El Secreto de Tora: Fantasmas de Shinke

Story by Mastertuki on SoFurry

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#25 of El Secreto de Tora

¡Hola a todos! Ya queda menos para que se acabe Tora... Aunque quiero aprovechar una cosa.

Desde aquí, darle muchas, muchísimas gracias, a Lizarman. Mi pareja, y casi mi editor, que supervisa que no haya faltas de ortografía, incorcondáncias, y errores varios que harían que más de uno me diera una patada en el culo. Mi lobito... te quiero



El Secreto de Tora: Fantasmas de Shinke


Los pequeños charcos que se encontraban esparcidos por toda la carretera, creando barro y solidificando trozos de terreno a partes iguales eran los últimos indicativos de una tormenta que había durado toda la noche. La moto de Tora pasaba por encima de los charcos de barro y ensuciaba sus ruedas, haciendo que se acordara cada dos minutos de tener en mente una pasada rápida con la manguera para volverla a dejar impoluta. Como felino, no soportaba la suciedad, ni en él mismo, ni en las cosas que poseía. Y la moto era una de ellas.

Bryce no le daba tanta importancia. Su cabeza, de hecho, estaba en otras cosas, dándole vueltas a diferentes temas sobre Leon, y sus compañeros. Se había alegrado de saber que por fín Odayaka había resuelto sus problemas con su padre, y que él mismo había finiquitado el tema con Senko. Por fín había marcado su territorio, y se había impuesto. Estaba cansado de ser siempre el chaval inocente que permitía que le pisotearan. Ya no era un Dorei.

A medida que avanzaban en dirección de nuevo a la gran ciudad, el tigre observaba a las personas con las que se encontraban caminando, llevando paquetes de un lado a otro, en los coches, sentados en algún banco... Ninguno de ellos sabía que pronto, lo que les rodeaba, cambiaría de una forma que jamás se lo plantearía. Ni él mismo, a pesar de que empezaba a comprender que la magnitud del tema de Leon era más grande de lo que nunca se había imaginado. ¡Y pensar que habría llegado tan lejos si lo hubiera buscado un poco más...!

-Tora...

El tigre volvió otra vez a tocar de pies a tierra y, parando en un semáforo en rojo, pero sin dejar de mirar a la luz roja, apartó sus pensamientos un segundo para centrarse en su interlocutor.

-Dime, Bryce.

-¿Podrías... dejarme en el hospital donde trabaja el hermano de Ane? -de repente, le abrazó fuertemente por detrás, y añadió: -Por favor...

Tora no ofreció respuesta alguna, más allá de hacer arrancar el motor de nuevo y cambiar el recorrido que ya había establecido mentalmente. El hospital del hermano de Ane se encontraba en dirección contraria a la casa, y aun sin entender exactamente el porqué, prefirió no entrar en preguntas y hacerle caso. Sólamente, por eso, aprovechó la parada de otro semáforo para enviar un mensaje a Uros y pedirle que viniera ipso facto a cubrir a Bryce. Tal y como estaban las cosas, y en el punto clave en el que se encontraban, dejar solo al híbrido era un error. El mensaje le fue respondido, informándole que tardaría unos quince minutos en llegar... Bueno, mientras estuviera con el conejo, no pasaba nada.

-Uros te esperará a la salida. -le informó. -Para que te acompañe a casa. ¿Te importa?

-En absoluto...

Bryce entendía perfectamente las razones del tigre, y no le molestaban, pero admitía que a pesar del miedo que tenía, iba a seguir haciendo de tripas corazón para dar un paso al frente y dar cara a lo que más temor le daba. A medida que iba acercándose al edificio donde trabajaba el hermano, Bryce sintió un escalofrío de terror; procuró ignorar.

Era un edificio alto de unas treinta y dos plantas, situado en la periferia. Mientras que la base era circular, a medida que ascendía, optaba por una forma de cuña extraña que reflejaba la mayor parte de los rayos de sol al suelo. El lobo siempre había imaginado que esa infraestructura originalmente era para algo muy distinto de un hospital, pero que en algún momento se decidió cambiar de idea. Eso, o que el diseñador era bastante malo planteándose que, a medida que fuera ganando en altura, iría perdiendo espacio y habitaciones.

En cuanto llegaron a la entrada, Bryce se quitó el casco y dejó que sus orejas puntiagudas pudieran capturar mejor el sonido de su alrededor, así como airearse un poco. Dejó el casco en un lado y se apresuró a ponerse bien el pelo hacia un lado -el contrario al de cuando conoció a Tora antes de perder la memoria- para estar mínimamente presentable. No es que fuera a ligar, pero lo que iba a pedirle al hermano de Anne eran palabras mayores.

-No creo que tarde mucho... -el lobo se giró al tigre, y le plantó un beso en un lado del casco. -Si no me surge ningún inconveniente, iré a casa enseguida, ¿Vale?

-Entendido... No tardes, cariño. -le pidió, haciendo sonar el motor de nuevo. -Las cosas estan muy complicadas.

Se miraron un par de segundos, suficientes para que uno comprendiera los sentimientos del otro, e inmediatamente Tora dejó al lobo ahí y arrancó en dirección hacia su casa. Bryce, en cambio, permaneció un rato mirando como su pareja se iba y a la que su vista le perdió, soltó un leve suspiro y trazó media vuelta. Ahora es cuando empezaba su plan de verdad.

Con las manos en los bolsillos, el lobo fue andando hacia el hospital. Al ir descalzo, sentía el calor del sol reflejado en el suelo de cemento, y empezó a acordarse a cuando era un Dorei, o de cuando tuvo que regresar a la central y tuvo que cruzar todo aquel edificio con ese suelo ardiente. No tardó demasiado en llegar a la entrada y pasando la puerta automática, el fresco del aire acondicionado rozó todo su pelaje. Si bien eso era bueno, el olfato le detectaba cientos de enfermedades y peligros que volvían a su instinto loco. Por un segundo, tuvo ganas de salir corriendo de allí antes de enfermar, pero se controló para ir a lo que buscaba. Yendo a la recepción, se acercó a la placa donde estaban apuntados los nombres de los doctores y enfermeras que trabajaban ahí, y su correspondiente despacho. La 1410.

Iba a tener que usar el ascensor.

La lógica dictaba que él no podía ir a ver directamente al médico, no que tenía que pedir hora y hacer cola. La realidad era muy distinta: Bryce no tenía tiempo de pedir hora, no tenía tiempo de discutirse con la gente, así que mientras caminaba hacia el ascensor, deseaba internamente que ningún guardia le parase y le obligase a dar media vuelta. No estaba para esas tonterías, y tampoco podía esperar a que saliera, o peor, ir a casa de Ane. Oh, dios, Ane; no, ni de lejos era la mejor opción la de verle. Mejor dejarlo todo como estaba. En cuanto entró en el aparato, le dio al botón del piso, y contempló cómo las puertas se le cerraban a medida que él efectuaba una sonrisa. Estaba de suerte, estaba de muy buena suerte.

No tanta, si contaba con el problema de los pisos y los hospitales.

Ese ascensor tenía un grave problema: Paraba en todos y cada uno de los pisos en el que era picado, por lo que si ya catorce pisos era todo un suplicio, que estuviera frenando constantemente era aún peor y alargaba la situación. Bryce se mostraba calmado, sin nervios, y aparentaba una absoluta tranquilidad cuando la gente entraba y salía del ascensor, pero por dentro ardía de nervios de querer hablar con el hermano y acabar de hilar asuntos.

Lo peor fue cuando llegó al octavo piso.

Un gorila -literalmente- con un traje azul oscuro y una placa que le identificaba como policía entró. No tenía precisamente cara de buenos amigos precisamente, pero lo peor era las consecuencias que podía tener ese imprevisto. Los gorilas eran muy conocidos por oler el miedo en los demás, y ahora mismo era lo que le pasaba a Bryce nada más verlo. Miedo. De repente, estaba echo un flan, y que se pusiera a su lado complicaba aun más si cabía las cosas. El lobo cogió aire... Y la contuvo, intentando que el miedo no se apoderada de él, o el policía sospecharía.

En cuanto se cerraron las puertas, el camino se le hizo largo e innecesariamente eterno. El lobo iba soltando lentamente el aire, y miraba constantemente enfrente, sin decir una palabra ni mirar de reojo al que acababa de entrar para no llamar la atención. El guardia era corpulento, y apestaba bastante a sudor, y a todo eso, paraban en cada piso... En cuanto llegaron alcatorceavoo piso, el lobo, sin mediar palabra, salió de ahí de forma tranquila pero decidida, procurando no lanzarse ni parecer sospechoso. Las orejas, sin embargo, viraron a ambos lados con la esperanza de oir como se cerraba la puerta y el policía se largaba, dejándolo tranquilo a él y a sus circunstancias.

Gracias a dios, escucharon sus plegarias.

En cuanto se cerraron las puertas metálicas, Bryce soltó un suspiro, e inmediatamente puso en marcha su plan, buscando la puerta número diez, un número bastante redondo a su parecer. No sabía cuanto tiempo tenía hasta que Uros llegará,sabiendo que en cuanto lo hiciera, preguntaría por él, y seguramente empezaría a poner el hospital patas arriba con tal de encontrarle, un hecho que no debía producirse en absoluto. No tardó en encontrar la puerta y ver que, a esas horas, nop había cola... Miró un par de veces a ambos lados, e inmediatamente, picó, esperando a que el hermano de Anne abriera la puerta. Y esperaba que así fuera... Porque tenía prisa, bastante prisa.

Escuchó como unos pasos se acercaban, y de inmediato, la puerta se abrió, dejando ver a un conejo que la sujetaba por el pomo. Vestido con el traje de médico, alzó las orejas largas al ver de quien se trataba, totalmente sorprendido por la presencia de su viejo amigo, a lo que Bryce respondió con una amable sonrisa.

-Bryce... Dios mio. No tenía constancia de que ibas a venir... ¿Has pedido hora?

-No... Pero tengo prisa, y necesito que me hagas un favor que no puede esperar. -le pidió. -No te robaré ni cinco minutos... Por favor.

-Dios...

El conejo asomó la cabeza para mirar por ambos lados y tras asegurarse que nadie miraba, hizo pasar al lobo. El despacho en el que se encontraba olía bastante a distintos medicamentos que el híbrido no conseguía distinguir, pero tras la primera impresión, pudo fijarse más en los detalles. Se encontraba en un habitáculo pequeño, cuadrado, que poseía en el lado de la puerta una camilla, seguido de un armario, y al otro lado, una mesa con un ordenador. Las paredes estaban llenas de carteles distintos de medicina, excepto una, que en realidad era toda una cristalería que daba hacia la calle y que permitía que la luz entrara de lleno a todas horas, por lo que ahorraban en electricidad una burrada.

El conejo invitó al lobo a sentarse, y él se colocó en la parte trasera del mueble, mirando al híbrido atentamente.

-Necesito algo muy importante para mí. -le empezó a contar Bryce. -Es de vital importancia... Quiero que me mires el historial de la hija de Stallion, y me cuentes qué enfermedad tiene.

El conejo se quedó sin palabras, intentando dar crédito a lo que le pedía el híbrido de golpe.

-Bryce... Eso no puedo hacerlo. -le confesó tras un par de segundos pensándolo. -No, en serio, es una locura. Es meterme en la privacidad de otra persona sin derecho alguno a hacerlo y que me despidan. ¿Sabes la envergadura de las consecuencias que puede traer ese hecho?

-Lo sé... Pero lo necesito. -el lobo apoyó los brazos en la mesa para dar más énfasis a sus palabras, y añadió: -Tengo que debilitar a Leon, y solo puedo hacerlo si consigo poner a Stallion a mi lado. Y la única forma es la que tu y yo conocemos: Curar a su hija... Está muy enferma, y Leon le retiene diciendo que es la única persona que puede curarle... Por favor.

El conejo le miró unos segundos, y finalmente, cedió, poniéndose manos a la obra. Lo que iba a hacer le iba a costar el puesto, y la cosa no estaba para que pudiera sufrir esos hechos ahora mismo, pero Bryce también tenía razón y, lo peor de todo, Leon. Era una putada enorme. Suspirando, empezó a buscar por los historiales, empezando por el padre. Bryce, de mientras, dejó hacer al conejo, incorporándose y dando una vuelta por la habitación. Estaba algo nervioso, y estar sentado no le ayudaba. Agradecía que el hermano hubiera accedido, porque de lo contrario, todo el enorme plan que estaba montando en su cabeza, -y del que dependía, en parte, esa información. -se habría ido al traste.

-Lo tengo... -comentó el conejo, sin apartar la mirada de la pantalla. -Mrf... Vale, ya lo veo... Dios, Bryce... Lo que tiene es una enfermedad terrible. Gut.

-¿Gut?

-Sí... Y a la práctica, es incurable en oriente. -su compañero se rascó la nuca, mientras continuaba explicando lo que había encontrado. -Habría que encontrar un donante de médula espinal compatible, y entonces se acabarían los problemas. Claro, eso si no hay rechazo, por supuesto, porque en caso contrario, podría morir. El problema está, por supuesto, que la mayoría de compatibles suelen ser occidentales... Es complejo. Y caro, muy caro...

-¿De cuanto estamos hablando? -le preguntó el lobo.

-No te lo podrías permitir, Bryce...

-Sí... -sacó el móvil, y empezó a marcar con la zarpa el número de teléfono de su amigo Odayaka, sonriendo de poder salirse con la suya. -Si puedo...

***

El tigre finalizó su largo recorrido desde el hospital donde había dejado a su pareja hasta la casa donde vivían. Allí, frenó el motor y bajó de la moto, aparcándola al lado de la puerta y cogiendo los dos cascos. Se aseguró, para que no le pasará como otras veces, de que llevaba la llave de la moto con él, y procedió a entrar en la casa, donde tenía pensado echarse y descansar un rato. No es que hubiese dormido mal, pero estaba demasiado acostumbrado a la cama de su casa, cómoda, acolchada... La mansión que la orca había alquilado la noche anterior era lo más parecido a una piedra que se había imaginado nunca.

En cuanto fue a abrir la puerta con la llave, el olfato le detuvo para prestar atención a un detalle concreto. Un aroma extraño en aquel lugar, y a la vez familiar para el tigre, se paseaba por delante suyo. Podía reconocerlo, pero no entendía porqué el antro del que le pertenecía ese olor estaba en su casa.

El misterio no tardaría en resolverse. A la que abrió la puerta, obtuvo su respuesta, confirmando sus más sinceras sospechas; con té en la mano, y sentada en el sofá que había al fondo, Rikai permanecía serena y vestida como marcaba el clan de los lobos, aunque con unos guantes, un detalle extraño en ella.. Delante suyo, Uros parecía acabar de prepararse para salir de casa, lo que confirmaba otra sospecha:El lobo marrón había permitido la casa de la loba. Un dos en uno que le ponía aún más de mala ostia. Si pudiera, echaba la culpa a Uros, y una buena bronca de por qué había permitido que Rikai entrara... De no ser porque la loba era su jefa. Complicadas y rebuscadas estaban las cosas.

-¿Qué haces aquí? -depositó los cascos en el perchero que tenía en la entrada, así como la chupa, y le dirigió una mirada de desprecio desde la distancia, sus ojos brillando como focos incluso en la más tenue oscuridad. -¿Que ocurre ahora?

-No es la forma más agradable de saludar a una vieja amiga, Tora. -la loba le devolvió la mirada con algo de frialdad y cabreo. -Que yo sepa, nunca he estado en tu contra. Al contrario, de no ser por mí, Bryce estaría ahora mismo a dos metros bajo tierra.

-Cosa que no iba a ocurrir porque era tu hijo, un hijo al que no quieres dirigirle la palabra. -el tigre fue andando sin embargo hasta la cocina para poder servirse algo que le quitara el mal gusto de boca de tener la garganta reseca, y añadió: -Perdona, estoy de mala uva. Bryce está haciendo unas investigaciones, y no me gustan las respuestas.

-Ajá... -Rikai miró a Uros, y aprovechó que Tora no podía verles para guiñarle el ojo, haciendo que el otro le hiciera una mueca de aceptación. Eran lenguajes que tenían aprendidos en el clan, y mucho más rápidos y efectivos que las palabras, por no decir silenciosos. -No me lo digas, ha descubierto que Sarah está detrás de todo esto, ¿Verdad?

No obtuvo respuesta, y mientras veía como Uros se alejaba para irse de la casa por la puerta de la entrada y poder ir a buscar a Bryce, escuchó de fondo como Tora soltaba un gruñido cabizbajo. En otras ocasiones, se seguiría haciendo la tonta. A esas alturas, estaban demasiado cerca de la verdad para hacerse la ignorante.

Tora salió de la cocina tras unos segundos con un vaso de leche en una zarpa y un bol de cereales en la otra, y se sentó en el sofá de enfrente sin mediar palabra ni dirigirle ni una sola mirada más a la loba, que parecía reírse interiormente del asunto que estaban compartiendo.

-¿Que sabes de Sarah? -Tora colocó los cereales dentro de la taza despacio, y añadió: -Porque veo que Uros no ha tardado en abrir la boca y contarte todo lo que sabemos, así que, puesto a aprovecharnos los unos de los otros...

-No me ha hecho falta Uros... Pero más o menos veo que mis investigaciones van al mismo ritmo que las de Bryce... Y las tuyas. -introdujo el morro dentro del vaso y sacó la lengua para beber un poco más de té. No estaba mal, pero lo habría agradecido dulce; igualmente, se lo había pedido a Uros, y no es que el lobo marrón tuviera precisamente mucha mano en ese tema. -Llegaste a la misma conclusión cuando buscabas a Bryce, ¿Verdad?

-Más o menos... Pero no hasta ese nivel. -explicó el otro, mientras se introducía algunos cereales directos a la boca. -Yo buscaba a Bryce, así que todo lo referente a Sarah me parecía irrelevantemás teniendo en cuenta que la existencia de esa mujer humana corresponde a nada menos de más de doscientos cincuenta años. -hizo hincapié en cada una de esas palabras, y prosiguió. -Es imposible que un ser humano pueda vivir tanto... Su esperanza de vida es aproximadamente de unos noventa años hoy en día; la de un antro, se alarga hasta los ciento veinte... Por no decir que híbridos como Bryce no llegan a los setenta.

Permaneció unos segundos callados al escucharse a sí mismo y maldecirse por lo que acababa de decir y acordarse. Había olvidado por completo que Bryce, siendo híbrido, envejecía mucho más rápido que él. Era débil, flaco, y posiblemente a los setenta dejaría le dejaría solo en ese mundo. Agachó la cabeza arrepentido de esas declaraciones, y decidido a no decir nada más, empezó a comer.

-¿Como? -le preguntó finalmente a la loba. -¿Cómo es posible que Sarah esté viva a estas alturas? ¿Como se las ha apañado para vivir más de noventa años? ¡Casi cinco siglos!

Rikai tomó otro sorbo de té, y posó su mirada en los ojos del tigre.

-Tu, yo, todos... Nos hemos encargado de mantenerla viva, Tora. Toda nuestra existencia se ha basado en la suya... Y así seguimos. -le contó. -Sometiendo a los humanos,sometiendolos a nosotros... Dime, Tora. Desde que estás con Bryce, ¿No te has dado cuenta que cada vez te importa menos lo que hagas por instinto, y te has dejado llevar más?

El tigre se quedó estupefacto. Era cierto, llevaba mucho tiempo sin pensar en esos detalles. Intentó pensar en qué momento dejó de darle importancia al tema, y empezó a retroceder mentalmente en el tiempo.

-... En el momento en que Bryce volvió a ser el híbrido que era. -murmuró, con la mirada perdida en la mesa. -En ese momento fue cuando ya no pensé más en el tema.

-Y te sientes mejor... ¿No?

-Sí...

Rikai esbozó una leve sonrisa, y posteriormente dejó la taza encima del mueble y se incorporó, colocándose bien la ropa que se le había arrugado a causa de permanecer sentada en el sofá. El tigre no midió palabra, pero dedujo que la loba estaba a punto de irse de la casa y volverlo a dejar con cientos de preguntas en el aire, por lo que se él también se levantó.

-Eso no responde a mi pregunta.

-Tu me has preguntado cuanto tiempo lleva Sarah viva, Tora... Y yo te respondo, tigre, para que te entre bien en esa cabeza de chorlito que llevas. Hazte a la idea que nunca, repito, nunca ha muerto. Está, entre nosotros, con nosotros, y se ha encargado de vigilarnos y someternos, de hacer que dudemos de nosotros mismos una y otra vez. Y no está contenta con eso... Tiene planes mayores, mucho más grandes de los que te imaginas, y necesita a Bryce para ejecutarlos. Pero ella sola no puede hacerlo.

-Por eso Leon está enmedio de todo este tinglado... Sarah lo está manipulando... ¿Como?

La loba se encogió de hombros y le miró por encima del hombro, dando a entender claramente que no iba a ofrecerle ni una sola respuesta más. El tigre, por lo pronto, soltó la taza y se abalanzó sobre ella, garras en alto, pero la loba se encargó inmediatamente se darle esquinazo y ver cómo el felino caía al suelo de cuatro patas, con el pelaje enfurruñado. Se incorporó de inmediato, pero bastante cabreado con Rikai.

-Se acabaron los juegos, Rikai. Dame las respuestas que busco. -le pidió el tigre.

-Si te las diera... No me creerías. -le contó. -¿Buscas saber donde esta Sarah? ¿Como ha vivido todo este tiempo? ¿Crees que, sin pruebas, serías capaz de creerme? ¿Tú, que necesitas que se te demuestre cualquier cosa con cientos de detalles para demostrar que no hay nada de mentira? No, Tora, no puedo hacerlo... Solo te puedo dar una fecha, y una advertencia. -Alzó la mano, con dos dedos-garra en alto, y prosiguió. -Dentro de una semana, todo eso que buscáis tendrá respuesta... Hasta entonces, lleva guantes... Lo siento, Tora, pero si te dijera la verdad... Me tacharías de loca, o te llevarías a Bryce lejos, muy lejos...

-¡Y lo haré si eso que representa Sarah es tan peligroso!

-¡Nunca! -ahora era la loba la que estaba a la defensiva. -¡Eso es lo que quiere ella, que caigas en su trampa, que te vuelvas paranoico y te dejes llevar! Necesitas a Bryce para que frene un maremoto de hechos que se escapa al control de todos... Es el único que puede hacerlo, Tora. Solo él puede intervenir y es él quien tiene la capacidad de frenar... Lo siento...

La loba dio media vuelta, y trazó recorrido hasta la entrada. El tigre fue a añadir algo, pero decidió no insistir demasiado y dejar que Rikai se largara, visto lo visto de que no iba a obtener muchos más detalles sobre el asunto que les concierna a todos. En cuanto cerró la puerta, el tigre soltó un rugido que hizo temblar los cimientos de la casa, en una frustración enorme que llenó su corazón.

***

Bryce salió del hospital completamente satisfecho y finalizando su llamada con Odayaka. En su pantallla, los treinta y trés minutos que había durado eran suficientes para plantearse si el coste de la factura telefónica sería justificable con todo lo que estaba haciendo. No le gustaba usar a sus compañeros para sus propios planes; esperaba en un futuro poder explicarles por qué estaba haciendo todas aquellas acciones que, al menos para él, parecían justificables.

Fuera, en la calle, contempló que Uros no había aparecido ni estaba por ahí cerca. Arqueando una ceja, sospechaba del asunto, considerando que a Tora no le haría ni puñetera gracia de que Uros no hiciera acto de presencia. Los dos eran demasiado maniáticos de su seguridad, aunque en cierta forma ahora podía justificar. Un poco, por eso, no demasiado.

Las dudas se disiparon cuando su móvil volvió a sonar y, sorprendido, lo volvió a coger. Por un segundo, creyó que se trataba de Uros, o de su pareja, avisándole que iban a llegar tarde, pero el número que apareció en pantalla era distinto. Se trataba de nada menos que de Shinke, del que hacía ya días que no sabía nada. Con una enorme sorpresa, alzó las orejas a la vez que descolgaba y se llevaba el móvil a la cabeza, sorprendido.

-¡Hola, Shinke! -exclamó, todo contento, y meneando la cola. -¿Que te cuentas, compañero?

Escuchó una serie de ruidos, como si algo se cayera al suelo y se rompiera, un vaso tal vez, y finalmente, alguien cogiendo el otro aparato. Bryce odió que, dada la relativa evolución, el paso del tiempo, y el hecho de ser antropomórficos, el audio de estos aparatos fuera nefasto y no pudiera escuchar mucho más de lo que el móvil le dejaba.

<<Perdona, Bryce... He tenido un problema. >> la voz de su compañero sonaba cansada, derrotada y sin ganas de seguir hablando mucho. <<Te llamaba por si querías venir... Necesito consejo y bueno... Necesito hablar con alguien. Por favor.>>

El lobo permaneció unos segundos callado, meditando la respuesta. Tenía la sensación de haber vivido esa situación en otro momento. Sí, era la misma que sufrió con Oda. Días atrás, la orca le había llamado, y le había pedido consejo, de ahí a que le encontrara en una mansión con su padre. Ahora volvía a vivir la misma historia, pero esta vez con Shinke.

¿Como no ofrecerle ayuda, cuando ellos le habían echado una mano cuando apenas sabía nada del mundo? Esbozó una sonrisa, y asintió con la cabeza.

-Está bien... Voy para tu casa. ¿Me pasas la dirección n, por favor?

***

Rikai, por su cuenta, ignoró ese hecho y continuó andando hacia su próximo destino. Sus planes, por lo pronto, iban bien y Bryce, su hijo, estaba cogiendo al vuelo todas las pistas que le lanzaba. Si nada fallaba, si todo iba según lo previsto, no pasaría mucho tiempo hasta que Sarah fuera, finalmente, borrada del mapa y detenida. Se aseguró con el tacto de llevar aún los guantes encima, temerosa de haberles quitado en algún momento sin darse cuenta. Le daban calor, y molestaban, pero eran su mayor protección.

Entre la casa de Tora y la de la izquierda, había un callejón en el que la madre posó la vista durante unos segundos. No era, sin embargo, el hecho de que estuviera limpia como una patena, o que fuera tan estrecha que la luz del sol apenas entraba y la iluminara. No, se trataba de una figura vestida de blanco con una capucha que permanecía en el fondo y que, a través de la oscuridad, la miraba fijamente. La madre volvió la vista a lado y lado y tras comprobar que nadie la miraba, avanzó unos cuantos pasos.

La figura, de mientras, decidió volverse unos segundos a la derecha y esconderse tras una desviación, desapareciendo de la vista de la loba, que se vio obligada a avanzar y a abandonar la seguridad que le otorgaba la calle en general. Aceleró el paso, a pesar de que la persona sospechosa había desaparecido de su vista y torció la esquina, encontrándose totalmente de cara. Bajo la oscuridad, parecía que los dos se encontraban bastante lejos de cualquier mirada o orejas chafardeosas y deseosas de meter la napia donde no le llamaban. Ahí fue donde dos manos se encargaron de sacarse la capucha y mostrar la persona que había debajo.

-¿Que ocurre, Stallion? -preguntó Rikai. El caballo, con una mirada de pena, le mostró principalmente las manos para demostrarle que aún llevaba los guantes y por lo tanto Sarah no estaba ahí escuchando. Era más, inmediatamente se giró para ver que no hubiese ninguna cámara espiándola, y soltó un relincho al ver que así era.

-Creo que Sarah se ha dado cuenta de la información que le he ofrecido a Lizarman. No ha parado de espiar todos los pasos que he dado desde que Leon se ha ido.

Rikai abrió los ojos de tal forma que parecía que se le salieran los ojos de las cuencas al obtener la nueva notícia.

-Así que Leon ya está moviendo sus fichas definitivas. Una semana no se si será suficiente para que Bryce obtenga la información que necesita... -la loba se acarició el morro pensativa, y soltó un suspiro de resignación. -No.... Una semana es lo mínimo imprescindible para que mi hijo te eche un cable. Si aceleramos el proceso, lo dejará todo y se lanzará él mismo de cabeza. Y Sarah lo tendrá servido en bandeja de plata.

El caballo asintió con la cabeza, y alzó la vista hacia el cielo.

-Stallion, deberías parar. -la declaración de la loba hizo que el caballo bajara la larga cabeza de inmediato y se fijara en su compañera de golpe y porrazo. -Tu hija puede morir si Leon se da cuenta que estás jugando a dos bandas. Creo que has hecho ya demasiado... Los dos, quizá.

-No... Ahora no pienso frenar, Rikai. -le contó el equino, todo serio y con la mirada puesta en ella de forma fija y directa. -Quiero a mi hija, y se que morirá si Leon descubre el pastel, pero estoy cansado de estar haciendo daño a la gente por la excusa de que mi familia se puede ir al traste. Si se salva... No se ni siquiera si sería capaz de mirarla a los ojos.

-Irás a la cárcel en cuanto se cure... Lo sabes, ¿Verdad?

-Debo pagar por los pecados que he cometido. -Stallion se sentó encima de una caja de madera que había cerca, y con la vista puesta en el suelo, pensó en todo lo que había llegado con tal de que el león le echara una mano con la enfermedad de su hija. Gut... Y sin embargo, a pesar de todos aquellos años, continuaban los dos igual. Él atrapado en una tapadera sin fín, su hija creciendo en un hospital en coma. No avanzaba el asunto en absoluto, y él empezaba a estar cansado. -Y si una cárcel es el precio que debo pagar, entonces lo haré con mucho gusto... No sin antes asegurárme, al menos, que mi hija tendrá un final feliz.

La loba se sentó a su lado, y posó una mano encima de sus hombros, intentando animarlo un poco. Conocía esa sensación... En parte.

-¿Por qué estás haciendo esto, Rikai? -le preguntó Stallion, mirándola. -Nunca me has dicho porque quieres ayudarme. Apareciste sin más, me convenciste... Nada más. No me diste ni un triste motivo de porqué quieres enfrentarte a Sarah... Por qué quieres que Bryce lo haga.

-Porque quiero venganza... -le contó la loba. -La venganza de que matara a mi marido. La venganza de muchos de que matara a Damaru... Sarah ha matado a muchas personas, Stallion. Pero Bryce es el único que puede frenarla... ¿Como era aquello que me contaste?

El caballo pasó de explicarlo de nuevo, pero entendía a lo que se refería la hembra. Bryce había sido híbrido, había nacido así; significaba que parte de su genética era humana, pero no toda. La única forma que habían tenido de convertirlo, de provocarle un daño inimaginable durante dos años, fue revertir su genética para convertirlo en humano. Una tareaarduaa, que sonaría imposible si no fuera que ya se había hecho, al revés.

Stallion poseía los datos sobre la creación de los antropomorfos, y con eso, y las herramientas y tecnología adecuada, sólo había necesitado la mitad de tiempo para revertir el proceso y hacer que el híbrido se volviera humano. La creación tenía un coste, y Stallion había usado parte de la genética de Sarah para completar el de Bryce. El resultado fue que, para el caballo y para Leon, físicamente Bryce y Sarah se parecían. El chaval heredó un pelo acampanado, un físico débil, delgado, y un hacer muy femenino... Si no fuera porque el cuerpo rechazaba ese reemplazo y intentaba arreglar los cambios, habría sido perfecto.

Nunca lo había perdido, a decir verdad. En cierta forma, supieron que estaba ahí, en los Dorei, y la medicación que le daban era la necesaria para ver como aguantaba el cuerpo. De ahí a que Bryce pudiera aguantar todo ese tiempo.... Hasta que finalmente, la medicación se le acabó. Entonces, todo se fue al traste. Todo.

Excepto el hecho de que su cerebro había heredado la resistencia mental de la influencia de Sarah. No sabía como, pero robando los datos del hermano de Anne cuando este le hizo las comprobaciones necesarias al ir a ver al lobo recién transformado, era fácil ver que el cerebro de Sarah, y el de Bryce, misteriosamente, funcionaban casi de forma parecida... Y eso hacía que la mujer no pudiera hacer nada con él. Explicaba porqué seguía pidiéndole a Leon que fuera a por él y lo trajera de vuelta. Lo explicaba todo.

-Es tan cruel todo... Tan rebuscado...

-Una semana, Stallion... Una semana, y todo habrá acabado.

El caballo alzó la mano para darse cuenta que, otra vez, empezaba a gotear. No tardarían demasiado en que la lluvia a les pillase de nuevo. No le importaba; ahora mismo, a esas alturas de la vida, todo le daba lo mismo. Solo quería que el lobo hiciera su faena, y finalizará su misión de frenar a Leon y Sarah de una vez por todas, antes de que matara a mas gente.

***

Bryce se bajó del taxi tras pagar el dinero correspondiente y puso pie delante del edificio en el que vivía su compañero volador. Si Odayaka, ya de por sí, se notaba que era rico, el caso de Shinke era todo lo contrario. Y no era la primera vez que le veía, o al menos, tenía la sensación que así era. Pero no le sonaba en absoluto de que viviera ahí... En un bloque de pisos en un estado realmente lamentable.

Los edificios estrella decía que se llamaban, unos edificios construidos principalmente a piezas que habían sido montadas en occidente, tal cual. El resultado en su momento era una apariencia loable, pero el paso de los años había pasado factura y ahora la lluvia había corroído la pintura, dejando al descubierto manchas de óxido por todas partes. No recordaba que Shinke viviera ahí en absoluto... ¿Y eso?

Avanzó a través del jardín que había en medio del edificio, si es que lo podía llamar como tal. Teóricamente, las plantas tenían que formar parte de la estrella del edificio; a la larga, el jardín estaba tan descuidado, y tan destrozado, que la única apariencia que daba era de pena, desolación, y unas ganas increíbles de no pasar por ahí por miedo a que alguna garrapata se enganchara en el pelaje. La entrada tampoco era un lujo: Teóricamente, era una especie de balcón interior con dos zonas en las que se tendrían que haber plantado unos árboles. Sólo eran un cúmulo de colillas.

En cuanto se acercó al interfono, se dio cuenta que le iba a costar un rato largo averiguar de quién era cada piso, y tras echar cuentas -comprobó el número de columnas y líneas- le dio al piso que le había indicado el grifo. Unruidoo horrible, como un cubierto rascando un plato, sonó en los oídos de Bryce, que inmediatamente giró en un intento de evitar semejante tortura, y esperó a que la voz de su compañero se escuchara por el maltrecho altavoz.

Pero en vez de eso, solo pudo oír cómo abrían la puerta con un zumbido que procedía de la cerradura. El lobo procedió a poner la mano en el manillar, y empujar hacia adentro, encontrándose dos posibles opciones de subir hasta la casa de Shinke: Por ascensor, o bien por las escaleras... Viendo como estaba el patio o, optó por lo segundo. Al menos esperaba que no se le cayera el techo encima.

Era extraño... Shinke nunca le había traído ahí. ¿Tal vez había hecho como Odayaka, alquilar un piso de forma temporal y punto? ¿Se había puesto de moda? En cuanto llegó al piso, no dudó ni un segundo de la puerta por la que tenía que ir: Ya estaba abierta, por lo que procedió a entrar dando un leve aviso vocal.

-Pasa, pasa... -escuchó una voz procedente de dentro. -Pero cierra la puerta.

La entrada era muy estrecha, y Bryce tuvo miedo de romper algo con la cola, por lo que procuró mantenerla bajada. Era algo difícil, porque se trataba de algo instintivo y una forma que tenía su raza de comunicarse con los suyos y transmitir lo que pensaba o sentía en aquel momento. Al estar todo lleno de muñecas de porcelana que representaban diferentes razas, un par de fotos, y unos cuadros de mesa (5: qué coño es eso?), el lobo tenía la sensación que a la mínima se la cargaría si algo de eso se caía al suelo.

Aproximó el hocico a uno de los portafotos, echando un vistazo. La fotografía era muy vieja; dos figuras, un grifo y una osa, asomaban sonriendo a través de una ventana, tal vez unas vacaciones de vete a saber tú qué año. La otra foto era de Shinke y Baka juntos, y Bryce se echó unas risas internas al recordar el nombre del oso. Baka era la abreviatura que tenían todos de su verdadero nombre: Basarukante. Igual que Shinke, cuyo nombre real era Shinkeishitsu. Algunos nombres orientales eran complejos con ganas...

-Perdona que no te haya recibido. -la voz de Shinke le sacó de sus pensamientos y alzó la cabeza de inmediato, viendo a su viejo amigo a través de la luz de la ventana. -Estaba un poco ocupado... Bueno, pasa, no te quedes ahí metido. Aún romperás algo...

-Intento que no sea así. -bromeó Bryce, avanzando. -No recordaba que vivieras aquí...

-Ah... Ya, es la casa de mis padres. -le confesó, encogiéndose de hombros. -Bueno, su vieja casa. Vivimos juntos en la otra, pero aquí pasan el resto de su vida normalmente. De no ser por... Baka...

El lobo avanzó y miró en la misma dirección que lo hacía Shinke. Al fondo de un pasillo, una puerta de madera encerraba a alguien en una habitación. Y por las sospechas de lo que contaba Shinke, se trataba de nada menos que Baka. El grifo dio media vuelta y se sentó en uno de los sofás viejos que habían en el comedor-recibidor sin mediar palabra, pero por la forma en que tenía enfurruñado su pelaje, podía decir que se trataba de algo importante.

-¿De qué querías hablar conmigo?

-... Van... Van a llevar a Baka a un hospital. Lo van a internar... -el grifo mantenía la mirada gacha, pero las manos, entrelazadas debajo de su pico, temblaban. Los oídos de Bryce, finos, captaron como a su viejo amigo le fallaban. -Llevo años peleando por él, Bryce; intentando darle una vida normal, pero... Tiene serios problemas y... Mis padres dicen que no puede seguir así. Que necesita ayuda...

Bryce escuchó con atención, encontrándose con un problema del que no había solución alguna. Baka siempre había sido motivo de disputas con Shinke cada vez que salía el tema y ahora parecía ser que finalmente el tema se había ido de madre y sus padres habían pensado ingresarlo. La mera idea no solo era terrible... Es que no lo veía tan grave.

-Shinke... Escucha, podemos hacer fuerza. -le animó el lobo, cogiéndole del brazo. Al ver que el grifo no reaccionaba, le cogió por los hombros y le agitó un par de veces para que le prestara atención, a pesar de que con las garras bien le podría sacar un ojo o partirle un brazo si hacía falta, siendo más fuerte que él. -No encuentro que lo de Baka sea para ingresarlo. Simplemente, no lo habéis llevado bien. Pero necesitamos que nos cuentes que le ocurre. De que síndrome o enfermedad se trata. Ni siquiera yo se que pasa.

El grifo le miró un momento. Parecía a punto de llorar; tras las palabras del lobo, asintió con la cabeza y cogió aire.

-A Baka le cuesta retener lo que siente. -le contó. Bryce notaba a través de las almohadillas de sus dedos que el palpitar del corazón de Shinke se aceleraba. -Le cuesta comprender lo que sienten los demás, pero luego está la inversa. Las emociones, los sentimientos... El mero hecho de pensar. Baka está constantemente hablando solo porque no es capaz de retener lo que se le pasa por la frente.

-Sin embargo... Estaba en el equipo nuestro de baloncesto. -recordó el lobo, extrañado. Se llevó una zarpa al morro, y añadió. -No recuerdo que fuera gritando por ahí lo que pensaba o lo que sentía.

-¡Es que es eso! -el grifo se incorporó de inmediato y empezó a mover los brazos y a andar de lado a lado. Era un problema enorme que tenía el antropomorfo: Se ponía nervioso con una facilidad enorme. -Lo sé, se que no te acuerdas, pero...

-Me acuerdo bien, Shinke. -le contó el lobo. -He recuperado la memoria. Toda... Se como fundamos el equipo.

El grifo le miró un momento a los ojos, y los suyos propios brillaron como un ave rapaz que encontraba una presa, sentándose de nuevo delante de Bryce y esta vez fue él el que le cogió por los hombros. El lobo no se movió al sentir la fuerza de las zarpas encima de él: Casi daba la sensación de que le iba a despedazar en dos segundos tres décimas.

-¡Eso... Eso es genial, Bryce! -exclamó el grifo de golpe, contento. -¡¿Te acuerdas?! ¡¿Te acuerdas de cuando creamos el equipo de baloncesto?!

-Sí, sí, por eso mismo te digo. Baka siempre ha dicho lo primero que se le ocurre, pero... ¡No lo hacía con el deporte!

-¡Exacto! ¡Ahí es donde quiero llegar, Bryce! ¡Por eso te he traído aquí!

-... ¿Quieres...?

-Refundar el equipo.

El lobo puso unos ojos como naranjas ante la revelación que se abría ante él, y tardó unos cuantos segundos en asimilar. El equipo se había ido al traste porque estaban agotados, porque ya no lo hacían por diversión y el mismo grifo se lo había decidido un año atrás, en Enthüllung. Y por entonces él ni siquiera sabía de que él era el lobo azul que todos mencionan, el que salía en sus sueños... ¿Porqué de repente, el regreso?

-... ¿Crees que con el deporte Baka se curará?

-¡Ya lo hizo! -el grifo sonrió al ver que su compañero empezaba a entender las cosas. -Al hacer deporte, de alguna forma, su cerebro desarrolla una capacidad mejor de concentración. Él pone de su parte, y al principio o le cuesta, pero luego sale adelante. Sin embargo, en cuanto decidimos dejar el equipo porque nos iban quitando dinero... Baka... Fue empeorando.

-Me acuerdo. -Bryce se cruzó de brazos, y añadió: -Él me reveló que yo era el lobo azul que todos habíais perdido. Supongo que no era consciente de lo que me decía. Shinke... Esto que estás diciendo, o pidiendo, va a ser difícil.

-Lo sé... Pero si consigo que Baka vuelva a relajarse, no hará falta ingresarlo...

-Lo entiendo, Shinke, pero no puede ser solo por Baka. El resto del equipo tiene que querer, o de lo contrario, a los dos días el grupo de segregará de nuevo...

-Y por eso te lo pido a tí. -Shinke podía ser nervioso, pero tonto no era. -Puedes animar a alguien a hacer cosas increíbles cuando se lo propones; lo hiciste en su momento, y lo volverás a hacer. Si yo les digo a los chicos que nos refundemos, me enviarán al cuerno. -le dijo. -Pero tú... ¡A tí te escucharán!

Bryce permaneció unos segundos más mirando a Shinke y valorando las opciones que le estaba dando. ¿Realmente tenía esa fuerza, esa capacidad, o el grifo le estaba metiendo una trola de las gordas? Podría a intentarlo, pero ahora mismo el resto estaban un poco ocupados, y él, con la memoria recuperada, podía volver a jugar a baloncesto, sí, pero... ¿El resto querría? Miró a Shinke, que le suplicaba con la mirada que lo intentara.

-... Va a ser difícil esto que me estás pidiendo, viejo amigo... -le contó A continuación, sonrió, y añadió. -Prepara a Baka... Porque yo avisaré al resto.

Continuará en: Redo