White Wolf Chapter 4 (Spanish)

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#8 of White Wolf

No hay mucho en especial que decir, solo.... ¡Perdón por la espera! XD

De todas formas... ¡Yey, nuevo capítulo! :D


Abrí mis ojos cuando la luz del día empezó a entrar a través de mi ventana. Pese a que el calor ya estaba ausente a esas alturas de noviembre y el frío tomaba su lugar, mi pelaje me ayudaba a mantenerme caliente. Al menos, dentro de casa, porque fuera aún necesitaba usar ropa de abrigo. Debía admitir que dentro de casa me ponía alguna que otra capa, pero no prescindía de esa maravillosa sensación que era la de ir sin ropa durante el día.

Cada día me sentía menos tonto en cuanto a las relaciones con otras personas. Joel y sus amigos me explicaban de todo y, cuando pensaba que ya lo sabía todo, otra cosa nueva que no había visto, leído u oído antes aparecía. Era algo genial poder descubrir cosas que antes no sabía, más que nada porque ahora sentía que aquellos que querían aprovecharse de mí no podrían hacerlo. Era una sensación fantástica.

¿Respecto a mi primer embarazo? Aún nada, pero ninguna de las personas de mi entorno me metía prisa en ese aspecto, que era lo que yo quería. Sin embargo, desde aquella charla con mis padres, quise pasar más rato con Joel para empezar a sentirme más a gusto con él y al fin poder dar el paso, que obviamente era declararme.

Probé a hacer diferentes cosas para ver como reaccionaba y asegurarme que, efectivamente, el sentimiento era mutuo. Tocaba mi mano con la suya "sin querer", me dormía y apoyaba mi cabeza en su hombro, flirteaba sutilmente... Y él nunca lo rechazó, es más, podía verle sonreír y sonrojarse cuando hacía esas cosas. Si quería pruebas de que el lobo también gustaba de mí, aquello era suficiente para zanjar el asunto.

Y como ya tenía pruebas claras, decidí que era el momento de actuar. Me gustaba Joel. Y yo le gustaba a Joel. Me sentía seguro a su lado y había cambiado mucho, por lo que sus padres me contaron, con tal de hacerme sentir protegido y querido cuando algunos solo me veían como una herramienta económica o reproductiva. Joel había sido alguien maravilloso y quería tenerlo a mi lado como pareja y como padre de mis hijos. Sería un camino duro, de eso estaba seguro, pero quería tomarlo.

Hace dos días acordamos vernos para visitar una feria de temática japonesa. Era curioso saber que aquel pequeño país había sobrevivido al desastre nuclear, aunque supuse que, siendo una isla tan pequeña, acertar cuando el ataque a es a escala global era complicado. Volviendo a la feria, el plan era proponerle salir ahí, no sin antes asegurarnos de que ambos estuviéramos de buen humor para el gran momento.

Tomé mi móvil y comprobé la hora. Eran las 10:28, por lo que faltaba aproximadamente una hora y media para que Joel me viniese a buscar en coche. Decidí levantarme y aprovechar para arreglarme lo mejor que sabía. Y lo mejor que sabía y que se me ocurría en aquel momento era una camisa de rallas rojas y negras junto a un pantalón vaquero de un gris muy oscuro. Para mi clásica coleta, opté por una cinta para atarla en forma de lazo en lugar de usar un coletero normal y corriente. En verdad debía ponerme en serio con lo de buscar ropa que de verdad sea elegida por mí y vender la mayoría de ropa antigua que mis padres me compraron y no me gustaba demasiado.

Tras elegir la ropa y el accesorio, me dirigí a la ducha, la abrí para que el agua empezará a calentarse y, tras estar a una temperatura adecuada, me metí dentro y comencé a limpiar mi cuerpo. Tras terminar con la ducha, me sequé lo mejor que supe con el secador y me vestí con la ropa, terminando con la cinta hecha un lazo para recoger mi pelo. Salí del baño y fui hasta el salón, viendo que mis padres ya se habían ido a trabajar al no estar por ningún lado de la casa.

Empecé a desayunar algo sencillo como lo era una manzana y un vaso de leche, ya que no me apetecía cargarme mucho el estómago sabiendo que en la feria íbamos a comer bastante y que la comida asiática tenía fama de contener a veces picante. Tras quedar a gusto, miré de nuevo a mi móvil y la hora ponía 11:12. Aún faltaba un rato. Me senté en el sofá y encendí la consola, preparado para vapulear a mis enemigos para pasar el rato. Era una cosa que no me fallaba si quería que el tiempo pasara rápido, aunque dibujar era otra opción que me servía igual.

Cuando me quise dar cuenta, un mensaje llegó a mi teléfono. Mi cola empezó a moverse frenéticamente cuando escuché la notificación y tomé el móvil.

Joel: Ya estoy afuera.

Ethan: Ya salgo.

Apagué la consola tras asegurarme de guardar la partida y fui hasta la puerta, tomando el abrigo y las llaves de casa. Me puse el abrigo y abrí la puerta, siendo recibido por el clásico aire frío de la época. Cerré la puerta de casa con llave y miré al coche de Joel. Era un llamativo coche rojo bastante moderno. Fui hasta la puerta del copiloto y la abrí, entrando en el coche y siendo recibido por Joel, quien me dio un abrazo al entrar, al cual correspondí. Pude escuchar su cola chocando con el asiento, cosa que me hizo sonreír mientras la mía hacia lo mismo.

-Tenía ganas de verte- sonrió Joel-. La universidad me anda jodiendo con trabajos y prácticas.

-Me sorprende que puedas sacar tiempo para quedar conmigo o con el resto- le respondí, abrochando mi cinturón.

-Los viernes y fines de semana hay que aprovecharlos de alguna forma además de estudiar, ¿no crees?- Joel rio, arrancando el coche-. Te ves bien, por cierto. No sabía que tenías ropa de vestir.

-Sí, pero debo pedirle a Elliot que me acompañe a comprar ropa que a mí me apetezca- reí-. Alguna ropa que tengo no me gusta demasiado.

-Pues la que tienes ahora me gusta- Joel rascó su cabeza-. Me encanta el detallito que hiciste con tu pelo de poner una cinta en lugar de un coletero.

-Jeje- no pude evitar sonrojarme y reír nervioso-. Gracias, tú también te ves bien con esa camisa azul claro.

-No es para tanto- el sonrojo de Joel se hizo evidente en ese momento-. ¿Listo para pasarlo bien?

-¡Vamos a ello!

El coche empezó a moverse y la música sonó por los altavoces de este. Como la mayoría de música que había conocido recientemente me la había mostrado Joel, eran canciones que ya conocía por él, así que junto al lobo comenzamos a cantarlas en sintonía. Yo no me las sabía de memoria, pero Joel las cantaba casi enteras hasta quedarse sin aliento. Oírle cantar era maravilloso: tenía una voz de cantante, aunque se notaba que no practicaba el cantar a menudo. Supuse que era porque me empezó a ver cantar a mí y se animó a hacerlo también, lo cual me alegró el humor aún más.

Tuvimos que salir de la ciudad de Madrid y dirigirnos un poco más a la zona sur, llegando a una ciudad más pequeña, pero con mucha actividad. Mientras aparcamos, pude ver el recinto ferial donde estaba la feria. Era una zona abierta y con tierra, que sin la feria en ella seguramente se vería como una planicie sin gracia, pero en ese momento estaba llena de vida. Joel por fin encontró un sitio donde aparcar y ambos salimos del coche, caminando a la feria. Al llegar, pude ver como la mayoría de la feria se componía de puestos pequeños y pequeñas atracciones que no ocupaban mucho espacio.

Comida, actividades para hacer, gente pasándolo bien... Todo era de un ambiente agradable hasta que algunos comenzaron a verme y a quedarse mirando. Por suerte, cuando se daban cuenta de que yo les había pillado viéndome, apartaban la vista y se marchaban. Supongo que estar al lado de Joel les hacía pensar que era mi cita o el chico que me iba a embarazar y no querían molestarnos. Cosa que, si lo pensaba para mí mismo, me hizo recordar que esto para mí era como una cita y, si Joel aceptaba, se convertiría de verdad en el primer padre de mis primeros hijos.

Decidí apartar esos pensamientos de momento. Joel y yo estábamos caminando por la feria tranquilamente y no quería arruinar este buen rato. Ya prepararía mi confesión más tarde. Joel llamó mi atención.

-¿La gente te anda molestando mucho?- preguntó el lobo, dándose cuenta de la gente mirándome-. Me he dado cuenta de que muchos te miran.

-Gracias por preocuparte- mi cola empezó a menearse-. Es tierno por tu parte, pero tranquilo, está todo controlado. En cuanto saben que los miro, apartan la mirada. Mientras no se acerquen a ser unos babosos, estaré bien.

-De acuerdo- Joel sonrió y miró hacia delante, viendo algo que llamó su atención-. ¡Mira eso!

Joel y yo nos acercamos a una carpa, bastante grande en comparación con otros puestos. Había un cartel a su entrada en el que se podía leer "Alquiler de yukatas".

-Son trajes habituales en las festividades de japón- me explicó Joel-. Suelen ser muy bonitos.

-¿Os apetece poneros un yukata?- preguntó una de las dependientas al vernos-. Están adaptados para estos climas de invierno, aunque es más habitual usarlos en verano. Podéis alquilarlos hasta que salgáis de la feria por unos 100 euros.

-Me encantaría probarme uno- dije yo, rascando mi cabeza-. Pero no traje tanto dinero.

-Yo pagaré por ambos- dijo el lobo, a lo que yo me giré sorprendido.

-Son 200 euros cada uno, es muchísimo.

-Es un pequeño capricho- rio Joel-. Además, no todo el día tienes oportunidad de ponerte un traje de estos.

-Aún así me sabe mal- me sonrojé y rasqué de nuevo mi cabeza.

-¡Tú solo deja de que este lobo pague y disfruta!- exclamó entre risas Joel.

Asentí a su propuesta y Joel pagó a la dependienta, la cual nos dirigió dentro. Había varios yukatas colgados en perchas y, en los laterales de la carpa, había pequeños cubículos improvisados para poder cambiarse. Empezamos a mirar y Joel tardó poco en decantarse por un yukata verde de líneas verticales marrones, mientras que yo tardé un poco más. Finalmente, un yukata negro de flores doradas llamó mi atención, por lo que ambos, acompañados por unos dependientes del lugar, fuimos a cambiarnos con ayuda.

Era incómodo ser ayudado por una persona desconocida para cambiarme, pero era cierto que nunca había llevado esa prenda. Además, tuve la suerte de que me ayudó una chica en vez de un chico, ya que teniendo en cuenta mi condición aquello era mucho más seguro para mí. La chica fue muy amable y me ayudó a ponerme la prenda y sujetarme el cinturón que la mantenía junta, que era de color blanco y dorado. Junto a unas sandalias de madera y una cinta dorada que me prestaron para atarme el pelo y quedar a juego, pude ver que me veía bastante bien.

La dependienta también me dijo lo mismo. Al salir, fuimos a unas taquillas para dejar la ropa en ellas, ya que debajo del yukata solo llevaba una camisa de manga corta y mis boxers. Fue incómodo estar sin tanta ropa, pero después entendí que la mujer solo hacía su trabajo y me relajé un poco. Esto me hizo preguntarte si me daría tanta vergüenza estar más desnudo cuando llegara el momento con Joel.

Mientras pensaba en él, apareció poco después tras terminar de cambiarse. Los colores marrones en verdad le quedaban bien, daba igual que fuera por la ropa que llevaba o por el pelaje. Los tonos verdes también le quedaban bien. El cinturón del yukata que llevaba era de colores más claros. El dependiente le trajo a mi lado y dejó su ropa dentro de nuestra taquilla.

-Joder- exclamó Joel, tras verme-. En verdad te ves muy bien.

-Jeje, tú también te ves bien- sonreí, sonrojándome ligeramente.

Ambos agradecimos a los dependientes y salimos de la carpa, pensando en nuestro siguiente movimiento. Aún no teníamos hambre, por lo que optamos por probar las carpas que tenían juegos. El que probamos por bastante rato era uno que consistía en pescar peces con una redecilla de papel. No conseguimos pescar ninguno, pero al menos fue divertido ver a Joel tan concentrado con los pececillos que se le escapaban.

Otro juego que probamos fue uno de lanzar aros y ganar premios. No había premios demasiado interesantes en aquel puesto, pero fue divertido conseguir meter uno y recibir un llavero con un láser, el cual usaba de vez en cuando. Ya notamos como nos rugían las tripas tras este juego, así que decidimos probar varios puestos de comida en siguiente lugar.

No dudamos en probar todo lo que encontrábamos, asegurándonos de que no fuera demasiado picante para que nuestras lenguas no salieran ardiendo. Por suerte, todo lo que probamos no solo era tolerable en cuanto a picante, sino que estaba delicioso. No recordaba todos los nombres, pero definitivamente me aseguraría de probar a hacer las recetas por cuenta propia cuando viviese solo.

El resto de la tarde fue más o menos similar: jugar a algunos de los juegos, comer cuando nos apeteciera, disfrutar de algunos de los espectáculos que organizaban en algunas carpas... Lo pasamos tan bien que no nos dimos cuenta de que ya era de noche. Y por supuesto, no faltaba la ocasional mirada curiosa de la gente, pero terminé por acostumbrarme a ellas. Joel mencionó que sobre las 22 habría unos fuegos artificiales, así que decidimos buscar un último puesto para cenar. Joel me dijo que lo que cenaríamos se llamaba ramen.

Sin embargo, mientras caminábamos siguiendo unas direcciones que nos dio un señor muy amable, un puesto llamó mi atención. Era uno de esos juegos de puntería y potencia, en el que lanzabas a una bola a una montaña de latas y debías hacerlas caer. Vi un lindo peluche de un gato redondito y dorado, lo cual me hizo acercarme curioso. Era bastante grande, estaba seguro de que era del tamaño de mi torso. Joel, por supuesto, se acercó junto a mí.

-¿Te gusta ese peluche?- preguntó sonriendo.

-Sí, es bastante bonito- sonreí, meneando mi cola.

-Señor, ¿cuántas latas hay que tirar para ganar este?- preguntó Joel al dependiente, un armiño bastante joven.

-Ese es complicado- admitió el encargado-. Tendrías que derribar todas las latas, y te aseguro que te harán falta cinco tiros.

-¿Lo intentamos antes de cenar?- preguntó Joel.

-¡Adelante!- exclamé yo, asintiendo con la cabeza.

Pagué al dependiente y este nos dio cinco pelotas de tenis. Joel y yo acordamos en lanzar las bolas por orden. Primero lancé yo, apuntando a la base de la pirámide. Teniendo en cuenta que yo entrenaba, conseguí derribar gran parte de las latas al desestabilizar la base. Joel lanzó y consiguió derribar otras dos más. Los dos siguientes lanzamientos dejaron solo dos latas de pie, una al lado de la otra. Yo tenía el último lanzamiento, por lo que respiré profundo y puse toda mi fuerza en el lanzamiento, logrando finalmente tirar las dos latas.

-¡Fantástico!- exclamó el vendedor-. Eso es lo que yo llamo trabajo en equipo.

-¡Bien hecho, Ethan!- Joel alzó su mano para que yo la chocara mientras su cola se movía emocionada. Choqué su mano con una sonrisa.

-El peluche de Golden Neko es tuyo- el armiño me cedió el peluche.

-Que bien- asintió Joel-. Estarás contento, ¿verdad?

-Mucho- asentí yo, alzando el peluche delante de Joel-. Sobre todo porque lo quería para regalártelo.

-¡¿E-Eh?!- aquello hizo que Joel se sorprendiera y un gran sonrojo apareciera en su rostro.

-Oh, vaya, vaya- el dependiente dijo por lo bajo.

-Sí, creo que te verías tierno abrazando el peluche- sonreí mientras mi cola se meneaba-. Vamos, tómalo.

-Ay, no sé- Joel sonrió nervioso, con su sonrojo aún presente y sus chanclas de madera rozando el suelo.

-Por favor.

-Vale, vale- Joel rio, tomando el peluche del gato y abrazándolo. Su cola se meneaba frenéticamente-. Muchas gracias, Ethan.

-De nada- sonreí también, con mi cola moviéndose emocionada.

-A la cena te invitaré yo, entonces- sonrió el lobo.

-Me parece bien.

Ambos nos dirigimos al puesto de ramen y, al oler el ambiente, ambos empezamos a babear. Joel y yo pedimos unos cuencos de ramen básico y era obvio que, pese a ser algo básico, estaba delicioso. Por supuesto, comíamos con cuidado de no mancharnos el yukata, ya que lo mínimo que queríamos era que nos cobrasen por la lavandería de los trajes. Por suerte, ninguna mancha de caldo acabó en el yukata y pudimos terminar la cena satisfechos.

Para ver los fuegos artificiales, Joel había visto una pequeña zona abierta, apartada de la plaza principal que se había preparado para ver los mismos. Era una zona apartada, donde habría poca gente y podríamos ver tranquilos el espectáculo sin temor a que la gente me echará miradas discretas de vez en cuando, lo cual era un detalle que me gustaba.

Por fin llegamos a la zona después de un rato de caminata, momento en el que solo faltaban apenas unos segundos para que los fuegos artificiales se lanzaran. Joel y yo miramos al cielo, emocionados por ver el espectáculo. Tiraron un cohete sonoro, avisando de que pronto empezaría. Siempre eran tres antes de que el espectáculo diese comienzo, al menos, eso me contó el lobo. Un segundo apareció pocos segundos después. Y, finalmente, el tercero hizo aparición, y el cielo empezó a llenarse de múltiples vibrantes colores que volaban, explotaban y se desvanecían lentamente.

Eran mis primeros fuegos artificiales y, si era honesto, se me salieron algunas lágrimas de la emoción al poder presenciarlo. Tras el primer minuto, aparté la mirada de los fuegos y miré a Joel. El lobo aún seguía mirando hacia las luces voladoras, haciendo que sus ojos brillasen con el reflejo de estas mientras sujetaba en sus brazos el redondo y lindo peluche del gato. Se veía hermoso. No veía mejor momento para decirle algo que llevaba tiempo queriendo decirle.

-¿Joel?

-¿Mmm?- Joel apartó la mirada del cielo y me miró, sonriendo.

-Me lo he pasado muy bien hoy- sonreí con él.

-Yo también- asintió Joel.

-Oye... ¿Qué opinas de mí?- pregunté, sin querer lanzar la pregunta de inmediato.

-¿Opinar de ti? Pues...- Joel miró de nuevo al cielo, pensando su respuesta-. Eres un lobo increíble. Y no por ser un lobo blanco. Veo que tienes mucha fortaleza y eso es algo que admiré desde que te vi el primer día. Sigues siendo algo inocente, pero en tan poco tiempo has aprendido una barbaridad- Joel rio ligeramente, volviendo a mirarme-. Eso me muestra que eres un chico listo. Y muy creativo, si hablamos de tus dibujos. Y demuestras tener bastante independencia, lo cual es muy bueno en tu situación. Y físicamente... no te lo negaré, tienes un cuerpazo que dan ganas de follar contigo.

-¡Jajaja, que ocurrencia!- exclamé entre risas.

-Eres una persona fantástica- asintió Joel.

Sonreí una última vez y me preparé para lo que iba a hacer. Con los fuegos aún sonando y explotando en el cielo en hermosas luces, tomé aire profundamente y lo solté, a lo cual Joel me miró confuso. Me giré hacia él con una sonrisa. Recuerdo lo que debía hacer. Sin presiones, no ir rápido. Debo girar mi hocico para que sea más cómodo para ambos. Una vez estuve seguro, apoyé mis manos en sus hombros. Esto solo le hizo sonreír. Lo sabe, y yo también.

Levanté mi cabeza, la giré ligeramente y empecé a acercarme, cerrando mis ojos. Al principio, solo notaba aire frío y, al mismo tiempo, el aliento cálido de Joel. Pero después noté una sensación suave y húmeda, además de que las respiraciones de Joel era lo único que sentía. Al fin había ocurrido. Al fin estaba besando a Joel. A una de las personas que he amado por primera vez y espero amar por siempre. No, estaba seguro que amaría por siempre.

En mi pecho y abdomen, notaba como el peluche separaba nuestros cuerpos de tocarse. Era una sensación blandita que no me desagradaba, aunque me apetecía acercarme para sentir el calor de Joel. Pude notar el sabor del ramen que habíamos comido hace poco en su boca, pero no me desagradó demasiado. Los fuegos artificiales seguían sonando e iluminando el cielo, pero yo solo quería centrarme en el beso.

Cuando estos acabaron, Joel y yo nos separamos, mirándonos fijamente el uno al otro por unos segundos hasta que por fin sonreímos. No hacían falta más palabras. Solo con gestos nos bastó para saber que tocaba volver y descansar.

Definitivamente, había sido una noche especial.