Crónicas de la Frontera: Capítulo IX (segunda parte)

Story by Rukj on SoFurry

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#11 of Crónicas de la Frontera

Y esta es la segunda parte del capítulo.

Aparte de continuar con lo que ocurre en la primera parte (obviamente xD) también profundiza un poco más en los sentimientos de Raon y en lo que está sobrellevando en estos momentos.

Espero que os guste ^^


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Raon y Jarek llegaron a la puerta de la tienda de Raizac, situada en el exterior del campamento, cuando el cielo ya se había teñido casi completamente de negro. Los dos dudaron un poco ante la entrada, como si no supieran exactamente qué hacer, ni cómo debían presentarse ante el líder de la caravana, hasta que escucharon la potente voz del toro al otro lado de la lona.

-No os quedéis en la puerta -dijo y, de nuevo, Raon pensó que, en ocasiones, sus palabras parecían temblar -. Entrad, vamos.

El Humano, algo nervioso, le dirigió una breve mirada a Jarek, que trató de sonreírle con una seguridad que estaba lejos de sentir. En realidad, ninguno de los dos sabía exactamente para qué les habían convocado allí.

Finalmente, fue el lobo de pelaje cobrizo quien tomó la iniciativa y se lanzó a descorrer la cortina que cubría la puerta, echando un curioso vistazo al interior antes de entrar con paso vacilante. Raon, tras tomar una honda bocanada de aire, se decidió a seguirle.

En cuanto entró y vio que no eran los únicos con los que Raizac tenía que compartir aquello tan urgente para lo que les había mandado llamar comprendió que la situación era más seria de lo que había pensado en un principio.

-Jarek. Raon -les saludó el líder de la caravana, con un gesto de una de sus enormes pezuñas -. Me alegro de saber que os habéis decidido a venir. Os estábamos esperando.

Raon asintió, lentamente, deslizando discretamente la mirada por el interior de la tienda para analizarlo todo al detalle. La tienda del líder de la caravana era, desde luego, más grande que el resto, pero el joven intuía que esto era así sólo para que pudiera recibir a las visitas y tuviera un espacio en el que tener aquellas reuniones, no para su propio disfrute personal. Por lo tanto, el interior de la tienda estaba plagado de soportes para mantener estable la estructura, y el joven puso especial cuidado en dónde ponía el pie antes de avanzar unos pasos, con la cabeza gacha para no tocar el techo, y sentarse junto a Jarek.

Como ya había averiguado, no eran los únicos que habían sido llamados aquella noche a la tienda de Raizac. En el interior de la tienda estaba también Rukj, con semblante serio e inescrutable, y Loki, cuyas zarpas se cerraban con fuerza en torno a la bolsa de cuero por la que Raon había tenido que jugarse el cuello. También estaba allí el que, a juzgar por el parecido, fuera muy posiblemente el hijo de Raizac, con los brazos cruzados sobre el pecho y expresión solemne. Compartía con su padre aquella planta fornida e imponente que le daba un aspecto tan intimidante, pero a la vez tenía esa misma expresión cálida que hacía ver que, muy probablemente, era una Bestia en la que se podía confiar.

Además, había otra Bestia presente en la tienda, alguien completamente distinto a cualquier cosa que hubiera visto Raon antes y que llamó su atención desde el primer momento.

Por eliminación, debía de pertenecer a la especie de las liebres, puesto que era la única que el Humano no había llegado a conocer todavía. La Bestia, recubierta por un pelaje negro y sedoso, era de tamaño muy pequeño y facciones suaves y delicadas, con una figura esbelta que le hacía parecer mucho más frágil que cualquiera de los allí presentes. Sus ojos, muy grandes y de pupilas profundas y penetrantes, observaban con atención la escena, sin querer perder ni un solo detalle de lo que estaba ocurriendo.

Pero lo que más llamó la atención de Raon fueron las orejas.

Estas eran de un tamaño inusual, por no decir desproporcionado, y se mantenían erguidas a ambos lados de la cabeza. Con semejantes oídos, el Humano no pudo evitar preguntarse si las liebres serían capaces de escuchar más cosas que el resto de las especies, o si podrían percibir lo que los demás no podían. Finalmente, sacudió la cabeza tratando de enterrar su propia curiosidad, pero no desvió la mirada. Si los bigotes de Loki le habían mantenido intrigado durante un buen rato, las orejas de aquella extraña criatura fueron todo en lo que pudo concentrarse durante los siguientes minutos.

-Bien, bien -comenzó en ese momento Raizac, aclarándose la garganta -. No creo que haga mucha falta que nos presentemos, pero no vendría mal que repasáramos un poco nuestras identidades antes de comenzar a hablar acerca de este tema -hizo una pausa, mientras Raon se preguntaba en silencio qué querría decir con aquellas palabras el líder de la caravana -. En primer lugar y, si no le importa demasiado ser el primero, Rukj Jirnagherr -dijo, señalando al lobo negro, que alzó ligeramente una ceja -. Traidor y desertor para algunos de los nuestros.

-Te equivocas, Raizac -le corrigió el lobo, con suavidad -. Para la mayoría de los vuestros, mi cabeza debería exhibirse en la plaza de Cellisca Nívea. Si se hiciera una votación...

-De acuerdo, de acuerdo -le interrumpió Raizac, esbozando una sonrisa cansada -. Vaya. Por lo que veo, tan amargo como siempre.

-Soy realista, simplemente -replicó Rukj, sin darle mayor importancia, aunque a continuación desvió la mirada hacia el suelo y no dijo ni una sola palabra más.

Raizac permaneció en silencio unos instantes, todavía con la mirada fija en el lobo negro, antes de dejar escapar un suspiro y desviarla hacia Raon, que se sintió algo cohibido ante la intensidad con la que parecía observarle.

-Y tú -murmuró el toro, sin apartar la mirada -, tú eres el Humano que él crió. El único Humano que, hasta ahora, ha crecido entre Bestias desde su nacimiento, uno de los pocos afortunados que han conseguido sobrevivir en estas Tierras durante tanto tiempo. Raon, te llamas, ¿no es así?

-Ese es el nombre que me puso Rukj -repuso el joven, con una inclinación de cabeza, devolviéndole cautelosamente la mirada al toro.

-Eso pensaba. Y tú -continuó Raizac, esta vez refiriéndose a Jarek -, tú también eres especial a tu manera, ¿no?

El aludido tardó unos instantes en contestar, cogido por sorpresa.

-¿Especial? -repitió, sin entender a qué se refería -. ¿Qué... qué quieres decir?

-Tal vez me esté equivocando -pareció recular Raizac, con una sonrisa de satisfacción que demostraba a las claras que sabía que no era así -, pero, si no me han informado mal, tú eres el lobo cuya familia refugió a un Humano en su casa durante casi veinte años, ¿no es así?

Como si hubiera escuchado una sentencia de muerte, Jarek palideció y sus garras se cerraron con fuerza en torno a las mantas sobre las que se había sentado.

No fue el único al que aquella revelación cogió por sorpresa. A pesar de que todos los allí presentes parecían estar enterados de quién había sido el lobo de pelaje cobrizo y qué había sucedido para que huyera de Cellisca Nívea, había alguien que todavía no se había atrevido a preguntarle acerca del tema. Y, en cuanto escuchó aquellas palabras, Raon no pudo evitar girarse hacia su compañero, con la boca abierta, y dirigirle una larga mirada interrogante.

-Pe... pero... -murmuró, sin saber exactamente qué decir -. ¿...un Humano? ¿Tu familia?

Jarek no respondió.

El Humano, comprendiendo que iba a tardar darle una respuesta coherente, se giró hacia el resto de los presentes y, sin saber exactamente si saberse indignado o sorprendido, preguntó:

-¿Es que todos lo sabíais menos yo?

-Al parecer, la familia de Jarek ocultaba a un refugiado Humano en su casa -respondió Rukj, sin desviar la mirada del otro lobo, que no parecía sentirse nada cómodo con aquella situación -. En cuanto lo descubrieron, los habitantes de Cellisca Nívea decidieron vengarse e hicieron arder la casa... con la familia dentro.

Raon tragó saliva y dirigió una breve mirada hacia Jarek, que había clavado los ojos en el suelo y parecía temblar levemente, con un gesto tan abatido que el joven casi se estremeció. Jamás le había visto de aquella manera.

Ahora todo encajaba. Por qué Jarek se había visto abandonado a su suerte en las Tierras de las Bestias, cómo le habían atrapado los Rastreadores y por qué, nada más levantarse, había intentado atacarle... el odio y la sed de sangre que había visto en aquellos últimos días le habían hecho perder la confianza en cualquier otro ser vivo. Por otra parte, aquello explicaba también su irracional temor hacia el fuego; aquel que nunca le había explicado a Raon, pero que el Humano había podido leer claramente en cada uno de las temerosas miradas que el lobo había dirigido a los restos de sus hogueras.

Por unos instantes, todas sus ganas de preguntarle por qué no se lo había contado antes se esfumaron y, en su lugar, sólo quedó la necesidad de consolarle y asegurarle que... ¿qué? ¿Qué podía hacer para ayudarle? Al fin y al cabo, por más que le diera su apoyo, tanto Jarek como él sabían que su familia jamás regresaría y que eso era lo que en realidad más le dolía. Aún así, en aquel momento... habría dado cualquier cosa por poder paliar su dolor.

-... pero este lobo sobrevivió -completó Raizac, a media voz -. Lo siento mucho. Tal vez no debería haberlo dicho tan bruscamente.

-Raizac, sabes tan bien cómo yo que es necesario que lo tenga en mente para la conversación de después -resopló Rukj, desviando la mirada. Al parecer, a él tampoco le gustaba aquella escena -. Puede que no sea agradable, pero el hecho de que su familia protegiera a un Humano es fundamental para...

-... era una Humana -le interrumpió Jarek entonces, con un hilo de voz.

Todas las miradas se giraron hacia el lobo de pelaje cobrizo, que continuó ajeno a todo esto, con la mirada aún fija en el suelo de la tienda.

-Era... una mujer -repitió, tras unos segundos, alzando la cabeza y clavando en Raizac una húmeda mirada. Su voz temblaba levemente -. Llegó a casa cinco años antes de que yo naciera. Era como... como una segunda madre para mí. Cuando los demás se enteraron...

-No tienes que hablar de ello si no quieres -se apresuró a decir tímidamente Loki, ganándose una mirada de reojo de Rukj -. No está... bien que le forcemos a ello...

-En cualquier caso -intervino Raizac, retomando la conversación -, eso demuestra que no eres un lobo corriente. Arriesgarse por alguien de la otra raza... es algo que muy pocos harían otro día. Si ya es difícil encontrar a alguien que los tolere...

Raon, que no podía dejar de mirar a Jarek con un nudo en la garganta, sintió cómo el peso de aquella última afirmación se hundía en su alma hasta hacerle daño. Él, después de todo, era un Humano. Por uno de los suyos, Jarek había perdido todo lo que tenía: su familia, su hogar, sus amigos... incluso, seguramente, la posibilidad de regresar algún día a establecerse en alguna ciudad de Bestias. Al igual que Rukj, que también lo había sacrificado todo por su causa, no era más que un proscrito. Un fugitivo, un traidor.

Por él y los suyos.

En ese momento, siguiendo un impulso, alargó el brazo y tomó una de las zarpas de Jarek entre sus manos, tratando de infundirle algo de calor, o de confianza, o simplemente de hacerle saber que estaba allí, a su lado, y que no pensaba dejar de apoyarle... Jamás podría encontrar un motivo racional por el que hizo algo así, pero la intensa mirada de agradecimiento que el lobo de pelaje cobrizo le dirigió a continuación bastó para que supiera que había merecido la pena.

-Bueno... ¿dónde lo había dejado? -preguntó Raizac, rascándose la cabeza con una de sus pezuñas, pensativo -. Ah, sí. También está con nosotros esta noche Loki, a quien ha enviado la Orden de los Cachorros de Kara para cumplir una misión... la misma misión por la cual estamos todos aquí reunidos.

Raon, a pesar de sentirse algo lejos de la conversación por el contacto con Jarek, no pudo evitar escuchar aquellas palabras y preguntarse, por enésima vez, cuáles serían los motivos por los que el lince estaba con ellos... y qué era lo que guardaba aquella misteriosa bolsa de cuero.

-A su lado está Inoa -continuó el toro, refiriéndose a la joven liebre sentada a su lado -. Otro miembro de la Orden de los Cachorros de Kara, que lleva viajando con nosotros desde hace ya varias semanas... de no ser por su ayuda, no habríamos sabido quiénes erais, así que, en cierto modo, deberíamos estarle agradecidos.

-Yo soy la que te está agradecida, Raizac -respondió la liebre, con una voz suave, ligeramente aguda y cristalina como el sonido de la nieve derretida al deslizarse ladera abajo en las montañas -. Si no fuera por ti, nada de esto sería posible. Y no habríamos encontrado a tiempo a los dos eslabones...

<<¿Eslabones?>> se preguntó Raon, confuso, mientras oprimía con suavidad la zarpa de Jarek entre sus manos, tratando de tranquilizar tanto al lobo como a sí mismo. Por algún motivo, aquella palabra no le daba buenas vibraciones...

-Bueno, tu compañía siempre será bienvenida en nuestra caravana -respondió el toro, inclinando la cabeza -. A mi derecha está Ailec, mi hijo y sucesor, que pronto será el líder de esta caravana...

-¿Pronto? -repitió Rukj, levantando una ceja con curiosidad -. No tienes tantos años, Raizac.

-Yo también se lo digo en muchas ocasiones -intervino en ese momento el otro toro, hablando por primera vez desde que habían entrado. Su voz era profunda y vibrante como un martillazo sobre la roca; parecida a la de su padre, aunque con el tono apropiado para un joven de su edad -. Pretende cederme el paso antes de que su camino termine.

-Llegará un momento en el que sea demasiado mayor para seguir dirigiendo todo esto, Ailec -le recordó Raizac, y su voz se tiñó de cansancio durante unos segundos -. Entonces, te guste o no, tendrás que ocupar mi lugar.

-Y lo haré, cuando llegue el momento -replicó Ailec, con cierta tozudez -. Pero no te adelantes al tiempo.

Inoa dejó escapar una risita divertida, como si ya hubiera escuchado aquella discusión muchas veces, y Raon le dirigió una larga mirada, tratando de prestarle más atención. Jamás había visto una y, por lo tanto, no podía asegurarlo, pero habría dicho sin temor a equivocarse que aquella liebre era una mujer. Si estaba en lo cierto y no se equivocaba, aquella debía de ser la primera hembra con la que se había encontrado a lo largo de toda su vida.

-Bien -suspiró Raizac, ignorando deliberadamente a su hijo y volviendo a centrarse en el tema de conversación -. Seamos rápidos y vayamos directos al tema, entonces; tenemos que hablar de la misión de Loki y del papel que desempeñan estos dos jovencitos en ella.

Y, al acabar la frase, señaló con una pezuña a Jarek y Raon, que recibieron aquel gesto con cierta sorpresa.

-¿No... nosotros? -preguntó el lobo, indeciso -. ¿Un papel en... una misión?

-Tal vez debería ser Loki el que lo explicara -intervino en aquel momento Rukj, con suavidad -. Él sabe mejor que nadie de qué se trata. Y es él el que debe hacerlo; al fin y al cabo, es lo que le encomendaron.

Todas las miradas se volvieron en ese momento hacia el lince, que pareció sentirse algo cohibido ante tanta atención, y desvió la mirada de sus pupilas rasgadas hacia el suelo, avergonzado.

-Así es -dijo, en voz baja -. Mi... mi misión era hacerles llegar a los dos eslabones este mensaje, y descifrar el contenido de la bolsa para indicarles qué deben hacer.

-¿Quiénes son los eslabones? -preguntó Raon, sin poder contenerse por más tiempo -. ¿Qué tiene esto que ver con nosotros?

-Vosotros dos sois los eslabones de la Cadena -le explicó Loki, levantando la mirada y fijándola en él -. Un Humano criado por una Bestia y una Bestia criada por un Humano. Sois el futuro de nuestro mundo, o al menos, la posibilidad de que esta absurda guerra que nos ha mantenido enfrentados durante tanto tiempo termine de una vez.

Raon parpadeó, sin terminar de comprender a qué se refería el lince.

-No lo entiendo -murmuró, confuso -. ¿Qué es la Cadena? ¿Y cómo se supone que podríamos nosotros terminar con... con la guerra entre Humanos y Bestias?

-La Cadena es el vínculo que restaurará la Red -intervino Inoa, aunque de forma algo ambigua -. Y la Red somos todos nosotros, Bestias y Humanos, todos unidos en armonía. En realidad, no es más que un símil para explicar que seréis vosotros quienes devolveréis al mundo la paz que antes existía.

-¿Como Aron el Vindicador hizo tiempo atrás? -preguntó Ailec, tratando de ayudar.

-Sí -respondió Loki, dirigiéndole una sonrisa de agradecimiento -. Pero esta vez, esperemos que sea permanente.

Hubo un corto silencio, que fue rápidamente roto por Jarek.

-Y... ¿podría alguien explicarme cómo pueden conseguir algo así un Humano y un lobo de catorce años? -preguntó, con cierta incertidumbre -. Que hayamos sido criados por Bestias o Humanos no nos hace más fuertes que los demás ni nos otorga ninguna habilidad especial, ¿no?

-Doy fe de ello -asintió Rukj, provocando que el otro lobo dejara escapar un sordo gruñido.

Loki pareció dudar durante unos instantes, antes de encontrar la respuesta que andaba buscando.

-No, desde luego que no -dijo, en voz baja -. Pero... según las leyendas de la Orden de los Cachorros de Kara, entre tú y Raon hay un vínculo especial. Es como si... estuvierais conectados de alguna manera. La Madre Kara, en los tiempos en que todavía vivía, tejió una conexión entre sus elegidos para que, de esta manera, pudieran comprender de mejor forma a la otra raza... y para que así no tuvieran problemas en encontrar la verdad acerca de nuestro origen y mostrársela al mundo.

Raon comprendió.

-¿Un vínculo? -preguntó, mientras sentía como en su cabeza se aclaraban muchos interrogantes. Antes de continuar, intercambio una rápida mirada con Jarek, que parecía estar pensando lo mismo que él.

-Así es. Deberíais haberlo notado ya, de hecho -respondió el lince, dirigiéndole una larga mirada -. ¿No sois capaces de entenderos mejor entre vosotros? ¿No sentís muchas veces... como si estuvierais unidos al otro?

-Creo que yo puedo resolver esa pregunta -intervino Rukj, con voz ronca, y ante la mirada de sorpresa de Raon y Jarek, añadió -. Sí. Puede que no esté implicado en ello, pero conozco bien a Raon y sé que él mismo nota ese vínculo. Cuando nos encontramos con los Rastreadores que se habían hecho con Jarek, no se lo pensó dos veces antes de lanzarse en su ayuda, incluso sabiendo que estaba en desventaja. Fue una estupidez, pero ahora le veo un sentido.

-Es cierto -recordó Raon, parpadeando varias veces, con sorpresa. Jamás habría creído posible que la misma sensación que le hacía sentir tan unido a Jarek cuando le rozaba hubiera estado a punto de costarle la vida -. Ya no me acordaba.

-Y luego, cuando volvimos de Cellisca Nívea y nos encontramos con que la cueva estaba ocupada -continuó el lobo negro, dirigiéndole una mirada de comprensión -, decidió descubrirse sólo para tener alguna posibilidad de salvarle. En ambos casos, casi pareció que él mismo estuviera sufriendo por lo que le ocurría a Jarek.

Hubo un tenso y largo silencio, en el que Jarek y Raon intercambiaron una serie de intensas miradas. Finalmente, el Humano la desvió hacia la puerta, incapaz de continuar indagando en aquellos profundos ojos de color esmeralda por más tiempo.

-¿Es eso cierto? -preguntó el lobo de pelaje cobrizo, suavemente -. ¿Tanto te arriesgaste por mí?

-Sí -respondió Raon, con un hilo de voz.

No dijo nada más.

Por unos instantes, toda la tienda permaneció en silencio con la vista fija en los dos jóvenes. Las manos de Raon todavía rodeaban la zarpa del lobo y, sin saber por qué, no pudo evitar sentirse algo nervioso al pensar que toda esa gente estaba observándole mientras ocurría aquello. En cualquier caso, lo último que quería era apartarlas de allí, pues tenía miedo de que, en el caso de que lo hiciese, Jarek volviera a desmoronarse otra vez. Y, además, la sensación resultaba tan tranquilizadora...

-Bueno -prosiguió Loki, tras unos segundos que parecieron eternos -, según la tradición de la Orden de los Cachorros de Kara, hay una forma de averiguar cómo empezó la guerra entre Humanos y Bestias y de encontrar nuestros orígenes para terminar con el conflicto. Yo... en teoría, yo soy el encargado de mostraros el camino hasta que consigáis respuestas. Vosotros dos seréis los encargados de hacerlo... y de enseñárselas al resto.

-Pero... eso es imposible... -murmuró Raon, negando con la cabeza -. ¿Cómo podríamos nosotros...?

-Espera, Raon. ¿Recuerdas lo que me dijiste en la cueva, hace ya unos días? -le interrumpió en ese momento el lobo, dirigiéndole una intensa mirada -. Dijiste que alguien tenía que cambiar el mundo, que no podía ser tan descorazonador.

-Pero es absurdo -replicó Raon, sacudiendo la cabeza -. Por favor, Jarek, explícame qué posibilidades de cambiar el mundo tienen un lobo y un Humano a los que ni siquiera se les permite vagar tranquilamente por las Tierras de las Bestias. Si alguien nos viera, nos mataría. Es estúpido pensar que tenemos alguna oportunidad de cambiar algo, aunque vuestra Orden esté tan empeñada en ello -recalcó, girándose de nuevo hacia Loki, con el ceño fruncido.

-Pero, la Madre Kara... -comenzó Inoa, tratando de calmar un poco al Humano.

-La Madre Kara no conoce a Jarek, ni me conoce a mí -respondió el joven, dejando escapar un suspiro -. Y, por otra parte, su elección me parece bastante egoísta. Si tantas ganas tenía de cambiar el mundo, y si sabía cómo hacerlo, ¿por qué no, simplemente, lo hizo ella en lugar de encargárnoslo a nosotros? Me siento como el... recadero de alguien a quien ni siquiera conozco. Y no es un recado cualquiera.

Loki recibió esas palabras con una evidente expresión de desilusión, como si no hubiera estado esperando que uno de los eslabones de la Cadena pronunciara le respondiera con aquello. Tras unos segundos en los que mantuvo la mirada fija en el Humano, la desvió hacia el suelo y murmuró:

-Supongo que tienes razón. Ni siquiera la Orden puede obligarte a hacer algo así.

-Y, aunque pudieran, ¿qué posibilidades hay de que lo consiguiera? -preguntó Raon, alzando las manos hacia el cielo, algo hastiado -. No sé, Loki... No soy distinto de cualquier otro Humano, creo, ni tengo ninguna clase de habilidad especial que me permita sobresalir entre ellos. Si se pudiera cambiar el mundo, alguien lo habría hecho ya... ¿no crees?

Hubo un largo silencio, en el que los ojos de todos los presentes fueron de Raon a Loki y del lince al joven una y otra vez, como si aún continuaran discutiendo en voz alta. Raizac contemplaba la escena con cierto interés, mientras que a su lado, su hijo parecía algo impaciente. Inoa negaba suavemente con la cabeza mientras se mordía el labio inferior, y Jarek continuaba mirando a Raon, pensativo.

Si no se hubiera sentido tan fascinado por aquella profunda mirada de color esmeralda, habría descubierto que le observaba con cierta tristeza e incluso... decepción.

-¿En serio? -preguntó entonces Ailec, dirigiéndole una larga mirada de incredulidad -. ¿Ni siquiera vas a... intentarlo?

-Ailec... -comenzó Raizac, con tono severo.

-No, padre. Si tienes la intención de que algún día te sustituya, deberías empezar por dejarme hablar -protestó el toro más joven, con decisión, y a continuación se giró hacia el Humano -. Lo cierto es que... esperaba más de ti. Todos tenían sus confianzas puestas en el Humano del que hablaba la leyenda. Creí que no te acobardarías con tanta facilidad.

Raon acusó aquellas duras palabras, pero también percibió claramente que el hijo del líder de la caravana había hablado así para provocarle e incitarle a acabar cediendo. No estaba dispuesto a caer en su trampa.

-No es mi culpa que la gente se hiciera ilusiones sin conocerme -se defendió, encogiéndose de hombros -. No se puede confiar en alguien a quien ni siquiera has visto. Vuestra Madre Kara debería haber pensado en eso.

Ailec le observó detenidamente, con cierta rabia contenida.

-¿Y entonces dejarás que las cosas sigan así? -preguntó, desafiante -. Porque, si hubiera una mínima cosa que pudiera hacer, yo lucharía por cambiar el mundo.

-Entonces, toma tú mi misión -replicó Raon, sin inmutarse -. Haz tú mi trabajo. Tal vez la Madre Kara se equivocó, y tú fueras uno de los eslabones, después de todo.

-Ya basta -les interrumpió Loki, con un tono algo cansado -. Parad, por favor. Las cosas no funcionan así; además, no arreglaréis nada discutiendo. Raon, no tienes que hacer nada si no quieres -aclaró, dirigiéndole una larga mirada en la que el joven apreció una honda tristeza reflejada en sus pupilas rasgadas.

-No estoy de acuerdo -intervino en aquel momento Inoa, observando al lince con cierta incredulidad -. Loki, ¡no puedes permitir que renuncie a su misión! ¡Es... absurdo! ¡Tirarías por tierra todos los esfuerzos que la Orden ha hecho en los últimos años!

-Pero tiene razón -intervino Rukj, con un sordo gruñido -. Si Raon no quiere... nadie puede obligarle a que lo haga.

El Humano se mordió el labio inferior, sintiéndose algo culpable por la decepción que percibía ya no sólo en la voz de Rukj, sino en las miradas de todos los allí presentes. Aún así, no estaba dispuesto a ceder; por más que los demás pensaran de forma distinta, no había ninguna posibilidad de que aquella misión tuviera éxito. ¿Para qué arriesgarse sabiendo que lo único que conseguirían sería más muertes, más dolor y más guerra, al fin y al cabo?

Tal y como le había dicho a Loki, no era más que un Humano normal. Tal vez fuera buen cazador, supiera manejar una lanza y tuviera ciertas habilidades de supervivencia, pero eso no le convertía automáticamente en el salvador de todas las Bestias y todos los Humanos. Y, aunque ahora supiera que tenía un vínculo especial con Jarek, aquello no le protegería de la muerte que todas las Bestias pretendían causar a los Humanos.

Aquella leyenda estaba destinada a extinguirse, y Raon no estaba seguro de querer extinguirse con ella.

-Yo estoy con Ailec, de todas formas -dijo en aquel momento Jarek, que se había mantenido callado, escuchando la conversación -. Me arriesgaría incluso aunque no consiguiéramos cambiar nada. Si hay una posibilidad... ¿no deberíamos intentarlo?

Raon se giró hacia él, sorprendido.

-¿Tú... quieres hacerlo?

-Me gustaría intentarlo por lo menos, sí -respondió Jarek, ladeando la cabeza -. Creí que tú no tendrías ningún problema, sobre todo teniendo en cuenta que eres el que más deseaba cambiar todo nuestro mundo. O, por lo menos... eso era lo que pensabas hace unos días.

Raon sacudió la cabeza, algo molesto, pero no dijo nada.

-Además -continuó el lobo de pelaje cobrizo -, es muy fácil decir que cualquiera podría salvar el mundo y cruzarse de brazos esperando. Pero si nadie lo intenta por primera vez, jamás habrá nadie que lo haga una segunda. Y seguiremos sin avanzar un solo paso, esperando de brazos cruzados a que llegue alguien que solucione nuestros problemas.

-El lobo tiene mucha razón -asintió Raizac, dirigiéndole una mirada de aprobación.

-Pero no somos nadie especial, Jarek -continuó diciendo Raon, y su voz se tiñó de cierta tristeza por unos instantes -. ¿Por qué nosotros, precisamente?

-Mm... quisiera decirte algo, Raon -se escuchó entonces la suave voz de Loki, que en aquel momento había alzado la cabeza y le miraba fijamente, con las zarpas cerradas en torno a su bolsa de cuero -. Cuando te encomiendan una misión, puedes sentirte asustado y...

-Yo no estoy asustado -le interrumpió el Humano, aunque su voz amenazó con temblar durante unos instantes.

-...puedes sentirte asustado... y desear que jamás hubieras aceptado a llevarla a cabo -continuó Loki, sin desviar su mirada del joven -. Y puedes pensar que no eres quién para cumplirla, y que no hay ninguna posibilidad de conseguirlo. Puede que te consideres menos capaz que cualquier otra Bestia o Humano para llevar a cabo el cometido que te han dado. Pero, al final, eso no es lo importante, ¿sabes?

Raon no respondió.

La voz del lince parecía estar cargada de cierta emoción contenida, como si el tema del que hablara tuviera también algo que ver con él. Al joven le costó entenderlo, pero finalmente comprendió que Loki también había tenido sus dudas a la hora de continuar con su misión... por lo que entendía perfectamente cómo se sentía. Su obcecación en alejarse de aquella leyenda y darla por imposible se tambaleó bruscamente, sacudida por las palabras del miembro de la Orden.

Por unos instantes, valoró la posibilidad de que él y aquel lince no fueran tan diferentes después de todo... tal vez debiera intentar hablar con él después de aquella conversación, acerca del tema que había estado ocupando su mente durante los últimos días...

-¿Y qué es lo importante? -preguntó, con voz ronca.

Loki esbozó una leve sonrisa.

-Desde luego, no lo débil y simple que uno pueda parecer, ni la edad que tenga, ni sus habilidades -respondió, y por unos instantes casi pareció que recitaba las viejas palabras de algún conocido. Rukj, al lado de Raon, pareció identificar aquellas palabras y no pudo reprimir un estremecimiento -. Lo que hay que hacer es, simplemente, moverse. Quedarse parado cuestionándose si uno es capaz o no de solucionar sus problemas no sirve de nada. Alguien... a quien no recuerdo con particular afecto... me dio ese consejo hace no mucho. Y lo peor de todo es que llevaba razón.

Raon tardó unos instantes en decir algo, sintiendo sobre su frente las miradas de todos los que habían acudido a aquella reunión en mitad de la noche. A su lado, Jarek decidió cambiar los papeles y liberó la zarpa de entre sus manos para apretar una de ellas con suavidad, tratando de infundirle algo de calor. El Humano comprendió que todos los allí presentes esperaban una decisión que dependía de él y que la querían en aquel preciso momento. A pesar de sentir en torno a sus dedos la calidez de las suaves zarpas de Jarek, no pudo evitar sentirse asustado.

No sabía qué hacer.

Jamás se había sentido tan perdido... por unos instantes, era como si el suelo bajo sus pies, el cielo sobre su cabeza y todo aquello que alguna vez le había rodeado hubiera cambiado bruscamente de sitio. Apenas unas semanas atrás, todo estaba tan claro... a pesar de que hubiera preguntas que no se atrevía a formular jamás, estaba seguro de qué tenía que hacer, cómo debía hacerlo y cuándo. Tenía una rutina, algo a lo que sujetarse, y aunque viviera de espaldas a todo aquel caos del que Rukj le había mantenido protegido durante tanto tiempo, todo parecía estar mucho más claro, ser más simple y menos doloroso.

¿Cómo habían podido las cosas cambiar tanto en tan poco tiempo?

-Puedes pensar en ello durante esta noche, y comunicarnos tu decisión mañana, antes de que levantemos el campamento -le aconsejó en aquel momento Raizac, comprendiendo que no lo estaba teniendo nada fácil para encontrar una respuesta -. No necesitas preocuparte por ello; al menos, de momento -Y, con un tono algo menos serio, el líder de la caravana exclamó -. ¡Es una noche de celebraciones, maldita sea! ¡Y sois mis invitados de honor! Así que, si no os importa, preferiría que saliéramos afuera y disfrutáramos de la compañía del resto de la caravana y de las estrellas sobre nuestras cabezas. Apuesto a que será una gran noche.

Ailec comentó algo en respuesta, pero Raon no fue capaz de escucharle.

En silencio, y mientras todos se levantaban para marcharse, seguía dando vueltas a todas las palabras que había escuchado durante aquella noche, tratando de reunir el valor suficiente para tomar una buena decisión.

La decisión para la que, sin saberlo, había estado destinado desde siempre.

Su mente se apartó de todos estos pensamientos cuando sintió un suave apretón en las manos y se giró hacia Jarek, que le observaba con gesto preocupado.

-¿Estás bien? -le preguntó, en voz baja, mientras los que habían acudido a aquella reunión pasaban a su lado para encaminarse a la salida.

-Sí -respondió Raon, con un hilo de voz -. Es, simplemente... que no me gusta todo esto. No me gusta que me fuercen a hacer algo que no quiero. Sólo yo puedo decidir lo que hacer, ¿no? Y, cuando Loki ha hablado de nuestra misión... he tenido la sensación de que nunca he tenido la oportunidad de elegir.

Jarek comprendió y le dirigió una larga mirada llena de compasión.

-No he nacido donde me habría gustado -continuó el joven, desviando la mirada -, ni he sido un Humano normal. No me he criado junto a los míos, ni tampoco junto a las Bestias. He vivido solo hasta ahora, con Rukj, y... -su voz se cortó, como si no supiera cómo continuar. Finalmente, sacudió la cabeza -. No me gusta pensar que nunca he podido hacer lo que en realidad me habría gustado hacer.

-¿Y te gustaría pasártelo bien esta noche? -preguntó Jarek, ladeando la cabeza y con una sonrisa asomando en su hocico -. Si tuvieras la opción, ¿elegirías olvidarlo todo por ahora y convertirte en otro más?

La pregunta pilló a Raon por sorpresa.

-Por supuesto -respondió, algo confuso, sin saber adónde quería llegar el lobo.

-Pues entonces, levántate, vamos afuera y olvídate de todo esta conversación -le animó el lobo, pasándole un brazo por la cintura y ayudándole a levantarse -. Esta noche podemos ser como queramos ser. Mañana ya tendremos tiempo de volver a la realidad, ¿no crees?

Raon le dirigió una larga mirada en la que se mezclaba la curiosidad y la admiración, pero no dijo nada. Seguía sorprendido por el hecho de que, a pesar de haber tenido un pasado tan oscuro y teñido por tanta muerte, el lobo de pelaje cobrizo seguía sonriendo y tratando de conseguir que él hiciera lo mismo. ¿Es que no le dolía el recordar que toda su familia había muerto en un incendio por culpa de uno de los suyos? ¿Es que no le rompía el corazón pensar que estaba solo en el mundo, repudiado y abandonado tal y como le había ocurrido a Rukj, y a él mismo? A veces, Raon se preguntaba cómo podía Jarek continuar viviendo como si no ocurriera nada, dedicándole una sonrisa a cada nuevo amanecer, cuando era él el que más había sufrido. Sobre todo, sabiendo lo que había averiguado aquella noche.

Le fascinaba. Se las apañaba para olvidar el dolor y centrarse en lo que realmente importaba. Era capaz de alegrarse y alegrar a los demás sólo con una sonrisa, o con unas palabras, o incluso con sus gestos... a veces, Raon pensaba que era demasiado maravilloso para ser real.

Y, en esos momentos, sus propios sentimientos regresaban con fuerza a su interior, se confundían con la agradable sensación de afinidad que existía entre los dos, con el calor de su brazo a través de su capa de pieles, y se preguntaba cuánto de todo lo que le apreciaba se debía realmente a la conexión de la que Loki había hablado.

-Está bien -respondió, tras unos segundos, esbozando una leve sonrisa y tratando de aplacar por unos segundos aquella incondicional admiración que sentía hacia Jarek -. Pero, antes... -murmuró, recordando algo -... me gustaría hablar con Loki. Tengo algo importante que preguntarle.

Jarek se apartó de él y cruzó los brazos, ladeando la cabeza y dirigiéndole una mirada de reproche.

-No tiene nada que ver con nuestra supuesta misión -se apresuró a aclarar el Humano, consiguiendo que el lobo se relajara un poco -. Es algo que tengo que preguntarle a alguien desde hace ya tiempo...

El reproche en la mirada de Jarek se convirtió en curiosidad, pero no hizo ninguna pregunta. Volvió a acercarse a Raon y, poniéndole una zarpa en la espalda, le llevó suavemente hasta la salida de la tienda, volviendo a esbozar una de aquellas cálidas sonrisas ante las que el joven se maravillaba tanto.

-Bueno -respondió el lobo, como si le costara creerle -, supongo que no hay ningún problema con que hables con Loki. Pero date prisa, ¿vale? La fiesta sin ti no será ni la mitad de divertida; quiero saber cómo reaccionarás cuando veas a todos cantando y riendo a tu alrededor. ¡Tal vez sea demasiado para ti!

-Vale -respondió Raon, casi riendo -. Intentaré darme prisa.

Los dos salieron de la tienda a la par, algo más animados, y recibieron con cierto gusto la fresca brisa de la noche, que parecía estar empezando a recorrer todo el desfiladero de un lado a otro. Aquella noche haría frío, desde luego. <<Jarek tendrá que volver a darme calor>> pensó Raon, sin poder evitar que la idea le agradara.

Loki no estaba muy lejos. Se había parado junto a todos los demás, que habían hecho un círculo y parecían estar hablando acerca de lo que ocurriría aquella noche durante la celebración. Sin embargo y, como de costumbre, el lince no parecía muy metido en la conversación, sino que más bien escuchaba y, de vez en cuando, desviaba la mirada al suelo como si se sintiera avergonzado.

Raon ladeó la cabeza, confuso. Toda la seguridad que Loki había mostrado cuando les había hablado de su misión parecía haberse esfumado como si jamás hubiera existido.

-Loki -le llamó, en voz baja. El lince, sin embargo, se giró hacia él -. Tengo que hablar contigo.

La conversación del grupo entero pareció silenciarse, como si el hecho de que el eslabón de la Cadena quisiera hablar con el elegido de la Orden significara algo. Raon era capaz de entender que, para todos los presentes, parecía claro que le preguntaría al lince acerca de su misión, y tal vez por eso le costó tanto acercarse al grupo, con Jarek al lado, y su zarpa todavía en la espalda.

-Va... vale -respondió Loki, sin saber exactamente qué contestar -. ¿En privado?

-Sí -respondió el Humano, agradeciendo que el lince se hubiera dado cuenta de que no tenía especiales ganas de hacerlo con todas aquellas personas a las que no conocía delante -. ¿Te importa?

-No, por supuesto que no -se apresuró a aclarar Loki, mientras se apartaba un poco del grupo y se acercaba a Raon, con un brillo interrogante en la mirada -. Vamos, si quieres.

Raon sonrió y se giró hacia Jarek, que observaba la escena con cierto gesto divertido.

-Acuérdate de no perder mucho tiempo -le recordó, fingiendo cierta severidad -, o me enfadaré contigo.

-Vale, vale -le respondió Raon, ampliando su sonrisa -. Nos vemos luego.

Tras despedirse del lobo, el Humano y el lince se alejaron del grupo durante unos minutos, en silencio. A Raon le habría gustado decir algo para romper la incómoda atmósfera que parecía haber entre el lince y él, pero no se le ocurría nada. Y Loki tampoco era, precisamente, la Bestia más habladora que había tenido la oportunidad de conocer.

-Está bien -musitó el joven, una vez llegaron a un pequeño lago del que el campamento podía abastecerse de agua -. Siento haberte separado del resto del grupo.

-No importa -respondió Loki, esbozando una tímida sonrisa -. No era una conversación importante y no estaba muy atento... además, se supone que debería estar abierto para que me preguntes lo que quieras. Después de todo, esa sigue siendo mi misión.

Raon sonrió, a su vez.

-Comprendo que sea difícil para ti -le aseguró el lince, dirigiéndole una tranquilizadora mirada con la que pretendía calmarle -. También lo fue para mí, en su día. El hecho de saber que alguien tiene tantas confianzas depositadas en ti puede ser... abrumador.

-Ya -respondió Raon, averiguando que no se había equivocado con el lince. Se parecían en más de lo que había creído en un principio -. Pero no quiero hablarte de la misión.

-¿No? -preguntó Loki, algo sorprendido.

-No. Es algo... distinto. Acerca del vínculo entre Jarek y yo.

Loki ladeó la cabeza, sin entender del todo a qué podría referirse el Humano, mientras Raon buscaba inútilmente las palabras con las que plantearle su pregunta. Por unos instantes, le parecía infinitamente difícil convertir en palabras todos los pensamientos que habían inundado su mente durante los últimos días, como si entre ellos y la realidad hubiera una puerta cerrada con candado que no se atreviera a abrir.

-¿Y bien? -preguntó el lince, tras un largo silencio -. ¿De qué se trata?

Raon todavía permaneció unos instantes más en silencio, peleando contra sí mismo por romper aquel candado que le impedía expresarse como le habría gustado.

-Bueno... -comenzó, con un leve temblor en la voz -. Me gustaría saber... hasta qué punto nos une ese vínculo del que hablaste. Qué nos hizo exactamente vuestra Madre Kara.

Loki recibió la pregunta con cierta sorpresa, y desvió la mirada hacia el lago, sin saber exactamente qué responder.

-La verdad es que no lo tengo muy claro -admitió, finalmente -, pero se trata de una simple conexión empática. Quiero decir... tú tienes que notarlo mejor que yo. Todos lo hemos notado, en realidad, pero tú deberías saber mejor que nadie cómo es esa conexión, ¿no?

-Debería -respondió Raon, dejando escapar un suspiro, mientras se llevaba una mano al pelo y se lo apartaba de la frente, algo incómodo.

-Su función es conseguir que tú y Jarek os entendáis bien -continuó Loki, aunque no parecía muy seguro -. Hay muchas Bestias que habrían matado a cualquier Humano que se encontraran en cualquier situación, y viceversa. El vínculo está ahí para que eso no ocurra. Supongo que no podríais haceros daño incluso aunque quisierais -hizo una pausa -. Pero es algo acerca de lo que no estoy muy seguro... ¿Por qué me lo preguntas?

Raon vaciló.

-Quería saber qué límites tiene -contestó, finalmente, cambiando el peso de una pierna a otro.

-¿Límites?

-Sí. Es algo que me he estado preguntando... estos últimos días. Incluso sin saber que existía el vínculo.

Loki le dirigió una mirada de curiosidad, cada vez sintiéndose más y más confuso ante las palabras del Humano.

-Bueno -murmuró el lince -. Puede que me equivoque. ¿Cómo sientes tú exactamente ese vínculo?

Raon dejó escapar un suspiro, nervioso. Se llevó una mano al puñal de su cinto y empezó a acariciar el pomo con suavidad, tratando de tranquilizarse un poco, pero sus dedos no dejaban de temblar, desgraciadamente para él. Todas estas muestras de nerviosismo no pasaban desapercibidas ante Loki, que continuaba observando al Humano con una mezcla de interés, desconcierto y preocupación.

-A veces... -comenzó Raon, tomando una honda bocanada de aire -... sobre todo, últimamente, el vínculo se hace más fuerte. No sabría cómo explicarlo. Cuando nos tocamos, podemos notar ese vínculo perfectamente, como si cada uno fuese el otro durante unos perfectos segundos. Soy incluso... soy incluso capaz de notar el calor de su cuerpo, los latidos de su corazón y la sangre en sus venas. Y, junto a eso, hay algo más... Es más extraño aún, menos perceptible -hizo una pausa -. Como si, en ese mismo momento, no quisiera apartarme de él nunca más. A veces, querría... querría seguir tocándole y no dejar que esa sensación se marchase jamás. Continuar junto a él, sin importar lo que ocurriera...

Raon se detuvo, con el corazón latiéndole con fuerza dentro del pecho. A su lado, Loki le observaba, con la cabeza todavía ladeada y el hocico entreabierto, mientras sus pupilas rasgadas parecían mostrar un brillo de profunda comprensión.

-Y le admiro tanto -continuó el Humano, sin poder evitar ruborizarse -. Es tan... fascinante. Al principio me pareció un lobo débil y algo inútil, aunque no me importaba que estuviera conmigo; al fin y al cabo, era la primera compañía, a excepción de Rukj, que había tenido en toda mi vida. Pero luego... y sobre todo esta noche, me he dado cuenta de que es mucho más fuerte de lo que parece. Es el único que puede sobrellevar toda esta situación sin volverse loco, sin dejar que le desborde... y además, cuando estoy a su lado, me siento más fuerte, también. Como si seguir peleando a su lado y por él mereciera la pena. Él provoca eso, aunque no sé si lo sabe. Hace que rendirme no me parezca una opción. Oh, mierda... -masculló, llevándose una mano a la frente y dándole la espalda al lince, terriblemente avergonzado -. Le admiro tanto que, a veces, me pregunto si no estaré exagerando al hablar de él.

Un largo silencio siguió a esas palabras.

Raon, recuperando un poco la compostura, comenzó a lamentar haber hablado tanto y, sobre todo, haberlo hecho con aquel lince, al que apenas conocía de un par de días. Sabía que podía confiar en él porque Rukj lo había hecho y porque a raíz de lo poco que le conocía, él también le tenía cierto aprecio. Pero, por otra parte... no sabía hasta qué punto haría Loki un esfuerzo por comprenderle, ni si habría sido mejor contarle aquello a Rukj.

Finalmente, la respuesta del lince rompió el silencio.

-Eso no es por el vínculo, Raon.

Raon contuvo el aliento. Aquella era la posibilidad que más peso había llegado a tener en su mente, aunque también la que más habría llegado a temer.

-¿Y entonces...? -preguntó, con un hilo de voz.

Loki esbozó una sonrisa de comprensión.

-Eso es amor -respondió, dirigiendo una mirada al lago.

-¿Amor? -repitió Raon, con cierto temblor en la voz, como si se estuviera aventurando hacia terrenos desconocidos -. Rukj nunca me habló de eso.

Raon dudaba mucho que el tipo de amor del que Rukj le había hablado tuviese algo que ver con lo que él sentía por Jarek en aquel momento. Cuando le había preguntado acerca de cómo nacían las Bestias y los Humanos, su respuesta había sido bastante diferente a lo que Loki parecía mencionar.

-Seguramente, Rukj tenía cosas más importantes de las que hablarte -respondió el lince, tratando de defender al lobo negro, aunque sintiendo una punzada de tristeza, muy a su pesar -. Además, no es algo de lo que se pueda hablar tan fácilmente. No tiene definición. Es algo que cada uno experimenta a su manera.

-Pensé que... pensé que algo así sólo debía ocurrir entre machos y hembras -musitó Raon, girándose de nuevo hacia Loki, con una mirada de disculpa.

El lince tuvo que contener sus ganas de reír al escuchar aquello, pero finalmente logró serenarse y esbozar sólo una sonrisa divertida. <<Machos y hembras...>> repitió en su cabeza, sin poder evitar que le hiciera gracia la inocencia e ignorancia con la que Raon se movía por aquella conversación.

-¿Por qué? -preguntó, ladeando la cabeza -. Como te he dicho, es algo propio. Y no es tan raro que haya hombres que se sientan... atraídos por otros hombres.

-Supongo -musitó el Humano, sin saber qué más contestar -. Y... ¿qué debería hacer?

Loki no pudo evitarlo esta vez y dejó escapar una carcajada divertida.

-¿Que qué deberías hacer? Pues... bueno, podrías continuar dándole vueltas, o podrías decírselo a él en cuanto tengas la ocasión. A lo mejor también siente lo mismo -se le ocurrió responder. En realidad, era muy consciente de que Raon acababa de plantearle una de las preguntas más complicadas de la noche -. Depende de ti. Tienes que tomar otra decisión, me temo.

Raon le dirigió una larga mirada, pensativo, y no dijo nada. A continuación, se giró hacia el lago y clavó en él su mirada durante unos minutos que parecieron horas.

Aunque había estado esperando la respuesta que Loki le había dado, era un alivio saber que no se había equivocado y que, en contra de lo que había pensado en un principio, no tenía por qué avergonzarse de lo que sentía. Por otra parte, era extraño haber hablado de aquello con el lince, pero no podía negar que le había sido de gran ayuda... en aquellos momentos, agradeció su presencia allí como si se tratara de una bendición. Tal vez ni siquiera Rukj hubiera sabido tomárselo con tanta calma y responder con tanta naturalidad.

-Gracias, Loki -dijo, de corazón, girándose hacia él -. Tenía mis dudas, pero me alegro de que hayas sabido ayudarme.

-Ha sido un placer -respondió el otro, encogiéndose de hombros -. Y me siento privilegiado porque hayas confiado en mí lo suficiente como para preguntarme algo así. De verdad.

-Ahora sólo me queda reunir el valor para decírselo a Jarek... -concluyó el Humano, desviando su mirada hacia el lago.

Loki le estuvo observando durante unos instantes, pensativo, y por unos segundos la situación del Humano le recordó tanto a la suya propia que casi tuvo la sensación de que ambos se encontraban ante la misma encrucijada.

-Eso demostraría que eres muy valiente -dijo, con suavidad, haciendo que el joven se girara hacia él, con cierto agradecimiento en la mirada.

Los dos se estuvieron mirando durante unos minutos; cada uno un reflejo en las pupilas del otro. Casi parecía como si, con aquella mirada, ambos estuvieran manteniendo de nuevo una conversación muda en un idioma que sólo ellos dos eran capaces de comprender. Finalmente, Loki rompió la monotonía del momento murmurando:

-Y espero que tengas suerte. Mereces ser correspondido.

Raon sonrió a su vez, sintiendo de nuevo como volvía a ruborizarse ligeramente.

-Muchas gracias -respondió, sintiéndose algo incómodo, sin saber por qué.

Loki le dirigió una breve mirada y, sin poder contenerse, se adelantó un par de pasos para abrazar al Humano con suavidad, enternecido por el simple hecho de verle tan lleno de nerviosismo y emoción. Raon, en cuanto notó al lince abrazándole, no supo cómo reaccionar, y tuvo que reprimir un estremecimiento antes de comprender que, después de todo, un abrazo amistoso no venía tan mal.

Loki, al notarlo tan rígido en sus brazos, no pudo evitar pensar que resultaba bastante triste que, hasta el momento, el Humano no hubiera disfrutado jamás de un abrazo.

-Bueno -dijo el lince, una vez se hubieron separado -. ¿No te estaba esperando Jarek en el campamento? Yo no le haría esperar.

-Tienes razón -recordó Raon, algo preocupado -. Entonces, me marcho. Me alegro de haber podido hablar de esto contigo, Loki.

-Y yo de que lo hayas hecho -respondió el lince, sonriéndole -. Venga, date prisa o creerá que has incumplido tu promesa.

El Humano sonrió por última vez y se despidió de él con un gesto, antes de volverse con paso ligero hacia el campamento. Loki le vio marchar, feliz de haber tenido la oportunidad de enterarse de aquello y emocionado ante los sentimientos del Humano. Lo cierto era que, por unos instantes, la similitud entre la situación que ambos estaban pasando en aquel momento le había hecho sentirse algo conmovido.

Pero, por otra parte, Raon era tan joven... y sabía tan poco del amor que casi resultaba gracioso verle preguntar acerca de ello con aquella mezcla de curiosidad, miedo e inocencia que un niño pequeño entrando en la adolescencia demostraría. Su caso era extraño, puesto que al haberse criado sólo junto a Rukj y sin ninguna ventana al mundo exterior, había muchas preguntas a las que nadie le había respondido jamás. Era normal que se sintiera perdido en aquellos temas, si no había recibido explicaciones acerca de ellos en ningún momento.

El lince dejó escapar un suspiro y se giró hacia el lago, clavando la mirada de sus ojos azules en la superficie, pensativo. Su mente no pudo evitar regresar al momento en el que le había dado su consejo a Raon, cuando él le había preguntado qué debía hacer. No estaba seguro de si había sido completamente sincero al decirle que podía compartir aquello con Jarek sin darle mayor importancia; Loki estaba atravesando algo parecido, y sabía que la realidad era infinitamente más compleja. Si él tuviera que decirle a Rukj lo que sentía por él... no habría sabido por dónde empezar a hacerlo.

Aunque, por otra parte... cuando le daba vueltas, intentarlo tenía mucho sentido. De hecho, había varias razones por las que, durante todo aquel día había estado pensando en descubrir sus sentimientos ante el lobo negro, pero no se sentía capaz de encontrar la fuerza suficiente para ser sincero con él y contarle todo lo que pasaba por su mente. Aún así, mientras el lobo hablaba con Raizac y él asistía a la conversación sin mucho interés, le había ido dando vueltas... y había varios motivos por los que habría estado dispuesto a arriesgarse.

En primer lugar, su contrato no escrito con la Orden de los Cachorros de Kara, aquel que le impedía mentir. Tenía miedo de que, en cualquier momento, Rukj le preguntara algo al respecto y él no se viera capaz de mentirle y salir de la situación sin meter la pata. Y no era sólo eso; no le gustaba la idea de no estar siendo completamente sincero con el lobo que le había salvado la vida, incluso aunque se tratara de un tema tan... difícil de tratar. No podía estarle completamente agradecido hasta que no le dijera lo que sentía de verdad por él.

Por otra parte... aquella noche podía ser el mejor momento para decírselo. Después de tanto tiempo huyendo y peleando por mantenerse vivos, después de haber escapado de las garras de Ronod... ahora tenían un respiro, un momento de tranquilidad, en el que podía tratar de olvidar lo que había sucedido aunque solo fuera por unas horas. Si quería decírselo, tenía que ser aquella noche. No había otra opción.

Y, por último, estaba el hecho de que la conversación con Raon le había dado, de alguna forma, fuerzas para tratar de confesarle al lobo lo que sentía. El hecho de saber que no estaba solo en aquello, y más importante, que le había dado a Raon un consejo que él todavía no había cumplido, le hacía pensar que tal vez fuera el momento de admitir sus sentimientos y terminar con aquello. O, en el mejor de los casos... de empezar con algo.

Además, tenía tantas ganas de estar junto a Rukj que la simple posibilidad de que él pudiera corresponder a sus sentimientos le hacía sentirse impaciente por hablarlo con él. Con un poco de suerte, tal vez aquella fuera la última noche en la que soñara con el lobo negro, y sus sueños se materializaran en la realidad...

Sacudió la cabeza, algo turbado.

Sí, definitivamente, tenía que hablar de aquello con Rukj. No sabía cómo empezar la conversación ni cómo reaccionaría él, pero esperaba de corazón que la suerte le sonriera. Ya averiguaría qué palabras decir en el momento en que tuviera que decirlo.

Apretando con fuerza el colgante de turmalina que colgaba de su cuello, el lince le dio la espalda al lago y comenzó a dirigirse hacia el campamento, sabiendo que, aunque el Humano todavía no lo tuviera claro, él ya había tomado su decisión.