El secreto de Tora: Ajedrez

Story by Mastertuki on SoFurry

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#24 of El Secreto de Tora



El secreto de Tora: Ajedrez


Oriente, 21:35 14 de Octubre 2511 24 días antes de la muerte de Bryce

A través de la llúvia, Lizar consultaba todos y cada uno de los datos que le había ofrecido su nuevo compañero de batalla. A Bryce tenía que decirle que tardaría una semana, cuando era completamente mentira, pero él ya tenía todos los papeles en su mano, y a pesar de no tener los descubrimientos que segúramente había hecho el lobo por su parte, podía juntar parte de las piezas.

La documentación que había recibido, de hecho, era el puente necesario entre lo que ya sabían, Leon, y lo que había descubierto Bryce. Era esa pieza que esperaban durante mucho tiempo y que lo iba a explicar todo. Sarah Ronnoc, toda su vida; toda su historia... Y sus logros. De hecho, faltaba una parte cuando uno llevaba horas leyendo varios papeles: Y lo tenía él.

La carpeta contenía dos tipos de fotos: Unas normales, y otras absolutamente tétricas. Luego estaba su ficha, su vida, varios diarios -de los cuales a uno le faltaba una hoja- textos, cartas, chats... Y prácticamente cualquier cosa que estuviera relacionado con ella. Aun faltaba encontrarle sentido, por eso, para saber que tenía que ver ella con el resto, pero al menos, ahora sabían que en todo aquel ajedrez cuyos reyes eran Leon y Bryce, había una reina en juego. Alguien que no conocían desde hacía siglos.

-... ¿Empiezas a entenderlo?

La voz del extraño le sacó de su ensimisnamiento, pero no hizo otra cosa más que asustarle y ponerle en alerta. Nunca, en su vida, se habría imaginado quien era la persona que hasta ahora le había estado dando toda aquella información; y por un momento, pensaba que habían cometido el peor error de su vida. Ahora, a contraluz, pero con la capucha fuera, se tomaba un té que le había hecho minutos atrás y había permanecido en silencio, callado, mientras Lizar repasaba los hechos.

-... No del todo. -le contó. -Es decir, lo entiendo, sí... Pero es confuso. Esta chica murió hace siglos, literalmente. -cogiendo la ficha técnica, empezó a hacer cabalas en su cabeza. -Tenía 16 años... No... No puede ser que siga viva. ¿Lo entiendes?

-Lo entiendo... Pero también debes entender que no te miento. Está detrás de todo esto.

-¡Eso es imposible! -golpeando la mesa, el lagarto se incorporó de inmediato y dio media vuelta hasta poder mirar la ventana, donde la llúvia había comenzado a apretar ya. ¿Cuanto tiempo hacía que había hablado con Bryce? ¿Veinte minutos, treinta? ¿Y como se suponía que debía ocultar esa información? Cada minuto que pasara, era más tiempo que se la jugaban... Más tiempo que él, seguramente, permanecería aun en ese cuerpo de lagarto. En ese...

Sarah Ronnoc. La niña invisible. Si no habían contado nunca con ella, era precisamente por eso, porque nisiquiera había sido partícipe en ese inmenso juego que llevaba durando ya dos años por lo que había contado el lobo, tirando y aflojando a ver quien cedía. Por una parte, no entendía como su compañero híbrido había descubierto ese nombre, mientras que por otro lado, meterla en juego era imposible. Esa chavala tenía un claro origen: Había sido partícipe del proyecto que originó, quinientos años antes, lo que más tarde se conocerían como antropomorfos, seres animales con mente humana, y cuyo objetivo aun radicaba desconocido en la mayoría de la gente. En sus chats, constaba sus experiencias, experimentos, y resultados, hasta que a partir de cierto punto, las escrituras empezaban a ser más complejas y difíciles de entender.

Parecía como redactado por dos personas: Una parte sonaba adulta, y otra, sonaba más a una cría de su edad. No coincidían ambas cosas... No entendía como era posible, pero fuera como fuera, había que leer con calma. No descartaba que la chica fuera superdotada pero que en cierto punto sufriera un desdoble de personalidad; desgraciadamente, él no era psicólogo, así que no podía deducir nada.

-¿Como lo ha hecho? -le preguntó finalmente el lagarto a su compañero. -¿Como?

Sin embargo, el extraño no respondió. Incorporándose, volvió a ponerse la capucha en la cabeza y dejó el té en la mesa, no sin antes mostrar una leve sonrisa. El lagarto fue a hacer algún movimiento, pero el otro le pidió que se detuviera. Andando con cuidado, como si se le fuera a caer el mundo, el lagarto vio como su compañero avanzaba hasta la puerta, la abría, y se alejaba sin mediar palabra, mojándose con la llúvia.

Quizá podría haber hecho algo, pero despues de haber descubierto quien le había pasado toda la información hasta ahora, no estaba seguro de lo que debería haber hecho. Sin mediar palabra, echó a correr hacia la puerta e inmediatamente la cerró detrás de él, soltando un suspiro de alivio tras apoyar su espalda contra la puerta. Por unos segundos, se sintió a salvo: Luego comprendió que estaba cometiendo un gravísimo error.

No podía contarle a Bryce nada, y eso era algo completamente cierto. La persona que le había dado sus datos podía hacerles crugir los huesos si resultaba en peligro... Perdió la noción del tiempo, y no supo calcular bien cuanto rato estuvo evitando que la puerta fuera abierta de nuevo, como miedo de volver a encontrarse con la cruda realidad, pero en cuanto pudo, decidió trazar camino hasta la cocina. Lo mejor que podía hacer era recoger todos los papeles hasta que volviera su madre.

En cuanto se acercó a la mesa, sin embargo, no supo evitar caer en la tentación de mirar uno de los papeles de forma aleatoria. Una de las cosas más complicadas que tenía todo aquel percal es que la mayoría de los documentos estaban en occidental, cosa que sabía que solo Bryce podía leer. Algunos papeles habían sido traducidos al oriental, pero eso implicaba algo peor: Si ya él, con poca información, se había encontrado con unas revelaciones la mar de interesantes, entonces el lobo híbrido iba a entenderlo todo muchísimo mejor con lo que sabía sobre Leon.

***

A medida que iban pasando las horas, el tiempo apretaba y la llúvia se intensificaba encima de oriente. Las nubes, oscuras, cubrían el sol de tal forma que costaba que los rayos de luz del mismo llegaran a alguna parte, y de no ser por la hora, casi uno podría pensar que se estaba haciendo de noche. No era el caso de Uros, que llevaba dos horas intensas de relajación, y nisiquiera se había percatado del cambio de tiempo.

El lobo protector de Bryce permanecía encima de su cama con las piernas cruzadas y el pelaje totalmente desordenado. Nada más comer, se había quedado ahí sentado, con los ojos cerrados, y centrándose únicamente en él mismo, en su alma, liberando su mente, y dejando su cabeza vacía y sin preocupaciones, pero sin dormirse. Permanecer en ese estado no era nada fácil, menos para un guerrero del clan de los lobos, pero le ayudaba a aprender a tener paciencia, y eso era algo que últimamente había perdido.

Los días en los que Bryce había permanecido protegido por Tora habían sido aprovechados para poner un poco de orden en sus ideas. Les había escuchado hacer, pero no había interferido más que para informar constántemente a Rikai de los progresos que hacía su hijo, y a su vez, al clan entero. El lobo azul no solo había decidido atacar de lleno en lo más importante, Leon, si no que además, había tomado el camino de recuperar la memoria. Y lo había hecho, vaya que sí.

Y ahora estaba ella.

No hizo falta ningún trueno para desastabilizar su concentración, si no las pisadas de un zorro ártico que había entrado en la habitación con absoluto silencio. El pequeño estaba aprendiendo a que no era muy bien recibido por la mayoría, pero sobretodo, que a Uros le molestaban dos cosas: Una, que le desconcentrara, y otra, que le desordenara el armario. Y eso era lo que precisamente había devuelto a la vida real a Uros.

-Mioko... -abrió los ojos, y se incorporó inmediatamente para sacar al zorro del armario. Cogiéndolo por la nuca, escuchó como el pequeño se destornillaba de risa, a pesar de que a él no le hacía ni la más mínima gracia. -Mira que te entretenienes con lo que sabes que a mí me pone nervioso... ¿Tanto te gustan los armarios? ¿Porqué no desordenas el de Bryce? -le preguntó, dejándolo en el suelo.

-¡Sí! ¡Mioko va a jugar ahí! -exclamó el pequeño, que inmediatamente había enderezado las orejas tras pensar que iba a recibir bronca por parte del adulto. Salió disparado como un petardo a ojos del lobo, que permaneció con los brazos cruzados mientras veía como el pequeño se alejaba. Con ese asunto menos, decidió volver a sus quehaceres habituales, entre los que se incluía llamar a su superiora.

A la madre de Bryce. Cogió el teléfono móvil, e inmediatamente marcó el teléfono que le había indicado. Hacían el esfuerzo por adaptarse a esos aparatos, pero había que admitir que donde estaban ellos ubicados habitualmente, era algo bastante complicado que funcionara -¿Cobertura, donde? - Tras un par de tonos, la voz habitual de la loba sonó a través de la oreja derecha del lobo.

"¿Algo de que informar?"

-Se han ido a casa de Odayaka. -le explicó, mientras miraba como la llúvia se intensidicaba a través de la ventana. Inmediatamente se giró, y apoyó desnuda la espalda en el cristal mientras seguía hablando con ella. -Me suena que había hablado ya antes con él para convencerle que hablara con su padre.

"Ha empezado." la voz de la mujer sonó tosca un segundo, y añadió: "Está en su sangre."

Uros permaneció pensativo. Sí, claro, pero solo había finiquitado quizás la historia de Odayaka; por lo que le había contado Tora, Shinke aun seguía lidiando con los padres por el tema de Baka, mientras que Anne aun estaba algo deprimida por el problema con su hermanastro, mientras que él mismo se encontraba contrariado precisamente por eso último. En otras palabras, no esperaba ni de lejos que Bryce se pusiera a hacer de psicólogo a todo cristo cuando él mismo tenía problemas más importantes con los que lidiar.

"Avisame para cuando haya más avances."

En cuanto colgó, Uros tomó la decisión de llamar a la pareja de Bryce. Sabía donde estaba, pero contando con la opción de que iban en moto, con la que estaba cayendo, dudaba absolutamente de que le diera por volver a casa. Y si era así, la bronca que le iba a meter por temerário iba a ser de aupa. Lo que le faltaba, vaya, que Bryce volviera lisiado.

Pero la comunicación falló enormemente: Tora, de alguna forma, estaba comunicando, y la máquina le informaba de fondo que se estaba realizando otra llamada, por lo que supuso que posiblemente no les había cogido en buen momento. Guardando el teléfono, volvió a sentarse, cruzando las piernas, de cara al cristal, y nuevamente, cerró los ojos para concentrarse de nuevo.

***

El que no podía ni de lejos concentraese en otra cosa que en las piezas que poco a poco, a medida que iban encajando, le aconcojaban, era Bryce. El lobo se había propuesto la firme convicción de parar a Leon para vivir en paz, pero lo que estaba descubriendo era algo menos simple de lo que esperaba. De hecho, solo quería buscar pruebas, entender a su enemigo, y finalmente, llevarlo ante la justícia. El resultado era que tras todo aquello, la situación era demasiado compleja para entenderla.

El mensaje que había recibido por parte de Lizar lo desconsolaba bastante: No recibiría información hasta al cabo de una semana porque iba bastante de culo, lo que implicaba que de momento, todo se quedaba como estaba y apenas podía avanzar más; y dudaba de querer siquiera seguir por ese camino. Luego estaba lo de Sarah, que ni siquiera sabía exactamente porque, de golpe, se le había ocurrido meter su mero recuerdo en toda esa sopa de complicaciones.

Tora se acercó al sofá donde se encontraba sentado y se colocó a su lado, sin mediar palabra. El lobo apoyó la cabeza en el cuerpo del tigre, refregándose levemente para marcarlo un poco con su olor, y él con el suyo, y relajarse. Fuera llovía, pero ahora mismo le hubiera dado exactamente igual: Habría cogido y habría salido a correr al bosque, de forma constante, a cuatro patas si hacía falta, como intentando huir de aquella pesadilla. No tardó demasiado en oír ronronear al tigre, y eso le relajaba un poco más.

-Sarah... -la palabra salió del morro de Tora como si se le fuera el alma en ello. -Es imposible. Estamos hablando de... ¿De cuantos años? Son muchos, casi doscientos, o doscientos y pico... No puede ser que esté metida en todo esto. Debe de estar muerta.

-Pero eso lo explicaría todo. -el lobo permanecía con la mirada fija en el suelo, aunque su cerebro daba vueltas por otros lares. -Lo de mi padre, porque me volvieron humano, lo de Laura y... Todo. -dijo. -Si nuestras teorías son ciertas, lo de Leon no es jugar con fuego... Es que él mismo ya es una bomba andante de relojería.

-¿Y crees que Lizar te conseguirá esa información?

Esperaba que así fuera. Hasta ahora, solo eran todo conjeturas cogidas muy a pinzas basándose en información que tenían bastante a mano; pero necesitaba que Lizar le buscara información de Sarah para acabar de confirmar el detalle de la foto que acababa de ver. Eso, y otro detalle más, que ahora mismo, se le estaba pasando por la cabeza.

-Tengo que ir a hablar con el hermanastro de Ane. -la frase fue contundente, pero la llúvia ya era lo suficiente demencial como para salir. Coger la moto y largarse no era, pues una buena idea; si tenían un accidente en medio de la nada, era lo último que les faltaba. Igualmente, tenían que volver a casa, por lo que podían coger algún medio de transporte público. Si no fuera porque a Tora -o más bien, su instinto- no le convencían demasiado los transportes cerrados todo habría sido más fácil. Para empezar, habrían venido en coche, no en moto. Se incorporó y se deshizo del abrazo del tigre para volver la vista a la orca, que estaba recogiendo las fotos del escaner. -¿Pasa algún autobús o algo así por aquí cerca, Oda?

-Mhh... -Oda detuvo todo lo que estaba haciendo y se llevó una de sus manos casi de plástico a la cara redonda que tenía. -El más cercano está a unos quince o veinte minutos de aquí... Quedaos a dormir esta noche, si acaso. Será más seguro.

Si no fuera porque su oído le permitía captar sutilezas, habría preguntado si no molestaban. Pero el tono de Oda era lo suficientemente decidido para un antro como para discutirlo siquiera, por lo que no se opuso a la idea de la orca. A pesar de todo, allí no hacía nada, y la información que necesitaba estaba en su casa, así que no tenía otro remédio que frenar y parar un rato. Le iría mejor, de hecho... Ahora que lo pensaba, había sido un día largo para su cabeza.

-Llamaré a Uros. -el tigre cogió el teléfono móvil, y le mostró una leve sonrisa a su pareja, contento. -No te preocupes. Todo irá bien... Será mejor hacer caso a Odayaka. Si volvemos lloviendo y enfermas, tu protector me corta lo que yo me sé.

Bryce se echó unas risas, casi necesarias después del día más completo que había tenido en su vida. Vio como la orca le devolvía la carpeta y a continuación, como Senko, el tigre, aparecía detrás, tomándose otro té. La mirada de ambos se cruzó unos segundos, y finalmente, fue Senko el que decidió avanzar un poco en el tema y decirle algunas cosas.

-Vaya... ¿Quieres que te indique donde váis a dormir? -le preguntó, con una mirada asesina. El lobo, lejos de acobardarse, le observó con la misma intensidad, mientras su cola, que normalmente andaba cabibaja, se alzaba y se entufaba. Tora, observando esa reacción, no tardó en dudar de que su novio se estaba preparando para defender lo que era suyo. Alzar la cola implicaba, en los lobos, un enfrentamiento y un método para intimidar.

-No creo que haga falta. Se subir escaleras. -respondió Bryce.

-Insisto. -el tigre se aproximó un poco más hasta que estuvo cara a cara con él. Tora los miraba atentamente, preparado para saltar con su habilidad felina si esos dos decidían pasar a las garras y romperse la cara mútuamente. En ocasiones anteriores, el híbrido ni se había inmutado. Ahora, en cambio, estaban hablando de algo distinto. Bryce había recuperado sus recuerdos; eso quería decir que también recordaba su enfrentamiento pasado con el tigre blanco. Y las consecuencias de todo lo que conllevaba. -Igualmente, solo hay camas individuales. Espero que no os importe.

El lobo contuvo la respiración unos segundos antes de enviarle al cuerno directamente, y tomó la decisión de seguir el juego a su rival. Su dilema con la memoria estaba cerrado, y el dilema de Odayaka con su padre también... Ahora tocaba volver a dedicarse a sus asuntos personales: Descubrir porque había encontrado a Tora en manos de Senko, y la respuesta la iba a obtener en esa casa sí o sí.

Sin mediar palabra, empezó a seguir a Senko, dejando a solas a la orca y al tigre, que permanecía llamando por teléfono. Odayaka esperó unos segundos a que los dos se largaran antes de asaltar a su ex-compañero de equipo de baloncesto. Saltó a su lado, pasando un brazo por encima del cuello de este, y con la otra mano, le frotó fervidamente la cabeza. El tigre se quejó e inmediatamente, colgó para intentar sacarse de encima a la orca.

-¡Auch! -exclamó el otro, mirándole. -¡Tio, que solo era una broma!

-¡Estaba llamando! O eso creía... -suspiró, mirando la pantalla de su teléfono. -Da igual, sea como sea, esta tormenta ha hecho que me quede sin cobertura, así que estoy jodido a partes iguales. Espero que Uros no le de por venir a buscar a Bryce...

-Tranquilo. -sonrió la orca, estirándose de brazos y piernas. -Mrrrfff, que perezaaaa... No te preocupes. Yo creo que ahora tu novio tiene complicaciones más grandes en su cabeza. No se si te has dado cuenta de ello...

Tora asintió con la cabeza, mientras pensaba en las palabras de la orca, y más importante, si había hecho lo correcto dejando que el lobo se largara con Senko. Fuera como fuera, a las buenas o a las malas, sabía que esos dos tenían que finiquitar sus diferencias, y si era ahora, mucho mejor.

Algo así pensaba Bryce, de hecho, tras subir las escaleras. Una cabeza clara, libre de problemas personales, era lo mejor para enfrentarse al león, sobretodo a sabiendas que cuanto antes cerrara temas, más rápido iría. Senko, por su parte, no mediaba palabra alguna, permanecía serio y con la mirada hacia adelante. Pasó un par de puertas, y a la tercera, la abrió, enseñándole el interior.

No era mucho lo que le ofrecían, pero tampoco podía quejarse: Había una cama de muelles bien hecha, una mesita de noche a su lado, y al otro, una ventana con unas cortinas puestas. Tras eso, tenía el armario, pero eran detalles que al lobo no le interesaban en absoluto -tampoco se iba a poner a investigar los muebles por dentro- por lo que, a la que tuvo oportunidad, cogió a Senko y lo empujó hacia dentro, adelantándose él justo después, y cerrando la puerta tras él.

El tigre tardó unos segundos, al menos, en recuperar el equilibrio, antes de darse cuenta que se le había derramado todo el té por el suelo. Cabreado igualmente por el trato, se dio la vuelta para enfrentarse cara a cara con el hibrido, que permanecía totalmente serio, pero la mirada dura y fría, y la cola, nuevamente, alzada. De hecho, el pelaje entero lo tenía completamente hinchado.

-¡¿Pero de que coño vas?! -le escupió el tigre. Bryce no medio palabra, pero no tardó en cogerle por el cuello de la camisa y empotrarlo contra la pared. No es que tuviera mucha fuerza físicamente, por lo que en cualquier momento, kilos de tigre se le podían pasar por encima y romperle todos los huesos.

-Bien... Aquí es donde planteo la pregunta del siglo. -la voz del lobo sonaba susurrante, fría, concisa, todo lo contrario a la calma y alegría que solía tener normalmente. Incluso ronca. -Te ví en la universidad besando a Tora... Pero es curioso, Tora no lo recuerda en absoluto.

-Je... ¿Y quien te dice que no te está mintiendo?

Antes de que dijera mú, el tigre le pegó un puñetazo en todo el morro. Bryce soltó a Senko inmediatamente para llevarse ambas manos a la nariz e intentar contenerse el dolor, algo bastante difícil: A los segundos de sorpresa empezaban a llegar ya los instantes en los que empezaba a notar como se le hinchaba la zona de impacto. Bryce no había querido empezar una pelea: Era más, él las tenía de perder si tenía que medirse con fuerza bruta, además de no querer llamar la atención a Tora. Senko había tomado el camino contrario, desgraciadamente. Su contrincante se alejó de él todo tranquilo y se fue entrando en la hbitación cada vez más.

-Sí, lo admito, besé a Tora... ¡Y bien que hice! -soltó Senko, mirándole. -¡Años! ¡Siempre le tuve tan cerca, tan próximo... Pero tenías que venir tú a tocar las narices! -exclamó. -Me lo quitaste, Bryce, delante del morro y encima tu madre no me dejó reaccionar.

¿Su madre? Bryce miró inmediatamente a Senko mientras su cabeza empezaba a juntar piezas y comenzaba a entender cosas. Eso explicaba porque de golpe y porrazo ese tigre blanco desapareció de la vida de su pareja. Su madre, sea como fuere, había hecho de las suyas y se había entrometido una vez más, o para protegerle, o para apartarlo inmediatamente, fuera como fuera.

-Y luego va ese cabrón y me engaña... Maldito león....

Entonces estaba en lo cierto. Leon estaba detrás de todo aquello, por lo que Senko había sido manipulado de alguna forma u otra, posiblemente. Ahora que tenía la puerta abierta a todo tipo de explicaciones, decidió arremeter psicológicamente a base de preguntas para obtener respuestas.

-Así que también ha jugado contigo igual que con muchos otros. -le logró decir el híbrido, mientras se sentaba en el borde de la cama aun con las zarpas en el morro, mareado. -Me lo esperaba. No me lo digas: Te ha prometido el oro y el moro y resultó quedarse todo a la mitad, ¿No?

Senko volvió la vista a Bryce unos instantes, y finalmente, añadió un suspiro como respuesta.

-No eres el único... Leon juega así siempre. Busca tu punto débil, aquello que más detestas, lo manipula a su favor, y si hace falta, te promete cosas que luego no puede cumplir. A ver si acierto: Te dijo que te daría algo que haría que Tora estuviera loco por tí de amor... ¿Para siempre? -al ver que el tigre no respondía, tomó la expresión aquella de "quien calla otorga" y añadió, con una leve sonrisa. -Ya... Sospechaba de algo así, sinceramente. Es su modus operandi.

Se incorporó levemente, y volvió la vista a Senko, enfrentándose de nuevo cara a cara contra él. No era la primera vez que se encontraban, pero antaño, había decidido dejar estar el tema. Ahora estaba claro que o empezaba a ponerse algo duro con el tema, o le robarían a Tora al momento.

-Lo único que conseguiste, no se si fue tirarte después o no a Tora, pero simple y llánamente ser un juguetito más de un plan que no le ha servido de nada a Leon. -le contó, relajado. -Senko, se que amas a Tora y todo eso, pero... Llevamos años de relación, y yo no pienso interponerme ni ponerte puertas delante de las narices. Pero ten una cosa bien clara: Si después de todo este tiempo insistiendo no has conseguido llamarle mínimamente la atención... Creo que la respuesta es más que obvia, ¿No? Un consejo: No vuelvas a juntarte con malas influencias, o cuando arrase, lo haré sin mirar. Estés tú o no.

Dejando las cosas bien claras, Bryce se largó de la habitación aún un poco descolocado y con el morro hinchado. En aquel momento, Senko podría haber cogido y haberlo tirado por la ventana, provocando un accidente, o algo parecido. En cambio, se dignó a mirar como se largaba... Precisamente porque, por desgracia para él, Bryce tenía toda la razón. Conocía a Tora, era un tigre del clan, si le hubiese llamado la atención, primero le hubiese follado y luego le hubiera pedido su número de teléfono. En cambio, había pasado cientos de veces de él.

Derrumbado, Senko se sentó al borde de la cama donde antes había estado Bryce, meditando sobre las palabras de este. Definitivamente, solo había conseguido que se descojonaran de risa en su cara, y a pesar de conseguir llevarse a la cama a Tora más tarde... No había pasado nada más. De hecho, el otro tigre ni lo recordaba, por lo que había sido un hecho oculto, absente de toda realidad, innecesario... Había sido una manipulación en toda regla.

Le habían jodido, definitivamente.

Picaron a la puerta, pero Senko decidió no responder, permaneciendo sumiso en sus pensamientos hasta que al final, una segunda tanda de golpes, más insistente y seguida, le obligó a tomar una decisión. Con un gruñido bastante fuerte propio de su raza, dio la orden de entrada, pero no quiso mirar siquiera quien entraba en aquel momento. Tal vez era Bryce, posiblemente, para acabar de reirse en su cara.

No, en cambio, era Odayaka.

La orca se sentó a su lado, pero permaneció en absoluto silencio, haciendo que a Senko le resultara incómoda toda la situación en general que estaban viviendo en aquel momento. Tras unos segundos que realmente se le hicieron eternos, alzó la cabeza, cogió aire, y lo dejó ir poco a poco. Odiaba los momentos en los que actuaba de confesor.

-¿Y ahora qué? -le preguntó a la orca. Prefería no ser maleducado con él, por si acaso, teniendo en cuenta que estaba alquilándole una habitación en su casa. La orca, en cambio, se encogió de hombros.

-Bueno... He visto a Bryce con un golpe en el morro de narices. -mencionó. -Así que supuse que os habéis peleado. ¿Puedo preguntar porqué?

-¿Vas a defenderle, acaso? -el tigre se levantó bastante cabreado. -Porque si es así, te lo puedes ahorrar. Con que me escupa él en el morro tengo suficiente.

-No iba a hacerlo... Pero si insistes...

-No, déjalo. Simplemente hemos resuelto nuestros problemas... Y a donde tengo que ir próximamente.

De vuelta a casa. Ahora ya no pintaba siquiera nada allí, ahora que ya sabía que no tenía oportunidad alguna, lo mejor que podía hacer era regresar al clan. De algún modo u otro, debía conseguir volver, y empezar a olvidarse de Tora. Comenzar una nueva vida, seguir una nueva historia... O en general, volver a empezar. Bryce le había ganado la batalla y la guerra, y ni tan siquiera usando la violencia física, ni tan solo la verbal. Solo con hechos, y los hechos respondían solos. No valía la pena seguir insistiendo en algo que no iba a seguir adelante.

Bryce, en cambio, se había ido a otra habitación. El hielo que le había traido Tora se agradecía bastante. Había preferido obviar las preguntas respecto al porqué de un morro morado e hinchado, conociendo la respuesta obvia. Esperaba, sin embargo, que ese hubiera sido el último enfrentamiento entre él y Senko, o de lo contrario tendría que ponerse duro, plantarse, y darles un par de palabras a ambos. Aunque ese no era el mejor momento.

-Bueno... ¿Por donde lo habíamos dejado? -preguntó el tigre un segundo, mirando luego al lobo. -Ahm sí, ya me acuerdo. Sarah Ronnoc. Hay cosas que no acabo de entender... Hasta ahora, Sarah Ronnoc había sido la...

-... Jefa del proyecto de Pelz, sí. -finalizó el lobo. -Sí, es conocida por llevar todo el proyecto íntegro desde sus origenes, aunque a mitad del proceso falleció de mayor y el legado lo continuaron otros equipos y tal, lo sé... Y yo tampoco me lo explico.

-Estamos hablando, pues, de un fantasma.

-... No.. No es un fantasma. -cerró un momento los ojos, y añadió: -He oído su nombre, várias veces nombrado por Leon. He oído incluso su voz, susurrante, alguna vez... Cuando Leon experimentaba conmigo. -le dijo. -Ella y Leon están confabulados, de alguna forma, en todo lo que me hicieron.

-¿En que?

-No... No tengo todas las piezas... Pero si está viva, que lo estará, creo que está intentando continuar su proyecto a un nivel totálmente superior. -se quiitó un momento el hielo, agradeciendo por segundos que el frio se alejara de su piel, y añadió: -Por eso me necesitaban. Soy uyna de las pocas criaturas cuyo ADN tiene un código especial que puede mutar a un ser humano, o a un antro. Teniendo en cuenta lo que intentó conmigo, y fue el más doloroso de todos, creo que intenta rectificar y buscar una forma de... Reconvertiros.

-¿Eso es posible?

Bryce permaneció unos segundos en silencio y finalmente, volvió a ponerse el hielo en el morro, cerrando los ojos a modo de respuesta. Tora soltó un suspiro, decepcionado. Esperaba que la respuesta fuera positiva. No pocos antropomorfos agradecerían ser humanos y dejar su lado animal para el resto de su vida, aunque implicara dolor de por medio.

-¿La llegaste a ver una vez?

-Eso creo... Pero incluso con mis recuerdos enteros, esos fragmentos están confusos. -alzando la mirada al techo, continuó. -Me hacían daño, me torturaban, apenas consigo distinguir que era un sueño, o que era una realidad, en aquellos instantes de lucidez. Drogas, anestesias, operaciones.. Intentaba retener en mi mente todo lo posible para poder seguir adelante si conseguía huir.

-Osea, que estamos partiendo de hipótesis complétamnte hasta que Lizar te obtenga el material.

El lobo híbrido se echó en la cama individual, con el hielo en el morro, y cerró los ojos para procurar dormir un poco. Aun era un poco pronto, y tenían que cenar, pero habían sido demasiadas cosas en un solo día, y su cabeza empezaba a encontrarse agotada. Le costaba bastante pensar... Y era incapaz de responder a las preguntas del tigre con algo de sentido.

-Tu mismo viste las fotos, Tora. -logró decir al final antes de decir dormirse. -Toma tus propias conclusiones.

Si abres la puerta, morirtemos los dos... Esa frase ahora había cobrado incluso más sentidos que antes, y dentro de unos días, todo tendría tanto sentido, se vería tan claro... Con esas pruebas, con ese material, podría denunciar a Leon y frenarle los pies. Tan cerca... Del sueño... Tora decidió echarse en la otra cama, mientras pensaba si debía frenar a Bryce ahora que estaba a tiempo o segur adelante, teniendo en cuenta que no estaban por la labor.

****

Sí que había llegado a ver a Sarah, pero nunca habria hecho la asociación mental que realmente creía.

Bryce despertó rodeado de luz blanca. Un olor a medicamentos varios le provocó nauseas y le trajo a la mente viejos recuerdos, entre ellos, el hecho de que estaba en una sala familiar. Se sentía encima de algo de metal bastante frío, y en cuanto reconoció ese lugar, ese olor, esa sensación... Se llevó las manos al pecho. Sí, porque eran manos.

Inmediatamente, se incorporó y se miró las manos, los brazos, y las piernas. Nada volvía a ser como era antes. Había perdido la parte lupina, volvía a ser el humano que había creado Leon; una manta blanca le tapaba lo imprescindible, una cama de metal le dejaba dormir lo justo. Y a su alrededor, la maquinaria necesaria para controlar que seguía con vida. De no ser, claro, que no tenía nada conectado a su cuerpo.

Era una sala grande, blanca, y bien iluminada por todos lados para evitar el menos número de sombras posibles. Los experimentos que había sufrido ahí con Leon habían sido numerosos, poero había conseguido, en sus momentos de lucidez, observar su entorno y hacerse una idea de donde se encontraba. Y reconocía esa sala perfectamente.

Se bajó de la camilla, notando en los pies el frío suelo y el tacto; desde que se había vuelto híbrido, esas sensaciones le eran más difíciles de reconocer por las almohadillas, pero en cambio, ahora había recuperado el tacto... Haciendose a la idea, inmediatamente, de donde estaba, se lanzó hacia la puerta y trató de salir de ahí. En el exterior, un pasillo enorme se recorría de izquierda a derecha, estando él en el maldito centro... ¿Donde estaba todo aquello?

Ese pasillo tenía algo familiar.

Reconocía la estructura. No era oriental, era occidental. Y la había visto antaño, pero no conseguía visualizarla completamente. A la que se centraba, la imagen se le emborronaba, se volvía todo grisaceo... Y entre todo lo grisaceo, distinguió una figura que iba sujetada a un palo y se iba arrastrando, en el fondo. Detrás de esa figura, algo que tiraba de él. Bryce no perdió tiempo y empezó a acercarse, mientras notaba, en su cabeza, que empezaba a hacer algo de frío.

A merdida que se aproximaba, iba visualizando cada vez más la figura. Era bajita, morena, pelo largo, acampanado... Casi como él, pero en mujer. Era una chavala, vestida con un traje humano bastante antiguo. Iba sujeta a un palo de metal que la ayudaba a moverse, y mantenía la cabeza gacha. Delgada, parecía moverse con total lentitud, casi inanimada... La conocía. Era capaz de reconocer a esa chavala sin problemas.

-Sarah...

Sí, si que llegó a ver a Sarah. Ahora conseguía venirle a la mente su cara, su rostro, esa forma de mantenerse sonriendo de una forma fría y tétrica. La chica giró la cabeza, y le dedicó un guiño en el ojo, y finalmente, un gesto leve de la cabeza que le indicaba que mirase detrás.

-¿Que tal tu transformación, Bryce?

Su transformación... La cabeza le dolía, sentía que cada vez estaba más fría, más helada. Se apoyó a una pared mientras una mano le golpeaba la frente, intentando de alguna forma sacarse esa desagradable sensación de que el cerebro se le estaba congelando, mientras una risa conocida se extendía por toda la sala. Era horrible, era terrible, cada vez le dolía más... ¿Que estaba pasando...?

El híbrido se sacó de inmediato la bolsa de hielo del morro y la tiró al suelo en mitad de la noche, mientras despertaba con la mitad del morro prácticamente adormecido por culpa del hielo, y asustado por la pesadilla que acababa de tener. Le vinieron de inmediato todas las escenas en la cabeza, y recordó, como una cinta, la cara de Sarah... No, esa no era Sarah.

Esa era Marionette.

Nunca había visto a Sarah, definitivamente, lo que implicaba por lo tanto que su cerebro había cogido la imagen de Marionette y la había usado para hacer un reflejo tal cual de Sarah. Pero aun así, no se le había hecho extraño verla en aquel estado, asó, siendo una niña. Se maldijo por no haber prestado más atención a las palabras de Leon cuando hablaba con ella. Entonces entendería porque aquella pesadilla le había resultado tan real.

Volviéndose a echar, dedujo que, fuera lo que fuera, tenía que empezar a ponerse manos a la obra, y eso implicaba, entre otras cosas, el apoyo de sus compañeros si quería no quedarse solo. De alguna forma, instintivamente quizá, sabía que aquello no iba a acabar con una simple denúncia a la polícia, si no que tendrían que volver muy, muy lejos.

***

Oriente, 12:35 15 de Octubre 2511 23 días antes de la muerte de Bryce

-¿Profesor Leon?

-Ah... Eres tú, Stallion.

Las maletas permanecían impolutas sobre la cama, pero la perfección reinaba en cada uno de los movimientos del león desde hacía años, así que no era de extrañar que esas maletas estuvieran ya llenas de ropa y de utensílios vários a pesar de que por fuera no lo aparentaran. El motivo por el cual habían sido usadas seguía siendo el lobo azul que le traía de cabeza desde el mismo día que se lo quitaron de las manos. Sin embargo, parecía que poco a poco ya iba cogiendo las riendas del asunto.

La faena pendiente en el lado oriental ya había acabado. Había logrado que Tora observara lo que él quería que viera para destrozar el único vínculo que realmente le mantenía en pie, así que ya solo quedaba que se hundiera bajo su própio peso para que volviera a él. Y para ello, solo sería útil la preséncia de Stallion. Con que el caballo se lo devolviera a occidente sería suficiente. Allí, él ya estaría preparado para seguir con los experimentos y llevar a cabo el objetivo final de todo lo que comenzó.

El híbrido se puso una chaqueta de marca Hermés recién comprada pero que por desgrácia no hacía demasiado vulto. Su aspecto, demacrado, y prácticamente tirando a la anoréxia hacían creer a los ojos del caballo que era simplemente un zombie andante. El lastre del tiempo seguía machacándole una y otra vez, y la muerte le estaba persiguiendo los talones, pero sus intenciones de acabar con el experimento le seguían manteniendo con vida. No por mucho tiempo, por eso, puesto que los análisis dictaban que apenas le quedaba ya sangre en las venas. En ambos sentidos de la frase.

-Cuando Bryce quede medio destrozado, quiero que vayas a por él y... Le hables. -recogió una de las maletas y la colocó en el suelo, sacando de ella una correa para arrastrarla. -Quiero que le hundas la moral y que me lo traigas. No creo que tarde mucho, como mínimo... Una semana. No más. Tora debería ser suficiente para hacerle comprender que yo tengo el poder sobre todos y cada uno de ellos.

-¿Que... va a hacer con el resto?

-¿Con el resto? Ah... Los tengo también controlados. -el león fue caminando hasta la puerta, pero se detuvo ahí para dejar la maleta y mirarse en el espejo, intentando colocarse bien la poca melena que le quedaba. -Odayaka perdió su equipo, así que no le queda mucho para tener que volver con su padre y seguir donde estaba, así que tendrá que alejarse de los demás. Shinke... Con destrozarle su família tengo suficiente. Anne tengo entendido que está embarazada, y Uros pronto conseguiré que vuelva a su clan de origen. Así no dejaré que esa garrapata azul tenga donde agarrarse... Va a volver conmigo...

-¿Que hará con el tema de Sarah?

-Mhhhh... Ya veremos... Bien, Stallion, espero que no me falles. A propósito, ¿Vio Tora el vídeo finalmente?

-Si, así es. -suspiró el caballo. -Justo antes de que usted le hiciera aquello con Senko.

-Perfecto. Así mataremos dos pájaros de un tiro... Está bien, pues me vuelvo a mi laboratório. Nos vemos.

-Si, señor.

Los movimientos del león, tan sigilosos y tranquilos, acompañaron hasta la puerta de salida, que cerró tras de sí dejando a un caballo dentro del despacho. Stallion se cruzó de brazos, negando con la cabeza, y maldiciéndose por darle información falsa al león para hacer ganar tiempo al híbrido.

Leon seguía creyendo que Bryce estaba aún perdido, sin memoria. No sabía, en absoluto, que él se había encargado personalmente de que el lobo híbrido hubiese encontrado la información necesaria para poder frenar los pies a Leon lo antes posible. En cuanto el león se largó, Stallion se aproximó a la mesa central en la que su jefe solía estar y se sentó en la silla, colocándose delante del ordenador para echar un vistazo. Desde ahí, había robado toda la información disponible sobre Leon, sobre la realidad que envolvía todo aquello... Y ya solo le faltaban unos cuantos detalles más.

Inmediatamente, se sacó del bolsillo un móvil y su hocico se giró al aparato en cuestión para repasar todo lo que había entregado a Bryce y todo lo que le faltaba por dar. En cuanto se puso, sin embargo, sus orejas en punta se redireccionaron al detectar una serie de sonidos. No le preocupaba el hecho de que Leon le pillara; tal vez no le oiría, pero tenía cientos de excusas que justificarían lo que estaba haciendo.

No, le preocupaba más bien que la cámara que el león tenía instalado en la pared estaba girando lentamente hasta enfocarle, y activara el led rojo de grabación. Stallion no miró directamente al aparato en cuestión, pero pronto se sintió observado, deduciendo que no estaba en absoluto solo. Con discrección, simuló estar haciendo algo importante con el móvil y luego se lo guardó en el bolsillo, dejando el pc tal y como lo había encontrado. A la que se incorporó y sintió que la cámara le iba persiguiendo, un escalofrío le recorrió toda la espalda, e inmediatamente se miró las manos. Sí, continuaba llevando guantes de plástico aislantes. En cierta forma, eso le proporcionaba la seguridad que necesitaba.

A sabiendas que no podía avanzar, decidió salir de la sala, y empezó a andar por los pasillos de la universidad que a esa hora ya estaban vacíos. A medida que lo hacía, se fijaba en las cámaras de seguridad que había instalados por todos lados, y comprobaba como, efectivamente, todas ellas iban girando de su ángulo inicial a uno más cercano a él para controlar todos sus movimientos. Fue en ese momento cuando dedujo Stallion que le había pillado.

Aceleró el paso, traspasó un par de pasillos, e inmediatamente empezó a bajar las escaleras que le llevaban a la entrada de la universidad, ignorando inmediatamente una Jirafa que le quería preguntar temas sobre su cuello. Daba lo mismo, ahora mismo ya no estaba seguro en aquel lugar. En cuanto salió, siguió avanzando; tenía que evitar las cámaras de seguridad todo lo posible, y eso era posible solo en la calle. Fuera de los terrenos de la universidad, Stallion frenó y soltó un suspiro, poniéndose bien la crin con las manos, y tomando nota mentalmente que ya no podía avanzar mucho más en lo suyo. Tal vez a través del móvil...

El móvil.

Se llevó la mano al bolsillo, y miró el aparato un segundo. Estaba apagado, pero en cuanto le dio la vuelta, comprobó que el led de la cámara trasera estaba encendido, indicando que tanto el micrófono como lo otro estaban transmitiendo señal. Se apresuró inmediatamente a apagarlo, accediendo a menús, asegurándose que solo sus manos tocaban el aparato. En cuanto el mismo estuvo apagado, soltó un suspiro... Y volvió la vista a su alrededor.

No estaba solo.

Pasó por al lado una hiena que hablaba con otro móvil, y la cámara apuntó hacia él, con un led rojo encendido. A su alrededor, otros antros trabajaban con diferentes aparatos, haciendo que el caballo se desesperara y se tirara de la crin. Durante unos segundos, la paranoya le invadió por completo. Luego, frenó la mente, y procuró mantener la calma; estaba rodeado, era cierto. Fuera como fuera, Sarah podía saber lo que estaba haciendo desde cualquier ángulo; sospechaba de él. Evidentemente, parecía que sabía que la acababa de traicionar.

Apresuró el paso, y tomó una decisión inmediatamente antes de tirar el móvil en el primer cubo de basura que encontró: Tenía que hablar con Rikai. Estaban jodidos.

Continuará en: Fantasmas de Shinke