Crónicas de la Frontera: Capítulo XI

Story by Rukj on SoFurry

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#13 of Crónicas de la Frontera

¡Hola a todos! Aquí está el capítulo número once de "Crónicas de la Frontera" ^^

Es un capítulo largo, aunque no es que tenga muchas escenas. Sí que es un capítulo importante, y además, una escena que me gusta mucho (a mí y a algunas otras personas, por lo que parece :P) tiene lugar aquí. ^^U

Dicho todo esto, espero que os guste mucho. Y muchas gracias por leer! ^^


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Cuando Raon abrió los ojos, a la mañana siguiente, el alba apenas había empezado a despuntar y un leve resplandor azulado se filtraba a través de la lona de la tienda.

Durante unos instantes, casi le pareció extraño encontrarse a sí mismo recostado contra un jergón y envuelto por la cálida caricia de una manta cuyo tacto áspero contrastaba con la suavidad del pelaje de algo en torno a lo cual estaban agarrados sus dedos. No necesitó abrir los ojos para saber que se trataba del brazo de Jarek y supuso que, durante la noche, el frío le había hecho buscar su calor en mitad de la oscuridad. De hecho, en cuanto sus sentidos fueron aclarándose poco a poco, se dio cuenta de que estaba mucho más recostado contra el lobo de pelaje cobrizo de lo que en un principio habría deseado y que el hocico del lobo descansaba apoyado suavemente contra su espalda. Con cada uno de los acompasados movimientos de su pecho, un suave soplo de aire caliente le acariciaba la piel del cuello, haciéndole estremecerse.

En un principio, no le habría importado continuar en aquella posición por más tiempo, pero, en ese preciso instante, unos ruidos procedentes de la entrada de la tienda de lona le hicieron ponerse alerta.

Loki despertó con la curiosa sensación de que no estaba exactamente en el lugar que le correspondía.

Durante unos minutos que casi se le hicieron eternos, el dolor que sentía en las sienes y la extraña pesadez de aquel sueño del que acababa de levantarse le impidieron aclarar sus pensamientos. Por algún extraño motivo, le costaba pensar, como si de repente todas sus ideas nadaran por su mente igual que renacuajos en el barro: les costaba abrirse paso a través de ella. Trató de librarse de esta molesta sensación y de espabilarse un poco durante unos segundos, pero no lo consiguió. Algo frustrado, el lince abrió los ojos.

No pudo evitar sorprenderse al descubrir que no estaba en la tienda que debería haber compartido con Rukj. Pero lo peor de todo no era eso.

Con cierto temor, se dio cuenta de que algo cálido y pesado le rodeaba la cintura pasando justo por encima del nacimiento de su cola. Algo que se movía al ritmo de la acompasada respiración de alguien. Algo que le atraía contra un cuerpo cálido, grande y envuelto en una fina capa de un suave pelaje pardo. Un cuerpo que, al igual que el suyo propio, estaba completamente desnudo y enredado entre unas sábanas que ambos compartían.

Loki, todavía con la mente vaga, tardó unos instantes en comprender qué significaba aquello, pero una vez lo hubo hecho y los recuerdos de lo que podría haber sucedido la noche anterior comenzaron a inundar su mente, sintió cómo la sangre se acumulaba violentamente en torno a sus mejillas. Terriblemente avergonzado, cerró los ojos mientras se preguntaba interiormente, con cierta desesperación, qué podía hacer, si es que tenía que hacer algo, y cómo narices había llegado hasta ahí. ¿Por qué era incapaz de recordar la mitad de las cosas de la última noche...? ¿Qué había sucedido exactamente?

Por unos instantes, se sintió como si estuviera dando manotazos a ciegas por su mente, tratando de encontrar los recuerdos que le dieran una respuesta convincente. Finalmente, recordó la conversación en la tienda, en la que por fin le había explicado a los dos Eslabones cuál era su misión... después de eso, había hablado con Raon junto al lago y, por último, había reunido el valor suficiente para contarle a Rukj la verdad. Un error que, en aquel momento, lamentaba seriamente haber cometido.

Pero, después de la conversación con Rukj sus recuerdos estaban confusos. Creía recordar que alguien había venido a tratar de consolarle por la noche, alguien en quien le había costado un poco atreverse a confiar, pero que finalmente, en la calidez de la noche, había sido su...

Con un escalofrío, Loki comprendió lo que había ocurrido.

Sin poder evitar temblar levemente por el nerviosismo, abrió los ojos y tragó saliva, levantando la mirada para descubrir la identidad de aquel contra el que se hallaba recostado, aunque en realidad ya había adivinado de quién se trataba.

<<Ailec...>> pensó para sí mismo mientras, tenso, se mordía el labio inferior.

Poco a poco, los recuerdos de lo que había sucedido la noche anterior comenzaron a regresar a su mente; de forma lenta y confusa, pero lo hicieron.

Recordó de nuevo el sabor del licor deslizándose por su garganta y la quemazón del alcohol contra su paladar. Una música antigua y salvaje como la vida misma, resonando por todo el campamento. El contacto de un brazo amigo sobre sus hombros, impidiéndole perder el equilibrio cuando ya había bebido lo suficiente como para que los contornos de la realidad se difuminaran...

Una amistad que se había convertido en atracción... y una atracción que, con el contacto suficiente, había terminado transformándose en pasión.

Loki no pudo evitar encogerse sobre sí mismo, alterado al notar el contacto de la piel del toro contra la suya propia, su ancho brazo rodeando su espalda y su cintura y apretándole suavemente contra su pecho, que subía y bajaba suavemente al ritmo de una respiración cadenciosa y profunda... El lince reprimió un suspiro, preguntándose de nuevo a sí mismo, como tantas otras veces, qué había hecho él para merecer aquella mala suerte que parecía perseguirle fuera adónde fuera. ¿Qué posibilidades había de que la noche terminara así? Si tan sólo no hubiera cometido la estupidez de confesarle a Rukj lo que sentía por él... tal vez, en ese caso, no se encontraría ahora en una situación tan incómoda. <<No debí haber bebido tanto... >> se recriminó a sí mismo, cerrando de nuevo los ojos mientras se mordía el labio inferior amenazando con hacérselo sangrar <<. Soy estúpido... >>

En ese momento, sin embargo, Loki cayó en la cuenta de que quizás se estuviera precipitando.

Al fin y al cabo... Ailec estaba allí. O mejor dicho; él, Loki, estaba ahí mismo, recostado contra el toro, con la cabeza apoyada sobre su ancho pecho, una zarpa posada con suavidad en uno de sus brazos, y la cintura rodeada con suavidad por el otro. Se esforzaba tanto por hacer que la situación pareciera incómoda que, durante unos segundos, a Loki le costó darse cuenta de que, en realidad, no lo era. De hecho, no estaba tan mal. Rebuscando en los recuerdos de la noche anterior, el lince no pudo evitar esbozar una suave sonrisa, mientras volvía a relajarse de nuevo sobre el toro.

¿De qué tenía que arrepentirse?

Le había gustado la experiencia. Había sido un poco confuso, extraño y, desde luego, no lo que él había imaginado, pero... era otra versión, una versión que no le había dejado indiferente. Tal vez no fuera lo que había soñado con Rukj y tal vez no conociera tanto a Ailec como para sentir una conexión tan fuerte con él, pero en realidad... ¿qué importaba? Ambos habían disfrutado de la experiencia. Y, después de todo, eso era lo que importaba, ¿o no?

Siguió dando vueltas a estos pensamientos en su cabeza, algo más tranquilo, mientras acariciaba con suavidad el pelaje del antebrazo de Ailec que permanecía apoyado sobre su cintura. Para qué negarlo... después de todo, empezaba a parecer que su suerte estaba empezando a cambiar a mejor.

En ese momento, los músculos de Ailec se tensaron suavemente y su respiración cambió de ritmo, alertando a Loki de que estaba a punto de despertar. En silencio, el lince observó con cierta fascinación cómo el toro abría los ojos, todavía algo aturdido por los efectos del sueño y la resaca, y analizó cada uno de los cambios en su expresión adormilada. Cuando la mirada de Ailec, algo confusa, fue a parar en su rostro, Loki no pudo evitar sonrojarse levemente.

-Buenos días... -consiguió decir, algo avergonzado.

El toro parpadeó un par de veces, como si le costara recordar exactamente cómo había llegado a compartir lecho con el lince, hasta que finalmente su rostro se relajó en una suave sonrisa.

-Buenos días, gatito... -le saludó, con una voz algo ronca, mientras levantaba una pezuña para acariciarle la mejilla, con cariño. Para Loki fue como si aquel contacto enviara una descarga eléctrica a través de su columna vertebral -. ¿Qué tal has dormido?

-No sé... -respondió el lince, sin poder evitar sonreír, desviando la mirada.

El toro continuó acariciándole la cara durante unos segundos que casi se hicieron eternos. Loki, sin saber exactamente qué debía decir, se dejó llevar por la caricia todavía apoyado sobre el cuerpo del toro. En aquel momento, le resultaba difícil recordar que ambos estaban aún desnudos.

-Hum... pues yo creo que has dormido muy bien -murmuró Ailec, finalmente, cogiéndole de la barbilla y haciéndole levantar la cabeza para mirarle a los ojos -. Como yo.

El rubor en las mejillas de Loki aumentó mientras su mirada se perdía en los ojos marrones de Ailec. Era un color marrón denso, viejo; el mismo tono que tenían la canela o la madera de nogal cuando comenzaba a oscurecerse. No era un color excesivamente vistoso, ni unos ojos peculiarmente bonitos, pero le transmitían cariño, confianza y seguridad, y en ese momento, mientras su mirada se hundía en aquellas profundas pupilas, aquello era todo cuanto Loki podía alcanzar a pedir. Eran la clase de ojos de los que uno, con el tiempo suficiente, aprendía a enamorarse.

Como en un sueño, el lince apenas fue consciente de que el toro estaba acercando su rostro al suyo hasta que los hocicos de ambos se rozaron y, en silencio, compartieron un suave beso. Aquel beso... a pesar de saber que durante la noche anterior había experimentado cosas que iban mucho más allá de cualquier tipo de beso; aquel beso le hizo sentir un breve escalofrío de placer que le recorrió de pies a cabeza. Una vez se separaron, Loki sintió como si las fuerzas le hubiesen abandonado, y se dejó caer sobre Ailec otra vez, con la cabeza apoyada en un espacio comprendido entre su cuello y su hombro. Los brazos del toro pronto se cerraron en torno a su cuerpo de nuevo, apretándole en un suave abrazo, y el lince dejó escapar un suave suspiro, mientras trataba de disfrutar de todas y cada una de las sensaciones que le provocaba aquel momento.

Estuvieron así durante un buen rato, aunque ninguno de los dos habría sabido decir exactamente durante cuánto tiempo fue. Simplemente, disfrutaron del contacto del otro hasta que Ailec decidió romper el pacífico silencio:

-¿Sabes...? Me alegro de haberte ayudado a encontrarte mejor.

Loki tardó unos segundos en comprender a qué se refería, todavía algo ensimismado por el momento.

-Yo me alegro de que decidieras hacerlo. Lo... necesitaba. Gracias.

-No seas tonto -respondió el toro, mientras comenzaba a acariciarle la cabeza, deslizando sus dedos entre las dos orejas del lince con suavidad -. Ya te dije que no me dieras las gracias. No habría sido capaz de abandonar a un lince tan guapo a su suerte... sobre todo sabiendo que necesitaba ayuda.

Loki enrojeció de nuevo.

-¿Y esta noche? -le preguntó Ailec, tras unos segundos de silencio -. ¿Te alegras también de... lo que ha pasado?

El rubor del lince se hizo más intenso y, sin poder evitar sentirse algo estúpido por no saber contestar a ninguna de las preguntas que el toro le hacía, trató de centrarse en los dedos que acariciaban suavemente su cabeza para serenarse y buscar las palabras adecuadas. Las caricias de Ailec consiguieron que se sintiera un poco menos nervioso y, de nuevo, volvió a relajarse sobre el cuerpo del toro mientras éste le acariciaba la cabeza con una mano y exploraba el resto de su cuerpo con las yemas de los dedos de la otra.

-Bueno... -respondió, una vez se hubo tranquilizado, con los ojos cerrados y un ronroneo a punto de escapar de su garganta -. Lo cierto es que me ha gustado bastante... al principio fue un poco raro, pero... ooooh... -Tuvo que detenerse durante unos instantes cuando el toro empezó a acariciar el nacimiento de su cola, turbado y excitado a partes iguales -. Yo... me he sentido muy a gusto contigo... esta noche...

-Genial -respondió Ailec, apoyando el hocico sobre la cabeza de Loki, con cariño, sin dejar de acariciarle en ningún momento -. No me habría gustado decepcionarte, ¿sabes?

-¿Decepcionarme? ¿Por qué ibas tú precisamente a...?

Loki se interrumpió en mitad de la frase, dejando escapar un suave ronroneo de placer conforme el toro comenzaba a deslizar la pezuña por una de sus piernas. En aquel momento, cualquier tipo de pensamiento racional amenazó con desaparecer de su mente. Incluso su timidez. Incluso el amargo recuerdo de Rukj.

Por unos instantes, sólo existió para él aquel momento, y el instinto imperante de alargarlo todo lo que hiciera falta.

-Por supuesto que no me decepcionaste -dijo, una vez pudo seguir hablando, girándose sobre el toro para poder mirarle a la cara. Las pezuñas del toro se retiraron suavemente de su cuerpo, y Loki casi se arrepintió de haberse movido -. Fue... fue estupendo.

Ailec sonrió, mientras cruzaba los brazos por detrás de su cabeza.

-Me alegro -respondió, simplemente.

Loki se incorporó un poco sobre su pecho y le dirigió una larga mirada, apreciando cada una de las facciones de su rostro. Lo cierto era que por la noche, a la luz de la hoguera, y nada más despertar no había sido capaz de verlo, pero ahora que se fijaba detenidamente...

En un principio, había creído que Ailec era mucho más mayor que él, pero en realidad no debía de sacarle más de cinco años, como mucho. Eran sus hombros anchos, su imponente altura y su desarrollada musculatura lo que le hacían parecer tan mayor y, de hecho... Loki no podía dejar de encontrarle atractivo. Sin decir ni una sola palabra, levantó una zarpa y comenzó a acariciarle la cara, con suavidad, pasando con suavidad sus dedos por la línea de su mandíbula, en donde su pelaje era ligeramente más largo y áspero. Por alguna misteriosa razón, se veía incapaz de apartar la mirada de aquellos ojos marrones. Ailec le devolvió la mirada con una sonrisa.

En ese momento, Loki decidió dejarse llevar por su instinto y olvidarse de cualquier otro tipo de pensamiento que le impidiera hacer lo que realmente le gustaría... En silencio, acercó su rostro al del toro y depositó un suave beso en sus labios, con cuidado y cierto reparo, todavía algo inseguro. Después de todo, no quería hacer nada mal, y aquella era la primera vez que caminaba por aquel terreno, por lo que tenía que pensárselo bien antes de apoyar el pie.

Sin embargo, Ailec respondió a su beso sin pensárselo dos veces, moviendo uno de sus brazos de debajo de su cabeza y colocando su pezuña sobre la cabeza de Loki, acercándole suavemente contra él mientras hacía el beso más profundo. Loki abrió los ojos, un poco sorprendido, cuando notó la lengua del toro en el interior de su boca, pero tan sólo le llevó unos segundos acostumbrarse a la sensación y dejarse llevar. Sus zarpas buscaron el cuerpo de Ailec, acariciando con suavidad su ancho pecho y deslizando sus pequeñas garras por cada uno de los músculos del cuerpo desnudo del toro, disfrutando del momento como nunca antes lo había hecho mientras ambos continuaban compartiendo aquel beso.

El beso fue cobrando intensidad lentamente, mientras ambos continuaban disfrutando del contacto mutuo. Loki, que para aquel momento ya había perdido cualquier tipo de pudor previo, se separó un momento para colocarse justo encima de él, sentado sobre su estómago, y continuar con el beso. Ailec dejó escapar un jadeo, pero no se echó atrás y respondió al beso del lince mientras pasaba un brazo alrededor de su cuello, atrayéndolo más contra sí mientras las lenguas de ambos se encontraban de nuevo en el interior de sus bocas. Una de las zarpas de Loki, que en ese momento estaba acariciando el rostro de Ailec, fue descendiendo lentamente por sus anchos hombros hasta alcanzar su brazo, y tras atravesarlo por completo dejando los tenues surcos de sus garras en el pelaje del toro, se unió a su pezuña en un suave apretón.

El lince no era capaz de pensar en nada racional; en aquel preciso instante habría continuado así durante el resto de su vida, entregado por completo a Ailec hasta que alguien les descubriera en el interior de la tienda. Fue el toro el que, tras unos minutos en los que reinó cierto descontrol, se separó de él, con la respiración entrecortada.

Loki se detuvo, algo confuso, y le dirigió una mirada interrogante.

-Es... espera... -le pidió Ailec, jadeante, levantando la pezuña y acariciándole suavemente una mejilla con ella -. ¿Estás seguro... de que quieres repetir lo que hicimos anoche?

Loki parpadeó un par de veces, sin entender, hasta que su mente se deshizo, no sin cierta desilusión, de los últimos retazos de la excitación que había inundado sus pensamientos segundos antes.

-Oh -murmuró, comprendiendo -. Yo... bueno, no sé. Había pensado... había pensado en seguir -admitió, dejando escapar una suave risa.

Ailec sonrió a su vez, mirándole con cierta comprensión.

-Bueno, podríamos estar aquí encerrados todo el día, ¿sabes? -le respondió, cogiéndole con suavidad de la barbilla y acercando de nuevo su rostro al suyo, hasta que estuvieron a apenas un centímetro de distancia. Sus siguientes palabras fueron sólo un susurro -. Me encanta oírte ronronear, gatito.

El lince volvió a sonrojarse, y le habría gustado responder algo adecuado, pero en ese momento recordó algo que no debería haber olvidado. Ailec percibió el cambio en su expresión y, algo extrañado, le preguntó:

-¿Ocurre algo?

-Oh, mierda... -musitó Loki, mientras se dejaba caer contra el cuerpo del toro, como si las fuerzas le hubieran abandonado -. Había olvidado que hoy dejamos el campamento para continuar con el viaje, y que tengo que ir a preguntarle a Raon qué decisión ha tomado.

-¿El Humano? -preguntó Ailec, mientras besaba al lince en el cuello, consiguiendo que volviera a dejar escapar un ronroneo. Sonrió, satisfecho -. No creo que debas tenerle muy en cuenta. Ya le viste ayer, parecía tener las cosas muy claras.

-Puede que haya cambiado de opinión, no sé... -suspiró Loki, mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por las caricias de Ailec, completamente rendido entre sus brazos -. Esa es la esperanza que yo tenía, al menos.

-Puede ser -reconoció -. Puede que ayer no supiera afrontar la situación, pero no parece ser un simple cobarde.

Loki no respondió, demasiado ajeno a lo que el toro le había dicho como para intentar siquiera buscar una respuesta. En aquel momento, lo único en lo que le apetecía pensar era en el suave contacto de las pezuñas de Ailec contra su piel, registrando todos y cada uno de los centímetros de su pelaje, y el suave abrazo en el que le tenía envuelto.

Ailec, mientras tanto, le contemplaba con una mezcla de fascinación y orgullo.

Se había sentido atraído por el joven lince desde el momento en el que le había encontrado sentado, con las piernas cruzadas y sosteniendo un trozo de carne seca entre sus zarpas, en lo más profundo de la cueva en la que la caravana de su padre había decidido alojarse. En ese momento, el lince había alzado aquella preciosa mirada azul que destacaba tanto entre su pelaje moteado y Ailec se había perdido en ella, por unos segundos. Había averiguado, algo a su pesar, que no se alegraba de ver a toda aquella gente allí, como si tuviera algún secreto que ocultar. Loki le había parecido en esos momentos tan solo y perdido en el interior de aquella caverna que, casi de inmediato, había sentido la necesidad de ir a abrazarle y consolarle, de protegerle de todo cuanto pudiera sucederle.

No había sido hasta aquella noche, sin embargo, cuando había decidido ayudarle un poco. Después de todo, el problema de haber viajado siempre junto a la caravana de su padre era que, le gustase o no, no le convenía hacer demasiados amigos, puesto que tarde o temprano todos terminaban marchándose. De ninguna forma se habría imaginado que aquello iba a terminar de esa manera, pero, desde luego, no se arrepentía ni lo más mínimo. No cambiaría aquel momento por nada...

En ese momento, el cuerpo del lince se tensó entre sus brazos, haciéndole alejarse de aquellos recuerdos y centrarse de nuevo en la realidad.

-¿Qué pasa? -preguntó Ailec, sorprendido.

Loki tardó unos segundos en contestar.

-¿No lo... has oído? -preguntó el lince, incorporándose un poco y apartándose del toro con un evidente gesto de nerviosismo.

-No, yo... -comenzó Ailec, pero tuvo que detenerse en cuanto oyó, a lo lejos, algo parecido a un grito de auxilio -. ¿Qué... demonios?

-¡Es Jarek! -exclamó Loki, que tenía un oído mucho mejor al del toro, poniéndose de pie sin perder ni un solo segundo -. ¿Qué le habrá pasado?

Ailec se rascó con una pezuña la parte trasera de la cabeza, pensativo.

-No creo que haya nadie en la caravana que haya intentado hacerles daño, ¿no?

-No lo sé, Ailec, no lo sé. Te recuerdo que Raon es un Humano y no todo el mundo está tan dispuesto a dejarle con vida como lo estamos nosotros... -explicó Loki, mientras comenzaba a vestirse con rapidez, dispuesto a salir fuera de la tienda sin perder ni un solo instante. En ese momento, se llevó un brazo al hocico y, tras olerse un poco, frunció el ceño -. Tal vez... tal vez debería lavarme un poco...

Ailec dejó escapar una suave y profunda carcajada.

-¿No crees que ya nos lavamos lo suficiente el uno al otro ayer por la noche?

Loki se giró hacia él, sin saber exactamente qué responder, y al final acabó riéndose también, mientras terminaba de ponerse su camisa de tela, algo divertido. Sin decir ni una sola palabra, sacudió la cabeza cuando los recuerdos de lo que ambos habían compartido regresaron a su cabeza, y no pudo evitar volver a ruborizarse mientras un estremecimiento de placer recorría su columna.

-Tendrá que valer -respondió, finalmente, mientras se acercaba a la puerta de la tienda -. ¿Tú no... vienes? -preguntó, una vez hubo alcanzado la entrada.

-Iré dentro de un segundo -le prometió el toro, sonriendo, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, y, ante la mirada interrogante del lince, aclaró, guiñándole un ojo -. Simplemente, me gusta mirarte mientras te vistes, casi tanto como me gustó mirarte mientras te desvestías anoche.

Raon había oído el sonido de la daga deslizándose fuera de su funda prácticamente desde el primer momento en que aquel intruso había puesto un pie en el interior de su tumba.

Haciendo de tripas corazón y preparándose para lo peor, el Humano había tratado de mantener la calma y de no dar ninguna muestra de estar consciente, todavía con una mano sobre el brazo de Jarek, que continuaba profundamente dormido o, en el caso de que no fuera así, lo disimulaba sorprendentemente bien. Los pasos fueron acercándose a él, lenta y sigilosamente, pero Raon era capaz de escucharlos sobre la lona del suelo de la tienda, haciendo crujir la nieve bajo su peso. Tras unos segundos en los que estuvo en una tensión absoluta, aunque todavía tratando de aparentar que continuaba dormido e indefenso, el joven Humano escuchó el inconfundible sonido del metal al cortar el viento.

La daga se acercó cortando el viento.

No perdió ni un solo segundo y, apartando el brazo de Jarek a un lado, rodó sobre sí mismo para apartarse de la trayectoria de aquella cuchillada, que se clavó directamente en el suelo, a apenas unos centímetros de su cuerpo. Sin perder un solo segundo, Raon se incorporó y dirigió una rápida mirada al intruso, tratando de averiguar la identidad de quien había intentado convertirse en su asesino.

Los rasgos felinos de una Bestia de mediana edad le hicieron comprender que se trataba de un lince y, por el brillo de sorpresa en sus ojos, comprendió que no había esperado encontrarle despierto y alerta. Fuera quien fuera, había confiado en sus habilidades y había imaginado que sería una presa fácil.

Craso error.

Raon miró de reojo el arma clavada en el suelo, y el lince pareció comprender que era lo que estaba pasando de su cabeza. Al mismo tiempo, ambos se lanzaron para recoger la daga, pero el Humano fue más rápido y cerró sus dedos en torno al pomo de esta justo antes de que las zarpas de la Bestia lo consiguieran.

No tuvo tiempo para celebrar su triunfo, sin embargo, pues con un gruñido de rabia, el lince se abalanzó sobre él, haciéndole perder el equilibrio y caer al suelo. Ambos rodaron por el suelo de la tienda hasta alcanzar la pared de lona y Raon aprovechó el momento para lanzar una cuchillada que habría recorrido de lado a lado el cuerpo del lince, si no fuera porque al tenerle encima era incapaz de moverse con total libertad.

El asesino agarró la muñeca de Raon con una zarpa, haciendo gala de una fuerza sorprendente, y trató de volver la mano en su contra, para que se asestara a sí mismo una puñalada mortal. El Humano intentó resistirse como buenamente pudo, apretando los dientes y tratando de aguantar, pero en ese preciso instante el lince acercó la cabeza a su mano y le propinó un fuerte mordisco, haciéndole soltar un grito de dolor. La daga escapó de entre sus dedos y fue a caer al suelo de la tienda, mientras el intruso esbozaba una sonrisa de triunfo.

Ésta, sin embargo, se congeló en su rostro cuando el Humano le propinó una fuerte patada en la espinilla, haciéndole soltar un gañido y truncando su intención de recoger la daga cuanto antes. Algo crujió sobre sus cabezas y, antes de que ninguno de los dos pudiera reaccionar, la tienda de lona se desmoronó y cayó sobre ellos, enterrándoles bajo todas sus capas de tela.

Completamente a oscuras, Raon sintió otro punzante mordisco en la mano, y esta vez, los dientes que desgarraban su carne no se aflojaron en cuanto traspasaron la piel, sino que siguieron hincándose en su carne con determinación, haciéndole gritar de nuevo y propinar golpes a ciegas, tratando de acertar al cuerpo del lince para quitárselo de encima. En algún punto sumergido bajo aquella capa de tela, creyó escuchar la adormilada voz de Jarek, despertándose de su sueño. <<No. >> fue todo lo que pudo pensar, angustiado <<. A él no>>.

Sus dedos recorrieron a tientas el suelo de la tienda de lona, tratando de encontrar el cuchillo para poder quitárselo de encima. En medio de la oscuridad, sus dedos rozaron el denso pelaje de Jarek, y todavía aterrorizado ante la idea de que fuera él finalmente el que recibiera la cuchillada, trató de apartar al lince para poder moverse algo. Lo único que consiguió fue que sus afilados colmillos se hundieran más en su mano, y el Humano tuvo que apretar los dientes para contener un grito de dolor.

En ese momento, sus dedos rozaron algo frío y metálico y algo parecido al alivio inundó su alma por unos segundos. No necesitó ni medio segundo para cerrar sus dedos en torno al pomo de la daga y dirigirla hacia donde creía que se encontraba el cuerpo del asesino, dejando escapar un grito de rabia. Para su satisfacción, notó cómo la punta del cuchillo se topaba con algo y lo atravesaba limpiamente. Algo cálido y pegajoso salpicó su ropa, pero eso no le hizo dudar ni por un instante en hundir aún más la daga en el cuerpo de su enemigo, deseando que, de una vez por todas, aquellos afilados colmillos se apartaran de su mano. Sin embargo, las mandíbulas del lince no hicieron otra cosa más que cerrarse con más fuerza contra su mano, lo que le hizo gritar un nuevo grito de terror mientras, empapado de sangre, terminaba de una vez por todas con la vida del intruso.

Una vez este hubo caído sobre su cuerpo, completamente inerte, supo que había conseguido matarle, pero aún así, seguía sintiendo sus dientes clavados profundamente en su piel, y el dolor amenazaba con hacerle perder el conocimiento.

-¡Raon! -escuchó en ese momento la voz de Jarek, que le llamaba, con una creciente preocupación, desde algún punto bajo la lona -. ¡Raon! ¿Dónde estás?

-Estoy aquí... Jarek... -respondió el Humano, jadeando de cansancio y dolor, mientras intentaba librarse de la feroz presa que ejercía el lince sobre su mano -. ¡¡Aaag...!! -no pudo evitar gritar, tras desgarrar un poco más su piel al intentar quitarse a la Bestia de encima -. Jarek... por favor... quítame las lonas de encima para que pueda verle...

-¿Verle? -preguntó el lobo, cada vez más preocupado. Raon notó su movimiento a apenas un metro de distancia -. ¿Ver a quién?

Apenas unos segundos después, las lonas se apartaron de encima de su cabeza y Raon, con cierto alivio, fue capaz de volver a ver la luz del sol de nuevo. Bajó la mirada y descubrió el cuerpo muerto de la Bestia que había entrado en la tienda dispuesta a matarle, con los dientes todavía cerrados sobre su mano. A su lado, escuchó un grito de horror. No necesitó girarse para saber que se trataba de Jarek.

-¡Mierda! ¡Raon...! Raon, ¿¡qué demonios...!?

-Tranquilo... ugh... es sólo un mordisco... -trató de tranquilizarle Raon, mientras hacía fuerza para quitárselo de encima. Finalmente, consiguió liberar su mano de entre las fauces del lince, y el dolor volvió a aflorar como si hubiera estado oculto -. Podría haber sido peor: este lince venía a matarnos... Creo que... que...

Fue incapaz de continuar por más tiempo.

Nada más levantar su mano izquierda para comprobar si había algo roto o alguna herida grande que lamentar, descubrió que, bajo un amasijo de piel desgarrada y sangre, la carne había sido destrozada en varios puntos por los afilados colmillos del lince. Y lo peor de todo... era que, en el extremo, su dedo meñique colgaba inerte de un pequeño hilillo de carne, completamente cercenado... y separado del resto de la mano.

Fue demasiado para él.

El olor a sangre invadió todos sus sentidos y, como en una pesadilla, el mundo pareció tambalearse. Incapaz de mantenerse consciente por más tiempo, el Humano dejó escapar un gañido de repulsión antes de que, todavía con la imagen de su mano mutilada en la mente, perdiera el sentido.

Rukj no se lo podía creer.

Mientras se dirigía con grandes zancadas en dirección a la tienda de Raizac, tratando de contener sus ganas de golpear a alguien, seguía intentando convencerse a sí mismo de que todo aquello no había sucedido por un solo motivo. Y la culpa, en primer lugar, había sido suya por bajar la guardia en un lugar como aquel, creyendo que no encontrarían ningún enemigo en territorio amigo.

Se había equivocado. Muchas veces, era más fácil encontrar asesinos en tu propia casa que fuera de ella.

-Loki... -gruñó, entre dientes, cuando divisó al lince en la entrada de la tienda del líder de la caravana, caminando de un lado a otro con gesto preocupado.

¿Qué hacía él allí?

A decir verdad, no había podido evitar sentirse un poco preocupado debido a la situación que se había dado la noche anterior. En silencio, y aunque había tratado de disimularlo, había temido que sus palabras hubieran afectado al lince de alguna manera. Sabía que había hecho lo correcto, pero aún así... tenía a Loki en alta estima y, después de todo lo que había sufrido hasta el momento, no quería verle pasando un mal trago. Al verle alrededor de la hoguera bebiendo junto a Ailec, el lobo negro se había sentido aliviado. Por lo menos, no se había quedado solo junto a las orillas de aquel lago.

En aquel momento, llegó por fin a la puerta de la tienda. Loki, que al parecer no le había visto hasta aquel momento, pareció sobresaltarse ligeramente.

-Rukj... -murmuró, algo sorprendido.

-¿Qué ha pasado? -preguntó el lobo, sin perder un segundo -. ¿Dónde está Raon? ¿Está...?

-Está herido -respondió Loki, bajando la mirada -. Yo... yo he intentado hacer todo lo posible por él, pero...

-¿Cómo está? -preguntó de nuevo Rukj, cada vez más preocupado debido a la expresión, cada vez más sombría, del joven lince -. Por favor, Loki... dímelo...

-Está bien; inconsciente, pero estable, quiero decir -le tranquilizó él, dejando escapar un suspiro -. Aún así...

Rukj esperó unos instantes a que continuara con la frase pero, finalmente, su impaciencia le hizo verse obligado a intervenir.

-¿Aún así qué?

-El mercenario que entró a su tienda para matarle le mordió una mano durante la lucha... -le informó Loki, sin poder evitar que le temblara la voz. Finalmente, con expresión triste, alzó la mirada y la clavó en los ojos del lobo -. Ha perdido un dedo y... no sabemos hasta cuándo tendrá inutilizada la mano.

Rukj sintió como si un enorme peso se le quitara de encima. Su expresión se relajó un poco, y sus zarpas, que hasta aquel momento había mantenido apretadas con fuerza, se aflojaron.

-Es sólo un dedo... -suspiró, mientras se llevaba una zarpa a la frente, dejando escapar un suspiro de alivio -. Sólo... un dedo...

-¿Sólo? -preguntó Loki, con cierta incredulidad.

-Podría haber sido mucho peor. Yo... -Rukj buscó las palabras con las que expresarse -. Mira, Loki, desde que le recogí en Nueva Argenta, he tenido siempre mucho cuidado de que nada ni nadie consiguiera dañar a Raon. Sabía que jamás sería recibido en ningún lugar. Ni entre las Bestias, por ser un Humano, ni entre los suyos por haberse aliado con el enemigo. Cualquiera de ellos intentaría acabar con su vida llegando el momento. Loki, Raon no tiene patria -dijo, con cierto tono de tristeza -. Es... como yo, en ese sentido. Siempre he estado alerta para que nada malo llegara a sucederle jamás.

Loki pareció comprender y dejó escapar un suspiro consternado. Rukj, dubitativo, le dirigió una larga mirada, todavía buscando las palabras adecuadas para expresarse.

-Esta noche, cuando llegamos al campamento, creí que podría darle un poco más de libertad. Descuidarme y permitirme un descanso. Pero... no debería haberlo hecho.

-Rukj... no podías saberlo -le interrumpió Loki -. Además, no puedes andar detrás de Raon para siempre. Le has enseñado a defenderse y sabe cuidarse él solito. No es culpa tuya.

El lobo negro no respondió.

Después de todo, las palabras del lince tenían mucho sentido y, aunque interiormente no podía evitar seguir culpándose a sí mismo, sabía que aquello no le llevaría a ninguna parte.

-¿Dónde están los demás? -preguntó, con voz ronca.

-Raizac se ha marchado a investigar. Él y yo fuimos los primeros en encontrarle, junto con algunos curiosos. El mercenario llevaba... llevaba una bolsa de monedas de oro, por lo que dedujimos que alguien le había pagado por asesinar a Raon. En cuanto Inoa se enteró, montó en cólera. Estuvo despotricando contra Raizac durante un buen rato, culpándole a él por no ser capaz de proporcionar un refugio seguro a los Eslabones y... creo que después se marchó a dar vueltas por el campamento, con la esperanza de encontrar al culpable.

-¿Y Jarek? -preguntó Rukj.

El lince no pudo evitar sonreír levemente al escuchar la tensión contenida en su voz la pronunciar su nombre.

-Al principio no quería separarse de él -dijo, mientras hacía un gesto con la cabeza hacia el interior de la tienda -. He tenido que pedirle que se marchara con Raizac para que le cuente todo lo que pueda ayudar a la búsqueda del culpable, porque de otra forma no me habría dejado espacio para intentar curar las heridas de Raon... Al parecer, no escuchó entrar al asesino en ningún momento...

-... ni intervino en la lucha -completó Rukj, con un sordo gruñido.

Loki frunció el ceño, preocupado ante el peligroso tono de amenaza que era capaz de percibir, bien disimulado, bajo las palabras aparentemente tranquilas del lobo negro.

-Tampoco ha sido su culpa, Rukj -le aseguró, tratando de calmarle un poco -. No se lo tengas en cuenta.

El lobo hizo caso omiso de aquellas palabras.

Algo había llamado su atención, aunque no habría sabido decir exactamente el qué. Aquella mañana, era capaz de percibir algo diferente en Loki, aunque no habría sabido decir el qué... Parecía más seguro de sí mismo, menos intimidado por su presencia. Normalmente, el joven lince tendía a desviar la mirada con demasiada facilidad y, en cualquiera de sus conversaciones, no era muy extraño que se interrumpiera en mitad de sus frases, buscando otra forma de acabarlas que, en ocasiones, no llegaba a encontrar.

Aquella mañana no sólo era capaz de mantener su mirada, sino que además hablaba con él sin demasiados tapujos. Y... había algo más. No olía igual que siempre. Casi parecía como si, durante la noche, algún aroma extraño se hubiera impregnado a su pelaje...

-Da igual -masculló, finalmente, y no supo si al decirlo se refería a sus dudas respecto al cambio de actitud de Loki o a la culpabilidad de Jarek. En cualquier caso, había algo que tenía ganas de decir desde la noche anterior -. Por cierto, Loki... debo decirte algo. Respecto a lo que pasó ayer.

Las orejas de Loki se levantaron rápidamente y sus puntas temblaron con cierta excitación. El olor del nerviosismo pareció impregnar cada uno de los rincones de su cuerpo, uniéndose a aquel misterioso aroma que le acompañaba aquella mañana. Rukj no pudo evitar sonreír interiormente; aquel sí que se parecía al joven lince que conocía.

-Uh... ¿el qué? -preguntó, desviando la mirada.

-Lo que me contaste a orillas del lago -respondió el lobo, procurando no entrar en detalles -. Puede que fuera un poco brusco contigo. Estaba preocupado porque te lo hubieras tomado mal.

Loki tardó unos segundos en contestar. Finalmente, alzó la vista y, aunque no fue capaz de mirar al lobo a los ojos, trató de reunir un poco de valor antes de responder:

-No... no es nada importante.

-Para mí, sí -continuó el lobo, frunciendo el ceño. Parecía que no se había equivocado al temer haber hecho daño a Loki la noche anterior -. Ya has sufrido demasiado como para que encima sea yo el que te haga daño ahora. Y, aunque no pueda corresponderte, quiero que sepas que para mí es un honor saber que alguien como tú siente algo así por mí.

Rukj habría jurado que, bajo el pelaje que recubría su rostro, el lince se había ruborizado. El olor de su nerviosismo se hizo más y más intenso y, durante unos segundos, el lobo se preguntó si habría hecho mal en decir aquellas palabras. Después de todo, toda aquella seguridad que parecía tener al haber empezado a conversar con él se había esfumado y había sido sustituida por su usual timidez e inseguridad.

No tuvo mucho tiempo para pensar en ello, sin embargo. En ese momento, percibió un movimiento no muy lejos de allí y giró la cabeza, con curiosidad, justo a tiempo para ver acercarse, con un paso tan ligero que casi parecía estar a punto de echar a correr, a un joven lobo de pelaje cobrizo. Tuvo que reprimir la imperiosa necesidad de enseñarle los colmillos.

Aquel lobo era, por supuesto, Jarek. Muy a su pesar, Rukj tenía la certeza de que si el segundo de los Eslabones hubiera resultado ser una roca, habría sido el doble de útil y autosuficiente. Además, el hecho de que esa roca tampoco abriera el hocico a cada momento para hacer comentarios estúpidos e infantiles también habría facilitado las cosas.

-Loki... -murmuró el lobo, una vez llegó hasta donde estaban ellos, casi sin aliento -. Rukj -dijo, con algo más de sequedad -. ¿Ha despertado ya Raon?

-Aún duerme -respondió Loki, esbozando una leve sonrisa -. Pero no te preocupes; la peor parte ya ha pasado. He curado sus heridas.

Rukj alzó una ceja, preguntándose a sí mismo si el lince tenía la menor intención de contarle al lobo que el Humano había perdido un dedo.

-Menos mal... -murmuró Jarek, dejando escapar un suspiro y esbozando lo que parecía ser un intento de sonrisa -. Gracias, Loki. Eres el mejor. Si hay algo, cualquier cosa, que pueda hacer por ayudarle...

-La próxima vez, para variar, podrías estar un poco más atento -contestó Rukj, sin poder contenerse -. Si tanto te preocupas por Raon, pon algo más de tu empeño por protegerle...

Aquella pequeña sonrisa en el rostro de Jarek se congeló, como si las palabras del lobo negro la hubieran cubierto de escarcha. Durante unos segundos, pareció como si estuviera buscando las palabras con las que contestarle, o una forma de reaccionar ante aquello. Loki tragó saliva.

-Te puedo asegurar que Raon me preocupa mucho más de lo que crees -respondió, finalmente, frunciendo el ceño -. No eres quién para dudar de ello.

-Dudaré de lo que crea conveniente -respondió Rukj, algo malhumorado -. Y, sobre todo, es lo que veo lo que me hace dudar de que realmente te preocupes tanto por Raon como dices. Para empezar, porque no has demostrado estar realmente a su lado en ningún momento.

-¿¡Qué!? -exclamó Jarek, indignado -. ¡Tú eres el que se marchó dejándole solo! ¡Tú eres el que le abandonó a su suerte! ¡No me vengas diciéndome ahora que soy yo el que no ha estado a su lado cuando me ha necesitado!

-Eh... chicos... -comenzó Loki, tratando de calmar los ánimos.

Sin embargo, Rukj ni siquiera le escuchó. Aquel último comentario le había dolido especialmente y, si bien había tratado de mantener la calma en un principio, ahora aquel lobito había conseguido encender su ira.

-No me has entendido, chico. Le daría igual tenerte al lado que en Cellisca Nívea. Desde el principio, no le has causado más que problemas. No es que no le seas útil, sino que eres una carga para él -escupió, sin poder contenerse -. ¿Cómo puedes pretender... decir que te preocupa si ni tan siquiera eres capaz de defenderle cuando estás a su lado? No eres más que palabrería.

-¡Pero yo...!

-Por tu culpa, han estado a punto de matarle hoy -le interrumpió Rukj, con crueldad -. Será mejor que empieces a preocuparte por los que te rodean en vez de por ti mismo, si no quieres que todos a tu alrededor acaben muriendo.

Aquel comentario, que contenía un doble sentido con el que Rukj no había contado, pareció conseguir que Jarek perdiera el control. Dejando escapar un rugido de rabia, el lobo de pelaje cobrizo se abalanzó sobre Rukj con las garras por delante, ante la mirada atónita y asustada de Loki, que no pudo hacer nada para intervenir.

Aquella reacción pilló por sorpresa a Rukj, quien, incapaz de apartarse a tiempo, perdió el equilibrio cuando Jarek impactó contra él. Los dos lobos cayeron al suelo, hechos una maraña de pelo y garras, y empezaron a pelear.

-¡Parad! -gritó Loki, con cierta desesperación -. ¡Por favor... deteneos!

Pero, por desgracia para él, ambos lobos estaban demasiado inmersos en la lucha como para escuchar sus palabras. Jarek, con el corazón encendido de rabia, trató de alcanzar varias veces a Rukj con sus puños, dispuesto a hacerle pagar por todo el dolor, la ira y la frustración que le había hecho sentir con aquellas palabras. Mientras tanto, el lobo negro dejó escapar un grave rugido, correspondiendo al enfado de Jarek, pero se limitó a detener sus golpes y a quitárselo de encima con cierto fastidio. El lobo más joven terminó yendo a parar unos metros más lejos, cayendo sobre su espalda y dejando escapar un sordo aullido de dolor. Loki, preocupado, hizo amago de ir hacia él, pero Rukj se levantó del suelo en aquel preciso momento, interponiéndose entre él y el otro lobo.

-Estúpido... -gruñó Rukj, enseñando los dientes -. He cuidado de Raon desde que nació. Yo le he mantenido con vida y le he enseñado todo lo que sabe. Y jamás tuvo ningún problema hasta que tú llegaste a nuestras vidas. ¡Por tu culpa empezó todo esto!

Jarek le dirigió una mirada dolida, todavía desde el suelo. Tras unos segundos, trató de levantarse, con evidentes gestos de dolor, y finalmente lo consiguió. Apretando los dientes, se acercó unos pasos a Rukj, dirigiéndole una mirada desafiante.

-¿Le... mantuviste con vida? -repitió -. ¿Dices que cuidaste de él! ¡Pues... yo no creo eso! -hizo una pausa, mientras lágrimas de rabia afloraban a sus ojos -. ¡Tú le has mantenido preso! ¡Le has tenido encerrado en esa cabaña desde que nació! ¡Y, si hubiera dependido de ti, jamás habría visto lo que había fuera de ella! Le has tenido encerrado, sí... ¡y no sólo eso! -su voz, dolida, casi sonó como un ladrido -. ¡Por tu culpa le cuesta tanto adaptarse! ¡Lleva tanto tiempo encerrado junto a alguien sin sentimientos que, por tu culpa, le cuesta tanto ser como los demás! ¡Tú eres el que es una carga para...!

No tuvo tiempo de terminar la frase antes de que un violento puñetazo le acertara de lleno en la mandíbula, haciéndole caer hacia atrás otra vez. Loki dejó escapar una exclamación de sorpresa y se cubrió la boca con una zarpa, sobrecogido. Hizo un nuevo amago de avanzar hacia Jarek, pero Rukj continuaba interponiéndose. Tras permanecer unos segundos aturdido por el golpe y sin reacción, el lobo de pelaje cobrizo se retorció en el suelo, llevándose una zarpa al lugar donde le había impactado el golpe y dejando escapar un aullido de dolor. A pesar de que no había sido un golpe demasiado fuerte, había tenido precisamente el efecto que el lobo negro había buscado: humillarle. Y, en aquellos instantes, mientras Jarek lloraba de rabia y se retorcía de dolor a sus pies, Rukj continuaba haciéndolo; seguía humillándole, impasible.

-Pero sigue vivo -dijo, simplemente, con una voz fría como un témpano de hielo -. Y, si tú sigues junto a él, conseguirás que le maten.

Jarek se incorporó, dejando escapar un gruñido de sufrimiento, todavía con una zarpa en la zona donde había impactado el puño del otro lobo.

-De... acuerdo -gimió, mientras trataba de contener en vano las lágrimas de rabia -. Ya lo he entendido. Entonces, el que sobra aquí... soy yo, ¿no?

Rukj no respondió.

Loki, que comenzaba a ver en qué iba a derivar todo aquello, se adelantó unos pasos, acercándose al lobo de pelaje cobrizo con gesto preocupado. Cuando intentó ayudarle a levantarse, éste rechazó su zarpa con un gruñido malhumorado y se levantó por su cuenta, a duras penas.

-Pues bien -continuó el lobo, entre dientes -, si Raon está mejor sin mí... entonces no tiene sentido que me quede.

-¡No! No, Jarek -le pidió Loki, tratando de retenerle, en vano.

-Me marcho -gruñó el lobo, haciendo caso omiso de las palabras del lince -. Así él estará a salvo.

Loki sintió que se le encogía el corazón, sobre todo después de recordar la conversación que había mantenido la noche anterior con Raon.

-No lo entiendes, Jarek... Tú...

-No, Loki; ahora lo entiendo todo -replicó el lobo, dirigiéndole una mirada furibunda -. Todo este tiempo no he sido más que una carga. Haré mejor marchándome y dejándoos en paz.

Loki trató de decir algo, pero sencillamente, no estaba seguro acerca de qué debía y qué no debía decir. Podía contarle en aquel momento a Jarek lo que Raon sentía por él, pero, después de todo, aquello habría sido tomar por el Humano una decisión que sólo dependía de él. No tenía derecho a hacer algo así.

Angustiado, dirigió una mirada suplicante a Rukj, pero este simplemente se cruzó de brazos y negó con la cabeza, mientras el otro lobo comenzaba a alejarse, cojeando, de la tienda de Raizac, en dirección a las afueras del campamento.

Loki le vio marchar, con el corazón en un puño, mientras se preguntaba a sí mismo por qué demonios las cosas tenían que ser tan complicadas y por qué motivo Rukj y Jarek estaban condenados a llevarse tan rematadamente mal. Dispuesto a pedir una explicación, se giró hacia Rukj de nuevo, pero este ya le había dado la espalda y se dirigía hacia su tienda. Al parecer, no se arrepentía de nada de lo que acababa de suceder ni le importaba el destino que pudiera aguardar al otro lobo, solo, en las Tierras de las Bestias.

Consternado, dejó escapar un suspiro. <<Por favor, Raon, despierta pronto>> se dijo a sí mismo, como si en secreto estuviera esperando que el Humano lo escuchara en algún rincón de su mente <<. Tengo la impresión de que eres el único que puede mantener unidos a estos dos... >>