El Secreto de Tora: El Atormentado

Story by Mastertuki on SoFurry

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#18 of El Secreto de Tora


EL SECRETO DE TORA

Capítulo 18: El atormentado

Nota I: Para entender este capítulo es mejor que te leas los anteriores, que se listan arriba de todo.

-¿Mi padre?

De repente le vino un flashback, un fragmento de su memoria que por fin se había desprendido de la retina que lo retenía y había visto la luz. Pertenecía a aquel sueño, y se le hacía imposible de hacer suyo, pero sabía que en algún momento de su pasado él había sido ese que ahora lo estaba viendo todo. Recordó como su padre yacía ante la coneja muerta, que le miraba, que le decía que le daba asco, y se pegaba un tiro, cayendo al suelo. Ese era todo el fragmento que poseía.

//¿Bryce?

-Si, estoy aquí, estoy aquí.

//Oye, tio, yo no me pienso detener. ¿Que ocurrió exactamente con tu padre, Bryce?

-Se... Suicidó... Delante mio... Después de... Matar a la madre de Ane cuando esta apenas era una criatura.

//Vaya, por eso te tiene tanta tírria, ¿No?

-Exactamente.

//¿Recuerdas sobre que hora fue eso?

-No, tio, no. No tengo la cabeza aun para juegos, creeme. Me cuesta bastante recordar.

//¿Fue de día o de noche?

-Lizar, acabo de decirte que...

//¿¿Fue de día o de noche??

-De noche.

Sí, estaba completamente seguro. Había sido de noche. Y en ese momento, otro fragmento surgió de su mente, pero esta vez no tenía nada que ver con el sueño, si no que pertenecía a un momento completamente anterior. En ese fragmento, la situación era distinta. Se despertaba en su cama de paja, y empezaba a seguir a su padre, que había pasado por enfrente de la puerta de su habitación sin avisar. Seguía su sombra, una sombra que ahora que recordaba, se parecía muchísimo a la que vió cuando llegaron al hotel, y luego...

-Espera... Aquí hay algo que no me cuadra. ¿Que tiene que ver mi padre en todo esto?

//Ni idea. Tengo un fichero en el que sale una lista de nombres. También salen Tora, Shinke, Baka, y un sinfín mas. ¿Tu padre como se llamaba?

-No... No lo recuerdo.

//¿Como se apellida?

-No lo sé... ¡No lo sé, joder!

//¿Como te apellidas tu?

Ahí si que había acertado.

-Bryce... Qwolf... er... Sawakenin.

//Jejeje. Jonnathan Sawakenin Jr. Tiene otro nombre, también, pero ese está en japonés. ¿Que te parece?

Es verdad, ya no se acordaba. Su tercer apellido.

-¿Como sabías mi segundo apellido?

//Como tu no estabas disponible, se lo tuve que pedir a Tora. Seguro que reside en tus archivos como Dorei, así que te recomiendo que hagas algo para recuperarlos y mas tarde los elimines. El apellido de Sawakenin no debe de residir, así que cuando también te hagas un nuevo carné de identidad, dí que Tora es tu compañero para que le pongan su apellido.

-Entonces Tora quedaría como responsable mio.

//Prémio. Sí, como responsable tuyo, quedaría. Pero en la realidad responsable o no da lo mismo. No quiere decir que lleves un cartel que diga "Estoy siendo cuidado por Tora". Te joderá mucho el orgullo, pero como comprenderás, es mejor joder eso que perder la vida por segunda vez, ¿No?

-Si... Supongo que sí.

//Bien. Oye, Odayaka me ha comentado no-se-qué de un campamento. Esta tarde llevaré el escrito que me mandaron como prueba final para conseguir el título, pero he estado pensando que quizá me apunte. Así podremos conversar los dos un poco, ¿Que te parece?

Bryce no pudo dar su opinión, porque en aquel momento, empezó a escuchar el timbre que indicaba la entrada del siguiente tren en aquellos mismos instantes. Centrado, miró arriba, en busca del cartel que indicaba la entrada del siguiente, dándose cuenta que el que iba a llegar no era el suyo, por lo que le tocaría esperar un rato mas. Nuevamente, una llamada de atención de Lizar le hizo volver a la realidad, y volvió a ponerse al teléfono de nuevo.

-Oye, te tengo que dejar, ¿Vale? No sea que entre el tren, y me despiste.

//Vale, vale... Nos vemos.

-Igualmente. Cuídate.

Bryce cerró el teléfono y volvió un momento la vista hacia la muchacha, que estaba corriendo de un lado para el otro jugando al pilla-pilla con el zorro. Mala elección, pues Mioko precisamente era experto en escaquearse de cualquier situación, y viendo como se reía y se movía, le quedaba energía para un buen rato. Guardando el aparato, el simple hecho de incorporarse hizo que la muchacha se detuviera y volviera la vista hacia él, llevandose una mano a la cabeza, medio sonriente.

-Por cierto, no me he presentado. -dijo la chica. -Soy Marionette.

-Marionette... Yo soy Bryce.-Bryce se quedó pensativo un rato y volvió la vista a Mioko, que se había alejado tanto que dudaba que les pudiera oir, por lo que silbó y le obligó a que regresara. El zorro se detuvo al instante, volvió la vista, agitó las orejas, y comenzó a corretear en dirección contrária hacia ellos, todo contento. En ese mismo momento, el lobo volvió la vista a la muchacha y permaneció sério, mientras que un pensamiento triste pasaba por su cabeza. -Tu naciste en la central de los Dorei, ¿Cierto?

-Así es... ¡Ei! ¿Se nota que soy una?

-Sí. -y lo cierto es que no le hacía la mera gracia reconocerlo, pero era cierto. Ese nombre estúpido y salvaje, indicando su condición frente al resto de antropomorfos, solo se lo podían haber puesto en la central, seguramente en el momento en que nación. Recordaba bien los bruscos reglamentos que residían en aquel infernal lugar. Si un Dorei tenía un hijo, este era arrebatado. Si era híbrido, se llevaba a un orfanato, y si era humano, directamente para ellos. Cabe decir que nunca tuvieron que llevar a nadie al orfanato, porque como bien le dijo Tora en el viaje que hicieron una vea, híbridos solo habían dos: Leon... Y él. Apartó aquellos pensamientos de repente, y cerró los ojos, intentando encontrar las mejores palabras que no hundieran moralmente a la chica. -Tu ropa es la típica de ellos, no te extrañe.

-Ya. Es obligatório.

Y tan obligatorio. Como se la ocurriera sacárselo o perderlo, estaba completamente perdida. vSe llevó una mano a la cabeza mientras notaba como el zorro se subía por la espalda hasta llegar al hombro, y le tocó las orejas, haciendo que este sonriera. -Oye, dime una cosa. -le preguntó a la muchacha mientras cogía al zorro en brazos y se dedicaba a hacerle unas cuantas cosquillas, con lo cual, nuevamente, las carcajadas volvieron a escucharse. -¿Hacia donde te diriges?

-Hacia la central Dorei. -comentó la chica. En aquel momento, el tren pasó de repente, parándose, y el ruído de las ruedas chirriando provocaron una extraña reacción en el zorro. Este hizo vibrar las orejas, y espantándose, logró deshacerse de las zarpas de Bryce y esconderse en el interior de su chaqueta, completamente temblando. Bryce, al verlo tan asustado, lo recogió de nuevo ante la mirada de Marionette, y le acarició por detrás de las orejas, procurando calmarlo. El pequeñio parecía un flan en aquel estado.

-Tranquilo, pequeño... -murmuró el lobo mientras el zorro intentaba buscar un escondite o algo con la mirada.

-¿Se ha asustado? -dijo Marionette mientras las puertas de los vagones se cerraban. En aquel mismo instante, Bryce apoyó la cabeza del zorro en su pecho, cubriéndole una oreja, mientras le tapaba la otra con una zarpa. Nuevamente, volvieron a escucharse chirridos y sonidos que probablemente habrían puesto histérico al zorro, pero que el lobo ya tenía previsto que iba a ocurrir. La maquinaria comenzó a irse, y en aquel mismo instante, volvió la cabeza hacia arriba, viendo que el siguiente tren que tenía que coger de nuevo pasaría de ahí a cinco minutos.

-Yo también tengo que ir a la central. A recoger algo que me dejé. -se adelantó a decir. No podía arriesgarse a decir que era en parte humano, ya que nadie se lo creería y le tomarían por loco. La verdad es que, ahora que lo pensaba, a partir de ahora cada vez que viera un humano no se sentiría formando parte de la misma "troupe", si no que se encontraría bastante lejano. -Así que supongo que ambos vamos juntos.

-Genial. -exclamó Marionette. -¿Mioko ya se encuentra mejor?

El lobo apartó de su pecho al zorro y le miró. Sí, ciertamente ya parecía estar mas tranquilo, aunque seguía estando a la defensiva. No podía culparle por ello, al fin y al cabo, Mioko era y siempre sería un animal en parte. Y como tal, si se sentía de repente amenazado, era obvio que actuara así. Se preguntó que pasaría si un día e´l también se sintiera amenazado. ¿Perdería el control? Quien sabe.

-Creo que sí. -comentó. -Será mejor que le dejemos por un rato, a ver si poco a poco se calma y vuelve a ser el de antes.


El que seguro que estaba siendo el de antes era Tora.

Nuevamente, como felino que era, ya se había vuelto a subir a la copa de un árbol a dormir bajo los rayos de sol que se filtraban a través de las hojas. Ya le habían comentado la faena que tenía que hacer, y ciertamente, no había sido tan excesiva como se esperaba. Tenía que hacer un pequeño trabajo a partir del cual le sacarían una nota media con el que le aprobarían el primer trimestre. El resto que no le habían dicho nada simplemente tenía que aprobar los trimestres anteriores para aprovar aquel pasado.

Debajo suyo estaban Shinke y Odayaka, uno comiendo un bocata con carne en su interior, y el otro estudiando lengua inglesa. Odayaka pasaba olímpicamente de insistir con Tora para que se pusiera a estudiar, porque sabía perfectamente que era una pérdida de tiempo, así que directamente se había puesto a leer el libro de lectura para ver si conseguía comprender a la profesora. De vez en cuando paraba y observaba la pared que tenían enfrente, correspondiente a la parte trasera del colégio, pero rápidamente volvía a leer el libro. Tora, ya mas tranquilo, abrió levemente los ojos desde la gruesa rama en la que se encontraba sentado, con la espalda apoyada en el tronco, y miró hacia abajo.

-¿Que hora es?

-Las doce. -comentó Shinke mientras alzaba una zarpa y se miraba el reloj en la muñeca. -Sí, mira, he acertado. Las doce y tres. ¿Por?

-Mhhhh... Le dije a Bryce que me llamara en cuanto llegara allí, pero no lo ha hecho. -Tora se apoyó de nuevo en el tronco, y sacó el móvil del bolsillo, mirándolo con atención, como si aquello sirviera para que de repente, volviera a sonar y pudiera oir su voz de nuevo. Shinke le miró un momento, y negó con la cabeza, dedicándose otra vez a la comida

-Estas siendo demasiado obsesivo, Tora. -mencionó Odayaka de repente, sin apartar la mirada del libro. -Bryce puede apañárselas solo, no necesita constantemente tu ayuda.

-Lo sé, pero aun así...

Se guardó el aparato en el bolsillo, y volvió a mirar al cielo. Cierto era que, desde que había estado tanto tiempo con Bryce, al final se había quedado con las ganas de estar todas las veces posible, protegiendole, pero Odayaka tenía toda la razón. Ahora que podía salir a la calle sin su ayuda, no tenía porqué estar constantemente encima, y debía dejar que el lobo tuviera su propia vía de escape. En cierta forma le recordaba a la época anterior, cuando ambos se conocieron. Sin embargo, últimamente se comía mucho la cabeza respecto al tema de los tiempos.

-Por cierto, Odayaka. Tu también me insististe en ver a Bryce. -mencionó de golpe, agachando la cabeza para verle mejor. -¿Para que le querías ver? Lo digo simplemente porque así, puedo hacer que quedeis un día.

Se produjo un silencio absoluto en el cual solamente Shinke era el ignorante de todo aquello. Tora sabía perfectamente que era lo que quería preguntarle a Bryce, estaba completamente seguro que era sobre el asunto del baño. En un momento en que su novio y él hicieron el amor en la bañera de un gimnasio, descubrieron de repente a Odayaka pidiendo un acto sexual a un toro. El resultado prefirió no recordarlo, pero al final, ocurrió lo que debía ocurrir realmente: Tanto la orca como el otro hicieron el amor allí. Sin embargo, por los gemidos, sabía perfectamente que aquello solo había sido puro placer y nada mas. Pero había otra cosa que le intrigaba bastante. ¿Odayaka, homosexual? ¿Cuando? Precisamente él, que era el ligón de toda la escuela. Y no solo el ligón, si no también el cachondo de turno.

Odayaka tardó bastante en reaccionar, lo que le hizo suponer a Tora que posiblemente la orca no tenía ganas de tratar el tema en aquel mismo instante. El cetáceo removió un poco la cola, y finalmente cerró el libro. Sin alzar la vista en ningún momento, se mantuvo unos segundos callado, como si las palabras no le salieran, y al final, logró soltar, con algo de alegría.

-Es un tema personal, pero tranquilo. Ya hablaré con él cuando vayamos al campamento.

-Mhhhh... Ok. ¿Cuando és el campamento, por cierto?

-Pues mañana pasado. ¿Por?

Dioses, en aquel momento Tora sintió como si de repente el imprevisto mas grande del mundo se le viniera encima y le derrapara por completo. Saltó de la rama al suelo en tan solo un momento, haciendo que los dos pegaran un bote, y comenzó a contar con los dedos de la zarpa. Si no recordaba mal, mañana Bryce entraría en el fastidioso ciclo del cual ya le conoció una vez. Shinke observó la preocupación de Tora y se incorporó, tocándole por la espalda.

-¿Pasa algo?

-Si, se me había olvidado. -comentó Tora. -Si no recuerdo mal, en teoría los lobos entraban en celo sobre estas fechas.

Shinke tragó saliva al escuchar aquello, y se llevó la zarpa a la cabeza, completamente asustado. Odayaka no tardó en hacer lo mismo, y negando con la cabeza, al comprender lo que se refería el tigre. Bryce era imposible que recordara como lograba controlarse él en el pasado. De los dos, el lobo siempre había sido quien mejor había llevado la época, perdiendo pocas veces el control por cualquier chorrada, pero en cambio, esta vez, posiblemente le daría muy fuerte. Y si se lo llevaba de campamento, tenerlos a los dos juntos iba a ser un buen problemón. El tigre miró a Odayaka, con una mirada de cuestión, que la orca supo abistar y asentir con la cabeza al instante, sonriendo.

-Tranquilo. -le admitió al tigre. -Encontraremos la forma de que Bryce lo pase bien esté en la época que esté. -dijo. -Además, iremos nosotros solos. Le irá de maravilla para que le enseñemos autocontrol. ¿Que te parece?

No le parecía ni bien ni mal. Aun quedaban menos de veinticuatro horas para que el sistema hormonal del lobo empezara a hacer de las suyas. Encima, hacía poco que había adoptado su forma original, y no sabía si Bryce iba a tener suficiente fuerza de voluntad para aguantar los cabreos y cualquier chaladura que le viniera por la cabeza. Él mismo reconocía que estaba algo irritable en esa época (Con solo recordar la que estuvo a punto de liar en el partido, tuvo suficiente. Suerte que Bryce apareció. ) pero... ¿Y el lobo? ¿Como estaría?

-No lo sé, chicos... Lo cierto es que a Bryce no le va a hacer ninguna grácia... Ninguna.


Hola, Bryce, ¿Me oyes?

Seguro que sí.

Hace frio aquí, pero supongo que debo de tenerlo asimilado. Es cuestión de tiempo que acabe desapareciendo, ¿No es así?

Recuerdo que te ví por primera vez en el tejado del hotel. No es que fuera un sueño, fue real, pero solamente te desmayaste.

¿Lo recuerdas?

Sí, yo era ese lobo. Pero tu no eres yo, ¿Verdad? No, claro que no, somos dos personas completamente diferentes.

Empiezas a recordar, ¿No es así? Pero son mis recuerdos, no los tuyos. Tu vida es completamente diferente de la mía, lo siento mucho.

Se que esto te duele, pero el culpable fue Leon, yo no. Solo él.

Pero tengo miedo, Bryce, mucho miedo.

Tengo miedo de que Tora te esté confundiendo conmigo, y no haya sabido aprender a diferenciarnos.

Tu sabes de lo que hablo, ¿Verdad?

Al fin y al cabo, tu y yo somos diferentes.

-Bryce, despierta.

El lobo despertó de repente, aunque no sabía bien bien si era por el constante traqueteo que llevaba el tren, o simplemente porque la niña le había despertado. Quizás también podría haber sido por falta de sueño, o por una pesadilla que había tenido y que no acababa de recordar. El híbrido se lamió un poco el morro y se incorporó en su asiento, mirando un momento a la muchacha, Marionette, para mas tarde observar el entorno en el que se encontraban, y haciendo un repaso de lo que había ocurrido.

Ah, si, era cierto. Cuando llegó el tren, se habían metido en el vagón, y ambos se habían sentado en un extremo. Bryce había dejado que Mioko jugara con Marionette, viendo que ambos lo pasaban muy bien entre ellos, y se había quedado dormido al instante, seguramente por la mala noche que había pasado. El pelaje, el cuerpo, la cola, las orejas... Aun no se había acostumbrado a su nuevo cuerpo por las noches, y se pasaba prácticamente todo el rato dando vueltas hasta que Tora le abrazaba por detrás y le apretujaba contra él, de tal forma que el calor de su cuerpo le calmaba y lograba relajarlo hasta el punto en que se dormía. Pero tampoco era plan de estar pidiéndole a Tora siempre lo mismo.

Se dió cuenta de repente que Mioko no estaba, y comenzó a mirar por el entorno. ¿Donde estaba el pequeño Miosorento? ¿Que le había ocurrido? Giró la vista a Marionette, a punto de preguntarla, pero la chica pelirroja se limitó a adelantarle y a señalarle con el dedo la otra punta del vagón. Fue en ese momento cuando se dio cuenta que hacía un buen rato que estaba escuchando exclamaciones, y se giró de inmediato, observando el otro lado. Allí, una serie de personas humanas se estaban abrazando contra ellos, apartándose de un zorro que no paraba de dar vueltas y de reirse constantemente. Por unos segundos, a Bryce le dio la sensación de estar viendo la película de la Profecía: Mioko, un zorro diabólico, y la gente temiendo de no caer en el infierno. Todo un número.

-Mioko...

Se acercó con cuidado hacia el trasto del zorro, traspasando todo el vagón, y lo cogió de inmediato en brazos, tocándole la cabeza para ver si se calmaba un poco. Se lo estaba pasando tan bien, que ahora el animal había concentrado gran cantidad de energía que le era imposible de controlar, mirando para todos lados, como si estuviera buscando algo que hacer. El lobo acabó mordiendole un poco la oreja con cuidado, y este, asustado de repente, escurrió la cabeza bajo su chaqueta, quedandose completamente inmóvil. Había funcionado.

Miró un momento a la gente humana, que parecía algo mas tranquila, y se dió la vuelta sin decir absolutamente nada. Con el zorro ewn brazos, volvió a dirigirse de nuevo al asiento, y se quedó ahí, acariciando el pelaje del animal, que aun seguía algo nervioso.

-No para de moverse, ¿Eh? -dijo Marionette.

-No, lo cierto es que es todo un nervio.

-¿Que le has hecho?

-Ha mordido orejita de Mioko... -protestó el zorro, sacando la cabeza de la chaqueta. Luego miró a Bryce, y negó con la cabeza. -¡A Mioko no le gusta, que no!

-Bah, no te quejes. No te he hecho daño, solamente te he dado un toque.

-¡Pero a Mioko no le gusta! -exclamó de nuevo, agachando las orejas, y poniendo cara de malas uvas. Marionette se echó a reír y miró un momento a Bryce, de forma inquisitoria, preguntando. El lobo, al verla, sonrió en parte, y agachó las orejas acariciando las de Mioko mientras se sentaba a su lado otra vez. -Tranquila. -le dijo el híbrido a la muchacha. -Era la única forma de meterle miedo en su cuerpo.

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Tokyo. Lo que antes fue una ciudad de humanos ahora era un completo desierto. No tardó demasiado en aparecer un terreno amplio, completamente abandonado, con edificio derruidos o prácticamente destruidos en su parte. La famosa torre estaba partida en dos, y una de ellas, la de arriba, yacía en el suelo. Al otro lado del tren se veía una especie de edificio de cristal al fondo, ondulado, posiblemente lo único que quedaba con vida de aquel lugar. Y si parecía extraño que no hubiese sido recuperado todo aquel terreno, lo cierto es que moralmente la norma lo impedía. Aquella fue una de las ciudades devastadas a causa de la guerra, y solamente para derrumbar la moral de los humanos, estaba prohibido arreglar todo aquel estropicio. Para que aprendieran.

Pero si en otra época Bryce estaba sometido, ahora ese lugar le daba una rábia tremenda. Como le dijo Tora una vez, era como una forma de autocastigo que también tenían los antropomorfos. Incapaces de aceptar su existencia, la pagaban con los humanos, acusándoles de haberlos creado, de haber creado unos monstruos. Ahora, por primera vez, le vino una luz a la cabeza: Aquellos seres habían perdido su autoestima completamente, y si se metían con los humanos, era básicamente por celos. Por celos de considerarlos perfectos, y ellos no.

El tren comenzó a detenerse en una estación que solos e comprendía de un terreno de asfalto, con un cartel que indicaba la central de los Doreis, y un sol radiante que convertía aquel lugar en un desierto: Sin árboles, sin cubiertos, nada. Y de aquí a allí había un camino enorme. Bryce observó el lugar con detenimiento. A partir de la estación, el camino hasta la central era todo tierra, y esta aparecía algo ondulada, signo de que debía de estar ardiendo. Nunca había comprendido porque carajo no habían puesto un camino, al menos, o algo. Lo que fuera para que a los visitantes se les hiciera mas amena una visita. (¿Mas amena? ¿Se estaba volviendo loco?) A los bordes de estos, sin embargo, los edificios proyectaban según que sombras.

Las puertas se abrieron en cuanto el tren se detuvo, y para sorpresa de Bryce nadie se bajó. Tardó unos instantes en reaccionar hasta que finalmente observó como Marionette se levantaba y comenzaba a caminar hacia la puerta, a lo que él la siguió sin decir ni una sola palabra. La comprendía, y sabía perfectamente que aquella seriedad que mantenía en su rostro en aquel mismo instante solamente significaba el hecho de que estaba volviendo de nuevo al núcleo de una esclavitud que seguramente no acabaría nunca al no ser que alguien hiciera algo al respecto. Marionette no se detuvo ni un momento, ni siquiera cuando el tren cerró sus puertas e iniciaba de nuevo el viaje. Al final, solo habían sido ellos dos los que se habían apeado en aquella parada, nadie mas.

Nada mas bajar del asfalto, un dolor enorme hizo que Bryce se detuviera al instante. Retrocedió de inmediato, soltando un gruñido de dolor, a lo que Mioko, que se había echado en su cabeza, se asustó. Sin pensárselo dos veces, el lobo se sentó en el suelo, viendo como la chica se detenía un momento para verles, y se llevó ambas zarpas al pie derecho. Carajo, el suelo estaba ardiendo, y no podía andar por ahí de ningún modo... ¿Andar?

-Lo entiendes, ¿Verdad? -comentó Marionette, algo triste. -No se ha permitido hacer ningun camino porque así pocos antropomorfos se atreven a llegar. Solo los alados, y aun así, dudo que les interese.

Bryce miró sorprendido a la chica, y luego al camino. Su nuevo cuerpo se había convertido al mismo tiempo en la imposibilidad de poder avanzar mas allá de lo que él quería. Los antropomorfos iban descalzos por la simple razón que cada raza era un mundo, pero al mismo tiempo la humanidad que residía en aquella central había aprovechado ese detalle a su favor. Por esa misma razón pocos se pasaban por el edificio de cristal, porque en general era imposible poder ir hasta allí sin quemarse. Y aun asi, el lobo tenía que encontrar una solución, pues debía de recuperar los papeles de su identidad de una forma u otra.

Observó un momento a su alrededor, y se incorporó sobre el asfalto, sin perder detalle alguno, dejando que su cabeza improvisara lo que tuviera que improvisar. Tenía que encontrar la forma de poder llegar hasta la central sin quemarse lo menos posible, pero no sabía exactamente como hacerlo. Marionette tampoco se había movido, seguramente esperando alguna reacción por parte del lobo, como por ejemplo, hacerse atrás, cosa que no iba a ocurrir. Su orgullo le impedía retroceder en aquellos instantes, y aunque fuera quemándose, lograría llegar hasta su objetivo.

-Tu avanza, Marionette. -mencionó el híbrido de repente, con las orejas en alza. Luego la miró unos instantes, y sonrió levemente. -Tranquila, se como llegar.

La muchacha se quedó pillada unos instantes, pero mas tarde, decidió hacer caso y seguir su camino sin ni tan siquiera mirar atrás. En cuanto Bryce observó que la chica ya andaba un poco lejos, se llevó una zarpa a la cabeza, tocándole las orejas al zorrito, que se removió algo intranquilo, y mas tarde miró al frente, torciendo un poco el labio hacia arriba: No iba a perder con tanta facilidad, de eso estaba muy seguro.

Comenzó a avanzar un poco, a punto de volver a pisar el terreno, y en cuanto lo hizo, echó a correr. Lo que le sorprendió sin duda fue a la velocidad a la que empezó a trazar el camino, algo que sin duda para él se le hacía inimaginable. Se sentía libre como el viento, capaz de ir a donde quería sin cansarse muy poco, y por segunda vez, volvía a sentir la sincronización del lobo interior con él. Poco a poco empezaba a entender las palabras de Tora: Ellos estaban sometidos a sus instintos, pero él era capaz de pactar con ellos inconscientemente y usarlos a su favor. Sonrió, alegre, gritando eufórico de tener al menos algo a favor. Sin embargo, pronto volvió a sentir los quemazos, aunque mantuvo la sangre fría el suficiente tiempo para llegar hasta su objetivo.

Y su objetivo no era otro que el de las sombras de los edificios, donde se detuvo en cuanto llegó. Cogió un poco de aire, y volvió a sentarse en el suelo, dejando que la sensación de ardor se le fuera poco a poco. Mientras tanto, miró al frente, y sonrió al ver que había descubierto un fallo que nunca había tenido nadie en cuenta: La sombra que proyectaban las viejas ruinas en el suelo. Nunca se había fijado, porque hasta donde él recordaba, siempre lo había considerado un detalle menos del terreno. No obstante, ahora había sabido utilizarlo a su favor, en vez de hacerse atrás y sentirse frustrado. Con un poco de paciencia, llegaría hasta el edificio.

-¿Mioko?

-¿Chi?

El lobo sonrió al ver que el animal estaba bien, por lo que pasó de responder. Se levantó con cuidado, con algo de escozor quizás, pero sin detenerse ni un solo instante. Cogiendo aire, se preparó mentalmente, mirando el resto de las sombras, y poco a poco, decididamente... ¡¡Zas!! Volvió a trazar otra vez una corrediza en dirección a la siguiente sombra. Había perdido de vista a la muchacha, pero sabía que tarde o pronto se la encontraría por el camino, o posiblemente en la entrada. El lobo interior le obligó a centrarse, y cediendo, disfrutó del aire que removía todo su pelaje, mientras sentía la velocidad fluir por todos sus músculos. ¿Sería capaz de dejar de correr ante aquella sensación de libertad? Lo dudaba, pero esperaba tener suficiente fuerza de voluntad.

Bryce se detuvo un par de veces mas, hasta que finalmente llegó a la última sombra, prácticamente tocando el asfalto de un edificio que poco a poco se había ido irguiendo delante de él. Orgulloso de su proeza, dejó de correr y fue andando tranquilamente, mientras recordaba los momentos en los que él había entrado y salido de aquellas oficinas. Había hecho de Dorei 3 veces, contando la de Tora, claro. Y teniendo en cuenta que de tres dos de ellas habían sido con maltratos, Tora había sido una persona muy cariñosa con él, aunque en el fondo fuera porque era él. Sin embargo, se detuvo unos instantes... ¿Tora le hubiera maltratado de no haberse conocido anteriormente?

"No creo." -pensó. "Tora es demasiado bueno..."

-¡Eh, Bryce, por aquí!

El lobo giró varias veces la cabeza hasta dar con la perdona que le estaba llamando: Marionette. Saludando con la zarpa, se fue acercando poco a poco, hasta que cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Mioko se bajó de su cabeza y se fue todo contento hasta la muchacha, que lo recogió en brazos y le hizo unos cuantos mimos, estrechando su morro contra su mejilla. Sin duda, aquella escena era irrepetible, y posiblemente no la volvería a ver jamás. Mioko gruñía de satisfacción, y la chica se reía por los lametazos que le pegaba en la cara.

-Bueno... Será cuestión de entrar, ¿No?

-Supongo que sí.

Ambos volvieron la mirada al edificio de cristal, y mientras que Marionette dió un suave respiro y empezaba a avanzar con el animal en brazos, Bryce miró con algo de celosió el voluminoso espectro cuyos rayos de sol eran incapaces de atravesar tal columna. Agitó la cola un par de veces, de derecha a izquierda, con los ojos entrecerrados, y finalmente, él también se decidió a trazar unos largos caminos con su nueva forma hacia el interior de algunas de sus pesadillas que podían alcanzar los mas recientes recuerdos que podía llegar a tener.

Tras atravesar una puerta de cristal, se encontró con lo mas parecido a lo que podría ser un hospital. Unas paredes blancas, un recibidor con tres mujeres humanas vestidas de chaqueta blanca, y cantidad de otros humanos yendo de un lado para otro, era lo que se podía llamar algo así como el comité de bienvenida. Nadie parecía haberse dado cuenta de la presencia o llegada de ellos dos, algo a lo que a Bryce se le hacía tremendamente familiar y muy normal. Mientras avanzaba poco a poco, se le hizo un poco extraño no poder escuchar sus propios pasos, hasta recordar que, como antropomorfo que era, iba descalzo y por lo tanto, estaba amortiguando bastante el ruido. La muchacha iba delante suyo, con el zorro en los brazos de la chica, todo contento. Lo cierto es que hacían una mezcla un tanto peculiar.

En cuanto se acercaron al recibidor, una de las tres mujeres por fin les atendió, aunque por un momento quedó completamente contrariada al ver, detrás de Marionette, a un enorme lobo azul con una melena en la parte superior de la cabeza, y una larga coleta a su espalda. Por unos segundos Bryce no entendió el porque de la reacción tan brusca, pero finalmente, logró recordar que raramente se pasaba un antropomorfo por allí, teniendo en cuenta además que su pelaje era con un tono azulado demasiado extraño, y que allí la mayoría odiaban a esta raza. Profundamente.

Pero si los consideraban monstruos, ellos eran peores que monstruos.

-Señora... La chica le está pidiendo algo.

La mujer miró un momento a Marionette y finalmente reacciono, volviendo de nuevo su mirada al monitor, mientras la muchacha la iba diciendo algunas cosas. Incomodo por las miradas de reojo que de vez en cuando la mujer le iba soltando, el chico se dió levemente la vuelta y comenzó a contemplar los cuadros. Los recordaba, cada uno de ellos, y no le traían precisamente recuerdos buenos. De hecho, incluso le entraban ganas de salir corriendo y de no volver, pero se contuvo: Tenía que recuperar los papeles de información, y sobretodo, tenía que controlar a ese lobo interior que ya se estaba revolucionando.

En cuanto Marionette acabó de proporcionar los datos, se dió la vuelta, y le estiró del pantalón al lobo. Este giró un momento la cabeza para mirarla, y en cuanto escuchó su "Ya está", Bryce asintió con la cabeza completamente y volvió la mirada a la mujer, que se había quedado mirándolo otra vez como si fuera un fantasma o algo parecido. Dando por alto el detalle, y comprendiéndolo en el fondo, el antropomorfo empezó a rebuscar en los bolsillos de su chaqueta hasta dar con lo que necesitaba: El carnet de identidad de Tora, el papel del resguardo y el carné de identidad de Dorei. De paso, había sacado el suyo própio, y cogió todo el material y se lo tendió a la mujer.

-Quiero recuperar mis papeles.

La mujer le miró unos instantes, extrañada, y recogió todo el material, supervisando. Aquello no iba a servir demasiado, y lo sabía, pero permanecía muy pero que muy tranquilo. Marionette le observó unos instantes, algo contrariada también después de oir lo que acababa de decir Bryce, convirtiendo al híbrido en el centro de atención de todo el mundo, aunque a este no le importaba demasiado. Permaneció con la mirada fija en los papeles, una leve sonrisa en el morro, y las orejas calmadas, signo de que parecía tenerlo todo bajo control.

La mujer, después de revisar los papeles, miró al lobo y se centró en el ordenador, en busca de cierto material. Bryce dirigió la mirada hacia su sonrisa, donde detectó cierta irónia, y aquello le hizo sonreír en profundidad, de tal forma que su animal interior luchaba por rugir de euforia, algo que no iba a permitir el híbrido ni de coña. La mujer continuó revisando la base de datos, y de pronto, la sonrisa se transformó en una ligera mueca que no pudo evitar una exclamación de sorpresa, obligandola a permanecer con la mirada enganchada en la pantalla durante unos instantes. Después de un gran esfuerzo, volvió la vista al lobo, y se llevó una mano a la boca, sorprendida.

-Me llamo Bryce.

Ya solo faltó aquello para que la mujer diera un bote y permaneciera quieta unos segundos, asustada. Inmediatamente, sin decir media palabra, recogió todos los papeles y se incorporó ipso facto, echando a correr en dirección hacia el pasillo de la izquierda. Bryce estuvo a punto de soltar una sonora carcajada, pero decidió evitarlo llevándose una zarpa al morro y sonriendo para sus adentros. Sabía cual iba a ser la reacción: Primero de chulería y luego, en el momento en que revisaran los datos, de sorpresa. Volvió la cabeza y se encontró con Marionette, que permanecía algo sorprendida también, seguramente porque al igual que la mujer, había encajado mal la revelación.

-Eres... ¿Un Dorei?

-Era. -comentó el lobo. -Es algo difícil de explicar, créeme, y no te gustaría saberlo...

No, ni mucho menos. Debía de permanecer con el secreto protegiéndolo a toda costa, sin decírselo a nadie. Si alguien descubría que era un híbrido, con lo extraño que fuera que existiera uno, seguramente correría la voz de mala manera. En el mundo solo existían dos híbridos: Leon y él, y por el momento, esa información no la tenía todo el mundo, ni siquiera en su época cuando iba a la universidad. Por esa misma razón debía protegerse a toda costa, o de lo contrario, arruinaría su vida y la de Tora de inmediato, destrozándola. Y aun así, le dolía mucho no explicárselo a Marionette.

-Marionette... ¿Y Mioko?

La chica no tardó mucho en darse cuenta a que se refería Bryce. Al mirarse a los brazos, se dio cuenta que, sin saber como, había perdido al zorro de vista. El animal seguramente se había escaqueado mientras ella estaba dando datos y su compañero mirando hacia otro lado, quizás atraído por alguna cosa que había visto por el camino, seguramente ante tanta cosa nueva que había, y ante la curiosidad que siempre existía en el animal, junto a sus ganas de correr y de jugar. Si Bryce se había quedado con él, era por lo adorable que era, y porque, no sabía cual era la razón, pero le daba la sensación que iba a necesitarle mucho de aquí a un futuro.

Empezaron a mirar por todos lados de inmediato, preguntandose que había pasado con él: Había entrado en el edificio, de eso estaba seguro, pero, ¿Se habría escapado? Era fácil que el pequeño zorro hubiera huído, al fin y al cabo, con lo pequeño que era y lo ágil que podía llegar a ser, tampoco era mucho secreto. Marionette empezó a alarmarse al saber que había perdido a la mascota del híbrido, y sin mas, empezó a alejarse un poco, en busca de los pasillos. Quizás había echado a correr y se había escondido en algún lugar, jugando a...

-¡¡¡AAAHHHHHHH!!!

-Ya le hemos encontrado. -exclamó Bryce, girando sobre sí, hacia el pasillo donde Marionette se encontraba. Ambos se miraron un momento, y admitiendo mentalmente cual podría haber sido la razón de los chillidos, echaron a correr por el largo del pasillo, ignorando los gritos de las otras dos mujeres que habían en el recibidor. En aquellos momento, lo que mas le importaba era recuperar el zorro entero, y conociendo a la gente de aquel edificio, posiblemente esas posibilidades se veían reducidas a la nada con la manía que les tenían a los antropomorfos.

Por el camino, se iba encontrado cientos de cuadros de algunas personalidades antropomorfas que se habían pasado pro ahí de vez en cuando, seguramente por respeto mas que por otra cosa. Y en una de ellas, al ver un lobo mayor, con una bufanda en el cuello, se detuvo de inmediato, a punto de resbalar. Estuvo largo rato mirando la imagen, sin entender realmente el motivo de su poderosa atracción. Era esa mirada que poseía la foto que sin duda le llamaba a sus recuerdos, nuevamente, como si hubiera una pinza que estirada de la cinta que contenía sus recuerdos y intentaba ponérselo a la vista.

Pero no entendía cual era la razón. Era un lobo, sí, con una bufanda, una camisa, y unos pantalones, aunque tenía ese toque de orgullo, un orgullo que hizo que sus instintos mas primarios le obligaran a aullar en señal de de sumisión, algo que le costó bastante deprimir. Apretó fuertemente los puños, haciéndose algo de daño para reprimirse, mientras iba a toda pastilla intentando recordar. Sabía que Mioko estaba en algún lado del edificio, perdido, quizás, pero el cuadro le llamaba tanto la atención. Y en segundos, se dió cuenta que no lograría salir de ahí hasta que no resolviera el enigma.

-Es... El Alpha...

Aquellas palabras, que ni las había pensado, le trajeron un sin fín de recuerdos nuevos. Cierto, era el alfa, sin duda. Se llamaba Gain y tenía prácticamente unos setenta años cuando lo llegó a conocer, seguramente ahora ya estaba muerto o a punto de estirar la pata. Siempre había tenido fama de ser un gruñón que constantemente se contenía para no recriminar a sus discípulos y al resto del clan, esforzándose a romper sus ideales para que su grupo sobreviviera a la realidad que empezaba a llegar. Pero el hecho de ser un híbrido había comportado que Gain siempre estuviera reclamándole constantemente, jugando con él de vez en cuando y enseñandole algunas de las cosas mas básicas que todo lobo debía saber. Nunca se había llevado con Jonathan, su padre, pero en cambio, le encantaba tener al hijo de este a su lado, quizás porque lo veía como el futuro mas prometedor para su raza.

Gain era de los que habían decidido romper con las reglas. A sabiendas de que a pesar de estar mas evolucionados que los tigres, se habían estancado, había decidido dar unos cuantos pasos mas, aceptando la gran mayoría de los suyos, y enfrentándose con una minoría realmente conservadora. Su nacimiento, fruto de una loba y de un humano que en su otra vida había sido un Dorei, había sido una gran luz que aceleró todo un proceso hasta que finalmente acabaron aceptando la mayor parte de la realidad. Posiblemente nunca llegarían a la tecnología, pero su clan estaba muchísimo mas abierto que entonces.

-Gain...

-¡Bryce!

La llamada de su nombre le trajo de vuelta a la realidad, pero aquellos recuerdos ya permanecieron otra vez en su mente, aunque de una forma mucho mas extraña que como el lobo no pensaba que iba a tener. Sin embargo, decidido a que el cuadro ya no iba a aportarle mas, y contento de haber recuperado parte de su vida, volvió la vista a la izquierda, donde Marionette señalaba en una puerta y luego se introducía en su interior. Comenzó a correr para alcanzarla, fijándose perfectamente en el cartel que había encima de la puerta: Sala de Espera, y se temió lo peor. Y si...

-¡¡Mioko está contento!!

-¡¡Sal, bicho, sal!!

-¡¡Devuélveme el gorro!!

Lo típico de Mioko.

No sabía para que se había preocupado tanto, si el Miosorento se lo estaba pasando bomba. Desbordando media sala de espera, todos los que estaban allí en busca de un Dorei estaban o bien subidos a lo alto de una silla, o bien metidos en un rincón, mientras el zorro iba corriendo de un lado a otro: Saltaba a la cabeza de uno, y luego metía el hocico en el bolso de la otra. Rebuscaba en la camiseta de un tercero y así, llegaba hasta incluso coger gorros ajenos, saltar al suelo, y provocar a ver si intentaban cogerle. Mientras ellos se preocupaban por él, el tio se había puesto las botas divirtiendose.

Bryce lanzó un pequeño rugido que alertó a los humanos, los cuales volvieron la vista hacia él, pero también alertó al zorro, que pronto soltó el gorro que tenía en la boca y se quedó parado al ver como Bryce permanecía completamente sério y muy, muy enfadado, con una mirada poco antes vista en él, destilando ira y sobretodo, rango por encima del Miosorento, que agachó las orejas en señal de submisión, y dió por concluido el juego. Marionette los miró a ambos y finalmente, le llamó por debajo, dejando que el animal poco a poco se la acercara, y saltara a sus brazos, muy arrepentido.

En el fondo, el híbrido no estaba enfadado. Miró al zorro unos instantes y le rascó por detrás de las orejas, intentando animarle y demostrarle así el perdón que le otorgaba. Comprendía en cierto modo al pobre pequeño, siempre tan energético y con ganas de explorar, pero también era cierto que debía de educarle un poco para que cuando creciera, no fuera tan maleducado. En cierta forma no sabía si su pequeña cabeza llegaría a comprender lo que Bryce estaba intentando demostrarle, y eso sin duda iba a complicar las cosas. Amaestrarle bien iba a ser una faenada para algo tan movidito como lo era el pequeño animal. Lo recogió en brazos, a pesar de que este seguía asustado, y miró a Marionette, haciendo una señal con la cabeza.

-Vamos.

Miró un momento la sala de Espera, y finalmente, volvió a darse la vuelta, pasando de todo, mientras acariciaba la cabeza del pequeño sinvergüenza. Sin embargo, este no parecía dejar de estar asustado, lo que alarmaba en cierta forma al lobo: Quizás lo había asustado mucho, quizás el hecho de perder el control en ese momento al lanzar el rugido había alarmado el instinto de supervivencia del zorro. Fuera como fuera, parecía no estar demasiado contento con su acto, pero tampoco es que hubiera tenido demasiado remedio.

-¿Porqué te has parado? -el comentario de Marionette sirvió para romper el hielo al asunto. -¿Que te ha ocurrido?

-Oh, bueno... De repente me ha dado la sensación que... Bueno... En fin, déjalo estar. -dijo Bryce al final, en voz baja. Marionette le miró de nuevo unos instantes, y finalmente acabó aceptando esa respuesta como válida, a pesar de que en el interior sabía que había algo que le parecía extraño en el lobo. Meditó un poco al respecto: Era amable, algo rebelde, y realmente bastante inteligente. No es que los antropomorfos no lo fueran, pero en ningún momento aquel parecía haberse dejado llevar por sus instintos, ni siquiera parecía haberla rechazado. Y de paso, (Ya que estábamos) la había defendido anteriormente. Miró con los ojos entrecerrados al lobo, mientras este mantenía la mirada perdida en el horizonte.

No tardaron en volver a la entrada, donde la mujer de antes, la que se había espantado, parecía estar buscándoles. En cuanto les vió, pegó de nuevo un bote al encontrarse a Bryce, el cual ya no estaba muy dispuesto a tolerar un tercero, de eso estaba muy claro. Vale, su presencia daba bastante miedo entre los humanos, pero tanto susto empezaba ya a acabar con su paciencia. Si de verdad estaba pensando esa mujer que iba a comérsela viva o algo parecido, a este paso tampoco tardaría demasiado si le provocaba de verdad.

-¿Nos estaba buscando?

Era una pregunta muy estúpida, de eso estaba completamente seguro, pero era mejor preguntar que nada. La mujer les miró unos instantes, y sus ojos se posaron en el zorro que por lo visto, antes no había observado, lo que remarcaba la teoría de la escapatoria mencionada anteriormente, por la forma que lo miraba. Bryce negó levemente con la cabeza y agitó un poco al animal, el cual se agarró con las zarpas en el brazo de Bryce, asustado por el movimiento que hizo reaccionar de nuevo a la mujer asustada. En otra situación, lo hubiera usado a su favor, como por ejemplo para sonsacarla información, pero en aquel instante no servía de nada, así que simplemente se aproximó un poco, y se puso serio.

-Eh... Si... El Jefe... Está ahí. -dijo la mujer, señalando a su espalda. -Cuando quiera... Es...

-Carlos. -Bryce cedió al zorro a la muchacha, y asintió levemente con la cabeza. -No se preocupe, conozco el camino.

Sin mas, comenzó a caminar, pasando por al lado de la mujer aposta, para contemplar su reacción. Esta sin duda tuvo un pequeño repelús, pero permaneció recta y sin moverse, tal como indicaba el protocolo a seguir. Al lobo se le escapó una leve risa, que sin duda indicó que lo estaba haciendo a propósito, pero le daba exactamente lo mismo si le descubrían o no. Tampoco es que pudieran hacer demasiado con él y no tenía ganas de detenerse apenas en aquel mismo momento. De repente, tenía muchas ganas de divertirse con otra persona: Un ser humano, aquel que constantemente le había hecho la vida imposible y le había amansado hasta el punto en que Tora logró sacarlo del abismo en que se había metido: Carlos.

Carlos, el jefe. En cuanto logró despertar, no recordaba nada, pero el jefe le lavó el cerebro de ideas estúpidas que no tardaron demasiado en someterlo y en convertirlo en un corderito mas de la humanidad, en un Dorei. Durante el leve entrenamiento, no dejó de pegarlo y de llenarle de marcas todo el cuerpo, un cuerpo que Tora seguramente vio y por eso quiso protegerlo aun mas. Un cuerpo que había sufrido todo tipo de maltratos, pero con el que había luchado toda una eternidad, y seguiría, para conseguir su propósito. Solo de recordar lo que sufrió con el jefe le bullía la sangre, pero ahora estaba allí no solo para recuperar papeles, si no para... Devolverle un pequeño "favor" a un cabrón de turno.

Torció una esquina y se introdujo en un pequeño pasillo concentrado de varias puertas con diferentes servicios que seguramente, a estas horas, debían de estar poco disponibles. La sensación de claustrofobia era tal que le entraban ganas de salir, pero no iba a hacerlo sin resolver cuentas. Cada paso que daba hacia la puerta central rojiza era un momento clave en el que su animal interior se retorcía con ganas de salir a matar, para hacer pagar todo aquello que llegó a sufrir. Bryce pedía calma a su mente, calma a su cuerpo, demostrar la máxima tranquilidad posible. La venganza se servía en un plato frío, no en un baño de sangre, e iba a acometer una atrocidad increíble, pero lo iba a hacer. Iba a ser retorcido.

Fue llegar al pomo, y abrirlo con absoluta calma, empujando levemente para encontrarse lo que ya sabía que había: Una habitación oscura, con pocas luces. En un lado había una estantería retocada con el alfabeto de la A a la Z, mientras que en el fondo había una especie de nevera, seguramente con la cerveza que Carlos se tomaba cada dos por tres, sobretodo en los momentos en que habló con él, escupiéndole a veces sin que pudiera protestar. En cuanto la abrió del todo, se encontró como se temía, con la mesa central, y al otro lado, la silla volteada, ocultando a Carlos, como siempre. El retorcido escondido, seguramente la mujer ya le había avisado.

-Coge los papeles y márchate, no te quiero ver. -dijo con su voz ronca. El lobo sonrió levemente y en vez de hacerle caso, entró en la habitación con mucho cuidado, sin hacer apenas ruido. Se sentó en la silla, y se acomodó poco a poco en ella, calmando su mente, sin apartar ni un momento la mirada de la silla. Solamente había que tener un poco de paciencia, un poco de calma. Pronto se daría la vuelta al escuchar un silencio absoluto en la sala. Cerró la puerta de repente, y volvió de nuevo a acomodarse, a la espera de que el jefe se diera la vuelta. De reojo podía ver la carpeta con los papeles dentro, pero en aquellos instantes era lo que menos le preocupaba.

Y no falló: En cuanto Carlos se giró, se vio a un hombre calvo, con un bigote amplio y blanco, y una mirada serena. El hombre se quedó de piedra al verle, y no supo ni siquiera reaccionar, haciendo que su garganta se retorciera, signo de que había tragado saliva. Bryce sonrió un poco mas y se cruzó de brazos, mirando el resto de la habitación, con cuidado.

-No se porqué, pero tengo la ligera sensación de que tu rostro me informa que ya te lo esperabas. ¿Cierto? De otra forma... Te habrías matado en comprobar si la recepcionista no se había vuelto loca.

Nuevamente retorcido, nuevamente psicólogo. El truco de Bryce siempre había sido ese: Conocer la psicología de su adversario. Lograba animar a Tora porque le conocía de siempre, y porque sabía como era y por lo tanto, que debía hacer para que nunca se hundiera. Y esa misma arma iba a utilizarla ahora con Carlos. Este tragó de nueva saliva, sin saber realmente que hacer. El lobo se incorporó con cuidado, en silencio, y con una leve sonrisa en la boca, sin apartar la mirada del jefe...

Para al final levantar la mesa por los aires y tumbarla, de tal forma que entre ellos dos ya no había ningún obstáculo.

-Es increíble, lo valiente que eras antes conmigo y lo cobarde que te has vuelto ahora. -Bryce continuaba con su sonrisa, como si lo de la mesa no le hubiera supuesto ningún esfuerzo, o lo mas normal del mundo. Introdujo las zarpas en la chaqueta, y volvió a volcar la mirada en el jefe. -Vamos, dí la verdad, Carlos, siempre has odiado a los antropomorfos. Y has intentando convertir esto en una cárcel en la que nadie puede entrar, solamente los humanos. ¿Porqué crees que lo sé? ¡No estarías tan asustado entonces.!

Avanzó de inmediato, lo que provocó que Carlos se levantara entonces, algo que le favoreció sin duda al lobo, el cual lo agarró por la camisa y lo fué empujado hasta estamparlo contra la pared. Allí lo agarró por el cuello con una zarpa, obligando a que le mirada a esos ojos de animal azulados que tanto terror esparcían ahora. Carlos se sujetó a la zarpa, intentando zafarse, pero el híbrido no le dejó. Acercó su morro a su oído, y con un cruel tono, murmuró:

-¿Sabes? Ahora no tengo tiempo contigo. No, Carlos, es una lástima, ¿Verdad? Oh, si, no lo niegues... Pero tranquilo... Cuando acabe con mi faena, quizás dentro de un mes o dos, volveré. Sí, volveré, Carlos, y entonces te sacaré las tripas, poco a poco, y me deleitaré con la sangre de tu cuerpo. Raramente me satisfago con una cacería, no como a mis compañeros, pero... Contigo lo haré... ¿Y sabes porqué? Oh, y tanto que lo sabes, porque te odio. Pero pagarás por la tortura en la que me metiste... Y empezarás... ¡Así!

Alzó la cabeza lanzando un gruñido, y de repente, ambas mandíbulas se clavaron en el hombro derecho dle hombre, haciendo que este gritara del dolor. En ese mismo instante, la sangre fluyó por la lengua del lobo, que al notarla sintió como estaba a punto de perder el control por el deleite que sentía. Se detuvo, por eso, dejandole de morder, y se lamió el morro, mientras veía como las lágrimas corrían por el rostro del hombre. De un hombre que le había marcado completamente la vida. Sus continuas broncas, las bofetadas y puñetazos, los latigazos, incluso los cortes que llegó a sentir a veces en todo el cuerpo no tenían perdón.

-Pero tengo una idea mejor... Si... ¿Sabes? No creo que cumpla mi venganza con violencia. No es mi método, y no soy un cabrón... Pero vas a perder tu puesto de trabajo, Carlos. No pienso tolerar que sigas jugando con la gente, así que... Creeme... Después de que TU me enviaras a aquellos dos hombres para que me trajeran de vuelta de la forma mas violenta posible, te puedo asegurar que... Bueno... Compilaré mis estudios... Y entonces tendré todos los puntos para acceder a tu puesto de trabajo. Oh, y tanto. Tranquilo, para entonces habrás abandonado... Porque abandonarás el puesto... ¿Verdad?

-Si...

Bryce le soltó de inmediato, de tal forma que el hombre se cayó al suelo de espaldas, llevandose la mano al hombro. Sin embargo, aquella escena apenas le dió pena. Tuvo consideración, no obstante, que se le había ido la mano. Había ido solo para hablar, pero había pasado a las manos demasiado deprisa, lo que implicaba que a pesar del auto control, tenía que ir con cuidado, no tanto como Tora, pero si con la consideración de que era un antropomorfo y como tal, también tenía sus instintos. Se giró hacia la mesa, cogiéndola con cuidado, y colocandola en su sitio, de tal forma que la carpeta de estudios se deslizó suavemente hasta el suelo. La agarró con cuidado, y la observó.

Tal como se temía, en la hoja estaba escrito: Humano Híbrido. En las hojas siguientes, había unas cuantas pruebas sanguíneas que lo testificaban, y estaba firmado por dos personas que conocía demasiado: Laura y Damaru. Sin duda, aquello era digno de investigación, pero por hoy, ya había hecho suficiente. Cerró la carpeta con mucho cuidado, y comenzó a avanzar por encima del estropicio, escuchando de fondo los gemidos de un hombre que por fin, había pagado por los continuos maltratos. Un hombre que no volvería a ver en la vida y que por fin, se convertía en un obstáculo menos en su vida.

Atravesó la puerta con cuidado y la cerró tras él, colocándose bien la chaqueta. Comenzó a avanzar por el pasillo con absoluta tranquilidad y avanzó hasta llegar a la entrada, donde se encontraba Marionette con el zorro en los brazos, jugando con ella. Parecía que el animal había perdido el miedo y ya volvía a las andadas. Con una sonrisa en el morro, avanzó cuidadosamente hasta ellos, y se sentó a su lado, con la carpeta entre los dos brazos, mirándolos con cuidado. Aunque le habían visto, seguían jugando como si nada, algo que apreciaba de aquel par.

Y se preguntaba si eso era posible con un antropomorfo normal y un humano, en un mundo en que el prácticamente la humanidad casi estaba acabada. Pero sabía que a pesar de las discórdias, existía una leve esperanza. Por ejemplo, si cambiaban el reglamento de los Doreis e impedían el maltrato a estos, quizás aprendían a apreciarlos un poco. El trabajo era muy dificil, pero había que hacer bastantes cambios, y los primeros no eran los gobiernos, el primer paso lo debían dar los mismos antropomorfos. ¿Pero como, si todos ellos estaban empeñados en que la humanidad era la culpable de sus problemas? Quizás si al final revelaba su existencia al mundo, podía demostrar que si existía un híbrido es que también existía una relación humano-antro anterior. Sin embargo, el problema existía en su padre. Seguía siendo tachado de asesino, y eso no podía negarlo. Sin embargo, le daba la ligera sensación que tras todo aquello, se ocultaba algo mas, algo por descubrir. Quizás lo de su padre tampoco era tan claro.

Mioko empezó a reír, y de repente, Marionette también. No tardó en ponerse a reír él también, lo que sin duda hizo que las tres recepcionistas se espantaran. Pero daba igual: Si tanto la chica como el zorro estaban a gusto con él, es que existía la posibilidad de que todo se arreglara.

Se encargaría de ello.

Y este es el segundo capítulo que encajaría con el primero anterior.

Os preguntareis porque lo he partido. Bien, al escribirlo, ciertamente se estaba haciendo tan largo que ni siquiera me estaba dando cuenta, así que cuando lo revisé, comprendí que se me había ido la mano y que haceros leer un texto enorme quizás era demasiado. Por eso, decidí partirlo en dos, y de esta forma hacer la lectura mas amena.

Pues de un golpe, y después de un mes de espera, dos capítulos seguidos. Espero que os hayan gustado y ya sabeis, cualquier comentarios podéis dejarlo aquí o enviándome un mail a [[email protected]](%5C) ¡¡Cualquier crítica será bien recibida!!

Este espacio se ha quedado un poco abandonado, así que lo aprovecharé para decir a todos aquellos que esperáis un poco de yiff después de tanto tiempo que no habrá que esperar mucho mas porque en el próximo vuelvo a las andadas, así que Tora y Bryce quizás tengan una nueva "aventura"

Y si habéis leído hasta aquí, gracias por vuestra paciencia.

Darkness.