Crónicas de la Frontera: Capítulo VII

Story by Rukj on SoFurry

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#8 of Crónicas de la Frontera

Hola otra vez ^^

Aquí está el séptimo capítulo de "Crónicas de la Frontera". Es el capítulo más largo que he escrito hasta el momento, pero me temo que los que vienen ahora van a ser incluso más largos, así que espero que no os importe ^^U En concreto, este capítulo tiene un montón de conversaciones y está centrado en Loki.

Espero que os guste mucho y, como siempre, gracias por leer ;)


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...recobró la consciencia al notar que algo húmedo y refrescante se deslizaba lentamente por su garganta.

Durante unos instantes, aquella sensación le hizo sentir bien e incluso ayudó a que sus pensamientos dejaran de vagar en la oscuridad; pero segundos después un antiguo recuerdo de algo que acababa de suceder hacía poco tiempo, algo que había sido bastante parecido, inundó su mente y cambió cualquier tipo de sensación agradable por un miedo inhumano.

Sin pensar tan siquiera en lo que hacía, el lince trató de escapar de las manos que vertían aquel líquido en su garganta, de la misma forma que tiempo atrás las garras de Ronod habían vertido sobre ella el contenido de un terrorífico frasco blanco azulado... Algo malo había ocurrido tras haber bebido aquello; algo horrible que no quería recordar pasara lo que pasase, ni mucho menos, volver a sufrir. De modo que pataleó y trató de apartar con las zarpas a aquel que estuviera tratando de obligarle de nuevo a beber algo parecido, aunque no tuviera la fuerza parecida.

-No te preocupes, sólo es agua -se dejó escuchar una voz desconocida para él, que parecía llegar completamente distorsionada a sus oídos -. ¡Eh! Sólo es agua... Loki.

En ese momento, el lince abrió los ojos y dejó escapar un respingo de terror, incorporándose violentamente sobre su jergón y obligando a quién había estado durante aquel rato junto a él a apartarse rápidamente para no chocar contra él.

Su mirada tardó unos segundos en enfocarse bien del todo, y al principio todo cuanto pudo ver fue una oscuridad insondable, profunda y siniestra, que parecía estar salpicada por cientos de puntitos luminosos. Poco a poco, las sombras fueron disipándose y aquellas molestas lucecitas comenzaron a marcharse, mientras sus pupilas rasgadas iban acostumbrándose con facilidad al nivel de luz que reinaba en aquel lugar... fuera el que fuera.

Lo que no volvió a la normalidad tan fácilmente fue su respiración.

Entrecortada y espasmódica, a cada bocanada de aire que tomaba tenía la sensación de que miles de cristales de hielo se le clavaban en los pulmones, provocándole un dolor insoportable en el pecho. Además, hacía frío... mucho frío...

La fuerza que había acumulado segundos antes pareció desaparecer misteriosamente, y el mundo se tambaleó violentamente. La cabeza del lince empezó a dar vueltas, mientras la cueva de alrededor volvía a distorsionarse... Apenas notó como alguien le dejaba con suavidad contra su jergón y le cubría con las mantas, dejando escapar un suspiro de preocupación.

Antes de que esa persona abandonara la cueva, había vuelto a caer en una profunda y tenebrosa inconsciencia...

La operación se repitió varias veces más.

Recobraba la consciencia periódicamente y sufría durante unos segundos; a veces, ni tan siquiera eso. Luego, la tranquilidad de las sombras le envolvía y el dolor desaparecía para dejarle solo... solo con la oscuridad de su mente y el gélido frío de su interior.

En ocasiones oía voces, fragmentos de conversaciones. Pero no quería o no podía prestarles demasiada atención; siempre parecían palabras sin sentido, cosas en las que en aquel momento no podía permitirse el lujo de pensar, demasiado lejanas como para que le preocuparan realmente. Y además... cuando su mente se encontraba lo suficientemente débil como para no ser él mismo, cuando sus pensamientos perdían fuerza y su consciencia se desvanecía como la llama de una vela, siempre recordaba una y otra vez la misma sensación: el frío mortal que había atacado su cuerpo durante tanto tiempo, la gélida sensación de angustia, de soledad y de cercanía a la muerte que había envuelto sus pulmones con un suave y delicado abrazo que había estado a punto de extinguir su vida.

Sin embargo, en medio del frío, era capaz de escuchar una voz... una voz que le decía que siguiera adelante y que aguantara; que hasta el momento había conseguido aguantar, por lo que no tendría problemas en conseguirlo... Sabía a quién pertenecía esa voz; su rostro estaba tan clavado en sus pensamientos, de tantas veces que lo había admirado a escondidas, que jamás podría olvidarlo.

Aquella voz era luz en mitad de la oscuridad, calor en mitad de la ventisca... por esa luz merecía la pena seguir luchando, pensaba el lince, incluso aunque supiera que el frío era solo un recuerdo lejano y jamás volvería. La voz de Rukj le daba fuerzas...

Rukj.

Fue el mismo momento en el que recordó su nombre en el que también recobró la consciencia por última vez, de una forma tan brusca que casi resulto dolorosa.

Durante unos instantes, no pudo hacer nada más que continuar tendido sobre el jergón, con la vista fija en los borrosos contornos de un techo oscuro e insondable, que casi parecía estar cubierto por unas tinieblas continuas... Casi con pánico, comprendió que si no podía hacer otra cosa era porque el resto del cuerpo no le respondía; por más que lo intentara, no era capaz de levantar un solo dedo.

Angustiado, dejó escapar un gemido, tratando de escapar de aquella horrible sensación de debilidad.

Inmediatamente, un curioso rostro se interpuso entre él y su visión de aquel borroso techo oscuro, y le observó durante unos instantes, analizándole.

-No te preocupes -le dijo el propietario de aquel rostro, tratando de calmarle -. Estás muy débil como para hacer esfuerzos...

El lince trató de decirle que aquello no era una justificación y que necesitaba moverse para saber que continuaba vivo, pero sus labios no se movieron tal y como a él le habría gustado.

Alguien preguntó algo, no muy lejos de allí, pero la voz llegó tan amortiguada a sus oídos que apenas pudo oírla; no obstante, habría jurado que despertaba algo cálido en su interior.

-Sí, acaba de recobrar la consciencia -respondió de nuevo quien estaba inclinado sobre él, iniciando una conversación con aquella voz que el lince tanto añoraba -. Creo que no. Supongo que se ha recuperado del todo, definitivamente.

¿Qué se había recuperado? ¿De qué? ¿Es que acaso no era aquel... extraño ser capaz de darse cuenta de que no se había recuperado en absoluto? ¡Ni siquiera podía mover un solo dedo!

Otra voz preguntó algo desde otro punto de aquella sala... aunque a juzgar por el eco, cada vez parecía menos una habitación normal...

-Puede ser, Jarek. Pero hasta que no lo sepamos, supongo que tendremos que cuidar bien de él -a continuación, aquella extraña criatura le dirigió una larga mirada de curiosidad, analizando su rostro con atención -. Sus ojos son... interesantes. Tiene unas pupilas muy alargadas y... profundas -parecía sorprendido, como si nunca antes hubiera visto un lince -. ¿Y qué son esas cosas finas y largas que salen de su hocico?

-Se llaman bigotes, Raon -respondió la voz que había sonado antes por primera vez. Su voz.

El lince hizo un nuevo intento de incorporarse al escucharla, pero no fue capaz de levantar la cabeza. Todo cuanto podía hacer era mantener los ojos abiertos y, a decir verdad, cada vez le costaba más.

-Bigotes... -murmuró el joven, para sí, mientras continuaba observando sus ojos con atención. Parecía ligeramente fascinado con ellos. En ese momento, pareció darse cuenta de que el lince lo estaba pasando mal, porque su rostro adquirió cierta expresión preocupada y preguntó, algo inquieto -. Vaya, ¿necesitas algo? ¿Quieres que te dé un poco de agua?

Agua.

Líquido. Los recuerdos de Loki despertaron bruscamente como si alguien hubiera saltado sobre ellos.

No pudo reprimir las arcadas.

Un impulso involuntario le hizo incorporarse rápidamente, como movido por un resorte. Justo a tiempo, el joven lince hizo un gran esfuerzo y apartó la cabeza a un lado para vomitar, asqueado, mientras a su mente acudían las imágenes del frasco blanco-azulado que le había hecho sufrir tanto, el horrendo sabor que le había hecho probar y que aún conservaba en el paladar, el delicado tacto del veneno deslizándose por su garganta...

No recordaba haber vomitado tan rápidamente en su vida, y menos teniendo tan poco en el estómago, pero en aquella ocasión no tuvo tiempo para pensar en ello. Simplemente dejó que su cuerpo vaciara todo aquello que ya no necesitaba, intentando escapar de las náuseas que su memoria le transmitía.

Después de las últimas arcadas, en las que apenas fue capaz de sacar nada afuera, notó que alguien le había cogido por los hombros y le mantenía incorporado. Cuando levantó la vista, sus pupilas rasgadas se encontraron de frente con un rostro de color azabache que conocía muy bien, y dos ojos ambarinos que le hicieron sentir un poco mejor.

No estaba tan cerca como para hacerle sentir incómodo, tal vez solo a unos treinta centímetros, pero aún así no pudo evitar sentirse algo avergonzado.

-¿Estás bien? -preguntó aquella ronca y profunda voz en la que tanto había llegado a confiar durante los últimos días.

Quiso responder, pero su garganta estaba llena de los restos del vómito, así que asintió, lentamente, mientras intentaba disimular que se había ruborizado.

-Cuida de él, Raon -pidió entonces Rukj, mientras se apartaba del lince y se dirigía a la salida de la cueva, con paso seguro -. Voy a buscar algo para comer; si ahora somos más, necesitaremos más provisiones.

-Debería ir contigo -protestó quien sujetaba a Loki por los hombros, con cierto tono de reproche -. Todavía no estás bien del todo.

Hubo un breve silencio.

-Da igual, no voy a ir a solo del todo -dijo finalmente el lobo negro, todavía aguardando en la boca de la cueva -. Er... Jarek.

-¿Sí? -respondió el aludido, desde la otra punta de la cueva. No parecía sentirse especialmente feliz por el hecho de que el lobo negro recordara su nombre.

-Vas a venir conmigo a cazar.

-Pero... pero, ¿y si Raon necesita ayuda con el lince? -protestó Jarek, sin mucha seguridad, y obviamente buscando una vía de escape.

-Raon se las puede apañar él solito, y ya es hora de que tú aprendas a hacer algo de utilidad, para variar -replicó Rukj, ácidamente -. Demuéstrame que eres un lobo y mata algo.

Dicho esto, el lobo negro se marchó de la cueva y comenzó a caminar en dirección a las Tierras de las Bestias.

Loki todavía se sentía un poco mareado, pero aún así empezaba a entender toda la conversación que se había estado llevando a cabo en la cueva durante aquellos últimos segundos, y sus ojos comenzaban a acostumbrarse a la oscuridad.

-Será imbécil... -escuchó decir al otro lobo, al que permanecía en la parte interior de la cueva.

-Ve con él, Jarek -le recomendó al lobo la persona que sujetaba a Loki. El lince trató de reunir la fuerza suficiente para levantar la cabeza y dirigirle una mirada, pero resultaba complicado -. Tiene razón; ahora necesitamos toda la ayuda posible. Y tal vez no se te de tan mal cazar si es Rukj el que te enseña.

-No creo que Rukj tenga nada que enseñarme -protestó él, con cierto tono molesto. Sin embargo, pareció pensárselo -. ¿Estás seguro de que no tendrás ningún problema?

-Claro. Anda, date prisa en alcanzar a Rukj... tiene un paso bastante más ligero que el mío.

El lobo más joven soltó una maldición antes de apresurarse en dejar la cueva, y a los dos que se encontraban en su interior. Loki, pensativo, continuaba tratando de atar cabos en su mente mientras comprendía que, de momento, su cuerpo no le serviría de nada.

Tras unos instantes, hizo un esfuerzo por hablar y, aunque al principio su garganta parecía estar seca como un estropajo y su lengua ser un trapo, pudo articular dos palabras.

-¿Eres... Raon? -preguntó, con una voz tan débil y quebrada que le puso los pelos de punta.

-Sí, ese soy yo -respondió el Humano, sorprendido -. ¿Cómo sabías mi nombre?

-R... Rukj -respondió Loki, con problemas para pronunciar bien su nombre.

El otro se tomó su tiempo antes de contestar, mientras continuaba sosteniéndole de los hombros con cuidado.

-Supongo que era el único que podría haberte hablado de mí -comprendió, tras unos instantes -. ¿Cómo... cómo te encuentras?

-Eeh... mal -respondió, tras unos segundos, mientras levantaba un poco la cabeza -. Pero... mejor...

Raon parpadeó un par de veces, tratando de entender.

-¿Mal pero mejor?

-Mejor... que antes... -respondió el lince, mientras hacía fuerza en la mano para conseguir levantar una de sus pequeñas garras. Lo consiguió, y el simple hecho de saber que había conseguido reunir la fuerza suficiente para hacer algo así le dio aún más energía. Además, antes se había incorporado, ¿no? Aunque fuera involuntariamente, significaba que tenía la fuerza suficiente para moverse -. ¿Dónde... estoy...?

-Es una cueva -le respondió el Humano, sin darle muchas explicaciones -. ¿Te importa si te dejo solo un momento, Loki? ¿Crees que podrás mantenerte incorporado tú solo?

El lince se lo pensó durante unos instantes, pero finalmente asintió, esperando que realmente fuera capaz de conseguir algo así. Cuando las manos del Humano se apartaron de sus hombros, casi sintió como si el mundo se tambaleara bajo sus pies, y su cuerpo tembló durante unos instantes, pero consiguió estabilizarse.

Fue más difícil después, sin embargo, conforme el esfuerzo que tenía que hacer para mantenerse erguido comenzó a aumentar. El mundo parecía moverse demasiado bajo su cuerpo; Loki solo quería que se quedara quieto para que todo volviera a la normalidad. Pero le costaba tanto mantener el equilibrio... que no pudo evitar que, finalmente, decidiera rendirse mientras se le nublaba la vista...

-¡Eh! -exclamó el Humano, cogiéndole de nuevo por los hombros justo antes de que perdiera la consciencia de nuevo -. Ya... ya estoy aquí. He traído algo para que comas.

Loki negó con la cabeza lentamente, apreciando el esfuerzo del Humano, aunque su estómago estaba, en aquel momento, completamente destrozado. No habría podido comer nada aunque quisiera...

-No te costará mucho -le prometió Raon, tratando de convencerle -. Es solo un poco de carne seca. Tienes... tienes que comer algo si no quieres volver a enfermar, Loki...

La simple posibilidad de tener que volver a sufrir lo que le había ocurrido días atrás terminó por convencerle, por lo que el lince dejó que el Humano le acercase un trozo de carne seca a la boca y le ayudara a metérselo en la boca.

Los primeros mordiscos fueron los peores, y cuando llegó el momento de tragar, la comida pareció hacerse una bola en su garganta. Sin embargo, el lince consiguió engullir finalmente el primer trozo de carne seca, y por alguna misteriosa razón, aquello le sentó bastante bien. Por unos instantes, tuvo ganas de mover su brazo y, al intentarlo, se dio cuenta de que volvía a tener la fuerza suficiente para hacerlo.

Algo en su interior no pudo evitar sentirse inmensamente feliz.

-Gracias... -murmuró Loki, girando la cabeza y mirando de nuevo a aquel curioso rostro sin pelo -. Eres... raro -pudo decir, y el Humano sonrió mientras contemplaba su sorpresa.

-Sí, lo mismo me ocurrió a mí. No imaginaba que un lince tuviera bigotes... ni unos ojos tan grandes con pupilas tan rasgadas. Somos... diferentes, supongo.

Loki asintió lentamente, todavía observando al Humano. En ese momento fue consciente de que un hilillo de vómito todavía le colgaba del hocico, e hizo un rápido gesto para apartárselo con una zarpa, algo avergonzado, lo que hizo que la sonrisa del Humano se ensanchase.

-No sé todavía cómo conociste a Rukj, no ha querido contarme nada... dice que prefería que tú te despertaras antes de hacerlo -dijo, con suavidad -. Pero, de todas formas... gracias por acompañarle. Incluso sabiendo que protege a un Humano.

-Esa es la razón por la que le sigo -le aclaró Loki, mientras palpaba su hocico en busca de más vómito que limpiar, por si acaso. A pesar de que su voz sonara rota y débil, comenzaba a coger algo de agilidad al hablar -. Bueno... una de ellas -reconoció, recordándose a sí mismo que no podía mentir y ruborizándose de nuevo.

Raon le contempló durante unos instantes, con curiosidad, preguntándose a qué se referiría exactamente y por qué parecía tan nervioso de repente, como si hubiera mencionado algo prohibido. En silencio, el lince volvió a darle un pequeño mordisco a su trozo de carne seca, desviando la mirada y clavándola en la boca de la cueva, como si esperase que alguien viniera de ahí en cualquier momento.

No habría sabido decir cuánto tiempo estuvieron así.

El joven Humano sumido en sus pensamientos acerca del misterioso lince, y el lince tratando de terminar de comer los trozos de carne seca para recuperar fuerzas, mirando fijamente a la entrada. Podrían haber sido minutos o horas.

En determinado momento, Loki arrugó la nariz, presa de un molesto picor en la mejilla, y se llevó la zarpa a la cara para rascarse. Cuando las yemas de sus dedos acariciaron una zona sin pelo, algo parecido a un escalofrío recorrió su espina dorsal, mientras sus garras se crispaban en el aire.

-Ra... Raon... -musitó el lince, mientras seguía suavemente con un dedo la marca que tenía en su cara, desde la mejilla hasta la frente, pasando por su ojo izquierdo -. ¿Qué... qué me ha pasado?

El Humano se giró hacia él, sorprendido, y al averiguar a qué se refería su rostro pareció ensombrecerse.

-Viniste con un corte bastante aparatoso cuando llegaste aquí -le explicó el joven, con cierto tono de aflicción -. Tuve que intentar hacer que cicatrizara de la mejor forma que se me ocurrió... pero me temo que la marca se quedará para siempre, Loki.

La información llegó de forma tan directa que Loki casi sintió que volvía a marearse y perdía el equilibrio. Alarmado, Raon hizo un amago de volver a ayudarle, pero el lince se las apañó para levantar una zarpa, pidiéndole en silencio que le dejara apañárselas él solo.

En ese preciso momento, sin embargo, alguien entró bruscamente en la caverna, obligando al Humano a alzar la vista y a fijarla en el enorme lobo negro que, con una mirada terriblemente enfadada, se dirigía hacia él a grandes zancadas. A decir verdad, por unos instantes casi tuvo algo de... miedo. Sin embargo, en cuanto fue capaz de divisar a Jarek, con una expresión parecida, en la entrada de la cueva, creyó entender lo que había sucedido.

-Es una carga -masculló Rukj, una vez se hubo acercado lo suficiente a él -. No sé cómo has podido soportarle durante todos estos días... Es incapaz de moverse en silencio, y su sigilo está casi tan desarrollado como su astucia.

-¿¡Qué!? -exclamó Jarek, indignado, que lo había escuchado todo desde su posición, malhumorado -. ¡Perdona si no nací dispuesto a matar a toda criatura viviente que se me pusiera delante! ¡Perdóname si no soy un asesino!

Rukj se giró hacia él, y Raon pudo ver como sus garras se crispaban en un gesto de absoluta exasperación. Mal asunto.

-Yo no soy un asesino -respondió el lobo negro, manteniendo la calma con cierta dificultad -. Soy un cazador, como cualquier lobo que se precie debería ser. Pero incluso sin ser un asesino, y aunque fuera el cachorro más inocente y tierno de todas las Tierras... -dirigió una significativa mirada al otro lobo, con cierta ironía -... creéme; sería fácil cogerte por sorpresa.

-Bueno, ya basta -les interrumpió Raon, ganándose una mirada contrariada de los dos. Las pupilas amenazantes de ambos lobos fijas sobre su rostro le hicieron sentirse ligeramente intimidado, a pesar de que conociera a ambos -. No es necesario que discutáis.

-No estamos discutiendo -replicaron Jarek y Rukj al unísono, lo que solo consiguió que intercambiaran otra tensa mirada de odio.

-Pues no quiero saber cuál es vuestro concepto de "discusión", entonces -gimió Loki, con una mano en la cabeza, todavía sintiéndose un poco mareado debido ya no solo a la anterior revelación de Raon, sino también a todo aquel jaleo -. Por favor. Me... me duele la cabeza.

Las expresiones de los dos lobos parecieron suavizarse un poco en cuanto se dieron cuenta de que, junto a Raon, el lince parecía estar pasándolo mal. Jarek dudó unos instantes, como si no supiera exáctamente qué hacer o adónde ir, hasta que finalmente se internó en la caverna pasando al lado de Rukj sin ni tan siquiera dirigirle una mínima mirada. El lobo negro tampoco pareció haberla deseado, sin embargo.

-Lo siento -se disculpó Jarek, una vez llegó a la altura del lince -. ¿Es que... es que ha pasado algo malo?

-Sí -respondió Loki, tras unos instantes, con cierto temblor disimulado en la voz -. Me ha... me ha sorprendido un poco encontrar una cicatriz en mi cara al despertar, pero... supongo que podría ser peor, ¿no? Quiero decir... no... por suerte no ha conseguido... eem... mi ojo...

-Ya basta -le interrumpió Rukj, con suavidad, y a continuación se giró hacia Jarek, con un brillo peligroso en la mirada -. Ten cuidado y no hagas preguntas que puedan hacerle daño. Está obligado a darte siempre una respuesta verdadera.

-¿Por qué? -preguntó Raon, sin entender.

-Por... esto -respondió Loki, tomando la piedra de turmalina en una zarpa y levantándola un poco para que el Humano pudiera verla brillar a contraluz. Cuando escuchó la exclamación de sorpresa de Jarek, no pudo evitar sonreír para sí -. Es bonito... ¿verdad?

-Sí que lo es -admitió Raon, mientras ladeaba la cabeza -. Pero, ¿qué es exactamente? ¿Y qué tiene que ver con...?

-No le agobies, Raon -suspiró Rukj, desde algo más lejos, sentado junto a los restos de la antigua hoguera y, al parecer, dispuesto a encender una nueva -. Primero déjale que se explique.

El Humano calló, cogido por falta, y Loki no pudo evitar sonreír un poco más ante su rostro de desconcierto.

-No pasa nada -trató de tranquilizarle, mientras buscaba las palabras con las que explicarse -. Digamos que... es simple. Un miembro de la Orden de los Cachorros de Kara no puede mentir, entre otras cosas. Es una de las reglas más estrictas de la Orden, y el castigo es bastante severo.

Jarek se rascó una oreja, pensativo.

-¿Eso quiere decir que siempre estás obligado a decir lo que te preguntan?

-No -respondió Loki, con un suspiro -. Puedo negarme a contestar cualquier pregunta si quiero... y puedo tener mis secretos, también -sin que nadie se diera cuenta de ello, dirigió una rápida mirada a Rukj y trató de evitar volver a ruborizarse -. Pero... no se nos permite mentir. Eso es lo que está prohibido, y por eso podríamos recibir... bueno, un castigo ejemplar.

-Me pregunto si el castigo al que te someterían en la Orden sería más duro que la tortura de Ronod -comentó en aquel momento Rukj, dirigiéndole una larga mirada -. Yo... no esperaba que aguantaras tanto, Loki. Me dejaste impresionado. Eres mucho más fuerte de lo que crees ser.

Inmediatamente, el lince sintió como la sangre se arremolinaba en sus mejillas y bajó la cabeza, tratando de evitar que Rukj, Raon o Jarek descubrieran el rubor que prácticamente había inundado todo su rostro. El joven Humano malinterpretó aquel gesto, sin embargo.

-¿Te ocurre algo? ¿Vuelves a marearte?

-No -respondió Loki, agradeciendo interiormente que Raon hubiera hecho una segunda pregunta que le salvara de tener que responder a la primera.

No se atrevió a levantar la mirada, sin embargo; era capaz de notar los ojos de todos puestos en él, y aquello solo le ponía más y más nervioso... degraciadamente, y por más que le doliera no podía controlar su timidez.

-No debería haberte recordado eso -masculló Rukj finalmente, con cierto tono de culpabilidad en la voz.

-¡No! Está bien -trató de tranquilizarle Loki, mientras cerraba con fuerza sus garras en torno al colgante de turmalina, tratando de tranquilizarse -. De verdad... no tengo ningún problema con la tortura de Ronod. Ya... ha pasado.

Incluso con la vista baja, fue capaz de percibir como los demás intercambiaban una muda mirada de extrañeza, seguramente preguntándose a qué venía aquella reacción. <<Estúpido>> se dijo a sí mismo, cerrando los ojos hasta que los párpados casi le dolieron .<<Estúpido, estúpido, estúpido. ¿Por qué no eres capaz de serenarte un poco y comportarte como un lince normal?>>.

-Rukj -escuchó entonces la voz de Raon, llamando al lobo negro -. En cuanto enciendas la hoguera... podemos irnos a cazar tú y yo. Jarek puede cuidar de Loki, aunque me parece que ya está lo suficientemente bien como para no tener demasiados problemas si le dejamos solo.

-De acuerdo -respondió el lobo negro, acercando lentamente el hocico a las ramas secas y dejando escapar una suave bocanada de aire que avivó la pequeña chispa que había conseguido hasta convertirla en una pequeña llamita, demasiado insignificante como para prender -. Loki, tú deberías hablarles a estos dos... de lo de la Cadena.

El lince, todavía algo aturdido por su propia timidez, tardó unos instantes en comprender a qué se refería el lobo negro, sobre todo teniendo en cuenta que, cada vez que escuchaba su voz, era incapaz de pensar con demasiada claridad... Sin embargo, en cuanto entendió el significado que guardaban aquellas palabras, una lucecita se hizo en su mente... Una lucecita que alumbraba la misión que todavía tenía que cumplir; una misión que, muy probablemente, estuviera a punto de terminar.

Irónicamente, había sido mucho más fácil de lo que en un principio había pensado. No había tenido que recorrer las Tierras de las Bestias en su totalidad en busca de los dos eslabones de la Cadena... y, a pesar de lo que había sucedido en Cellisca Nívea, no había sido tan doloroso como en un inicio había creído... Ahora, todo lo que necesitaba para terminar con el cometido de sus maestros era...

-Oh, no -musitó, llevándose una mano a la cintura y dejando escapar un respingo al darse cuenta de que su bolsa de cuero no estaba allí -. ¡No! -su corazón dejó de latir por un segundo -. ¡Mi... mi bolsa!

-¿Qué bolsa? -preguntó Jarek, alarmado.

-¡La bolsa en la que tenía guardados todo lo que la Orden me dio para vosotros! -exclamó el lince, con un nudo en la garganta -. ¡Sin ella no puedo... no sé qué hacer! ¡Ni sé a dónde debería llevaros!

Rukj le dirigió una breve mirada, con cierto gesto de preocupación en el rostro. Pensativo, echó unas cuantas ramas secas a la leña y las llamas se reflejaron en sus ojos ambarinos, antes de que se levantara.

Mientras tanto, Jarek y Raon intercambiaron una mirada de confusión, incapaces de entender a qué se refería el lince. ¿Acababa de decir... que la Orden le había dado algo para los dos?

-Se quedó en... en la sala de torturas -comprendió, dejando escapar un sordo gruñido -. Maldita sea... debí haberme acordado de cogerlo. No sé cómo pude olvidarme...

-Tenemos que volver -resolvió Loki, alzando la mirada y clavándola en el rostro de Rukj, a pesar de que le transmitiera sentimientos demasiado intensos. En aquel momento, no podía pensar en lo que sentía por Rukj -. Es... absolutamente necesario que recupere esa bolsa.

-Pero, ¿qué hay exactamente ahí? -preguntó Jarek, sin entender demasiado bien de qué estaban hablando todavía el lince y el otro lobo.

-Os... os lo explicaré cuando lo recuperemos -respondió Loki, haciendo un amago de levantarse.

Raon le retuvo del hombro, sin embargo, y le hizo volver a sentarse antes de que pudiera incorporarse del todo. El lince se giró hacia él, dispuesto a protestar, pero ni siquiera tuvo la oportunidad.

-Tú no vas, Loki -dijo Rukj, con el ceño fruncido. No era una pregunta ni una aclaración; era una orden directa, y el lince casi se sintió un poco cohibido, a pesar de desear haber podido encontrar la fuerza para contradecirle de alguna forma.

-Pero...

-Rukj tiene razón -le interrumpió Raon, dirigiéndole una larga mirada -. Puede que seas capaz de mantenerte en pie, pero no estás preparado para hacer grandes esfuerzos. Al menos, no todavía.

-Y ya has sufrido demasiado en Cellisca Nívea -prosiguió Rukj, todavía con el ceño fruncido -. Raon y yo iremos a la ciudad e intentaremos... entrar en el calabozo de alguna forma y recuperar tu bolsa, si es que todavía queda algo que recuperar.

Loki mantuvo la mirada fija en el lobo durante unos instantes, con cierta expresión suplicante, pero finalmente comprendió que la expresiónd de Rukj no admitía réplica.

-De acuerdo... -musitó, dejándose caer en su sitio, con los hombros hundidos.

La expresión del lobo negro se suavizó un poco.

-Pero antes -añadió, con una voz algo menos ronca y cierto tono comprensivo -, será mejor que vayamos a por la cena.

La luna menguante parecía sonreír desde el cielo, cómplice, a las dos figuras que se escondían entre las rocas en mitad de la noche.

La presa estaba confiada, buscando seguramente algún brote que llevarse a la boca entre las grietas de la cordillera. A pesar de tener un tamaño considerable, sus patas delgadas y esbeltas aseguraban que era una criatura que principalmente se dedicaba a escapar, no a perseguir. Su tupido pelaje debía, sin duda, protegerle bastante bien del frío, por lo que el calor junto a algunas hierbas debía de mantenerle con vida durante las estaciones más frías. Sin embargo, podía resultar peligrosa. Los dos grandes cuernos a ambos lados de su cabeza, que se abrían en un sinfín de ramificaciones, parecían ligeramente amenazadores.

Raon había analizado todo esto mucho antes.

Aquella había sido la Bestia menor que había cazado para obtener la piel con la que había conseguido mantener a Loki en calor, tan solo unos días atrás. Recordaba con exactitud que, desde el momento, en que había visto una de ellas saltar de una roca a otra, había sabido que sería la presa apropiada. Sin embargo, no eran tan fáciles de cazar como en un principio había supuesto.

Al menos, no solo.

En ese preciso momento, Raon decidió que había llegado el momento de actuar. Con la lanza fuertemente agarrada, salió de su escondite e hizo un rápido amago de lanzar su arma en dirección a la criatura, que dejó escapar un resoplido de alarma antes de darse media vuelta y empezar a correr velozmente en la dirección contraria. Si no se daba mucha prisa, el Humano terminaría perdiéndole el rastro, pues en aquel terreno se movía como si hubiera nacido para ello.

Pero todo estaba preparado ya.

Una sombra oscura se interpuso entre la presa y el camino que quería seguir, y dejó escapar un gruñido amenazador que pareció surgido de las profundidades de su garganta. La criatura, confusa, trató de dar media vuelta mientras dejaba escapar un gemido desesperado, sin tener muy claro qué hacer.

Raon aprovechó ese momento.

La lanza silbó en el aire y, apenas unos segundos después, se hundió en el cuello de la presa que, cogida por sorpresa, ni siquiera tuvo tiempo de averiguar qué había provocado su muerte. Segundos después, el Humano se acercó a la criatura saltando cuidadosamente de roca a roca, y vio cómo su cuerpo sin vida se dejaba caer por la pendiente de la montaña como una piedra más.

En silencio, avanzó hasta alcanzar el cadáver de la que sería su comida durante casi una semana, y se agachó para recuperar la lanza, cuya punta estaba manchada por una sangre espesa y pegajosa, mientras observaba con el rabillo del ojo como Rukj se iba acercando a él, todavía con la mirada fija en la criatura muerta.

Ninguno de los dos había necesitado intercambiar una palabra para elaborar aquel plan de caza, ni romper el silencio. Una sola mirada había sido suficiente para entenderse y, de nuevo, una sola mirada fue suficiente para que ambos supieran lo que el otro pensaba.

Con el cuerpo de la presa todavía caliente a sus pies, ambos se sentaron sobre las rocas contemplando el impresionante paisaje que se abría a sus pies: las llanuras cubiertas de nieve de las Tierras de las Bestias, y un cielo completamente estrellado en el que la luna menguante colgaba como las astas de un toro.

El frío viento nocturno acarició sus cuerpos mientras el cielo se volvía cada vez más y más oscuro, hasta que el pelaje de Rukj fue casi indiferenciable de la negrura de la noche.

-¿Estás seguro? -dijo entonces Raon, mientras sacaba la daga y empezaba a afilarla contra un trozo de cuero curtido, dirigiendo una breve mirada al lobo.

Este tardó unos segundos en contestar.

-En realidad, no -respondió -. No creo que sea una buena idea volver a Cellisca Nívea, después de lo que sucedió la última vez.

-Todavía no me lo has contado.

-No fue... agradable -admitió Rukj, ladeando la cabeza y reprimiendo un escalofrío -. Pero imagino que, por el estado en el que ha llegado Loki, habrás sacado tus propias conclusiones.

Raon no respondió. Continuó observando cómo el cielo iba oscureciéndose poco a poco en silencio, hasta que se atrevió a preguntar:

-¿Qué es exactamente lo que hay en esa bolsa?

-No lo sé -reconoció el lobo negro -. Sé que es importante para Loki y... para vosotros.

-¿Para nosotros?

Rukj frunció el ceño, sin saber exactamente cómo aclarar aquello.

-Puede que haya mucho acerca de vosotros que aún no sepáis, Raon -murmuró, desviando la mirada -. La gente como tú, la gente diferente, la gente que piensa de otra manera y cuyas circunstancias le han obligado a adaptarse... suele terminar haciendo algo grande. Y el encuentro entre tú y Jarek no fue casual.

-¿A qué te refieres? -preguntó Raon, alarmado -. ¿Cómo que el encuentro entre Jarek y yo no fue casual?

Rukj esbozó una leve sonrisa amarga, antes de levantarse lentamente y, tras dirigir una breve última mirada al firmamento, responder:

-Demasiadas preguntas, Raon. Y esta vez... no sé contestar a ninguna.

El Humano no supo que contestar a eso. Algo en la voz del lobo negro le decía que no habría estado bien seguir insistiendo.

Un tenso silencio se instaló en ese momento entre ambos,

-Cenemos rápido y vayamos a Cellisca Nívea cuanto antes -prosiguió Rukj. Su voz sonaba ligeramente más ronca que de costumbre -. No quisiera retrasar mucho nuestra incursión.

Y, sin esperar siquiera a que Raon se recuperara del efecto de sus anteriores palabras, se agachó junto a su presa y se la cargó al hombro, sin dar evidentes muestras de esfuerzo. Todavía algo confundido, el joven se levantó y se dispuso a seguirle, preguntándose hasta qué punto habían cambiado las cosas durante aquellos días... y qué había averiguado Rukj que fuera tan terrible como para no querer hablar de ello.

-¿Estás seguro de que estarás bien? -preguntó Jarek, con cierto tono de preocupación en la voz, mientras Raon limpiaba la lanza contra la nieve de la boca de la cueva -. Me siento mal por tener que quedarme aquí. Me... gustaría acompañarte.

-Es demasiado peligroso, Jarek -respondió el joven, con un suspiro -. Prefiero que te quedes aquí, con Loki. Podría volver a decaer, y entonces necesitaríamos que alguien cuidara de él.

-No es cierto -masculló Jarek, consiguiendo que el Humano levantara la vista y la dejara fija en él, sorprendido -. Soy una carga, ¿verdad? No sé hacer nada útil. Por eso prefieres que me quede con Loki, para no entorpecer vuestro intento de recuperar su bolsa.

Raon mantuvo la mirada fija en él durante unos segundos, demasiado asombrado como para hablar.

-Jarek... -comenzó, tras unos instantes -. Eso no es verdad.

-¡Sí que lo es! -exclamó el lobo de pelaje cobrizo, algo molesto -. No sé cazar. No puedo encender un fuego, ni siquiera alimentarlo. Por favor, ¡ni siquiera habría sabido mantener a Loki vivo si hubiera dependido de mí! No lo niegues, sé que lo piensas.

-Aunque así fuera, y realmente me parecieras inútil -repuso Raon, mientras encajaba la lanza en su cinto con un rápido movimiento -. ¿Qué te hace pensar que no querría que estuvieras aquí? -hizo una pausa -. En ningún momento me he arrepentido de que estés conmigo, Jarek. Nunca. Sigo queriendo tu compañía y, puedes creerme; si no fuera así nos habríamos separado hace ya mucho tiempo. ¿Qué importa que sepas encender un fuego o no?

-¡Pero es que me siento inútil! -gimió Jarek, exasperado. Su rostro estaba, por primera vez desde que Raon le conocía, teñido por una horrible expresión de desesperación, y el Humano se preocupó seriemanete -. Quiero hacer algo por ti, Raon... que no sea sólo hacerte compañía.

En ese momento, Rukj apareció por la boca de la cueva, llevando algo consigo: algo que en un principio ninguno de los dos fue capaz de identificar, pero que Raon enseguida reconoció. Jarek, al ver que el lobo negro acababa de hacer acto de presencia, se cruzó de brazos y torció el gesto, algo ofendido.

-¿Ya lo has hecho? -preguntó Raon, sorprendido.

-No me ha costado mucho. Tendrá que funcionar -murmuró el lobo, mientras observaba el resultado de su trabajo con atención.

Jarek estiró un poco el cuello también, para poder ver por encima de la menuda figura de Raon aquello que el otro lobo parecía sostener con cierto orgullo. Casi se estremeció de asco al darse cuenta de lo que era.

-¿Una piel? -preguntó, sin terminar de creérselo -. De... ¿nuestra cena?

-Solo la piel de la cabeza, en realidad -le informó Rukj, tratando de calmarle un poco, algo que no consiguió -. Como comprenderás, Raon no tiene pelaje... y aunque su capa de pieles le camufle en la nieve, no lo hará en una ciudad de Bestias.

-Es cierto -comprendió el lobo de pelaje cobrizo, muy a su pesar, debido a que estaba dándole la razón al.. al otro -. ¿Estás seguro de que no tendrás ningún problema?

Raon sonrió levemente.

-No te preocupes -dijo, mientras llevaba la mano a la lanza y hacía un gesto hacia Rukj con la cabeza -. Además, estoy bien protegido.

Jarek casi sintió cómo los celos le carcomían por dentro.

-Ya... -respondió, tratando de calmarse y de parecer algo más tranquilo de lo que en realidad se sentía -. Eso supongo...

-Raon, tenemos que irnos ya. Tardaremos un par de horas en llegar a la ciudad -le informó Rukj, consiguiendo que fuera incluso más difícil para Jarek contener su rabia.

-Bien -respondió el Humano, dirigiéndole una breve mirada, y a continuación añadiendo, en voz más baja -. Tengo que marcharme. Creo que el contenido en la bolsa de Loki tiene algo que ver con nosotros, aunque todavía no sé el qué. ¿No tienes ganas de averiguarlo?

-Puedo aguantarme si averiguarlo supone ponerte en peligro -murmuró el lobo, mirándole fijamente a los ojos y cogiendo una de sus manos entre sus zarpas, para después apretarla con suavidad.

Raon se quedó sin respiración momentáneamente, en primer lugar por aquella extraña sensación que parecía tejerse entre ambos cuando sus pieles se rozaban, y en segundo por toda la emoción que contenían aquellos ojos de un color verde esmeralda tan fascinante. Sin saber cómo, se encontró buceando en aquella mirada y... por unos instantes, deseó perderse en ella para siempre.

Pero el momento terminó más rápidamente de lo que a él le habría gustado.

-Raon -le llamó Rukj, con impaciencia, ya bastante lejos de la cueva.

El Humano escuchó con total claridad el sordo gruñido de rabia que salió de la garganta de Jarek, y esbozó una leve sonrisa, mientras sus suaves zarpas se apartaban de sus dedos. Inmediatamente, aquella maravillosa sensación de complicidad y empatía desapareció... y se encontró deseando que aquel contacto no hubiera finalizado nunca.

-Volveré -le prometió al lobo, sin el menor titubeo -. Y volveré con respuestas.

Jarek sonrió a su vez y pareció algo incómodo por unos instantes, como si no supiera qué hacer. Raon fue capaz de percibir su incomodidad, pero no tuvo muy claro cómo debía reaccionar ante ella... si es que tenía que reaccionar de alguna forma. Todavia algo confuso por las curiosas sensaciones que últimamente el lobo de pelaje cobrizo despertaba en su interior, el Humano se dio media vuelta y se dispuso a seguir a Rukj, no sin antes girar la cabeza atrás y despedirse de Jarek una vez más:

-¡Cuídate! -le pidió -. ¡Y cuida a Loki también!

El lobo no respondió, pero asintió con cierta emoción contenida.

Desde la entrada de la cueva, vio como el Humano y la Bestia que le había criado desde que era joven se alejaban lentamente, envueltos por la noche, como si fueran uno solo. Tenía que reconocer que seguía teniendo envidia de la relación que existía entre ambos, pero... por un segundo, solo por un segundo... había creído percibir algo en la mirada de Raon, cuando le había mirado a los ojos y había tomado su mano entre sus zarpas... Tal vez fuera... ¿fascinación?

<<Por favor, Raon, no se te ocurra no volver>> pensó, algo angustiado <<. No quiero perder de vista ese brillo en tus ojos... Pienso mantenerlo encendido... cueste lo que cueste>>.