El Secreto de Tora: El secreto de todos

Story by Mastertuki on SoFurry

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#29 of El Secreto de Tora

Hola. Este capítulo es el final de El secreto de Tora. Si no te has leído los anteriores, debes empezar por Asedio: Primera parte. Disfruta.


Solo dos guardias parecían suficientes para retener al tigre que tanto amaba Bryce. Eran dos dragones, los cuales estaban armados con escopetas, y dispuesto a apuntar a todo aquello que no fuera aliado suyo. Entre ellos, una puerta de metal retenía a Tora, a la espera de que alguien le viniera a salvar... O a acabar con su vida.

Los dragones estaban preparados para realizar lo segundo. Ya les habían pagado parte del trato, pero en cuanto acabara aquel show, les llegaría la otra mitad, y a la que tuvieran noticia de ello, volarle la tapa a Tora iba a ser cosa fácil. Y realmente tenían ganas por varias razones: Se aburrían, hacía frío en el sótano, y solo podían oír el silencio.

Una sombra a la derecha les alertó. Uno de ellos giró la cabeza para observar, pero no había absolutamente nada, por lo que permaneció en su punto de partida. De inmediato, fue a dirigirse a su compañero para intercambiar unas palabras, pero a su derecha no había nada más que una pared. Sin embargo, si deslizaba la mirada hacia abajo, podía ver a su compañero en el suelo sufriendo espasmos, mientras un montón de sangre salía de su cuello. Fue a hacer algo, pero él mismo notó que no podía respirar y se llevó una mano a la garganta, notándolo húmedo.

De inmediato, cayó al suelo, mientras Uros sonreía victorioso. El lobo estaba un poco maltrecho, y tenía un ojo cegado por una de las zarpas de los dragones, por no decir que bastantes heridas por todo el cuerpo. Sin embargo, había salido con vida y eso lo podía agradecer bastante a sus habilidades y a su entrenamiento.

Se acercó al primer cuerpo, y revisó todos los bolsillos hasta encontrar las llaves que necesitaba. Con la poca luz que había, y con un ojo menos, era difícil calcular la profundidad, por lo que esperaba no tener que pelear más, o no sabía si podría defender a Tora sin la suficiente precisión que le proporcionaban dos ojos. Y eso lo demostró, sin duda, el mero hecho de que tardó unos segundos en acertar en la cerradura y girar en la dirección correcta.

No era una sala en la que se encontraba Tora, sino más bien era la habitación de los trastos de la limpieza, aunque por ser ese museo, era enorme y todo. En el centro, y atado a un poste, se encontraba el tigre amordazado y atado de muñecas y talones. Se apresuró a acercarse al tigre y, inmediatamente, que quitó la venda de la boca.

-¡Joder! -exclamó el felino, pero susurrando. -Me veía muerto... ¿Uros?

-El mismo. -sonrió el lobo, yendo hacia atrás y empezando a cortar las cuerdas del raptado. -No sé cómo saldremos de aquí, pero espero que tu novio tenga un buen plan, y sobre todo, una forma de enfrentarse a Sarah, porque yo ando escaso de ideas y no creo que pueda enfrentarme a muchos más dragones.

-Espera... ¡¿Has dejado que Bryce vaya a por Sarah?! ¡Le has enviado a una muerte segura, maldita sea!

-Es solo una humana...

-¡No es una humana, idiota! ¡Es...

Bryce observó la enorme sala y procedió a ir avanzando tanto como su cuerpo dolorido y maltrecho le dejaba, mientras sentía su cabeza empezar a desvanecerse un poco. Con fuerza de voluntad, intentó mantenerse firme, mientras su mirada continuaba puesta y fija en la figura de Pelz. Recordaba el momento en que la vio, en aquella excursión, pero durante todo aquel tiempo creía que solo era una exposición de algo muerto y disecado. Ahora se daba cuenta que de nunca había sido así.

En un tubo criogénico, conectado a cientos de cables, se veía tras un cristal una figura realmente extraña y atrayente al mismo tiempo. Partiendo de una figura humana azulada, esta tenía el tórax alargado completamente, con un pelaje increíblemente largo en todos lados. Su cabeza era una mezcla de humanidad y el estado animal de un perro, y contenía dos orejas, una larga y otra corta. Sus brazos eran cortos, delgados, como a punto de romperse, y las extremidades deformadas. Como el tubo estaba inclinado hacia adelante, el cuerpo también lo estaba, y a Bryce le daba la sensación de que iba a caerse encima de él.

-Ahora todo tiene sentido... -escupió un poco de sangre, y temió porque le hubiesen reventado algo por dentro después de tantas patadas. -Muerta... Eso es lo que creían todos... Y nunca fue cierto, ¿Verdad? Por eso las fotos... Todas reveladas...

-Leon me golpeó la espalda en el partido de baloncesto de Tora porque no esperaba encontrarme... Y con eso hizo que empezaran a aflorar algunos recuerdos... Pero tú no le creíste hasta que me viste aquel día de verano... -tosió un poco, y se apoyó en la barandilla, mirándola. -Sí... Fue entonces cuando mis problemas se agravaron y empezaste a mover hilos... Y yo apuntando siempre a Leon... Pero él nunca me encajaba en ninguna pieza... Porque no me acordaba de ti.

La figura de Marionette se torció un poco, la cabeza girada hacia un lado, como si fuera un perro, y los ojos sin parpadear mirándolo. A esas alturas, ya veía imposible salvar a la chica, y eso no hacía otra cosa que agravar sus problemas.

-Y te diste cuenta de que Lizar buscaba demasiada información y le asustaste... Pero no contabas con que Stallion te traicionara... Por eso avisaste a Leon, para que le detuviera... Y... Fuiste tú... La de la cámara de vídeo grabada de seguridad... ¿Verdad? Je... Increíble... Todo tiene sentido...

"La culpa fue de ellos."

-¡Ellos no tuvieron la culpa de convertirte en lo que eres ahora! -Bryce no sabía de donde había sacado esa fuerza para gritar tan alto. -Han pasado quinientos años desde entonces, Sarah. No puedes ir arrastrando lo que- ¡Ah!

Bryce cayó al suelo al sentir un dolor terrible en la pierna en la que le habían disparado, y sintió que había vuelto a repetir lo mismo. Cuando miró, se dio cuenta que volvía a tener otra bala incrustada. ¿Como? Muy posiblemente Pelz tenía sistemas de seguridad armamentísticos rodando por ahí. Cuando se dio cuenta, notó que apenas podía oír del lado izquierdo... ¿Que le había pasado?

"Ellos me quitaron lo que quería. Yo lo quiero recuperar."

-Maldita sea... No es la forma de conseguir las cosas, Pelz... -Bryce empezó a arrastrarse usando uno de sus brazos, mientras gemía por el dolor que sentía en la pierna. -No puedes recuperar algo que tu misma has quitado... Tú lo hiciste...

"¿Cuando?"

-Mi familia... Tú me quitaste a mi familia, ¿Recuerdas? -le dijo, acercándose como podía, cada vez más mareado. -Mataste a mi padre... Me borraste de mi memoria a mi madre, a mi clan... Has matado al alfa... Pelz... Has matado a gente... Para recuperar a la tuya...

"Ellos me vendrán a buscar."

-¡¡Ellos no vendrán nunca Pelz!! ¡Están muertos! -el lobo la miró a los ojos, y añadió: -Han pasado quinientos años desde que te hicieron eso. Están muertos. Y sabes perfectamente que el único descendiente que te queda... Soy... yo...

El lobo híbrido uso su único brazo decente para volver a ponerse en pie, y se apoyó en la barandilla, recuperando todo el aire que podía por el esfuerzo efectuado, y deseó que no volvieran a disparar de nuevo, o no aguantaría minutos más.

"Tu... Me abandonaste..." en ese momento se dio cuenta que esa voz metalizada no salía de Pelz, si no de Marionette, y eso le repugnó aún más. "Tu hiciste como mi familia. Me abandonaste..."

-No te abandoné, Pelz... Estuve contigo siempre... Simplemente... Me alejaron de ti. -le empezó a contar, mirando a la criatura. -Yo soy tu familia, Pelz, la única que te queda porque mataste a la otra persona que también lo era... ¿Recuerdas? -al ver que Sarah no respondía, añadió: -Ambos sabemos porque...

"Tu... Leon me lo dijo."

-Por supuesto que te lo dijo... Igual que me lo reveló a mí. -murmuró. -Pero ahora ya, ¿De que sirve eso? Leon está muerto, Pelz... Yo lo he matado... Y tú has matado a mi padre... ¿Que nos queda? Solo... Nosotros dos...

Notó como Marionette temblaba y se abrazaba a sí misma, y empezaba a llorar, posiblemente por la noticia trágica de Leon. Sin el león, Pelz ya no podía volver a ser humana, ya no podía continuar con la recuperación, y en posteriori, recuperar la vida que nunca tuvo. Eran quinientos años de estar atrapada, pero continuaba en parte con una mentalidad de una niña de siete años. Nadie la educó, solo había visto la destrucción.

-¿Que buscas, Pelz?

La criatura no respondió, y Bryce sintió como fallaban definitivamente las fuerzas y caía al suelo boca arriba, mientras su respiración se agitaba. Había perdido demasiada sangre, ya no había vuelta atrás. Si esperaba enfrentarse a Sarah y matarla, ahora ya era demasiado tarde. No podía moverse, los músculos ya no respondían.

-¿Tu vida? Yo te la puedo dar.... Nunca has podido controlarme, porque... Era sangre de tu sangre... El mismo polo... -deslizó una mano hasta Marionette, notando su vista borrosa. -Me quedan minutos de vida... Yo te doy la mía... Tu... Tu....

La niña controlada por Pelz empezó a arrodillarse hasta llegar a Bryce, y alargó la mano hacia él, mientras que el lobo pedía perdón por todo. Un final trágico, pero él era el único que no moriría por el control de Sarah, si no que podría curarla, darle el tiempo que siempre buscó... Bryce alargó la mano un poco más, con la respiración entrecortada, tosiendo. No podía hacer mucho más, pero... Tal vez... Sarah...

En el instante en que se tocaron, la maquinaria que mantenía con vida a Pelz se sobrecargó y empezó a soltar chispas por todos lados. Los cables se iluminaron hasta el techo, y estallaron. Pelz no conseguía, sin embargo, conectarse mentalmente a Bryce, y continuó forzando la maquinaria, decidiendo tirar de todo lo que el museo tuviera. Fue entonces cuando cientos de sistemas de seguridad en todos los sitios empezaron a estallar por la fuerza de la petición de Sarah.

Los de los túneles inferiores eran aun peor. La caldera explotó con semejante violencia que dos tabiques maestros se rajaron y empezaron a desmoronarse, anunciando la destrucción completa de la parte central del museo. Al notar los temblores y las paredes caerse, Tora y Uros aprovecharon para salir corriendo de ahí, mientras las piedras iban derrumbando y taponando el camino. El lobo no podía coger el mismo camino de antes, por lo que tenía que buscar un atajo.

-¡Habrá que escapar por la parte de delante! -exclamó el lobo. -¡Sígueme!

Explosiones enormes se estaban generando en el centro del museo, mientras los dragones salían volando en todas direcciones y huyendo del percal. No sabía que había ocurrido, pero aunque estaba a una distancia relativamente a salvo, lo que estaba viendo no era algo que esperaba que ocurriera.

Dentro, Uros y Tora acabaron huyendo por la puerta principal, aunque un temblor enorme les hizo frenarse, viendo como una enorme raja se formaba en el suelo y se desplazaba hasta las escaleras, partiéndolas por la mitad. El tigre dio un salto aprovechando su agilidad felina, y echó a correr siguiendo su olfato sobre el rastro de Bryce. Podía imaginarse dónde estaba, pero los continuos temblores y derrumbes le dificultaban el paso.

Tora esquivó unas piedras, y se plantó delante de la puerta.

Le dio al botón de apertura.

Las puertas metálicas se abrieron.

El tigre observó el caos que se estaba organizando allá dentro. Los pilares habían colapsado, y los pasillos se había partido por la mitad y se estaban desmoronando, con decenas de cables cortados y cayendo por los lados. Al fondo, podía ver dos figuras: Una de ellas era una chica agachada y cogiendo de la mano a su pareja, que yacía con los ojos cerrados en un mar de sangre.

-Dios santo... ¡Bryce!

Tora intentó avanzar, pero el cacho inicial del pasillo se derrumbó, impidiendo que avanzara. Mirando alrededor, saltó hacia un borde de la pared, y empezó a desplazarse por él, con la espalda enganchada, para intentar llegar al otro pasillo. Las explosiones continuaban produciéndose a su alrededor, pero Tora insistía en seguir avanzando.

-¡Sarah!

Marionette giró la cabeza hacia su izquierda. Tora estaba en el pasillo, alargando la mano, y con lágrimas en los ojos. Gritaba el nombre de Bryce, y reclamaba su regreso. La niña, que era controlada por Pelz, se lo quedó mirando unos segundos, como esperando algo más.

-Sarah... -le suplicó Tora. -Por favor... Tienes que devolvérmelo... Sarah... Necesito que esté conmigo otra vez... Por favor... Le amo...

La niña permaneció quieta unos segundos más. Por alguna razón, sin embargo, soltó a Bryce de golpe, cortando la comunicación. Cogió de los hombros a Bryce y, con una fuerza sobrehumana, se lo lanzó a Tora, que lo cogió en brazos. Justo en ese instante, el pasillo empezó a ceder y el tigre echó a correr en dirección contraria, sin mirar atrás, donde Marionette, con la conciencia de Sarah, veía como Bryce volvía a alejarse de ella.

Pero ahora ya no lo necesitaba.

Los tres pasillos cedieron, y finalmente, la infraestructura se fue al garete, haciendo que Sarah y Marionette cayeran al vacío con algunas rocas que les acompañaban por el camino. Tora siguió corriendo y pasó por la puerta, mientras detrás de él el centro del museo se iba abajo por completo y se llevaba con él algunos cachos de pared más. Tora siguió avanzando hasta alcanzar a Uros, y juntos corrieron hasta dejar atrás el museo, parándose en la calle mientras veían como una enorme humareda se alzaba por el cielo.

En cuanto los temblores pararon, los dos fueron conscientes de que estaban a salvo, y relajaron los músculos, aunque Tora se apresuró a coger el cuerpo de Bryce y mirar si le quedaba pulso. Sí, lo tenía, pero era muy débil.

-Dios santo, Bryce... Vive, por favor... Aguanta... -le pidió el tigre, llorando. -No te vayas ahora... Tan lejos que has llegado...

Tan lejos...

Dos semanas más tarde.

Tora depositó un nuevo ramo de flores al lado de la camilla de Bryce, y se sentó como cada tarde a su lado, con una revista nueva para leer. El lobo, monitorizado, no presentaba síntomas de despertarse pronto. Permanecía en coma, con múltiples contusiones en el cráneo, dos heridas en la pierna, y por suerte, con la sangre ya recuperada. Senko se había vuelto a prestar voluntario, pero esta vez por cuenta propia, no por influencia de Rikai.

El resto de los chicos le pedían novedades, pero él no es que pudiera ofrecer en demasía. Al contrario, sólo podía decirle cómo mejoraron sus heridas y poco más. Y mientras tanto, las noticias continuaban soltando a cuentagotas lo que había ocurrido dos semanas atrás, sin nada sobre Sarah, ni Leon, más allá que el cuerpo del primer antro había quedado mutilado e irreconocible, e iba a ser retirado.

El mundo parecía seguir igual que siempre, pero él se encontraba demasiado solo.

-Ufff...

El tigre giró la cabeza en cuanto escuchó a Bryce toser, y observó que el lobo realizaba algunos gestos con el morro a modo de esfuerzo. Luego, empezó a abrir sus azules ojos, y los entornaba hacia el techo, mientras abría el morro para decir algo.

-Reconozco... Este techo...

Tenía la voz ronca, por la falta de agua en su garganta durante dos semanas, pero eso no preocupó a Tora. Inmediatamente se lanzó a acariciarle el rostro mientras lágrimas salían de sus ojos, sonriendo.

-Bryce... Estás vivo... -le dijo.

-Je... Irónico... Siempre salgo... Airoso... -jadeó, cogiendo aire. -Puaj... Agua...

-No, agua no te puedo dar. -le contó. -Llevas dos semanas con suero... -viendo que el lobo empezaba a hacer signos de esfuerzo, intentó frenar, pero solo consiguió ayudarlo. -Bryce, no puedes levantarte aún...

-A la mierda... Esto ya no puede ser peor... -hizo el lobo, incorporándose. Quería sentarse, despejarse, ver la luz del día, saber que todo aquello que estaba viendo era real. A pesar del dolor que estaba sufriendo en la pierna, la situación ya no podía empeorar, como él decía. En cuanto consiguió colocar su trasero sentado, y la cola hacia un lado, alzó las orejas para escuchar a la gente ir y venir. -¿Cuanto tiempo llevo inconsciente?

-Dos semanas. -murmuró. Bryce miró hacia la ventana, donde una puesta de sol iluminaba su rostro. -Llevo viniendo aquí cada día.

-Mrf... Supongo que, con todo lo que ha ocurrido, la policía debe de estar preparando un buenísimo interrogatorio, ¿Verdad? -le preguntó.

-No lo dudes. -Tora dejó la revista a un lado, y le abrazó con un brazo. -Pero eso no es lo que me preocupa ahora, si no el mero hecho de que, por fin, estaremos juntos, tranquilos... Aunque con un papeleo de narices y a ver como esquivas a la policía, claro.

Ambos se echaron a reír, a pesar de saber que Nekket les iba a meter en un buen palo por abandonar la ciudad simulando una muerte. Hacía tiempo, sin embargo, que el híbrido no soltaba unas cuantas risas. Se sentía liberado, tranquilo, y por fin, seguro de que podría andar por la calle y que nadie intentaría hacerle daño. No podía creer que había alcanzado ese estado de karma.

-Bryce... ¿Que ocurrió con Sarah? -le preguntó finalmente Tora, arqueando una ceja. Bryce cerró los ojos, y soltó un suspiro. No recordaba mucho más que las últimas escenas de una vida que se le había hecho eterna. A medida que iban pasando los segundos, su memoria iba recuperando retazos de una doble vida que difícilmente iba a poder asimilar con total naturalidad

-Sarah había estado quinientos años conectada a esa máquina... Nadie se le ocurrió nunca apagarla, supongo que creyeron que eso ayudaba a preservarla. -empezó a contar. -Cogió a Leon porque había perdido también a sus padres y era fácil de manipular, y le obligó a buscar a un descendiente lejano que tuviera un parentesco con el suyo para asegurar un mayor éxito en el experimento.

-Que era...

-... Volverse humana y tener una familia. -finalizó Bryce. -A mí nunca me controló porque aunque no me parecía a ella, usaron parte de su genética para completar la mía humana. Se suponía que querían coger lo conseguido, aplicarlo a Sarah...

Se aferró a las sábanas con fuerza mientras acababa de recordar todo lo ocurrido con Sarah, a la vez que mantenía la vista en el tigre. Por un lado, Tora se le hacía realmente cercano, y era como si sólo hubiesen pasado días desde que se había separado. Pero por el otro, tenía la sensación de haber tenido una vida mucho más longeva de lo que creía poder asimilar su cerebro.

-Está muerta... -le confirmó el tigre, negando con la cabeza. -La parte central del museo se vino abajo, y el techo se desplomó encima. Unos segundos antes me pasó tu cuerpo... Pero no lo entiendo... Te encuentra, me da tu cuerpo, y fallece. Es como si solo hubiera querido verte... Como si solo hubieras querido perdonarle... ¿Lo hiciste, acaso?

-¿Gano algo no haciéndolo? -le preguntó, arqueando una ceja. -Al que nunca podré... Leon...

-Estaba vivo, el maldito hijo de puta. -confirmó el tigre, encogiéndose de hombros. -Lleva ya una semana metido en un psiquiátrico. Han tenido que reconstruir parte de su cabeza con una placa de metal, pero ahora está encerrado. Dicen que su estado mental es tal que posiblemente no podrán sacarlo nunca de allí.

-En el vehículo... El alfa...

-El alfa está muerto... Lo siento... No hubo forma de rescatarlo.

El lobo no hizo comentario al respecto. De alguna forma, ya se esperaba esa respuesta, pero había esperado un milagro de alguna forma que no se había podido completar. Rabia, eso era lo que sentía, que Leon estuviera vivo y el alfa no; que su enemigo estuviera ileso, y Marionette estuviera muerta... Marionette... Laura...

-¿Como supisteis que Sarah era Pelz todo este tiempo?

-Lizar... Lizar se dio cuenta que había confundido la escritura. -le dijo. -Su madre se llamaba Sareh, y su hija, Sarah. Cuando me lo contó, entendí cómo había podido estar viva durante tantos años. Sarah no supo nunca nada de mí hasta que me encontró la primera vez, en la excursión... Como humano.

-Y ahí nos reconoció... Bryce, voy a ir a avisar a los médicos que estás despierto, y posiblemente, empezarán a hacerte pruebas. -le dijo. -Te esperan más pruebas para poder vivir tranquilo...

-Créeme... No puede ser más duro que esto...

Tora le besó durante un buen rato, mezclando ambas lenguas y saliva, y Bryce sintió como se le aceleraba el pulso. Con el brazo bueno, le abrazó por el cuello para tenerlo junto con él, y aprovechó para acariciar el fuerte pecho. Dios, por fin juntos, sin pesadillas y tranquilo...

-Te quiero...

El tigre le dejó estar y salió de la habitación, cerrando la puerta tras él. Fuera, fue a buscar al médico que le habían dicho que llamara, y picó a la puerta de su despacho para entrar e informarle. El médico que le había tocado se trataba de un perro de pelaje gris por fuera y blanco por dentro, y poseía una serie de... ¿Plumas? por su espalda. Con un pirsin enorme en la oreja izquierda, a Tora no le inspiraba mucha confianza... Pero bueno, era el que les había tocado.

-¿Doctor Nero? -le preguntó, mirándole. -Bryce ha despertado.

-Oh... Vale, voy para allá. -le dijo, incorporándose. -¿Parecía estable?

-Creo que sí...

-Bien... Avisaré a la enfermera. Le tendremos en observación dos semanas, y necesitaré que vengas cada tarde durante una hora, tu y tus compañeros. -le dijo, pasando por su lado. -Ese chaval no debe de estar ya muy bien de su cabeza, y quiero ver las reacciones mentales que tendrá antes de sacarlo de aquí.

Tora asintió con la cabeza, y soltó un suspiro. Habían acabado con Sarah, con Leon... Ahora les tocaba el papeleo, Nekket... Una situación demasiado complicada para ellos, quizás. O quizás no.

El silencio personal era todo lo que estaba obteniendo Bryce en aquel instante, y su cabeza apoyada en la pared mientras oía de fondo máquinas, gente gritando, lloros. La sala vacía, las paredes blancas, un televisor negro apagado, una cristalera que dejaba entrar la luz del sol, atapada por una cortina de color crema claro. El miedo de desmayarse y que su corazón se detuviera, un dolor de cabeza enorme... Sesenta y seis años.

Sesenta y seis años eran los que habían vivido en la cabeza de Sarah. Ese había sido el pacto para que cogiera maleta y se fuera de ese mundo, el pacto por el cual el lobo se debía de sacrificar a cambio de liberar a Pelz de su penuria. Poco a poco, empezaba a recordar lo ocurrido: Había vivido el nacimiento de Sarah, y al mismo tiempo, su muerte. Había soñado (¿O era real? sesenta y seis años, con todos sus días, con todos sus amaneceres, anocheceres, y actividades varias junto con Pelz. Recreado un mundo a su medida, a su lado, a modo de regalo, por compasión.

La había visto nacer, crecer, estudiar, volverse adolescente e insoportable. Su primera borrachera que había acabado en un coma etílico de dos días y que casi le costaba la vida, su primera navidad con juguetes extrañadamente enormes, su boda con un muchacho de pelo rubio tirando a castaño y nariz halagüeña, el nacimiento de su hija, su... Las memorias se le mezclaban, le costaba encontrar una correlación entre todo aquello, pero su cuerpo le transmitía la sensación de haber vivido sesenta y seis años alejado de Tora, y por otro lado, haber estado unos segundos dormido. Y había sobrevivido, mientras que Sarah se había llevado con ella, tal vez, el deseo de volver a ser humana, de seguir su vida.

Y había algo más. Una imagen, un chico continuamente

Estaba muerta, pero para él, iba a seguir muy viva dentro de él.

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-¡Y aquí llega el alma de la fiesta!

-¡Oda! -Las orejas del híbrido se alzaron como nunca habían hecho desde que el día anterior Tora le hubiera dejado al cargo de los médicos y de las rutinarias pruebas exhaustivas que habían tenido que hacer para comprobar que todo su cuerpo funcionaba correctamente tras el enorme incidente. De no haber sido porque las palabras de medio personal resonaron en su cabeza, habría saltado inmediatamente e incluso habría exigido una completa huida a escondidas de aquel infierno personal. Desgraciadamente, aún no estaba listo.

-¡Y no vengo sólo, suicida psicópata! -la orca dio paso a otros conocidos. Un grifo nervioso se lanzó de inmediato a por él para achuchar al lobo, lo que provocó el gruñido de fondo de un tigre que apareció más tarde. Bryce sonreía, sin embargo, pese a las quejas de su pareja, de poder verles a todos. Horas antes, creía no poder contarlo; ahora, seguía ahí, a la luz del atardecer, en una camilla, y rodeado de sus amigos... ¿Amigos? ¡Aún quedaban más! No tardaron en llegar también Baka, que presentaba un inmejorable aspecto, y finalmente, Lizar, sujetando unos globos.

-Me aburren las flores. -con cuidado, depositó los globos en el borde de la cama, atándolos con un lazo. -Así que dije: "Bueno, unos globos no irán nada mal"

-Podría escapar con ellos. Mira, ahí tengo un lindo ventanal. Salto y a volar.

Lo que se suponía que era una broma, caló como una roca en el alma de todos los presentes. Un silencio momentáneo, pero férreo y frío, ocupó la sala por unos instantes, mientras los jugadores del equipo intentaban asimilar la frase del lobo. No es que realmente fuera a hacerlo, o al menos, era lo que Bryce creía dar por supuesto que los demás sabían; desgraciadamente, su 'leyenda' parecía haber llegado demasiado lejos. A medida que los iba mirando, comprendía que, tal vez, le estaban tomando muy en serio.

-... Es una broma, chicos-. Y esa fue la frase que detonó el enorme suspiro que sonó por la habitación. -Oh, vamos, en serio. No voy a saltar en cada precipicio que me encuentre.

-Permíteme que lo dude. -Lizar enseñó inmediatamente sus dedos, e inclinó levemente la cabeza en una señal de humildad. -No eres un lagarto. No te puedes agarrar a paredes. Y sin embargo, has estado en el borde de un edificio escapando de un incendio, has saltado de un helicóptero, han tenido que rescatarte de... De... Bueno... Eso. Lo que fuera.

Con la espalda apoyada en la almohada trasera, el lobo se tocó levemente la coleta de la melena, a la vez que su mente recordaba todo lo que oía. No habían más saltos, pero si habían habido muchísimas más aventuras. El secuestro, la transformación... La misteriosa llamada de teléfono... Sus ojos azules se depositaron en todos y cada uno de los presentes, mientras meditaba. ¿Saltar? Y tanto. Y saltaría cientos de veces, con ellos al lado. Nunca habría recorrido todo aquel camino sólo de no haberlos tenido cerca.

Odayaka, la orca. El supuesto substituto de un lobo que había desaparecido años atrás; un completo loco, despreocupado, alegre, acomplejado por ser el nuevo en un grupo que había permanecido durante mucho tiempo unido. Era un jugador excepcional, sin lugar a dudas, pero hasta su llegada la mayoría lo habían tratado como el quinto en discordia. Y el que le había servido de confesor la mayoría de veces. No sólo a él; incluso a Tora.

Baka, el oso. El bobo, el inocente, el que más les había traído de cabeza, sobretodo a Shinke; y seguía sin tener claro si eran hermanastros o primos, pero nada justificaba la enorme enfermedad mental que acarrea encima, y sin embargo, había sido la chispa que le había hecho falta para descubrir quien era.

Y eso le llevaba a Shinke, el grifo. El eterno amigo. El primero. El único. El mejor. Daba igual que estuviera nervioso, histérico, o al borde de un ataque de nervios. ¿Quien les había ofrecido apoyo cuando llegaron? ¿Quien le echó una mano a formar el equipo? ¿Quien les enseñó? De hecho, más bien, nunca había tenido un jefe en aquel equipo. Tal vez, en el fondo, todos sabían que era Shinke; en cambio, el grifo no parecía ser consciente de ello.

Lizar... Otra pieza de un puzle que se había ido engranando poco a poco. O más bien, podía decir, que era la esquina completa que había ayudado a ir juntando el resto de piezas. La información que le había dado, los escritos transferidos... Obviando el detalle de la traducción, de no haber sido por él, no habrían sabido nunca quien estaba detrás de Leon. Posiblemente, a la larga...

Había alguien que no estaba allí por eso. Damaru. El dragón traidor, y luego salvador, que les había dado esos segundos de vida para poder salvarse. Bryce se aferró a las sábanas para evitar llorar; de no haber sido por Damaru, ni por Laura, ninguna de esas aventuras habría ocurrido. ¿Las cosas serían distintas? Oh, y tanto que sí. Habrían sido muy distintas... Y sin embargo, le debía un gran favor. No dejarse controlar por Pelz les había otorgado horas de vida indispensables para seguir adelante. El descalabro que había llevado a Leon a la perdición.

Otra persona con la que tampoco contaba allí era Laura. En su momento, había allanado su terreno y le había dado pistas con las que poder pelear contra Leon. No sabía que iba a ser de sus crías, pero quería encontrar un hogar para todos ellos. Y eso le llevaba a Anne. Tal vez la coneja no había hecho otra cosa que molestar, pero incentivar el movimiento de ir a buscar a su padre había sido de agradecer y le había motivado lo suficiente para avanzar.

Y Tora.

-Por cierto, ¿Cuando crees salir de aquí? -le soltó el grifo de golpe, dándole un codazo. -Lo digo porque nos has paralizado el proceso justo después de habernos rencontrado con los fans. Están que graznan como yo, prácticamente.

La alarma se encendió en la cabeza en cuanto quiso buscar la respuesta y volvió la vista inmediatamente al tigre, que no tardó en entender lo que buscaba y negó con la cabeza. ¿No les había contado nada? Bryce cogió aire, sin saber si levantarse saltando a la torera los consejos del médico y escañarlo, o tirarlo por la ventana.

-... Chicos... Hay... hay algo que debo contaros también. -la voz del lobo fue bajando lentamente, y a la vez, su mirada, que se fue directa a la sábana blanca que le cubría. Oda se echó unas risas, mientras se sentaba en el sillón de al lado, algo que Bryce creyó que hacía bien. Casi que lo iba a necesitar, como todos los que estaban allí.

-¡¿La fecha de la boda?! -soltó la orca de golpe. -¡Joder, que rápido vais! ¡Pues tienes a unos cuantos policías allí esperando a tirarte de la lengua!

Guau, de menudas cosas se enteraba. Soltó una mirada asesina a Tora, y se anotó mentalmente hablar con él seriamente del asunto de no contarle ciertos aspectos que ocurrían a su alrededor. Su corazón ya no estaba para más sorpresas.

-... No... Es... Mirad, chicos, esto me va a doler más a mí que a vosotros, pero no voy a poder volver a jugar, ¿Vale? Ale, bomba soltada.

Tal vez había sido demasiado brusco, pero no había encontrado mejores palabras para soltarlo, y en el fondo, no quería hacerles demasiadas ilusiones. Asimilarlo había sido una tortura que se le había hecho mucho más leve de lo que esperaba, posiblemente porque en el fondo no creía salir con vida de aquel incidente, y era el precio de permanecer con vida y en el futuro, de poder seguir como si nada hubiera ocurrido... Sólo en cierta forma. Los otros se habían quedado mudos de la frase que había soltado Bryce, y poco a poco, fueron mirando a Tora, creyendo encontrar alguna indicación que les recordara que volvía a ser otra broma de un lobo que, desgraciadamente, estaba demasiado en lo cierto.

-... Pero... Tú... -la voz del grifo se perdió en la blanquinez y el silencio de la habitación, incapaz de encontrar las palabras mientras su cerebro poco a poco iba haciendo a la idea de que, jamás en la vida, volvería a ver a Bryce correr.

-Sufrí... Varios impactos. -las zarpas del lobo se aferraron con fuerza a la sábana, en un esfuerzo por no llorar al recordar el instante en que el médico les había contado a Tora y a él la cruda verdad. -Voy a tener unos cuantos chichones, pero tengo una fractura en un disco intervertebral en la espalda leve. No es nada, puedo seguir haciendo vida; tal vez cuando me haga mayor lo note... Pero si la fuerzo, la rotura será irreparable. Podría... Podría quedarme inválido.

-... Y sordo, ¿No? -Bryce giró la cabeza a Baka, con la mirada puesta en él, extrañado de que lo hubiera sabido. ¿De todos los presentes Baka se había dado cuenta de eso? -No nos mientas. Llevo un buen rato diciendo cosas en tu lado derecho y no me has oído...

Era incapaz de mantener la vista más de cinco minutos en el enorme panorama que acababa de generar a su alrededor. La felicidad que se suponía que tenía que traerles se iba desvaneciendo por momentos, substituida por una enorme decepción, tragedia, tal vez incluso depresión, que poco a poco iba invadiendo la mente de todos y cada uno de ellos. Tora agachó la cabeza y escondió las zarpas en los bolsillos, sin saber como tratar el tema en aquellos instantes.

-... Yo... Bueno. Esperaba decirlo en otro momento. -sonaba a excusa, pero quería suavizar la situación. -Pero... Bueno... ¡Ei, chicos, sigo vivo! ¡Por favor! Tal vez nunca pueda a jugar a baloncesto, ¡Pero eso no quiere decir que no os tenga que ver jamás en la vida! Yo... No me jodáis. ¿Os estáis poniendo así porque no vamos a volver a jugar juntos? ¡Os deberíais alegrar de que no me cayera un andamio encima!

-¡Fue tu proyecto, te recuerdo! -la voz de Shinke se alzó por encima de lo normal, y fue necesaria la intervención de Odayaka para recordarle que estaban en un hospital y podían echarles si se les iba el asunto de las manos. -¡Volver a ser como antes! ¡Estar juntos! ¡Es...! ¡Me da igual el equipo o no! ¡Lo importante...! ... Lo importante es que nos has salvado a todos... Pero nadie te lo agradecerá... Y este es el precio que no te mereces por semejante lucha. Has salido perdiendo, Bryce...

-Tal vez... Pero estáis aquí. Conmigo, y eso me hace entender que aún existe algo de humanidad en vosotros. -estaba al borde de las lágrimas, pero se esforzó en contenerlas. -No sois monstruos. Nunca lo hemos sido, Shinke, ni ratas de laboratorio, ni nada. Existe una cosa llamada evolución. Nacemos, crecemos, nos relacionamos, nos reproducimos, dejamos nuestra huella en la historia y en muchos otros, y morimos... Estamos aquí, juntos. Y aunque deje de andar, y deje de poder escuchar la música en estéreo, estamos juntos... ¡No podéis echar ahora, otra vez, el equipo en el suelo!

"Tenéis que seguir adelante. ¿Sin mí? Quizá sí. Pero estaré allí, en el público, detrás de vosotros, animándoos. Seré vuestro fan número uno. ¿Y sabes qué? Yo seré el único que realmente os conocerá, que ha estado siguiéndoos a cada paso, que conoce cada una de vuestras historias, y que habéis hecho que sean mías. He peleado, he luchado, y he sufrido mucho, Shinke, muchísimo, para que todos y cada uno de vosotros lo deis todo ahí fuera, en el día a día. No quiero ver más humanos oprimidos por una represión sin sentido; y que estéis pensando que sois crías de laboratorio. Vais a pelear, y os vais a dejar la piel en la calle, en los estudios, y en el deporte. Y si no lo hacéis a las buenas, os juro que iré detrás de cada uno de vosotros y os amargaré hasta que participéis, ¿Queda claro?"

Y pensar que tenía él que volver a hacer un esfuerzo para verles avanzar cuando era él el que tenía que evitar aparentar estar destrozado y dejarles hechos mistos. Les echó un vistazo, pero no vio el más mínimo interés en ninguna de sus palabras, así que se cruzó de brazos y permaneció callado. Genial, todo lo que había hecho, y no había servido para nada.

-... He estado toda esta noche pensando en que hacer. -más calmado, decidió explicarles el plan. -Va a ser largo, y voy a tardar un tiempo, pero dado que no voy a poder participar en la pista, tal vez pueda hacerlo... En otro tipo de terreno de juego.

-¿A que te refieres? -le preguntó Odayaka.

-Había pensado en redirigir mis estudios hacia otro tipo de campo más... Entendible. -agitó levemente las manos haciendo la forma de una esfera, y añadió: -He pensado que podría ser entrenador del equipo. Es un tiempo largo, estamos hablando de unos dos años de espera, pero hasta entonces, podría encargarme de encontrar soporte publicitario y monetario. No es mucho... Pero Laura hace tiempo que ya no está, y tal vez podría ocupar su puesto.

Shinke permaneció unos segundos callado, algo inesperado en él, y después de un rato pensativo, añadió, encogiéndose de alas:

-¿Y quien ocupará tu puesto vacante?

-Un... Compañero. -Bryce esbozó una leve sonrisa en su morro. -Quiero decir, no es muy bueno, pero es genial. Se llama Marc, es un crac, tiene futuro... Es un lobo. -se echó un par de risas ante las evidencias, y añadió: -Pero es un diamante en bruto, Shinke. Tú me enseñaste a jugar, ¿Recuerdas? Él... Necesita el mismo empujón.

-... ¿Y sin Stallion, que haremos sin dinero?

-No lo sé... No he pensado en ello... ¡Pero no podemos darlo por perdido! -tozudo en hacerles despertar, alzó la mano, y dijo: -¡Eh! ¡He saltado tres veces y he sobrevivido! ¡Esto es nada comparado con haber salido airoso de todas estas aventuras! Sólo tenemos que jugárnosla. Tenemos una carta, una única carta... Va, chicos. Intentémoslo. Dadme una maldita y jodida razón para levantarme mañana de esta camilla... Porque yo estoy muy, muy cansado.

Ahora sí, se estaba quedando sin fuerzas. Bryce cerró los ojos, y apoyando la cabeza en la pared, dejó que su mente divagara un poco, en un esfuerzo de mantenerse despierto y relajado a la vez. Demasiado tiempo corriendo, demasiado tiempo pensando estratagemas y formas de escapar de Leon y de vencerle... Empezaba a estar muy cansado. Notó una mano húmeda, con un tacto como de plástico, y reconoció inmediatamente de quien se trataba.

-Mi padre. -le explicó Odayaka. -Mi padre nos dará el dinero. Nos dará una sola oportunidad, y si dices que tardarás dos años, dos años serán. -poniéndose serio, se incorporó, soltándolo. -Pero nos la vamos a jugar a esa carta, Bryce. Vamos a esperarte, y espero que regreses como un auténtico entrenador que esté ahí dándolo todo por nosotros. ¿Queda claro?

Abrió los ojos de nuevo, y vio en Odayaka una leve luz en el fondo de sus pupilas. ¡Eso era lo que buscaba! La esperanza, la humanidad... Bryce le agarró de la mano de nuevo, en un ataque instintivo de no querer dejar que esa luz se fuera, y sonrió. No se estaba dando cuenta que había empezado a dejar que las lágrimas afloraran en los ojos.

-Más vale que le metas unos buenos polvos a cierto tigre... -dijo, sonriendo. -Porque va a necesitar muchos mimos mientras esté fuera.

Odayaka no pudo hacer otra cosa que mostrar una sonrisa a quien antes estaba substituyendo en el equipo.

-Trato hecho, suicida psicópata nuestro.

Y es que, en el fondo, para todos, siempre había sido el pequeño lobo a quien debían cuidar.

A medida que fueron pasando los días, Bryce fue atendiendo a clases de recuperación. En ocasiones, sus compañeros aparecían, le aplaudían por los avances, y le explicaban como ellos por su parte seguían con el proyecto del equipo. Marc era duro de mollera, le contaban, pero tenía unos reflejos de aúpa, y explicaban que por primera vez desde que se conocieron él y Bryce, Shinke estaba mostrando absoluta serenidad y profesionalidad. El lobo azul no podía evitar sonreír al recordar los días que le enseñaba, al mismo tiempo que le entraba una sensación de paternidad muy rara.

Una sensación que se le cruzaba con su madre.

Cada día, Bryce le pedía a Tora que buscara a su madre. Con ella había tenido un encuentro muy raro; en un momento de máximo dolor y desesperación, había aparecido de la nada con un plan arriesgado pero efectivo si lo daba todo de él. Tras el momento en que dejó oriente en el helicóptero, no la había vuelto a ver. Esperaba con los días que hiciera acto de presencia, pero seguía ausente, distante. Y Tora volvía, cada tarde, informando de la mala nueva. Nadie la encontraba, y el lobo sentía que había vuelto a perder a su familia de nuevo.

Anne fue la persona que más se disculpó ante Bryce. Después de todas las explicaciones dadas por sus compañeros, la coneja decidió pedir perdón por todas las acusaciones dadas. El lobo decidió no darle importancia, y dejar que se fuera con el amor de su vida: Uros. Los dos estaban esperando un hijo... El hermanastro, por eso, parecía haberlo asumido mucho mejor de lo que se esperaba. Buscaba la felicidad de su hermanastra. Y si así era como la podía encontrar, mejor que mejor.

Las alegrías finalizaron cuando llegó Nekket, de golpe.

El detective apareció en algún momento del tiempo, con su preparado interrogatorio. El Snchauzer parecía cabreado por el simple hecho de no poder fumar dentro de la habitación del paciente, y no dudó ni un momento en coger y echar a Tora para quedarse a solas con Bryce. El tigre gruñó, pero el lobo le dio el apoyo emocional suficiente para hacerle entender que podía enfrentarse a eso y mucho más. En cuanto estuvieron ellos dos solos, el lobo se cruzó de brazos. Hora de volver a darle a la cabeza.

-Bueno... Es increíble toda la trayectoria que llevas, chaval. -el perro cogió el sillón y lo acercó para ponerse bien cerca de Bryce, que podía oler el mal aliento del otro. El detective se apresuró a abrir una carpeta en la que habían cientos de papeles, y fotografías, y empezó a resumir: -Te largas de tu clan de salvajes, te drogan, te manipulan genéticamente, te vuelves a escapar, pierdes la memoria, te haces pasar por un mayordomo de pacotilla, vuelven a cogerte, te...

-Mire, detective. -el lobo le cortó de forma tajante la historia, y le puso cara de malos humos. -Me duele la cabeza, y estoy muy cansado de todo esto. Yo mejor que nadie me sé esa historia, y sé que ahí hay muchas lagunas que quiere completar. ¿Eso es lo que busca? Se lo daré. Le daré todos los detalles que necesita. Pero tiene que prometerme que cuando acabe, cogerá esa puerta, se largará, y no volveremos a hablar de ese tema.

Nekket le miró unos segundos, e inmediatamente, el sabueso se echó a reír en un estilo que poco o nada le llegó a gustar al lobo azul, que enfaturró más la nápia al sentir el apestoso aliento del otro.

-Je, chico, tienes agallas... Pero la autoridad soy yo. Puedo meterte en la cárcel si quiero, y joderte de por vida, así que a mí no me trates como si fuera uno de tus amigos... Porque te puedo meter entre rejas.

-¿Y quedarse sin historia? Me parece increíble su lógica.

Ante aquella provocación, el perro se alzó y aproximó su morro al del lobo, gruñendo. Bryce no se sintió intimidado, por lo que no le sirvió de nada. Mantuvo la mirada bien al frente, y de hecho, hasta la entrecerró un poco, aceptando el reto.

-Lo que usted busca está en mi cabeza. -las palabras salieron de su morro poco a poco, y añadió: -Puede meterme en la cárcel, y puede torturarme si quiere... Pero no me sacará nada por las malas. Yo tengo el control aquí... ¿Quiere esa información, o no?

Nekket dejó de gruñir en el acto. Tenía razón; la información la tenía el lobo azul, y por el momento, no le interesaba meterlo en la cárcel. Defraudado y molesto por la encerrona en que acababa de meterlo Bryce, volvió a sentarse en el sillón y preparó un papel blanco y un lápiz, dispuesto a empezar a escribir.

-Damaru. ¿Que se hizo de él? -empezó a decir.

-Se suicidó.

-¿Porqué?

-Pelz. -la respuesta de Bryce fue contundente. -Pelz le manipuló la mente en algún punto de la historia; en un instante en que pudo mantener la lucidez, le dio tiempo a informar a Tora y pegarse un tiro. Es la única solución para salvar a los que estaban poseídos; pegarse un tiro. No hay marcha atrás.

-Vale, chico, espera. -el perro paró de escribir, y añadió: -No acepto fantasía, así que...

-¡¿Quiere la respuesta, o NO?!

La situación le desesperaba, pero el lobo ya no estaba dispuesto a seguir jugando con fuego. Las había pasado realmente muy putas, y tenía unas ganas enormes de coger y darle patada a todo. Nekket gruñó de nuevo, y miró al techo, suspirando.

Tras una ronda de preguntas que duró acerca de dos horas, Nekket comprobó que no podía de ninguna forma enlazar con el caso de la enfermería, que en cambio, tenía más números de ser el clan de los dragones verdes. Justo cuando el perro se incorporó, Bryce alzó la mano para llamarle la atención.

-¿Y ahora? -preguntó el perro, derrumbado de no poder encarcelar a ese lobo.

-Solo una pregunta... ¿Sabes qué pasó con el clan de los dragones verdes? -le preguntó.

-Je... Se disgregaron. Se dispersaron. Caput. -soltó, cabreado. -Han desaparecido, y dado que no tenemos registro alguno de ellos, nunca sabremos a donde volaron... Sea como sea, ese montón de salvajes ya no existen, así que el caso de la enfermería se quedará sin venganza ni personas encarceladas. Escúchame... Como te vuelvas a meter en algún lío, me encargaré personalmente de meterte en la cárcel, ¿Vale?

-Tranquilo... No seré yo el que se encargará de meterse en líos. Yo ya he cumplido con mi parte... -dijo el lobo, estirándose. -Pero créame, esto no ha acabado... Aunque está todo cerrado, me da que usted va a tener mucha faena por delante. Me será difícil darle más información si usted no me da cancha. Está intentando relacionar esto con otro caso y no sabe por donde cogerlo, ¿Verdad?

-... Bien... Vamos a hablar en plata. -el detective sacó de la parte de atrás de su libreta de papel una foto grisácea que no tardó en pasársela al lobo. En ella, se veía a un muchacho de unos veinticinco años, humano, de pelo rubio tirando a castaño, corto y enredado. Tenía pecas en la cara, la nariz halagüeña, las orejas pequeñas, y en la cara tenía una mascarilla para respirar. Se le veía demacrado, los huesos se le marcaban un poco en la piel, y tenía pinta de estar durmiendo intranquilo.

-¿De quien se trata?

-Es un muchacho que lleva inconsciente desde hace ya diez años en este hospital, en la sala 735. Mostraba múltiples golpes en la cabeza, pero nadie sabe donde vivía, quien era su contacto más cercano, y no tienen ningún vínculo familiar con nadie. Hay una chica, llamada Celéstia, y sospecho de ella, pero me da esquinazo continuamente por cada pista que encuentro. ¿Te suena?

-No... -Sí, sí que le sonaba. -Nunca lo había visto. -Y tanto, en la boda de Sarah en la que él había asistido personalmente. -De hecho, no parece ni de por aquí. -Mentira, ese chico seguramente era hasta alemán. -Así que supongo que no puedo ayudarle, lo siento. ¿Pero qué tiene que ver conmigo?

-Que este chico se le vio varias veces en el mismo museo donde estaba tú hace unas semanas. -el detective guardó la foto, y se incorporó, mirándolo. -Y ahora ha aparecido indicios de estar relacionado con el señor Leon, pero desgraciadamente no podemos saber nada porque se encuentra en un manicomio en un estado cucú muy jodido mientras esa chica va viajando por todo el planeta investigando casos paranormales financiados por su universidad. En cuanto supe que el señor Leon estaba relacionado contigo, supuse que sabrías algo. Pero tu historia es tan... surrealista... No hay ninguna relación.

-... Ninguna. -mintió Bryce, cruzándose de brazos. -Siento no poder ayudarle. Oiga, no le deseo ningún mal, pero... Estos últimos días han sido una jodida pesadilla para mí. -confesó el lobo. -Me gustaría tener una vida normal, y si desea volver a hacerme preguntas, no se corte... Pero por favor... Sea compasivo conmigo.

Nekket soltó un gruñido bajo, y tras guardarse la libreta, se dio media vuelta y se largó de la habitación, dejando al licántropo solo. Permaneció una media hora en silencio, mientras daba vueltas a la cabeza sobre la foto que le había enseñado el detective, extrañado. Durante todas esas semanas, su cabeza se había ido aclarando, su memoria se había ido reajustando... Pero creía que todo lo que había soñado con Sarah era eso, un mundo creado especialmente para ella, y todas las personas que veía, ilusiones inventadas por un subconsciente muy traumatizado. Ahora, resultaba que una de esas personas existía en la vida real... ¿Seguro?

La sala 735.

El lobo se incorporó, haciendo un gran esfuerzo por su parte. Tras conseguir sentarse, respiró profundamente para recuperar el aliento perdido por el esfuerzo, y con una zarpa sujetando la barra que tenía el suero, se incorporó. Soltó un gruñido al notar la pierna que había recibido el tiro fallarle un poco, pero se sujetó a la cama para no caerse y serró los dientes. Tenía que hacer el esfuerzo, tenía que ver ese chico.

El lobo se incorporó, y fue andando poco a poco hasta la puerta. Una vez abierta, observó el exterior por primera vez sin tener que ser acompañado con una silla de ruedas, con médicos yendo a lado y lado sin fijarse en él. Él estaba en la 737, así que debía ser la habitación que se encontraba a su izquierda, por lo que no tardó ni un segundo en comenzar a desplazarse hasta llegar ahí. Tragando saliva, abrió la puerta y miró en el interior.

En una camilla, rodeado por máquinas, echado, se encontraba el mismo chico que salía en la foto. En color, Bryce conseguía relacionarlo con el chico que había salido en el sueño conjunto de ellos dos, pero inconsciente. Se encontraba solo, seguramente por lo que le había comentado Nekket de que no tenía ningún vínculo familiar. Con la tensión que empezaba a acelerar el ritmo cardíaco, Bryce cerró la puerta inmediatamente y apoyó el cuerpo contra la pared del pasillo. Sí, era el mismo: Sarah posiblemente le había visto pasarse por el museo, y se había enamorado de él. En algún momento, Pelz no había llenado todo su cuerpo de odio. Aún había tenido capacidad de amar.

El lobo intentó no llorar, pero le supo mal empezar a sentir pena por la chica que había matado a su padre y a muchos amigos años atrás, y se preguntó por qué el mundo le maltrataba tanto mentalmente.

3 SEMANAS DESPUÉS

El timbre de la puerta sonó desesperado, y al tercer toque, Lizar estaba ya por enviar al tío a tomar por saco y que le dejara dormir la siesta que tanto necesitaba. No soportaba que la gente fuera tan impaciente como para machacar el botón hasta el punto de no dar un respiro al chip de sonido, con el consiguiente resultado que la melodía se acoplaba hasta hacerse insoportable. Molesto de que fuera la tercera vez en ese día, se incorporó y se apresuró a ponerse algo decente para atender. Otro timbrazo. A tomar por saco, el pijama ya quedaba bien.

-¡Ya voy, leches!

El lagarto corrió a cruzar la puerta de su habitación y a bajar las escaleras hasta llegar a la entrada, momento en que abrió la puerta con ganas de enviarlo a freír monas. Pero se atragantó la lengua en cuanto contempló dos figuras conocidas a las que, por desgracia, o por educación, no podía enviarlas al cuerno de la misma forma que le gustaría.

Tora estaba ahí, con una leve sonrisa. Vestía un chaleco gris que le quedaba demasiado ancho, y unos pantalones largos tejanos negros sujetos por un cinturón de piel marrón que tenía una hembrilla dorada. Llevaba, delante suyo, en silla de ruedas, a su otro compañero conocido: El lobo azul, que vestido con una camiseta de tirantes y un pantalón de gimnasia elástico y ancho de color verde claro, no conseguía quitarse de encima la imagen de persona enfermiza. Principalmente porque tenía parte de la cabeza envenada.

-Ah, sois vosotros... -soltó el lagarto, sorprendido. -Ah, pasad, pasad... No os esperaba, la verdad. ¿Ha pasado algo? ¿Como estás, Bryce?

-Bien, bien... -el lobo asintió con la cabeza y encogiéndose de hombros, se dejó empujar por su novio a lo largo de la estancia. La conocía demasiado bien; y sabía hacia donde era el salón de esa casa, pero esa vez, iba a ser Tora quien le llevaba. Y casi que lo agradecía, porque él no se veía ni con fuerzas de caminar. -Me han dado el alta, y he pensado que tal vez podríamos... Hablar un poco.

En cuanto llegaron al salón, Tora echó el freno de la silla de ruedas a un lateral y posteriormente, cogió en brazos al lobo con una facilidad pasmosa. Con cuidado, lo depositó en el sofá y Bryce, algo más cómodo, soltó un suspiro de alivio y apoyó la cabeza en el respaldero del mueble, con los ojos cerrados e intentando que se le pasara el enorme dolor de cabeza que tenía. Lizar invitó a Tora a que se sentara también, al lado, y él se dispuso a colocarse en uno de los sillones que había cercanos.

-Has tenido suerte, no está mi madre con sus enormes visitas de horas y horas. -el lagarto cogió el mando del televisor, y se dispuso a encenderlo. -Bien... ¿Como te encuentras? A pesar de haber sobrevivido a la caída de un edificio de unas cuantas plantas, claro.

-... Me duele la cabeza, y me mareo con facilidad. -fue el resumen que obtuvo, en una voz más grave y ronca de lo normal. -Pero a parte de eso, me estoy recuperando. Ya van tres rondas de preguntas que me han hecho los detectives, pero creo que me van a dejar en paz... Cuanto más tiempo pasa, más detalles olvido de lo ocurrido hace tres semanas... Es horrible, pero casi lo agradezco... Espero poder dormir mejor en unos días.

-Me alegro... Porque al resto de la gente me da que le da exactamente igual el resto. -el lagarto se puso un poco más cómodo, mientras iba haciendo zapping al azar, sin prestar atención al contenido. -Estuve mirando las noticias. Ni rastro de Pelz. Ha ocurrido un desastre en el museo, pero no sales tú, ni el clan de los dragones, y por supuesto, a cierta figura desgraciada ni la mencionan. Tremendo.

-¿Leon? -Tora se echó unas risas, y miró al lagarto. -Está en el manicomio. El cabrón sobrevivió a la caída. ¿Te lo puedes creer? Ese malnacido sigue vivo... Y espero que se quede en ese antro de mala muerte por mucho, mucho tiempo.

Bryce no hizo comentario al respecto. Prefería no pensar que a pesar de todo, el maldito continuaba vivo y coleando. No en sus caudales, claro estaba, así que ni de broma estaba a tan rendimiento como antaño, pero por una vez en su vida, deseaba férvidamente que tuviera un accidente y desapareciera de la faz de la tierra. Eso no iba a ocurrir, claro estaba, así que solo podía conformarse con no saber nada más de él por el resto de su vida.

-En fin... Muerta Pelz... De repente todos los problemas se están yendo. -Bryce abrió los ojos, y miró al televisor. El espectro azulado ocupaba todo lo que podía ver; inclusive Lizar, que teóricamente, era verde. -No todos, claro. Lo que pasa es que ahora tengo que acabar de atar hilos. Solucionar los temas pendientes con Oda y el baloncesto, que en vista que yo no podré participar mas, tendré que buscarle a un candidato; ir al clan de occidente para ajustar temas con el alfa... Me queda faena, mucha faena pendiente. Y un detective que no para de darme por saco.

Lizar paró de inmediato de hacer el escaneo de canales, y volvió la vista al lobo. ¿En serio? ¿No habían tenido suficiente con fenómenos paranormales con Pelz que ahora iban a tener problemas judiciales con la policía? Bryce le miraba a los ojos, pero tenía la sensación que le estaba leyendo la mente y todo lo que pensaba; por un momento, se sintió desnudo. No era la primera vez que el lobo se le adelantaba a lo que se le pasaba por la cabeza.

-Necesitaré que me des todos y cada uno de los papeles que tengas aún respecto a Pelz.

El lagarto abrió la mandíbula, sorprendido de esa declaración. Era un tocho enorme de documentos que podrían meter a la cárcel a cualquier por haber sido robados de lugares que se esperaba que fueran confidenciales. Esperaba prenderle fuego en nada, y deshacerse totalmente de las pruebas de su existencia, pero parecía que ahora iba a tener que pelear con el lobo para hacer eso realidad.

-Ni de broma. -se incorporó de golpe, y le miró fríamente. -Bryce, si te pillan con esos papeles, te meterán en la cárcel. Si me pillan con esos papeles, me meterán en la cárcel. Son un peligro en su existencia, tío. Hagas lo que hagas con ellos, irás directo al calabozo. ¿Que pretendes hacer con ello?

-Bueno... Mi idea era esconderlo. -cerró de nuevo los ojos, y dejó que su cabeza descansara de cualquier imagen visual que pudiera recibir. -Esos papeles... Los vamos a necesitar en un futuro, Lizar. De verdad, por lo que no quiero que los tengas. Podrías meterte en un apuro y, sinceramente, bastante tengo con Stallion.

-Así que en vez de ponerme yo en peligro, lo harás tú.

-Te prometí que te devolvería tu cuerpo, ¿Recuerdas? -Lizar se quedó helado al ver a Bryce mirarle a los ojos de nuevo directamente, esta vez más serio y directo que antes. -Pero no te dije cuando. Tengo muchas cosas que hacer, pero en esos papeles está tu pasado, Lizar. Puedes volver a ser el de antes en unos años, o en unos meses. Puedo... O debería, sacar a Stallion de la cárcel. Y si lo consigo, tal vez él te pueda ayudar... Pero solo si tengo esos papeles.

Maldito chantajista.

Lizar estuvo a punto de darle un puñetazo para que dejara de decir estupideces. Podría cogerlo y usarlo de punching-ball, pero su forma de ser era totalmente distinta a la de lanzarse a la violencia gratuita, por lo que retuvo su instinto de pelea y pensó en frío todas las chorradas que había dicho de carrerilla.

-Maldita sea... Bryce... No puedes hacer eso.

-He sobrevivido a una hipnosis mortal, a una caída de varios metros, y a un ataque de un león psicópata. Creo que estoy preparado para empezar con la parte gorda que es resolver todo lo que Leon y Pelz no me dejaban.

-... Pero Stallion.

-Es inocente. -el lobo se inclinó hacia adelante, apoyando los brazos sobre sus rodillas. Parecía dispuesto a seguir peleando hasta conseguir sonsacarle lo que quería, que no era poco precisamente. -Vale, el fin no justifica los medios, pero él quiere volver con su familia, tú quieres recuperar tu cuerpo, y esa documentación es necesaria para que ambos consigáis vuestro objetivo. Mira... Tal vez Pelz se ha ido, pero ahora me toca arreglar todo el desaguisado que ha montado. Contigo o sin ti, sacaré a Stallion de la cárcel... Será más fácil contigo.

Lizar se rascó la cabeza y desvió la mirada unos segundos del lobo para mirar de nuevo al televisor. Antaño, estaría preocupado de que de ahí saliera Pelz queriendo matarle como si fuera la muerte japonesa; ahora solo podía ver gente despreocupada y desatendida de todo lo que ellos habían tenido que hacer para liberar al mundo de un mal mayor. Y su mayor preocupación era, sin duda, una documentación que se podía girar en su contra si se la pillaban a Bryce y descubrían que había sido él quien había obtenido toda esa información. Bueno, él no realmente, si no Stallion.

Remilgando, se resignó y dejó el salón detrás de él, subió las escaleras, y se agachó para recoger debajo de su cama una caja que contenía, en su interior, todos y cada uno de los papeles que había conseguido recaptar. Con un suspiro agotado, realizó el camino inverso. No estaba muy seguro de lo que estaba haciendo, pero le podía la idea de volver a ser el humano de antes que la lógica de prender fuego a esos papeles e ignorar a Bryce.

Iba a darle un voto de confianza a ese loco.

-Toma. -con algo de desprecio, le dio la caja. Bryce soltó un quejido por el peso, pero ignoró la acción de Lizar y la contempló con una enorme sonrisa de oreja a oreja. No podía creer que la tuviera entre sus zarpas, pero parecía que iba a ir todo viento en popa. -Pero en serio, Bryce, deberías descansar. Has hecho mucho, ya.

-Je... Ojalá pudiera. Pero tengo faena por hacer... Iba a ir luego a ver a Anne. Tengo mucho que hablar con ella también. Y con Shinke, a decir verdad... Arg... Tengo faena pendiente. -suspiró Bryce, mirándole. -Pero bueno, mientras esté postrado en esa silla de ruedas, voy a tener mucho tiempo libre.

Tora se echó unas risas. Se sentía más relajado ahora que todo estaba más aclarado y la vida de su pareja y la suya parecía avanzar viento en popa. Aun teniendo todas esas responsabilidades que cargar, Bryce parecía más suelto y vivo que nunca. Observó con cuidado esa caja que contenía en su interior un resumen del porqué de todas las pesadillas por las que habían tenido que pasar, y por un instante le dieron ganar de romperla. Mejor contenerse.

-Pues deberías invertir ese tiempo libre en ti, Bryce. -el argumento de Lizar parecía que iba a ser más que convincente. -Piénsalo bien. La gente es mayorcita, y ahora que ya no hay el agobio de Leon, obviamente, todo va a ser mucho más sencillo para ellos resolver sus diferencias. No deberías intentar hacer de vacuna para todos... Por ejemplo... No se, ¿Buscar a tu madre? ¿Tienes madre?

-No... No la he vuelto a ver. -el lobo tragó saliva ante el pensamiento, y por un momento sintió un pinchazo en su pecho. Tres semanas después, nadie sabía nada, se la había tragado la tierra. Ni siquiera Uros, que se suponía que tendría que estar al tanto de todos los suyos tras el reciente fallecimiento del líder del clan -y lo que implicaba- tenían información alguna. Y no conseguía recordar a más gente que preguntar.

-Sus razones tendrá, Bryce. -el lagarto intentaba animarlo un poco. -Pero haz eso. Relájate, descansa, desconecta... Por el momento. ¿Vale?

-Sí... Seguiré tu consejo. Gracias.

Bryce asintió con la cabeza, y Tora se incorporó de inmediato para coger a Bryce en brazos y sentarlo en la silla de ruedas con cuidado. El lobo no oponía resistencia, pero permanecía con la vista fija en el lagarto aún. Nunca había caído en ese detalle: Su padre había matado a alguien, luego se había suicidado, pero hasta ahí, su memoria llegaba. Más allá, no recordaba porqué su madre le dejó marchar, o porqué no hizo acto de presencia cuando se mostró al mundo. ¿Por qué?

-A ti... A ti no te pregunté. -dedujo de golpe. -A ti no te pedí que buscaras a mi madre... ¿Sabes donde está? ¿Sabes donde está mi madre?

El lagarto asintió cuando vio que el lobo entraba en razón.

-Corre. Corre como jamás lo habrías hecho, Bryce. -le animó. -La lanzadera de autobuses. Tal vez aún la encuentres. Corre.

Tora cogió los manillares, y dándole las gracias al lagarto, se llevó a su pareja a lo largo del pasillo hasta salir por la puerta. Solo en la casa, Lizar sentía que se había sacado de encima dos pesos de encima: Un secreto que llevaba tiempo escondiendo a su mejor amigo, y una caja que había sido un lastre para él.

Al menos, por ahora, su vida iba a mejorar.

***

-¡Vamos, deprisa!

Tora salió por la puerta delantera del taxi y se fue al maletero del automóvil. De ahí, sacó la silla de ruedas de Bryce y la desplegó, dejándola al lado de la puerta izquierda trasera. Ayudó a su pareja a sentarse, e inmediatamente, se lanzó hacia la entrada. Avanzaba tan rápido como podía y debía para no llevarse por delante a nadie, mientras veía al lobo permanecer quieto y tenso con la caja entre sus zarpas. Sí, claro, la lanzadera estaba ahí... ¿Pero en que salida se encontraría esa loba?

En cuanto llegaron a la puerta de cristal, redujo la velocidad y fue a un paso más lento, pero decidido. La entrada enorme, rodeada de sofás para que la gente esperara, con paredes blancas llenas de posters de información para el ciudadano. Más allá, la sala era gigantesca, y comunicaba a otras salas que contenían diferentes salidas de autobuses, por lo que buscar a ojo resultaba más complicado de lo que parecía. Tora dejó a Bryce al lado de uno de los sofás, y se acercó hasta Información, para realizar la consulta pertinente. Bryce, de mientras, acariciaba la caja nervioso.

Esa loba le debía una buena explicación. Se merecía que le explicara porque se había escondido hasta ahora, y no le había dicho nada. Su mente, de golpe, se dirigió a Tora: Su pareja también había tenido contacto con ella. Entonces... ¿Habían hablado ya varias veces? ¿A sus espaldas?

Observó como la jirafa acababa de despachar al tigre y este se acercaba a él, sentándose a su lado con una leve sonrisa de oreja a oreja. Él en cambio no sonreía, estaba más bien un poco cabreado con su pareja. A pesar de todo, continuaba escondiéndole cosas... ¿Hasta cuando? ¿No había bastado con demostrarle todo lo que había hecho para que le dejara libre y sin tener que ir detrás de él?

-No saben donde está. -le dijo el tigre, apoyando la espalda contra el respaldero. -Así que estamos un poco jodidos en ese tema... ¿Porqué me miras así?

-... La conocías. -murmuró Bryce. Tora vio por donde empezaban a ir los tiros, y agachó las orejas. Conocía ya demasiado bien a su novio y las neuras que le daban, o como reaccionar ante algunos gestos como ese que estaba haciendo de cerrar los puños fuertemente, pero con cuidado de no hacerse daño con sus propias zarpas.

-Sí... ¿Quieres que hablemos?

-¿A ti que te parece? -miró a su alrededor, y añadió: -Cariño, mira... Te quiero, pero esto tiene que acabar. Ahora te necesito, claro, lo admito... Pero no puedes seguir escondiéndome asuntos como este. ¿Conocías a mi madre y no me habías dicho nada? ¿Que más asuntos sabías? Yo...

Se mordió el labio inferior, pensativo. No era quien para acusarle de mentirle. Cayó en la cuenta de que él también había metido la zarpa hasta el fondo escondiéndole un tema vital al tigre, y que tenía que finiquitar de alguna forma también. Bien, tocaba intercambiar secretos... ¿Ahí mismo? Miró al tigre; sí, debía ser ahí. Ahora mismo su pareja parecía decidida a soltar verdades como puños, y si no aprovechaba, tal vez en casa rehuiría y pondría el tema tenso.

Aferrándose a la caja con una zarpa, se desplazó usando la otra para poder girar la silla de ruedas hasta colocarse delante de él. Su pareja era enorme visto desde ese punto de vista, y en general, lo era también, pero tomó la decisión de no dejarse intimidar fácilmente y demostrar que él también´ era fuerte.

-Mira... Hay algo que no te he contado. -empezó a decir Bryce, mirando al tigre. -Yo... También he evitado hablar contigo de ciertos... Asuntos... Que pensé que podían entorpecer nuestra relación.

-¿Mh? -ahora era el tigre el que alucinaba.

-Mira... Te encontré enrollándote con Senko. -al mencionar esa frase, la estupefacción del tigre siguió subiendo. -Fue todo una patraña entre él y Leon. Sabía que estaban detrás, pero necesité que me lo confirmara. Leon... Quería que nos echáramos bronca para separarnos. También lo intentó con la cinta esa que viste... Creo que la puso él.

-Espera, espera. -Tora alzó los brazos para ponerse cómodo, y miró al lobo. -¿Me estás diciendo que me he follado a Senko? ¡¿Y no tengo ningún recuerdo de ese ligue?! ¡Me cago en todo! ¡Lo que daría por recordar cada momento!

Bryce arqueó una ceja, confundido.

-... ¿Estás hablando en serio?

-¡Claro que no, pedazo de burro! -le dio una colleja de improviso, y añadió: -A ver, que no me importaría recordarlo y tal... Pero lo que no puedo creer que no me lo contaras. Bueno, sí, claro, si lo pensamos fríamente, supongo que intentaste encontrar los motivos por tu cuenta antes de que te lo dijera yo, ¿No? ¿Por eso me preguntaste lo de Senko aquella vez?

-Eh... Sí... Te conozco bien, sé cuando mientes. -le tocó los bigotes del lado izquierdo, sonriendo al ver que el tigre se apartaba, molesto. -Se te suben hacia arriba cuando lo haces, pero esa vez, estuviste quieto, así que me acordé de la cinta y pensé que tal vez todo era una patraña... Y decidí no contártelo para tener pruebas suficientes y empezar a hablar tú y yo con calma. Lo que todo se lio...

-Ya... Fuiste muy deprisa. -murmuró el tigre. -De golpe y porrazo cogiste las riendas de todo, pateaste a Lizar de la ecuación, y te pusiste al tema. No querías que también sufriera, ¿No?

-Lo ha pasado bastante mal...

La frase se diluyó en el momento en que vio detrás del tigre una figura lejana y cercana al mismo tiempo. Una loba, algo mayor ya, vestida con ropa típica de su clan: Vestido largo, granate, de bordes dorados, que le cubría todo el cuerpo de cuello para abajo, pero dejándole los brazos libres para atacar si hacía falta. La mirada firme hacia adelante, leyendo un cartel, y sujetando en una zarpa un bolso de paja, y en el otro una maleta.

Una sensación de mareo inundó la mente de Bryce; luego se detuvo, y como si alguien tirara de un lazo hacia ella, el lobo sintió una proximidad familiar y extraña que le asustaba de sobremanera, incapaz de entender que le estaba ocurriendo. Una parte de su cabeza había llegado a la conclusión de que se trataba de su madre, de eso no cabía duda, pero no conseguía averiguar el motivo.

Impulsado por el instinto de querer saber más, y con la total certeza que no se estaba equivocando, el lobo se desplazó con la ayuda de las ruedas poco a poco hacia esa loba. Sin dudarlo un segundo, cogió de la tela y la obligó a mirar a la cara, pero se llevó una desagradable sorpresa. Si bien de espaldas se parecía... No, no era ella en absoluto. No era la loba que conocía, era otra... Otra que era raramente parecida. Incluso vestía su misma ropa... ¿Como era posible que...?

-¿Bryce? -preguntó.

-S-sí... ¿Quien eres tú? -preguntó, apartándose un poco. Al poco se dio cuenta que estaba haciendo el imbécil y negó con la cabeza. -No, quiero decir, disculpe. Me he confundido con mi madre... No me haga caso, disculpe.

-No. No te vayas. -murmuró la loba. -Espera... Tengo algo de tu madre.

-¿Que?

-Verás... -la hembra se agachó con cuidado y posó la bolsa de paja que tenía delante de ella. Se la veía más mayor, pero, entonces... ¿Y si era del clan y él no lo sabía? Pero aquello estaba cogiéndolo sorprendido y no sabía como encajar aquel golpe. ¿A que estaba jugando su madre? ¿Que no veía que no estaba para juegos? ¿O es que...?

-Tu madre me contrató para que me disfrazara de ella durante el día de hoy y te esperara aquí mientras ella se iba, con esta carta. -sacándolo de la bolsa, le ofreció al lobo un sobre, que gustosamente recogió, aunque el tigre no tardó en gruñir e interponerse.

-¿A que juega? ¿Y como sabía que iba a venir aquí?

-Hoy la señora se ha marchado. -se incorporó seria, y encaró al tigre, aunque este fuera más alto. De reojo, podía ver como el lobo abría el sobre y sacaba la enorme hoja para leerla minuciosamente. -Durante un tiempo, he sido contratada por la señora para que te ayude a cuidar de su hijo mientras ella, Anne y Uros marchan hoy a occidente. Cogerá un vuelo en unas horas.

-¡¿Que?! -rugió el tigre. -¡¿Abandona a su hijo?! ¡¿Y deja a una niñera a su cargo?! ¡Pero esta mujer está loca! -exclamó, enfadado. -¡No puede largarse así de buenas a primeras y sin explicaciones! ¡Y menos sin hacer acto de presencia!

-La señora tiene sus motivos. -excusó la otra, igual de seria. -Y creo que ambos los entenderéis cuando veáis la carta. Yo los desconozco, pero no puedo rehuir de mis obligaciones; son las que el clan me ha asignado.

-Claïr.

Era la voz de Bryce, que firme, daba por zanjada la discusión entre los dos. Su mirada era dura, seca, pero también parecía que estuviera a punto de estallar en lágrimas. Le temblaba el morro, y sujetaba con las zarpas la carta con absoluto cuidado. Dedicó unos segundos a guardar el papel dentro del sobre otra vez, y se lo colocó a un lado de la silla, a su alcance.

-¿Sí, señor?

-Para empezar, no soy señor. -ordenó, mirando. -Eso es lo primero, y lo segundo... Bien... Habrá que esperar un poco más.

El tigre permaneció unos segundos sin entenderlo, hasta que el morro de Bryce empezó a mostrar una sonrisa de complicidad, y al mirar a Claïr, vio que esta mostraba otra. Algo había en aquellos dos que parecía que se entendían a la perfección, y de alguna forma, tenía todo el sentido en aquel sobre que ahora Bryce guardaba. Con cuidado lo cogió para poder leerlo él también, y entender que estaba ocurriendo.

Para cuando lo entendió Claïr había cogido la silla de Bryce y había iniciado rumbo a la salida de la lanzadera de autobuses, sin esperar ni un segundo.

Había tanto que hacer.