Crónicas de la Frontera: Capítulo VIII

Story by Rukj on SoFurry

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#9 of Crónicas de la Frontera

Hola a todos ^^

Este es el octavo capítulo de "Crónicas de la Frontera". Con él, la historia supera las 50.000 palabras (guau!) lo que viene a ser... una burrada xD Al principio, cuando empecé a subir la historia, dudé mucho de que fuera a tener la fuerza de voluntad suficiente para seguir escribiendo. Pero vamos, me parece que, después de todo lo que ha pasado y, sobre todo, gracias a los comentarios que algunos hacéis y que me hacen sentir tan cómodo con la historia, pues... se ha convertido en algo que hago completamente por gusto ^^ Y no pienso parar.

Por supuesto, hay ciertas personas que se merecen que les dé las gracias más que otras... pero para ellas, pienso esperar al final de la historia x3 De momento, muchas gracias a todos los que habéis leído hasta aquí... y espero que sigáis disfrutando con el viaje de Raon, Jarek, Rukj y Loki tanto como yo estoy disfrutando.

Oh, acerca del capítulo... pues en él pasa un poco de todo, la verdad xD Hay conversaciones, acción, amor... y es larguito. Lo cierto es que me gusta bastante el resultado. Espero que a vosotros también ;)


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-Siempre había querido estar así, ¿sabes?

Su voz sonaba tan reconfortante, sobre todo cuando mantenía la cabeza apoyada en su pecho... Loki podía escuchar cómo las palabras brotaban desde más debajo de su garganta y, con un ligero temblor, se abrían paso hasta el hocico del lobo... recorriendo todo el camino por su cuello. Cuando salían por la boca, su aliento le hacía cosquillas en las puntas de las orejas, que temblaban levemente de emoción.

Recostado contra el cálido cuerpo de la Bestia a la que amaba, el lince perdió su mirada en el crepúsculo mientras se dejaba llevar por aquella emoción tan intensa, algo que jamás había sentido por nadie.

-Yo también, Rukj -respondió, mientras cerraba los ojos y restregaba su cabeza con suavidad contra el suave pelaje negro de su ancho pecho.

No pudo evitar dejar escapar un suave ronroneo mientras los fuertes brazos del lobo se cerraban en torno a su cintura y le atraían más hacia él, con un cariño casi paternal. Completamente seducido por el contacto con su cuerpo, Loki se dejó llevar por el abrazo, sin sentirse capaz de pensar en nada más; no recordaba haber ronroneado de placer jamás, y sin duda aquella debía ser la primera vez... en cualquier caso, sentaba exageradamente bien para tratarse tan solo de un sonido más.

Tal vez fuera porque, después de todo, era un sonido que solo podía regalarle a una Bestia en todo el mundo.

En ese momento, algo duro y húmedo se deslizó con suavidad por su oreja, haciéndole abrir los ojos, ligeramente alarmado. Sin embargo, en cuanto averiguó lo que era, no pudo evitar que su ronroneo se intensificara, y esbozar una sonrisa relajada.

-Te quiero... Rukj -susurró, alargando la "r" de su nombre, mientras el lobo mordisqueaba suavemente su oreja y él trataba de combatir la imperiosa necesidad de ronronear que parecía haber invadido su garganta -. No te puedes... imaginar... aaarr... -no fue capaz de terminar la frase.

El lobo había comenzado a acariciar su nuca con suavidad mientras continuaba jugando con su oreja, con cuidado, como si el lince se tratara de una presa extremadamente débil a la que estuviera tratando con sumo cuidado entre sus garras. Aquel pensamiento hizo que Loki se sintiera incluso más excitado por tenerle cerca, y se dejó llevar por aquella maravillosa sensación mientras cerraba sus zarpas entorno al musculoso antebrazo del lobo negro y se apoyaba completamente contra su pecho... En aquel momento, Rukj podría haber hecho con él cualquier cosa; lo que quisiera. Estaba completamente indefenso ante él, y la idea no podía dejar de gustarle...

-Y yo a ti, cachorro -murmuró él, con aquella voz tan ronca y profunda, teñida de una ternura inusual para tratarse del lobo.

En ese preciso momento, Loki comprendió que había algo que no encajaba. Y sólo tuvo que abrir los ojos para darse cuenta de lo que era.

El crepúsculo desapareció en una milésima de segundo, y fue sustituido por una oscuridad casi deprimente. De la misma forma, el contacto de un suave pelaje negro se esfumó en el aire dejando un vacío casi doloroso en su piel, un vacío que necesitaba ser llenado de alguna forma pero que sólo la nada parecía acariciar. El placer y el ronroneo también se esfumaron, como si nunca hubieran existido.

Loki suspiró, apoyado contra la áspera piel de la presa que Raon había cazado tiempo atrás, tan diferente del suave pelaje de color azabache de Rukj. Por unos instantes, jugó con la idea de que aquel sueño hubiera sido realidad, pero finalmente terminó por sacudir la cabeza, algo decepcionado, y se resignó a pensar que, casi con toda seguridad, la realidad jamás fuera tan agradable. <<Debe de tener casi quince años más que yo>> pensó, apenado <<. Aunque no parece tan mayor... lo cierto es que, para la edad que tiene, parece bastante joven. Y atractivo>>.

Sus propios pensamientos le hicieron enrojecer de nuevo, y sus zarpas se enredaron con un tímido movimiento en el jergón sobre el que estaba apoyado.

-¿Ocurre algo? -preguntó en ese momento Jarek, apareciendo por la entrada de la cueva -. He oído... ruidos.

El rubor de Loki se intensificó.

-Eeeeh... eeeh... -titubeó, buscando desesperadamente una respuesta a aquella pregunta que no implicara tener que mentir -. Sólo... sólo ha sido un sueño -respondió, finalmente, apoyando el rostro contra la esterilla de piel para que Jarek no viera que volvía a estar completamente ruborizado -. No te preocupes.

-Ah, bueno -murmuró el lobo, algo confuso, mientras se rascaba una oreja -. Creía que te había pasado... algo malo. ¿Sueñas... sueñas con lo que ocurrió en Cellisca Nívea?

Un escalofrío recorrió la columna vertebral del lince.

-Eh... no -contestó, finalmente, comprendiendo que no había necesidad de mentir -. No es eso.

-¿Entonces...? ¿Qué te ocurre?

Loki se mordió el labio inferior, pensativo, mientras interiormente maldecía que al lobo de pelaje cobrizo le hubiera dado por hacer tantas preguntas. En aquel momento solo podía desear levantarse y darle un buen puñetazo... incluso sabiendo que aquello no le haría ningún daño.

Tras respirar profundamente un par de veces, consiguió tranquilizarse y consiguió pensar con más tranquilidad. Al fin y al cabo, Jarek hacía aquello porque estaba preocupado por él. No tenía por qué ser violento.

-Ocurre que tengo un secreto -contestó, finalmente, sin dar mayores pistas -. Y... no sé si quiero compartirlo contigo.

Jarek le observó durante unos instantes, con el ceño fruncido, todavía rascándose una oreja. Ni siquiera parecía molesto, tan sólo un poco confuso por las extrañas palabras del lince. Sin embargo, tras unos instantes, pareció averiguar qué era lo que pasaba por la cabeza de la otra Bestia y dejó escapar una risita suave, que hizo que Loki levantara la mirada, algo molesto.

-¿De qué te ríes? -preguntó incorporándose, un poco asustado ante la posibilidad de no haber sido lo suficientemente transparente.

Ante aquella pregunta, el lobo comenzó a reír en voz algo más alta, como si la situación le hiciera mucha gracia. Loki, confuso y algo enfadado con él, no desvió la mirada por un solo segundo hasta que obtuvo la respuesta.

-Es acerca de tu secreto -sonrió Jarek, una vez fue capaz de controlar su risa -. Me parece que... me parece que puedo verlo tratando de escapar de tus pantalones, ¡ja, ja, ja!

Loki no entendió a qué se refería al principio, pero entonces bajó la mirada y se dio cuenta de a lo que se refería el lobo. En ese momento, enrojeció hasta la raíz misma de su pelaje, sintiéndose más avergonzado que en toda su vida. Claro... al fin y al cabo, no hacía tanto tiempo desde que se había levantado del sueño, y si bien nunca se había sentido tan excitado... tampoco había tenido que esconderlo de nadie.

Pero el sospechoso bulto en sus pantalones era suficiente para hacer que cualquiera se diese cuenta de lo que había sucedido en realidad. Y más, con todas las pistas que ya había dado al lobo de pelaje cobrizo.

-¡Deja... deja de reírte! -gritó, algo enfadado, mientras se tapaba con la piel de la esterilla -. ¡No tiene... no tiene gracia!

-Pues yo creo que sí -respondió Jarek, mientras se secaba una lágrima imaginaria del ojo, con ayuda de una zarpa -. Hum... ¿es alguna chica guapa entonces? ¿De tu especie, quizás?

-¡No preguntes! -bramó Loki, molesto, mientras le enseñaba los dientes y adoptaba una expresión que dejaba denotar cierta rabia -. ¡No voy... no voy a responderte!

Jarek se cruzó de brazos y ladeó la cabeza, apoyándose contra la pared de la cueva.

-Eso quiere decir que seguramente sea yo -respondió, riendo suavemente entre dientes.

-Más quisieras... -farfulló Loki, mientras volvía a dejarse caer contra el jergón, todavía sintiéndose terriblemente avergonzado. ¿Cómo... cómo había podido ser tan estúpido? En aquel momento, habría deseado que la tierra se lo tragase. Aquello, simplemente... no podía estar sucediendo.

Jarek continuó en aquella pose durante unos instantes, mirándole fijamente mientras dejaba escapar una suave risita de vez en cuando. Finalmente, pareció ponerse un poco más serio, algo que no era muy usual en su rostro.

-Oye, lo siento si te ha molestado. Ya sé que no nos conocemos mucho, pero... es que me ha parecido gracioso.

-Ya. Pues a mí, no -gruñó Loki, dándole la espalda y tratando de conciliar de nuevo el sueño. No hubo suerte.

-Eh, perdóname. Sé que no he tenido mucho tacto, debería haber pensado un poco más antes de abrir la boca. Y... no quiero que me odies por esto -le pidió el lobo, acercándose unos pasos -. Bastante tengo ya con que Rukj me odie...

Loki no respondió.

Continuó tendido sobre el jergón, mientras esperaba a que la sangre bajara de su cabeza y trataba de tranquilizarse un poco, regulando su respiración entrecortada y los alocados latidos de su corazón. Tampoco era tan horrible... de hecho, ¿cómo iba Jarek a averiguar con quién había soñado? Era prácticamente imposible... por más que intentara convencerse de lo contrario.

-No pasa nada -respondió, tras unos minutos de silencio -. No es culpa tuya.

Jarek, desde la entrada de la cueva, le dirigió una última mirada de preocupación antes de encogerse de hombros y dejarle por imposible. Tampoco podía pensar mucho en ello, a decir verdad; su mente estaba lejos de allí, en aquel momento, deseando que Raon volviera sano y salvo...

...para poder seguir dónde lo habían dejado.

Cellisca Nívea podía parecer mucho más grande y laberíntica por fuera de lo que en realidad era luego por dentro. Y esa sensación parecía intensificarse más si, como en el caso de Raon, aquella era la primera ciudad que uno veía en su vida.

-No te separes de mí -le había dicho Rukj antes de entrar, mientras el Humano procedía a cubrirse la cabeza con la piel de la criatura que había matado, reprimiendo un gemido de asco -. Esto no es como en campo abierto. Aquí hay cosas mucho más peligrosas que una Bestia menor... y normalmente, su mayor peligro es que saben disimularlo muy bien. Ten cuidado y no hables a no ser que sea extremadamente necesario. Así que... nada de preguntas.

-De acuerdo -había asentido Raon. Su voz había sonado ligeramente ahogada por la piel que llevaba ahora sobre su cabeza, pero había tratado de ignorar aquel hecho; tal vez incluso le favoreciera.

En aquel momento, ambos caminaban por las estrechas calles de Cellisca Nívea envueltos en un silencio casi sepulcral. Rukj caminaba primero, con el ceño fruncido, y un brillo en los ojos que poco tenía que ver con el que solía llevar al cazar, sino que más bien se parecía al de una presa tratando de pasar desapercibida... Con los músculos en tensión y caminando sin hacer el más mínimo ruido, el lobo no dejaba de mirar en todas direcciones como si temiera que en cualquier momento alguien fuera a surgir de la nada para llevárselos de nuevo al calabozo.

Raon intentaba seguir su ejemplo, pero era incapaz. Aquello era demasiado para él, y todo era... completamente nuevo.

Hasta el momento, sólo había visto dos edificios a lo largo de su vida. Uno de ellos era la cabaña en la que se había criado durante toda su vida; el otro era la sinuosa Frontera que dividía las Tierras de los Humanos de las de las Bestias, y lo cierto era que cada vez estaba menos seguro de catalogarlo como un edificio.

Pero, en aquel lugar... en aquel lugar había edificios adonde quiera que mirase, tantos que el Humano se dio cuenta de que le habría resultado prácticamente imposible calcular cuánta gente habitaba en Cellisca Nívea... Las casas, construidas con piedras de forma regular y un claro color marmóreo, se agrupaban unas contra otras dejando apenas unos metros de distancia entre ellas; las grandes avenidas dejaban un poco más de espacio, pero lo cierto era que aún así no importaba.

Raon acababa de descubrir lo que realmente era una ciudad. Y, ante el hecho de que tanta gente ocupara tan poco espacio, no habría sabido decir si se sentía fascinado, perdido, horrorizado, emocionado o confundido. En cualquier caso, continuó caminando poniendo la mayor atención posible en cada paso, dadas las circunstancias, mientras seguía a Rukj con la boca abierta tratando de imaginarse cómo podrían convivir tantas personas en un mismo lugar sin que se provocaran confrontaciones y altercados. Por supuesto, el concepto de "ley" todavía le era completamente desconocido. Hasta el momento, y que él supiera, sólo existía una ley: que los Humanos y las Bestias no podían convivir... pasase lo que pasara. Y un Humano en las Tierras de las Bestias debía ser exterminado. Era un intruso, un enemigo.

Reprimiendo un escalofrío, deseó de corazón que la "máscara" que le había preparado Rukj funcionara de verdad, y a nadie se le ocurriera relacionarle con un Humano. Le gustara o no... le iba la vida en ello.

Despistado, Raon chocó contra la espalda de Rukj, que se había detenido en una esquina y parecía estar observando lo que ocurría. El lobo negro, algo molesto, le dirigió una mirada extrañada.

-¿Pero en qué estás pensando? -gruñó, en voz baja.

-Lo siento, estoy un poco nervioso -se disculpó el joven, en un susurro -. Tengo miedo de... que me descubran y se den cuenta de que soy un Humano -confesó -. Y no puedo dejar de pensar que este lugar es demasiado grande... y laberíntico.

Rukj suavizó ligeramente su expresión contrariada y le dirigió un larga mirada de comprensión, como si interiormente comprendiera a qué se refería Raon.

-Aún así, ten más cuidado -le pidió, en un murmullo -. Si tienes miedo de que te vean... no dejes que eso ocurra.

El joven asintió, en silencio, mientras el lobo negro volvía a girarse hacia la esquina y echaba un vistazo furtivo para investigar. Su pelaje negro se confundía con las sombras de la noche, a pesar de que a ambos lados de las calles, algunos faroles le arrancaban breves destellos rojizos con sus llamas moribundas. Por algún motivo, aquello hizo que Raon recordara a Jarek, quien casi con total seguridad estaría en aquel momento en la entrada de la cueva, aguardando su regreso.

Sus palabras habían hecho mella en el joven, por algún motivo que él todavía no sabía. Durante unos instantes, cuando el lobo había cogido su mano entre sus zarpas, el Humano había pensado que había algo extraño en la situación, algo que le hacía sentir extrañamente incómodo pero que, a la vez, le atraía irresistiblemente. Al principio había pensado que se trataba de aquella inexplicable oleada de empatía que ambos sentían al tocarse... pero tras unos segundos, había decidido que aquello era algo completamente diferente. Si bien el efecto que provocaba el contacto entre ambos todavía no tenía explicación, aquella perturbadora emoción que durante unos segundos había crecido en su interior tampoco.

Porque, durante unas milésimas de segundo... había sentido la necesidad de quedarse allí, junto a Jarek, por el simple hecho de estar con él, de no dejarle solo, y de seguir sintiendo aquellas zarpas almohadilladas en torno a sus dedos.

Pero el momento había pasado. Y ahora no estaba seguro de si había tomado la decisión correcta marchándose, o si por el contrario...

-Raon -le llamó en ese momento Rukj -. ¡Raon! -gruñó el lobo, un poco más alto, llamando la atención del Humano, que se giró hacia él un poco alarmado -. Maldita sea, ¿se puede saber qué te ocurre esta noche?

-No es nada -respondió el joven, mientras desviaba la mirada, algo avergonzado -. Es solo que... tengo la cabeza en otro sitio.

-Pues será mejor que la tengas aquí, si no quieres que alguien la corte y la cuelgue sobre su chimenea -le previno el lobo, todavía algo molesto -. Te necesito atento esta noche. Asómate un momento.

El Humano hizo lo que le ordenaban, y se aproximó a la esquina para después asomar con cuidado la cabeza, tratando de no ser visto por nadie. Tendría que continuar pensando en Jarek y los sentimientos que despertaba en su interior... en otra ocasión.

-¿Ves esa puerta, la que tiene delante a dos linces armados? -le preguntó Rukj, con el hocico casi en su oreja, haciéndole estremecerse.

Raon trató de aguzar la vista, en busca de lo que el lobo parecía ver... sí, no estaba muy lejos, tal vez a unos veinte metros en el otro lado de la calle... aunque no estaba seguro de que los que montaban guardia delante de la puerta fueran exactamente linces; de hecho, debido a las piezas de armadura que cubrían prácticamente todo su cuerpo y su cabeza, Raon habría jurado que podían pertenecer a cualquiera de las cuatro especies, pero aún así se arriesgó a volver a esconderse y asentir con la cabeza, levantando la mirada para mirar a Rukj a los ojos.

-¿Y cómo vamos a conseguir entrar sin que perciban nuestra presencia? -preguntó el Humano, con un suspiro.

El lobo frunció el ceño, pensativo, hasta que finalmente sus ojos brillaron y levantó las orejas, como si hubiera tenido una idea brillante. Raon pareció comprender en qué estaba pensando incluso antes de que él lo compartiera.

-Un cebo, ¿verdad? -preguntó, dirigiéndole una larga mirada -. Como esta noche, durante la caza.

-Sí -respondió el lobo, con un sordo gruñido, e inmediatamente sacudió la cabeza -. Aunque... no estoy seguro de que sea una buena idea...

-Podría hacerlo yo -le aseguró el joven -. Podría llamar su atención y después huir...

-No me hagas reír, Raon -le interrumpió Rukj, con cierta sequedad -. Les distraerías, sí, porque no es muy habitual ver a un Humano en Cellisca Nívea... pero después, ¿qué? ¿Correrías sin sentido intentando orientarte en una ciudad que no conoces? Sería demasiado peligroso... -hizo una pausa y le dirigió una profunda mirada -. Además, llevo demasiado tiempo cuidando de ti como para permitirte que te arriesgues a algo así. Y más, teniendo en cuenta lo que ahora sé.

-¿Qué es eso que sabes ahora? -preguntó Raon, sin poderse contener, y ante la negativa del lobo dejó escapar un suspiro resignado -. Mira, Rukj... es un plan simple. Podría dar una vuelta alrededor de este edificio para que me sigan; tú entrarías en el calabozo y cogerías la bolsa de Loki. Nos reuniríamos una vez hubiera terminado la vuelta y podríamos salir de aquí.

-Con la Guardia pisándonos los talones -le recordó Rukj -. Y no hemos previsto la posibilidad de que haya alguien dentro del calabozo... podría retrasarme.

Raon se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared, dirigiéndole una larga mirada, entre enfadada y pensativa.

-Bueno, es la única idea que se me ocurre -dijo, tras unos instantes, mientras dirigía la mirada hacia la esquina -. Y... por cómo reaccionó Loki, esa bolsa de la que habláis debe ser importante.

<<Más que importante. No te imaginas cuánto>> pensó Rukj, para sí, mientras se apoyaba también contra la pared y cerraba los ojos, tratando de pensar.

¿Qué podía hacer, después de todo?

Raon tenía razón. No había ninguna posibilidad de que salieran con la bolsa de aquella ciudad, a no ser que llevaran a cabo el arriesgado pero simple plan del Humano. Y era necesario que recuperaran lo que el lince había perdido, o de lo contrario ya no habría esperanza para nadie.

Rukj se estremeció levemente.

Cuando había decidido adoptar a Raon como a su propio hijo, lo habia hecho bajo el influjo de una ilusión que, en su momento, había creído vana e improbable. Había soñado con que, llegado el día, el séptimo descendiente del Vindicador Aron podría por fin instaurar la paz entre ambas razas, terminar con la sangrienta y cruel guerra que, desde hacía siglos, se libraba entre Humanos y Bestias... Durante los primeros años, cuando todavía era joven y el chico apenas un bebé, había mantenido esa esperanza viva. Era lo único que le guiaba en un momento en que el resto del mundo le había dado la espalda: mantener con vida a aquel Humano, a aquel elegido... para que ese mismo mundo que le había marginado cambiara de una vez por todas, y esta vez a mejor.

Pero, con el paso de los años, la llama de la esperanza de Rukj había ido apagándose conforme el frío y la soledad habían ido consumiéndola. Sus sueños habían muerto conforme se había ido haciendo adulto... y hasta hacía unos días, simplemente se había visto incapaz de pensar que hubiera una mera posibilidad... por pequeña que fuera... de volver a encender la chispa de sus primeros deseos.

Pero había ocurrido.

Y ahora, no podía dejar que Raon se expusiera de aquella forma, porque si algo le ocurriera, esa pequeña llama se apagaría con él. Y el lobo, después de haber permanecido tanto tiempo sin esperanza, no estaba dispuesto a perderla de nuevo.

Aún así... no había alternativa.

-Está bien -respondió, finalmente, con un ligero temblor en la voz. Su joven protegido le miró durante unos segundos, extrañado por su tono inseguro -. Pero prométeme, Raon... que tendrás mucho cuidado. Hoy no es tu mejor noche.

Raon esbozó una leve sonrisa.

-Te lo prometo. Estaré alerta.

Amanecería en apenas una hora, por lo que no tenían mucho tiempo.

El plan era, tal y como Raon había ideado, exageradamente simple; primero se ofrecería como una presa fácil e indefensa, adecuada para perseguir... y entonces, el lobo entraría en acción y recuperaría la bolsa. Los dos se encontrarían y se marcharían de la ciudad tan rápido como pudiera, escapando de la Guardia. Era un plan fácil.

Fácil, de no ser por un mero factor con el que el Humano no había contado.

En silencio, Raon se agazapó contra la esquina en la que permanecía, tratando de controlar su respiración entrecortada y de ralentizar los latidos de su corazón, que amenazaba con salírsele del pecho. De nuevo, apretó los dedos con fuerza contra su lanza, hasta que los nudillos se le pusieron blancos y la mano empezó a dolerle.

Estaba nervioso. Mucho más nervioso de lo que en un principio había creído que estaría.

<<No es tan difícil, Raon>> se dijo a sí mismo, tratando de infundirse algo de tranquilidad <<. Solo tienes que acercarte, llamar su atención, y huir rodeando el edificio. No podrán alcanzarte si llevan esas armaduras encima...>>

Pero estas afirmaciones, por más ciertas que pudieran parecer, no calmaban su nerviosismo.

En ese momento, el joven advirtió la señal que Rukj le hacía desde su escondite, comunicándole que era el momento idóneo para entrar en acción. Raon, todavía algo confuso y nervioso, y sin tener demasiado claro qué era exactamente lo que iba a hacer para llamar la atención de los guardas, salió de detrás de la esquina envuelto en sus pieles blancas y contuvo el aliento, mientras se encaminaba con pasos que pretendían parecer seguros a la entrada del calabozo, en la que le esperaban los dos guardas. A pesar de tratar de mantener la cabeza fría, pudo notar claramente como sus latidos se aceleraban a cada paso que daba, acercándose a sus cazadores... los cazadores ante los que se tenía que convertir en presa. <<Tranquilízate y todo saldrá bien>> se recomendó a sí mismo, tratando de evitar que el nerviosismo le ganara la partida. Sin embargo, en aquel momento, estaba muy lejos de sentirse lo suficientemente seguro de sí mismo como para seguir sus propios consejos.

Los guardias no reaccionaron. Parecía que sus ridículos cascos de bronce, ceñidos alrededor de la cabeza y dejando solo dos pequeñas oberturas para los orejas y una para el hocico, les impedían ver lo que sucedía a ambos lados de su campo de vista. Eso era tanto una ventaja como un inconveniente: todavía no le habían visto a pesar de que llevaba ya unos segundos avanzando hacia ellos, pero por otra parte, Raon necesitaba llamar su atención a cierta distancia... o de lo contrario no podría escapar a tiempo.

Con una capa de sudor frío en la cabeza, el Humano se dio cuenta de que había algo en lo que no había reparado hasta el momento: los civiles. Si alguno de ellos le veía y pretendía frenarle en su huida... ¿cómo se las apañaría para sortearles? Y el tiempo jugaba en su contra; a cada instante que pasaba aumentaban las probabilidades de que no los guardias, sino cualquier otro habitante de Cellisca Nívea le descubriera...

Sus nervios decidieron por él.

En un movimiento irracional, el joven levantó la lanza y se arriesgó a arrojarla al aire en dirección a los guardias, que apenas escucharon el silbido que produjo al cortar el viento. En cualquier caso, el arma pasó a tan solo unos centímetros del hocico del primero, que se giró alarmado en la dirección de la que había venido el ataque, y su compañero no tardó en hacer otro tanto, sorprendido.

Raon no pudo evitar felicitarse interiormente al comprender que había conseguido su objetivo: llamar su atención. Sin embargo, no tuvo tiempo para alegrarse, porque tras dejar escapar una sonora maldición, los dos guardas echaron a correr tras de él a una velocidad sorprendente, teniendo en cuenta que iban embutidos en aquellas pesadas armaduras de bronce. El Humano soltó una maldición, se dio media vuelta y comenzó a correr, comprendiendo que no tenía ni un segundo que perder; había subestimado la capacidad de persecución de aquellos dos, y si no se daba prisa, terminarían por cogerle antes de lo que había creído.

Mientras torcía por la esquina tras la que segundos antes había estado escondido, corriendo más rápido de lo que había corrido antes jamás, el Humano recordó algo que Rukj le había explicado tiempo atrás, algo acerca de las cuatro especies de Bestias: de todas ellas, los más veloces eran los linces, tanto física como psicológicamente hablando. Tal vez tendría que haber recordado aquello antes de arriesgarse a ser perseguido por dos de ellos, porque ahora era capaz de darse cuenta de que, como de costumbre, lo que el lobo le había contado no iba muy desencaminado.

Torció de nuevo otra esquina y, tan solo una fracción de segundo después de que lo hiciera, comprendió que había tomado un camino equivocado. El sudor frío, que amenazaba con congelarse de un momento a otro debido a la heladora temperatura que hacía en aquel momento, amenazó con hacerle perder la poca seguridad que le quedaba.

-Mierda... -murmuró el Humano, mientras echaba un breve vistazo hacia atrás y distinguía las cada vez más cercanas siluetas de los linces, a apenas unos diez metros. Seguro que sabían que se había equivocado.

De acuerdo, se había perdido, pero aquello no tenía solución... tenía que encontrar una forma de retrasar a los linces lo suficiente como para encontrar una manera de encontrar el camino de vuelta. Si tan solo tuviera algo que arrojarles... por desgracia para él, su lanza había quedado muy lejos, en la puerta del calabozo. ¿Cómo había podido ser tan estúpido de deshacerse de su arma más importante sin pensarlo siquiera?

Su vista reparó entonces en los candiles que poblaban la calle por la que estaba pasando en aquel momento... a ambos lados de la calzada, se podían ver unas tinajas llenas de leña que ardía suavemente disipando la oscuridad de la noche; Raon se preguntó quién sería el encargado de encenderlas cada crepúsculo, pero inmediatamente desechó la pregunta. No tenía tiempo para pensar en aquello, ni era el momento más apropiado para hacerlo. Sin embargo, aquellas tinajas de fuego le daban una idea... una idea que quizás fuera su única posibilidad de salvación...

Arriesgándose a que le alcanzaran, se detuvo junto a una de aquellas enormes antorchas y empujó con fuerza lo más rápidamente que pudo, tratando de volcarla. Le costó más de lo que había previsto, y los amenazantes ojos de los linces reflejaron las llamas del fuego a apenas unos metros de distancia, demasiado cercanos a él como para que el Humano se sintiera tranquilo...

Pero lo consiguió.

La tinaja volcó con un sonoro ruido metálico, y los troncos ardientes se desperdigaron por la calle llenándolo todo de ascuas, cenizas y humo. Raon escuchó la sonora maldición de uno de los linces, pero no dejó que aquello le retrasara más y, sin arriesgarse a que volvieran alcanzarle, echó de nuevo a correr lo más rápido posible en dirección al otro extremo de la calle, deseando que la cortina de humo y las encendidas ascuas del cielo sirvieran para retrasar a sus persecutores.

Sin embargo, en cuanto llegó al final de la calle y se aventuró a torcer en otra esquina, se dio cuenta de que, aunque se había deshecho de los guardas linces, el problema era otro: ¿cómo demonios iba a encontrar el camino de vuelta a la Comisaría si ni siquiera sabía exactamente dónde estaba? Además, el cansancio comenzaba a hacerse notar: no estaba acostumbrado a huir durante tanto tiempo y, a pesar de que estaba en buena forma, le costaba mantener aquel ritmo tan frenético durante tanto rato... Tenía que hacer algo... tenía que conseguir encontrar algo que hacer... para regresar junto a Rukj antes de que fuera demasiado tarde y los guardas volvieran a encontrarle...

Pero, desgraciadamente, perdido en una ciudad que jamás había llegado a conocer, siendo un miembro de la raza repudiada por prácticamente todos sus habitantes, y perseguido por los miembros de su Guardia... no se le ocurría precisamente un buen final para aquella situación.

Estuvo deambulando por la ciudad procurando ser lo más sigiloso posible, todavía corriendo, tratando de encontrar el camino de vuelta a la Comisaría guiándose tan solo por su intuición. En dos ocasiones se encontró con civiles; estos todo lo que hicieron fue hacerse a un lado y dejar escapar una exclamación de terror mientras le señalaban con un dedo, los ojos abiertos de par en par y los rostros deformados en una mueca de horror. <<Como si yo ahora quisiera y pudiera hacerles algún daño>> pensó Raon, irónicamente, mientras trataba de vencer a la desesperación de saberse perdido en la ciudad.

Entonces, al torcer una nueva esquina que conducía directamente a un oscuro callejón, chocó de golpe con algo grande y cayó al suelo cuan largo era, haciéndose daño en un tobillo y dejando escapar una exclamación de dolor. No tuvo tiempo para lamentarse, sin embargo; sabía que había alguien allí en el callejón, con él, y buscando desesperadamente el tranquilizador tacto de su puñal en el cinto, el Humano trató de levantarse angustiosamente, sintiendo un dolor cada vez más acuciante en el tobillo en el que se había golpeado...

No fue capaz de hacerlo a tiempo.

Una zarpa se cerró en torno a su hombro y le atrajo hacia la oscuridad del callejón; Raon dejó escapar un grito de terror que fue rápidamente acallado por algo suave pero fuerte que se posó sobre su boca, obligándole a callar. Aterrorizado, el joven pataleó y trató de golpear a quien hubiera conseguido atraparle de una forma tan estúpida, pero no consiguió nada, pues fuera quien fuese, era mucho más fuerte que él mismo.

-Raon -escuchó en ese momento una voz conocida cerca de su oído, una voz que le hizo detenerse -. Para. Soy yo, Rukj.

La zarpa se retiró inmediatamente de su boca, y el Humano se dejó caer al suelo, jadeando de cansancio y respirando entrecortadamente, levantando lentamente la mirada y dirigiéndola a las profundas sombras, en las cuáles permanecía camuflado el lobo negro. El mismo lobo negro que le había criado, con el que había convivido desde que tenía memoria... No tenía ninguna razón por la que temerle.

-Lo... siento... -musitó, todavía tratando de recuperar el aire que le faltaba -. Me he... perdido...

-No pasa nada -le tranquilizó Rukj, levantando un brazo del que colgaba algo; Raon solo tuvo que aguzar un poco la vista para descubrir que era una bolsa de cuero de tamaño considerable -. Tengo lo que buscábamos. No ha sido difícil.

-Bien... -suspiró Raon, llevándose una mano al pecho y apoyándose contra la pared, mientras ríos de sudor recorrían su rostro.

Hubo un breve silencio, hasta que finalmente Rukj murmuró.

-En cuanto te recompongas un poco, nos marcharemos. No me gustaría permanecer en este sitio más tiempo del necesario. No es cuestión de ponerte en peligro.

-Rukj... mi tobillo...

El lobo le dirigió una mirada preocupada, comprendiendo.

-¿Es grave? ¿Crees que podrás llegar a la cueva?

Raon levantó la mirada, consternado, y después la dirigió a su pie, haciendo fuerza contra el suelo para notar el punzante dolor que surgía en la zona de su tobillo. Apretó los dientes, pero sacudió la cabeza, dispuesto a soportarlo por el momento.

Él tampoco quería pasar ni un solo segundo más en aquel sitio; había algo peor que el dolor, incluso que el hecho de haber tenido que exponerse para recuperar la bolsa... y era aquella incómoda sensación de ser continuamente una presa, de estar siendo buscado, de ser odiado, repudiado e incluso perseguido por ser quien era... solo un sucio Humano. Nadie lamentaría su muerte y, por lo tanto... nadie haría nada por impedirla. Estaba, por decirlo de alguna forma, condenado a morir si tenía algún encuentro, cualquiera, en aquella ciudad.

Era la presión, comprendió. La presión de saberse completamente expuesto.

Sacudió la cabeza, tratando de apartar aquellos oscuros pensamientos de su mente y centrándose en la realidad de nuevo.

-Tendrás que ayudarme un poco -reconoció, finalmente -. Pero creo que podré con ello. Vámonos de aquí, Rukj... por favor.

Loki despertó de nuevo, temblando de frío esta vez.

Su primera reacción fue la de cubrirse más con aquella cálida manta de piel que Raon había conseguido para él, pero en cuanto abrió los ojos, se dio cuenta de que ya estaba envuelto en ella y, aún así, el frío lograba acosarle sin piedad. <<De todas formas>> se dijo a sí mismo, pensativo <<debería agradecérselo al Humano>>.

En silencio, paseó la mirada por la cueva, todavía envuelto en estos y otros pensamientos, en busca de la causa de aquel incómodo frío que le había hecho despertar. No tardó en encontrarla.

-Jarek -llamó, en un susurro, al lobo de pelaje cobrizo, que permanecía sentado con las piernas cruzadas frente a la hoguera, con la mirada perdida -. ¡Jarek! -le llamó, algo más alto, consiguiendo llamar su atención esta vez -. Esto... mmm... ¿podrías... podrías encender de nuevo la hoguera, por favor?

El lobo parpadeó varias veces, regresando a la realidad como si se hubiera quedado dormido con los ojos abiertos. Tardó unos segundos en encontrar una respuesta.

-Eh... yo... yo no sé hacer eso, Loki -musitó finalmente el lobo, hundiendo los hombros -. Lo siento, pero tendremos que esperar a que... a que Raon vuelva.

-Raon y Rukj, querrás decir -le corrigió el lince, incorporándose lentamente y sentándose, con la manta todavía envolviendo su cuerpo.

-Eso. Y Rukj.

Loki observó durante unos instantes la expresión de rabia de Jarek y no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida.

-Es gracioso que os llevéis tan mal -dijo, tras unos instantes, consiguiendo que el lobo le dirigiera una mirada algo molesta -. Sois diferentes, sí, pero... sois lobos.

-Eso no tiene nada que ver -gruñó Jarek -. Yo no me parezco en nada a él.

Loki estuvo observándole durante unos instantes, todavía sonriendo, hasta que finalmente dejó escapar un suspiro y le dejó por imposible. Su mirada reparó entonces en los restos apagados de la hoguera, y lentamente empezó a recordar cosas acerca del lobo de pelaje cobrizo, del mismo lobo del que ya había oído hablar tiempo atrás... Apenas le llevó unos instantes conectar todo lo que sabía y relacionarlo con lo que estaba ocurriendo en aquel momento.

-¿Dices... que no sabes encender una hoguera? -preguntó, mientras adelantaba una zarpa y jugaba con las cenizas dejando el surco de su garra en ellas.

El joven lobo levantó la mirada, algo confuso por el tono con el que lo había preguntado, y asintió lentamente.

-¿Sabes? -musitó el lince, mientras dibujaba una espiral sobre los restos de la hoguera, con expresión pensativa -. A veces pienso... que todos deberíais estar sujetos al código de la Orden... Las mentiras solo hacen las cosas más difíciles de lo que ya son.

Jarek tardó unos segundos en comprender.

-No estoy mintiendo -dijo, con cierta fiereza, aunque con un leve temblor en la voz -. ¿Y... cómo... cómo demonios podrías tu saber... que no estoy diciendo la verdad? No tienes ningún motivo para creer eso. ¿Cómo...?

-Lo oí en Cellisca Nívea -le reveló Loki, levantando la profunda mirada de sus ojos azules y clavándola en él -. Lo del incendio.

Jarek palideció.

Durante unos instantes, continuó en su posición, observando al lince que tenía delante con los ojos muy abiertos y el hocico entornado, como si todavía no fuera capaz de creer lo que había escuchado. O como si no quisiera asimilar que, de repente, aquella Bestia que acababa de escapar de una muerte segura había resucitado para revivir con él los recuerdos de una noche que jamás debería haber tenido lugar...

-Lo siento mucho -musitó Loki, bajando la mirada -. Tal vez no debería haber dicho nada. No debería meterme en tus asuntos.

-No... importa... -respondió Jarek, tratando de corazón de enterrar el peso de lo que acababa de suceder en lo más profundo de su corazón, y de escapar de aquella angustiosa sensación de que su pasado le perseguía -. Eh... ¿ves? -preguntó, esbozando una leve sonrisa -. Podríamos decir que me lo debías. Yo antes también me he metido... donde no me llamaban.

Loki enrojeció, muerto de vergüenza.

-Ya, pero eso ha sido descortés -masculló, desviando la mirada.

-Hum... ¿sabes? No creo que haya sido para tanto -continuó bromeando Jarek, mientras poco a poco el anterior tema de conversación iba quedando olvidado -. Es más, podría ser peor; podría contárselo a Raon y Rukj en cuanto volvieran...

-¡No! -casi gritó Loki, como si de repente se hubiera puesto muy nervioso. Al darse cuenta de lo absurda que había sido su reacción, el lince bajó las orejas y carraspeó un poco -. Eh... no. No lo hagas, por favor.

Jarek le observó durante unos instantes, algo sorprendido.

-Vale, vale... no te preocupes. No... se lo diré, ¿mejor?

El lince no respondió inmediatamente.

A decir verdad, y a pesar de que el absurdo comportamiento de Jarek le estaba creando más de un aprieto... no podía evitar sentirse en deuda con él. Por varios motivos: para empezar, él junto con Raon le había mantenido con vida durante aquellos días en los que había permanecido inconsciente; por otra parte, era uno de los dos eslabones de la Cadena a los que le habían encomendado buscar; y, en último lugar... no podía evitar que, de alguna forma, el lobo de pelaje cobrizo le cayera bien.

-Mejor -contestó, finalmente, esbozando una leve sonrisa.

El lobo sonrió a su vez, pero inmediatamente su expresión se congeló en un gesto de alerta. Sus orejas se levantaron y la sonrisa desapareció para dejar paso a una preocupación inquietante. Normalmente, Loki le habría preguntado qué le sucedía, pero a pesar de que los lobos tenían un oído excelente, el de los linces no se quedaba atrás y resultaba casi tan preciso y práctico como el de los primeros.

Él también había escuchado los ruidos fuera, en la boca de la cueva.

El camino de vuelta se hizo más largo que el de ida.

Raon, que caminaba cojeando mientras Rukj le sostenía con un brazo para evitar que se cayera, iba sumido de nuevo en sus más profundos pensamientos... y la mayor parte de ellos, muy a su pesar, tenían que ver con Jarek.

Por algún motivo, era incapaz de olvidar el tacto de su pelaje y la extrema necesidad de volver a sentirlo de nuevo sobre su piel; el recuerdo resultaba casi intoxicante. Más allá de aquella maravillosa empatía que parecía haberlos unido a los dos desde el primer día, y más allá de la extraña conexión que parecía existir entre ambos... Raon creía haber encontrado algo más. Algo nuevo, extraño y desconocido; salvaje pero agradable, indomable pero irremediablemente atado a lo más profundo de sí mismo. ¿Qué demonios era? Tal vez... tal vez Rukj pudiera darle una respuesta.

En silencio, levantó la mirada y la dirigió al rostro del lobo negro, que caminaba mirando al frente en silencio, sumido en sus propios y sombríos pensamientos. En cuanto percibió los ojos del Humano fijos en él, Rukj giró la cabeza hacia él con cierto gesto confuso.

-¿Ocurre algo, Raon? -preguntó el lobo, mientras continuaban caminando.

-Sólo... sólo me preguntaba... -comenzó el Humano, sin saber muy bien cómo abordar el tema -. Antes... dijiste que el encuentro entre Jarek y yo no fue del todo casual. ¿A qué te referías exactamente?

-Loki te lo explicará cuando lleguemos allí con la bolsa.

-Tú sabes algo -replicó Raon, algo molesto -. Sabes algo que no quieres contarme.

Un breve destello de tristeza atravesó la mirada del lobo negro, que volvió a girar la cabeza hacia el frente, apartando sus profundos ojos ambarinos del Humano al que había protegido desde joven.

-Es complicado, Raon. Y no sé si te gustaría saberlo.

Raon perdió los nervios.

-Tú no puedes decidir eso por mí -masculló, torciendo el gesto -. Sabes que nunca te he preguntado acerca de mi origen, ni te he hecho una mínima pregunta acerca de cómo llegaste a adoptarme... Nunca te he presionado con ese tema, Rukj -le recordó, dirigiéndole una mirada llena de reproche -. Pero esto es importante, ¿no? Loki y tú sabéis que es más importante que el simple hecho de que yo averigüe de dónde vengo.

El lobo negro se mantuvo unos instantes en silencio, pensativo, y Raon fue capaz de percibir cómo aquel brillo de tristeza se iba haciendo más y más reconocible en sus pupilas. Finalmente, Rukj sacudió la cabeza y murmuró:

-Créeme. Podría hablarte de tu pasado en cualquier momento. No tengo ningún problema con ello, y menos ahora que las cosas se han complicado tanto -hizo una pausa -. Pero no tengo el valor suficiente para hablarte de lo que hay... aquí dentro -resaltó sus palabras dando un suave golpe con las garras a la bolsa -. Así que tendrás que ser paciente... y esperar a que sea Loki el que te lo cuente todo. Esa es su misión. La mía... supongo que la mía ha sido solo mantenerte con vida para cuando llegara este momento.

-¿Este momento? -repitió Raon, bajando la mirada -. Rukj, estás empezando a hablar como si... como si algo estuviera a punto de suceder. Algo... algo preocupante. Y estás empezando a darme algo de miedo.

De nuevo, el lobo se tomó su tiempo para contestar.

-Tal vez sea mejor así -dijo como respuesta, finalmente, con un tono ronco y grave que encendió aún más la inquietud de Raon.

En ese momento, ambos llegaron a la cima de una colina de nieve y pudieron divisar desde allí la pequeña cordillera en cuyo pie se encontraba la cueva en la que se habían refugiado durante los últimos días. El Humano sintió una oleada de alivio al comprender que por fin habían llegado, y que no tardaría en poder hablar con Jarek acerca de lo que había ocurrido antes de que se marchara... si es que encontraba el valor suficiente para confesarle lo que había sentido por unos segundos. Rukj, por el contrario, pareció tensar todos los músculos como si, a lo lejos, hubiera divisado algo que la distancia y la oscuridad no dejaban ver a Raon. Sus ojos se estrecharon, y de repente su hocico se entreabrió para mostrar ligeramente sus colmillos. El joven habría jurado que incluso había soltado una maldición entre dientes.

-¿Qué ocurre? -preguntó, alarmado -. ¿Qué pasa?

El lobo apretó el paso, en respuesta, como si no hubiera escuchado las palabras del Humano. Raon soltó un gemido de dolor cuando apoyó el pie herido, pero trató de contenerse y soportarlo para no detener a Rukj, que, súbitamente, parecía mucho más impaciente por llegar a la cueva.

-¿Rukj? -preguntó, con cierto temblor en la voz -. ¿Es... algo malo?

Esta vez, el lobo pareció entenderle.

-Me temo que sí -respondió, con un sordo gruñido -. Son Loki y Jarek, Raon. Me temo que no están solos.

El corazón de Raon se encogió.