Crónicas de la Frontera: Capítulo X

Story by Rukj on SoFurry

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#12 of Crónicas de la Frontera

Bueno, aquí está el décimo capítulo de Crónicas de la Frontera ^^

Me ha costado un poco escribirlo, y eso que vuelve a tener la extensión de los primeros capítulos que subí, pero he preferido invertir más tiempo en este capítulo ya que, desde mi punto de vista, es importante. Si leísteis el capítulo IX, ya sabréis lo que va a suceder en este, supongo... ;)

Y nada más. Muchas gracias por leer y, como siempre, espero que os guste ^^


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Cuando Loki volvió a la tienda de Raizac, el grupo que antes había estado allí reunido parecía haberse dispersado. Los únicos que quedaban allí eran Raon, Jarek e Inoa, que en aquel momento parecía estar ocupada recriminándoles algo a los dos. El lince no se veía capaz de prestar la más mínima atención a sus palabras y, por la cara de aburrimiento que mostraba el lobo de pelaje cobrizo, suponía que Jarek tampoco.

Se paró unos metros atrás, sabiendo que si se acercaba más Inoa le pediría que le apoyara en la discusión, y observó la escena con interés. O, mejor dicho; observó tan sólo a Raon y a Jarek, que permanecían juntos soportando la imparable lluvia de argumentos y razones que la liebre negra les daba para que cumplieran con la misión que se esperaba de ellos. En ese momento, fue incluso capaz de imaginar el lazo invisible que existía entre los dos, la conexión que la Madre Kara había trazado años atrás. Pero el Humano parecía realmente hastiado y Loki supo que, incluso arriesgándose a ser él el que tuviera que recibir la furia de Inoa, debía dejar de ser un mero espectador y sacarles de allí a cualquier precio.

No tuvo la oportunidad de hacerlo, sin embargo, antes de que Inoa se volviera hacia él con una mirada acusadora.

-¡Tú! -exclamó, con cierto desdén que, en el fondo, el lince sabía que no sentía -. ¿Pero cómo se te ha ocurrido darles a estos dos la posibilidad de elegir?

Raon y Jarek, percibiendo la presencia de Loki, le dirigieron una mirada suplicante, buscando cualquier tipo de ayuda. El lince esbozó una suave sonrisa y se encogió de hombros, mientras se acercaba lentamente al grupo.

-¿Pero cómo puedes tomártelo con tanta calma? -le increpó la liebre, boquiabierta -. ¡Estamos hablando del futuro de las dos razas! ¡De todo aquello por lo que hemos estado luchando durante todo este tiempo! ¡La última voluntad de la Madre Kara! ¿Y tu única respuesta cuando estos... estos... ineptos dicen que no les apetece hacerlo es encogerte de hombros?

-Te lo he dicho antes y te lo repito, Inoa -respondió Loki, con tranquilidad -. Si finalmente aceptan la misión tiene que ser por voluntad propia.

-¿Y el destino del mundo está sujeto a esa voluntad? -preguntó Inoa, sacudiendo la cabeza con incredulidad, lo que provocó que sus largas orejas se tambalearan suavemente -. Odio decirte esto, Loki, pero creo que las cosas ya van lo suficientemente mal como para que encima te dignes a dejarles elegir, como si tuviéramos la opción de dejar pasar esta oportunidad.

Loki le dirigió una larga mirada. A continuación observó a Jarek y Raon, que estaban todavía allí, observando la discusión con interés, y dejó escapar un suspiro.

-Creo que tenemos que hablar de esto a solas -se aventuró a decir, incluso sabiendo que aquello no era una verdad completa -. Vosotros dos podéis ir a la fiesta, si queréis.

El rostro de Jarek se iluminó y Raon esbozó una sonrisa cómplice, comprendiendo la jugada del joven lince. Sin embargo, Inoa no pareció darse por satisfecha.

-Ah, no. ¡No, no, no! No vas a dejar que se marchen como si nada. ¡Estos dos jóvenes tienen que aprender...!

-Estos dos jóvenes son eso: jóvenes -le interrumpió Loki, con paciencia, mientras hacía un disimulado gesto con una zarpa en dirección al campamento, que sólo Raon y Jarek pudieron ver -. Si empiezas a forzarles a aceptar su destino con tanta ansia, al final se asustarán y no querrán afrontarlo. ¿No lo entiendes?

-No, no lo entiendo -replicó Inoa, mientras dirigía una mirada de reojo a los dos eslabones, que se dirigían al campamento sin perder un segundo. A continuación, giró de nuevo su mirada hacia Loki, con un cierto destello de curiosidad -. Cuando dijeron que eras el elegido para llevar a cabo la misión, creí que habían acertado de lleno, Loki. Pero ahora... viendo esto... no sé lo qué pensar. Diría que eligieron a alguien demasiado blando.

Loki frunció el ceño, algo molesto.

-Mira, Inoa, es así de fácil -trató de explicarle, y supo que aquella sería la última vez que lo haría -. Si no les das tiempo para asimilar la situación se echarán atrás y negarán en rotundo que son los eslabones. Son jóvenes, están cansados de huir y quieren un descanso. Déjales que disfruten de esta noche, al menos.

En silencio, no podía evitar pensar en que, además, ahora que conocía los sentimientos de Raon hacia el lobo, quería darle una mínima oportunidad de poder comunicárselos... o, por lo menos, de pasar un buen rato con él, sabiendo que el viaje que se les venía encima era demasiado peligroso y duro como para permitírselo. Pero no contarle todas las razones por las que quería dar al Humano y el lobo aquella pequeña tregua no era mentir. Simplemente, le ocultaba parte de la verdad.

-Nosotros también somos jóvenes, y conocemos nuestras responsabilidades -le recordó Inoa, torciendo el gesto -. Tú no eres mucho mayor que ellos.

-Cinco años y, si estoy aquí, es porque lo he elegido -contestó Loki, con suavidad -. No hay ni punto de comparación. Y... no quiero hablar más del tema, sinceramente -hizo una breve pausa -. ¿Por casualidad no sabrás... adónde ha ido Rukj?

-Estaba en el campamento, ayudando a preparar los fuegos -explicó la liebre, algo sorprendida por la pregunta -. ¿Por qué...?

-Hay algo de lo que tengo que hablar con él -respondió rápidamente Loki.

-¿Acerca del Humano y su misión?

-No.

Se negaba a dar más detalles, por lo que ignoró deliberadamente la mirada confusa que le dirigió la liebre negra, haciendo como si prácticamente no existiera. Esta debió de captar el mensaje, porque tras unos segundos en los que estuvo tratando de averiguar qué se traía entre manos el lince, frunció el ceño y su rostro adquirió una expresión entre molesta e indignada.

-No sé qué estás tramando, Loki -le advirtió la liebre por última vez, mientras retrocedía un paso -. Pero dejarles tanta libertad... En fin. Supongo que tú sabrás lo que haces.

Loki asintió, en silencio.

Inoa le dirigió una última mirada con la que trataba de analizarle por dentro, antes de darse media vuelta y encaminarse con paso orgulloso en dirección al campamento, no muy lejos de allí. Loki se quedó sólo, de nuevo, mientras interiormente trataba de disculpar a Inoa.

La conocía desde hacía ya varios años, en realidad, y comprendía sus preocupaciones. De hecho, cuando ambos formaban parte de la Orden y habían sido instruidos por sus maestros, podría decirse que habían llegado a llevarse... bien. En realidad, Loki jamás habría sido capaz de hablar con tanta seguridad a alguien a quien no conocía desde hacía ya bastante tiempo, por el simple hecho de que su timidez se lo habría impedido. A veces desearía, simplemente, tener la facultad de coger confianzas con cualquier persona más rápidamente.

Mejor eso que sentirse preso de su propia vergüenza.

Pero aquella noche estaba dispuesto a hacer algo por escapar de su timidez y, le costase lo que le costase, no podía permitir que ésta le mantuviera callado por más tiempo.

No. Aquella noche sería él mismo y se arriesgaría a decir lo que de verdad sentía.

Aunque tuviera que enterrar la vergüenza para ello.

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Tuvo que repetirse aquellas palabras más de una vez en cuanto hubo puesto en marcha su plan y comunicado a Rukj que tenía algo importante de lo que hablar con él.

A pesar de haber tratado de tranquilizarse incontables veces y de haber tomado varias profundas bocanadas de aire para intentar calmar los alocados latidos de su corazón, las palmas de sus zarpas seguían sudando y era incapaz de evitar que temblaran levemente. Mientras caminaba hacia las afueras del campamento, seguido de cerca por Rukj, iba escogiendo lentamente las palabras que decir, la frase con la que empezar aquella incómoda conversación... pero, por algún motivo, aquella niebla que parecía haberse apoderado de su mente confundía todas las cosas en las que pensaba.

Era frustrante: sus pensamientos eran tan confusos y caóticos que, antes de que fuera capaz de ordenarlos, estos se le escapaban entre los dedos y desaparecían. Toda la seguridad que había ido acumulando durante la conversación con Raon se había evaporado como si jamás hubiese existido, y ahora... ahora no sabía exactamente qué hacer, ni qué decir. Además, el saber que ya le había dicho a Rukj que tenía algo importante acerca de lo que hablar con él y que, le gustara o no, los ojos ambarinos del lobo estaban ahora fijos en su nuca, no ayudaba precisamente a que mantuviera la calma. No había vuelta atrás.

Sólo podía continuar adelante, le gustara o no.

Tras unos minutos caminando, ambos llegaron finalmente a la orilla del lago en el que Loki había mantenido antes aquella conversación tan íntima con Raon. Si el lince terminaba haciendo lo que se había propuesto, esa sería la segunda conversación íntima que las aguas de aquel lago presenciarían aquella noche.

-¿Qué ocurre, Loki? -preguntó el lobo negro, sin perder más tiempo del necesario -. ¿Hay algo acerca de la Cadena que no me hayas contado?

Loki parpadeó un par de veces, sorprendido por la pregunta, pero finalmente negó lentamente con la cabeza y dejó escapar un largo suspiro, tratando de tranquilizarse. Fue capaz de percibir el brillo interrogante en los ojos de Rukj y, por algún motivo, eso no hizo más que ponerle más nervioso. Por unos segundos le habría gustado ser más directo y no tener tantas dificultades a la hora de hablar, como el lobo.

-No... -respondió. La voz le tembló y tuvo que carraspear -. No es eso... yo...

Rukj se acercó un poco más a él, algo preocupado por las dudas que aparecían en el tono de voz del lince, quien, ante esto, no pudo evitar ponerse incluso más nervioso y darle la espalda, mientras bajaba la mirada al suelo.

-Tengo algo que decirte, Rukj -murmuró Loki, mientras juntaba las zarpas y trataba de tranquilizarse.

Por algún motivo, no podía dejar de temblar y era capaz de notar cada uno de los latidos de su corazón en la cabeza, mientras que un sudor frío había empapado ya su frente hacía tiempo, humedeciendo su flequillo. ¿Por qué... por qué demonios no era capaz de tranquilizarse un poco, para variar?

-¿Hay algún problema? -preguntó el lobo, desde detrás.

-No -se apresuró a responder el lince, desviando la mirada hacia el lago -. Es que... yo... -la frase murió en sus labios, mientras buscaba las palabras con las que continuarla -. Debería haberte contado esto hace tiempo.

-¿A qué te refieres? -preguntó Rukj, acercándose unos pasos -. Loki, ¿estás bien?

En ese momento, el lobo negro posó una de sus enormes zarpas en el hombro del lince, que dejó escapar un respingo mientras giraba la cabeza hacia él, cada vez más nervioso. Tratando de contener su nerviosismo y de dejar de hacer el ridículo, Loki se giró hacia él lentamente, todavía retorciéndose las zarpas sin saber exactamente qué hacer con ellas ni dónde esconderlas. Las profundas pupilas del lobo brillaban con curiosidad y, sobre todo, con una creciente preocupación.

<<Es fácil>> decía una parte de su mente, tratando de calmarle <<. Solo tienes que decírselo. En cuanto lo hagas, todo será más fácil>>. <<...pero, ¿y si le asusto? >> preguntaba desesperada la otra mitad de su conciencia, todavía temblando de terror ante aquella posibilidad <<... ¿y si él no siente lo mismo, no le gusta que yo me sienta así... y se aleja de mí para siempre?>>. Aquella posibilidad hacía que se le encogiera el corazón.

Era una guerra difícil.

La recompensa era alta, pero el precio a pagar si fracasaba no se quedaba atrás. ¿Debía arriesgarse y lanzarse al campo de batalla sin pensárselo dos veces... o por el contrario sería mejor permanecer escondido tras una segura fachada hecha de mentiras?

-Lo que ocurre es que... -comenzó, tratando de seguir las indicaciones de la primera mitad de su ser, aquella que todavía tenía esperanza -. Desde el día en que te conocí... bueno... has sido alguien muy importante para mí -aquellas palabras consiguieron que un escalofrío le recorriera la columna vertebral -. Siempre te estaré muy agradecido por haberme ayudado en Cellisca Nívea, cuando estaba perdido y sin nadie a quien acudir. Incluso te enfrentaste a la Guardia cuando quisieron acusarme de ser un cómplice tuyo -sin poder evitarlo, enrojeció levemente bajo su pelaje al recordar todos aquellos momentos -. Y, si no fuera por ti, aún estaría postrado ante los pies de Ronod, en aquella mazmorra, languideciendo de frío... O, probablemente, muerto.

Rukj ladeó la cabeza.

-No podía haberte dejado allí. Si te ayudé fue porque era lo correcto -respondió el lobo, sin saber exactamente adónde quería llegar el joven lince.

-Ya -suspiró Loki, levantando la mirada y fijándola en los ojos del lobo -. Pero eso no es todo... tú... -se mordió el labio inferior, hasta que finalmente supo que había llegado el momento de lanzarse al campo de batalla -. Me gustas, Rukj. Me gustas mucho.

La última palabra que escapó de sus labios fue tan sólo un susurro, pero aún así el mensaje había sido perfectamente audible. El lince bajó la mirada, completamente avergonzado, mientras sentía como volvía a ruborizarse otra vez. <<Idiota>> se dijo a sí mismo, maldiciendo su propia timidez <<. Idiota, idiota, idiota>>.

Pero, por otra parte... lo había hecho. Se lo había dicho y lo más difícil ya estaba hecho. A pesar de que, en aquel momento, habría preferido que la tierra se lo tragase... no podía evitar pensar que, después de tanto tiempo cargando con ello en silencio, quitarse aquella carga de encima había supuesto un alivio.

-¿Que... te gusto? -repitió Rukj, como queriendo asegurarse de que había escuchado bien, mientras apartaba suavemente la zarpa del hombro del lince.

-Sí -respondió Loki, con un hilo de voz -. Desde el día que nos conocimos he estado mirándote y... bueno... no podía seguir sin contártelo por más tiempo.

Después de decir aquellas palabras se sintió incluso más avergonzado y completamente incapaz de levantar la cabeza, preso de su propia timidez. Sin embargo, era capaz de notar la mirada de Rukj sobre su nuca, mientras que la suya se perdía en el suelo entre sus pies. Loki casi era capaz de imaginar su mirada, todavía llena de curiosidad, mientras observaba en el más absoluto de los silencios al lince que le había confesado sus sentimientos... o, quizás, la mirada que le estuviera dirigiendo contuviera algo de la ternura con la que el joven había soñado en alguna ocasión. En el peor de los casos, Rukj le estaba observando con incredulidad e incluso cierta expresión dolida... pero, en realidad, y por más que hubiera deseado saber qué estaba pensando en aquel momento el lobo, Loki sabía que jamás sería capaz de levantar la mirada para averiguar la verdad.

Sobrevinieron unos segundos tensos, envueltos por un silencio casi respetuoso. Loki, apretando las zarpas con fuerza contra su estómago y con la cabeza baja, esperaba el veredicto de Rukj como quien espera el golpe de una guillotina... En aquel momento lo único que se habría podido escuchar aparte del silencio era la tensa respiración del lince y, no muy lejos de allí, el apartado murmullo de la fiesta que se estaba celebrando en el campamento.

Hasta que, finalmente, llegó el final de aquel silencio y, sin saber por qué, Loki se encogió sobre sí mismo como si temiera que fuese a hacerle daño.

-Loki -comenzó Rukj, con cierto tono de inseguridad en la voz -. Yo... lo siento mucho. Me temo que no siento lo mismo.

Fue como si, por unos instantes, el mundo se hubiera congelado.

Jarek estiró las patas, sentado en el suelo, y analizó rápidamente con la mirada a todas aquellas personas que, alrededor de la hoguera, reían, gritaban y bailaban como si aquel fuera el día más feliz de sus vidas. Algo nervioso, reprimió un escalofrío en cuanto vio que uno de los linces que viajaban dentro de la caravana realizó una peligrosa acrobacia demasiado cerca de la hoguera, que podría haber terminado con él ardiendo en mitad de las llamas. Desvió la mirada al suelo, incómodo, y trató de pensar con claridad mientras en sus oídos todavía retumbaba, sonoro y rítmico como los latidos de su corazón, el sonido de la felicidad de todas aquellas personas.

¿Qué estaban celebrando en realidad? ¿Que el Humano hubiera llegado a su caravana? ¿O simplemente que hubiera alguien nuevo viajando junto a ellos, sin importar de quién se trataba? <<Tal vez, >> pensó el lobo en silencio, mientras alzaba la mirada de nuevo y la dejaba fija en la hoguera, no sin cierto nerviosismo <<ni siquiera ellos sepan lo que estén celebrando. Quizás lo único importante sea la celebración en sí>>.

En silencio, trató de darle vueltas a las palabras que había oído en el interior de la tienda, la leyenda de la que Loki había hablado, la misión que tanto él como Raon debían cumplir. Su primera reacción al escuchar sus palabras había sido similar a la del joven Humano; por unos instantes, no había dado crédito a sus oídos y había dudado seriamente de que tanto él como Raon fueran capaces de realizar semejante proeza. ¿Acabar con la guerra que llevaba tanto tiempo asolando el mundo? ¿Borrar de un plumazo todo el odio que existía entre Humanos y Bestias? ¿Conseguir que se reconciliaran como viejos amigos que, en algún momento, hubieran iniciado una disputa estúpida e injustificada? Nada de eso parecía asequible para un joven lobo de apenas quince años y un Humano que debía de rondar la misma edad. Mucho menos, sabiendo que, en aquel momento, eran poco menos que enemigos públicos y cualquiera de sus movimientos tenía que llevarse a cabo en el más mínimo sigilo si no querían terminar descuartizados o algo peor en la plaza de alguna ciudad.

Pero, aún así, Jarek tenía la esperanza de poder hacer algo. Llevaba demasiado tiempo sufriendo por culpa de la guerra, por culpa del odio entre razas, y no podía evitar desear, desde lo más profundo de su corazón, que todo acabara ya de una vez. Había sabido, desde el día en que había nacido, que era imposible que todos los demás fueran capaces de entenderlo como él, pero aún así tenía el sueño de que algún día todo terminaría y podría volver a recorrer las calles de Cellisca Nívea sin peligro de que le señalaran con el dedo y gritaran su nombre como el del traidor que había alojado en su casa a una Humana. Nada le habría hecho más feliz que volver a ver el mundo unido: Bestias y Humanos, por fin capaces de convivir en armonía sin matarse cruelmente los unos a los otros.

Aquella era la base de sus ganas de luchar, de intentar conseguir que las cosas cambiasen para mejor. La otra razón por la que estaba dispuesto a arriesgarse tenía un nombre y, en aquel momento, se encontraba a apenas unos centímetros de él.

En silencio, giró la cabeza para dirigir una larga mirada a Raon y no pudo evitar sonreír levemente al encontrarse al Humano con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en un hombro, a punto de dormirse completamente. Con cuidado de no sobresaltarle, Jarek alargó una zarpa para zarandearle suavemente y conseguir que se despertara.

Raon abrió los ojos rápidamente y dejó escapar un suave resoplido de sorpresa, lo que consiguió que la sonrisa del lobo se hiciera más amplia.

-¿Qué? -le preguntó al Humano, todavía con la zarpa en su hombro -. No puedes aguantar más, ¿eh?

Raon tardó unos segundos en entender las palabras y, adormilado, se llevó una mano a la cabeza, tratando de desperezarse un poco.

-No... -murmuró, finalmente -. Lo siento, sé que te dije que estaría en la fiesta contigo, pero es que tengo mucho sueño...

Jarek ladeó la cabeza y continuó observándole, fascinado, mientras el Humano se frotaba los ojos con el dorso de la mano. No podía evitar pensar que, en aquel momento, el aspecto del joven resultaba enternecedor.

-¿Quieres que vayamos ya a la tienda? -le ofreció, dejando escapar una suave risa -. De lo contrario, estoy viendo que te caerás aquí dormido.

-Sí, por favor -respondió Raon, dirigiéndole una mirada de profundo agradecimiento.

El lobo asintió y ambos se levantaron, para encaminarse, tras unos segundos, en dirección a la tienda de lona que Rukj les había ayudado a montar aquella misma noche. El paso del Humano era al principio lento y un poco inseguro, pero se hizo más firme una vez la fresca brisa de la noche y el movimiento le hubieron ayudado a espabilarse un poco.

-Tal vez debería haberte invitado a un baile para que no te aburrieras tanto -comentó Jarek, mientras seguían caminando -. Te habría mantenido despierto.

-¿Un baile? ¿En serio? -preguntó Raon, con un tono en el que el sarcasmo trataba de abrirse paso a través del sueño -. ¿Al lado de la hoguera?

-Hum... no, tienes razón, tal vez no habría sido una buena idea -admitió Jarek, sin poder evitar sonreír, a su pesar. ¿Desde cuándo era Raon el que le hacía reír a él? -. Pero habría merecido la pena sólo para ver si eras capaz de bailar.

-No puede ser mucho más difícil que cazar... -replicó Raon, aunque no parecía muy seguro de sí mismo. Un soplo de viento le levantó el pelo de la cara y le hizo estremecerse.

-¿Tienes frío? -se apresuró a preguntar Jarek, algo preocupado.

Raon abrió la boca para responder, pero justo antes de hacerlo, se quedó pensativo y le dirigió una larga mirada, como si tratase de analizar las palabras que acababan de salir del hocico del lobo, intentando encontrar algún significado oculto. Por unos segundos, Jarek se sintió un poco incómodo con aquella situación, e incluso lamentó haber dicho aquellas palabras.

Tal vez... tal vez hubiera sonado un poco forzado...

-La verdad es que sí -respondió Raon, finalmente, mientras se abrigaba un poco más con sus capas de pieles -. Me gustaría que... me gustaría que, si ves que esta noche tengo frío... en fin... -le costó encontrar las palabras -. Dame calor.

-Por supuesto -respondió el lobo, empujándole suavemente del brazo, lo que hizo que el Humano dejara escapar una suave risa -. No podría dejar que murieras congelado. Y mucho menos, sin haberte visto bailar todavía.

-Ni creo que lo hagas... -murmuró Raon, en voz baja, mientras ambos llegaban finalmente a su destino y se detenían frente a la puerta de la tienda.

Jarek estuvo lidiando durante unos segundos con las correas que mantenían la entrada cerrada, incapaz de deshacer los nudos, y Raon tuvo que acercarse para ayudarle un poco. Tras unos minutos en los que ambos permanecieron en un silencio desacostumbrado, el Humano consiguió abrir del todo la puerta y ambos entraron en la tienda de lona, poniendo especial cuidado en no tocar nada que pudiera tirar abajo el trabajo que había hecho Rukj.

Sin perder un solo segundo y llevado por el cansancio, Raon se dejó caer sobre el jergón instalado en el interior de la tienda y se cubrió con una manta que, muy a su pesar, no era lo suficientemente gruesa como para proteger del frío a alguien que no tenía pelaje. Dejó escapar un suspiro, consternado, mientras se resignaba a aceptar que, después de todo, aquella caravana no estaba pensada para dar refugio a integrantes Humanos.

No tuvo tiempo de pensarlo dos veces antes de que algo cálido se tumbara a su lado y le pasase un brazo por la cintura, dándole algo más de calor. En ese momento, Raon agradeció estar de espaldas a Jarek, pues de otra forma, el lobo se habría dado cuenta del rubor que había inundado sus mejillas al sentir la presión de su cuerpo contra su espalda.

-Sólo por si acaso -le explicó el lobo, en voz baja.

Su aliento le hizo cosquillas en la oreja y, sin poder evitarlo, Raon no pudo evitar sentirse algo nervioso. Al fin y al cabo, ni él mismo sabía exactamente dónde empezaban y acababan las barreras que marcaban aquello que sentía hacia Jarek y, si bien antes no le había preocupado, ahora tenía miedo de hacer cualquier cosa que pudiera asustar a su amigo.

-Buenas noches -susurró el lobo, al no recibir respuesta.

-Buenas noches -respondió Raon, todavía pensativo, mientras se mordía el labio inferior.

Tendría que decírselo algún día; al menos, si pretendía no ruborizarse cada noche que el lobo le ofreciera su calor, o no quedarse sin palabras cada vez que intercambiaran una mísera mirada. Jarek tenía derecho a saberlo y, por otra parte, siempre estaba la posibilidad de que aquello que Raon sintiera fuese algo compartido...

<<Mañana. >> se dijo a sí mismo, tratando de infundirse confianza <<Se lo diré mañana>>.

Loki se llevó una mano al pecho, tratando de contener los sollozos y de tragarse las lágrimas mientras, junto a la orilla del lago, intentaba dejar de llorar sin conseguirlo. ¿Cómo había podido atreverse a hacer algo así...? ¿Cómo había podido quedar en ridículo de tal manera, dejarse en evidencia ante Rukj, tirar por tierra el poco respeto que el lobo podría haberle tenido? Loki había sido capaz de percibir el miedo en las palabras del lobo, cuando le había respondido que él no sentía lo mismo; no era un miedo que Rukj quisiera dejar entrever, pero el lince lo había sentido como si se tratara de un puñetazo directo a su cara. ¿Cómo... cómo se había atrevido... a abrirse ante él de tal manera?

Jamás debería haber reunido el coraje necesario para hacer algo así.

En silencio, el lince levantó la mirada y la clavó en la imagen que le devolvía el lago: algo parecido a un guiñapo de pelo que, envuelto sobre sí mismo como si fuera un ovillo, con las rodillas muy pegadas a la barbilla y los brazos cerrados a su alrededor, temblaba sin parar mientras trataba de serenarse. Sus dos ojos azules brillaban en medio de la oscuridad, iluminados por el reflejo de la luz de la luna sobre el agua, y parecían estar húmedos e incluso algo hinchados después de tantas lágrimas.

Sintió lástima de sí mismo y, por primera vez desde que había comenzado a llorar, se avergonzó de estar dando aquella imagen. Por suerte para él, Rukj se había marchado hacía ya rato y no estaba allí para presenciar aquello, pero... ¿acaso no había hecho ya el ridículo lo suficiente? <<Él no te quiere, Loki>> se repitió a sí mismo una vez más, mientras contenía un gemido <<Le has dicho lo que sientes por él para nada... y ahora... ahora ya nunca te verá de la misma manera>>.

En silencio, apretó un poco más las piernas contra su cuerpo para darse algo de calor, mientras recordaba el momento exacto en el que el lobo negro había dejado escapar las palabras que se habían convertido en su sentencia. Sabía que no habían sido las últimas que había dicho.

Podía ser que Rukj, después de haber destrozado involuntariamente su corazón sin saberlo, hubiera tratado de animarle. Tal vez le hubiera dado unas palmaditas en la espalda, tratando de hacerle sentirse mejor, o tal vez le hubiera preguntado si se encontraba bien, preocupado. Quizás Loki hubiera respondido riendo, ocultando la amargura que le intoxicaba por dentro, o quizás hubiera permanecido en silencio, con la mirada perdida, quieto como una estatua, incapaz de asumir aquel fracaso tan absoluto.

Se había entregado a él para nada.

Loki jamás se había imaginado que fuera tan duro no ser correspondido: aunque supiera que Rukj no le guardaba rencor por lo que le había dicho, y que posiblemente el hecho de que ahora supiera que el lince se sentía atraído hacia él no cambiaría nada, era duro saber que era el único que se sentía así. Había estado soñando durante tanto tiempo con la posibilidad de descansar en los brazos del lobo negro, de compartir con él sus momentos más íntimos, de abrirle todas sus puertas...

... pero no había sido más que eso.

Un sueño. Un estúpido, doloroso y cruel sueño.

Y la realidad era la que dictaba las normas en el mundo en el que Loki vivía, por lo que, aunque quisiera jamás podría ser capaz de cambiar lo que Rukj sentía, o mejor dicho, lo que no sentía hacía él.

<<Él no tiene la culpa>> se repitió, por enésima vez <<. No podría mentirme... Si no siente nada no podría haberme dicho que sí... >>

Este pensamiento provocó que volviera a dejar escapar un sollozo de angustia, mientras nuevas lágrimas acudían a sus ojos como si su cuerpo necesitara urgentemente derramarlas fuera de sí. Con el corazón roto por el dolor y la vergüenza, Loki enterró la cabeza entre sus piernas y cerró los ojos, tratando de olvidarlo todo, tratando de dejar de sufrir; tratando de dejar de sentir de una vez para que todo fuera infinitamente más fácil...

No habría sabido decir cuánto tiempo estuvo así, completamente abstraído de la realidad, todavía con el surco de las lágrimas marcado sobre el pelaje de su rostro. Fue como si, durante un período indeterminado, la oscuridad le hubiese envuelto en un gélido y vacío abrazo que le provocaba escalofríos, pero que a la vez resultaba ligeramente reconfortante. Era triste saber que nada más que la oscuridad podía abrazarle, pero en aquel momento, cuando sus pensamientos vagaban a la deriva y su alma apenas se preocupaba por recuperarlos... no le importó. Se dejó llevar de un lado a otro, como una marioneta, y por unos segundos casi tuvo la agradable certeza de que su corazón había dejado de palpitar, de que la tierra se lo tragaría y de que ya jamás volvería a respirar...

-No deberías estar aquí, perdiéndote la fiesta, sobre todo teniendo en cuenta que es en tu honor.

Fueron aquellas palabras, pronunciadas por alguien a su espalda, las que le devolvieron a la realidad

Confuso, el lince levantó la cabeza y se giró hacia quien le había hablado desde detrás, parpadeando un par de veces para adaptar sus pupilas rasgadas de nuevo a la luz. Iluminada por el lejano brillo de la hoguera del campamento y por el resplandor de la luna y las estrellas, Loki reconoció la imponente silueta de Ailec, que le contemplaba con una expresión entre dubitativa y preocupada. El hijo del líder de la caravana llevaba un manojo de leña al hombro y al descubrir el inconfundible rastro de las lágrimas sobre el rostro del lince, ladeó la cabeza, con curiosidad.

-Yo... -murmuró Loki, con la voz ronca.

-¿Qué te pasa? -preguntó el toro, dejando la leña en el suelo y acercándose unos pasos -. Eh. ¡Eh, eh! -exclamó, al ver que las lágrimas volvían a los ojos de Loki -. ¿Qué ha pasado? ¿Es que alguien te ha hecho algo?

-No... -respondió Loki, con esfuerzo, mientras volvía la cabeza hacia el lago para ocultar sus lágrimas de la mirada del toro.

Esta vez no sabía por qué lloraba.

Tal vez fuera simplemente por la vergüenza que le daba que alguien le viera en aquel estado, o porque las palabras del toro le hacían recordar lo que había sucedido antes... El caso era que no podía dejar de llorar, y por cada lágrima que derramaba se sentía más y más miserable...

-¿Entonces, qué? -le preguntó el toro, mientras se sentaba con las piernas cruzadas a su lado y le dirigía una mirada inquisitiva, todavía preocupado -. ¿Qué te ocurre?

Loki no se sintió con fuerzas para responder.

En cualquier caso, ¿qué habría podido hacer? ¿Contarle al toro que había declarado su amor a Rukj aquella misma noche y que como el lobo no le había correspondido se había puesto a llorar como un crío? Ya se había humillado lo suficiente... Loki no quería volver a pasar por lo mismo otra vez, volver a tener que vencer a su timidez para después caer en picado al no recibir nada a cambio.

Habría sido demasiado doloroso.

-Bueno, si no me lo quieres contar... -continuó Ailec, sin apartar la mirada de él, mientras ponía una de sus pezuñas en el hombro del lince para tratar de consolarle -, supongo que, por lo menos, puedo intentar hacerte sentir mejor. ¿Te animarías a venir conmigo a la fiesta? No me vendría mal un poco de compañía.

Loki estuvo tentado de reír ante aquella proposición tan absurda.

-¿Con estas pintas? -preguntó, mientras se pasaba una zarpa por la cara para limpiarse las lágrimas -. Todo el mundo me mirará...

-Bah, no te preocupes -trató de tranquilizarle el toro, todavía intentando infundirle algo de confianza con la pezuña en su hombro -. Mira... cuando yo tengo ganas de llorar siempre bebo algo. Ya sabes, algo fuerte. Tal vez contigo no funcione, pero podríamos probar. ¿Qué me dices? Prometo estar a tu lado todo el rato que haga falta, hasta que te encuentres mejor.

Loki levantó la mirada y la clavó en los ojos de Ailec, que le observaban con expectación.

Había algo en la mirada del toro que le hacía sentirse mejor, algo que le hacía recuperar de nuevo cierta confianza en sí mismo... No habría sabido decir qué era ni por qué le transmitía esto, pero lo cierto era que le hacía sentir cierta calidez en su interior, como si el que alguien estuviera preocupado por él encendiera de nuevo una llama que, hasta el momento, había permanecido apagada en lo más profundo de su consciencia.

Por unos segundos, estuvo tentado de aceptar su invitación y de tratar de olvidarse de todo para intentar disfrutar un poco de la noche. Ya había llorado lo suficiente y, por otra parte, tenía que reconocer que la compañía de Ailec le vendría bien para tratar de olvidarse del vacío que otra había dejado al marcharse...

Después de todo... ¿para qué seguir llorando y consumiéndose en su autocompasión, cuando podía buscar alguna forma de salir de ella?

Finalmente, se decidió.

-Está bien... iré -murmuró, carraspeando para intentar que su voz sonara un poco más clara -. Gracias -añadió, de corazón, mientras dirigía una mirada de agradecimiento al hijo del líder de la caravana.

Éste sonrió y se incorporó sobre sus cuclillas.

-No tienes que dármelas, cachorro.

Loki se estremeció, no tanto como por el trato tan cariñoso que el toro parecía haber adoptado hacia él de repente sino por la última palabra que había dicho y por los sentimientos que despertaba en él.

-Por favor, no... no me llames cachorro -le pidió, desviando la mirada al suelo.

-Oh, bueno -murmuró Ailec, algo sorprendido -. Pues... no tienes que dármelas, gatito -repitió, guiñándole un ojo.