Crónicas de la Frontera: Capítulo III

Story by Rukj on SoFurry

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#4 of Crónicas de la Frontera

Bueno, aquí está el tercer capítulo de "Las Crónicas de la Frontera". Me ha costado un poco menos de lo normal esta vez, pero quiero anunciar que posiblemente el siguiente sí que me llevará más tiempo... porque no creo que esté mucho tiempo en casa durante estos días (en fin, cosas de las vacaciones), lo que significa menos tiempo para escribir. En cualquier caso, intentaré que no me cueste mucho más de un mes subir el siguiente. ¡Gracias por todo, y espero que disfrutéis leyendo!


Cuando los pensamientos de Rukj dejaron de vagar por un mar de sombras incoherentes, lo primero que sintió fue el desagradable sabor a hierro en su boca. Todavía terriblemente aturdido, el lobo abrió los ojos lentamente y trató de averiguar en qué lugar se encontraba. En cuanto las imágenes dejaron de dar vueltas alrededor de sus ojos, pudo enfocar la vista y encontrarse con que sobre su cabeza había un techo de piedra gris, oscura y desgastada que conocía bastante bien. Pensar en aquel momento le resultaba difícil, pero recordaba haber llevado allí alguna vez a algún preso de guerra... presos de guerra que después habían sufrido terribles torturas y mutilaciones...

Sintiendo una inquietud creciente en su interior, trató de incorporarse, pero inmediatamente las naúseas y el mareo le hicieron volver a colocarse en su posición inicial, tumbado sobre el frío suelo, recostado boca arriba.

-¿Estás bien? -escuchó en ese momento una voz no muy lejos de allí, pero que pareció amortiguada, como si sonara bajo el agua.

Con mucho cuidado, trató de girar la cabeza en dirección a la voz que había oído, y se encontró con el rostro de preocupación de Loki, que estaba a apenas un par de metros de él. Unas gruesas verjas de metal les separaban a ambos.

Así que, después de todo, estaban en el calabozo que Rukj recordaba.

-No te muevas -le recomendó el lince, en cuanto vio que el lobo hacía otro esfuerzo para incorporarse un poco -. Ese golpe que te han dado podría haberte matado. Por un momento... por un momento creía que...

-¿... que no iba a despertar? -completó Rukj, y su voz sonó más grave y ronca de lo normal. Eso no le gustó, así que carraspeó y volvió a intentarlo -. ¿Creías eso?

Loki asintió, apesadumbrado, mientras cerraba sus zarpas en torno a los barrotes con cierto nerviosismo.

-No me habría extrañado -repuso, desviando la mirada con la misma timidez que le caracterizaba desde que Rukj le conocía -. Me había temido lo peor.

-He tenido suerte -respondió el lobo, tratando de tranquilizarle un poco.

Sin embargo, en su mente estaba muy lejos de encontrarse tranquilo. Sabía perfectamente cuál era el lugar al que les habían llevado, y lo que pretendían hacerles allí. Las torturas aplicadas a los enemigos de las Bestias en la comisaría de Cellisca Nívea eran el tema principal de muchas historias de terror que las abuelas contaban a sus cachorros junto a la chimenea... Rukj había estado sin dormir durante toda la noche en una ocasión debido a alguna historia así.

Pero no andaban del todo desencaminadas: aquel lugar era un bastión dedicado a la tortura y al interrogatorio. Si les habían traído allí, eso quería decir que les reservaban un final mucho peor que la muerte... algo que Rukj dudaba de merecer, pero que, desde luego, aquel pequeño lince no debía sufrir. ¿Por qué les habían atrapado a los dos, cuando al único al que realmente querían era al "desertor"?

-¿He pasado mucho tiempo inconsciente? -preguntó el lobo, tratando de adivinar la razón por la que ambos seguían de una pieza.

-No lo sé exactamente, desde aquí no se ve el sol... pero supongo que habrán pasado dos o tres días, más o menos -respondió Loki, dubitativo, mientras continuaba mirando con el ceño fruncido al lobo -. ¿Pero estás bien?

Rukj sonrió levemente.

-Es gracioso que te preocupes por mí. Los dos estamos atrapados -hizo una pausa y trató de incorporarse otra vez, ignorando el gesto de preocupación de Loki. Esta vez casi consiguió sentarse en el sitio -. Aún así, no me extraña que creyeras que no iba a salir de esta. Tres días es mucho tiempo.

-Sí... -corroboró el lince, con un hilo de voz.

Rukj le dirigió una breve mirada y descubrió que la joven Bestia estaba temblando. La compasión se encendió en su alma igual que lo había hecho muchos años atrás, una terrible noche de sangre y matanza debido a la cual ahora estaba en aquella situación crítica...

Pero ante todo, tenía que salvar al chico.

-No te preocupes -le respondió, tratando de tranquilizarle -. Encontraré una forma de salir de aquí. Vas a ser libre.

Una sombra de duda atravesó la mirada de Loki, pero el lince no dijo nada. Rukj, sin embargo, fue capaz de percibirla y supo que, en realidad, aquel joven era muy consciente de su situación. Lo suficiente como para que supiera lo lejos que estaban de poder salvarse.

En ese preciso momento, la puerta del calabozo se abrió y la luz atravesó la sala, inundándola durante unos instantes. Loki soltó un gruñido y se tapó los ojos con una zarpa, tratando de impedir que la luz le dañara la vista. Rukj, por el contrario, permaneció con los ojos entrecerrados esperando para saber quién les visitaba.

La puerta se cerró a las espaldas de una figura grande e imponente, más incluso que el enorme lobo, y la luz no tardó en desaparecer. En cuanto averiguó quién había entrado, Rukj se tranquilizó... pero solo ligeramente.

-Sek -saludó al que acababa de entrar, casi de forma cordial -. Me preguntaba cuándo vendrías.

El toro le dirigió una larga mirada, analizándole de arriba a abajo. Por lo visto, no debió de considerarle una gran amenaza en el estado en que se encontraba, porque no tardó ni un par de segundos en acercarse a la celda y en hablarle desde allí.

-Rukj -dijo, devolviéndole el saludo. Su voz era fría y carente de cualquier sentimiento -. Cuánto tiempo.

-Desde la noche del ataque a Nueva Argenta, si no recuerdo mal -respondió el lobo, sonriendo amargamente -. Después, me temo que no volviste a hablarme.

Hubo un nuevo intercambio de miradas entre ambos, mientras Loki seguía, atento desde su celda, aquella conversación tan incómoda. Por algún motivo, intuía que Rukj y Sek se habían llevado bien en alguna ocasión... y que quizás incluso hubieran llegado a ser amigos, antes de la "gran traición" del lobo negro.

-No deberías haberte acercado a Cellisca Nívea -admitió finalmente el toro, dejando escapar un suspiro resignado. Su voz era grave y profunda como una caverna oscura -. ¿Tienes idea de la cantidad de guardas que conocen tu descripción y estaban esperando para encontrarte? En su día, te dijeron que no volvieras a esta ciudad. Y yo solo sigo órdenes; si te veo pululando por aquí, estoy obligando a atraparte. Ya lo sabes.

Rukj adoptó una expresión entre decepcionada y fiera.

-En el campo de batalla jamás me habrías dado la espalda así. Lo sabes.

-Pero da la casualidad de que tú decidiste dejar de batallar hace ya mucho tiempo -le recordó el toro, con cierto tono molesto -, y te uniste al otro bando. Esa es la razón por la que estás aquí hoy: si te hubieras limitado a cumplir con tu deber como Bestia, seguirías siendo un buen capitán.

-¿Has probado a tomar tus propias decisiones alguna vez, Sek? -inquirió en aquel momento el lobo, con un brillo peligroso en la mirada -. Deberías intentarlo, en lugar de seguir las órdenes que te dan como un vulgar gato usurero.

Loki torció el gesto y estuvo a punto de protestar por la comparación, pero finalmente cerró la boca y no dijo nada. Era por todos bien sabido que, de todos los mercenarios que vendían sus servicios a cambio de dinero, la mayor parte estaba formada por linces. Era un hecho, y Loki no podía negarlo por más avergonzado que aquello le hiciera sentirse.

-Mira adónde te ha traído el tomar tus propias decisiones, Rukj. Míralo y dime que estás orgulloso de lo que hiciste. ¡Eras un héroe! ¡Un joven lobo con fuego en las venas, con la pasión de defender a su patria por encima de todo! ¡Un ejemplo a seguir! -su voz sonó durante unos instantes nostálgica, como si realmente echara de menos los tiempos en los que el lobo negro había sido parte de su bando -. Ahora no eres más que un traidor... y como traidor, ya nadie te respetará en cualquier ciudad de Bestias. Jamás volverás a ser un ejemplo.

-Eso no es cierto -intervino en aquel momento Loki, levantando la mirada. Cuando los ojos de Sek se posaron sobre él, con cierta dureza, se sintió demasiado pequeño como para replicarle, pero inmediatamente se quitó aquella sensación de encima y repitió, como para darse seguridad -. Eso no es cierto. Rukj sigue siendo un ejemplo a seguir para muchas Bestias. La Orden de los Cachorros de Kara...

-La Orden de los Cachorros de Kara murió hace años, lince -le espetó Sek, interrumpiéndole -. Asumidlo de una vez. Asumid que vuestra estúpida revolución contra nuestra raza jamás se llevará a cabo.

-¡La Orden no ha muerto! -exclamó Loki, sintiéndose herido en su orgullo -. ¡Y no buscamos una revolución! Lo único que queremos es la paz; pero vosotros, los que os dedicáis a apagar cualquier pensamiento distinto al vuestro, no sois capaces de entenderlo.

Cuando hubo dicho aquello, el lince se sintió mucho mejor, pero inmediatamente se dio cuenta de que tal vez hubiera sido demasiado osado al decir todas aquellas verdades... Su mirada se cruzó con la de Rukj, que le contemplaba con un nuevo respeto y una aprobación que le hicieron sentir algo más tranquilo.

La mirada severa de Sek, al contrario, le hizo desear no haber nacido.

-Tú eres ese del que hablaba Ronod -dijo el toro, inmutable -. El lince enviado por su Orden para iniciar un ataque contra las Bestias. He de reconocer que durante todo este tiempo había creído que eras inofensivo, pero ahora veo que tu lengua es peligrosa. Ronod debería tomar nota de eso; será la primera parte de tu cuerpo que pierdas.

Loki tragó saliva, pero apenas tuvo tiempo de replicar, puesto que Rukj soltó un rugido de ira y se abalanzó contra los barrotes de la celda, cogiendo por sorpresa a Sek. Tuvo el tiempo justo para retroceder unos pasos en el último momento y las garras del lobo chocaron contra la puerta, mientras desde afuera el toro le dirigía una mirada de infinito desprecio.

-¡¡Maldita sea, Sek!! ¡¡Es sólo un cachorro!! -gritó, con un toque de desesperación en la voz. Tras unos instantes, pareció tranquilizarse un poco -. ¡No podéis hacerle esto! Ni siquiera tú tienes el valor necesario, y sé que terminarás deteniendo a Ronod cuando llegue el momento.

Sek le dirigió de nuevo una larga mirada, que bien podría ser de pena, disgusto u odio, antes de acercarse por la puerta que llevaba al exterior. Sin embargo, no se marchó sin decirles algo que derribó todas las esperanzas que hasta entonces Rukj había tenido de que su viejo amigo les ayudara:

-El Humano también era un niño, ¿no es así, Rukj? Pues bien; él es la causa de todas tus desgracias, y cuando Ronod venga en tres días, será también la causa de tu muerte. Piensa en ello.

Y dicho esto, cerró la puerta a sus espaldas y les condenó de nuevo a la solitaria oscuridad de aquel calabozo.

En las sombras, las horas parecían transcurrir tan lentas como la caída de una hoja.

A menudo, Loki tenía la sensación de que llevaban atrapados en aquella celda durante meses, mientras trataba de asegurarse a sí mismo, en vano, que todo iba a salir bien. El tiempo parecía multiplicarse: los minutos eran horas y las horas se hacían días enteros; Loki no sabía cuánto tiempo podría aguantar allí.

Pero sobrevivió.

Incluso sabiendo que no había ninguna posibilidad de escapatoria, concentró toda su confianza en Rukj, sabiendo que en aquel momento él era su única esperanza.

Durante aquellos días, además, el único entretenimiento que consiguió fue el de conversar con el enorme lobo, aunque para hacer honor a la verdad, no era precisamente una Bestia de conversación fácil. A pesar de eso, y alentado por la fascinación que sentía hacia el lobo y que cada vez crecía más en su interior, escuchaba cada palabra con verdadero interés, casi con devoción.

-¿Conocías de algo a Sek? -preguntó en una ocasión, cuando hubo reunido el valor suficiente para hacerlo.

El lobo sacudió la cabeza, como si tratara de espantar a los recuerdos de su mente.

-Sí. Ocurrió hace... un tiempo. Eramos compañeros de armas en el ejército que luchaba por la liberación de las Tierras de las Bestias. Yo era capitán, y él estaba en mi mismo grupo. Podría decirse que confiábamos el uno en el otro.

Loki asintió, pesaroso, pero no dijo nada. Sabía de sobra que aquello era algo por lo que Rukj tenía que estar sufriendo; no todos los días un buen amigo te condenaba a muerte.

-¿Y a ese tal Ronod? -preguntó, tratando de desviar la atención del lobo de aquellos dolorosos recuerdos.

-También... aunque solo de vista. Es el torturador de Cellisca Nívea. Un maníaco sádico y desequilibrado -hizo una pausa y, a continuación, dirigió la profunda mirada de sus ojos ambarinos a Loki -. Como se atreva a ponerte una sola garra encima, te juro que perderá la zarpa.

Loki enrojeció y sintió como su afecto hacia Rukj crecía ante aquel afán que parecía tener por protegerle, pero algo en su interior sabía que los intentos del lobo por salvarle de su horrible destino no servirían de nada. Al fin y al cabo, los dos estaban igual de atrapados en aquel calabozo, y la única forma de salir de allí era la muerte... o algo mucho peor.

-Eres valiente -reconoció el lobo, en otra ocasión, cuando llevaban ya un buen tiempo en silencio -. No creo que muchas Bestias se hubieran atrevido a decirle a Sek lo que tú le dijiste el otro día.

-Gracias -se lo agradeció Loki, rojo de vergüenza.

-Ahí tienes la razón por la que te eligieron para esa misión, sea cual sea -le dijo Rukj, tratando de infundirle ánimos -. Puede que... puede que no confies mucho en ti mismo, pero confias en tu misión, y eso es lo importante.

Loki no supo qué responder.

Después de todo, las palabras del lobo eran ciertas. Las mayores dudas que habían atravesado su mente durante aquellos días habían sido las referidas a su capacidad para cumplir su misión, pero en ningún momento se había cuestionado si esta se podía o no cumplir. Sabía que se podía.

Solo había que tener el valor, la perseverancia y la fuerza necesarios para hacerlo. Algo que, desgraciadamente, a él le faltaba.

-Supongo que querrás saber cuál es... mi misión -intuyó Loki, dirigiéndole una breve mirada. No esperó respuesta -. En realidad, es algo... Es un poco delirante, y a simple vista no tiene mucho sentido, pero...

-... es lo que te encomendaron hacer, y crees que podría funcionar -resumió Rukj, adivinando sus pensamientos.

-Sí -Loki tomó aire y, a continuación, preguntó -. ¿Has oído hablar alguna vez de la Cadena?

El lobo permaneció en silencio unos instantes, y finalmente negó con la cabeza, algo frustrado.

-No me extraña. Es parte de las creencias de los Cachorros de Kara -hizo una pausa -. Según la Orden, todos los seres vivos del mundo, tanto Bestias como Humanos, estamos conectados en una Red que nos une a todos por igual. Todos somos hermanos y hermanas, hijos del mismo mundo, puesto que somos criaturas de la tierra y nuestro objetivo es coexistir pacíficamente.

-¿Hijos del mismo mundo? -repitió Rukj, ligeramente escéptico -. Yo no estoy seguro. No tienes más que comparar a una Bestia con un Humano para darte cuenta de que no tenemos gran cosa en común.

-Es que no somos iguales -puntualizó Loki, retomando su explicación -. Pero, aún siendo diferentes, debemos hacer como si estas diferencias no existieran para que todos sigamos estando unidos por la Red. Porque en el momento en el que la Red se rompa...

-...sucedería lo que ya ha sucedido -adivinó Rukj -. Bestias y Humanos enfrentados en una lucha a muerte por la supervivencia de la raza.

-Exacto -sonrió Loki, ligeramente impresionado por el hecho de que el lobo fuera siempre un paso por delante de él -. Bien... en este momento la Red está rota. Bestias y Humanos estamos separados por una ancha barrera de odio, y la única forma de unirnos es la Cadena. ¿Has oído hablar del Vindicador Aron?

Aquel nombre resonó en la cabeza de Rukj como un trueno. Por supuesto que había escuchado hablar de él. ¿Quién no había oído nada jamás acerca de la única persona que había conseguido restaurar la paz entre Humanos y Bestias, aunque fuera por un par de décadas?

-Ya veo que sí -prosiguió Loki, fijándose en su expresión de interés -. Según dicen las antiguas escrituras de la Orden, un descendiente de Aron que haya sido criado por una Bestia y una Bestia que haya sido criada por un Humano son los únicos dos eslabones que permanecerán uniendo la Red. Son los dos eslabones de una Cadena. Ellos son los que conseguirán, de nuevo, que el mundo vuelva a ser lo que era antes.

Loki terminó de contar la historia y percibió el gesto impresionado de Rukj, que se apoyó contra una pared como si de repente se sintiera muy débil. El lince intuyó que aquello se debía a que, durante todo aquel tiempo, él había estado envuelto en aquella historia y ni siquiera había sido capaz de darse cuenta.

Porque, después de todo, estaba claro que el Humano que Rukj había acogido bajo sus garras cuando era pequeño era uno de los dos eslabones fundamentales de la leyenda. Y Loki se habría atrevido a jurar que sabía quien era el otro eslabón... si es que el fuego no se lo había tragado.

Guardó silencio durante unos segundos más, hasta que finalmente le confesó, en voz algo más baja:

-Mi misión consiste en reunir a los dos eslabones y guiarles en su camino hacia la verdad acerca de nuestros orígenes, que deben mostrar a las dos razas para terminar con esta absurda guerra. Tengo que asegurarme de que cumplan su misión... para cumplir la mía.

Rukj le dirigió una breve mirada, intuyendo por primera vez hasta qué punto estaba aquel lince relacionado con su propia historia, y con la de Raon. Pero, aún así, había algo que aquel joven lince no sabía, y que Rukj sí. Algo que podía cambiar el modo de ver las cosas de Loki...

-Raon es uno de los eslabones -murmuró, con voz ronca. Loki no conocía el nombre del Humano al que Rukj había criado, pero asintió suponiendo que se refería a él -. Y el otro... el otro tiene que ser por fuerza uno de los miembros de la familia cuya casa ardió, ¿no es así?

Loki asintió otra vez, en silencio, aunque sin entender adónde quería llegar el lobo.

-Bueno, pues tengo una buena noticia para ti, chico -anunció Rukj, consiguiendo que el lince le dirigiera una mirada de extrañeza -. Puede que, después de todo, la primera parte de tu misión ya esté cumplida... Porque si no me equivoco, los dos eslabones de la Cadena ya se han encontrado.

Mientras tanto, muy lejos de la prisión, Raon se agazapaba sigilosamente tras una pequeña montaña de nieve, dispuesto a dar caza a una nueva presa: un inocente lagarto de color grisáceo que había salido a la superficie seguramente atraído por los cálidos rayos del sol. Aquella vez había ido a cazar un poco más lejos: a algo menos de una hora de viaje desde la cabaña que ahora compartía con Jarek, se alzaba una pequeña cordillera rocosa en la que se podían encontrar algunos brotes comestibles y también algunas otras criaturas que solo podían vivir allí, pues la nieve no era su terreno. Esto también dificultaba mucho las acciones de Raon, que normalmente contaba con la ventaja de estar camuflado bajo su capa de pieles blancas. Además, no terminaba de acostumbrarse al sólido soporte de la roca bajo sus pies; él siempre había caminado sobre la nieve, y al igual que el hábitat de las criaturas que cazaba ahora era la roca, el suyo había sido siempre las llanuras blancas en las que se había criado.

De repente, el lagarto movió su cabeza y dirigió una mirada de alerta hacia el lugar en el que se encontraba Raon, antes de empezar a moverse dispuesto a escapar. <<¡No, no, no!>> pensó el joven, mientras se apresuraba a salir de su escondite y echar a correr tras el reptil. Sabía ya, por las anteriores veces que había cazado ahí, que esas criaturas eran capaces de deslizarse rápidamente por la roca y de desaparecer por entre las grietas antes de que uno se diera cuenta.

La lanza voló a través del aire, pero falló y fue a dar contra una de las rocas. Raon soltó una maldición, y maldijo más aún su suerte en cuanto la sinuosa cola del lagarto desapareció por entre las rocas de la montaña. En silencio, se acercó de nuevo a su lanza y la recogió, con cuidado, tratando de ver si estaba rota.

¿Qué había fallado? Normalmente, ninguna presa solía descubrirle. Raon se tomaba la caza muy en serio: al fin y al cabo, era aquello en lo que Rukj le había educado desde que era niño, y al final no había sabido convertirse más que en eso, en un cazador. No comprendía como aquella criatura, tonta y sin evolucionar, había podido captarle antes de que él fuera capaz de atraparle. En su especialidad, era sigiloso como un lince y letal como un lobo, tal y como Rukj le había enseñado.

Pero no todos los lobos eran letales, recordó Raon, esbozando una sonrisa. En aquel momento, sus pensamientos volaron hacia Jarek, que en aquel momento estaría despertando en la cabaña.

Durante los últimos días, había aprendido a apreciar realmente la compañía del joven lobo. Era mucho más hablador que Rukj, de carácter cálido y amigable, siempre dispuesto a ayudar en todo lo que podía, como si quisiera saldar una cuenta pendiente con Raon. A menudo, sus constantes bromas desconcertaban al Humano, que jamás había estado acostumbrado a ningún tipo de humor con Rukj. Tampoco a tanta cháchara: hablaban durante las cómidas, las cenas, e incluso cuando se suponía que ambos debían de estar durmiendo ya; hablaban tanto que, en ocasiones, Raon se preguntaba si era normal que dos seres tan diferentes tuvieran tantos pensamientos que compartir.

-Es curioso... -comentó una noche Jarek, mientras los dos yacían sobre sus camas, a oscuras -. Ha pasado menos de una semana desde el día en el que intenté matarte, ¿recuerdas? Ahora, echo la vista atrás... y bueno, me parece como si hubiera sucedido hace mucho tiempo.

-Ya te dije que no lo tuvieras en cuenta -bufó Raon, esbozando una leve sonrisa -. ¿Cuándo piensas olvidarlo?

-Uno no olvida esas cosas -prosiguió el lobo, en voz un poco más baja -. Durante unos segundos, tuve tu vida en mis zarpas y... si hubiera hecho lo que quería hacer, ahora mismo no podría estar aquí hablando contigo.

Raon no pudo evitar dejar escapar una carcajada, a pesar de intentar contenerse debido a la seriedad desacostumbrada en la voz de su nuevo huésped.

-¿De qué te ríes? -preguntó Jarek, molesto.

-De lo que acabas de decir -respondió Raon -. ¿De verdad crees que habrías tenido alguna mínima posibilidad de matarme? No hay más que oír como te mueves por la nieve: parece que vayas partiendo nueces a tu paso. Y apuesto a que Rukj utiliza más sus zarpas en un día de lo que tú las has utilizado en toda tu vida.

-¡Eh, que eso duele! -protestó Jarek, riendo a su vez -. Pero tienes razón, no soy precisamente el lobo más apropiado para hablar de dar muerte.

-Desde luego que no. Me pillaste por sorpresa, pero no creo que tuvieras posibilidades de matarme.

-¿Es que quieres que volvamos a intentarlo?

Raon sonrió, pero no respondió a la provocación. Sabía que a Jarek le gustaba bromear de aquella forma de vez en cuando, y normalmente él no sabía cómo tomarse aquellas cosas. Eso, desgraciadamente, era algo que Rukj no le había enseñado.

-¿Recuerdas cuando te dije que me alegraba de haberte conocido porque eras un desertor? -preguntó con suavidad Jarek, tras unos minutos de silencio -. Pues... lo retiro.

-¿Queeeé? -se sorprendió Raon, incorporándose ligeramente, temiendo haber dicho o hecho algo que hubiera molestado al lobo -. ¿Por qué?

La respuesta se hizo de rogar durante unos instantes, en los que el Humano contuvo el aliento.

-Me alegro de haberte conocido. No porque seas un desertor, ni porque seas un Humano, sino simplemente... porque me gusta estar aquí contigo.

Aquella había sido la primera vez que Raon se había quedado sin palabras, y se había visto incapaz de contestar. Rukj tampoco le había enseñado cómo decir cosas bonitas, ni cómo responder a una declaración de amistad tan evidente: su padre adoptivo solo le había enseñado a cazar, a matar... y a sobrevivir. Podía ser que Jarek no supiera nada de caza, pero sí que lo sabía de sentimientos: y en eso, Raon se sentía completamente en desventaja ante el lobo de pelaje cobrizo.

El Humano sacudió la cabeza y trató de deshacerse de aquellos pensamientos, mientras volvía a la realidad y continuaba analizando la punta de su lanza, que por suerte no había sufrido desperfectos. Tras comprobar esto, descendió con cuidado de las rocas y decidió regresar a la cabaña: a aquellas alturas, Jarek se estaría preguntando dónde estaba, y seguramente si no se daba prisa empezaría a comer sin él.

De nuevo, y como tantas otras veces, dirigió un pensamiento preocupado hacia Rukj. ¿Dónde demonios se había metido, y por qué le estaba costando tanto regresar de su viaje? Raon esperaba que su retraso se debiera a que había descubierto algo importante que le mantuviera en la ciudad, y no a que estuviera siendo retenido allí por la fuerza. Nunca habían hablado mucho de aquello, pero Raon intuía que no era muy bien recibido en aquella ciudad, Cellisca Nívea, aunque hubiera nacido allí. Finalmente, decidió que era mejor no pensar en aquello: Rukj era fuerte y sabía defenderse solo, podría apañárselas bien. Y, además, el hecho de que Raon se preguntara constantemente qué le había ocurrido no solucionaría nada.

En aquel momento, algo en el cielo llamó su atención.

Tuvo que centrar la vista durante unos instantes para poder averiguar de qué se trataba, pero tras apenas unos segundos ya lo había descubierto: una columna de humo denso y gris se alzaba hacia las nubes en un punto no muy lejano. Precisamente, comprendió Raon con un escalofrío, en la dirección en la que se encontraba su cabaña.

<<Jarek>> pensó, alarmado.

Inmediatamente, echó a correr dejando tras de sí aquellas pequeñas montañas rocosas, con el corazón en un puño. Tenía la esperanza de que, una vez llegara ahí, se daría cuenta de que no había nada de lo que preocuparse, que llegaría y el único problema sería que Jarek había encendido un fuego demasiado vivo, que simplemente se estaría preparando para comer. Tal vez, el humo ni siquiera saliera de su cabaña, sino de algún punto más allá de la Frontera. Aunque, desgraciadamente, Raon sabía que, en aquella dirección y a aquella distancia, lo único que podría encontrar sería la pequeña cabaña en la que había vivido durante todo lo que llevaba de vida.

Corrió como jamás había corrido, asustado ante la posibilidad de que algo hubiera salido mal y Jarek, en aquel momento, estuviera teniendo problemas... Corrió, ignorando el cansancio y la fatiga, hasta que llegó a los alrededores de la cabaña y pudo ver lo que en realidad estaba ocurriendo allí. Entonces, lo que hizo fue quedarse quieto como una estatua.

A continuación, se escondió de nuevo tras una duna de nieve y aguardó, conteniendo el aliento, mientras observaba la escena que se estaba desarrollando junto a la cabaña. Jarek no parecía estar por ninguna parte: las únicas figuras que Raon podía ver en torno a la cabaña eran... las de un grupo de Humanos que parecían regocijarse junto a las llamas del incendio que habían provocado en el edificio. En concreto, hubo uno que le llamó la atención, alguien a quien Raon recordaba con espantosa claridad...

<<Han>> pensó, mientras fijaba su vista en el cabello casi albino del hombre.

¿Qué habían ido a hacer allí? ¿Habían vuelto para vengarse de lo que había sucedido? ¿O simplemente para quemar la cabaña, puesto que ni siquiera sabían quien vivía en ella? Y lo más preocupante de todo, ¿por qué Jarek no aparecía por ninguna parte?

Raon observó, tratando de reprimir todas estas preguntas, como una mujer se acercaba a Han con una taimada y retorcida sonrisa en los labios. Parecía ejercer cierto poder dentro del grupo, y tal vez por eso, Raon le dedicó más atención que al resto. Tras acercarse a Han, la mujer, que llevaba el pelo pelirrojo recogido en una coleta, se lanzó a sus brazos y le dio un apasionado beso. Raon intuyó que, si ella tenía tanto poder en su grupo, se debía a la persona con la quien más se juntaba... aún así, había algo en la mirada de la mujer, en su sonrisa tan desagradable que no dejaba de hacerle sentir inquieto...

De repente, alguien le agarró por detrás y tiró de él con fuerza.

Tras un breve acceso de pánico, Raon consiguió reaccionar apropiadamente: se liberó del abrazo de su enemigo y, extrayendo la daga de su cinto con una rapidez asombrosa, se abalanzó sobre aquel que le había sobresaltado de aquella manera. En cuanto cayó sobre el cuerpo de su rival, más grande que el suyo, se encontró con dos profundos ojos de color esmeralda que le devolvieron una mirada ligeramente asustada.

Y de nuevo, la misma sensación que le embargaba siempre que tocaba a Jarek.

-Preferiría que no me mataras -le pidió el lobo de pelo cobrizo, recuperando la compostura, todavía bajo la hoja de la daga de Raon.

-Y yo preferiría que no me dieras esos sustos -respondió el Humano, dejando escapar un respingo -. ¿Tienes idea de lo cerca que he estado de poder matarte?

-Te dije que podíamos volver a intentarlo -bromeó Jarek, ofreciéndole una cálida sonrisa -. Ya veo que tenías razón: no podría matarte aunque quisiera.

-Calla -le pidió Raon, tapándole el hocico con una mano y agudizando el oído para tratar de escuchar si alguien se acercaba. Por encima del crujido que hacía el fuego al consumir su cabaña, solo escuchó las voces de Han y su "amiga", por lo que supuso que no había peligro de momento -. ¿Cuándo han llegado hasta aquí? ¿Y cómo has escapado?

-Les oí llegar y traté de huir, aunque parece que esta vez he tenido más éxito que la última. Oye, ya sé que tú estás muy cómodo encima de mí, pero, ¿te importaría apartarte y dejarme respirar, por favor? No es fácil hablar contigo sobre mi pecho.

-Perdona -se disculpó Raon, levantándose y guardando la daga en su cinto.

Inmediatamente, aquella maravillosa y extraña sensación que sentía cada vez que tocaba al lobo se desvaneció como si nunca hubiera existido, y Raon dejó escapar un suspiro casi inaudible. Jarek se levantó, como si nada, y empezó a sacudirse la nieve de encima; Raon, alarmado, le pidió con un gesto que se agachara para no llamar tanto la atención.

-No me explico cómo no te han visto todavía -masculló el joven, algo nervioso -. Tenemos que marcharnos. No sé si Han y los suyos saben que esa es nuestra cabaña, ni si nos están buscando; pero estoy seguro de que, como nos encuentren aquí, nos matarán. O algo mucho peor. Tal vez lo que pretendían hacerte a ti.

Un brillo de terror apareció en las pupilas de Jarek, que inmediatamente adquirió una expresión más seria y asintió, sin decir palabra. Raon ladeó la cabeza y le observó detenidamente: por lo visto, Jarek sabía cuándo podía bromear y cuándo no.

-¿Y adónde iremos? -preguntó el lobo, con un ligero tono de duda.

-No lo sé. Podríamos intentar buscar refugio en una ciudad.

-¿Un Humano y una Bestia? ¿Juntos? A uno de los dos siempre le matarán, Raon -le aseguró Jarek, y su voz se tiñó de amargura.

El Humano dirigió una mirada por encima de su hombro, justo a tiempo para ver a la mujer con la que Han había intimado tanto bailando cerca de las llamas, como si disfrutara del espectáculo. Un nuevo estremecimiento recorrió su columna vertebral.

-Da igual -replicó, finalmente -. Tenemos que salir de aquí. Y si no nos quieren en ningún sitio... entonces, tendremos que deambular sin rumbo.

Jarek no dijo nada, pero durante unos instantes Raon pudo ver en su mirada la sombra de un recuerdo que le llenaba de una tristeza grande y pesada, algo que jamás podría compartir con él.

Raon no preguntó por ello.

Estaba empezando a comprender que hay preguntas demasiado dolorosas como para responderlas.