Crónicas de la Frontera: Capítulo IX (primera parte)

Story by Rukj on SoFurry

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#10 of Crónicas de la Frontera

Y aquí está, por fin, el noveno capítulo de "Crónicas de la Frontera" ^^

Ya sé que me ha costado mucho tiempo escribir este capítulo, pero en serio, es que es muy largo xD De hecho, es tan largo que he decidido partirlo en dos partes para dar más comodidad a la hora de leerlo... no me esperaba que fuera a salirme nada tan largo en un principio, pero lo cierto es que he ido desarrollando las escenas y, al final... pues me ha salido así xD

No sé exactamente qué decir de este capítulo sin destripar nada, pero... podría decir que una de mis escenas favoritas tiene lugar aquí, más o menos hacia el final ^^

Como de costumbre, gracias por leer, y espero que os guste mucho x3


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-Por última vez, Raon. No hay nada que podamos hacer.

El Humano dirigió una mirada angustiada a la cueva en la que, con un poco de suerte, Loki y Jarek continuaban siendo prisioneros y, sin poder creerse del todo las palabras del lobo negro, sacudió la cabeza, reprimiendo una maldición.

Ambos se habían acercado un poco más, sigilosamente, a las inmediaciones de la cordillera, tratando de pasar desapercibidos ante los cinco toros que charlaban animadamente en la entrada, sin prestar demasiada atención a lo que ocurría a su alrededor pero que, sin la menor duda, estaban allí para montar guardia. De hecho, si los toros hubieran puesto un poco más de atención, seguramente habrían podido verles deslizándose bajo la noche en dirección a una pequeña duna de nieve, tras la cual se habían refugiado.

Ahora, en silencio, lo único que podían hacer era observar la boca de la cueva y a las Bestias que les impedían el paso a su interior.

-Podríamos intentar algo -propuso Raon, sin rendirse ante la adversidad -. Podríamos... podríamos...

-¿Qué? -le cortó Rukj, suavemente, mirándole a los ojos -. No, Raon. Esto no es como en Cellisca Nívea. No puedes hacer de cebo. Y no permitiré que te pongas en peligro otra vez.

-Son Jarek y Loki, Rukj -le recordó el joven, con cierto tono angustiado -. ¡No podemos dejarles ahí! ¡No sabemos ni quiénes son los que les han atrapado!

-Precisamente por eso -respondió el lobo, con aparente calma -. Hasta que no lo tengamos claro, más nos valdría esperar y observar. Recuerda que, antes de cazar a una presa...

-... hay que asegurarse antes de que no sea un cazador disfrazado -completó el Humano, casi repitiendo las palabras de memoria -. Lo sé, Rukj. Pero... Jarek...

-Raon, ya basta. Esperaremos -le interrumpió Rukj, con un gruñido sordo.

El joven se quedó con la boca abierta durante unos instantes, sin saber qué decir, hasta que finalmente apretó los puños y se dejó caer de nuevo contra la nieve, tratando de contener las palabras que, en aquel preciso momento y sin pensárselo demasiado, le habría dicho al lobo negro. Sabía, de todas formas, que la paciencia de Rukj tenía un límite y no estaba seguro de querer rebasarlo; pero aún así no estaba en absoluto de acuerdo con sus palabras.

Sus dedos se abrieron y volvieron a cerrarse en torno a la nieve bajo su mano, apretándola con fuerza hasta que el frío penetró hasta sus huesos y le hizo reprimir un escalofrío. Aún así, era una buena forma de mantenerse sereno y calmado, y el simple hecho de esperar unos minutos antes de abrir los dedos otra vez y averiguar que todavía seguían respondiendo a sus movimientos, aunque el frío le hiciera sentir pequeños aguijonazos de dolor en la piel.

En ese momento, mientras observaba la nieve derretirse entre sus dedos, se le ocurrió una idea. Era una idea descabellada y demasiado irracional como para tener la absoluta certeza de si llevarla a cabo o no, pero en lo más profundo de su ser tenía la esperanza de que funcionara... aunque también le daba miedo.

Si aquella gente en la cueva sabía quién era Jarek, si tenían la menor idea de que había mantenido contactos con un Humano y estaban dispuestos a hacérselo pagar... tal vez hubiera una forma de salvarle. Sólo tal vez, aunque implicara tener que sacrificarse a sí mismo por mantenerle con vida. En silencio, dirigió una mirada de reojo a Rukj, que continuaba observando los movimientos que se producían en la boca de la cueva con suma atención.

El lobo negro también estaba envuelto en sus pensamientos, sin embargo.

Comprendía perfectamente las emociones de Raon y, de hecho, a él también le habría gustado hacer algo por intentar salvar al lince y el lobo que estaban en el interior de la cueva, pero sabía perfectamente que no habría tenido ni una sola oportunidad de conseguirlo. Y, después de haber tenido que proteger a Raon durante tanto tiempo, le parecía absurdo sacrificar todos sus esfuerzos solo por arriesgarse a salvar a Loki y a Jarek. Por más que lamentara no poder moverse de aquel lugar, ni hacer nada por ayudarles.

-Rukj -le llamó entonces Raon, haciendo que se girara hacia él casi inmediatamente.

Todo sucedió muy rápido.

El Humano hizo un rápido movimiento con la mano y, antes de que el lobo negro pudiera reaccionar, le lanzó un puñado de nieve a la cara, cegándole. No perdió ni un solo segundo antes de levantarse y salir corriendo en dirección a la cueva, tan rápido como el punzante dolor en su tobillo le permitió, cojeando. Ignoró deliberadamente la maldición que Rukj dejó escapar a sus espaldas y siguió avanzando hacia la entrada de la cueva, sufriendo en silencio cada vez que apoyaba el pie en el suelo, y clavando las uñas en el pomo del puñal de su cinto, para contener sus ganas de dejar escapar un grito de dolor.

No aminoró su marcha ni siquiera cuando, con un grito de advertencia, los toros que parecían estar en la entrada de la cueva percibieron su presencia y se giraron hacia él, en guardia. De hecho, si quería que su plan saliera bien, una de las cosas de las que tenía que asegurarse era de que los que estaban montando guardia le vieran, por lo que ni tan siquiera le concedió importancia.

La distancia que quedaba hasta la boca de la cueva se le hizo eterna, pero una vez llegó allí, jadeante y con el pie dolorido, se detuvo enfrente de los guardias y les dirigió una mirada desafiante, con una de las manos todavía en el puñal. Los cinco toros se llevaron una mano a sus respectivas armas, como si le consideraran una amenaza.

Raon, a pesar de todo, decidió dejar de serlo rápidamente. Con los dedos temblorosos, cogió el puñal y lo tiró a la nieve delante de los guardias, mientras continuaba mirándoles tratando de disimular lo nervioso que se sentía.

-Cogedme -dijo, apoyando todo el peso en una pierna para disminuir el dolor en su tobillo -. Tomadme prisionero y liberad a Jarek. Por favor.

-¿Quién eres? -preguntó uno de los toros, sorprendido ante aquella intromisión tan repentina.

Raon tomó aire, antes de contestar, y se dijo a sí mismo que era muy absurdo que le preguntaran aquello a él, el único Humano que había vivido desde siempre en las Tierras de las Bestias.

-Os bastará con saber que soy un Humano -terminó diciendo, mientras apretaba los puños para no temblar de miedo -. Y soy... soy un trofeo mucho más valioso de lo que Jarek pueda ser. Así que, por favor... dejadle libre.

El toro que le había hablado dirigió una mirada confusa a uno de sus camaradas y, tras unos segundos que se le hicieron interminables, le dio una simple orden:

-Ve a buscar a Raizac. Tal vez quiera enterarse de esto.

Raon observó, cada vez más nervioso, como el otro toro entraba en la cueva para ir en busca de aquel al que habían mencionado y retrocedió un paso, sin saber exactamente si la decisión que había tomado había sido la correcta o, simplemente, se había dejado llevar por la presión del momento. En aquel momento, empezaba a considerar más seriamente la situación, y se daba cuenta de que podía haber cometido muchos más errores de los que había pensado en un momento...

El toro que le había dirigido la palabra continuó mirándole durante unos segundos hasta que, finalmente, el tal Raizac apareció por la boca de la cueva, caminando con paso ligero. En cuanto posó su mirada sobre Raon, su expresión pareció cambiar completamente y sus ojos brillaron con un destello de sorpresa.

-Vaya, vaya... -murmuró, con cierto interés -. Fíjate en qué tenemos aquí.

El toro no era el único que estaba sorprendido.

Raon también se había quedado observándole, algo impresionado por la figura del toro en general. A pesar de que no había visto toros nunca antes hasta aquella misma noche, era capaz de darse cuenta de que, incluso perteneciendo a una de las razas más imponentes de todas las Tierras de las Bestias, aquel Raizac estaba por encima de la media. Sus brazos, gruesos como troncos, y sus anchas espaldas le daban una apariencia atemorizante; y eso, unido a las puntiagudas astas de su cabeza, proyectadas hacia adelante y terminadas en una punta afilada, le daban un aspecto aún más intimidante. Raon tenía la impresión de que, si hubiera querido, aquella Bestia habría podido aplastarle con un puño como si se tratara de una nuez.

Y, sin embargo, no era esto lo que más le impresionaba.

A pesar de su imponente planta, el toro parecía tener bastantes más años que el resto, bastantes más que Rukj; Raon no habría sabido decir cuál sería su edad dado que no tenía ningún ejemplo con el que compararla, pero era consciente de que el tiempo había pasado más por aquel toro que por cualquier Bestia a la que hubiera visto antes. Esto también se adivinaba en su voz, algo cascada por los años, y en la desordenada barba que colgaba de su mandíbula, en la cual algunos mechones de su pelaje pardo comenzaban a blanquear.

-No esperaba que vinieras a nosotros por tu propio pie, muchacho -dijo el toro en ese momento, una vez se repuso de la sorpresa -. Eso nos facilitará las cosas.

-He venido a liberar a Jarek -contestó Raon, algo fieramente, mientras dirigía una penetrante mirada a Raizac, intentando no parecer asustado -. Hacedme prisionero y dejadle ir...

Raizac le dirigió una mirada divertida, arqueando una ceja.

-¿Y si decidiera no hacerlo?

Raon sintió como si una maza invisible golpeara su corazón. Después de todo, la única posibilidad de salvación que le había quedado, la única oportunidad que había visto... había sido que el toro accediera a dejar marchar a Jarek.

De lo contrario, ambos estaban condenados.

-Pues... -comenzó, tratando de disimular el temblor de sus rodillas -. Tendrías que matarme. Lucharía contra todos tus hombres y terminaría por liberar a Jarek.

El líder de los toros le dirigió una larga mirada, antes de romper a reír en una larga carcajada. Raon, sin saber por qué, se sintió de pronto muy minúsculo e inofensivo ante los enormes toros allí reunidos. Al mismo tiempo, comprendió por qué se reía Raizac.

-Tienes agallas, muchacho -respondió este, con cierto gesto de aprobación -. Eso me gusta. Por eso, te diré que no tienes nada de lo que preocuparte. Jarek no es nuestro prisionero.

Raon sintió como si una pesada bruma desapareciera de su mente y, por unos instantes, sintió como le flaqueaban las piernas. Se habría dejado caer si no fuera porque, en ese momento, una pesada zarpa cayó sobre su hombro, conteniéndole en su sitio y cerrando sus garras para no dejarle marcharse.

Era tanto una medida de protección como de contención, y Raon averiguó a quién pertenecía sin necesidad de girarse.

-Raizac -comentó Rukj desde detrás del Humano, con cierta cautela -. Cuánto tiempo sin vernos.

-¿Le conoces? -preguntó Raon, cada vez más confuso, sin saber exactamente qué decir.

-Humano, permíteme que te diga que hay pocos en las Tierras de las Bestias que no han oído hablar de la caravana de Raizac -intervino el toro, cruzando los brazos sobre el pecho y dirigiéndole una mirada algo socarrona -. Encantado de volver a verte, Rukj. En unas circunstancias muy fortuitas, me parece.

-Así es -respondió el lobo, todavía con cierta tensión contenida en la voz. Raon tuvo la impresión de que, al conocerse de antes, estaba tratando de averiguar si aún podía confiar en él -. ¿Has encontrado al lobo y al lince en el interior de la cueva?

No era una pregunta casual. El joven averiguó en ese momento que, en efecto, Rukj estaba tratando de medir al toro... y de decidir si era aliado o enemigo.

-Así es -respondió Raizac, todavía sonriendo con cierta fanfarronería -. Deberías agradecer que haya sido yo y no cualquier Bestia desalmada quien les ha encontrado. Ese tal Jarek no sabe disimular muy bien -comentó, con una risa seca y profunda -. Hemos averiguado que conocía a un Humano en tan sólo diez minutos de conversación con él. El lince se tiraba de los pelos.

Rukj debería haber sonreído, pero se mantuvo impasible.

-No tenemos intención de hacerles daño -aclaró el toro, percibiendo el recelo del lobo negro -. Ni a vosotros tampoco. Un miembro de la Orden de los Cachorros de Kara viaja con nosotros también. Y, como en el pasado, mis intenciones son las mejores.

Rukj pareció tranquilizarse un poco, y quitó la zarpa de encima del hombro de Raon, que se tambaleó suavemente ante la pérdida de aquel peso.

-Me alegro -respondió el lobo, con menos recelo y algo más de simpatía camuflada en su tono de voz -. Es bueno saber que hay cosas que el tiempo no cambia.

Raizac esbozó una sonrisa, pero no dijo nada.

Justo en ese momento, Raon fue capaz de percibir un destello cobrizo en la entrada de la cueva y, antes de que se diera cuenta, una Bestia más pequeña que el resto le enterró en un peludo y cálido abrazo que estuvo a punto de dejarle sin respiración, mientras gritaba su nombre.

-¡Raon! ¡Menos mal que estabas de vuelta!

El torrente de sentimientos que inundó al Humano en ese momento estuvo a punto de pararle el corazón, pero por suerte para él, tuvo el autocontrol suficiente como para permitirse cerrar los brazos en torno al tronco del lobo de pelaje cobrizo y responder a su abrazo. El tacto de su pelo contra sus dedos desnudos provocó una intensa oleada de aquella extraña sensación de empatía que ambos parecían compartir cada vez que se rozaban.

Pero, aparte de aquello, había algo más, y mientras los labios de Raon articulaban el nombre del lobo sin dejar escapar ningún sonido, fue capaz de averiguar de qué se trataba.

Una sensación que, hasta el momento, el joven sólo había creído percibir en su interior como una huella o una sombra, pero que había cobrado fuerza durante los últimos días. Era algo parecido a un absoluto cariño hacia aquel momento, hacia el lobo que le abrazaba; algo en su interior se resistía a que aquel momento terminara y dejase de sentir tanto sus dedos acariciando el suave pelaje del lobo como los brazos de este rodeándole con fuerza.

Finalmente, sin embargo, el momento terminó.

-Estaba tan preocupado... -murmuró el lobo, apartándose de él y mirándole fijamente a los ojos, con las zarpas todavía colocadas en sus hombros -. Tenía miedo de que te ocurriera algo malo.

-Pues... no -musitó Raon, todavía demasiado confuso por aquella turbulenta marea de sentimientos como para saber qué decir.

-Me alegro -respondió Jarek, esbozando una cálida sonrisa que hizo que el Humano se sintiera infinitamente mejor y que hasta el dolor de su tobillo pasara a estar en segundo plano.

Los ojos del joven lobo le transmitían en aquel momento tanta tranquilidad y alivio que, por unos instantes, el llegó a compartir esta sensación mientras buceaba en su mirada, tal y cómo había sucedido antes de que se marchara a Cellisca Nívea...

-Estáis invitados a pasar la noche con nuestra caravana, si queréis -les informó Raizac, mientras se acercaba unos pasos a Rukj, que parecía haber tomado más confianza con el líder de la caravana a raíz de la aparición de Jarek -. Organizaremos una fiesta esta noche, en honor a vuestra aparición. Será divertido.

-Me halaga tu hospitalidad, Raizac -respondió el lobo negro, esbozando una leve sonrisa -. No tendremos ningún problema en quedarnos. Me alegro de que hayamos vuelto a encontrarnos, de todas formas.

Raizac sonrió a su vez.

-Y yo, viejo amigo.

Tras esto, hizo una seña a los otros toros para que se retiraran y volvió a entrar en la cueva, junto a ellos. Fuera quedaron sólo Jarek y Raon, todavía juntos, y Rukj, que parecía demasiado pensativo como para articular una sola palabra.

-¿Has oído eso? -dijo finalmente Jarek, rompiendo el silencio -. ¡Una fiesta! Tal vez tengas incluso la oportunidad de sonreír un poco más por una vez, ¿se te había ocurrido?

Raon puso los ojos en blanco, dejando escapar un suspiro de resignación.

-Bueno, la situación no me ayuda precisamente a sonreír -le explicó, tratando de sonar seguro de lo que decía, aunque en realidad estaba feliz de haber vuelto a encontrarse con Jarek.

-¿Por qué no? -le preguntó el lobo de pelaje cobrizo, algo confuso -. Todos estamos a salvo. Habéis recuperado la bolsa de Loki. Las cosas podrían ir mejor, pero seguimos vivos y hemos conseguido lo que queríamos.

-Pero seguimos siendo fugitivos. Y siguen queriendo matarme la mayoría de las Bestias que moran por este lugar, Jarek -le recordó el Humano, sin poder evitar admirar de nuevo la capacidad que tenía el lobo para ver el lado positivo de las cosas.

-Bueno, podemos olvidarnos de eso esta noche -propuso Jarek, encogiéndose de hombros -. Será una fiesta, así que podemos olvidarnos de todo lo malo que ha ocurrido durante estos últimos días y, sin más... tratar de disfrutar un poco, ¿no te parece?

Raon se relajó, mientras esbozaba una sonrisa algo cansada. Por más que le hubiera gustado, era incapaz de contradecir aquellas palabras, aunque sólo fuera por lo emocionadas que parecían.

-Está bien -respondió, mientras dirigía un breve vistazo al interior de la cueva, en el que parecía haber mucha gente reunida -. Pero, aún así, no me gustaría que Raizac se buscara problemas por nuestra culpa...

Jarek abrió la boca para contestar, pero fue otro el que le dio a Raon la respuesta que necesitaba.

-Oh, Raizac lleva toda su vida buscándose problemas -dijo Rukj, pasando al lado de los dos y dirigiéndose a la cueva, con paso algo más calmado -. Pero tenemos suerte: si nos ha prometido que está de nuestro lado, no cambiará de parecer. Me fio de su palabra lo suficiente como para saber que no nos traicionará. Ya aprendí a confiar en él antes.

-¿Ah, sí? -preguntó Raon, sin entender a qué se refería el lobo.

-Sí -respondió Rukj, y su voz se tiñó por unos instantes de una tristeza honda y profunda como un pozo seco -. Fue hace muchos años, pero...

Raon percibió que había algo que no estaba bien desde el mismo momento en el que al lobo negro le costó continuar con la frase. Jamás había visto a Rukj dudando acerca de qué decir o qué no, y el simple hecho de verle tan pensativo y envuelto en lo que parecía ser un pasado misterioso le hacía sentir tanto curiosidad como lástima. Jarek también estaba atento a la conversación, observando con atención las reacciones del otro lobo.

-Cuando digo que se buscaba problemas, no lo digo por nada -respondió finalmente Rukj, tras unos segundos que se hicieron eternos, con cierto tono amargo que hizo comprender a Raon que había algo que no le apetecía recordar -. No todos los líderes de caravanas se atreven a escoltar a un lobo y a un joven cachorro Humano hasta los confines de las Tierras de las Bestias.

Tras decir estas palabras, el lobo negro se encaminó al interior de la cueva, dejando detrás a Raon y Jarek que, en silencio, intercambiaron una muda mirada de comprensión.

La caravana pareció acoger a Raon, si no con alegría, con cierta aceptación.

El joven Humano pasó el resto de la mañana junto a Jarek, respondiendo esquivamente a todas las preguntas que el lobo le hacía acerca de su incursión a la ciudad. Lo cierto era que no habría tenido ningún problema en compartir lo que habían hecho con él, pero el simple hecho de recordar el miedo que había sentido durante su estancia en Cellisca Nívea hacía que se lo pensase dos veces antes de tocar el tema.

De Loki no había ni rastro. Cuando Raon preguntó por él, Jarek le respondió que estaba hablando con un miembro de su Orden, alguien que había llegado con la caravana y que parecía tener más o menos su edad. Al parecer, ambos se conocían ya desde hacía tiempo y nada más echarse un primer vistazo se habían reconocido mutuamente. Tras escuchar esto, Raon se sintió ligeramente más tranquilo, no sólo por el hecho de saber dónde estaba el lince, sino también porque el que hubiera un miembro de la Orden en la caravana le daba cierta seguridad.

Tras pasar un par de horas sin hacer gran cosa, el grupo pareció entrar en actividad y Raizac anunció que buscarían un lugar mejor en el que pasar la noche; un lugar más apartado de Cellisca Nívea y en el que estuvieran protegidos de miradas indiscretas. Lógicamente, el líder de la caravana quería asegurarse de que nadie encontrase a sus invitados de honor y de que, a pesar de que los acogiera durante aquella noche, no causarían problemas al resto de la gente que viajaba con él. Desde el punto de vista del Humano tenía su lógica; el toro podía llevar toda su vida buscándose problemas, como Rukj había dicho antes, pero el resto de los miembros de la caravana no tenían por qué correr sus mismos riesgos.

Caminaron durante prácticamente todo el día, sin descanso, rodeando la montaña bajo el abrigo de la cual Jarek y Raon se habían instalado durante los últimos días. El Humano no pudo evitar dirigir un último vistazo a la cueva antes de marcharse, recordando aquel día en el que Jarek y él habían descubierto la caverna, y se habían encontrado a aquellas extrañas y ruidosas Bestias menores en su interior. Tal vez, ahora que se marchaban, regresasen de una vez a su hogar y pudieran seguir durmiendo, escondidas en las tinieblas del techo de la cueva.

Mientras caminaban, Raon estimó que, en aquella caravana, debían de viajar por lo menos unas treinta personas. Asombrado, trató de imaginar cómo habrían cabido todos antes en la cueva, pero finalmente sacudió la cabeza, desistiendo; en aquellos momentos, había estado tan atento a la conversación con Jarek que apenas había prestado atención a su alrededor.

Al atardecer, la comitiva entró en un desfiladero entre dos de las montañas de aquella cordillera; Raon, alarmado, no podía dejar de pensar en que era el lugar perfecto para una emboscada y Rukj, a juzgar por cómo miraba constantemente de un lado a otro con cierto recelo, debía de pensar aquello también. Pero Raizac caminaba al frente, como si no hubiera previsto aquella posibilidad, mientras conversaba animadamente con otros dos toros: Raon habría jurado que uno de ellos era el mismo que estaba de guardia cuando había llegado a la caverna para ofrecerse a cambio de Jarek y Loki. El otro toro, indudablemente más joven, guardaba cierto parecido con Raizac, por lo que el Humano barajó la posibilidad de que fuera parte de su familia o algo por el estilo.

Ya estaba anocheciendo cuando finalmente pararon, para el alivio de todos aquellos que no estaban acostumbrados a viajar durante tanto tiempo a pie.

Jarek, que tras su última discusión con Rukj no quería parecer una carga por más cansado que se sintiera, no se había quejado en todo el día, pero dejó escapar un suspiro de alivio en cuanto por fin pudieron sentarse durante unos minutos. A pesar de haberse visto obligado a huir durante los últimos tiempos, no estaba acostumbrado a aquella clase de caminatas y las patas le dolían un poco. Raon, por el contrario, parecía no estar excesivamente cansado, teniendo en cuenta que no había dormido en toda la noche.

-¿Estás bien? -le preguntó, solo para asegurarse de que el Humano no tendría ningún problema.

Raon sonrió.

-Podría estar mejor -confesó -, pero de momento, creo que aguantaré. ¿Y tú?

-Yo estoy bien. No soy yo el que se ha jugado el pellejo varias veces esta noche -le recordó el lobo, dándole un suave empujón amistoso. La sonrisa de Raon se hizo más amplia -. Eres tú el que me preocupa. ¿Sabes?, todavía no estoy seguro de si deberías haberlo hecho.

-¿El qué? -preguntó Raon, sin entender a qué se refería.

-Arriesgarte a ir a Cellisca Nívea, incluso sin saber qué hay dentro de esa bolsa -aclaró Jarek, haciendo un gesto con la cabeza hacia Loki, que no estaba muy lejos de allí.

Raon siguió la mirada del lobo y ladeó la cabeza, pensativo.

El lince que Rukj había traído consigo de Cellisca Nívea, en un estado lamentable, se encontraba en aquel momento hablando con Raizac y el propio Rukj. Al parecer, solamente seguía la conversación, puesto que apenas decía palabra y su mirada no hacía más que desviarse al suelo una y otra vez, nerviosa.

Incluso Raon era capaz de comprender lo tímido que era el joven lince.

-Es algo importante, algo serio -musitó el Humano, sin dejar de darle vueltas -. Pero Rukj no quiere hablarme de ello. Y eso me preocupa.

Jarek le dirigió una breve mirada de preocupación, pero no respondió. No estaba seguro de qué debería decir en una situación así.

Momentos más tarde, los dos fueron llamados a gritos por uno de los hombres de Raizac, que al parecer estaba repartiendo unas bolsas de tela junto a la carreta junto a la que la caravana había estado viajando hasta el momento. Tras acercarse, el toro que estaba porteando en aquel momento las bolsas entregó uno de aquellos pesados paquetes a Raon, que se tambaleó un poco, cogido por sorpresa ante el peso del contenido. Por suerte para él, Jarek le ayudó a recuperar el equilibrio sosteniéndole de un hombro y ayudándole a sujetar la bolsa.

-¿Qué... qué es esto? -preguntó el Humano, con esfuerzo.

El toro rió entre dientes, antes de responder.

-Una tienda de lona, muchacho. ¿O es que acaso pretendes dormir al raso esta noche?

-Pues... no -respondió Raon, todavía observando el paquete con curiosidad.

El toro volvió a reírse en voz baja, pero no dijo nada más. El joven, un poco molesto giró la cabeza hacia Jarek, que observaba la bolsa con la misma cara de desconcierto que él.

-¿Alguna vez has montado algo como esto? -le preguntó, temiendo la respuesta.

-No -le comunicó el lobo, negando suavemente con la cabeza -. Pero... no puede ser muy difícil, ¿no crees?

-Supongo -murmuró Raon, encogiéndose de hombros.

De repente, una idea acudió a su mente: si les habían dado sólo una tienda, eso significaba que tendrían que compartirla... y lo cierto era que, a pesar de que no habría sido la primera vez que dormían juntos, al Humano no podía dejar de incomodarle un poco la idea. <<Es una estupidez>> se dijo a sí mismo <<. ¿Por qué habría de sentirme incómodo por algo que ya he hecho antes?>>.

Casi inmediatamente, dio con la respuesta.

Las anteriores veces que había dormido con Jarek, lo había hecho, más que nada, por necesidad. El viento helado de las Tierras de las Bestias, entrando en la cueva, le habría hecho morir de frío más de una vez si no hubiera sido por el cálido abrazo del lobo, y lo sabía. Había sido una razón de supervivencia más; agradable, era cierto, pero nada más que eso. Un recurso para seguir con vida.

Ahora, los motivos que guiaban a Raon eran diferentes. En aquel momento, habría jurado que, sin ninguna duda, deseaba dormir junto a Jarek aquella noche. Era algo que quería, no que necesitaba para seguir vivo. Y la posibilidad de volver a sentir aquellas cálidas zarpas sobre sus manos, el simple hecho de la cercanía del lobo, de poder sentir sobre su piel el calor que emanaba de su cuerpo...

Raon sacudió la cabeza, turbado. ¿De dónde salían aquellos pensamientos? ¿Se podía saber en qué demonios estaba pensando? Jarek era su amigo, lo había sido prácticamente desde el primer día. Era normal que quisiera estar junto a él, pero... entonces, ¿por qué sus sentimientos eran tan intensos al respecto? Por algún extraño motivo, tenía miedo de no saber cómo controlarlo, y de que la intensidad de lo que sentía terminara por asustar a Jarek.

No habría soportado perderle.

-Raon -le llamó en ese momento el lobo, haciéndole levantar la cabeza -. ¿Estás bien?

Su voz había sonado ligeramente preocupada, por lo que Raon trató de enterrar de la mejor forma posible lo que sentía en su interior y de girarse hacia él, aparentando normalidad.

-No, no es nada -mintió. Por suerte para él, no le resultó excesivamente difícil -. Espero que no tengamos problemas al montarla...

Sin embargo, a pesar de estar respondiendo con esas palabras, su mente estaba muy lejos de estar pensando en aquello. Por unos instantes acarició la idea de preguntarle a Rukj si no le importaría compartir tienda con él, pues sabía que no le pondría ningún inconveniente, pero... por un lado, llevaba todo el día sin hablar con el lobo negro y, por otra parte, tampoco estaba seguro de si a Jarek le sentaría bien que rechazara una invitación que, a pesar de no haber sido nunca hecha, estaba ahí.

Sin embargo, una vez abrieron la bolsa y comenzaron a montar la tienda, todos estos pensamientos desaparecieron. La labor de levantar la estructura de la tienda conectando los pequeños soportes de madera con la tela se convirtió en lo único en lo que era capaz de pensar el joven y, a pesar de la atenta ayuda de Jarek, fue bastante más difícil de lo que en un principio había imaginado.

Al final, sus predicciones parecieron cumplirse: el montaje de la tienda les dio demasiados problemas y el resultado final distaba mucho de parecerse al que habían conseguido el resto de Bestias de la caravana.

-Eeeh... no parece muy sólida -comentó Jarek alzando una ceja, mientras ambos la observaban desde un par de metros de distancia -. Y la lona no está bien cerrada por algunos sitios: si dormimos ahí dentro, nos moriremos de frío.

-Tienes razón -murmuró Raon, dejando escapar un suspiro, e ignorando deliberadamente el hecho de que Jarek ya daba por supuesto que iban a dormir juntos. A continuación, se acercó unos pasos a la lona y trató de recomponerla un poco, con el ceño fruncido -. No lo entiendo... no parece que sea tan difícil. No me explico qué estoy haciendo mal.

Jarek se cruzó de brazos y esbozó una amplia sonrisa, observándole desde su sitio con cierta sorna. La situación parecía, incluso, divertirle un poco.

-Vaya, vaya... parece que por fin se te resiste algo.

-¿Qué? -preguntó el Humano, dejando sus manos sobre la tela de la tienda y dirigiéndole una mirada confusa.

-Quiero decir -se corrigió el lobo, cambiando el peso de una pierna a otra -, nunca antes te había visto... sin saber lo que hacer. Es la primera vez en la que estás tan perdido como yo. Después de tanto tiempo viajando contigo, había empezado a creer... que eres capaz de hacerlo todo.

-Pues ya ves que no -respondió Raon, girándose de nuevo hacia la tienda y tratando de conseguir que se mantuviera en pie de forma más segura -. Para saber hacer algo como esto, tendría que haber salido de la cabaña cuando vivía con Rukj. Y... jamás me alejé demasiado.

-Yo nunca había salido de Cellisca Nívea -confesó Jarek, en ese momento.

Raon dejó de hacer lo que estaba haciendo y se giró hacia él por segunda vez, sin poder creer lo que estaba oyendo. Jarek pareció adivinar la muda pregunta en su rostro, porque respondió sin que el Humano tuviera que decir ni una palabra.

-Mi familia y yo no solíamos viajar mucho. Digamos que... eh... teníamos ciertas obligaciones que nos obligaban a permanecer siempre en la ciudad.

Raon percibió algo extraño en las palabras del lobo, como si ocultase bajo ellas un amargo dolor que sólo él era capaz de comprender. Sin embargo, no le pareció que fuera buena idea preguntar acerca de ello.

-Pero es distinto -murmuró, volviendo a la labor -. Cellisca Nívea es... enorme. Un mundo. Más grande que cualquier otra cosa que hubiera visto antes. Tienes suerte de haber estado allí; seguro que conocías a mucha gente.

Jarek tardó unos instantes en responder.

-Supongo... -murmuró, finalmente, con la voz ligeramente ronca.

Raon se estremeció levemente por aquel tono tan anormal en su voz, y durante unos segundos estuvo tentado de preguntar, por si acaso. Finalmente, se decidió a continuar tratando de mantener la tienda en pie; al fin y al cabo, todavía había muchas cosas acerca del lobo de pelaje cobrizo que no sabía, y que no había preguntado simplemente por el hecho de que tampoco lo veía importante. No sabía por qué, pero era algo que compartía con Rukj: a él tampoco le había preguntado nunca nada acerca de su pasado. Desde el punto de vista del joven Humano, había demasiadas dudas en el presente y en el futuro como para preocuparse por las del pasado.

-Bueno -comentó en aquel momento Jarek, algo más cerca, con su habitual tono alegre y despreocupado -. ¿Vas a terminar ya de montar esa tienda o qué? He visto piedras más rápidas que tú.

Raon sacudió la cabeza.

-Tal vez, si me echaras una mano en vez de bromear tanto, podríamos terminar antes -respondió, algo molesto.

-Cómo desees.

Raon no se dio cuenta de que la voz de Jarek había sonado demasiado cerca de su oído hasta que fue demasiado tarde como para reaccionar. De repente, alguien le empujó suavemente por la espalda, haciéndole tropezar con el borde de la tienda y perder el equilibrio. Aún tuvo tiempo de agitar los brazos, buscando desesperadamente algo a lo que agarrarse, antes de caer al suelo llevando consigo toda la tienda, que le enterró bajo capas y capas de lona una vez hubo tocado el suelo.

Durante los primeros segundos, Raon se quedó quieto, algo confuso, hasta que escuchó la risa de Jarek, no muy lejos del lugar en el que él había caído.

-Muy gracioso -masculló, mientras se apartaba de encima toda la lona y le dirigía una mirada que pretendía ser seria -. Ahora tendremos que volver a montarlo todo.

El lobo ni pareció inmutarse, y en su lugar continuó riendo, como si la situación le hiciera mucha gracia. Cuando se hubo tranquilizado un poco, le dirigió una mirada de disculpa y aclaró, antes de tenderle una zarpa:

-Bueno. Supongo que a partir de ahora ya no podrás decir que no soy capaz de sorprenderte.

-¿Qué? -preguntó Raon, sin entender del todo.

-¿No te acuerdas? Aquella noche... cuando me disculpé contigo por haber estado a punto de matarte. Tú me respondiste que no habría podido ni tan siquiera intentarlo, y, desde ese momento, sabía que llegaría el día en el que te sorprendería.

Raon asintió, recordando la escena, que ahora parecía tan lejana como si, en lugar de unas pocas semanas, hubieran sido años los que habían transcurrido desde entonces. Sin embargo, su atención no estaba puesta en aquel recuerdo, sino en la zarpa que Jarek le tendía, dispuesto a ayudarle a levantarse.

Una idea se dibujó en su mente. Y conforme fue jugando con ella, más y más ganas le entraron de llevarla a cabo.

-Bueno, vale. Supongo que me has sorprendido. ¿Y qué? -dijo, tratando de ganar algo de tiempo.

-Pues que no eres tan invencible como creías -rió Jarek, inclinándose un poco hacia él para que pudiera coger su zarpa -. Y me alegro de haber podido demostrártelo...

Raon no desaprovechó la oportunidad.

Alzó la mano con lentitud y tomó la zarpa de Jarek, tan cálida y suave como la recordaba. Aquel confuso torrente de emociones que parecía atravesarle cada vez que se rozaban volvió a sacudir su cuerpo como una descarga eléctrica, y tuvo que contenerse para no dejar escapar un suspiro. Sin embargo, a pesar de que el tacto del suave pelaje de Jarek sobre su piel desnuda fuera tan maravilloso y turbador, trató de mantenerse centrado en su primera intención, y no pudo evitar dibujar una sonrisa.

Antes de que Jarek tuviera tiempo para reaccionar, el Humano tiró de su zarpa obligándole a caer sobre la tienda tal y cómo le había hecho a él. Sin perder un segundo, rodó sobre la lona para evitar que el lobo cayera sobre él y, antes incluso de que Jarek se diera cuenta de qué había sucedido exactamente, ya le había agarrado por un brazo y le mantenía inmovilizado contra el suelo. Raon se apartó el pelo de la frente con un respingo y, todavía sonriendo mientras aquella maravillosa sensación continuaba inundando todo su cuerpo, escuchó con satisfacción como el lobo dejaba escapar un gruñido de perplejidad.

-Sigo siendo un cazador bastante bueno -dijo, tratando de quitarle importancia al asunto -. Aunque me hayas pillado por sorpresa una vez.

-Eso está muy bien -farfulló Jarek, con la cabeza medio enterrada bajo los pliegues de la lona -. Pero, ¿podrías quitarte de encima de mí? Tienes la irritante costumbre de intentar ahogarme cada vez que me inmovilizas.

-Podría quitarme de encima de ti -admitió Raon, ampliando su sonrisa -. Pero deberías saber que un buen cazador nunca deja escapar a su presa.

-Eh... ¿qué? ¿Es que ahora no soy nada más que una presa? -preguntó Jarek, con un tono tan falsamente desconsolado que Raon no pudo evitar reírse suavemente.

El sonido de su propia risa, que hasta aquel momento no había escuchado jamás, le hizo detenerse en el acto. No habría sabido decir exactamente qué fue lo que le hizo quedarse quieto, ni por qué le turbó tanto aquel sonido tan sencillo y natural, pero... por unos instantes, casi se sintió como si fuera otra persona la que había hecho aquello, desde dentro de su cuerpo, y no él mismo.

Jarek, aprovechándose de aquel momento de distracción, consiguió zafarse del agarre del Humano y, antes de que éste pudiera reaccionar, le empujó con suavidad y le inmovilizó sobre la lona, sujetándole por las muñecas y colocándose encima de él, con cuidado de no hacerle daño. La expresión desconcertada de Raon pasó a mostrarse algo molesta cuando comprendió lo que acababa de ocurrir.

-Y así -concluyó Jarek, mientras esbozaba una sonrisa satisfecha -, así es como se caza a un cazador.

-Estaba distraído -protestó Raon, intentando liberarse de las zarpas del lobo, sin conseguirlo. Anonadado, se dio cuenta de que tenía mucha más fuerza que él, y de que cualquier movimiento que intentara hacer resultaría en vano.

-Un cazador nunca deja escapar a su presa -le recordó Jarek, con cierto tono juguetón, mientras acercaba su rostro al de él para poder regodearse más en su victoria.

Raon no pudo responder.

Por unos instantes, su mirada se perdió en los profundos ojos verdes del lobo, y dejó que todo lo que había a su alrededor se difuminara para sólo centrarse en la maravillosa sensación de tenerle cerca. Pareció como si la imagen cobrara mucho más detalle; por unos segundos, fue capaz de percibir la suave brisa de las Tierras revolviendo el pelaje cobrizo de su cabeza, el leve movimiento de su pecho al mantener la respiración, e incluso aquel brillo misterioso en sus pupilas, que tal vez fuera un reflejo del que inundaba las suyas en aquel momento. Hasta los latidos de su corazón parecieron sincronizarse, durante lo que parecieron minutos, con los de Jarek.

La expresión del lobo, que en aquel momento sonreía levemente, parecía ligeramente abstraída de la realidad y fascinada, y sin saber por qué, Raon tuvo ganas de acercarse más a él, de tenerle más cerca, de poder sentirle junto a su cuerpo, y de...

-¿Necesitáis ayuda? -preguntó entonces alguien no muy lejos de allí.

El Humano tuvo que hacer un gran esfuerzo para volver a la realidad.

Cuando volvió a enfocar la mirada, descubrió que la expresión de Jarek había cambiado, y que parecía un poco fastidiado por la interrupción; Raon comprendió a qué se debía cuando entendió que quien les había preguntado no había sido otro más que Rukj, pero no supo qué responder.

Los dos permanecieron en silencio unos instantes más hasta que Jarek sacudió la cabeza y esbozó una sonrisa de autosuficiencia, todavía mirando a Raon con un brillo burlón en la mirada.

-¿Has visto, Rukj? -preguntó, en voz lo suficientemente alta como para que el otro lobo le oyera -. Me parece que he cazado algo.

Raon volvió a reírse en voz baja, aunque afortunadamente, esta vez el sonido no le pareció tan poco familiar como la primera vez. Rukj le dirigió una breve mirada, pero no comentó nada al respecto.

-Venía para deciros que, cuando hayamos terminado con todo esto, deberíais pasaros por la tienda de Raizac. Tenía ganas de hablar con vosotros acerca de un tema urgente -tras decir esto, deslizó una mirada severa hacia el otro lobo, frunciendo el ceño -. En cuanto a ti... ten cuidado con lo que cazas, lobezno -le recomendó Rukj, con cierto tono peligroso contenido en su voz -. Te recuerdo que llevo protegiendo a ese Humano desde que era un cachorro, y pienso seguir haciéndolo incluso aunque eso conlleve ayudarle con... sus cazadores.

Una sombra de rabia atravesó la mirada de Jarek, pero fue tan rápido que Raon creyó habérsela imaginado. Aún así, el Humano buscó una forma de escapar de aquella situación y, antes de que ninguno de los dos lobos prolongara la discusión, trató de acallarla a tiempo, mientras trataba de quitarse al lobo de pelaje cobrizo de encima:

-Lo cierto es... que no nos vendría mal tu ayuda.

Con un gesto hastiado, Jarek se quitó de encima del joven y se puso a su lado, con cierta expresión enfurruñada, como si estuviera molesto con Raon por haber decidido acabar con aquella escena. El Humano se dijo a sí mismo que algún día tendrían que hablar acerca de Rukj y tendría que intentar que su amigo dejara de aborrecerle tanto... pero, en aquel momento, no tenía ni la menor gana de tratar aquel asunto. De hecho, tal y como Jarek había dicho... aquella noche, quería olvidar todo lo malo que hubiera sucedido durante los últimos días.

Sin embargo, no podía evitar pensar en las palabras de Rukj. Al parecer, el líder de la caravana quería hablar con ellos de un tema delicado y el Humano creía saber de qué se trataba. Sin ninguna duda, tenía algo que ver con la bolsa de Loki y el extraño contenido que al parecer guardaba en su interior; y lo peor de todo era que, de alguna forma, sabía que todo aquello estaba relacionado con él y Jarek. Sin poder evitarlo, dirigió una mirada algo preocupada al lobo de pelaje cobrizo, que le guiñó un ojo en respuesta mientras esbozaba una sonrisa cálida y libre de preocupaciones, que logró tranquilizarle un poco.

Rukj estuvo observándoles durante unos instantes y el joven creyó averiguar en su mirada un destello de comprensión, como si estuviera empezando a dar algo por hecho.

-Bueno -murmuró el lobo negro, tras un largo y tenso silencio -, lo primero que debéis saber para montar una tienda de lona es que, en primer lugar, deberíais quitaros de encima de ella si queréis ponerla en pie.