Aqueronte 3. Vacios

Story by blaya on SoFurry

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just the third part


AQUERONTE

  1. ** 3. VACIOS**

Teudis se sentó por él mismo sobre uno de los bancos metálicos de trabajo, sudaba y aun jadeaba, el león hablaba agitadamente con Liuva mientras el zorro buscaba algo en un frigorífico que estaba en una sala de esa estancia, todo le daba vueltas, era como si hubiera estado corriendo en un desierto dos horas sin parar, pensaba que el corazón le iba a explotar en cualquier momento. El cilindro negro aun se encontraba en el suelo gris, se percató entonces que el suelo solo era cemento bien arreglado, desde luego era un lugar de trabajo. los extractores y el aire estaban conectados a tope para mantener la sala con un ambiente limpio y fresco, las luces alógenas daban un efecto de amplitud a la sala, parecía que era el doble de grande, al momento el zorro se plantó enfrente del perro castaño.

-Toma, es de uva espero que te guste.- Dijo el zorro ofreciéndole un zumo. -Sé que después del viaje da mucha sed, ya me pasó un par de veces.-

Teudis miró al zorro a los ojos, este sonreía como pensando que lo que había ocurrido no había sido más que una graciosa travesura, tomó el zumo y bebió hasta vaciarlo. -¿Qué... qué ha pasado?- Preguntó recomponiendo su aliento de nuevo.

-Lo llamamos oráculo porque creo que permite ver el pasado, presente y futuro, ya sé que un oráculo ve solo el futuro pero es que también fue encontrado en Delfos, justo en la grieta.- El zorro parecía muy amable y comprensivo pero todo lo que decía parecía una locura. -Veras, nos lo ha prestado el gobierno griego, ha sobrevivido a invasiones turcas, terremotos, incendios... pero ha terminado en nuestras garras por años con fondos del estado y la Unión europea para poder hacer algo con él.-

De pronto enfrente de él estaban el león y Liuva, esta tenía cara de preocupada y no para de hacerle preguntas al perro tan apresurada que no le dejaba contestarle, entonces el león puso una garra en el hombro de la perrita para que se calmara y prosiguió hablando él. -Nos has dado un susto de muerte chico, déjame primero presentarme, mi nombre es Eurico, y esta caricatura de zorro es Ervigio.- El zorro rojo masculló algo entre dientes como enfadado. -Ha sido nuestra culpa, no debimos dejar eso ahí, pero como no entra nadie en esta sala excepto nosotros y todos sabemos que eso no se toca así pues no le dimos importancia. - Liuva se apresuró a decir que había sido su culpa por no haberle advertido antes pero Eurico le restó importancia.

Teudis se frotaba el hocico con sus garras -Encantado de conoceros ¿Pero me queréis decir que me ha pasado?- Todos quedaron en silencio pero al final Ervigio rompió el silencio. -Como te dije es como si hubieras visto a través del tiempo, pero, no ha sido exactamente así, veras, nadie debe acercarse mucho a eso, de lejos es inofensivo, su radio de acción es pequeño, lo que hace es crear lo que llamamos un vacio.- Miró a Eurico y el león siguió hablando. -No es anti materia, bueno, no lo sabemos, en verdad nadie sabe, cuando acercas esa materia digamos que todo, absolutamente todo se repele como si fuera un imán, de hecho lo único que parece ser tan fuerte como para no ser repelido es parte de la luz y si te fijas veras que alrededor de ella todo se oscurece un poco. - Era cierto, miró a la barra con asas y era como si una sombra la envolviera.- Lo que ocurrió fue que al acercártelo parte de tus sinapsis cerebrales fallaron, y vistes cosas locas, sin sentido y seguro que sentiste cosas que no eran reales, es como una droga. Fue encontrada en Delfos, justo en la grieta donde los paganos erigieron el oráculo, quizás la pitonisa solo acercaba la cabeza para delirar y predecir el futuro, personalmente dudo mucho que se vea el futuro con ello.- Ervigio protestó a eso diciendo que cuando él lo había tocado vio algo que un accidente de moto ocurriría cerca de él y ocurrió, pero Eurico solo puso los ojos en blanco y luego se alejó del grupo.

Liuva aprovechó para abrazarlo -Me has asustado, antes de tocar nada más consúltame. - Teudis un poco acalorado afirmó con la cabeza, y miró al zorro rojo que le sacó la lengua y le guiñó un ojo. Volvió a aparecer el león con una larga vara con una pinza en un extremo, pinzó de un asa la barra y la volvió a subir a la mesa, volvió a reunirse con los demás y empezó una larga charla, pero muy interesante.

Liuva sería la encargada del papeleo, de la logística y de todo lo que pudiera ayudar, su función en el equipo era algo difusa aunque tenía gran conocimientos de física, Teudis sería el director del proyecto aunque aún no estaba seguro de lo que haría y menos de cómo empezar, Ervigio y Eurico eran ingenieros. La idea del proyecto era hacer algo con ese trozo de barra negra repelente, si era posible demostrar nuevas teorías sobre la materia, o la composición del universo. El perro estaba totalmente emocionado, era un gran secreto, no existía nada igual en el mundo, pero estaba lleno de preguntas. El oráculo tenía poder para repeler todo pero su máximo efecto se daba a pocos milímetros de la materia que lo componía, de hecho era por eso por lo que se podía ver, alrededor se forma un quiste donde se acumula gravedad, tenue lo que hace que la gravedad de la tierra le afecte y no salga disparado hacia el espacio, de hecho, esto tenía que ver sobre el porqué no atravesaba la materia solida. Dependiendo de la materia o la partícula tendrá un efecto de repulsión mayor o menor, así la luz se sabe que tiene menos que la electricidad o la bioelectricidad, por esa razón es peligroso acercarse mucho a él. En los estudios anteriores vieron que sus efectos pueden ser potenciados con campos magnéticos, aunque estos también eran repelidos en parte, aun era todo un misterio, un misterio puesto a su merced.

Cuando acabó la charla Teudis se levantó con dificultad, aun se sentía algo aturdido, el león y el zorro tenían que ir a los pisos superiores, justo donde se estaban llevando a cabo otras investigaciones, tenían que acabarlas antes de la gran reunión, donde científicos selectos vendrían para decidir qué hacer. Se quedó solo con Liuva algo más calmada, se dispuso a mostrarle el resto de herramientas y la sala de descanso. Esta era una sala mediana, con las paredes pintadas de blanco y el suelo gris como el resto del laboratorio, pegadas a las paredes había tres sofás y en un rincón algunas cajas que contenían agua y una caja inflable. En la pared del fondo una televisión de plasma de la cual salían unos claves para poder conectar algún ordenador. Justo en el centro de la sala un mesa de madera clara y algunas sillas giratorias que parecían bastante cómodas y cerca de la puerta un pequeño frigo.

-¿Qué te parece?- Preguntó Liuva sonriendo y empujándolo para ver el resto del laboratorio. Teudis afirmó con la cabeza, estaba alucinado de que le dejaran todo aquello para él, dieron una vuelta por el laboratorio y finalmente volvieron al ascensor.

Mientras ascendían Liuva ofreció sus tarjetas, la del ascensor y la del parking -Son para ti, yo ya tengo las mías, y también debería darte mi número.- Justo en ese momento Teudis estaba agarrando las tarjetas y al oír número se le cayeron al suelo, las recogió rápidamente, el perro era incapaz de fingir que estaba con una chica bastante atractiva para su gusto, no sabía que decir, a decir verdad el ascensor le parecía más pequeño cada vez, trató de relajarse y sacó el teléfono de uno de sus bolsillos para apuntar el número. Liuva salió del ascensor primero y se dirigió hacia el coche, Teudis la seguía con paso firme, justo al llegar al coche la perrita miró a Teudis con una amplia sonrisa. -Y ahora vamos a divertirnos, veremos lo mejor de Madrid, te enseñare algunos sitios.-

Pasó dos semanas, Teudis y Liuva se habían visto todos los días para trabajar juntos en el papeleo, las peticiones y amueblar un poco más el laboratorio, Teudis se llevaba muy bien con Liuva, la verdad es que empezaba a gustarle aunque no sabía mucho de su vida personal, había conocido a un par de amigas de ella, vivían con ella en un pequeño apartamento a las afueras, era una cebra algo histérica y una ratona que estudiaba para ser fisióloga que no paraba de hablar de lo maravilloso que era su novio, otro ratón que trabajaba en un restaurante de mala muerte en un barrio no muy agradable, la perrita le había confesado a Teudis que era bastante intimidante y preferían no estar en casa cuando él iba a su apartamento. Teudis no era muy bueno ligando, él quería pedirle una cita ya, pero pensaba que era demasiado pronto, apenas se conocían una semana y si le decía que no su relación laboral con ella con seguridad se vería afectada, pero lo cierto es que se sentía solo.

A Teudis le habían dado una beca para pagar un alquiler pero no era mucho, así que tuvo suerte de que una pareja de ancianos le alquilara una habitación por bastante poco dinero, eran muy simpáticos, pero estaban como cabras que era precisamente lo que eran. No tenían ni idea de que hacia Teudis, pero el hecho de que trabajara para la universidad ya les bastaba para ganarse la confianza, a veces le hacían la comida para que se la llevara al trabajo, le hacían la colada y le ordenaban el cuarto, sentía que nunca se había despegado de sus padres.

Por fin llegó el gran día, era el primero de cinco días, donde todos los científicos se reunirían en la planta más alta del edificio del CSIC, era una gran sala de reuniones, las grandes ventanas permitían ver Madrid, en el centro una mesa de madera enorme y al fondo un proyector, Teudis como director empezó a hablar, se había preparado el discurso dos días antes con la ayuda de la border collie que no se encontraba allí en ese momento aunque al perro castaño le hubiera gustado. Quien sí que estaba era el par de ingenieros que conoció en el laboratorio, un elefante que lo miraba con fascinación, un caballo que ojeaba unos papeles mientras hablaba, tres pastores alemanes que cuchicheaban entre ellos, una leoparda con bata científica, un loro brasileño que procedía de la universidad de Sao Paulo, dos lagartos que también miraban a Teudis intensamente, también cuatro conejos de la universidad de Estocolmo, un búho de México y por último Alfonso, el gran simio responsable de que el perro estuviera allí.

Tras la presentación de Teudis el león y el zorro se levantaron, se presentaron y pronto apareció Marta, la gata negra, con la pinza sujetando el oráculo con cuidado lo dejó encima de la mesa, tras ella entró su alumno favorito, Eduardo el lince. Ervigio y Eurico se sentaron dejando paso a Eduardo que miraba a la sala con cierta superioridad, de repente alzó la voz, señaló al oráculo y comenzó a explicar lo mismo que el león y el zorro le habían explicado hace un tiempo al perro, cuando terminó una gran ovación llenó la sala, junto algunos aplausos hacia el oráculo y Eduardo. Desde luego él se había llevado toda la atención, seguramente una estrategia de Marta para que el nombre de Eduardo sobresaliera por encima de los demás del equipo. Era la primera vez que Teudis lo veía, no se había dignado a aparecer antes para presentarse, para su edad era ya doctor en física, experto en física cuántica y astrofísica además de tener un par de máster en campos impronunciables. Lo único que en ese momento se le cruzaba por la cabeza al perro era que fuera más o menos fácil trabajar con él, aunque cuanto más hablaba menos probable lo veía, la gata negra miraba por encima de sus gafas de pasta rojas y asentía orgullosa. Comenzó la ronda de preguntas, algunas de las cuales eran contestadas por otros asistentes ya que allí se reunían científicos de diferentes ámbitos, por otra parte algunas preguntas se quedaban sin contestar por ser demasiado específicas y por el poco conocimiento que se tenía aun del oráculo.

Tras dos horas y media interminable de preguntas se cerró la sesión para que se reflexionara y se trabajara sobre lo presentado, hasta ahora había sido un secreto celosamente guardado por algunas universidades y gobiernos de unos pocos países, pero debido al poco avance que se había tenido se había decidido que era hora de que algunos más trabajaran al menos sobre la utilidad y por lo tanto de ahí extraer la naturaleza del oráculo. Todos se levantaron, algunos se saludaron, charlaban entre ellos en ingles o castellano, Eduardo y Marta fueron los primeros en salir de la sala con paso ligero y con el oráculo, unos segundos tras que la puerta se abriera Liuva entró y se dirigió hacia el perrito y el resto del equipo.

-Llegué justo hace una hora, tuve tentación de entrar pero hubiera interrumpido.- La border collie había estado con el papeleo y el primer día no podía asistir pero prometió que estaría a partir de ahora.

Como de la nada detrás de ellos aparecieron los lagartos que habían asistido allí, eran bastante serios, habían llamado la atención de todos sin ni siquiera dirigir palabra, se encontraban con las garras entrelazadas una a la otra a la altura de la entrepierna y hablaban muy despacio y remarcando bastantes las s con un acento del este de Europa. -Buena reunión señores, estamos encantados de estar con ustedes.- Dijo uno, el movimiento de su lengua al pronunciar era casi hipnótico, enseguida continuó el otro.- Somos el profesor Kofka y yo, el profesor Kuranov, esta revelación es justo lo que necesitábamos, pero no adelantaremos acontecimientos y hablaremos de ellos en la próxima reunión.- Teudis afirmó con la cabeza y enseguida dijo que estaría encantado de oír sus ideas, casi sin tiempo a despedirse y decir algo más ambos reptiles se dieron la vuelta y se dirigieron a la salida, poco a poco irían saliendo los demás.

Como la próxima reunión sería por la tarde y no había mucho que preparar pues sería un fórum de ideas y presentaciones por parte de los asistentes todo el equipo a excepción de Eduardo por supuesto, los tres se burlaban que seguramente estaría celebrándolo en privado con la señorita Marta.

Fueron a cenar a una hamburguesería a la puerta del sol, y después todos fueron a los locales próximos, iban bien vestidos todos pero solo la pequeña border collie sobre salía entre ellos, llevaba un vestido blanco resplandeciente y sus patas iban rodeadas de una bota que dejaba salir los dedos de su pata, también blanca con algunas piedras brillantes encajadas, hacia juego con las partes blancas de su pelo. Cuando eran aproximadamente las doce de la noche el zorro y el león se fueron, pues vivían algo lejos pero Teudis siguió con Liuva, cambiaron de local varia veces, ambos se reían de algunas anécdotas de sus vidas, de Eduardo, de Marta incluso del señor Alfonso, ambos habían bebido lo mismo pero claramente a Teudis le afectaba más.

Por fin entraron en otro bar, estaba bastante lleno pero había sitio para bailar en una pequeña pista, el ambiente estaba cargado, aunque el bar aun no estaba completo, ambos bailaban en la pista, algunos más se sumaron a ellos, era muy divertido pensaba Teudis, lo estaba pasando muy bien solo con Liuva, la cual se movía como una serpiente agitando sus caderas de un lado para otro y haciendo amplios movimientos con sus brazos delante del perro castaño, poco a poco se fue acercando a él, que también se movía aunque menos, bailar no era uno de sus puntos fuertes aunque sabía salir airado de las situaciones donde había que darlo todo en la pista.

Teudis posó sus garras en las caderas de la border collie y trató de seguirle el ritmo, aunque la canción terminó pronto, entonces empezó otra más lenta, algunas personas en la pista se quejaron y se fueron a la barra y solo unos pocos seguían ahí, los perros por supuesto ni se movieron, rápidamente adaptaron sus movimientos a la nueva canción. Teudis miraba a la perrita a los ojos intensamente, había perdido la referencia con el mundo más allá a esos preciosos ojos, la perrita sonreía y sus orejas se hacían para atrás poniendo su cara más dulce aun, quizás fuera la letra de la canción, quizás fuera la cara que en ese momento ponía el perrito o quizás fuera cosa de la situación. Todo parecía quieto, hermoso, la canción les llevó a abrazarse y bailar pegados, podía sentir su corazón, su ritmo vital, su perfume entre las decenas que invadían la sala en ese momento mágico.

La canción terminó de sonar, y ambos se separaron, Teudis tenía la garganta seca totalmente, estaba muy acelerado, la próxima canción volvía a ser la típica canción de discoteca y todo el mundo volvió a saltar a la pista, preguntó a la perrita si quería una ella también, la cual respondió que sí y Teudis fue a la barra.

La canción sonaba fuerte, todo el mundo estaba eufórico aunque enseguida lo atendieron en la barra, las luces cambiaban rápido, se encendían y se apagaban con el ritmo de la canción, de pronto Teudis sintió algunos pinchazos en la cabeza, pensó que seguro sería cosa suya, quizás el sonido estaba demasiado fuerte. Una gran ovación sonaba mientras el perro castaño se giraba con las copas en la mano, la gente estaba mirando a la pista vitoreando, se abrió paso hasta ver que ocurría, un gran ciervo bastante fuerte sin camiseta y unos vaqueros ajustados estaba en la pista abrazando y besando intensamente a Liuva. El perrito quedó de piedra, no sabía qué hacer, quizás fuera mejor así, sería mejor que solo fuera su amiga pensó.

Blaya