado, hundía las manos en su denso pelaje cobrizo, refugiándose en el calor de su cuerpo hasta que, tras unos angustiosos minutos que siempre se le hacían eternos, volvía a recuperar la sensibilidad en los dedos y comprobaba que no los había perdido. Por lo general, ya no volvía a separarse de él hasta que llegaba la noche y establecían su campamento.

Loki también sufría el ataque del frío pero, a diferencia de Raon, no tenía nadie en quien refugiarse. Sin embargo, por suerte para él, era un lince y sí que disponía de una mínima capa de pelaje con la que conseguía almacenar algo de calor. Aún así, no tenía tanta ropa como Raon y, además, no estaba tan acostumbrado al frío de las Tierras de las Bestias como el joven Humano. Terminó quedándose rezagado en varias ocasiones, debido a que los calambres que sentía por todo su cuerpo le impedían avanzar tan rápido como el resto.

Rukj avanzaba delante, seguro y decidido. Era perfectamente consciente de que aquel era un viaje complicado; lo había sabido desde el principio, y por eso no podía evitar dirigir una mirada de preocupación hacia atrás de vez en cuando. Cuando lo hacía, descubría a Raon y Jarek abrazados, avanzando juntos y compartiendo su calor para no morir congelados; mientras tanto, Loki, algo más atrás, le dirigía una mirada que mezclaba la desesperación con la impaciencia, como si no pudiera contener las ganas de preguntarle cuánto quedaba hasta que llegaran a su destino pero ya no le quedara voz para hablar.

Durante los primeros días, el lobo negro quiso creer, esperanzado, que en algún momento Loki se daría cuenta de que aquel viaje terminaría matándolos y que era mejor volver atrás a tiempo, antes de que se hubieran adentrado demasiado en los páramos y alguno de ellos terminara mal. Sin embargo, el lince apenas abrió el hocico en todo el trayecto y habló sólo lo necesario. Parecía casi como si el frío que les rodeaba se hubiera convertido en un silencio denso e impenetrable, que les envolvía a todos como si se tratara de la ventisca más cruel de los páramos. Rukj no estaba seguro de que fueran a aguantar mucho más y, al principio, permaneció atento por si Loki, Raon o Jarek decidían volver atrás. Pero ese cambio no se produjo en ninguno de los tres.

Era evidente que Loki se había embarcado en aquel viaje con una determinación de acero y que, pasara lo que pasara, no pensaba dar media vuelta. Su misión era en aquel momento lo que le impulsaba a seguir adelante, ignorando el cansancio, el frío y el silencio, tratando de dar lo mejor de sí a pesar de las circunstancias. Rukj empezaba a temer que esa misma determinación por seguir adelante sería la que les mataría a todos.

Sin embargo, un día, cuando la noche estaba a punto de caer y ya estaban buscando un sitio en el que establecer su campamento, Rukj divisó algo a lo lejos y no pudo evitar detenerse, tratando de aguzar la vista para distinguirlo a través de la cortina de fina nieve que, desde hacía unos días, caía interminablemente sobre ellos y se acumulaba en su pelaje. Los otros tres no tardaron en llegar a su posición y se detuvieron junto a él, jadeantes.

-¿Qué... ocurre? -preguntó Loki, sin aliento. Estaba claro que el viaje de aquel día le estaba pasando factura, como el de tantos otros.

-Allí, a lo lejos -respondió Rukj, señalando con la barbilla -. ¿No veis eso?

Los otros tardaron unos instantes en responder, sin saber a qué se refería. Sólo Raon, que a pesar de ser un Humano era el que mejor vista tenía después del lobo negro, comprendió qué era lo que había visto. A no demasiada distancia, tal vez a un par de horas de viaje, se alzaba algo que desde lejos parecía ser una cadena montañosa, la primera alteración en el siempre inalterable horizonte de los páramos que habían tenido oportunidad de ver desde que se habían alternado en ellos.

Forzando la vista a través de la cortina de nieve, Raon se dio cuenta de que presentaban una forma un tanto peculiar.

-Hay algo allí... -informó al resto, sorprendido -. A lo lejos.

-Son montañas -aclaró Rukj, dirigiendo una rápida mirada al Humano -. Muy escarpadas, diría yo. Quizás demasiado para intentar escalarlas.

-"El Vindicador espera a los Eslabones al pie de las montañas que se abren como puñales en lo más profundo de los páramos de nuestro Mundo." -recitó Loki, con un hilo de voz.

Todos intercambiaron una larga mirada.

-Ése es el lugar -comprendió Jarek -. Tenemos que llegar hasta allí.

Loki asintió lentamente. Raon, que ya caminaba con las manos hundidas en el pelaje de Jarek para conservar el calor, dirigió una mirada interrogante a Rukj. El lobo negro estaba observando el cielo en aquel preciso momento, con expresión calculadora y el ceño fruncido.

-Si nos movemos rápido llegaremos allí en tres horas. Anochecerá en poco más de dos... -murmuró, para sus adentros. A continuación, dirigió una breve mirada a todos los presentes; sus ojos se pararon unos segundos más en Loki, pero terminó por sacudir la cabeza -. Tendremos que hacer un esfuerzo de más si queremos llegar a tiempo.

Raon y Jarek asintieron casi al unísono, como si ambos hubieran pensado lo mismo en el mismo instante. Loki, sin embargo, tardó más en contestar y el lobo le dirigió una larga mirada.

-Está bien -musitó, finalmente, con un ardiente brillo de determinación en sus pupilas.

Fue mucho más duro de lo que ninguno de ellos había esperado. Si las dos primeras horas de viaje ya resultaron duras de por sí debido al clima, cada vez más inhóspito y cruel, al caer la noche la temperatura disminuyó en picado y el frío se abalanzó sobre ellos, buscando el escaso calor que aún guardaban sus cuerpos para apoderarse de él y hacerlo desaparecer de una vez por todas con sus dolorosas garras.

Loki avanzaba como en un sueño, sin ser consciente de lo que hacía. Colocaba una zarpa delante de otra mecánicamente y seguía adelante sin pararse a pensarlo, como en una especie de trance. Sentía el frío pesando sobre sus hombros, mordiendo su pelaje, piel y huesos, y esperando al momento oportuno para apagar definitivamente la chispa que le unía a la vida. De algún modo aquello le recordaba al terrible veneno que, no tanto tiempo atrás, Ronod le había hecho ingerir. Sólo que, aquella vez, la voz de Rukj no estaba allí para guiarle a través del frío y era él mismo el que tenía que avanzar por su cuenta. Completamente solo.

Por suerte para él, alcanzaron la boca de una pequeña cueva cuando el último rayo de sol ya se perdía por el horizonte y la ventisca comenzaba a arreciar con una nueva y peligrosa fuerza. El lince habría llorado de felicidad, de no ser porque las lágrimas se habían congelado en el interior de sus ojos y porque, nada más poner un pie en la cueva, se dejó caer contra el suelo y se sumió en una profunda inconsciencia.

Despertó varias horas después, con la inquietante sensación de que aún seguía luchando con la tempestad, en los páramos, y de que aún no había alcanzado aquel refugio bajo las montañas. Cuando abrió los ojos, lo primero en lo que recayó su mirada fue en el rostro que tenía enfrente, el cual pudo identificar, tras unos segundos, como el de Raon. El Humano le observaba detenidamente, como si temiera que en cualquier momento fuera a desmayarse de nuevo o estuviera preocupado ante la posibilidad de que el lince hubiera sufrido algún daño.

Loki mantuvo su mirada durante unos segundos que se hicieron eternos hasta que, finalmente, preguntó con un hilo de voz:

-¿Qué... qué ha pasado?

Raon dejó escapar un leve suspiro de alivio al escuchar estas palabras, como si hubiera temido que el lince hubiese perdido la capacidad de hablar.

-Te desmayaste nada más llegar a la cueva -le informó, mientras se acercaba un poco para observarle más detenidamente, entrecerrando los ojos -. Pero parece que ya estás bien. ¿Te duele la cabeza o algo?

El lince se llevó una zarpa a la sien y la deslizó hasta la marca de su cicatriz, pensativo, mientras cerraba los ojos.

-Un poco -admitió, suavemente -. Pero se me pasará -hizo una pausa -. ¿Dónde estamos exactamente?

Raon echó una nerviosa mirada a su alrededor.

-No lo sabemos -explicó, en un susurro -. Rukj y Jarek se han adelantado para investigar un poco, pero... ya hace demasiado tiempo desde que se fueron -se mordió el labio, con expresión preocupada.

-¿Crees que ha podido sucederles algo?

-Espero que no -murmuró Raon, apartándose ligeramente y sentándose al lado del lince, mientras desviaba la mirada, consternado.

Loki percibió su preocupación y trató de incorporarse, con esfuerzo. No fue fácil, pues, a pesar de que Raon le había colocado sobre una de las mantas que habían llevado al viaje y le había cubierto con otra, notaba todos y cada uno de los músculos de su cuerpo agarrotados por el frío, pero finalmente fue capaz de hacerlo.

-Rukj se encargará de que no le pase nada malo, no te preocupes -trató de tranquilizarle, aunque no estaba muy convencido.

-No sabemos qué puede haber ahí dentro. Nadie ha estado nunca en los Páramos -le recordó el Humano, levantando la mirada -. Y ni siquiera Rukj es indestructible.

-Lo sé... -respondió Loki, dejando escapar un suspiro.

Ninguno de los dos dijo una sola palabra durante unos minutos. Se dedicaron a permanecer en silencio, vagando en sus pensamientos, mientras, en el exterior, la ventisca continuaba azotando los Páramos y llenaba con su música gélida e invernal cada una de las oquedades de la caverna. El frío apenas entraba en la cueva, pero el viento se deslizaba fugazmente por su interior, y Loki se estremeció al notar un soplo de aire helado revolviendo su pelaje. En silencio, se abrigó un poco más con la manta.

No podía dejar de pensar en que estaban en el lugar al que la Madre Kara les había indicado que fueran y que, sin embargo, no habían conseguido absolutamente nada de momento. ¿Qué tendrían que hacer una vez ahí? Interiormente, se dispuso a recitar de nuevo las palabras de la extraña profecía de la druidesa, tratando una vez más de encontrar algún significado oculto en ellas:

"El Vindicador será el que abra la cicatriz, y los Eslabones de la Cadena serán los encargados de sanarla. Sin la acción de cualquiera de ellos, la desintegración de la Red sería inminente y, como una mosca forcejeando en una densa telaraña, nos envolveríamos a nosotros mismos en el desastre que hemos creado.

No debemos desesperar, puesto que la llegada de los Eslabones no está lejos. El séptimo descendiente del Vindicador, un Humano criado entre Bestias, y una Bestia criada entre Humanos serán quienes, por medio de sus decisiones y cometidos salven lo que queda por salvar de nuestro Mundo.

Ambos conectarán de nuevo la Red colocando en su lugar el Círculo y mostrándonos la verdad a todos nosotros con recuerdos e imágenes vivas, nos ayudarán a comprender de una vez por todas nuestro gris pasado, el origen de todas las cosas. Ellos proyectarán la verdad sobre nuestras mentes.

Sólo así volveremos a ser quienes fuimos. Sólo así se salvará la Red.

El Vindicador espera a los Eslabones al pie de las montañas que se abren como puñales en lo más profundo de los páramos de nuestro Mundo. Él será la luz que les guiará en su camino. Sin él, nuestro futuro es negro y nuestras vidas, inocuas.

Si los Eslabones no logran encontrarle, no habrá esperanza para el Mundo."

Loki echó un rápido vistazo a su alrededor, tratando de analizar por primera vez el lugar en el que se encontraban.

El interior de la caverna tenía un relieve bastante particular, en el que hasta aquel momento apenas se había fijado. El techo de la caverna se perdía en la oscuridad, y sólo la luz del exterior iluminaba tenuemente la estancia, proyectando sombras sobre todos sus rincones. La cueva estaba plagada de estalactitas y estalagmitas afiladas como cuchillas que le otorgaban cierto aspecto intimidante. Algunas de estas agujas de roca se juntaban en algún punto entre el techo y el suelo de la caverna, mientras que otras terminaban en un extremo puntiagudo que no transmitía la más mínima confianza. <<Será mejor que no me resbale o lo pagaré caro>> pensó Loki, estremeciéndose ante la posibilidad de terminar ensartado en alguna de aquellas rocas.

Aquello coincidía con la descripción que Kara había hecho de las montañas a las que tenían que dirigirse. Loki no recordaba muy bien el aspecto que tenían desde el exterior de la caverna, pero habría jurado que eran igual de alargadas e imponentes, o incluso más que las estalactitas de su interior. Probablemente hubieran llegado al sitio al que se suponía que tenían que llegar, pero ahora... ¿qué debían hacer?

Según las palabras de la Madre Kara, el Vindicador tendría que haber estado esperándoles allí, al pie de las montañas. <<Tal vez esté en el interior de la caverna>> pensó el lince, dirigiendo una rápida mirada al irregular sendero, plagado de agujas de roca, que se abría en la parte posterior de la cueva. ¿Tal vez fuera aquella la razón por la que Rukj y Jarek estaban tardando tanto en volver?

¿Y a qué se refería la Madre Kara cuando hablaba de "colocar en su lugar el Círculo"? Ya se lo había planteado a Rukj, pero simplemente no podía dejar de pensar en ello. Loki jamás había oído hablar del "Círculo" como un símbolo dentro de la Orden de los Cachorros de Kara. En todo caso, la expresión "cerrar el Círculo" podía considerarse como poner fin a un ciclo, pero nunca había oído nada semejante a "colocar un Círculo en su lugar".

Aún pensativo, sacudió la cabeza. Estaba claro que no conseguiría nada tratando de buscar un sentido a aquella profecía. Tendría que esperar a que se cumpliera para entender a qué se refería. <<Pero entonces... >> se preguntó a sí mismo, confuso <<... ¿de qué sirve exactamente la profecía?>>

Un respingo nervioso de Raon le sacó de sus pensamientos.

-Ya vuelven -dijo el Humano, levantándose de su lado y apresurándose a reunirse con los pasos que se oían, procedentes del interior de la cueva.

Tras unos instantes, Loki reaccionó también y se incorporó. Al principio, el suelo pareció tambalearse bajo sus pies, pero finalmente se acostumbró a la sensación y avanzó tras Raon, procurando no perderle de vista.

No tardaron en encontrarse cara a cara con Rukj y Jarek, que volvían desde las profundidades de la caverna y se estaban acercando a ellos. El lobo negro avanzaba en primer lugar, sorteando las estalactitas y estalagmitas de la cueva con la agilidad que le caracterizaba, mientras que Jarek, algo más rezagado, le seguía con cierta excitación. Sus orejas temblaban ligeramente y su cola no dejaba de moverse de un lado a otro, como si estuviera realmente entusiasmado.

-¿Estáis bien? -les preguntó Raon nada más verles, incapaz de distinguir sus expresiones en mitad de la penumbra de la caverna.

-Sí -respondió Rukj, deteniéndose a apenas unos centímetros de ellos y dirigiendo una rápida mirada por encima de su hombro, no sólo hacia Jarek, sino también hacia el camino que habían dejado hacia atrás, como si algo atrajera su atención irresistiblemente -. Pero tenéis que venir con nosotros. Hay algo...

-...¡es impresionante! -le interrumpió entonces Jarek, abalanzándose sobre Raon y tomándole de una mano para después tirar de él hacia el interior de la cueva -. ¡No os lo vais a creer, tenéis que verlo!

-¿Qué ocurre? -preguntó Loki, sin comprender, mientras dirigía una mirada confusa a Rukj -. ¿Es que habéis encontrado al Vindicador Aron? -se atrevió a suponer, esperanzado.

Pero Rukj negó con la cabeza.

-Se trata de algo distinto -respondió, dirigiendo una breve mirada a Jarek, que ya arrastraba tras de sí a Raon hacia las profundidades de la misteriosa caverna. Loki percibió un cierto destello de emoción en su mirada -. Pero el lobezno tiene razón. Debéis verlo con vuestros propios ojos.

Al principio, Raon siguió los pasos de los dos lobos sin preguntarse hacia dónde le conducían, pero no pudo evitar que cientos de interrogantes acudieran a su cabeza en cuanto se percató de un pequeño detalle que antes había pasado por alto.

-¿No necesitaremos antorchas? -preguntó, reparando en que la iluminación de la cueva se iba haciendo más y más escasa conforme avanzaban más y más hacia las profundidades de la cueva.

-No, no las necesitaremos -respondió Jarek, girándose sin aminorar el paso y dedicándole una sonrisa misteriosa.

Raon ladeó la cabeza, confuso, pero no hizo más preguntas.

Continuaron avanzando en silencio, mientras el eco de sus pasos rebotaba de pared en pared, perdiéndose en una oscuridad que, a cada segundo que pasaba, se iba haciendo más y más densa.

Sin embargo, Raon no tardó en averiguar el motivo por el que tanto Jarek como Rukj habían dejado las antorchas detrás. No muy lejos del lugar en el que había permanecido durante horas junto a Loki, comenzaba a adivinarse cierta luminosidad. En un principio, el Humano se planteó que la cueva atravesara toda la cordillera y llevase directamente al otro lado, pero después descartó aquella opción.

Había algo extraño en aquella luz, algo que Raon no habría acertado a describir, pero que era evidente para cualquiera que se fijase un poco en aquellos detalles. Era una luz fría, eléctrica, vibrante: casi parecía como si fuera... <<Artificial>> completó Raon, sorprendido, aunque inmediatamente se dijo a sí mismo que aquello era imposible. La única luz que él conocía provenía del sol, del fuego, de la luna y de las estrellas.

Raon dirigió una mirada interrogante a Jarek, sin entender absolutamente nada, pero el lobo de pelaje cobrizo se encogió de hombros y continuó adelante, aún llevándole de la mano y sonriendo ampliamente mientras caminaba con cuidado de no chocar con todas las estalagmitas y estalactitas que poblaban el suelo, el techo y las paredes de la cueva.

-¿Adónde nos lleváis? -preguntó Loki, que caminaba tras Raon, con un leve temblor en la voz.

-Ahora lo veréis -respondió Rukj, suavemente. Al parecer, compartía con Jarek el afán por guardar todo aquello en el más absoluto secreto.

No mucho después, las paredes de la caverna se abrieron y aquella extraña luz tan antinatural se hizo mucho más intensa. Raon entrecerró los ojos por el cambio de iluminación, algo molesto, mientras que, a sus espaldas, Loki dejó escapar una exclamación de sorpresa.

-Es... impresionante... -le escuchó decir, estupefacto.

Y, en cuanto sus ojos se adaptaron a la luz, tuvo que darle la razón.

La cueva les había conducido hasta una sala enorme, sumergida en el interior de la montaña e iluminada por unas extrañas barras brillantes que pendían del techo y que hacían daño a los ojos si se las miraba directamente. No obstante, aquello no era lo más asombroso de todo el escenario.

La sala entera estaba plagada de ciertos de artilugios que Raon no había visto en su vida: enormes estructuras de metal cuyo uso le era desconocido, grandes cajas de superficies negras y grises y cajas enteras llenas de pequeños dispositivos rectangulares, circulares y cilíndricos. Intuía que él no era el único que no sabía qué eran aquellas cosas sino que, por el contrario, ni siquiera Loki sabía a qué se enfrentaban.

-¿Qué... qué es este sitio? -preguntó, con un hilo de voz.

-Al principio yo también me hice la misma pregunta -comenzó Rukj, paseando la mirada por las decenas de hileras en las que se disponían aquellos extraños artefactos -. Y lo cierto es que no estoy del todo seguro de haber dado con la respuesta correcta. Pero una vez me contaron, hace ya mucho tiempo, una historia que podría tener algo que ver con esto.

-¿Una historia? -repitió Raon, sin contenerse.

-Acerca de nuestros orígenes -respondió Rukj, asintiendo -. Se cuenta que, en el pasado, mucho antes de que existieran Humanos y Bestias, existió otra civilización que era mucho más avanzada que la nuestra... en todos los sentidos posibles. Convivían en armonía entre sí, dedicaban todo su tiempo al ocio mientras sus creaciones lo hacían todo por ellos... Se cuenta, incluso, que eran capaces de predecir el futuro y de alterar su propio mundo.

-He oído esas historias -comentó Loki, en voz baja.

-Déjame adivinar, ¿tiene algo que ver con la Orden de los Cachorros de Kara también? -preguntó Jarek, esbozando una sonrisa socarrona.

-No... de hecho, la Orden de los Cachorros de Kara jamás le ha prestado demasiada atención a esos mitos. Nuestro deber primordial es restaurar la Red, no indagar en el pasado anterior a nuestras razas -respondió el lince, sacudiendo la cabeza -. Pero mis padres eran comerciantes y, si viajas tanto y recorres tantas ciudades, acabas oyendo las historias más variopintas de labios de los personajes más extraños. Y recuerdo que cierta vez, tras establecernos en una pequeña aldea de liebres, coincidimos en la plaza con un bardo que hablaba de este tema varias veces al día.

-¿Y qué contaba, exactamente? -preguntó Raon, girándose hacia el lince.

-No mucho más, en realidad -contestó Loki, encogiéndose de hombros -. Sólo que, a pesar de lo perfecta que parecía su civilización, terminaron extinguiéndose -hizo una pausa -. Pero nunca había escuchado que se conservaran vestigios de lo que fueron algún día, y menos en lo más profundo de los Páramos.

-No creo que sea una coincidencia -comentó Rukj, frunciendo el ceño -. Tu Madre Kara nos ha traído aquí. Deberíamos... investigar esto. Pero Jarek -advirtió, en cuanto percibió cómo la mirada del lobo de pelaje cobrizo se iluminaba -, pase lo que pase, no toques nada.

Dicho esto, los cuatro se dispersaron por la sala y comenzaron recorrer, sin rumbo fijo, las filas de extraños artilugios que, sin ninguna clase de orden, se amontonaban en todos los rincones de aquella caverna secreta.

Loki avanzaba a través de una fila de enormes cajas grises, de un material que él desconocía, y que presentaban un curioso cuadrado de cristal o vidrio, de un color algo más oscuro, en su parte delantera. Las analizó durante unos segundos, pero finalmente llegó a la conclusión de que todas ellas seguían el mismo patrón, a pesar de presentar diferentes tamaños y tonalidades, y estar hechas en ocasiones de diferentes materiales. También descubrió que algunas presentaban más grosor que otras; mientras que las había con tan sólo un par de centímetros, otras prácticamente medían lo mismo de largo que de ancho, o incluso más. <<Me pregunto para qué servirán estas cajas>> se dijo a sí mismo, pensativo, mientras con precaución acariciaba la superficie cristalina de uno de aquellos cuadrados tan curiosos <<, y qué estarán destinadas a guardar>>.

Las extrañas luces del techo también le generaban un millón de preguntas. ¿Cómo funcionaban? ¿Qué clase de luz generaban? ¿Obtendrían aquella luz del sol o de la luna? ¿Cuánto tiempo llevaban alumbrando aquella caverna sin que nadie lo supiera? Por desgracia para él, no había nadie que pudiera solucionar aquellas preguntas y, además, las luces quedaban demasiado altas como para investigarlas.

Volvió de nuevo su vista a las cajas negras. Por unos instantes, sintió la tentación de intentar abrir una para averiguar qué era lo que contenían, si contenían algo, y cuál era el mecanismo que seguían, puesto que él era incapaz de encontrar una sola fisura por la cual abrirlas fácilmente. Finalmente, desistió; no quería correr riesgos y, al fin y al cabo, no sabían qué podía suceder si tocaba algo que no debía.

-La civilización antigua debía de tener un asombroso poder productivo, si todo esto que vemos aquí es sólo un vestigio de lo que alguna vez fue.

Loki se sobresaltó al escuchar la voz de Rukj a sus espaldas y se giró, sin entender muy bien a qué se refería el lobo negro. Sin embargo, no tuvo más que echar una nueva mirada a su alrededor para comprender sus palabras.

Aquello era, en teoría, tan sólo un almacén. Un residuo de lo que algún día había supuesto aquella civilización perdida. Y, sin embargo, aquella sala estaba completamente llena de todos sus artilugios, que cubrían las paredes y prácticamente todo el suelo. Loki calculó que, si todas aquellas cajas hubieran estado llenas de comida, su contenido habría servido para alimentar a todas las aldeas y ciudades de Bestias que conocía durante aproximadamente una semana. Rukj tenía razón: la antigua civilización no había tenido, desde luego, reparos a la hora de producir aquellos artilugios. Sobre todo, sabiendo que lo que veían no era más que una sombra, un fantasma, un recuerdo de lo que alguna vez había sido.

-Me pregunto cuál será su función -murmuró, dándose de nuevo la vuelta y limpiando de polvo con un dedo la superficie de una de las cajas negras -. Para qué fueron creadas. Qué contenían.

-Se cuentan muchas historias acerca de lo que la antigua civilización podía hacer -murmuró Rukj, desviando la mirada -. Pero es probable que nunca lleguemos a conocer la verdad.

-Puede que la Madre Kara sí lo supiera -aventuró Loki, ladeando la cabeza -. Se cuenta que ella estaba allí cuando las Bestias y los Humanos comenzaron a pelearse.

-Eso es imposible -negó Rukj, dejando escapar un suspiro -. Piensa en esto... siete generaciones han pasado ya desde que el Vindicador Aron intentó detener la guerra entre Bestias y Humanos. Y, cuando él nació, el conflicto ya llevaba siglos en movimiento. ¿De verdad crees que tu Madre Kara ha podido sobrevivir a tanto?

-Murió en los tiempos del Vindicador Aron, pero desconocemos cuándo nació -le informó Loki, desviando la mirada -. No sé... sólo pensé que podría ser así.

Rukj no dijo nada, pero sacudió la cabeza.

En ese momento, un estrepitoso ruido se oyó desde uno de los rincones de la sala, que consiguió que a Loki se le erizara el pelaje y que Rukj prácticamente diera un brinco en el sitio. Los dos dirigieron la mirada al lugar de donde provenía el ruido, con el corazón en un puño, y aún alcanzaron a distinguir algunos de aquellos extraños artilugios pequeños y rectangulares que antes habían visto en la entrada de la caverna cayéndose de una estantería.

-¡Jarek! -escucharon entonces gritar a Raon, no muy lejos de allí.

Loki y Rukj intercambiaron una mirada antes de apresurarse en acercarse para ver si había sucedido algo que pudieran lamentar. Sin embargo, una vez hubieron llegado al lugar en el que el lobo de pelaje cobrizo gemía de dolor bajo un manto de rectángulos negros, comprobaron que el accidente no había desencadenado ninguna otra desgracia.

-¿Estás bien? -preguntó Raon, acercándose con cuidado, dirigiendo una nerviosa mirada a los pequeños aparatos de color negro, como si temiera que fueran a atacarle o algo.

-¿Estás loco? -preguntó a su vez Rukj, dejando escapar un grave gruñido -. Te dije que no tocaras nada. No sabemos qué puede pasar si...

-Lo sé, lo sé... -se disculpó Jarek, todavía aturdido por la caída -. Gracias... por preocuparte por mí, Raon.

El Humano dudó unos instantes antes de avanzar hacia el lobo de pelaje cobrizo, abriéndose paso entre aquellos extraños objetos que cubrían el suelo mientras, con cuidado de no pisar ninguno, le tendía una mano para ayudarle a levantarse. Jarek, aturdido, aún tardó unos segundos en quitarse aquellas cosas de encima, y una vez lo hubo hecho, alargó la zarpa para tomar la mano de Raon.

En cuanto sus dedos se rozaron, ambos volvieron a sentir de nuevo aquella extraña conexión que existía entre los dos y que, como un calambre, les recorría de pies a cabeza cada vez que se tocaban. El lobo levantó la mirada y clavó sus ojos en los de Raon, que no pudo evitar ruborizarse un poco ante las extrañas sensaciones que se desarrollaban en su interior cada vez que ambos compartían momentos así. Nada de esto pasó desapercibido para Loki y Rukj, que cruzaron una mirada de entendimiento.

Raon hizo fuerza para tirar de Jarek, pero el lobo reaccionó mal y, antes de levantarse, volvió a tropezar con uno de aquellos artilugios rectangulares, cayendo de nuevo al suelo y arrastrando consigo a Raon, que chocó contra una de aquellas enormes cajas negras que Loki había estado analizando segundos antes, presionando un pequeño interruptor con su espalda.

Ninguno de los dos tuvo tiempo de reponerse de la caída antes de que un extraño zumbido comenzara a escucharse por toda la sala, amplificado por el eco que se producía en la caverna.

-¡Cuidado! -exclamó Rukj, apresurándose en abrirse paso a través de aquella marea de rectángulos negros antes de coger a Raon y Jarek por las muñecas y apartarlos de la caja negra.

Los cuatro contuvieron el aliento mientras se alejaban algunos pasos, con precaución. Aquel extraño zumbido que parecía eléctrico comenzó a bajar de intensidad mientras retrocedían, aunque su eco continuó resonando en cada lugar de la caverna mientras, poco a poco, algo extraño comenzaba a suceder.

El cuadrado de cristal de la parte frontal de la caja negra, aquel que presentaba una tonalidad más oscura, comenzó a iluminarse. Jarek dejó escapar un jadeo de asombro, y Rukj retrocedió un paso más, colocando los brazos ante los otros tres como si pretendiera defenderlos de cualquier peligro que representara aquella nueva amenaza surgida directamente de las nieblas del pasado.

El cuadrado continuó iluminándose y el zumbido fue haciéndose cada vez más inaudible hasta que, poco a poco, un murmullo empezó a escucharse en la sala. Loki sintió un escalofrío y dirigió una mirada de reojo a Rukj, que había fruncido el ceño y, con los músculos en tensión, permanecía atento a aquel extraño artilugio, como si temiera que en cualquier momento fuera a atacarles. No obstante, durante los siguientes segundos, el murmullo se fue haciendo cada vez más y más intenso, hasta que los cuatro fueron capaces de distinguir algo que, hasta aquel momento, no se habían imaginado. Eran palabras.

Y no sólo eso.

Conforme los diálogos que almacenaba aquella caja negra se empezaban a hacer más y más reconocibles, el extraño cuadrado negro empezó a iluminarse más y más y a cambiar de color hasta que, poco a poco, empezó a formar una imagen en movimiento sobre su superficie. Loki tuvo que mirar de nuevo, y frotarse los ojos, antes de atreverse a creer lo que estaba viendo.

-No... es... posible -murmuró Jarek, atónito.

Rukj dejó escapar un suave gruñido, bajando un poco los brazos y observando aún la caja negra con algo de recelo, aunque sin poder disimular su admiración.

En aquel momento, en el cuadrado de cristal de la caja negra se podía ver una curiosa escena. Como si alguien los estuviera reflejando sobre su superficie, los cuatro eran capaces de ver imágenes que nunca antes hubieran creído posibles, lo que, unido a la simple experiencia de estar viendo aquello, era impresionante.

La caja negra les mostraba edificios que parecían rozar el cielo, y enormes monstruos de metal que se desplazaban sobre la superficie de la tierra y a través de caminos grises y negros, deslizándose velozmente, como si no estuvieran sujetos a las leyes de aquel mundo, dejando tras de sí una estela de polvo y humo.

También veían Humanos, pero había algo que les diferenciaba claramente de la gente de aquella época. Vestían ropas extrañas, hablaban en lenguas extrañas, se comportaban de manera extraña y se movían con una rapidez asombrosa de un lado a otro, como si siempre, hiciesen lo que hiciesen, llegaran tarde a algún sitio.

-¿Qué... qué está pasando? -preguntó Raon, algo asustado.

-Es la caja -murmuró Jarek, con un hilo de voz -. La antigua civilización no se conformó con dejarnos todo esto a modo de recuerdo... también han encogido parte de su mundo y lo han almacenado ahí.

-No -le corrigió Loki, siguiendo una corazonada -. No es parte de su mundo. De hecho, eso que estamos viendo ni siquiera existe.

Jarek le dirigió una mirada interrogante.

-Son imágenes -continuó el lince, cada vez más asombrado -. Estas cajas... almacenan imágenes.

Los cuatro volvieron a girarse hacia la caja, cuya imagen en ese momento seguía mostrando imágenes de aquella antigua civilización que, siglos antes, había poblado su Mundo, y que, probablemente, había caminado por aquella misma caverna, dejando en su lugar todos aquellos artilugios.

Raon, mientras tanto, contenía el aliento. Los seres que aparecían en las imágenes que les transmitía aquella caja negra eran todos Humanos como él. ¿Qué quería decir aquello? ¿Acaso aquella civilización antigua de la que tanto hablaban Rukj y Loki había estado compuesta por simples Humanos como él? Y, si era así, ¿por qué las leyendas contaban que se habían extinguido? ¿Y qué había sido de todos aquellos secretos, aquella... magia que parecían ser capaces de realizar? ¿Adónde había ido todo aquello?

Sin embargo, en ese mismo momento, algo cambió en el flujo de imágenes que la caja negra les transmitía. Durante unos segundos hubo algo parecido a un apagón, un pequeño corte en la transmisión, antes de que una nueva imagen ocupara el lugar de las que habían desaparecido ya. El cambio fue tan brusco que Raon tardó unos instantes en ubicarse y atar cabos, pero en cuanto lo hizo y comprendió qué era lo que la caja negra les mostraba ahora, no pudo evitar dejar escapar una exclamación de sorpresa.

En el cuadrado de cristal ahora se veía la imagen de un hombre de mediana edad, de pelo algo canoso, expresión seria y unos rasgos duros que, sin duda, eran el resultado de una vida larga y cansada. Estaba sentado sobre una silla y, a pesar de la fuerza que transmitía su rostro, su delgadez extrema y su respiración agitada parecían indicar que se encontraba muy débil y, probablemente, en un estado cercano a la muerte. Pero incluso en aquel estado, sus ojos, de un intenso color miel, parecían conservar un pequeñísimo destello de esperanza.

Raon sintió una punzada de tristeza en lo más profundo de su corazón al ver al hombre en aquel estado tan lamentable, pero no habría sido capaz de decir por qué, ni de dónde había salido aquel sentimiento. En cualquier caso, tampoco tuvo mucho tiempo para hablar de ello, pues apenas unos segundos después, el hombre comenzó a hablar. Y dijo lo siguiente:

"Saludos, amigo del futuro" su voz, en la que se adivinaba que algún día había sido fuerte y solemne, parecía débil y quebradiza como un junco partido ". No sé quién eres, ni si este mensaje ha llegado, por algún casual, al destinatario correcto. Pero, en cualquier caso, si estás escuchando esto, quiere decir que este mensaje no es en vano y que, algún día, alguien podrá conocer la verdad alguna vez, por fin, y remediar el conflicto que, desde hace ya siglos, nos divide a todos."

Loki dejó escapar una exclamación de asombro y, en aquel preciso instante, Raon comprendió qué era lo que estaba pasando.

Aquel hombre, próximo a la muerte, era el mismo al que habían ido a buscar a aquellos páramos.

Era el Vindicador Aron.