Aquel al que considere un padre

Story by Alfred Sherford on SoFurry

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En un silencioso salón, solo la tenue luz de una linterna se podía vislumbrar hasta el final del mismo. Esa poca luz daba al lugar un aspecto espectral que asustaría a cualquiera. La tenue luz iluminaba a una figura de larga melena que no puede definirse como canosa, pues todo su pelaje era blanco, quizá mas que la misma nieve. Su mirada profunda de dulces ojos verdes miraba por los anteojos que la edad lo obligaba a usar. Con mucho cuidado manipulaba un par de pinzas, con las cuales extraía las piezas de un pequeño reloj de oro, que debía arreglar.

Como dije, cualquier se espantaría con el aspecto tan fantasmagórico... excepto a un pequeño león que avanzó corriendo hacía la figura al final del salón. Prestando poca atención a la oscuridad, y esquivando obstáculos a su paso, rápidamente llego a la figura de blanco sentado al final. Sin pensar en lo que hacía, se sentó en las piernas del nada sorprendido viejo león blanco.

--Hola abuelo--dijo el pequeño, mientras miraba fijamente a los lindos ojos del que consideraba su segundo padre.

-- ¿Qué paso pequeñín?--besa su frente y alborota su cabello.

Alfred Sherford, en ese entonces de tan solo 6 años, abrazó a su abuelo y recargando su cabeza en su pecho, inhalo profundamente el olor que despedía, un olor dulce y reconfortante.

-- ¿Qué haces?

--Bueno--dejo las pinzas sobre la mesa--, antes de que llegaras trataba de arreglar un reloj.

--Oh, ¿y te estoy interrumpiendo?

--En lo absoluto. Ya te he dicho que tú nunca molestas.

--Oki.

--Pero dime que viene a hacer este guapo leoncito por aquí.

--Papá me trajo. Dice que no pueden dejarme solo en casa.

--Ah, ¿y ya se fue?

--Sip. Tiene mucho trabajo. Mamá también tiene que irse a trabajar.

--Vale, así esta mucho mejor. Tendré a este guapo leoncito toda la tarde. Solos el abuelo y tú--pico su nariz, a lo que Alfred respondió con una risa.

--Si, eso suena bien.

--Bien, ¿que te parece si comemos algo, vemos un rato la tele y jugamos un poco?

--Si, me gusta como suena.

--Y en la noche podemos ir a buscar algunas leonesas guapas para divertirnos--una enorme sonrisa surgió en su rostro.

-- ¿Divertirnos?

El viejo león observó la mirada de incomprensión de su nieto, lo que le causo risa.

--Ah Alfred, es cierto, aun eres muy pequeño para interesarte en las mujeres. Pero cuando seas mayor lo entenderás, y entonces si podremos salir los dos a "jugar" con un par de leonesas. Pero por mientras, tu me acompañas, esa carita irresistible que tienes--le pellizco las mejillas--me ha ayudado en todas mis citas.

--Ah, entonces divertirse es que te den dulces gratis.

--Pues...--su abuelo se rasco la nuca. Si, solía llevar al pequeño Alfred, que le heredo lo conquistador. En los restaurantes usaba a su nieto para atraer a señoritas jóvenes y guapas, a las que luego acompañaban a sus casas, donde le daban golosinas o juguetes a Alfred para que no molestará mientras su abuelo las llevaba a la cama. Lo que a Alfred le causaba duda, y que siempre le preguntaba a su abuelo, era sobre los gritos que salían de la habitación. "Es que a veces las mujeres se portan mal y uno tiene que castigarlas, cosa que a ellas les gusta", le contestaba siempre, "pero tú no debes hacer eso hasta que yo te diga. Y nunca le digas a mamá". Y no lo hacía, pues nunca delataría a su abuelo--... algo por el estilo. No te preocupes por eso hijo, cuando seas mayor entenderás lo que esa palabra significa.

-- ¿Cuándo sea mayor podremos divertirnos juntos?

-- ¡Ah!--la pregunta tomo desprevenido a su abuelo--Bueno... si, pero no juntos, sino por separado jeje.

Alfred se bajo de sus piernas.

--No entiendo.

--Bueno... te diré, pero tus papas no deben saber que lo sabes, ¿vale?

--Vale.

Se hinco frente a el.

--Bueno, como decirlo... ya sabes que los hombres tienen...

--Los hombres tienen pene y las mujeres vagina.

--Así es. Ah... creo que voy a traumar a este niño--dijo en voz baja.

-- ¿Mande?

--Nada--lo tomo de los hombros--. Escucha, "divertirse" es tener... bueno, se llama en realidad tener sexo. Es el acto por el cual el hombre introduce su pene en la vagina de la mujer, lo que a ambos les causa una sensación... ah... placentera.

-- ¿Placentera?

--Si, eso provoca que a veces giman, como lo que tú escuchas.

-- ¿Entonces es por eso que gimen mis papas en la noche?

--Ah... ¿los has escuchado?

--Si, en las noches cuando bajo por agua, al pasar por su habitación los escucho.

--No has llamado a la puerta, ¿verdad?

--No, por que tú me dijiste que no lo hiciera cuando los escucho.

--Bueno... jeje. El punto es que... eso es lo que hago. Solo que tú aun eres muy chico para hacerlo. Cuando tengas unos dieciséis años, quizá lo puedas hacer.

--Oki. Entonces por mientras seguiré atrayendo mujeres.

--Así es. Si con esta carita las atraes ahora, imagina cuando seas mayor. Créeme, te encantará. Pero por mientras--se levantó y lo subió a sus hombros--, vamos a comer algo. Tengo hambre, ¿tú no?

--Sipi.

--Pues entonces vamos.

Apago la luz y camino con el pequeño león en sus hombros hacía la salida del salón.

Alfred Sherford abre sus ojos, y mira el reloj que tiene en su garra. Es el que le dio su abuelo. Tantos recuerdos... siempre fue muy explicito con el desde ese día. Era otra razón por la que lo llamo "segundo padre". Tenía tiempo de haber enviudado, y desde entonces se había convertido en un semental que iba de cama en cama complaciendo mujeres a pesar de su edad. Y nunca le molesto ser el cebo. De hecho, le encantaba, pues si su abuelo era feliz, el era feliz.

De hecho, eso al parecer fue bastante útil para el. Siempre fue un chico muy despierto, y eso le permitió no quedar traumado con los espectáculos que a veces veía en casa de su abuelo. Al contrario, aprendió muchas cosas cuando estaba con el.

Guarda el reloj en su bolsillo y cierra de nuevo los ojos. Hoy es su aniversario, y le duele. Nunca le dolió su muerte, pues igual que su abuelo, Alfred aprecia la muerte incluso más que la propia vida. Sin embargo, lo que le duele y que sigue doliendo, es que haya muerto solo, en su casa, cuando el debía estar ahí. Sin embargo, prefirió salir con sus amigos. "Es solo un día, puedo ir mañana", recuerda haber dicho. Pero nunca hubo un mañana. A su edad, no iba a poder hacer nada para salvarlo del infarto que acabo con su vida. Pero al menos iba a poder estar ahí para acompañarlo. Desde entonces dejo de salir con sus supuestos amigos. Se siente culpable y siempre se sentirá así.

Mira todas las herramientas que usa para arreglar los relojes. Todas son de su abuelo. El le enseño, mientras se sentaba en sus piernas, el nombre de cada una, como se usaban, las piezas del reloj, como restaurarlos. El le enseño todo. Es el medio por el cual se siente mas cerca de el, como si volviera a tener 6 años y estuviera sentado en sus piernas de nuevo.

Lágrimas comienzan a caer por sus mejillas, mientras cientos de recuerdos lo invaden. La única persona que realmente estuvo con el, apoyándolo cuando sus padres le daban más importancia a su trabajo. No fue justo. El no se merecía morir. Se levanta y sale corriendo de su habitación. En la sala, James trata de detenerlo, preguntándole que pasa, pero la única respuesta que obtiene es su silencio, mientras lo ve salir corriendo de la casa.

Sale de la casa corriendo aun sin idea de donde va. Solo quiere correr, alejarse de todo. No sabe que sentir. No sabe si siente tristeza u odio. El quería tener a su abuelo aun con el, que lo viera triunfar. Pero un Dios injusto se lo arrebato de su lado. Siente rabia por eso, rabia por el Dios que tanto ama y que lo traiciono dejándolo solo cuando era tan solo un cachorro.

Piensa en lo que sería de su vida si su abuelo siguiera vivo. Piensa en todas las cosas que podría estar haciendo ahora mismo con el. Las bromas, los juegos, las cenas, estar horas frente al escritorio arreglando relojes con el. Piensa en todo eso y solo puede llorar de rabia al no tenerlo.

Se detiene al darse cuenta de que esta a unos metros de la Iglesia. A esta hora esta vacía. Lo piensa por un momento, para luego correr hacía la entrada. Al entrar, escucha el eco de sus pasos al correr hacía el altar. De repente cae de rodillas a unos metros de el. Mira al suelo y lo golpea con ira.

-- ¡Maldito sea!--grita-- ¡Maldito sea el día que me lo quistaste! Era la única persona que me prestaba atención. Y tú me lo arrebatas por que se te da la gana.

Vuelve a golpear el suelo, mientras sigue maldiciendo en su mente ese día. En como el llamado de Dios se convirtió en un tormento para el.

--Te importo un bledo--sigue diciendo--lo que yo pensaba. Te encargaste de hacerme sentir culpable. Escogiste el día en que yo preferí estar con mis amigos para quitármelo. Querías que me sintiera culpable, y lo hiciste

Se lleva la garra al cuello y se arranca un rosario que llevaba ahí, para luego lanzarlo al suelo frente a el.

-- ¿Eso crees?--le pregunta alguien tras de el. Alfred se voltea sorprendido, solo para ver a otro león vestido de padre. Alfred le vuelve a dar la espalda-- ¿Por qué no hablas conmigo Alfred? Puedo ayudarte.

--Es un sacerdote. Solo me dirá que Dios se lo llevo por que así lo dicta Él.

--No te ves sorprendido de que sepa tú nombre.

--No debería. Soy escritor, pocas son las personas que no me conocen aquí en Madrid.

--Bueno, podría ser una de esas personas. ¿Qué dirías entonces?

--Que lee el diario. También soy periodista, y uno de los mejores del país.

--Vaya, después de todo también eres modesto. Por lo que veo te gusta que la gente te adule.

-- ¿A quien no?--se levanta para sentarse lejos de el.

--Si, tienes razón. A todos en este mundo nos gusta que nos adulen, que nos digan lo buenos que somos en algo. Es la necesidad del hombre de sentirse poderoso. Sin embargo...

--...muchos hombres no tienen idea de lo mucho que desagradan aquello en lo que son adulados, pues no lo hacen por gusto, sino por que quieren que los adulen--completa Alfred. Es de un artículo que el escribió hace mucho.

--Así es. Como veras, leo tus artículos. Del mismo modo he leído todos tus libros. Se con quien hablo, y se lo que sientes.

-- ¿Lo que siento? No tienes ni idea de lo que siento.

--Claro que si. Se lo que se siente perder a un ser querido, que las personas que aman se vayan.

--El no se fue--cierra los puños--. Me lo arrebataron. Un Dios injusto me lo quito de tal modo que me haga sentir culpable por su muerte. Murió solo, en su casa, cuando yo debí estar ahí.

--No hubieran cambiado las cosas si hubieras estado.

--Hubiera estado ahí.

--Y te hubieras sentido peor por que lo ibas a ver morir y no ibas a poder hacer nada para ayudarlo. Solo te lastimaría mas el haber visto morir a tu abuelo.

Desde ese punto tiene razón el extraño. Seis años+ver morir a su abuelo=trauma seguro.

--Pues...

-- ¿Ahora entiendes?--se levanta y se sienta junto a Alfred--Alfred, la vida es algo bastante complicado. Entiendo que te duela haber perdido a tu abuelo. Sin embargo, la misión que el tenía ya había terminado. El te enseño muchas cosas, fue la única persona que te presto atención. Sin embargo, te enseño y vivió contigo todo lo que tenía que vivir. Hayas estado o no, el iba a morir. Pero ten algo por seguro, el esta haya arriba, y se siente orgulloso de ti, y de todo lo que has hecho por el.

--Eso...

--No cambia las cosas--le interrumpe y se pone de pie para alejarse de el--. En eso tienes razón. Sin embargo, si no me equivoco, alguien dijo que la muerte es un regalo incluso más precioso que la vida, pues es el llamado de Nuestro Señor Jesucristo.

Alfred se sorprende al escuchar eso. Nadie más que James sabe eso. Pero al voltear no ve a nadie más que a James, sentado a su lado. Toma sus garras y lo abraza.

--Supuse que estarías aquí.

--Ni siquiera se como llegue--dice tras unos segundos.

-- ¿Quieres hablar de algo?

--No lo se... creo que ya dije todo lo que tenía que decir.

--Entiendo que lo extrañas, pero no ganas nada torturándote así. ¿Crees que si el hubiera querido te hubiera dejado?

--No.

--Exacto. Quizá no quiso, pero ten por seguro que desde ese día ha estado cuidándote. ¿Recuerdas lo que paso cuando trataste de suicidarte?

Alfred se sorprende al escuchar eso. Tiene razón, después de que lo salvaron de su intento de suicidio, vio a su abuelo en el hospital. Innumerables han sido las ocasiones en las que casi pierde la vida, y nunca le ha pasado nada. Igual a James.

--Siempre te ha cuidado de todo lo malo, y lo seguirá haciendo.

Alfred no dice nada. Solo se funde en un fuerte abrazo con su lobo, llorando. Después de todo tiene razón. Tiene dos ángeles guardianes para el solo. Anteriormente solo conocía a su lobo guardián. Pero ahora tiene por seguro que un viejo león blanco siempre esta detrás de el.

--Gracias viejo--dice, para dejarse consolar por su amado lobo.

El padre mira a Alfred y a James desde la puerta de la Iglesia. Sonríe al ver que el terco león se quito ese peso de encima.

--Es bastante terco.

--Nah, no es terco, es perseverante--dice otra voz. El viejo león blanco, con su abrigo y su sombrero, sonríe.

--Solo lo defiendes por ser tu nieto.

-- ¿Tú no lo harías? Recuerdo que dijiste que hubieras preferido ser abuelo que padre.

--Pues no tengo esa dicha. Pero si la de tener mas de cuatro mi millones de hijos que me aman.

--Si yo soy feliz con Alfred, imagina lo que serían cuatro mil millones de nietos.

--Ya me tocará el día.

--En fin. No creo que Alfred me necesite por hoy ¿Nos vamos?

--Si, aun hay cosas por hacer.

El león mira de nuevo a su nieto. Tras la muerte de su esposa, dejo de creer en Dios. Pero en sus últimos días Alfred lo hizo cambiar de opinión. Por eso no dejo que Alfred terminará sintiendo lo mismo. Ahora, en agradecimiento a el, lo cuida de todo lo malo. Da la vuelta y sale abrazado del león que ya considera su padre

Nota del autor

Hago esta historia en honor a mi abuelo, que murió este domingo 9 de mayo. Discúlpenme, pero estuve fuera de la ciudad varios días, por eso no pude terminar el siguiente capitulo. Y como el me ayudo tanto, yo hice esta historia en su honor para que todos supieran quien fue. Viejo, tenía tantos sueños, deseaba que me vieras triunfar, quería que me duraras otros 100 años más. Pero te fuiste, y ahora se que me observas desde haya arriba, a donde algún día te alcanzare y podré ver a tu lado la creación. Extrañare muchas cosas, tú risa, tus historias, que me deslumbraras con tú conocimiento, que me llames "huguito" con esa voz dulce que siempre me hacía sonreír. Yo no saque ninguna habilidad de mi padre, sino que todas las saque de ti. Tú me hiciste un lector empedernido, un joven creativo, un estupendo escritor, y un futuro periodista; todo lo que yo soy y seré es por que tú lo fuiste. Muchas gracias por todo abuelo. Algún día me llegará mi turno de irme, y varias personas vendrán a acompañarme en el camino hacía el cielo, y se que entre ellas, iras tú.

Que descanses en paz.