Una cita

Story by kingpanther on SoFurry

, , , , , , , , , ,

#9 of Tigre de compañía


Novena entrega de la serie Tigre de Compañia. Esta historia tiene escenas de sexo M/F y digamos que M/M , entre personajes ficticios furries. Si eres menor o no te gusta el lenguaje adulto no leas, y si te gusta y te tocaste con mi Fic, dejame un Cum o un comentario... me encantan y lo agradecería bastante ^^

Capítulo 9. Una cita.

Marcus se levantó a media tarde. Sus mejillas carnosas estaban aún húmedas por su llanto. Le costó mucho dormirse a pesar de estar muy cansado después de la dura sesión de trabajo. Pensaba mucho sobre su difunto amor y sobre Leo, Sentía celos. Al caballo no le hubiese importado que el tigre se hubiese enamorado de cualquier otra persona pero no del lobo negro.

Se lamentó por lo estúpido que había sido. Hacía años que no lloraba, desde la muerte de Thomas su antiguo amor, y sacó una foto ya olvidada en su cartera observándola a la luz de la luna. Allí estaba el antecesor de Leo, ambos sonreían. Thomas abrazaba por detrás al equino subido a la fuente de un parque.

-No eres la misma persona, susurro para si mismo, llegando a una conclusión final.

Tras las duras emociones del día anterior marchó al salón de su apartamento compartido. El lobo negro estaba en el sofá como siempre, fingiendo que lo llamarían de la oficina de empleo, pero poco agitado en encontrar trabajo mientras cobraba el subsidio. Le saludó, pero Marcus lo ignoró por completo.

-Tan amigable como siempre, respondió el lobo que seguía viendo la tele con su trasero aún dolorido por la lesión. El equino no parecía de muy buen humor y salió con un sonoro portazo del apartamento. A Ronie no le importaba. Cambiaba de canal rascándose la entrepierna recordando el tierno culito de su tigre, con ganas de volver a montarlo por la noche. -Lo tengo en la palma de la mano, se dijo para sí mismo pensando en los besos mañaneros con los que lo despertó su gatito.

El caballo fue a buscar al salvavidas a la piscina. Tenía que hablar con Leo, más bien necesitaba hablar con él. Era muy importante apaciguar por fin sus remordimientos. Negaba para si mismo que se estuviera enamorando de su vecino, dando los cabeceos típicos de los equinos cuando están nerviosos. Como amigo, se sentía en la obligación de advertirle de que el lobo lo estaba utilizando para darse placer, como hacía con todas las parejas que pasaban por sus sucias garras.

Se sorprendió al encontrar la piscina vigilada por otro salvavidas. Vestía un uniforme de una empresa privada y se acercó a preguntar que había sido del anterior empleado. El veterano socorrista, un toro color negro y canela, no sabía de quien estaba hablando el equino, y tras una despedida cortés Marcus subió extrañado al piso del tigre.

Llamó al timbre y fue recibido por el gato anaranjado, que sujetaba el teléfono en su mano. Se veía pensativo, ofreció pasar al caballo dentro de su apartamento y ambos se sentaron en el amplio sofá.

¿Sería posible que estuviera deprimido por algo que le hubiese dicho Ronie? Se preguntó el equino, que no sabía muy bien como empezar una conversación. Desde luego se ablandó por ver al tigre en ese estado, no era lo que esperaba.

-Marcus, al final seguí tu consejo y me acosté con un chico, anunció el felino sin poner mucho énfasis en la afirmación. No estaba siendo completamente sincero porque realmente había tenido sexo con tres a la vez, pero no quería darle la sensación a su amigo de que se había vuelto una especie de puta o algo así.

Mantuvieron una charla amena acerca de la grata experiencia. El tigre relataba como se sentía al ser desvirgado, y lo mucho que disfrutó estando en ambos lados de un macho. El caballo le dijo que a eso se le llamaba ser versátil, introduciendo algo de jerga gay en la mente del inexperto Leo. El felino no mostraba demasiado entusiasmo. Algún sentimiento interno distorsionaba su estado de ánimo. Su voz era apagada, tenía ambas manos entre sus piernas juntas, era evidente que ocultaba algo.

-¿Te pasa algo Leo, estás así por el trabajo? Atrevía a preguntar el semental, intentando que el tigre abriera su corazón. No le gustaba verlo así, era precisamente lo que había ido a evitar pero no pudo volver a evitar pensar negativamente acerca de las intenciones del lobo.

-En parte, afirmó el tigre que hizo una alargada pausa incómoda. Al ver que su respuesta no saciaba la curiosidad de su vecino, le contó lo que le turbaba. -Acaba de llamarme Liz, he quedado con ella para ir a cenar. El problema es que ahora que estoy saliendo con Ronie, no se si deberíamos vernos.

El caballo podía imaginarse la tormenta de emociones por la que estaba pasando el tigre. Tras muchos años detrás de aquella tigresa, ella mostraba interés por el chico una vez había probado el sexo gay. Que irónica es la vida.

-Mira Leo esto es lo que tienes que hacer. Afirmó Marcus que intentaba arrojar algo de luz sobre el felino, a pesar de estar actuando en contra de sus propios deseos. -Vosotros habéis sido amigos toda la vida, cenad juntos y divertiros. Yo por mi parte hablaré hoy con mi jefe y le preguntare si hay trabajo para ti.

Al tigre se le cambió completamente la expresión de su rostro al escuchar esas palabras. Quizás era todo lo que necesitaba oír y ahora volvía a estar contento. - ¿De verdad harías eso por mí?, ¡Que rico eres! Exclamó uniendo su cuerpo calentito al del caballo en un fuerte abrazo.

Al equino se le saltaron los colores. El tacto del tigre era sumamente agradable, su pelaje suave y sus bigotes realzaban su expresión jovial. Por un momento le pareció ver a Thomas de vuelta entre los muertos. Aquella escena se le quedó grabada en la memoria.

El salvavidas tomó de la mano al equino y juntos eligieron la vestimenta para la cita. El bulto poderoso del caballo dolía entre sus jeans, por la vista del perfecto cuerpo desnudo del tigre. Estaba bien formado por las intensas horas de piscina y tuvo el atrevimiento de cambiarse de ropa interior en su presencia, como si el caballo homosexual fuera de piedra. Sin embargo lo que más excitó a nuestro equino era lo bien que se vistió Leo. Estaba guapísimo. Llevaba una camisa blanca semiabierta, unos pantalones elegantes y zapatos color beige. El caballo se preguntó por un momento si se vestiría así para él, en el caso de que lo invitara a una cita. Tuvo que contenerse mucho para no pedirle una ahí mismo.

Ambos amigos se despidieron sin decirse mucho. Casi era la hora El tigre caminaba con apuro, faltaba poco y todavía le quedaban dos manzanas por recorrer. Se paró un momento al observar un escaparate, y entró en el local. Si llegaba tarde, al menos compraría un bonito ramo de flores rojas para su cita, su color favorito. Pasaron cinco minutos y allí estaba ella, radiante como siempre.

Tenía el pelo largo y rubio, los ojos verdes y una impresionante delantera escondida detrás de un escote de gala. Era alta para ser una chica tan femenina, casi tanto como Leo. La tigresa se tiró a sus brazos arruinando un poco el regalo vegetal que portaba el tigre entre sus manos.

Fueron a un restaurante caro. La ocasión lo requería. Como un caballero el elegante gato anaranjado retiró la silla para que su princesa se acomodase. Se miraban continuamente a los ojos, ella parecía muy receptiva y entusiasmada por ver a su amigo de la adolescencia. La tigresa confesó a Leo que se preocupó bastante al saber que estuvo en el hospital. La noticia de su secuestro se había hecho eco en toda la nación, y solo tuvo que buscar en su agenda el antiguo número de celular de su confidente. Por suerte para ella el tigre no había cambiado de teléfono y pudieron quedar aquella noche. La magia se respiraba en el ambiente, y comenzaron a hablar de lo que habían hecho desde la universidad.

Liz era ahora una cantante con una ajetreada agenda en muchas ciudades.No había podido ejercer de lo que estudió pero no le importaba Estaba de gira y tenía cierto éxito. Intentó evitar el tema de las parejas, pero el tigre insistió en el asunto y no le quedó mas remedio que afirmarle que estuvo con varios hombres en el pasado, pero que ahora estaba sola. Los labios del tigre se movieron lentamente, la pregunta que lo atormentó hasta que alcanzó su madurez ahora volvía a ser articulada.

-Siempre estuve enamorado de ti Liz, ahora somos adultos, hemos crecido y ambos tenemos vidas separadas. ¿Por qué siempre me rechazabas? La tigresa sonrió profundamente y puso su delicada mano aterciopelada en la mejilla de Leo, que casi se sentía mal por la reacción dulce ante la cuestión indiscreta y por haber puesto en peligro agradable la velada.

-Porque conmigo no serás feliz, no te mereces que te partan el corazón.

La respuesta fue la odiada frase incompleta de siempre, pero había algo nuevo. Tenía sentido. Ella también estuvo enamorada profundamente del tigre, pero con esas palabras le decía que era incapaz de afrontar el dolor que suponía amarlo como correspondía. Era muy complicado de asimilar, de llegar a comprender. Quizás la tigresa era demasiado cobarde como para aceptar sus propios sentimientos, pero ya no eran unos niños, y finalmente Leo encontró la paz al resolver aquel acertijo que lo torturó durante años.

-¿Me llevas a bailar? Invitó la vieja amiga al tigre. Se marcharon y estuvieron bailando y tomando copas casi toda la noche, hasta que Leo estaba tan borracho que Liz tuvo que acompañarlo a su apartamento en la urbanización.

Reían haciendo bromas acerca del aguante que tenía el masculino gato y los antiguos concursos de la facultad, mientras pasaban el umbral de la entrada. La cantante llevó al felino a su cama y lo tumbó suavemente mirando hacia arriba. Olía muy bien a feromonas. El tigre que parecía un gatito tenía la camisa blanca desabrochada, y el bombón pasó sus suaves manos admirando esos pectorales bañados por la tenue luz de la noche.

La tigresa besó dulcemente el hocico de Leo, uniendo sus morros tiernamente. Los labios de la tigresa sabían a miel, era la saliva de la mujer que amaba. El macho pasaba sus garras por toda la silueta de la chica, mientras ella lo desvestía con lentitud, dejando su dura erección al aire.

No hubo preliminares, ningún tipo de gesto cariñoso adicional, la tigresa tan sólo se desvistió rápidamente y comenzó a cabalgarle con lujuria. La masculinidad de felino era rodeada y estimulada por el caliente cuerpo de su compañera que jadeaba. Sus tetas perfectas, grandes y redondas botaban. La sensación era muy suave, muy distinta a la intensa penetración de la noche anterior, pero igual de placentera. Cerró los ojos entre gemidos de placer. Visualizó a Ronie.

Allí estaba su lobo negro siendo penetrado, con su larga lengua colgando y disfrutando de las embestidas, que la verga del tigre le ofrecía en lo mas profundo de su interior. Las palmas de sus manos negras estaban apoyadas en el pecho rayado, y su verga oscura como la noche soltaba pre cristalino en el vientre del tigre. Las arremetidas se volvían mas violentas cuando agarró las caderas perfectas del lobo y aumentó la velocidad. Los testículos del tigre chocaban contra el trasero del cánido, que apenas pesaba entre los brazos fuertes del salvavidas. Algo húmedo chorreaba en el suave pelaje del cuello de Leo, eran las babas del lobo de sus sueños. Tenía el hocico bien abierto, y sus preciosos ojos morados clavados en la tierna mirada dorada del tigre.

La chica gritaba como loca por como se la estaba tirando la bestia que tenía entre sus piernas. Sin embargo el tigre no la escuchaba, tan sólo se deleitaba con una sonrisa por cómo los gemidos de su perrito retumbaban en sus oídos. Acarició su cabeza de pelaje suave e introdujo un dedo en su húmeda boca, encontrando la larga lengua de su chico oscuro. El lobo lo succionaba dulcemente, y Leo lamió su propia falange para probar el sabor de la saliva de su amante. El tigre era ahora una máquina de coger, entraba como la velocidad de un pistón en el cuerpo que tenía encima y embestía con frenesí. La venosa verga rosada del depredador se hinchó en el interior de su amante y dejó por dentro tal cantidad de esperma que el vientre de Leo estaba arruinado.

Se vino durante minutos, con grandes trallazos y dando un gran rugido que hizo que un cuadro de la pared se descolgase. Jadeaba con largas bocanadas de aire. Abrió los ojos y volvió a ver a la tigresa que permanecía al límite de sus fuerzas. Acababa de salir de su trance imaginario y la visión le reconfortó mucho más.

-Lo siento me he venido dentro, susurró a la chica, pero la salvaje gata restó importancia al ebrio macho, que aún estaba atrapado entre los labios de su vagina. Ella tomaba la píldora y por eso no le había puesto sombrerito a la verga del tigre, que permanecía dura, palpitando bien enterrada dentro de la tigresa.

Los pantalones del fuerte depredador estaban arruinados por los orgasmos de los salvajes felinos. La tigresa mordía el cuello de su chico y lo besaba. Ronroneaban de placer mientras las caderas de ella seguían jugueteando dando círculos, con sus sexos aún unidos en uno solo. Permanecieron juntos abrazados así un buen rato entre juegos sexuales y sin decirse nada, hasta que ambos cayeron profundamente dormidos.

Al día siguiente Leo se despertó otra vez sólo, empezaba a odiar esa situación que se repetía constantemente. Los fluidos restantes del sexo estaban pegajosos sobre su piel, y había una nota manuscrita con tinta azul sobre su cama.

"Lo siento Leo, lo de ayer fue un error, a pesar de que me has dado la mejor noche de mi vida. Siempre serás especial para mí, espero que podamos superar lo que sentimos el uno por el otro sin hacernos daño. Te quiero, Elisabeth."

El tigre intentó llamar al celular con el que la tigresa se había puesto en contacto con él, pero el contestador le decía que ese número no existía. Extrañamente sentía alivio. La tigresa había cerrado una etapa de su vida como un fantasma. Tan sólo dejó un paquete de cigarrillos para ladies a medio terminar, y una foto antigua de los dos sobre la encimera del salón. Leo cometió el error de encenderse un pitillo, en el fondo de su corazón, volvía a ser libre.