La comunidad.

Story by kingpanther on SoFurry

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#1 of Tigre de compañía


Esta historia contiene lenguaje adulto entre personajes homosexuales M/M antropomórficos. Si eres menor o no te gustan estas perversiones ¡no sigas leyendo!

La Comunidad. Capítulo uno.

Los botones del mando de la videoconsola no paraban de ser presionados por los dedos ágiles de un tigre. Sus ojos ámbar no perdían las figuras frenéticas de la videoconsola, hasta que un pitido le indicó que la partida se había acabado.

-Me han vuelto a matar en el mismo jefe- pronunció en voz baja para si mismo a pesar de estar sólo en el salón de su casa. El apartamento estaba un poco desordenado aunque bien amueblado. Su piso de soltero no era distinto al de cualquier otro fur de 24 años.

Se levantó del sofá y observó el reloj. Ya casi era la hora y tenía que empezar a vestirse.

Mientras cubría su cuerpo con una camiseta y unas bermudas, se observaba en el espejo de su habitación. Siempre se maravillaba de su figura tonificada y de cómo sus rayas negras realzaban sus músculos, que contrastaban con su pelaje naranja.

Salió de su casa y se dirigió al trabajo. El sol del verano no dañaba sus ojos que estaban a salvo tras unas gafas oscuras. Movió la verja de la comunidad en la que trabajaba como salvavidas y se sentó en una silla de plástico que se encontraba a unos metros por encima del nivel de la piscina.

Pocos niños se bañaban dentro del agua, era un día tranquilo y soleado. El calor se apoderaba de su cuerpo a medida que las horas pasaban. Decidió tomarse un corto baño para refrescarse, dando unos pasos hasta la piscina.

A los tigres le encantan el agua, y Leo no era una excepción. Apoyó sus brazos en el bordillo, siempre vigilante y observó como una mancha oscura buceaba por debajo de sus piernas.

Notó como algo rozaba sus testículos por encima del bañador. Se trataba del bañista. Exhaló una bocanada del aire al comprobar que no fue una coincidencia y como su boca jugueteaba con la hombría del tigre.

Una mano agarró la cola del felino y empezó a notar presión en la base de su entrada.

-Diablos...- suspiraba, dejándose llevar por la sensación. La sombra se marchó dejándole una terrible erección. El tigre oteó por encima del agua para saber la identidad de su admiradora secreta, esperando que pronto emergiera.

Se dirigió a un grupo de vecinos nuevos. Un lobo de pelaje negro, un zorro anaranjado, un caballo color tierra, y finalmente la misteriosa sombra. Un chico orca, más musculoso que él.

El lobo y la orca chocaron sus manos, parecía que el tigre había sido objeto de algún tipo de apuesta. Salió del agua con su pene bastante duro, y el grupo soltó una carcajada.

Se sentó en su silla, enfadado y a la vez avergonzado, esperando a que terminase su turno e ignorando al grupo que abandonó la piscina entre risas.

Estaba empapado y el maldito bañador no hacía mas que pegarse a su piel. Marcando mucho más su verga excitada. Los nuevos vecinos pasaron por detrás del puesto del tigre. Intentaba disimular el nerviosismo que sus miradas le provocaban. Lo observaban como si fuera un trozo de carne. Un trofeo a conseguir.

Finalmente se marcharon, y Leo pudo respirar aliviado. Miró en su bañador y se percató que había una mancha oscura adicional aparte del agua. Le parecía increíble que se hubiera calentado tanto con aquello. El nunca había tenido una novia, por lo que el recuerdo de cómo manoseaba aquel tipo sus intimidades por primera vez en su vida, le parecía aún mas excitante.

Tardó algún tiempo en apartar ese pensamiento de su cabeza. La hora del cierre de la piscina había llegado, pero él permanecía aún sentado perdido en sus meditaciones hasta que el señor Carl, el presidente de la comunidad le sacó de golpe de su alterado estado.

-Ya es la hora Leo, buen trabajo hoy- le comentó el oso pardo acompañado por sus dos hijos de apenas once y nueve años a su vera.

El tigre asintió con una sonrisa e intentó ser amable a pesar de que no le caía demasiado bien aquella familia. Más que por culpa del señor Carl por su mujer Wendy. El señor Carl era bastante afable y simpático, pero siempre que aparecía su mujer, ésta trataba al tigre como un sirviente en lugar de un empleado.

Parecía obviar que el felino no sólo era el socorrista sino que se había criado allí muchos años antes de que ella se hubiera mudado al vecindario. La mujer de Carl sólo veía al felino de forma inferior. Simplemente le revolvía las tripas.

-Hasta mañana señor Carl. - Se despidió el gran felino para terminar los cuidados finales de la piscina, recogiendo las hojas de césped que flotaban en el agua.

Leo se marchó a su casa, y apretó el botón del ascensor cuando llegó al portal. Esperó pacientemente. Una conversación de algunos furros que abrían la cancela le puso en alerta.

-.. entonces aquel tigre salvavidas..- escuchó Leo, que propinó una mirada de confusión al grupo de jóvenes vecinos que rumoreaban acerca de si mismo. El hocico del lobo casi instantáneamente, corroborando sus sospechas.

-Perfecto...- se lamentó en voz baja mientras la puerta del ascensor se abría de par en par. Los 5 se introdujeron en un incómodo silencio dejando al tigre apoyado de espaldas contra la pared. El caballo presionó un botón del ascensor, y las puertas se cerraron, mientras el tigre maldecía su suerte por haberse topado con ellos justo en el elevador...