El secreto de Tora: Redo

Story by Mastertuki on SoFurry

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#26 of El Secreto de Tora


La puerta de madera goteaba constantemente sangre a través de las numerosas cadenas, tablones y clavos que tenía por todos lados y que hacían inviable abrir. Fuera lo que fuera lo que hubiera ahí dentro, la persona que había decidido poner todos esos métodos de seguridad sin duda lo que había querido es que nadie se molestara en ver que había dentro a pesar de los numerosos esfuerzos que se pudieran ejercer. Pero eso no podía evitar que Bryce escuchara una voz dentro que le hubiera guiado hasta ese lugar.

Ese pasillo blanco, esa túnica blanca que llevaba puesta, esa forma humana que vestía, con el pelo largo y acampanado, recogido en una coleta que le llegaba hasta el final de la espalda, mientras su cara alargada y su nariz achatada le daban un aspecto levemente al de un lobo, y sus ojos azules hacían juego con los reflejos de su pelo. Su aspecto enfermizo echaba quizás atrás y todo, pero Bryce había demostrado numerosas veces que, sin ser fuerte físicamente, lo era por dentro, y no por fuera.

Personalmente, sabía lo que había ahí, porque ya lo había visto. Eran sus recuerdos, era todo lo importante que había decidido almacenar inconscientemente de una forma protegida para que, el día menos pensado, poder abrir la puerta a la fuerza. Para que Sarah, hiciera lo que hiciera, no sospechara, ni intentara quitarle lo poco que le quedaba para poder vencerla, o para protegerla, dependiendo de lo que pasara.

La sensación de una presencia cercana le hizo girarse y encontrarse a una chavala que era la viva representación de él mismo, pero en el sexo contrario. A Bryce no le sorprendía aquello. Hacía tiempo que estaba en esa forma, y todo era debido a que la genética del lobo se había creado conforme a la misma de esa mujer. Sarah, se llamaba... Y llevaba tiempo comiéndole el coco.

Aquello, esa vez, era un sueño. Un sueño como si fuera una cinta que no pudiese detener, pero un sueño después de todo.

Sarah dio unos cuantos pasos hacia adelante hasta ponerse delante de él y sonriendo, le cogió de la mano. Bryce sabía que significaba todo aquello, y no le hacía falta entenderlo, porque comprendía perfectamente a Sarah. Ella solo quería arreglar las cosas, y necesitaba su ayuda. Con una simple mirada, el chico asintió con la cabeza y se dejó hacer, pero con la firme promesa de que, una vez arreglado, le dejaría ir, y no reclamaba nada más de él.

Sarah -a saber siquiera si ese era su nombre real o no- le arrastró con ella, y ambos se fueron alejando de la puerta. Era un claro indicio de que la chica necesitaba que Bryce ni se aproximara, y eso era un grave problema. Algo tarde, a sabiendas de que ya se había abierto la caja de pandora que contenía todos y cada uno de sus recuerdos. Los intentos de Sarah resultaron ser un fracaso...

Ahora estaba muy enfadada, por eso.

Bryce abrió los ojos, y se maldijo por tener esa maldita manía de sueños confusos cada vez más reales. Le ayudaban a entender aún más las cosas. Obtener toda su memoria no era una solución, si no un problema aún mayor: Había hechos que ni siquiera tenía en cuenta hasta que ipso facto algo le hacía tilín. Y los sueños solían ser también otro camino a ello.

Ahora sí, pero antes no recordaba haberle prometido a Sarah nada, por lo que empezaba a entender porque se había encaprichado con él de alguna forma. Seguía sin entender porque le quería en sus zarpas, pero ahora sabía que le prometió quedarse con ella, y eso fue algo que nunca se hizo realidad. Se fue, dejándola sola...

Y teniendo en cuenta que siempre que la veía, la notaba sufrir y llorar, se sentía bastante mal por haber dejado a tanta gente atrás.


El Secreto de Tora: Redo


Oriente, 12:35 18 de Octubre 2511 20 días antes de la muerte de Bryce

Se conocía demasiado bien ese techo. Lo había visto durante los últimos años, compartiendo experiencias bajo ese montón de cuadrados con dibujos de formas imposibles, y muy posiblemente su hija, inconsciente de hace también muchísimo tiempo, sentiría lo mismo, a pesar de que nunca había abierto los ojos desde que estaba ingresada. El coma inducido había postergado la enfermedad incurable, según muchos médicos, durante bastante tiempo, obligando al caballo a verla cada día postrada en la cama, cada vez más demacrada, y conectada a cientos de máquinas que la mantenían con vida.

Era esa la razón por la cual llevaba los guantes; no iba a tolerar que Sarah le controlara a través de su pequeña, no iba a perder el camino ahora que estaban demasiado cerca del final.

Una enfermera entró. Se trataba de una humana, pero a Stallion no le sorprendió apenas. La mujer, con una bata blanca con el símbolo del hospital en el pecho y una libreta en una mano, se acercó al antro con una enorme sonrisa. ¿A que venía, de golpe, semejante confianza y alegría? Sonaba como si el respeto se hubiera perdido en algún momento.

-Bien, señor Stallion. -hizo la mujer, abriendo la libreta y sacándose del bolsillo delantero un bolígrafo medio gastado. -Con que firme esto empezamos el traslado de su hija al quirófano y la operación.

-¿Perdón? -el caballo miró a la mujer estupefacto. ¿Que autorizaron que? -Perdone, pero... Yo no he autorizado nada.

-Sí... -ahora era la mujer que, sorprendida, empezó a buscar a través de su libreta entre un montón de papeles y documentos diversos. Inmediatamente, sacó de entre ellos un sobre, y se lo pasó al caballo. -Mire, aquí está: El pago, el tratamiento elegido, y todas las autorizaciones que ha efectuado para la cura de su hija.

El caballo volvió a mirar a la enfermera, sorprendida, y inmediatamente cogió el sobre. ¿Leon había considerado por fín su deuda saldada? ¿Iba a curar por fín a su pequeña? Por un momento, sintió una punzada de arrepentimiento en su pecho al pensar que tras traicionar a su jefe, ahora este le estaba echando una mano. Pero ese arrepentimiento se fue inmediatamente en cuanto abrió el sobre y sacó los papeles de dentro. Los pagos, la letra... No eran de Leon; ni de broma.

Eran de una orca. A una que conocía muy bien. A un alumno... Odayaka.

El alumno había pagado una suma extraordinaria para por efectuar el pago. Otros papeles indicaba que también había contratado a un par de cirujanos y médicos especializados en el tema, medicación especial post-operación, y tratamiento psicológico para él mismo. El número era tan redondo y tan largo que se preguntaba de dónde narices había sacado el dinero. Luego, su memoria le recordó que se trataba de una orca rica, muy rica, y de ahí posiblemente el pozo sin fondo del dinero. El caballo se apartó la crin de un lado a otro y resopló algo nervioso, dándole la vuelta al sobre. ¿Y a que venía de repente esa acción sin precedentes y caritativo? Por su hija, se lanzaría a las cientos de trampas que hiciera falta, pero le gustaría saber antes cual de ellas era la que no le mataría o mataría a su hija para siempre. Tras el sobre, unas palabras, y una letra distinta a la que había firmado el tratamiento, respondía a su duda.

"Con esto te libero de tu prisión. Ahora te toca mover ficha."

-¿Y bien?

Stallion alzó la mirada y miró un momento a la enfermera, con unos ojos como naranjas de la sorpresa que se acababa de llevar. Acababa de entenderlo todo, y no solo eso, si no que ahora también se daba cuenta de algo: Rikai tenía razón. Todo lo que había hecho, la traición a Leon para ayudar a Bryce, había obtenido su recompensa. El caballo estuvo a punto de echar a correr y de buscar inmediatamente al lobo; de hecho, estuvo a punto de gritar su nombre al cielo y agradecer.

Pero su cerebro le recordó que estaban cerca de máquinas, con dos cámaras apuntando a su hija. Tenía que aparentar normalidad absoluta, o todo se iría al traste. Volvió a guardar los papeles en el sobre, se lo entregó a la mujer, y inmediatamente le cogió el bolígrafo de las manos, mirándola a los ojos.

-¿Donde tengo que firmar?

La enfermera volvió a buscar en su libreta, y en cuanto le señaló el hueco, Stallion se apresuró a poner su firma de inmediato. Aquello era, para él, un símbolo de liberación. Su hija se curaría, volvería a ver la luz, volverían a estar juntos toda la família, ser felices. Tendrían que recuperar el tiempo perdido, y lo sabía, pero lo harían, y tras un tiempo, sería como si nada de eso hubiera ocurrido. La existencia y colaboración con Leon sería una mancha en su pasado que se sacaría de encima.

La enfermera, con aparente prisa, salió de la habitación y cerró la puerta tras ella, dejando al padre y a la hija solos en la habitación de nuevo. El caballo se incorporó y avanzó hacia la pequeña, sus pasos resonando gracias a las pezuñas que pisaban las baldosas medio rotas que había por la habitación. Cogiéndose de la barandilla de metal, y asegurándose de que llevaba una vez más los guantes de goma, observó a la hija. No podía creerlo...

La puerta volvió a abrirse. Stallion no hizo caso, aunque sus oídos captaron el sonido, más que nada porque contaba que seguramente era la enfermera dispuesta a llevarse a la pequeña. Una sombra se colocó al otro lado de la cama, y el caballo, ignorándola por completo, acercó una mano a la cría, tocándole el morro, sintiendo la respiración. Pronto, muy pronto, volverían a correr de nuevo... Padre e hija...

-Sandra, ¿Verdad? Hermana de Mary.

La voz le puso todos los sentidos en alerta. Al girar la cabeza, descubrió que la sombra antes vista era en realidad Bryce. El lobo azul permanecía allí, derecho, con las zarpas cruzadas delante suyo, y vestido con una camisa a cuadros. El caballo fue a decir algo, pero el mero hecho de recordar que había dos cámaras mirándolos le asustó, incapaz de saber que decir, o cómo reaccionar. Si cometía un paso en falso, Leon lo descubriría todo, y se encargaría personalmente de que nunca volviera a ver a su hija de nuevo. Su mirada debía de ser de locos, porque inmediatamente Bryce alzó una zarpa para indicarle que se relajara, y esbozó una sonrisa en su morro.

-Tranquilo. -le señaló las cámaras, y a continuación, añadió: -No pasa nada, no pueden ni vernos, ni oírnos. Ni Leon, ni Sarah... Ya nos hemos encargado aparentemente de eso.

El caballo miró un momento a los aparatos para confirmar que el lobo híbrido estaba en lo cierto. Luego, más relajado, descansó todos los músculos y miró al canino de nuevo. Ahí, enfrente, antaño era un enemigo. Ahora... ?Como debía tratarlo? Con la de experimentos que habían hecho con él, ¿Como debía ahora...?

-No me ha costado mucho... Pero Odayaka me debía un favor. -el lobo se sentó en la silla que había al lado de la pequeña yegua, y se quedó mirando hacia el techo, serio y pensativo, el pelaje que se encontraba acumulado en su cabeza tirado a un lado. -Nunca paré de pensar en lo que me dijiste aquella vez, en el hospital, sobre tu pequeña, y como estabas atado... Me ha costado mover todos estos hilos sin que Leon interfiera, pero ahora ya está. Volverás a estar con tu pequeña... Ya no tienes porqué estar con él.

Stallion atendió a las sabias palabras de su, ahora, aliado, pero permaneció un poco escéptico respecto al tema. Ante ello, prefirió zanjar bien el asunto y atacar por todos lados para asegurar de que no era una trampa.

-¿Y que será de Sarah? -le preguntó.

-Sarah... Ya. -el silencio permaneció unos segundos en aquella habitación, hasta que finalmente el lobo híbrido pareció encontrar la respuesta que buscaba. -Aun me quedan piezas que unir, como averiguar como acaba de unir su mera existencia con todo esto, o cómo ha vivido todo este tiempo... Pero tengo datos importantes de Leon, y se que le está controlando, de un modo u otro. Supongo que pronto, en cuanto investigue un poco más, sacaré la información que necesito, y descubriré cómo encaja Sarah en todo esto. Entonces podré liberarte del todo del Yugo de esos dos... Y serás libre.

-Si fuera tan fácil... ¿No crees que lo habríamos hecho otros? ¿No crées, siquiera, que ahora mismo te podría estar tomando el pelo?

-No lo harás... -el lobo se incorporó y sacó del bolsillo de su pantalón un papel doblado en varias partes. En un par de zancadas, se acercó al caballo, y le entregó la hoja, con una leve sonrisa en la boca. -Porque ahora estás en deuda con nosotros, y esto será suficiente para pagarlo... Considérate afortunado porque te perdone las putadas que me hiciste durante dos años, Stallion. En otras circunstancias, otro habría matado a tu hija a modo de venganza. Tienes suerte de que yo no sea así.

No, él era distinto. Jugando con fuego, estaba montando toda una cadena de favores que a Stallion le estaba sorprendiendo bastante. Decidió callar y no decirle que había sido él quien le había entregado los datos de Leon y compañía, y desdobló la hoja de papel. Se trataba de una petición bien enmarcada, escrita y firmada por varios miembros. El caballo lo leyó atentamente, cosa que le llevó unos minutos debido a la cantidad de texto que había.

-Esto... -empezó a decir, mientras revisaba las firmas. -Es una locura, Bryce... -le miró a los ojos, y arqueó una ceja, sorprendido. -¿A qué viene esto? Es decir... ¿No os basta con una pista de calle? ¿En serio?

-No... Necesitamos que sea a lo grande. -apoyándose en el pie de la cama donde se encontraba la hija, sonrió levemente, y añadió: -Que llame la atención, como antaño... Que recupere la ilusión. Estoy cansado de esconderme, Stallion. Muy cansado... Las cosas, ahora, hay que hacerlas bien.

-Entiendo... -el caballo dobló de nuevo el papel, y se lo guardó en el bolsillo con mucho cuidado, pensativo durante unos segundos. Luego, añadió: -Está bien, lo tendrás. Pero todo esto provocará a Leon y a Sarah. Lo sabes, ¿no?

El lobo asintió con la cabeza, y sin mediar palabra, se despidió con un leve gesto en la cabeza, y se dio la vuelta, dirigiéndose hacia la puerta. Con absoluto silencio, la cerró tras él y volvió a dejar al caballo completamente solo. Había ganado parte de la partida, pero no la batalla. Bryce andó un rato, tranquilo, a través de los pasillos del hospital, con las zarpas en los bolsillos, y meditando cual iba a ser su siguiente paso. Y pronto se puso otro objetivo en mente.

Todo marchaba según su nuevo plan.

***

Oriente, 14:35 18 de Octubre 2511 20 días antes de la muerte de Bryce

Senko no se explicaba por qué lo que se preparó para venir a la gran ciudad de repente no le cabía en la misma mochila que usó para venir hasta allí. Cruzado de brazos, se la miró atentamente encima de la cama, pensando de nuevo todo lo que se había traído, y todo lo que había colocado. En un principio, no se había comprado nada, ni le habían dado nada para llevarse como recuerdo... Ni quería, definitivamente. No quería recordar nada de allí, sabiendo que aquello solo le iba a traer disgustos.

Estaba enfadado con Bryce por la forma en que le había dicho las cosas, más que nada porque a todo aquello el lobo híbrido estaba vivo gracias a la sangre que él le había proporcionado como donante, y se lo habían hecho pagar así. Pero solo por eso, porque el asunto de Tora lo tenía más que asumido, entendiendo los errores que había cometido, y empezando por, un poco, su egoísmo.

Había querido quitarle a Tora a la fuerza, algo que posiblemente jamás habría dado resultado, pero ahora también se preguntaba por qué cuernos no se había planteado siquiera preguntarse cómo se sentiría después de habérselo arrebatado a Bryce, de haber funcionado todo, de haber conseguido que el tigre sintiera algo por él. Algo sucio, quizá, sí comprendía que había roto una relación por su mero egoísmo.

¿Había probado siquiera de hablar con Bryce desde el principio? Senko pensó un momento lo que realmente buscaba de Tora. Desde aquella vez en la universidad, usando el líquido que le había dado Leon, no se sentía tampoco tan seguro de querer el amor del tigre. Tal vez le ponía a tono su cuerpo, y que le cogiera y le pillara por banda... Pero no estaba nada seguro de querer tenerlo como pareja. Muy protector, muy cabezota, muy corto de luces...

... Tal vez de haberlo pensado así, solo como un amigo de cama, las cosas habrían sido distintas.

Pero ahora ya era demasiado tarde. Se volvió a centrar en la mochila, e intentó cerrarla de nuevo, con dificultades para ello. Tras unos segundos, alguien picó a la puerta, y el tigre soltó un rugido de desesperación. Odiaba cuando las cosas no salían como planeaba, y solo le faltaba que le molestaran para que la situación se retrasara. Se suponía que tendría que haberse ido de la casa de Odayaka hacía ya como dos horas, pero cada dos por tres le estaba incordiando.

-¡¿Y ahora qué?! -exclamó el tigre, como clamando al cielo. Nadie entró, pero una voz conocida le sorprendió en demasía. Inmediatamente, la puerta se abrió, dejando pasar a la última persona que esperaba ver aquel día. Senko se dio un golpe en la frente con la palma de su garra, preguntándose porqué de todas las personas posibles, tenía que ser Bryce el que viniera hacia él. -Lo que me faltaba...

-Perdona... Sabía que no querrías verme... -le dijo el lobo, cerrando la puerta tras él. -Pero necesitaba hablar contigo antes de que te fueras... Zanjar bien el asunto entre tu y yo. La otra vez fui demasiado ruro.

-Genial... Solo me faltabas tú para hacerte el penas. -el tigre se desmoronó sentándose al borde de la cama y agachó las orejas, pero cabreado. -Ok, vomita tus cursilerías y ya. Te piras y me dejas solo, que tendría que haber vuelto ya hace dos horas, y estoy perdiendo el tiempo con estupideces.

El lobo se aproximó a su viejo contrincante de pareja, y se sacó algo del bolsillo. Se trataba de un álbum de fotos de bolsillo con las cubiertas a cuadros. En cuanto la abrió, se quedó estupefacto con la primera imagen que llegó a ver, y tras un par de segundos en que su cerebro tardó en reaccionar, se echó a reír mientras Bryce se sentaba a su lado y veía como Senko se lo pasaba bomba.

-¡Oh, madre mía! -exclamó, mirando de nuevo la foto. -¿En serio, Bryce? ¿Has perdido la cabeza?

-No... Todos hemos caído en las trampas de Leon, de una forma u otra. No es una forma de pedir perdón... -dijo el lobo, mirando a la pared. -Pero admito que tengo un novio que está como un tren, y que me salvaste la vida una vez. Considera una forma de hacer las paces y dejar el tema finiquitado.

-... Estás fatal... Pero bueno... Lo acepto. -le dijo Senko, abriendo el álbum. No pudo, sin embargo, contenerse la risa, y volvió a echarse a reír. -¡Es que no puedo parar! ¿En serio parece un estropajo mojado cuando está así? -le preguntó, sorprendido.

-Tu deberías saberlo más que nadie, Senko. -le dijo el lobo. -Los dos sois tigres.

-Ya... Madre mia, que fotos me has traído... ¿Donde las encontraste? Son muy viejas... -le preguntó. Eran distintas fotos, la mayoría de cuando Tora estaba preparándose para irse del clan e ir a la ciudad con Bryce. En ellas algunas se encontraba con Senko, y otras solo. No había, sin embargo, ninguna con el lobo híbrido, y dedujo que era porque el canino había decidido no incluir y no abrir la herida de nuevo. Le habría gustado ver a Tora desnudo... Bueno, menos era una piedra.

-Buscando en el baúl de los recuerdos, literalmente. -comentó el lobo. -Estoy haciendo una serie de estudios para poder pillar a Leon por banda, y buscando entre los baúles de casa, encontré estas fotos... Pensé que sería buena idea. Es lo menos que puedo hacer, supongo. Aunque no seamos amigos, al menos tampoco seamos enemigos.

Senko cogió el álbum, y lo echó en la bolsa junto con el resto, aceptando el objeto que le había traído Bryce. Inmediatamente se puso a cerrarla de nuevo, con resultados nada positivos. -Bueno... -comentó, diciendo. -¿Y que? ¿Como progresa lo tuyo con Leon?

-Vamos haciendo... Aunque los experimentos con E. no han aclarado muchas cosas. La información que tenemos de él, quiero decir. -mencionó Bryce. Senko se quedó un momento quieto, mirando al lobo, hasta que dedujo que con aquel movimiento no hacía más que delatarse, por lo que se puso a simular que intentaba cerrar la mochila de nuevo. -¿Por?

-No, por... Por nada, por nada. -dijo Senko. -E. ... Ya... Bueno... Espero que tengas suerte con Leon, esta vez. Porque si vuelves a dejar a Tora solo, esta vez sí que te lo quitaré, ¿Lo pillas?

Fue esa vez el lobo el que se echó a reír por unos segundos, y se incorporó, mirando al tigre y asintiendo con la cabeza. Dándole la zarpa, saludó con la mano a su viejo enemigo de pareja para dar el asunto por zanjado y las aguas relajadas, y sonrió levemente. Bryce decidió que ahí ya no tenía nada que hacer, por lo que procedió a salir por la puerta y dejar otra vez a Senko solo, con sus pensamientos.

Y los pensamientos del tigre, sin embargo, iban a lados distintos. El nombre de E. y los experimentos eran algo que le había llamado mucho la atención, y por Bryce, sino por una chica humana que había conocido y que, curiosamente, estaba metido en el fregado. Le sonaba claramente la mención de ese experimento y su búsqueda incesable a partir de la poca información que las altas esferas permitían, por lo que dudó seriamente de si debería dedicarse a ayudarla a obtener esos datos que, para ella, parecían necesarios.

Lizar... Ese era el nombre que Bryce había mencionado. Dejó el asunto de la mochila para otro momento y cruzó rápido la habitación para ir a preguntarle a la orca si sabía donde se situaba semejante antro... O humano. A Celéstia le encantaría saber que E. existió, y que tenía una curiosa historia detrás de él. Bajando las escaleras, no tardó mucho en encontrar a la orca apalancada en el sofá y con las piernas colocadas encima de la mesita de delante mientras veía la televisión todo tranquilo. No era la primera vez que le veía en esa pose, así que no le sorprendía en absoluto.

-¿Oda? -hizo, aproximándose a él inmediatamente. -¿Tienes un segundo?

-¿Uh? -la orca miró un momento a su compañero de piso, arqueó una ceja, y procedió a seguir mirando la televisión, aunque esta vez con la atención desviada en Senko. -Supongo que sí, ¿Por? ¿Que has roto ahora?

-Nada, burro. -soltando una bocanada de aire, se preguntaba cómo podía tener tanta paciencia con ese grupo. Dios, no soportaba las orcas, y le había tocado lidiar con una de ellas... Era simpático, pero a veces demasiado chistoso. -¿Sabes dónde vive ese amigo de Bryce? ¿El tal Lizar?

-Mhhh... Sí. -había tardado unos segundos en darle una respuesta, posiblemente porque se había planteado la duda de si darle o no la dirección. -La tienes en la agenda de la cocina, junto con su número de teléfono... ¿Para que, si se puede saber?

-Ahm... Bryce me ha dado un encargo para él.

-Ajá. Pues ya sabes.

Dios, que fácil era mentirle y que se lo tragara; o eso, o estaba tan distraída que cualquier respuesta servía para ganar tiempo. Pero ahora no estaba para pensar en cómo había conseguido que Odayaka le diera la dirección, y fue directamente a la agenda para tomar nota de los datos e ir a la casa del lagarto. La segunda parte iba a ser la más difícil, sobre todo la de convencer que le dejara echarle una zarpa para poder copiar todo sobre E. que encontrara por ahí. Si es que encontraba algo de utilidad, o de lo contrario, a su compañera humana no le serviría de nada. Mientras lo hacía, observó de reojo como la orca se incorporaba, apagaba la tele, y se estiraba todo lo que podía hacia lo alto mientras soltaba un bostezo audible.

-Bueno... Yo voy a ir tirando a casa de Tora. -informó. Acto seguido, miró al tigre, y añadió: -Podría haber ido antes con él, lo sé, pero el programa de televisión era más interesante.

-¿Y qué vais a hacer? -le preguntó, aunque podría haber dicho algo parecido como "a mi qué cuernos me importa lo que me estás contando" y habría servido exactamente igual.

-Probar a ver si se acuerda de jugar a baloncesto. -la orca se fue hasta la entrada y, con un saludo de mano, se fue, dejando al tigre blanco solo en la casa. Senko agradeció esos minutos de silencio y prosiguió a revisar entre toda la agenda, tarea complicada. La letra de Odayaka no es que fuera precisamente muy fácil de entender.

***

Oriente, 12:35 18 de Octubre 2511 20 días antes de la muerte de Bryce

Shinke esperaba que aquello funcionara.

Mas que nada porque una semana después, el grupo ya estaba hasta arriba en todo el tinglado que había montado como para retroceder ahora en el proceso. Convencerlos a todos les había costado lo increíble, excepto a Tora, que era el más susceptible de esa decisión y el grifo sabía que sin Bryce, plantearle la mera idea era estúpido. Lo había intentado, por eso... Y no había conseguido nada.

Y con intentado, se refería más bien a coger al tigre, sin decirle nada, llevarlo hasta una de las pistas de baloncesto que se podían encontrar en algunos descampados. De hecho, era la pista donde, tiempo atrás, habían llevado a Bryce a entrenar. Antaño, se habían tirado abajo unos edificios, pero la crisis había obligado a parar el proceso de la construcción de una nueva universidad que, según decían, iba a hundir aquella donde se encontraban Tora y compañía. No había sido así, por lo que el solar ahora se encontraba abandonado y rodeado de algunos edificios que no habían corrido su misma suerte.

El tiempo había hecho que la constructora a la que le pertenecía el solar quebrara, y el terreno, expropiado, ahora ya no pertenecía a nadie, por lo que urbanamente se habían pintado en el suelo algunas señales para deportes más conocidos, y la gente se las había ingeniado para sacar porterías y cestas allá donde los demás los tiraban por renovación u otros temas que ahora no venían a cuento. La cuestión es que no solo Tora se había dado cuenta de los planes de su pareja y de su amigo, y se negaba en redondo.

-No, no, y no. -era su respuesta continua, con los brazos cruzados, y bastante cabreado. -Shinke.. Lo que no puedes hacer es desarmar el equipo y, meses después, decir que todo fue un malentendido. Me da igual como habrás enredado a Odayaka y a Bryce, pero conmigo no cuentes, así de claro. Os tendréis que buscar a otro. -

Apoyó la espalda en la reja, y enfadado, desvió la mirada hacia otro lado mientras el grifo se acercaba a él y empezaba a suplicar de nuevo.

-¡Por favor! -le exigía. -Mira, entiendo que me equivoqué, ¿Vale? ¡Lo entiendo, de veras! Pero... Joder, tio, la situación ha cambiado. ¡Todo ha cambiado! Necesito esto... Por favor...

Tora fue a añadir algo, pero sus palabras fueron silenciadas en el momento en que escuchó acercarse un coche. Estaba a unas tres o cuatro calles, pero su oído fino lo captaba igualmente, y su curiosidad felina hizo que girara la cabeza para comprobar de quien se trataba. Era un taxi, y en el viajaban varias personas. No le habría llamado la atención de no ser porque por ahí apenas pasaba tráfico. Siendo una zona semidesértica, poco llamaba la atención. El coche, curiosamente, frenó delante, y la puerta se abrió, dejando entrever a dos figuras conocidas.

Una de ellas se trataba de Uros, que parecía salir con cara de mala uva. Sabiendo que el lobo poco soportaba los transportes públicos -o los transportes en general- entendía esa cara. El otro era, para sorpresa de Tora, Bryce, que al cerrar la puerta miró en su dirección y mostró una enorme sonrisa en su morro. El tigre, apoyado en la reja, se incorporó mientras contemplaba a su novio echar a correr en su dirección, atravesar la puerta de la pista, y echarse en sus brazos.

-¡Ei! -exclamó el tigre. -Tranquilo...

-Ya... Es que te he echado de menos. -se excusó el canino. -¿Te ha contado Shinke la idea? Como veo que te ha traído aquí...

-Sí... Si me la ha contado... Bryce... -el tigre le cogió amablemente de la parte inferior del morro, y añadió: -¿Estas seguro de querer hacer esto? Lo tuvimos que dejar por falta de dinero... ¿De donde lo vamos a sacar? ¿De Odayaka? No podemos ir usándolo como si fuera un saco de monedas...

-No es Odayaka el que nos va a prestar el dinero. -Bryce se apartó, y se colocó bien el pelaje, seguro de sí mismo. -Si no su padre. Dejó a Odayaka quedarse en el país si volvía a los orígenes del deporte. Aceptó, así que esto le viene que ni pintado. Además, seremos otra vez un equipo de universidad... Pero con el tiempo, nos haremos independientes otra vez.

La seguridad era tal en las palabras del lobo, y el tigre le veía tan feliz, que finalmente soltó un suspiro y se resignó a la realidad. Su pareja no iba a parar hasta no conseguir su propósito, y lo haría, con o sin él, avanzar para formar un equipo.

-Está bien... Pero igualmente necesitamos dos cosas. -le recordó Tora, alzando la zarpa. -La primera es, evidentemente, que tenemos que reunirnos todos y calentar antes de empezar algún partido. Supongo que habrás conseguido que la universidad nos deje enfrentarnos a otros estudiantes, ¿no?

Bryce asintió con la cabeza, y Tora decidió proseguir.

-Bien, lo segundo pues, es necesariamente, un jugador de repuesto. Bastante nos la jugamos en su momento, pero ahora, tal y como está la situación, si Baka no se encuentra predispuesto en un momento clave, estamos cogidos por nuestras partes nobles... ¿Se te ocurre a alguien?

El lobo híbrido asintió con la cabeza, y sonrió contento. Tora, en cambio, arqueaba una ceja viendo la total seguridad que aparentaba tener el lobo, posiblemente por el control absoluto y total que tenía de las cosas.

-Marty seguro que podrá ocupar el puesto perfectamente. -le contó Bryce, llevándose las zarpas a los bolsillos y poniéndose de puntillas. -Seguro que es bastante bueno.

-¿Quien?

-Un amigo que conoció hace un tiempo. -Uros, que había permanecido todo el rato callado, se apuntó a la conversación. -También un lobo, y la mar de simpático, a decir verdad. Un fan de vuestro antiguo equipo... Aunque no te puedo valorar sobre el tema del juego, eso es algo que tienes que ver tú. Yo no sé nada del tema.

Bryce, sonriendo, miró a Tora unos segundos. Sus reflejos fueron bastante hábiles como para captar con el oído una pelota acercarse y giró de inmediato para captarla en el acto, a pocos centímetros de la punta de su morro. A pesar del movimiento, el lobo permaneció un par de segundos sin saber que reaccionar, su cerebro algo bloqueado por la sorpresa.

-Si queréis volver a formar el equipo. -empezó la voz de Odayaka. -Lo primero de todo sería calentar y practicar, en vez de abrir tanto la boca, señoritas.

Bajando la bola, sus ojos pudieron ver a su amigo mamífero, y meneó la cola contento de verlo. Con Odayaka, ya eran todos los que estaban ahí. No todos, por eso, los del equipo original... El lobo bajó la cabeza, pensando en a quien le faltaba. Damaru tendría que estar ahí, a pesar de que nunca fue de buen pan, valoraba el coraje que le echó al asunto a la hora de sacarlo de la prisión que fueron los experimentos de Leon... Su puesto tenía que ser ocupado por Odayaka.

Las siguientes horas se le echó punta a la memoria de Bryce. El lobo híbrido recordaba como se jugaba a baloncesto, pero en cierta forma sentía que no coordiba bien los movimientos con su línea de pensamiento. Físicamente tenía que ser igual que antaño, pero por alguna razón, su cuerpo era mucho más ligero que lo que recordaba, y se adelantaba demasiado a los movimientos. La frustración no tardó en llegar cuando vio al resto de sus compañeros echar pestes sobre él, inclusive su novio, y no tardó en recordar que siempre había sido así. Un grupo formado por tiburones.

De la frustración, pasó al desespero, finalmente a la aceptación, y posteriormente a la puesta en marcha. Bryce decidió aprovechar sólo lo imprescindible de su memoria, pero procuró empezar de nuevo para acostumbrarse a la rapidez de su cuerpo, lo que le obligó a realizar movimientos más rápidos e intercepciones más bruscas. A la hora y media de ponerse a jugar, el lobo captó la forma que tenía de moverse ahora. Si antaño era de mantener la esfera lo antes posible, ahora tenía que ser rápido moviéndose de un lado a otro.

No tardó demasiado, pues, en cogerle el tranquillo, y empezar a moverse con absoluta rapidez. Le quitaba a Shinke la pelota de delante de las narices cuando Odayaka se la pasaba, y se la devolvía a Tora. Luego, cuando este era flanqueado, volvía a recuperarla y canastaba. Acciones rápidas, precisas, y cortas. Si alargaba demasiado un movimiento, su cuerpo se agotaba, o otros le podían. Tenía que ser el más veloz, el más rápido. Casi era como ir de caza.

El único que se estaba dando cuenta de todo aquello era Uros, que veía como Bryce se movía igual que uno de su clan a la hora de ir a la búsqueda de comida. Posiblemente su viejo amigo estaba aprovechando la memoria que le quedaba de la infancia para sobrevivir a aquel carnaval de movimientos, pero se le veía esforzarse para conseguir ser el mejor. Ahora solo le faltaba tiempo, y también paciencia.

Y entonces estaría listo para enfrentarse a Sarah.

***

Oriente, 22:35 20 de Octubre 2511 18 días antes de la muerte de Bryce

Mientras unos se esforzaban en su camino a la gloria, otros parecían dispuestos a acabar de aprovechar el material que había reunido con tanto esfuerzo Bryce -y sobretodo Lizar- para seguir adelante y vencer a su enemigo. Senko era uno de esos otros que había oído en las palabras del lobo lo que necesitaba, y ahora no estaba dispuesto a dejarlo perder. Había sido harto difícil adivinar la dirección que ponía la letra de la orca, pero algo de esfuerzo, paciencia, y una buena guía de calles había sido suficiente para ver a donde tenía que ir. Igualmente, la mejor idea había sido ir un par de días más tarde. Por si acaso.

Su olfato, sin embargo, le acabó de confirmar que no iba por mal camino. Olía a lagarto, y a humana, aunque eso último era más bien superfluo. Posiblemente aún no había vuelto a casa. Fuera como fuera, el felino avanzó hasta la puerta y picó al timbre... Tenía que charlar un rato con ese tal Lizarman, y ver si conseguía sonsacarle la información que tanto necesitaba Celéstia.

Tras un par de gritos y despotricaciones, un lagarto con cara de malas uvas abrió la puerta, mirando a ver de quien se trataba. Fue incapaz de articular palabra alguna al ver al felino, ventaja que aprovechó el otro para hablar con él y tomar palabra.

-¿Lizarman?

-Así me llaman... -la voz ronca del otro daba a entender que llevaba un buen tiempo necesario sin dormir. -¿Quien eres tú?

-Soy... Senko, un viejo amigo de Bryce. ¿Te acuerdas?

-Uh... -El lagarto se llevó una mano a la frente mientras cerraba los ojos fuertemente y procuraba hacer el esfuerzo necesario para recordar, pero le era difícil. -Creo que sí... De la excursión aquella y... Mrf... Ya... Sí, pasa, pasa... Algo...

Bien, puerta directa a la información. Senko no dudó un segundo en pasar adelante y introducirse en la casa, que disponía sólo de la luz del pasillo abierto. Sin tardar ni dos segundos -no podía distraerse en ese preciso instante- se giró al lagarto y cogió algo de aire, mirándole.

-¿A qué has venido? -le preguntó el lagarto.

-Bryce me ha dicho que encontrasteis información de un tal E. Necesito que me digas todo lo que sabes realmente de ese fruto de experimento.

-... Bryce es un bocazas. -pero ya estaba hecho. Refunfuñando, cerró la puerta detrás de él, echó el pestillo de seguridad y avanzó a paso ligero a través del pasillo. -Date prisa. Son las once de la noche y tengo ganas de irme a la cama de una puñetera vez. Y esos escritos no me dejan descansar... Supongo que te ha dicho también que estoy tras Leon, ¿Verdad?

Senko asintió con la cabeza, pero no dijo nada. Lizar puso los ojos en blanco, y procedió a subir escaleras hasta su habitación. Podría haberlo hecho a través de las paredes, que habría ido más rápido, pero prefería conservar aún su humanidad. Lo cierto es que no se podía decir lo mismo de donde dormía, que parecía todo un vertedero. Papeles y ropa desperdigados por todos lados como si hubiera habido una fiesta del sabado noche. Un ordenador que reescribía cientos de líneas automáticamente, las ventanas cerradas y la persiana bajada... Incluso un leve tufo a lagarto que hizo que el felino se colocara la zarpa al morro.

-¿Y exactamente... Para que quieres tu saber algo de E.? -le preguntó el lagarto, sentándose en el suelo. Cogió un papel medio escrito, un bolígrafo, y empezó a redactar. Por lo que tenía al lado, parecía estar traduciendo. -Como si tuviera mucho...

-Una conocida humana está buscando precisamente lo mismo... Desconozco el qué, pero resulta bastante importante. Para ella. -le explicó, sentándose a su lado. Lizar arqueó una ceja, sorprendido de la explicación del felino.

-Para el carro... ¿Humana? ¿No los odias?

-Eso es un tema aparte. Parece de los pocos que no son ni esclavo, ni mayordomo, ni nada... Y bastante inteligente. No se si la conoces: Rubia, de pelo largo, gordita, pecho grande, caderas... Responde al nombre de Celestia.

Ese nombre le sonaba, y tanto que sí. No habían intercambiado palabra, ni siquiera se habían dado la mano o mirado, pero Lizar sabía al menos quien era... Y punto. Una chica que estudiaba en la misma universidad que él, pero en una carrera distinta. La de periodismo, y si la conocía, era por los constantes rumores distintos que se habían dicho de ella. Entre otros, que era un auténtico peligro. Posiblemente por eso se había aliado con una gata, y con un grifo enorme.

-Celestia Claus. Me acuerdo. -el lagarto hizo un ademán con la mano sin apartar la mirada de los papeles, y añadió: -No tengo ni idea de donde está lo que buscas, pero lo he visto. Es el diario de una mujer llamada Sarah... Estoy traduciendo algunos textos, para ver si comprendo bien algunas cosas. Hay escritos que son muy viejos y el idioma ha avanzado bastante en doscientos años... Haz. Pero no rompas ni escondas nada.

El felino no dijo nada, pero se puso inmediatamente zarpas a la obra. Empezó cogiendo todos los papeles, haciendo un montón, y sentándose al lado del lagarto, fue haciendo algo de orden para encontrar un mínimo de coherencia en todo aquello.

-Y exactamente... ¿Que has descubierto?

-Je... Míralo tu mismo.

Vaya, le había tocado un lagarto bien calladito. A la vista que no iba a obtener nada nuevo, decidió ponerse a leer los papeles. Empezó por los más viejos que veía, pero a los dos segundos, tuvo que dejarlo de inmediato al encontrarse el mayor de los handicaps: Estaba en occidental, idioma del que no tenía ni la mayor idea. Fue a decirle algo al lagarto, pero a la vista de que no quería decirle nada, se planteó irse. El mero pensamiento desapareció cuando vio al reptil estar escribiendo en un idioma que él entendía mejor... Había dicho que estaba traduciendo.

Su mirada se dirigió inmediatamente a la mesa, y allá donde estaba el montón, cogió y empezó a devorarlo entero, pero con calma, a la busca de cualquier pista que pudiera ayudar a esa humana. Celestia era una muchacha adulta bastante capaz, y madura. Y la forma en que se habían conocido había sido, cuanto menos, sorprendente.

Unas vomiteras en medio de la calle habían sido suficientes para que la chica, que paseaba por la calle en ese momento, se detuviera de inmediato. El tigre no paró de soltar todo lo que había acumulado en el estómago hasta que no pudo más, pero la muchacha, en un intento de querer ser majo, decidió ayudarlo y acompañarlo hasta el médico. La razón de la vomitera había sido un exceso enorme de hormonas... Lo que le recordó aquello que le había dado a Tora para sobreexcitar. Guau, genial. Ahora se daba cuenta de que en realidad era eso.

Al día siguiente, Odayaka le obligó a ir a verla para darle las gracias por el esfuerzo. El felino al principio se negó, pero acabó cediendo a las palabras de la orca y se apuntó un tanto rápido. Ese tanto se tradujo en un café, una conversación de tres horas, y el hecho de que pesara sobre su conciencia devolverle el favor. Solo era eso, coger información, dársela a la chica, y decirle adiós muy buenas.

Lizar miró de reojo tras unos minutos a Senko, y esbozó una sonrisa cuando vio al tigre blanco flipar en colores con todo lo que leía. Las miradas de ambos se cruzaron un momento, y Senko vio finalmente el momento perfecto de preguntarle.

-Esto... Esto es sobre cómo se formaron los antros. Nosotros. -le logró decir al final. -Todo... Está aquí.

-Bienvenido al club, Senko. -le respondió Lizar con una sonrisa pícara en el morro. -Y estas en lo cierto. Ahora imagínate a Bryce involucrado en el origen de cada uno de los antros... ¿Entiendes ahora su pelea constante contra Leon, y lo vital que es esta información para vencerle?

Sí, ahora lo entendía. Senko ignoró su objetivo inicial, y con los papeles, se sentó al lado del lagarto para comenzar a leer en serio.

-¿Como... ? Joder... Bryce... ¿Cuanto tiempo lleva lidiando con esto?

-Dos años. -hizo el lagarto, parando de traducir. Iba a ser difícil concentrarse si no le ponía a nadie. -Tienes que cerrar ese morro que tienes, o te lo cerraré yo a ostias, ¿Entendido? Nada, absolutamente NADA tiene que salir de aquí... Así que si Bryce te ha contado eso, es porque debe de confiar en tí y en que sabes guardar secretos... ¿Entendido? Si algo sale de aquí, moriremos todos.

Para que comprendiera la gravedad de la situación, el lagarto le cogió el montón de papeles y empezó a buscar entre ellos, mientras le hacía un resumen rápido.

-Por lo que se hasta ahora, creo que Sarah mezclaba sus papeles con los de su hija... Que tiene una historia terrible. -le contó, enseñándole un texto. -Sarah Ronnoc era una mujer entrada en la cuarentena, científica, ganadora de un premio nobel, y varios otros premios que hoy en día están descalificados... Este fue su primer texto real que nos interesa.

Senko bajó la vista, y empezó a leer:

"Han aceptado el proyecto, no puedo creerlo.

Mi equipo y yo no sabemos si es por la influencia del premio nobel, por nuestros contactos con las altas esferas, o que, pero han aceptado nuestra investigación. El proyecto de crear un ser animal con rasgos humanos y que mezcle la genética de ambos es algo ambicioso que, con éxito, nos ayudaría a investigar varias enfermedades.

El cáncer, el SIDA... La mezcla de ambas genéticas reforzará varios aspectos del ser humano y nos ayudaría a crear anticuerpos que permitirían volvernos resistentes o incluso inmunes a este tipo de enfermedades. John, mi marido, está de acuerdo con ello. La familia y nuestros amigos van a participar, pero tenemos que mantener esto en secreto."

-... Es nuestro origen... -hizo Senko. -Estos fueron los humanos que nos... Crearon...

-Hace muchos años. -le recordó Lizar, rebuscando entre otros papeles. -La cuestión es que el proyecto avanzó... Y avanzó... Varios años. Obtuvieron un cierto grado de éxito, pero creo que en quien tenemos que centrarnos más es en su marido. ¿Has visto que estaba interesado? Bien... Lee este papel entonces.

"Hoy me he peleado con John.

Está claro que no compartimos las mismas visiones. Hemos conseguido mutar animales, pero la genética que compartimos ambos no es del todo cien por cien completa, por lo que a pesar de las deformidades que hemos causado, es difícil decir que hemos conseguido un éxito rotundo. Está claro que necesitamos genética humana, y la estamos extrayendo, pero eso vale dinero, y no disponemos de tantos fondos.

John, hoy, me ha vuelto a sugerir hablar con el ejército. Parece ser que la sugerente idea de formar una gran cantidad de soldados superdesarrollados con sentidos animalísticos es algo por lo que estarían dispuestos a pagar una enorme cantidad de dinero. Soy la jefa, y paso tres pueblos de cometer semejante error. No puedo hacerlo: Yo misma voy a ser madre, y no puedo atentar contra la humanidad que represento... No voy a cometer ese tipo de errores. Luego no seré capaz de mirarle a los ojos a mi hija."

Y antes de que dijera nada, Lizar ya le tenía predispuesto otro papel.

"Mi hija de seis años me ha preguntado por su padre. No he podido decirle nada. ¿Como podía explicarle que su madre, científica y dedicada en cuerpo y alma a un proyecto que jamás debería haber empezado, acabó divorciándose de su marido por temas laborales? No veo el final del túnel en este lío en el que me he metido, y los problemas no paran de salir.

Mis compañeros ya no están conmigo. Me encuentro sola con gente nueva, incompetente, que se cree mejor que yo. Y encima me han metido a un jefe que ha sido capitán del ejército. Empiezo a ver por donde va a acabar esto, y a mí no me está haciendo ni puñetera gracia. Las cosas están yendo a peor."

"John es un hijo de puta.

Esta mañana me he encontrado que no podía entrar en mis propios laboratorios. ¡Mis laboratórios, en los que llevo nada menos que siete años en ellos! El cabrón ha salido, todo serio, y ha dicho que ahora ÉL es el jefe del proyecto, que el dinero que le ha dado el ejército por el interés de mierda de crear supersoldados y la influencia política que ha conseguido durante este tiempo ha sido suficiente, y que mi incapacidad de cumplir con los plazos han hecho que me echen del proyecto. ¡Será mamón!

Dispongo aun de los escritos, y dispondré de los avances mientras no diga nada... Me siento fatal. Es como si me quitaran una parte de mi cuerpo, y se lo dieran al mejor postor. Al menos, ahora, tengo a mi hija..."

Senko acabó de leer, y miró a Lizar, extrañado.

-¿Y ya está? ¿La historia de Sarah acaba aquí?

-No... Esto... Esto es lo que más me aterroriza.

Lizar le entregó, temblando, una ficha, y Senko la cogió con cuidado, empezando a leerla con calma. Volvió la vista al lagarto al ver algunos datos, pero Lizar le obligó a seguir, por lo que bajó la cabeza de nuevo y le echó otro vistazo.

Se trataba de la ficha de la misma hija de Sarah. Una niña de ocho años, discapacitada físicamente, y cuyo físico era similar al de Bryce, pero en chica. Los textos la mencionan como el sujeto número uno al presentar un físico aparentemente fuerte para realizar los primeros experimentos con éxito que juntarían animales con humanos.

Mientras leía eso, empezó a escuchar unos ruidos, unos gritos horribles. El felino apartó la vista y vio como en el ordenador del lagarto se reproducía unas imágenes de bastante baja calidad, en blanco y negro, que mostraban parte de una sala de enfermería con una chica postrada en la camilla central y atada de piernas y brazos. En la cabeza tenía puesta una sonda, al igual que varias inyecciones en el brazo derecho y un tubo que salía del corazón. La chica gritaba, gemía de dolor, pedía que se detuvieran... Abajo del vídeo, se iban anotando los registros.

Senko volvió la vista a la ficha, y apartó la primera hoja para leer la segunda. El experimento empezaba mal, con mutaciones varias. En futuras revisiones, los registros iban a peor: Pérdida de la voz, del sentido del tacto. Descontrol, furia constante, rabia... Las deformaciones cada vez iban a peor hasta... Pelz.

Fue cuando el felino soltó los papeles en el acto.

Ahí estaba, Pelz. El resultado de toda aquella tortura. El marido había secuestrado a la hija de su mujer y la había sometido a intensas torturas hasta convertirla en Pelz y, así, en los orígenes de toda la existencia futura de antros. Senko volvió la vista al lagarto, que asentía con la cabeza, como confirmando cualquier duda que se le pasara por la cabeza.

-... Sarah... Está...

-No se como. -le explicó Lizar, encogiéndose de hombros. -Estoy traduciendo más textos, pero hasta ahora, creo que la única explicación posible que le encuentro es que Sarah está intentando enmendar el error que cometió su marido... O lo que ella considera un error, claro. Devolvernos a todos a una forma humana, como antes... Y es algo por lo que muchos antros estarían dispuestos a matar si hace falta. ¿Entiendes porque te pido que no digas nada?

Senko, que había estado todo el rato a la defensiva con Bryce, empezaba a entender la envergadura de la situación a la que se enfrentaba su compañero híbrido. Bryce se estaba enfrentando a un Dios.

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Oriente, 17:35 25 de Octubre 2511 13 días antes de la muerte de Bryce

El mismo híbrido paró la ducha del gimnasio en cuanto escuchó a unos pies entrar. Sonando a pezuñas con herraduras clavadas, tenía la pinta de ser nada menos que Stallion. O eso, o podía ser otro caballo, pero pocas personas tenían acceso a los vestuarios de la universidad, por lo que no podía ser nadie más.

-¿Stallion? -preguntó sin embargo, saliendo de la ducha con una toalla puesta en la cintura. El caballo, sentado en un taburete, estuvo mirando a Bryce de arriba a abajo, y sonrió, incorporándose.

-Solo venía a daros las gracias. -le informó su antiguo enemigo, o uno de ellos. -Mi hija se recuperará pronto, así que... Bueno, creí que venir a veros jugar era una bonita de agradeceroslo. ¿Como lo lleváis?

-Bien, empezaremos en cinco minutos,así que tengo que vestirme rápido. -el lobo se fue inmediatamente al otro taburete, donde tenía toda la ropa que necesitaba. Se secó agitandose el cuerpo entero, y con el pelaje desordenado, empezó a vestirse. -Pero espero que vaya bien... Baka necesita una ayuda bien gorda, y este partido puede ser lo que busca.

-Ah, sí... La enfermedad de Baka. -soltó el caballo, mirándole atentamente. -Bryce... ¿Porqué ayudas tanto?

El lobo permaneció callado mientras acababa de vestirse con la camiseta, y en cuanto se la puso, le miró sonriendo, el pelo cayéndole a un lado, el contrario a cuando se conocían antes.

-Porque... Todos me habéis ayudado, en menor o mayor parte, de buenas o malas formas... -le explicó, mirándole. -Quiero devolverles el favor... Y tu... Sufrías mucho. -le contó. -No soporto que la gente sufra.

-Ya... En eso te pareces muy poco a Sarah, a pesar de que ambos compartiis ADN. -el caballo se colocó bien la camisa, y se despidió con la cabeza. -Estaré arriba, mirando, animandoos... Espero que os vaya bien.

Bryce asintió con la cabeza también, y salió de inmediato hacia el pasillo, donde Tora y los demás estaban esperando. Shinke parecía nervioso, como de costumbre, y el resto, estaban calentando el cuerpo para lanzarse de inmediato bien listos y preparados. Bryce observó a sus compañeros... Y por un momento le resultó extraño todo aquello. Por una parte, nunca había jugado a baloncesto, y por otra parte... Sus recuerdos le informaban que eso no era cierto.

En cuanto empezaron a salir al estadio, el lobo observó como su plan surgía efecto. Televisiones, radio, cientos de medios de comunicación puestos encima de ellos. Encima de él, y el lobo tenía que aprovechar el efecto mediático para atraer a Leon. Si su plan surgía efecto, era posible que su archienemigo regresara cabreado, y entonces, Bryce podría enviarlo a la policía. Sin Leon, Sarah no podría hacer nada. Y se mostraría.

Tora se colocó en el centro, al igual que el contrincante, que pertenecía a un grupo de dragones. Estaban jugando el liga C, que permitía cualquier tipo de equipo, tanto con razas mezcladas, o con las mismas. La liga B y la Liga A sólo permitían razas mezcladas y con un cierto equilibrio estudiado; ellos entraron casi por milagro, debido a que Damaru desequilibraba el equipo... Quizás ahora ya no tendrían ningún problema.

Para cuando se dio cuenta, Tora ya había devuelto la pelota a su equipo, y el contador empezaba a correr, dividiendo a ambos equipos. Bryce, preocupado por Tora, decidió permanecer cerca, pero al ver que el otro equipo ya empezaba a bloquear, tuvo que tomar su propio camino. Las normas prohíben usar las alas de Shinke, pero el grifo tenía mucha fuerza a la hora de lanzar el balón, por lo que cuando se lo lanzaron, el lobo tardó un par de segundos en soltarla al suelo y empezar a botar para evitar pasos.

Al cabo de unos segundos, ya había perdido la noción del tiempo y solo se movía casi por instinto, como si hubiera hecho eso toda la vida. La pista le resultaba vacía, sin ruido, sin gente vitoreando, nada... Solo él, el resto de su equipo, los contrincantes, y el esférico. No había nadie alrededor, nadie que le llamara la atención y le desconcentraba.

Los dragones eran un problema, sin embargo, y no tardaron en darse cuenta de ello. Eran algo más altas, y por consiguiente, sabían cómo encestar a la primera sin grandes esfuerzos. Ellos tenían que tirar de la agilidad de Tora, pero parecía que dos años habían sido suficientes para que muchos equipos descubrieran su forma de jugar, porque constantemente estaban bloqueando al tigre, y complicaba las cosas. Si perdían... Bueno, tendrían que esperar al año que viene para seguir jugando, y no se lo podía permitir.

Cambiaron de estrategia, y esta vez, le tocó a él cargar con la capacidad de encestar. Teniendo en cuenta que no era tan ágil como Tora, la situación se complicaba en demasía. Los dragones les rodeaban, y tenían el control sobre el esférico constantemente. Intentaban quitarla, pero pronto el equipo se juntaba para evitar el contacto. ¿Y se suponían que era de la liga C? O estaban demasiado desentrenados, o aquello era una tomadura de pelo, una trampa.

No tardó demasiado Bryce en darse cuenta que era lo que les fallaba. Odayaka no era Damaru, y quisiera o no, el dragón verde siempre había dado una alternativa que le daba la vuelta a la tortilla a los partidos. Ahora, tenían que contar sin él, y quizás no habían planificado mejor las estrategias... El lobo se sentía culpable. Estaba siendo un lastre.

Uno de los dragones interceptó a Tora. El híbrido vio como la misma le quitaba la pelota y en ese instante, Tora se movió de forma extraña y finalmente cayó de lado. El dragón se largó con el balón, pero el lobo se lanzó de inmediato a por su pareja. No era el único, igualmente: Todos los de su equipo dejaron de inmediato sus quehaceres, y segundos después, fue el mismo árbitro el que pitó un paro en el juego.

-¡Tora! -el lobo se sentó a su lado, mirando al tigre. -Dios santo, cariño... ¿Pasa algo?

-No se que coño me ha hecho ese cabrón... No me responde la pierna derecha... -le dijo. Shinke se arrodilló al otro lado, y le tocó la pierna con una zarpa. Al ver que Tora no respondía ante el tacto, pasó la zarpa por todo el miembro hasta que alzó la vista y miró a Bryce.

-Creo que le han dormido la pierna de alguna forma. -le contó. -No puede jugar de esta forma. Va a ser más un impedimento que otra cosa.

-¡Y una mierda! -Tora intentó incorporarse, ignorando las advertencias de Shinke, y a la mínima cayendo. Sentía que le faltaba una pierna, por lo que apenas podía moverse. Bryce vio el panorama complicado, y la vista se le fue al árbitro, que le hizo la señal de que se les acababa el tiempo de espera. Tenían que tomar una decisión... Y la tenían que tomar ya.

-Que venga Marty. -hizo Shinke. Como jefe, podía tomar esa decisión, y Tora, cabreado bajó la vista. Odayaka soltó un silbido llamando a los médicos que esperaban con una camilla, y estos se acercaron de inmediato para recoger al tigre. Bryce les ayudó a levantarlo, pero no le soltó la zarpa, mirándole a los ojos.

-No quería esto... Quería un partido contigo... -le susurró Bryce. -Yo... Lo siento...

-Ei... Tranquilo, ¿Vale? -le dijo, sonriendo. -No te preocupes... Estaré bien... Tu intenta al menos que quedemos decentes, ¿Ok?

El híbrido, con un gran pesar en el pecho, asintió con la cabeza y dejó que el tigre se largara, con las orejas gachas. Marty no tardó en aparecer dejando el banquillo y chocando las manos con Odayaka, miró a Bryce. El híbrido no le dedicó ninguna sonrisa, su cabeza aún puesta en Tora... Y su cabreo en aumento. Con los puños cerrados, estaba a punto de hacer pagar a los dragones por ello.

-Bien... Vamos a ganar este partido.

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Oriente, 18:35 25 de Octubre 2511 13 días antes de la muerte de Bryce

Lizar cogió otro cacho de pizza, mientras acababa de traducir textos. Se suponía que tendría que haber acabado hacía dos días, pero en cambio, se había complicado bastante. El oriental de esos textos era tan viejo, que había necesitado -y por orgullo propio, admitido- la ayuda de Senko, que había cambiado de planes. El tigre blanco había tenido la idea de irse; tras ver a que se enfrentaba Bryce, decidió ayudar. Ese híbrido, si se iba a quedar con Tora, que no le diera la tabarra con problemas con Leon.

Así que, con paciencia, de nuevo, cada tarde el tigre hacía aparición y ayudaba a Lizar a traducir. Los textos eran redundantes en su mayoría, y algunas veces, seguía sorprendiendo el hecho de que aparecieran como trozos de diario con una escritura de niña. El lagarto solo podía suponer que, en realidad, la mujer había perdido la cabeza e intentaba simular que aún tenía una hija... Una hija que habían convertido en un monstruo.

Un golpe en la mesa hizo que el lagarto se atragantó y, tosiendo, volvió la vista a Senko, que permanecía con las zarpas encima de la mesa y los ojos entornados en un texto que estaba mirando con apariencia de no ser capaz de creérselo. Tras toser un par de veces, el lagarto se incorporó y se colocó a su lado, mirándolo.

-¿Que has visto? -le preguntó. Estaba en un oriental complicado, por lo que sólo podía esperar a que Senko se lo tradujera. El tigre, en cambio, tartamudeaba, y era incapaz de decir nada más allá de señalar un par de líneas.

-No se como narices ha llegado esa tal Sarah hasta nuestros días... Pero esto explica muchas cosas. -consiguió decir, pero muy asustado. Lizar, aterrado ya por la forma de comportarse de su compañero, dejó que continuara a su ritmo. -Hicieron experimentos con otros sujetos para poder controlarlos. La idea era, una vez creado un ejército de antros... Implantarlos sensores eléctricos en la cabeza, y... Controlarlos.

A Lizar le costaba asimilar lo que estaba diciéndole Senko, por lo que se encogió de hombros, incapaz de entender a qué se refería. Senko se apartó de la mesa y se apoyó en la pared, suspirando.

-Bryce vino a nuestra aldea... O más bien lo trajeron unos compañeros suyos, Damaru y Laura. -le contó. -Laura la encontraron muerta, Damaru... Se suicidó, pegándose un tiro en la sien.

-Dios santo...

-Bien... Ahora es, cuando viene mi absoluta ignorancia. Ignoro como funciona esto de la electricidad, pero piénsalo bien: ¿Cómo murió el padre de Bryce? O si miras más adelante, algunos escritos. Hay gente en estos diarios, textos de científicos que estaban ya con el ejército que morían todos de la misma forma, con un tiro en la cabeza a modo de suicidio.

-... Los controla... ¿Como?

-Estáis rodeados de aparatos electrónicos, Lizar...

El lagarto cayó en la cuenta de repente. Lo que decía Senko, en cierta forma, tenía sentido. Explicaba también porque cada vez que buscaba información al principio el ordenador se volvía tarumba y transmitía mensajes extraños. O...

-... Bryce me dijo que escuchaba a veces teléfonos sonar... Pero nunca sonaron. -empezó el lagarto. -Y las fotos de Leon...

-La hija de Sarah estaba en todas y cada una de ellas. -concluyó el tigre blanco, mirándole. -Puede que solo nos quede entender cómo ha podido esa mujer vivir tanto, pero ahora sabemos que si ha conseguido tanto es porque manipula a la gente con aparatos electrónicos. De alguna forma, consigue hacerlo. Por eso aparece en todas las fotos de Leon la imagen de su hija. Está ahí, recordándole constantemente que debe ayudarla... ¿Quien te dio todo este material...?

-... Stallion... Y Stallion siempre llevaba guantes puestos. -Lizar empezó a moverse de repente, recogiendo todos los papeles de golpe y intentando poner un mínimo de orden. -Joder, ¡JODER!, esto escapa del control de cualquiera. Bryce y Tora están ahora mismo rodeados de cámaras jugando al baloncesto y... En la cocina hay guantes de plástico. Cógelos y traelos. Tenemos que avisarles.

-¿A donde iremos?

-Al partido. Bryce tiene un plan, que todo el mundo les vea para provocar a Leon. Pero mucho me temo que vamos a invocar algo mucho peor... Sarah es el demonio personificado.

Senko dejó estar a Lizar con sus pensamientos y se lanzó a correr de inmediato a la cocina, bajando la escaleras. Él no era de dioses, no era de religiones, era más bien de la tierra, de la vida... Por lo que a él eso no le incumbaba. Pero en algo tenía que darle la razón a Lizar: Estaban hablando de palabras mayores.

Mientras rebuscaba en los cajones, escuchó como el lagarto bajaba de inmediato y dejaba trastos encima de la mesa. La luz de la casa, de repente, en general parpadeó un par de veces, bajó de intensidad, y volvió a subir. Lizar miró a Senko, que se había quedado quieto, con los oídos puestos.

-¿Que coño...?

-Shhh... Oigo algo...

Paró oído, y empezó a girar la cabeza en la dirección en la que escuchaba una especie de silbato o pitido solo audible para él. Fue girando, lentamente, y se fue acercando al silbato hasta que su mirada se posó en un microondas. Plantándose delante, notaba algo extraño en el aparato, pero para él, todos los aparatos hacían cosas rarísimas que no comprendía. Por eso, si había algo que le asustaba de esos cacharros, eran que hicieran chispazos... Como ese.

-¡Agáchate!

En el momento en que lo hicieron, la puerta del microondas salió disparado a la vez que el aparato soltaba una especie de fogonazo. El lavavajillas, a su lado, empezó a soltar agua y espuma por los laterales, y los fogones del horno eléctrico se encendieron de repente. El portátil de Lizar también empezó a soltar chispas hasta que la pantalla empezó a entrar en llamas, y por acto reflejo, el lagarto quitó los papeles de repente de ahí cerca.

-¡Sabe que la hemos descubierto! -exclamó el lagarto. Senko, sin ganas de decir nada, cogió a su compañero del brazo, todas las carpetas de turno y tiró de él para irse de aquella casa. A medida que avanzaban, bombillas del pasillo iban estallando por el camino y les iban dejando sin luz. El felino cogió el pomo de la puerta y empujó a Lizar fuera, saliendo él más tarde.

-¡No pares de correr! -le dijo Senko, a su lado. -¡Vamos! ¡No mires atrás!

Era mejor que no lo hicieran, porque si lo hacían, verían que la casa empezaba a prender fuego y que, tras las sombras de las llamas, la imagen de Pelz se hacía visible.

***

Oriente, 18:35 25 de Octubre 2511 13 días antes de la muerte de Bryce

El partido se estaba complicando bastante.

Shinke veía a todo su equipo cansado. Marty no estaba rindiendo lo suficiente, y de hecho, era porque esperaban solo usarlo en un momento de máxima urgencia, con la esperanza de tenerlo todo controlado. En cambio... El lobo se lo tomaba bastante con calma y les estaban apaleando. Tenían que reunirse de nuevo y cambiar de estrategia, a una que no recayera tanta responsabilidad en Marty.

Pidió al árbitro un descanso, y cuando este, tras consultarlo con los dragones aceptaron, decidió hacer un medio partido. Bryce sonrió y, sin despedirse del equipo, salió pitando hacia los vestuarios y de ahí a los pasillos interiores en dirección hacia la enfermería. Quería animar un poco a Tora; de hecho, quería verle de nuevo... Nunca creyó que le echaría tanto de menos.

Torció una esquina, y subió unas escaleras. Reconocía ese camino porque era el que tomó dos años atrás, cuando era aún humano y no recordaba nada. En cuanto llegó arriba y empezó a correr por las plataformas de metal, distinguió al fondo una sombra conocida. Se trataba de Stallion... Pero no estaba solo.

El caballo tenía, detrás de él, a dos policías. Bryce frenó en seco y, con la mirada puesta en ellos, intentó ver algo más. El caballo le vio y, con discreción, le sonrió, pero le enseñó también cómo tenía las muñecas atadas por unas esposas. A continuación, le hizo una señal con la cabeza de forma negativa; Bryce entendió pronto que estaba ocurriendo, y se acercó de inmediato a hablar con él.

-¡Stallion! -le llamó, alzando la mano. -Stallion... ¿Que...? Tu hija...

-Está bien... -el caballo asintió levemente con la cabeza, y añadió: -Se está curando, posiblemente, dentro de poco despertará... Aunque ya no estaré yo con ella...

Bryce observó a los dos guardias, dos enormes osos que permanecían impasibles ante la situación.

-¿Por qué?

-Porque es lo que toca. -el otro miró atentamente a la pista de baloncesto, y añadió: -Sabía que ocurriría esto, que Leon me pondría entre la espada y la pared, pero... Hemos caído en su trampa, Bryce.

-¿Como?

Pero no hacía falta que respondiera. Leon había estado mucho tiempo quieto, pero no le había dado ventaja; más bien, le había dejado avanzar en un camino que él ya se había trazado. El partido de baloncesto, curar a la hija de Stallion, Anne... Todo lo que Bryce creía que estaba arreglando, Leon ya contaba con ello.

Leon no les había dejado solos.

El caballo fue cogido por ambos hombros por los policías, y le obligaron a dar media vuelta y recorrer el camino de salida, de camino a la cárcel. Bryce no supo que decir, pero se llevó una zarpa al morro, intentando no llorar. Había caído en una trampa, y estaba metiéndose a todos en el saco. Los había vendido. Otra vez.

-¡Ve a por Tora, Bryce! -exclamó Stallion. -Tal vez aún estés a tiempo.

Tora.

El partido contra los dragones verdes había sido una señal, ¡Ahora lo entendía! Los dragones esos eran del clan, el que estaba unido a Leon. El lobo echó a correr de inmediato a enfermería en busca de Tora, mientras empezaba a entrever que había ocurrido. No había sido un accidente lo que había ocurrido en el partido; era una trampa para coger a Tora y llevárselo. Posiblemente... Posiblemente...

La puerta de enfermería estaba entreabierta, y en el suelo, un pequeño charco de sangre se había formado. La luz, dentro, parpadeaba y se desplazaba de izquierda a derecha. Un fluorescente que colgaba de un cable. Al lobo se le agitó la respiración, el corazón a cien, la presión sanguínea por las nubes... Dio un paso al frente, luego otro, hasta que reunió el coraje suficiente de abrir la puerta del todo y ver que había dentro.

La sala entera estaba patas arriba. Dos enfermeros habían sido asesinados, uno con una espátula en la yugular, el otro con una barra de acero en el corazón. En el centro, donde se suponía que tenía que estar el tigre, no había nadie, pero se veía por todos lados los símbolos de forcejeo que había habido por ahí.

Bryce fue dando un paso tras otro hacia atrás, hasta topar con una pared, y lentamente, fue derrumbándose al suelo y lágrimas se le empezaban a formar en los ojos. El sonido empezó a ser un sentido que su cerebro le daba una importancia nula, mientras un ataque de histeria se apoderó de su cuerpo. Si hubiese sido el Bryce de antes, se había lanzado en busca de venganza. Ahora, solo sabía llorar y aullar desesperado de haber cometido tantos errores.

Se había vuelto a confiar, se había vuelto a creer que se había adelantado a Leon, como antaño, y esta vez había sido igual, pero diferente. No había hecho pagar los costes a él, si no a los que le rodeaban. Leon lo tenía todo planeado, siempre había sido así... Le estaba quitando todo lo que amaba. Lo que quería arreglar.

No se dio cuenta de que algunos de su equipo estaban entrando, sorprendidos, al ver el panorama. Bryce tenía el cerebro bloqueado, hundido, y no podía hacer nada, absolutamente nada.

Continuará en: El funeral