La primera vez

Story by kingpanther on SoFurry

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#8 of Tigre de compañía


Octava entrega de la serie Tigre de Compañia. Esta historia tiene escenas de sexo M/M homosexual, entre personajes ficticios furries. Si eres menor o no te gusta el lenguaje adulto no leas, y si te gusta y te tocaste con mi Fic, dejame un Cum o un comentario... me encantan ^^

Capítulo 8. La primera vez.

Francis tuvo que mover el culo del sofá donde disfrutaba de una película en compañía de su pareja y del lobo negro. Se rascó el paquete mientras se dirigía a la puerta. Acababa de sonar el timbre.

Leo le soltó una sonrisita a la orca semidesnuda que atendía la entrada. Vestía con un bañador amarillo y tenía sus fuertes pectorales a la vista ya que no llevaba ningún tipo de ropa en el torso. La orca se alegró mucho de ver al tigre sano salvo y de vuelta, ya fuera del hospital. Estaba un poco borracho, pero eso lo hacía parecer más mono aún a los ojos del cetáceo.

Era como si alguien de personalidad cándida se pusiera juguetón y adorable. Las hormonas de Francis se dispararon por completo. Si no fuera por que a pocos metros se encontraba allí su novio, arrastraría al tigre de vuelta a su apartamento y lo follaría hasta dejarlo afónico de dar gritos de puro placer.

Ambos furris se saludaron con un abrazo. La orca aprovechó ese momento para poner sus dos grandes manos en el trasero del tigre, y este se sonrojó muchísimo. Apretujaba sus nalgas con las puntas de sus dedos entre ellas, buscando la entrada de Leo. El tigre ronroneaba en un tono casi inaudible, poseído por la pericia con la que lo manoseaban. Tenía la verga de Francis asomando por su bañador en contacto con su vientre. Simplemente era tan grande que no cabía en la ropa, humedeciendo la camiseta que vestía Leo con presemen. El órgano creció tanto que podría empalarlo por delante, pero la orca tuvo que reacomodarlo en su pantaloncillo al escuchar la voz del zorro.

-Amor ¿quién es? Preguntó Lan desde el sofá, ajeno a como su pareja sentimental acababa de restregarle la minga al tigre.

-¡Soy yo, Leo! Exclamó el salvavidas. Entró en la casa con el masajista muy pegado a su espalda. Notaba como le rozaba con su miembro oculto entre la ropa, dejándole caer al gran felino lo mucho que deseaba tenerlo botando entre sus piernas.

Se saludaron y Leo trajo una silla de madera de un rincón del salón para sentarse. La orca suspiró en insatisfacción y se acomodó junto a su novio que no se percató del pequeño juego sexual, al que acababa de someter el cetáceo a su irresistible vecino. El tigre volteó el asiento, y relajó sus brazos apoyados en el respaldo de madera. Preguntó por Marcus, pero estaba trabajando. Le había salido una despedida de soltera, y el suyo era un oficio nocturno, así que posiblemente no volvería hasta el amanecer.

Comenzaron a hablar sobre el estado físico de Leo. El lobo parecía distraído mirando la pantalla del televisor ajeno a la conversación, pero en realidad escuchaba atentamente cada detalle de lo que decían.

-Me alegro de que estés bien Leo, sería una lástima que ese cuerpo para el placer se echase a perder sin probar esto. Flirteó el cánido negro como la noche, sobándose el miembro por encima de su pijama.

El tigre estaba extasiado. Recordaba como esa verga negra lo había llenado de leche sin que el pudiera disfrutarla como era debido. El pulgar de pelaje oscuro de Ronie realzaba la silueta en la tela. Se estaba poniendo bien dura sólo para el felino, que estaba en trance y con la boca seca.

-Leo, tienes una mancha en la camiseta, indicó el zorro intentando sacar al salvavidas del yugo de sus propias hormonas, divertido por la reacción del gatito. Seguía demostrando inocencia cuando de situaciones adultas se trataban.-Lo sé Lan, es el pre de tu novio, contestó el salvavidas sin apartar su mirada embobada. Sus orejas se voltearon completamente hacia atrás mostrando vergüenza, y sus mejillas se pusieron al rojo de recordar lo grande que tenía la verga el chico orca.

-¡Ya lo has vuelto a hacer! Gritó enfadado el zorro girando violentamente la cabeza hacia la ballena. Empezaron a discutir entre gritos y perdones mientras Leo no apartaba la vista del paquete del lobo. Ronie se levantó la parte superior del pijama, dejando ver sus abdominales fuertes y duros. Toqueteándose con lujuria.

El extremo del miembro del lobo asomaba por debajo de la ropa. La familia de Ronie había mantenido la línea de sangre durante generaciones y su verga era la muestra de ello. No tenía frenillo, se parecía al de los cánidos, sin ningún tipo de piel en el prepucio y de un color aún más oscuro que el pelaje oscuro. Hizo un gesto a Leo para que se acercase si se atrevía, ignorando a la pareja que mantenía la polémica.

El tigre no sabía muy bien como reaccionar. Estaba muy caliente y sintió una tremenda curiosidad por probar a qué sabía la polla del lobo. El era incapaz de llegarse a la suya, aunque algunos felinos si podían. Retiró la silla lentamente, y se puso a cuatro patas entre las piernas de Ronie. Su cabeza quedó en la entrepierna de su vecino, quien se bajó el pijama, ofreciéndole toda su masculinidad a Leo.

El tigre notó como una garra lo agarró por la nuca. Abrió la boca pensando que el lobo le iba a meter de golpe su miembro caoba, pero en lugar de ello Ronie comenzó a restregársela por todo el hocico. El olor a macho era insoportable. El gran felino notaba como la sangre le ardía cuando el lobo dejó la punta chorreante de pre en su sensible olfato. Hubo una pausa en aquel juego, dejando el pedazo del lobo bien parado en la nariz del intoxicado Leo. Si alguien tenía que dar el siguiente paso, tendría que ser el felino, que no aguantaba más.

Lamió tímidamente, apenas sacando su lengua rosada y tragando una buena proporción del fluido transparente. Estaba como drogado por aquel sabor dulzón, y no tardó mucho en dar una segunda lengüetada, seguida de muchas más. El lobo negro suspiró profundamente reclinando su cabeza hacia atrás, con la mirada perdida en el techo.

La orca hizo un gesto de empezar a quitarse el bañador pero el zorro lo paró rápidamente.Había silencio, la pareja los observaba dejando de discutir. El aire estaba cargado con el denso olor a sexo. Tanto Lan como Francis empezaban a tener la necesidad de participar, obligados por sus dolorosas erecciones.

-¡Tú no Francis!, te vas a quedar mirando, ordenó el pequeño vulpino con rotundidad, y se colocó detrás de Leo comenzando a despojarle de toda su ropa con sus delicadas manos.

El tigre pronto se encontró desnudo en el centro del coro que formaban sus tres amigos. El musculoso chico orca lo estaba avergonzando por completo. Su penetrante mirada azul lo observaba, comiéndoselo con los ojos. La garra de Ronie empujó la cabeza del felino cabeza hacia su verga, forzando los labios de Leo a abrirse. Rodeaba ese mástil venoso con su hocico húmedo. Tan profundo, que su morro daba golpecitos en el grueso nudo del lobo.

Si el olor a hombre era muy fuerte cuando empezó, en el vientre del lobo era extraordinario. Estaba intoxicado. Ronie mantuvo su cabeza pegada así, hasta que al anaranjado tigre se le pasó el instinto de angustia por tener algo tan gordo tocando el final de su garganta.

-Tengo una polla en la boca, pensó el felino, que dio un fuerte ronroneo de satisfacción al sentir la nariz húmeda del zorro en sus testículos. Los gemidos del lobo desnudo retumbaban en las finas orejas del gato al sentir como toda la boca del tigre vibraba. -Esto es nuevo, exclamó entre suspiros el cánido, mientras obligaba a su tigre a mamarle despacio de arriba a abajo.

El zorro dio un gran lengüetazo en los testículos del depredador y no dudó en subir entre sus nalgas hasta llegar a la base de su cola. Leo se derretía. Lan elevó la cola del tigre y enterró su delgado hocico en el trasero rayado. Su lengua jugaba con la entrada de Leo dando pequeños círculos por fuera y humedeciéndola con su saliva caliente y viscosa.

Con desesperación, la orca caminó con grandes pasos al dormitorio, observado de reojo por su delgado amante que estaba ocupado dando placer por primera vez al agitado felino. Volvió a aparecer desnudo portando un bote de lubricante semitransparente. Alguien iba a ser penetrado esa noche y estaba claro que no iba a ser él. Arrancó violentamente cada pequeña vestimenta del zorro y comenzó a untarle en vaselina, introduciéndole dos de sus gruesos dedos.

Lan no protestó. Su lengua estaba bien enterrada en el trasero virgen del aquel dulce chico, que no paraba de dar gemidos ahogados en la verga de Ronie. El salvavidas se quejó con un sonido sordo. La deliciosa lengua alargada del zorro se apartaba de él. Haciendo gala de su fuerza hercúlea, la orca abrazó al zorro por detrás. Elevó su pierna izquierda en el aire y el lobo retiró la cabeza de Leo suavemente de su empalmado miembro, adivinando las intenciones de la orca.

-Ven aquí Leo, ordenó el cetáceo al felino, que se levantó sumiso y se pegó al cuerpo del zorro. La orca tomó el miembro del excitado salvavidas y lo juntó mucho al suyo. Lo masturbaban envolviendo ambas vergas con una gigantesca mano resbaladiza, untando su masculinidad en lubricante, mientras el zorro daba pequeños mordiscos sensuales en el hombro al tigre.

Leo se sentía ridículo al comparar su miembro con el de la orca. El se sentía orgulloso de tener una bonita polla tamaño normal tirando a grande, pero la del masajista era monstruosa. Medía un palmo más que la suya, y le sacaba dos centímetros de grosor. Con habilidad, el gigantesco anfibio monocromático, puso ambos frenillos a la misma altura, arrancando un leve gemido del hocico del gato. Sin esperar mucho ambos machos empujaron al unísono sus miembros dentro del culito del zorro, que se abrió de par en par sin oponer resistencia.

Los tres amigos gimieron. Estaban dentro, y el inexperto tigre empezó a moverse con ansiedad. El afeminado pasivo se revolvió entre los brazos de Leo que sujetaban sus piernas. La orca ordenó al tigre que esperase a que Lan se acostumbrara a tener sus penes dentro, y el gran gato tuvo que detenerse.

Con movimientos torpes Ronie se levantó del sofá. La cadera apenas le dolía, estaba atiborrado de tranquilizantes y su cerebro envenenado con endorfinas de placer. Puso su grueso miembro negro de lobo entre las nalgas del inocente cuerpo que tenía delante, abriendo ligeramente el ano de Leo con el redondo extremo de su mástil.

-Se que hacer para que te quedes quieto gatito, susurró Ronie en lo oídos del tigre, que sabía que si se movía se introduciría poco a poco aquella polla en su interior. Estaba indefenso sujetando el peso del zorro. Aprisionado por su trasero. Pero sobretodo se sentía muy caliente. Dominado y enterrado dentro de estos chicos, que desde el primer momento lo trataron como su premio. Le hacían sentir muy deseado. Y eso le gustaba.

Las caderas de Francis comenzaron a moverse. Leo se arqueó un poco, al sentir como su glande inmóvil se rozaba por toda la longitud del mástil de la orca. Gimió profundamente. El contoneo del hinchado cetáceo hacía que mas carne de lobo se introdujera dentro de él, deslizándose suavemente con algo de dolor, por culpa de la saliva resbaladiza. Sin apenas darse cuenta, el nudo del bromista ya rozaba su entrada, y el lobo empezó a copular al suave felino con bastante ternura. Le estaban follando por primera vez.

Lan acercó sus labios a la boca del tigre. Se unieron en un profundo beso relajando al primerizo. Con mucha necesidad el salvavidas embistió dentro del flexible culo del delicado zorrito. Tener esa sensación cálida alrededor de tu miembro es algo que no se puede describir con palabras, sin embargo para Leo era una sensación infinitamente más intensa.

Sus caderas estaban dirigidas por Ronie que elevaba su cola bien alta para tener mejor acceso al cuerpo del tigre, y además, Leo era despiadadamente estimulado por cada salvaje embate que propinaba la musculosa orca.

Por un momento, a Francis le pareció ver a dos putas complaciendo a sus machos. Se besaban con vicio, entre ronroneos y gemidos, mientras recibían las pollas de sus alfas. Estaba en el cielo, con dos chicos sumisos que recibían el placer directamente de él.

Hubiese preferido haber sido el primero en estrenar al tigre, pero el zorro era reacio a que estuvieran a solas. Puso énfasis en la verga de Leo, pasando la punta de su hombría por el tronco del inocente felino. Abriendo un poco más el culo de su novio como consecuencia de ello, con una pervertida sonrisa de satisfacción en su cara.

El tigre se tuvo que separar de aquella orgía, por que casi se desmayó sin fuerzas por culpa de su orgasmo. Si no hubiera sido por la polla negra enterrada en su trasero del lobo, que lo sujetaba por detrás, habría chocado contra el piso. El amanerado zorro dio un grito de placer al salir violentamente la verga de Leo de su cuerpo. Volvía a estar a merced de su novio que incrementaba la velocidad de sus caderas. El pequeño pasivo ardiente miraba jadear al tigre que ahora estaba arrodillado en el suelo, con el lobo dándole embestidas muy rápidas aún pegado a su espalda sudorosa.

El esperma del gato salió disparado como una ametralladora manchando el suelo. Llevaba cuatro días sin venirse y era su primera vez con un hombre. El placer que sintió recorrer su cuerpo no se podía comparar a nada conocido. Sentía algo de humillación por haber sido el primero en vaciar sus testículos, pero ese pensamiento se borró rápidamente de su cabeza, al seguir siendo follado sin piedad por el miembro hinchado de Ronie.

-¿Te ha gustado gatita?, todavía puedo sacarte muchos gemidos, susurró el lobo negro al oído de Leo, al que rápidamente aprisionó el cuello con sus blancos dientes.

Leo no sabía si se sentía peor por su miserable aguante, por como lo acababan de llamar, o por los cosquilleos de su cuello. Lo que era evidente es que su erección no se había bajado, y que Ronie era un cabrón. Un cabrón que sabía muy bien como ponerlo caliente.

Se retorcía mientras observaba como Lan atendía su propia erección. Los genitales del dominante orca, negros como todo su cuerpo excepto su vientre y unas pequeñas manchas de su cabeza, rebotaban contra ese culito de caramelo que acababa de probar. El tigre rugió cuando el nudo del lobo se introdujo con un sonido amortiguado en su estrecho trasero. No paraba de gemir. El órgano circular machacaba continuamente su próstata, y cerró sus ojos perdido en las oleadas de puro placer que experimentaba.

Cuando volvió en sí, el zorro y la orca estaban masturbándose muy cerca de él, flexionados para ponerse a su altura. Tenía ambas vergas a unos centímetros de su boca, abierta por los continuos gritos de placer. Un primer disparo y un alarido del cetáceo advirtió de sus intenciones. El tigre, no pudo evitar tragar esa enorme polla que no paraba de venirse en sus mandíbulas. Sus bigotes estaban arruinados con la leche del semental. Parecía un surtidor, y Leo tuvo que atiborrarse de esperma caliente para evitar ahogarse. Después fue el turno de Lan. Con un gimoteo agudo, embadurnó la cabeza del cansado felino, que aún tenía la erección de su novio bien profunda en su garganta inmovilizando la cabeza del tigre.

Un río de semen recorría la espalda rayada del gato. Tenía su hocico lleno de carne de orca, pero los tratos del lobo eran tan buenos que restaban importancia a cualquier otra cosa.

Ronie sostenía con su fuerte garra el pene de Leo, frotándolo frenéticamente. Con cada embestida le obligaba a engullir más pene de orca. El zorro acariciaba las mejillas del tigre deleitándose de lo sumamente dócil que se veía, ruborizado por esos cuerpos dominantes que lo follaban sin piedad, sin reconocer por completo lo mucho que estaba disfrutando.

Las contracciones del caliente trasero del tigre alrededor del sensible nudo de Ronie hicieron que se tensaran todos los músculos del activo. El cuerpo caliente que tenía debajo, entre sus brazos, estaba teniendo un segundo orgasmo. Marcó al gatito con un torrente de su densa semilla, soltando un gran aullido. Se quedó muy flojo, casi sin fuerzas sobre la espalda de Leo, humedecida por el sudor y el semen que bañaba a su tierno amante. Jadeaba en la nuca del tonificado tigre mientras lo rellenaba por dentro. Sentía cada venida del felino contrayendo de su sensible masculinidad y el fluido blanco producto del placer del gatito goteando en su mano. Apartó a Francis para darle un beso a su chico, que seguía embelesado por la complicidad que comenzaba a desarrollar con el lobo.

-Sin lugar a dudas, el mejor sexo de mi vida, dijo al cansado felino que se sonrojó y sintió una gran satisfacción por saber que había cumplido a pesar de su inexperiencia.

En silencio y con esa verga bien enterrada dentro de Leo, el lobo lo tomó por detrás y ambos se levantaron. -Si nos perdonan... se disculpó Ronie con el resto de los compañeros de piso, llevando al tigre a su dormitorio. Le daba pollazos con agrado cada vez que daban un paso. El tigre babeaba con la cabeza gacha y ronroneando siendo guiado en aquel andar por el miembro negro, que incluso ahora no dejaba de darle placer. Finalmente llegaron a la cama.

A Ronie le dieron muchos pinchazos en la cadera. El dolor era algo secundario. Tenía al chico de sus sueños fuertemente abrazado en su lecho. Leo era mucho mejor que cualquier mujer u hombre con el que se había acostado. Sin duda la persona más inocente y dulce que había conocido hasta la fecha.

Se quedó un buen rato despierto acariciando el arruinado pelaje del tigre, que casi instantáneamente se había dormido en su regazo. -Hasta mañana Ronie, fue lo único que le dijo al lobo quien le propinó un beso de buenas noches. De vez en cuando su verga se hinchaba dentro del cuerpo de Leo, que dormía con ambas manos cubriendo sus genitales para que no pasaran frío. Al lobo no se le bajó la erección hasta bien pasada la madrugada, aunque para ese momento ya estaba profundamente dormido.

Marcus llegó a casa casi al amanecer. El caballo se dirigió al frigorífico, y bebió casi medio litro de leche fresca del cartón. Era lo único que le recomponía el cuerpo después de una sesión tan dura como la que tuvo ese día. Se dirigió al dormitorio percatándose de que la puerta de Ronie estaba abierta.

Fue a cerrarla sin prisa. Sus ojos no pudieron evitar ver como Leo descansaba profundamente con Ronie agarrado a su espalda. No sólo dormían, el lobo tenía su miembro bien encajado en el tigre, que parecía feliz. El semental selló la puerta lentamente, no quería despertarlos. Se marchó a su habitación y le dio un fuerte golpe a la almohada. Estaba sentado en su cama, con las piernas semiabiertas y la cabeza agachada.

Las lágrimas recorrían en silencio las mejillas de su rostro.