Crónicas de la Frontera: Capítulo VI

Story by Rukj on SoFurry

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#7 of Crónicas de la Frontera

Bueno, pues aquí está el sexto capítulo ^^

Tengo que reconocer que es más corto que los anteriores y que tampoco ocurre nada excesivamente importante... pero la escena que se desarrolla en él me gusta tanto que quería dedicarle un capítulo entero, lo siento x3

Como siempre, muchísimas gracias a todos los que continuáis leyendo esta historia; en serio, me dais fuerzas para seguir escribiendo y... traduciendo ¬¬

De eso quería hablar también: después de un largo tiempo pensando acerca de ello, he decidido dejar de lado los capítulos en inglés, por lo menos de momento. Estoy en un intercambio en Suecia y, cuando vuelva, voy a empezar directamente 2º de Bachillerato (el curso que más miedo me da hasta ahora ^^U) así que, desde luego, no voy a tener mucho tiempo para traducir. Sí para escribir los capítulos en español, por supuesto. No sé que haría si tuviera que dejar a Raon, Jarek, Rukj y Loki solitos en mitad de su viaje ^^

Y eso es todo. Gracias otra vez y espero que disfrutéis del capítulo ;)


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-Nos han descubierto.

Aquellas habían sido las palabras que les habían puesto sobre aviso, a todos. Habían resonado en el salón como balas, y se habían fundido en lo que parecía un interminable silencio lleno de tensión y miedo. Las peores perspectivas se habían hecho realidad.

Kianu, que acababa de cumplir los nueve años de edad apenas unas lunas atrás, había dejado escapar un sollozo de angustia y había ido corriendo a refugiarse en el regazo de su madre, dirigiendo mientras tanto una rápida mirada a la puerta de casa, como si temiera que en cualquier momento esta se abriera y dejara pasar a una furiosa marabunta de personas, dispuestas a cobrar con sangre la traición de su familia. La madre no sabía cómo consolar a su hijo. En realidad, nadie habría sabido cómo hacerlo... teniendo en cuenta lo que se les venía encima.

-Que los astros nos protejan... -había murmurado Nina, la criada, mientras se llevaba una zarpa a la frente y cerraba los ojos.

Jarek no había sabido cómo reaccionar. Simplemente había continuado sentado; las garras apretadas en un rictus de nerviosismo, su mirada fija en quien les había llevado hasta aquel extremo. La causa por la cual ahora el pueblo de Cellisca Nívea clamaba justicia y sangre.

-Intentaré salir a tranquilizarles... Tal vez consiga que se calmen -había escuchado la voz de su padre, como si viniera de muy lejos -. Es la única opción que tenemos. Si les explico nuestra situación...

-Si queréis, yo iré con vos a intentarlo, mi señor.

_-¿Y qué más da? -había murmurado la madre de Jarek, con amargura. Sus posteriores palabras habían quedado grabadas en su memoria para siempre -. No funcionará. Ahora mismo, no son... más que animales. Nadie podría hacerles entrar en razón. Solo saben odiar. _

Su padre había respondido algo, pero Jarek no le había escuchado.

Su atención continuaba perteneciendo al rostro sin pelo que observaba la situación, con una terrible sombra de culpabilidad y desesperación, desde una de las esquinas del salón. El miembro sobrante de aquella familia.

Por su culpa había comenzado todo... y, por su culpa, todo terminaría...

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Jarek despertó bruscamente, con la mente llena de las imágenes que habían ocurrido tras la escena que se le había presentado en sueños. Parecía increíble cómo, a pesar de todo el tiempo que había pasado desde entonces, todavía era capaz de recordarlo todo como si volviera a verlo.

Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para pensar en ello.

Había algo sobre su garganta, algo pesado y que hacía demasiada fuerza: algo que amenazaba con estrangularle y que, si no hacía algo para evitarlo, terminaría partiéndole el cuello. Su mirada, todavía desenfocada por el sueño, se hundió sobre dos ojos ambarinos que parecían relucir con furia en un rostro negro como el azabache, y un hocico entreabierto que parecía dispuesto a soltar un mordisco letal en cualquier momento.

Inmediatamente, Jarek supo que lo que tenía en el cuello era una zarpa.

-¿Quién... eres? -preguntó el lobo negro que le tenía atrapado, con una voz ronca y áspera; una voz que presagiaba peligro.

Jarek habría respondido si hubiera tenido voz, pero las cuerdas vocales no le respondían y, además, estaba muerto de miedo. Intentó debatirse durante unos instantes, presa del pánico, pero solo consiguió que la zarpa se cerrara con más fuerza en torno a su garganta, haciéndole soltar un gañido de dolor. Pataleó y trató de golpear al otro lobo, pero este era mucho más fuerte y apenas dio signos de haber sentido los golpes.

El aire se le acababa, y tan solo un pequeño soplo de oxígeno le permitía seguir con vida; veía puntitos de luz en el borde de sus ojos, y la cueva parecía cada vez más oscura, más oscura que nunca... Sus pensamientos comenzaron a divagar, mientras sus movimientos perdían fuerza poco a poco y pasaban a ser suaves golpes que no le salvarían de una muerte segura...

Y, en ese momento, la presión cedió.

Jarek todavía necesitó unos minutos para recobrar el aire que le faltaba, respirando entrecortadamente. El pecho le dolía terriblemente a cada bocanada que daba, pero no paró de respirar; era tranquilizador saber que todavía podía seguir haciéndolo. Estuvo así, tendido sobre el suelo, debatiéndose por recuperar el oxígeno robado, hasta que escuchó de nuevo la voz del otro lobo.

-Lo siento. No me había dado cuenta de que ya te conocía.

Jarek no contestó, y trató de ordenar los pensamientos en su cabeza mientras seguía temblando de miedo.

Él también había visto antes a aquel lobo negro. Raon y él lo habían llevado a la cueva tras encontrarlo en mitad de la nada, junto con el lince que había aparecido a su lado, moribundo. Y se habían encargado de mantenerlos con vida durante... ¿cuánto tiempo? Por algún motivo, los recuerdos estaban borrosos... Aquel lobo... aquel lobo era Rukj, tenía que serlo. Sí; de hecho, Raon se lo había dicho, no había ninguna duda, aunque fuera difícil acordarse. Pero, por el momento, le costaba tanto pensar...

-¿Dónde está Raon? -preguntó en aquel momento el otro, con cierta insistencia disimulada bajo aquella voz autoritaria.

De nuevo, tardó un buen rato en saber qué contestar. Mientras la vista se le aclaraba, descubrió que el lobo negro se había levantado y se había apoyado contra la boca de la cueva, mirando al exterior y moviendo la cola de un lado a otro lentamente. Sorprendente, teniendo en cuenta que llevaba casi cuatro días sin hacer el menor movimiento.

La ventisca que azotaba las Tierras cuando se había encontrado a Rukj y su acompañante todavía continuaba levantando la nieve sin tregua.

-¿Raon? -repitió Jarek, indignado -. ¿¡Raon!? ¡Soy yo quien ha estado a punto de morir! Mejor dicho, ¡soy yo a quien has estado a punto de asesinar!

Rukj le dirigió una breve mirada de reojo.

-Eso sólo significa que eres fácil de matar -le respondió, con voz queda -. ¿Y bien?

Jarek apretó las zarpas hasta que las garras crujieron, pero se resignó a pensar que era mejor para él no decir lo que en aquel momento pasaba por su cabeza. Al parecer, aquel lobo no tenía muy buen despertar; o por lo menos, eso había demostrado hasta el momento. De modo que tomó una profunda bocanada de aire y, tratando de calmar la sangre que hervía en sus venas, contestó:

-Habrá salido a cazar. Suele regresar antes de que yo despierte, de todas formas. No creo que tarde mucho en volver.

El lobo negro asintió, sin dirigirle la más mínima mirada, y continuó observando la ventisca, como si fuera mucho más interesante que cualquier otro tipo de conversación que pudiera darle Jarek.

-¿Y Loki? ¿Dónde está?

-¿Loki?

-El lince -respondió Rukj, impaciente.

-¿Qué lince?

-El lince que traía conmigo -gruñó el lobo, hastiado -. No creo que sea tan difícil de entender.

Jarek tuvo que controlarse para no saltar encima de él y pegarle un puñetazo. Lo cierto era que, para conocerle desde apenas unos minutos, había algo de lo que estaba completamente seguro: no había congeniado con Rukj. Y, posiblemente, no lo haría nunca.

-Creo que... creo que está bien.

-¿Eso crees?

-¡No eres tú el que ha tenido que mantenerle con vida! -saltó Jarek, sin poder evitarlo, poniéndose en pie -. ¡No eres tú... el que ha estado cuidando de él!

Rukj se giró hacia él, con un brillo peligroso en la mirada, pero sin moverse de la boca de la cueva. Le estuvo observando durante unos segundos que se hicieron eternos; unos segundos en los que Jarek analizó la corpulenta figura del lobo negro, y supo porque Raon confiaba tanto en él. En el caso de que empezaran un enfrentamiento, no tenía ninguna posibilidad de vencer.

Tras un incómodo y tenso silencio, el destello amenazante en las pupilas de Rukj se apagó.

-Es bueno saber que habéis cuidado de él -dijo, algo más tranquilo -. No podría haber aguantado tanto para morir ahora...

Jarek sacudió la cabeza, todavía algo molesto, y volvió a sentarse, algo enfurruñado. La actitud del lobo estaba empezando a sacarle de quicio; aparecía de la nada después de que Raon hubiera estado soñando con su llegada durante semanas, se quedaba inconsciente nada más encontrarse con ellos, tenían que cuidar de él y de "Loki" jugándose aún más el pellejo... ¿y todavía le venía con exigencias? ¿Pero quién demonios se creía que era?

Tenía que reconocer, sin embargo, que ya le había guardado algo de odio desde el primer día que Raon lo había mencionado, sin saber por qué. A decir verdad, no le gustaba el hecho de que el Humano confiase tanto en él... de hecho, casi llegaba a molestarle.

-Me gustaría verle, si no te importa -le pidió Rukj, tras unos minutos de silencio.

-Por supuesto -respondió Jarek, tratando de mantener la cabeza fría -. Está... está en lo más profundo de la caverna. Allí no llega tanto viento.

Se levantó y esperó a que el otro lobo le alcanzara para después empezar a caminar en dirección a la profundidad de la cueva. Las ascuas de una hoguera todavía arrojaban algo de luz contra las paredes, y el lince estaba tendido no muy lejos del calor del fuego, por lo que no tuvieron ningún problema en encontrarle.

-Ahí lo tienes -murmuró Jarek, molesto, mientras se apartaba y dejaba que el otro lobo pasara y se agachara junto a Loki. No tenía muchas ganas de acercarse a la hoguera, incluso aunque estuviera en ascuas.

Rukj estuvo observando al lince durante unos instantes, en silencio. Parecía estar mucho mejor que la última vez que le había visto, y una manta de piel le cubría todo el cuerpo, dándole algo más de calor. Todavía reprimiendo un estremecimiento debido a los recuerdos que despertaba, Rukj analizó con cuidado el surco sin pelo que ahora iba desde la frente de Loki hasta su mejilla izquierda, pasando por el ojo. Una marca que, seguramente, jamás le abandonaría.

-¿Cuánto tiempo llevamos aquí?

-Cuatro días -respondió Jarek, intentando que sonara como si hubiera sido mucho más tiempo.

-Eso pensaba... una herida así no cicatriza tan deprisa. Bueno, en realidad no debería haber cicatrizado todavía... -murmuró, como para sí.

-Creemos que... fuera lo que fuera eso que tenía y que le hacía pasar tanto frío, ya se le ha pasado -comentó entonces una voz conocida, no muy lejos de allí -. Dejó de temblar hace dos días. Desde entonces, parece que ha mejorado.

Rukj se giró rápidamente hacia el lugar del que provenía la voz, y se encontró con la figura de un Humano envuelto en pieles blancas, que sostenía por las colas los cadáveres de dos ratas de nieve muertas.

Las presas del día.

-Raon -musitó, dirigiéndole una larga mirada, mientras se levantaba y se acercaba a él. Jamás podría compartirlo con nadie, pero el hecho de ver al joven sosteniéndose todavía en pie y no atravesado por la lanza de cualquier Bestia irracional le había quitado un enorme peso de encima. Tuvo el impulso de abrazarle, pero finalmente decidió contenerse. En su lugar, aclaró -. Es un alivio saber que estás bien.

-Bueno, por lo menos sigo vivo -respondió el Humano, sonriendo levemente -. Yo también me alegro de verte. Temía que te hubiera pasado algo malo en Cellisca Nívea.

-Tuvimos algún problema, sí -admitió el lobo negro, de mala gana -. Pero ahora quien me preocupa es Loki. Ronod... digamos que quien nos capturó le hizo beber un veneno que le ha estado haciendo mucho daño. Creía que... creía que había pocas posibilidades de que saliera con vida.

-¿Qué os ha pasado para que no hayáis podido volver hasta ahora? -preguntó Raon entonces, mientras dejaba caer las ratas de nieve en un rincón de la cueva y le dirigía una mirada cargada de su antigua e insaciable curiosidad -. ¿Quién es exactamente ese Loki? ¿Y por qué le han hecho be...?

-No seas tan impaciente -le interrumpió Rukj, con un suspiro de cansancio -. Sigues... haciendo demasiadas preguntas. Por lo menos eso no ha cambiado todavía.

Raon sacudió la cabeza y le dirigió una mirada dolida.

-Ya, pero... es que estaba preocupado. Me dijiste que volverías en uno o dos días y han pasado más de dos semanas desde entonces. Me dejaste con Jarek -su mirada se desvió hacia el lobo de pelaje cobrizo, lentamente -. He tenido que encargarme de él; y no es que sea precisamente un cazador nato.

-Ya me había dado cuenta... -musitó Rukj, dirigiéndole una mirada de reojo.

Jarek observó aquel ataque gratuito desde su posición, y no pudo evitar quedarse boquiabierto.

-¡Eh! ¿Pero se puede saber a qué ha venido eso, Raon? -preguntó, casi indignado.

El rostro del Humano se relajó un poco, y esbozó una tímida sonrisa.

-Lo siento -se disculpó, finalmente -. Pero tienes que reconocer que no me ayudas mucho con la caza.

Jarek mantuvo su mirada durante unos instantes y finalmente la desvió, dolido. Por algún motivo, no encontraba ni la fuerza ni las palabras para responder a aquella acusación. Más que nada porque sabía, en lo más profundo de su ser, que era completamente cierta.

Era un inútil. Desde el primer día, no había supuesto más que una carga para Raon. Al fin y al cabo, ¿quién había tenido que salir a cazar todas las mañanas para encontrar algo de comida? ¿Quién había encendido hogueras durante todas las noches que habían dormido al raso? ¿Quién había averiguado cómo mantener consciente al lince cuando el veneno había estado a punto de matarle?

Con tristeza, Jarek comprendió que no resultaba ni siquiera un poco necesario para Raon. Nada. No servía... para nada.

-Veo que has cazado una buena pieza para conseguir esa piel -observó entonces Rukj, mientras se giraba de nuevo hacia Loki y dirigía una mirada atenta a la manta que le cubría -. Tuvo que ser difícil.

-La verdad es que no fue fácil -reconoció Raon.

-Y has conseguido que la herida de su cara cicatrice bastante más rápido de lo normal...

-He usado árnica -le explicó Raon, como si temiera haber cometido un error -. No tenía alcohol para macerar, pero... creo que aún así ha surtido efecto. ¿Es que hecho mal?

Rukj sacudió la cabeza.

-Por supuesto que no. Estoy orgulloso de ti, Raon -admitió -. Nunca creí que serías capaz de defenderte tan bien encontrándote tú solo frente a la adversidad.

El Humano sonrió y bajó la cabeza, algo avergonzado.

-Bueno. Al fin y al cabo he tenido un gran tutor.

El lobo sonrió a su vez, y fue una sonrisa extraña, pero que pareció suavizar por un instante sus amenazantes rasgos de lobo. Casi pareció hacerle más joven, o llevarle a otros tiempos en los que la vida había sido menos dura y más agradable. Pero eso, por supuesto, solo Raon fue capaz de percibirlo. Llevaba el suficiente tiempo viviendo con Rukj como para saber que aquello no había sucedido nunca... al menos, no que él recordara.

Sin embargo, en ese momento, Jarek pasó a su lado en dirección al exterior, con cierto gesto de mal humor en el rostro, algo que tampoco era habitual en él; y eso le puso sobre alerta.

-¡Eh! -preguntó Raon, girándose hacia el joven lobo, confuso -. ¿Adónde vas?

No obtuvo respuesta.

Rukj observó cómo el lobezno abandonaba la cueva y se sumía en la ventisca del exterior, sin mirar atrás ni una sola vez y sin responder con un mínimo sonido a la pregunta del Humano.

-Deberías ir a hablar con él -le recomendó a Raon, dirigiéndole una mirada de reojo -. Y convencerle de que entre aquí de nuevo. Ahí afuera hace un tiempo horrible... Deberíamos avivar esta hoguera si no queremos morir todos congelados.

-Lo haré en cuanto vuelva -le prometió Raon -. Jarek... Jarek no puede alimentar el fuego.

-¿Es que tampoco sabe hacer eso?

Raon, que ya estaba avanzando hacia la boca de la caverna, se paró en el sitio y se giró hacia el lobo lentamente, como si buscara las palabras que decir. Tras unos instantes, dejó escapar un suspiro.

-No. Pero no es algo de lo que le guste hablar. De hecho, no me lo ha contado, pero... sé que no le gusta el fuego.

Una idea se encendió en la cabeza de Rukj, y por unos instantes recordó las palabras que Loki había dicho en la taberna, algunos días atrás, cuando le había contado lo que había sucedido en el incendio de Cellisca Nívea. Era perfectamente lógico que el joven lobo temiera al fuego... sobre todo después de la tragedia que le había tocado vivir.

En ese momento recordó que también tenía que hablarle a Raon acerca de la Cadena y la Red, de todo lo que había averiguado con Loki, y se giró de nuevo hacia su protegido...

... pero sin embargo, el Humano ya no estaba ahí.

-¿No tienes frío?

Jarek no respondió.

Sentado contra una de las rocas que se erguían al pie de la cordillera en la que habían establecido su nuevo base, el lobo se había cruzado de brazos y parecía dispuesto a ignorarlo todo: tanto el frío como las palabras de Raon. El Humano, sin embargo, no pudo evitar observarle detenidamente mientras se preguntaba qué podría haberle ocurrido exactamente a su amigo... y si había tenido él algo que ver con ello.

-Te estaba buscando, ¿sabes? -dijo, para intentar rellenar aquel incómodo silencio que solo la cada vez más acuciante ventisca parecía estar dispuesta a romper.

-Pues ya me has encontrado -respondió Jarek con un sordo gruñido, malhumorado.

Raon frunció el ceño. No recordaba haberle visto enfadado nunca antes.

Lo peor de todo era que no se sentía capaz de ver la causa; por algún motivo, era como si todo resultara incomprensible para él. Quería saber por qué Jarek estaba enfadado, y tal vez lo hubiera averiguado si hubiera intentado fijarse más en los detalles de su conversación anterior, pero... desgraciadamente, Raon no estaba hecho para eso.

-¿Qué ocurre? -le preguntó, sintiéndose completamente perdido -. ¿Estás... enfadado por algo?

El lobo se tomó su tiempo para contestar.

-No -respondió finalmente, sacudiendo la cabeza -. No es eso.

-¿Qué te pasa? -insistió Raon, mordiéndose el labio inferior -. ¿He... hecho algo que te moleste? Ya sabes que yo... que a veces no me doy cuenta de lo que te sienta mal.

Jarek volvió a permanecer unos segundos en silencio antes de resolver la pregunta de Raon, y esta vez su voz adquirió cierto tono de cansancio.

-No es por tu culpa.

Raon sintió cierto alivio al escuchar estas palabras, como si la simple confirmación de que él no tenía nada que ver con el enfado de su amigo le tranquilizara. Sin embargo, no pareció reparar en que aquella respuesta perfectamente podía ser una verdad a medias para zanjar el tema de una vez.

-Entonces, ¿qué haces aquí? -preguntó, intentando cerciorarse definitivamente de que todo estaba bien.

No quería marcharse dejando allí a Jarek; a pesar de que durante los últimos días sí que hubiera supuesto una carga, era cierto que le apreciaba realmente. Hasta el momento, era su único amigo de verdad. Y, aunque de momento la amistad no encendiera hogueras, ni saliera de caza, ni supiera cómo utilizar el árnica para cicatrizar heridas de forma más rápida... tenía la sensación de que debía conservarla costase lo que costase, como un tesoro envuelto en un paño.

Porque la amistad no se atrevería a encender hogueras, pero le abrigaba en las noches frías con su abrazo. La amistad no le ayudaba a cazar, pero le mantenía de buen humor y le levantaba el ánimo cada vez que volvía a la cueva sin presas suficientes.

La amistad no sabía nada de cómo curar cicatrices pero, simplemente, no podía perderla. Y mucho menos, recién descubierta.

-Estaba... estaba pensando -mintió Jarek, sin mucho éxito.

-Ya. ¿Acerca de qué?

-De Rukj -respondió, y su voz se tornó en un leve gruñido de ira -. ¿Sabías que en cuanto ha abierto los ojos ha intentado matarme? Decía que no recordaba haberme visto antes.

Raon pareció sorprendido.

-Entonces es que debió de llegar aquí mucho peor de lo que está dispuesto a admitir. Tendré que pedirle que me cuente la historia más tarde... por si acaso.

-¿Pero es que no te das cuenta? -casi gritó Jarek, llevándose las zarpas a la cabeza, desesperado -. ¡Ha intentado matarme sólo porque no se acordaba de mí! ¡Soy yo el que ha estado a punto de morir!

El rostro de Raon permaneció inescrutable durante unos instantes, hasta que finalmente dejó escapar un suspiro de resignación y se sentó al lado del lobo, cruzando las manos y perdiendo la mirada en el horizonte. A pesar de que la suave ventisca continuaba lanzándoles miríadas de pequeñas motas de nieve a la cara, ninguno de ellos parecía reparar en ello.

Además, el frío que sentían fuera no era tan importante como el que sentían dentro.

-Creo que estoy empezando a comprender -musitó tras unos instantes Raon, ladeando la cabeza -, que Rukj es el raro.

Dejó aquellas palabras en el aire durante unos instantes, hasta que Jarek, que las había escuchado sólo de pasada, levantó la cabeza, con una mirada interrogante.

-Me refiero a que, desde que tengo memoria -se explicó el Humano, todavía mirando fijamente a la nada -, he creído que todos debían ser como él. Dedicados a la caza y a la supervivencia. Preocupados por mantener su vida encendida. Con los pies bien anclados en la tierra y la cabeza fría.

Jarek abrió la boca para decir algo, pero finalmente se lo pensó mejor y no dijo nada. En ese preciso momento, Raon se giró hacia él y le dirigió una mirada extraña, todavía con las manos cruzadas.

-Pero tú eres distinto -le dijo, con cierto tono de admiración -. Tú pareces no preocuparte por sobrevivir, sino por, simplemente... vivir sobre el momento -hizo una pausa -. No te importa que muramos mañana mientras el día de hoy tenga valor. Y no sientes la necesidad de anclar tus pies a la tierra, mientras creas que en las nubes puede haber algo mejor.

Raon terminó de hablar con un suspiro, y volvió a perder su mirada en el horizonte, como si todo lo que acabara de decir le hubiera dejado algo exhausto. Jarek, mientras tanto, continuaba con la boca abierta.

-Raon... -pudo murmurar, tras unos instantes -. Raon, Raon, Raon... Eso es muy bonito.

-No sé si será bonito o no; es la realidad -musitó el Humano, sacudiendo la cabeza -. A mí él me ha educado para ver eso. La realidad. Tal vez tú puedas ver algo distinto, pero yo no soy capaz. Pero ahora... cada vez que te miro... y veo cómo eres tú y cómo es él... -hizo una pausa de nuevo, buscando las palabras con las que continuar -me gustaría parecerme un poco más a ti. Y pienso que el resto de las personas, todas esas con las que nunca me he encontrado... deben parecerse más a ti y menos a él.

-¿Eso piensas? -preguntó Jarek, sin saber exactamente qué decir ante las palabras del joven.

-No lo sé a ciencia cierta, pero... algo me dice que es así -le aseguró Raon, mientras acariciaba con suavidad el pomo de su puñal, levantando la mirada y perdiéndola en el cielo -. Te tengo envidia, Jarek. Eres más feliz que yo. Y, cuando te miro, quiero pensar que el mundo que nunca he conocido es, por lo menos, tan agradable como tú, y no tan peligroso y descorazonador como Rukj lo pinta siempre.

-El mundo es un sitio peligroso y descorazonador, Raon -respondió Jarek, con la boca seca -. Eso no va a cambiar porque... porque yo sea más feliz que tú, ¿no...?

Raon no dijo nada durante unos minutos.

Continuó acariciando el pomo de su puñal, pensativo, mientras sus pupilas continuaban fijas en algún punto que no era capaz de alcanzar, ni de ver. Tenía la sensación de que, mirando con más insistencia, descubriría algo en el cielo... incluso más allá de las nubes que oscurecían el firmamento y descargaban sobre ellos aquella tormenta.

Jarek, mientras tanto, se había dejado caer de espaldas contra la roca, demasiado sorprendido como para hablar y demasiado cobarde como para romper aquel perfecto silencio. Lo que acababa de ocurrir era, simplemente, demasiado extraño como para que su mente pudiera comprenderlo todavía.

Finalmente, tras un rato que pareció hacerse eterno, Raon se levantó y guardó el puñal en su cinto con un ágil movimiento. Jarek le dirigió una breve mirada, todavía algo aturdido.

-Entonces, espero que alguien se moleste en cambiarlo -dijo el joven, y casi pareció que hablaba para sí mismo -. Te espero dentro. No tardes, o cogerás frío.

El lobo de pelaje cobrizo le siguió con la mirada, atónito, mientras el muchacho entraba de nuevo en la caverna y desaparecía de su vista. Todavía apoyado contra la roca, dejó escapar un suspiro de cansancio y dirigió la mirada hacia el cielo, el mismo cielo que Raon había estado contemplando segundos antes como si buscara desesperadamente encontrar algo en él.

Jarek intuía que no había dado con nada, y que por eso había decidido volver a entrar en la caverna, pero aún así no podía dejar de pensar que el momento había sido, cuanto menos, extraño. Y lo más curioso de todo era que, a pesar de sentirse halagado por las palabras de Raon, había algo que le provocaba una tristeza enorme.

<<Está aprendiendo>> pensó, para sí mismo, y aquel pensamiento pareció cobrar importancia <<. No sé todavía el qué, cómo ni por qué, pero... está aprendiendo. Aunque todavía tiene que ver como es realmente el mundo ahí fuera... para darse cuenta de que lo que piensa Rukj no va del todo desencaminado>>

En silencio, Jarek decidió que esperaría un rato antes de volver a entrar en la caverna, y cruzó los brazos detrás de su cabeza, antes de dejar escapar un bostezo. No le gustaba nada que le despertaran mientras dormía; luego tenía sueño durante todo el día y era incapaz de centrarse en nada. Otra razón más por la que tendría que guardarle rencor a Rukj.

El viento removió durante unos instantes su pelaje, antes de que un rayo de luz se abriera paso a través de las nubes y desterrara finalmente la tormenta del cielo.

La ventisca había terminado, y mientras los últimos copos de nieve acariciaban el hocico de Jarek como si trataran de despedirse de él para siempre, el lobo dedicó un pensamiento al muchacho que acababa de entrar a la cueva, y guardó aquel recuerdo en el interior de su mente como si se tratara del momento más preciado que hubiera visto jamás.

Porque ahora que miraba al cielo y descubría la luz era capaz de comprenderlo todo. Aquella había sido la primera vez.

La primera vez que Raon se había atrevido a soñar.

Y Jarek esperaba de corazón que no fuera la última.