El Secreto de Tora: Los que Permanecen

Story by Mastertuki on SoFurry

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#17 of El Secreto de Tora


EL SECRETO DE TORA

Capítulo 17: Los que permanecen

Nota I: Para entender este capítulo es mejor que te leas los anteriores, que se listan arriba de todo.

-¡Vamos, Tora, despierta! ¡Vas a llegar tarde!

Un golpe en todo el morro hizo que el tigre se desvelara de inmediato, sacándole del dulce sueño que tenía, y llevándose una zarpa a la cara para quitarse algo blanco y bastante suave: Una almohada. En cuanto abrió los ojos, la luz del sol le entró por las pupilas rasgadas, y Tora se cubrió los ojos ante la molestia. No tardo de repente en escuchar el sonido de su despertador sonando otra vez, incordiando de nuevo, y finalmente, a Bryce otra vez refunfuñando. Carajo, ¿Es que todo ha de ir igual el primer día?

En cuanto abrió los ojos, se quedó completamente de piedra, como si su cerebro se negara a encajar lo que estaba viendo de lo que ya sabía. Ante sus ojos, y delante de un armario, sacando ropa para que se vistiera, había alguien conocido: Un lobo, con con un pelaje de un tono azul oscuro que cambiaba de color dependiendo de la luz del sol sobre él, y bastante alto. Con el pelo de la cabeza dirigido hacia la izquierda (Y cubriéndole una oreja) y una larga coleta, el lobo dirigió su rostro hacia él: ¡¡Dioses!! ¡¡Aquellos ojos azules le tenían completamente cautivado!! La camiseta blanca marcaba bien la musculatura, si bien era bastante mas delgado que Tora, y los pantalones anchos y cortos, sencillos, de un tono verde oscuro (Aunque a Bryce tanto le daba, en tema colores lo veía todo fatal), permitían, por una apertura de detrás, que agitara la cola de ambas bandas. Eso era otra de las cosas mas extrañas de Bryce: Su cola tenía una banda con el mismo color de su pelaje, y la inferior, con un color azul mucho mas claro, que no cambiaba con la luz del sol.

Y en ese momento se acordó de que hacía ya una semana que Bryce había adoptado la forma lobuna completa. El hecho de estar dormido le acababa de jugar una mala pasada, aunque se despejó con el siguiente grito de Bryce.

-¡¡Venga, que la universidad no espera!! -contestó el lobo. -Mira que eres dormilón.

-¡Mierda!

Tora se sentó de inmediato, llevándose una zarpa a la cabeza, sintiéndose algo mareado, y en cuanto logró estabilizarse se levantó. Su cola golpeó el despertador, que cayó al suelo y se rompió estrepitosamente, de tal forma que el cristal quedó hecho añicos.

-Tora, te acabas de cargar el despertador de una forma nunca antes vista. -contestó Bryce mientras cerraba el armario. Increíble, pasaban los años, y ahora estaba allí, delante de él...

Aunque el proceso de rehabilitación tendría que haber durado semanas, para Bryce solo habían sido 6 días. Día y noche, se había puesto duro para recuperar los movimientos, haciendo frente a su lado animal para calmarlo, y entrenándose duro. En definitiva, que por alguna razón, el lobo se había recuperado de una forma increíblemente rápida. Los motivos, nadie los conocía.

Sin embargo, no todo habían sido buenas noticias. El hermanastro de Ane ya le había avisado a Tora que Bryce podría presentar irritable, y aquello lo estaba teniendo en cuenta desde hacía muchísimo tiempo.

Bryce comenzó a recoger los cristales mientras el tigre comenzaba a vestirse, algo que no le molestaba en absoluto hacer delante de su novio: Total, ya se tenían bastante vistos.

-Te he hecho el desayuno, lo tienes abajo. -le comentó Bryce.

-Vaya... Llegamos ayer del hospital, y te has levantado energético.

-No-sabes-tu-las-ganas-que-tenía-de-moverme. -se incorporó y se dirigió a Bryce, lamiéndole levemente la oreja, y sonriendo un poco. -Le he cogido un asco tremendo a las camillas. Nunca más, en serio, nunca más.

-¡Nunca digas nunca!

Pero no creyó que le oyera, pues en ese momento, el lobo ya había empezado a bajar las escaleras. Continuó vistiéndose, y mas tarde cogió el pijama, guardándolo en un mueble. Con rapidez, hizo la cama, y por un momento, se detuvo a posar la zarpa en la almohada que había usado Bryce: Había sido la primera noche que realmente habían dormido juntos desde aquella vez. La primera de todas.

La primera de todas con su forma real, claro.

Se dirigió rápidamente a la cocina, aunque por el camino, se topó con alguien que no se esperaba y que por un momento, le puso los pelos de punta (Literalmente): Mioko. El pequeño zorro ya le había saltado encima en el cuerpo, y le había tirado hacia atrás, cayendo al suelo de espaldas.

-¡¡Mioko ya está aquí!!

-¡¡Maldito zorro del diablo!! -Tora intentó sacárselo de encima, pero en cuanto lo hizo, este empezó a correr alrededor suyo. -¡¡Dios!! ¡¡Me pone histérico!! -dijo mientras intentaba salir de su radio y andar un poco. Sin embargo, no le fue fácil, porque el animal no dejaba de correr alrededor de él todo contento. Al final, Bryce tuvo que aparecer y cogerle en brazos, lo que provocó que el animal no dejara de lamerle en todo el rostro constantemente.

-Vale, Mioko, para. -dijo Bryce riendo. Era una risa seca, quizás incluso daría miedo de lo profundo que era. Pero aun así Tora ya estaba acostumbrado. Acostumbrado, a pesar de que su imagen se asemejaba al que conoció en su momento y al mismo tiempo no se asemejaba tanto. Quizá con el tiempo, había cambiado, no lo sabía. El híbrido cogió al pequeño y lo depositó encima de la pica de la cocina, donde empezó a husmear todo lo que se encontraba.

-Madre mía, si que está inquieto hoy. -contestó Tora mientras se acercaba a la mesa. Allá, su novio le había preparado el bol de cereales con leche, y el almuerzo. A pesar de todo lo que había ocurrido, seguía teniendo esa venada de Dorei que podía con él, por lo visto. -Vaya... Gracias, Bryce.

-No hay de qué. Anda. Cómetelo, que llegaras tarde a la universidad.

Tora miró un momento a su novio, y finalmente obedeció, mientras observaba como este cogió a Mioko con un brazo e iba a buscar comida para él por los muebles. A medida que Bryce se había ido recuperando, Tora había intentado llenar un poco la despensa. El dinero había salido de los millones que ganó en su momento por cada partido de baloncesto retransmitido por televisión. Mioko se puso contento al ver que el lobo le estaba dejando en un plato unas cuantas lonchas de queso, y empezó a comérselas ávidamente, con lo cual, no hubo zorro durante un buen tiempo.

-Vaya, no me acordaba. -exclamó de repente el tigre. Con la boca llena de cereales aun, se fue hasta el cajón del mueble de la entrada y extrajo un paquete, que le entregó a Bryce, el cual se quedó sorprendido y sin palabras.

-¿Que es?

-Un móvil. Estoy harto de que ocurran cosas y ser el último en enterarme. -comentó. -La agenda ya está lista. He puesto los teléfonos... -cogió el bol, comiendo un poco mas de cereales, y prosiguió. -... de Odayaka y Shinke, además del mio. ¡Ah! Y también el de Lizar. Mientras estabas en la camilla insistió varias veces para hablar contigo, pero no le dejé.

-Vaya...

-Si. Te recomendaría que no estuvieras encerrado en casa. -comentó el tigre, acabando de comer los cereales, y depositándolos en la pica. -Por lo que dentro de la caja hay algo que también es tuyo y que te servirá para que hoy por lo menos te des una vuelta, quédatelo.

El lobo miró un momento a Tora y más tarde la caja. La abrió, sacando el móvil, la funda, y la correa, y accedió a algo que no se acordaba desde hacía mucho tiempo: Era un carné verde, con su foto de cuando era humano y el número de registro al lado, con un logotipo en relieve muy brillante. El carné de acceso a los archivos del Dorei.

Bryce lo miró un momento, compasivo, y mas tarde sonrió contento, asintiendo con la cabeza.

-Ve hoy a buscar los papeles para los estudios, ¿Vale? -comentó Tora. -Universidad solo hay una en esta ciudad, pero el pueblo de al lado tiene otra, así que siempre podemos matricularte allí, y hacer el intercambio de papeles...

-... Y Leon no podrá oponerse porque es algo que está obligado por ley, aunque a él la ley le trae sin cuidado. Gracias. -comentó. -Quizás vaya a ver a Shinke. Aun tengo que darle las gracias por cuidar de esta cosa tan mona. -contestó mientras se agachaba para acariciar por detrás de las orejas de Mioko. -Increíble, pero ya sois dos los que toleráis la presencia de Mioko... Ups no. Ahora que lo pienso, Shinke estará en la universidad, igual que tu... Bueno, ya haré algo, no te preocupes.

Era cierto. Con solo pensar que era la mascota de Bryce, ambos, tanto él como Shinke, habían echado hacia atrás sus ascos con tal de tolerarlo. De no haber sido por él, seguramente le habría hecho trocitos sin ninguna compasión, pero ahora que lo pensaba, hubiera resultado incluso incapaz de hacer semejante burrada.

-Tora... La uni.

-¡Ostia, es cierto! -se limpió cuanto antes el morro con una servilleta de papel, e inmediatamente corrió a Bryce a darle un increíble morreo. El lobo se quedó completamente pillado durante el primer segundo, y mas tarde, le respondió al beso con igual ímpetu.

-Tora... Vas a... Llegar tarde...

El tigre se separó un momento y miró al lobo, llevándose una zarpa a la nuca. Lo cierto es que si fuera por él, no se iría nunca, pero había faltado demasiado tiempo durante la estancia en el clan, y si faltaba mas, tendría que recuperar el doble de asignaturas, lo cual no se podía permitir en ningún momento.

Haciéndose el fuerte, Tora se marchó de inmediato corriendo, y Bryce se quedó quieto, esperando a que se escuchara la puerta de la entrada abrirse y cerrarse. Cuando lo hizo, giró un momento la cabeza, para ver que no le había engañado, y mas tarde, cogió el móvil, mirándolo con atención.

-¡Mioko acabó!

El lobo observó un momento al zorro, y sonrió tiernamente, cogiendo el plato del suelo, y poniéndolo en la pica. Mas tarde, cogió al zorro, y se lo llevó consigo por las escaleras hasta que llegó a la cama de matrimonio, en el dormitorio, donde se echó de espaldas, y mirando al techo. El zorro se removió un poco, y se sentó encima de su estómago, enrollándose en si mismo.

"Ir a buscar mis estudios de Dorei... Ahora que lo pienso... ¿Cuanto tiempo ha pasado desde entonces? Ahora soy libre, pero aun así... "

Se quedó un rato observando el móvil, algo pensativo, recordando aquella fatídica época, donde por ser un humano, le habían maltratado constantemente, tanto la gente que le había contratado, como la que residía en el interior de la central. Ir a buscar los estudios era enfrentarse cara a cara con el jefe: Carlos. El humano Carlos.

De repente le vino a la memoria la famosa llamada que le avisó de aquella habitación que había en la habitación del hotel. Nunca llegó a averiguar la existencia de la llamada, y mucho menos, que era lo que contenía aquella habitación. ¿Porqué le dijeron que su vida dependía de el? ¿Quizá si lo hubiera abierto antes, no hubiera ocurrido lo que pasó?

"Un día de estos se lo preguntaré a Tora. Pero ahora hay cosas más importantes que hacer. Tengo que llamar a Lizar también... Ufff... Mhhhh... Le llamaré en la estación luego, a ver que me dice."

-Mioko... Estaba pensando... ¿Quieres salir a la calle un rato? -preguntó el lobo. El zorro agitó las orejas puntiagudas, y alzó la cabeza, mirando a Bryce. -Me voy a un lugar muy lejos, ¿Te apuntas?

-¡¡Si!! ¡¡Mioko quiere, que si!!

-Pues hecho. Vamos a darte un baaañooo... Y luego, iremos de paseo.

¿Que cara pondría cuando Carlos descubriera los hechos? Lo que si estaba claro es que siempre había sospechado de que el jefe sabía algo de él que el propio lobo no sabía. El hecho de que era un híbrido, y por lo tanto, el hecho de que lo tratara tan mal. No iba a vengarse violentamente, eso si que no, pero si tenía un móvil, quizás tenía mas pruebas para hacerlo legalmente.

Cogió un momento el aparato, y revisó los menús. Entre ellos, como se esperaba, había uno de grabación de voz instantánea, una virguería.

"Perfecto. Vamos a ver como se encuentra el viejo de Carlos."

-¿Bryce?

Vaya, no había tenido en cuenta a él.

El lobo se volvió un momento hacia la puerta, donde pudo ver a un lobo con el pelaje marrón y completamente despeinado, prácticamente medio dormido, y en definitiva, con todas las características que sin duda indicaban que se acababa de levantar, probablemente por todos los comentarios que habían habido entre el tigre y él.

-Perdona, Uros, te hemos despertado. Sigue durmiendo si acaso, yo voy a bañar a Mioko. -comentó mientras se incorporaba y recogía a Mioko entre sus brazos. El pequeño se removió todo contento, a sabiendas de que se iba a remojar de lo lindo.

-Ah, no tranquilo... -empezó a darse la vuelta, con una zarpa en la cabeza, e inmediatamente se detuvo, volviéndose de nuevo hacia el muchacho. -Oye, ¿Te ha comentado Tora de ir a según que sitio?

-Errr... Si, ¿Por?

-Iré contigo si no te importa. Bueno, te importe o no, tendré que ir de todas formas. -bostezó un momento, y volvió otra vez como antes. -Tora me ha pedido protegerte.

Aquella noticia le dio un coraje impresionante al híbrido, que sintió como si la ira se apoderara de él. Mas que la ira, eran las ganas de decirle que "no". Tora ya estaba volviendo a coger la manía de protegerle. Cierto que los últimos hechos indicaban que Leon podía lanzarse encima de ellos en cualquier momento, pero aquello no quitaba mérito al hecho de que le regalara un móvil para que le contara cada minuto de su vida (Bueno, en realidad no le había dicho eso, pero el cabreo que llevaba no se lo quitaba nadie) y encima llevar a un guardaespaldas.

-Pues mira, Uros. -Bryce estaba a rabiar. -Te contaré un secreto. Un yogur tiene una fecha de caducidad. Por mucho que protejas ese yogur, la fecha de caducidad sigue. Y cuando llegue el día señalado, ese yogur se pudre y en consecuencia, se tira a la basura. -y ahora era cuando explicaba el paralelismo de todo aquello. -Pues bien, yo tengo una fecha de caducidad. Si el destino quiere que hoy alguien me tire por la vía y me atropelle un tren, felicidades, pero no pienso permitir que andéis detrás mío constantemente.

-Bryce, escucha no...

-No, Uros, escúchame tu a mi. Cuando era un ser humano, andaba por la calle con miedo, ¿Lo entiendes? Ahora que puedo ir por libre, no pienso tolerar que vayas detrás mío como si fueras un jodido guardaespaldas. Así que haz lo que te de la gana, pero Mioko y yo... -pasó por al lado suyo, todo decidido, en dirección al baño, y añadió. -... nos vamos S-O-L-O-S.

Uros suspiró, negando con la cabeza, y cruzándose los brazos de nuevo. Definitivamente, había olvidado completamente quien era Bryce. El lobo, el lobo rebelde que se negaba a hacer lo que otros mandaban, incluso a Tora. Y aunque le ponía de los nervios, lo cierto es que el híbrido tenía razón: No era justo.

-¡¡Haz lo que te de la gana, pero eres responsable de tus actos!! -gritó, al escuchar como se cerraba la puerta de baño, con el chico dentro. -Madre mía, santa paciencia, madre de Dios...

Mioko, ajeno a todo aquello, se lo estaba pasando bomba. Sentado en la tapa del vater, observó como el lobo abría el grifo y tapaba el agujero del baño para que el agua no se colara. El pequeño no entendía de donde salía el agua, o por donde desaparecía, pero sabía perfectamente que el híbrido siempre le bañaba con agua calentita, y con una esponja muy suave por todo su pelaje. Lo mejor de todo era cuando empezaba a chapotear el agua, empapándolo completamente, ¡Y se reía! ¡Eso es que le gustaba, fijo!

Bryce cogió aire y se calmó un poco. No estaba cabreado, pero si algo molesto por las decisiones de Tora. Lo comprendía, pero aun así quería tener su espacio ahora que podía salir sin tener miedo a nada. Algo de cachondeo traía ese tema ahora que se miraba la zarpa: Como si usara su cuerpo como escudo ni siquiera. Su mente seguía siendo la misma (Después de haber controlado todos sus instintos hasta el punto de hacerlos desaparecer casi) pero su cuerpo era diferente. Y aunque había tardado un poco en recuperarse, estaba contento. Ahora era el semilobo que fue en otra época. Que fue en otra vida.

Miró a Mioko, que residía concentrado mirando el agua mientras agitaba la cabeza, y se quedó pensativo. Aunque en parte era un lobo, también era un humano, y sin embargo, en aspecto era muy parecido a Uros, dejando de lado el color del pelaje, de sus ojos, y del cabello en la cabeza. Si, bueno, ya no era tan parecido, pero seguía siendo en aspecto un lobo. Y sin embargo, ¿Cual era la diferencia que había entre él y los demás?

"Tu eras el que tenía los instintos mas controlados."

¿Que era Mioko? Un Miosorento. ¿Y que era? Una especie de intermedio entre los Antropomorfos y los humanos. Un estigma para los primeros, y un recordatorio de un experimento que se les escapó de las manos para los últimos. Mioko, sin embargo, no parecía ser más que un animal que hablaba una serie de frases aprendidas de memoria y dichas en un momento determinado, porque lo que era comportarse, era muy parecido al de un zorro real.

¿Tora que era? Un tigre antropomorfo. Recordó la primera vez que salió de casa tras la llamada de Damaru, y le miró a los ojos desde la sala de megafonía, cuando su equipo se enfrentaba contra el de los osos. Recordó que estaba en celo. Y cuando hicieron por primera vez el amor, él perdió el control al final de sí mismo. Por lo tanto, convivía en cierta forma con su parte animal, que constantemente luchaba con salir y apoderarse de él. Por esa razón, lamerle las orejas, o acariciarle la nuca, eran muy satisfactorios para él.

¿Y que era él? Un híbrido. Poseía parte de humano (¿Donde?) y parte de lobo. Lo había comprobado que sus instintos casi se apoderaban de él una vez, pero tenía más fuerza que Tora, muchísima más. Aquello en la cocina, el beso aquel, podría haberle derrotado y podrían haber acabado haciendo el amor allí mismo, y él había sido capaz de cortar e incluso de tomar el control. En ese aspecto, tenía ventaja.

Pero tenía el inconveniente, al mismo tiempo, de no poseer la misma fuerza que ello. Físicamente no funcionaba igual, era más débil, y en cierta forma, comprendía a Tora por ese detalle.

-Bueno, Mioko, hora de bañarse.

-¡¡Yupiii!! ¡¡A Mioko le gusta!!

-Claro que sí. Venga, mi pequeñín. -con cuidado de no arañarle, le cogió por el estómago, y le introdujo suavemente en el agua. -¿Está calentita?

-¡Chiii!

-Bien, perfecto. -comentó Bryce. -Pues ahora, hay que lavar ese pelaje.


Tora observó un momento la entrada de la universidad, y la cantidad de antropomorfos que entraban tras haber acabado las vacaciones de navidad. Ciertamente, a él le habían servido de poco las vacaciones. No solo había tenido el doble de problemas, si no que encima había sufrido el doble. Y ahora, tenía que recuperar prácticamente lo que le quedaba de curso, por lo que se temía que iba a estar muy poco tiempo con Bryce si no quería repetir ese año, cosa que se negaba a hacer. Tenía que sacarse los estudios de alguna forma.

Allá, plantado, se sacó un papel del bolsillo y revisó un momento los créditos que probablemente le habían quedado pendientes. Realmente la filología inglesa se le estaba dando como el culo, y había bajado muchísimo desde el día en que perdió a Bryce. Tampoco podía, obviamente, pedirle ahora que le ayudara. Si se ponía más tiempo encima de él, seguramente el asunto acabaría mal.

Cuando llegaron, Bryce ya tenía más estudios que Tora. Mientras que el lobo ya sabía algunos idiomas y con ello, se pasó directamente a estudiar para químico, Tora, en cambio, decidió dedicarse a lenguas extranjeras para dedicarse a traductor. Aunque eran faenas poco compatibles entre ellas, en su época fue algo que ya habían tenido en cuenta para no permanecer tanto tiempo junto. Ahora se preguntaba si fue buena idea en su momento, pero inmediatamente negó con la cabeza: No, si fue así fue por alguna razón, no fue elegido al azar.

-Tora, ¿Te encuentras bien?

El tigre se volvió un momento a quien le estaba hablando: Shinke. El grifo, aquel compañero que siempre había acompañado a Bryce en la mitad de las asignaturas, parecía algo decaído. Seguramente en casa se había vuelto a tocar el tema de Baka, el oso, su primo, un tema que, definitivamente, Tora había decidido dar por zanjado un día en privado con él. Pero era mejor pillarle otro día con más ánimos, pues en aquellos momentos, parecía que tenía ganas de todo menos de hablar, precisamente.

-Si, si... Solo estaba viendo las que me habrían quedado...

-Ah, si, yo me fijé en ello. -comentó. Le cogió el papel, y se lo señaló con cuidado, no fuera que le arañaba el papel. .-Para compensar el número de créditos tienes que recuperar esta, esta y esta...

-Joder, filología inglesa. Tío, eso es un coñazo. -comentó el tigre. -No, si ya me la esperaba, ya, pero aun así.

-Pues ya sabes, te toca hablar con Odayaka a ver si él te puede ayudar.

La conversación finalizó ahí, pues en ese momento, el grifo observó a un compañero suyo de clase, e inmediatamente se dirigió hacía él, dejando al tigre mas solo que la una. Por un momento, le dio la sensación que allí no pintaba nada. No iba a poder recuperar esos créditos ni de coña, iba a tener que hacer horas extras y rogar a Dios que el número de horas del día se incrementara de 24 a 30. Era imposible.

Suspirando, se guardó el papel en el bolsillo, y comenzó a avanzar con la cabeza algo gacha. Para desviarse del tema, decidió repasar lo que tenía pensado con Bryce. Quizás cuando volviera le interesaría ir un rato al gimnasio, que aun no habían estrenado apenas y ahora que estaba recuperado, le iba a ir a las mil maravillas, y mientras tanto, cuando saliera de la universidad, quizás debería ir al hotel y pensar en los papeles que guardó en su momento en la habitación de los trastos. Lo cierto es que aquel puzzle de periódicos nunca le había llevado a alguna parte, pero quería tener todos los documentos a mano y continuar investigando un poco. Sin embargo, un escalofrío le recorrió el cuerpo al recordar que ahora iba a ir a contraviento, con todos los estudios, y con un novio que iba a estar un poco irritable con el tema de los recuerdos. Las cosas se le complicaban.

Y además, ahora le tenía en casa. Tendría que seguir estudiando el caso por las noches, sin que él se diera cuenta. Si el lobo descubría que durante todos esos años había estado guardando, en la habitación de los trastos, toda la información recopilada sobre el asunto del asesinato de su padre, y su posterior suicidio, no solo los gritos se iban a oir en Tókyo, si no que probablemente se iba a ir toda su relación al carajo.

Y sin embargo, ahora lo tenía mas complicado de avanzar. Aquel que sabía algo, Damaru, estaba muerto. Completamente muerto.

Tora continuó avanzando hasta llegar a la sala principal. Allá, en la pared, había colgado un panel eléctrico, en el cual aparecían bastantes nombres. Una de las costumbres que tenía la universidad era sin duda hacer competir a los alumnos entre ellos para que aparecieran en aquel ranking de puntos que se generaba para los exámenes. Normalmente solían haber bastantes grupos, así que aquello lo iban cambiando cada dos minutos o así, pero mas tarde mostraban un panel general con los diez estudiantes que más puntos habían calculado.

Al tigre se le acostumbró desde hacía tiempo la mirada al nombre de su novio en el panel general. Recordó que antes de desaparecer, el lobo había dejado el listón muy alto: 586 puntos, mientras que la mayor alcanzada aun no había superado los 352. La explicación de la nota de Bryce en general era sencilla: Siempre había sacado ochos en todos los exámenes, pero cuando le había tocado hacer química, los dieces llovían del cielo. Además, el cúmulo de exámenes extra, los trabajos, y los ejercicios, le habían dado esa nota singular que difícilmente iba a ser superable.

-¡Ei, Knight! -comentó un oso a otra cebra. -¡Fíjate, doscientos puntos mas y le alcanzas!

-Ya no, tío, me he cansado. -contestó la otra. -Es inacalzable.

-Vaya... ¡Pues lo intentaré yo! ¡Tengo que conseguirlo a toda costa!

Sin duda, la mejora de notas no era por competición, era para aparecer allí y no ser el hazmerreír del grupo. Tora no estaba en ningún, obviamente, debido al tiempo que había desaparecido, por lo que tendría que esforzarse el doble, pero sonrió en parte al oír a la gente decir que iban a superar a Bryce de cualquier forma. A pesar de su desaparición, las ganas de superarse quedaron presentes en aquella universidad para siempre.

-¿Tora?

El tigre se giró para encontrarse con la orca, que residía apoyada en una de las paredes. Odayaka, la orca, había llegado a aquel instituto después de que Bryce desapareciera. Durante un tiempo, cuando ingresó en el equipo de baloncesto, fue señalado como un "substituto" y nadie le quiso. Incluso Tora le tuvo realmente mucha manía. Pero con el tiempo, y las incidencias, poco a poco aquel par fueron haciéndose amigos, y la orca se fue consolidando en el equipo de baloncesto, que duró hasta que finalmente Shinke lo dio por disuelto.

La orca se acercó a él, con una mirada más bien cargada de pena, pero procurando no contagiárselo a Tora.

-¿Que tal ha ido todo? -le preguntó la orca al tigre.

-Bien. Aunque ahora ya me puedo poner las pilas.

-Eso me temo. -sonrió el otro. -Oye, ¿Me acompañas a clase y te pongo al día? Hay algo que te quiero comentar, y quizás le guste a Bryce y todo.

Tora asintió con la cabeza, y comenzó a seguir a Odayaka, mientras que los carteles, nuevamente volvían a cambiar otra vez los nombres. Sin duda, iba a ser difícil superar a un lobo que había desaparecido hacía ya mucho tiempo.

Los pasillos volvían a estar llenos de gente, y Tora recordaba a de repente algunos de los mejores momentos de su vida. Sin embargo, decidió patear esos recuerdos. No podía ahora estar todo el rato pensando en su novio, tenía que concentrarse en los estudios, y sin embargo, le hubiera apetecido estar unos días más de fiesta para tenerlo a su lado un poco más.

-¿Que era lo que querías comentarme?

-Ah, si. -comentó Odayaka. -Te explico: La semana que viene iremos a un campamento durante unos cuatro días. Hay gente que no va a ir, pero ya está pagado, así que tenemos que buscar compañeros. Invíta a Bryce, puede ser una buena experiencia, y así los dos estaréis desconectados de vuestros problemas.

-No se si será una buena idea. Que de repente encuentren a Bryce puede causar furor en toda la universidad.

-Eres un poco cazurro, Tora. -comentó la Orca. -Bryce va a necesitar salir por la calle. No tardará en salir los rumores, y pronto media escuela querrá averiguarlo. Antes de que lo descubran ellos, es mejor que él se muestre, ¿No es así?

El tigre miró un momento a la orca, sospechando. ¿Desde cuando Odayaka hacía esas suposiciones? Siempre andaba con cachondeo, pero ahora parecía como si de repente estuviera al tanto de todo. ¿Como era posible?

-¿Quien...?

-Lizar. -la orca al final lo confesó. -Ambos hablaron por un tiempo, y parece ser que Bryce le contó un montón de detalles, así como él me ha puesto a mí al tanto. ¿Que te parece?

-Vaya... Ese par no pierden el tiempo. -se llevó una zarpa a la cabeza, y suspiró resignado.

-¿Por?

-No, por nada. -confesó, en cuanto llegaron a su clase. Alzó la zarpa para coger el manillar, y lo abrió, entrando en clase. De repente, le vino una oleada de nostalgia, e incluso de tristeza. Justo en aquel momento, tendría que aparecer Laura, la gata. Tendría que cogerle del cuello, meterle dos mamporrazos, y echarla una bronca de narices, para luego ponerle más deberes de la cuenta. Debería ayudarle a controlarse, a confesar sus temores... Pero eso no era así. Más bien, en su lugar, había un profesor, un asno, que parecía estar leyendo un texto. El tigre tragó saliva, y recordó todo lo ocurrido, o al menos, lo que ellos sabían.

Laura había perdido la vida intentando salvaguardar algo que ellos no sabían aun que era. Y Damaru, se había suicidado delante de ellos. Por el momento, ignoraban que era lo que había ocurrido, pero Tora había decidido cerrar ese tema, no podía estar con tantas cosas a la vez. Cogiendo aire, se introdujo en la sala, y se sentó en una de las mesas, largamente pensativo. Odayaka hizo lo mismo a un lado, y miró al tigre.

-¿Te encuentras bien?

-Si... Supongo...

-Ya... Todos la echamos de menos, Tora. Pero supongo que tu mas. Al fin y al cabo... Pasaste más tiempo con ella.

Si, lo cierto es que pasaron muchísimo tiempo. Y de hecho, anda que no cubrió de veces a Bryce en su momento. Pero ahora no estaba allí, tenía que asimilarlo, tanto si quería como si no. Sin meditar una palabra, cogió la mochila, y sacó el libro de historia, depositándolo encima de la mesa. Se sentó en la silla, y se quedó mirando hacia los enormes ventanales, preguntándose que estaría haciendo Bryce en aquel momento.


Llamando por teléfono.

Recordaba aquella estación perfectamente. Recordaba como, a las 7:35, tenía que estar allí para ir puntual a la casa de la persona que le había contratado: Tora. Por entonces, ambos eran unos extraños: Él era un muchacho humano con algunas pintas de lobo, muy débil físicamente, y que había sido maltratado en otra época por otras personas que también le habían contratado como Dorei. Mientras tanto, Tora era un tigre bastante jovial que parecía estar contento de tenerle a su lado, ocultando, no obstante, el verdadero secreto sobre él. En ese momento, las cosas empezaron a girar y continuaban hasta donde estaba ahora. Recordó también la primera vez que Tora le tuvo entre la pared y él, el momento donde de alguna forma, su corazón reaccionó, seguramente porque inconscientemente, aun le recordaba.

Habían pasado tantas cosas desde entonces.

La estación estaba vacía, seguramente porque la hora punta ya se había pasado. En aquellos momentos se encontraba en el exterior, prácticamente a puertas de entrar en el andén, pero aun tenía que sacar un billete para metro. Mioko, el zorro, se había subido encima del taquillero, y se había puesto a cantar nanas, haciendo que todo el mundo lo mirase, algunos con asco, otros (Extrañadamente) con una sonrisa. Pero sin duda, el problema venía después cuando la gente le miraba a él. Murmuraban por lo bajo, y podía escuchar diferentes comentarios. Mientras que unos sospechaban de su pelaje, algunas colegialas le miraban mientras susurraban lo de "Dios, está como un tren. Fíjate en él, ni muy musculoso, pero tampoco hecho un asco. Es precioso... ¡Aiba! Y tiene partes azules, ¿Te has fijado?.. Creo que nos ha oído, ¡Se ha puesto rojo!"

¿Rojo?

Alzó la vista un momento hacia el cristal de la taquilla, donde se vió reflejado, y se quedó asombrado. Era cierto. De alguna forma, la parte del morro se le había puesto algo morado que en el resto del cuerpo, sin entender el porqué. Tora nunca había podido sonrojarse, pero a él le cambiaba el pelaje, ¿Eso era normal? Se llevó una zarpa al morro, negando mentalmente, y recogió el billete, acción que hizo que el zorro saltara de donde estaba y cayera en su hombro, contento.

-¿Donde vamos, donde vamos? -preguntó el pequeño.

-A un lugar donde yo estaba antes pero tengo que volver.

-Aiba...

Y volvió de nuevo a ponerse a cantar nanas. Bryce se rió al oírle, pero las canciones de Mioko no impidieron que escuchara una serie de gritos que le resultaban tremendamente familiares. No eran de ningún antropomorfo, de eso estaba seguro, porque normalmente tenía comprobado que la mayoría, mas que gritar, solían emitir los sonidos guturales correspondientes a su raza (Él mismo lo había experimentado) pero aquellos gritos tan seguidos y las exclamaciones de súplica procedían de un ser humano, estaba seguro: Muy seguro.

Se giró sobre si mismo, y se apartó un poco, guiándose de lo que los oídos le guiaban, para ir trazando camino hasta encontrar el punto de donde procedían aquellos sonidos, dejándole completamente estupefacto. De hecho, la escena que vio le hizo sentirse tremendamente identificado en el pasado, un pasado que ahora cortaba tajantemente con el presente que estaba viviendo, pero que había hecho bastante daño a su alma. Y sin embargo, ahora tenía ahí, el mismo reflejo, la misma situación.

Era una muchacha pelirroja, con el pelo bastante mal cortado al estilo chico, y con una vestimenta que sin duda la identificaba como un Dorei. Estaba gritando simplemente porque un minotauro la había cogido del brazo y estaba intentando darla un escarmiento. El porqué no tardó en encontrarlo: En el suelo había comida del Burguer Seen, por lo que dedujo lo que había pasado: La muchacha había tropezado con el antropomorfo, y le había tirado la comida por accidente, haciendo que el otro se enfadara mucho.

-¡Vas a escarmentar por lo que has hecho! -exclamó el minotauro alzando un brazo a punto de pegarla. Las pezuñas iban a destrozarla la cara, estaba clarísimo... Pero nunca llegó a darla.

Justo cuando el brazo inició camino, se detuvo de repente, atorado. Por alguna razón, no podía moverse, y tampoco reaccionaba. El minotauro, contrariado, giró un momento la vista hacia su izquierda, y sus ojos rojizos se posaron en lo que sin duda parecía que iba a ser su próxima víctima: Un lobo, de un pelaje azul negrizo, con cabello en la cabeza tirando hacia la izquierda, y una enorme coleta. No se le veía la mirada, porque en ese momento estaba el cabello tirado hacia adelante, cubriendole los ojos. A sus pies, estaba Mioko, que había iniciado camino hacia la chica.

-Que co...

-Ten cuidado con lo que dices. -la voz de aquel lobo era oscura, mas bien fría, y muy brusca. Alzó los ojos solo un poco, abriendo los ojos, mientras apretaba aun mas el brazo sujeta, y le dedicó una mirada salvaje. -Aquí el único que dice tacos soy yo.

Era Bryce.

El minotauro miró al lobo un momento, lleno de ira, e inconscientemente dejó a la muchacha, que conducida por los estirones que pegaba el zorro en su pantalón, se apartó de inmediato, cayendo al suelo al poco rato, y apartándose para llegar hasta la pared, mirando la situación. De repente, se había producido un silencio absoluto, en que el cual, dos antropomorfos se encontraban en una plena disputa: Uno de ellos estaba nervioso, delirante de cólera, mientras que el azulado, parecía bastante tranquilo, aunque tenía todos los músculos en tensión.

-Será posible... ¡A tí te voy a dar! -exclamó de repente el minotauro. Su otro brazo inició de nuevo un camino hacia el estómago del lobo, a punto de atravesarlo. Nuevamente, tuvo que detenerse, pues Bryce no dudó ni un segundo en pararlo con una sola zarpa, y mantenerle sujeto. Con las dos zarpas sujetando los brazos, hizo varios cálculos. Le tenía muy cerca, los brazos de su contrincante estaban tensos y bastante duros para aguantar su peso, y detrás de este, estaba aun la hamburguesa desparramada. Saltó de repente, apoyado por los dos brazos, y le propinó una fuerte patada, que al mismo tiempo le sirvió para improvisar y empujar sobre si mismo, soltando los brazos y dando un giro mortal sobre si mismo. En cuanto se sintió seguro, apoyó las dos patas en el suelo, junto con una mano, y amortiguó la caida, observando a su contrincante. Este, tal y como se esperaba, había dado varios pasos hacia atrás, y había tropezado con la hambruguesa, cayendo de espaldas.

Y por un momento, se dió cuenta de lo sucedido. Todas aquellas acciones las había pensado al momento, sin dudar de si podía hacerlas o no. Simplemente había seguido una línea, había dejado que su própio cuerpo fuera el que dictara lo que quería hacer. De hecho, antaño ni se hubiera planteado parar el golpe, y sin embargo, aquella ira que había sentido le había conducido a ello.

"No he sido yo..."

Y sin embargo, en cuanto vió que el minotauro empezaba a levantarse, sintió que aquella batalla no había acabado. Por un momento, le dió la impresión de que quería mas pelea, como si estuviera seguro de que iba a ganar, pero no era seguridad, era mas bien orgullo. Le habían retado, y hasta que la pelea no finalizara, él no iba a detenerse ni un solo segundo. Aquello iba a darlo por acabado él mismo, y nadie más.

Se incorporó tranquilamente, llevándose las zarpas en los bolsillos de su chaqueta, y esperó tranquilamente a que el antropomorfo se levantara. Este le miró nuevamente lleno de ira, una ira que Bryce no tardó en captar y despertó sus instintos más primarios. Ahora era cuando empezaba a entender porque Tora siempre le decía que no quería hacerle daño. El lobo pudo acatar esos instintos al momento, sin dejarse llevar, mientras que en ese mismo instante, posiblemente su novio ya habría perdido el control.

-Venga... Aun no hemos acabado esto. No se pegan a los humanos, ¿No lo sabías?

El minotauro perdió completamente el control en aquel mismo instante y se abalanzó contra un lobo que simplemente residía tranquilo y de pié. La muchacha, al verlo, ahogó un grito para avisarle, pero el antropomorfo no parecía haberse dado cuenta. De hecho, no había perdido el contacto visual en ningún momento. Un contacto que parecía planear algo en su mente, algo que sin duda iba a satisfacer al lobo animal, y al ser humano que ambos complementaban su inteligencia.

Simplemente se apartó un poquito.

Aquello fue suficiente, pues lo hizo prácticamente cuando lo tenía delante suyo. El minotauro era demasiado grande, demasiado fuerte, y posiblemente no podría parar la acción ejecutada. Y ciertamente, no pudo. Pasó de largo, tropezó con unas escaleras, y cayó nuevamente de cabeza en el suelo, quedando completamente inconsciente, y obviamente, alertando a bastantes guardias perro que rondaban por ahí, lo que sin duda hizo que la parte humana avisara a la animal que necesitaban un plan que les permitiera salir de ahí sin ningún problema.

-¡Tu! -se giró de repente, y se volvió a la muchacha, alargándole la zarpa. -¡Rápido, conmigo! ¡No te lo pienses!

La muchacha, asustada, le miró un par de segundos nada más, pero la fría mirada del lobo la obligó sin duda a levantarse y a darle la mano. Aquello fue suficiente para que la cogiera con un brazo y se la apoyara en el hombro, echando a correr por el pasillo mientras se acercaban a la zona de tiquets con Mioko detrás de ello. Sacando el billete del bolsillo, lo lanzó con puntería certera en la máquina, dejando que este lo procesara, y el lobo animal aprovechó la agilidad para saltar la barra por arriba con la muchacha en el hombro.

-¡Mioko, el papel! -le ordenó al zorro, que en aquellos momentos pasaba por debajo de la barrera. Con la muchacha en brazos, se apoyó en el suelo y echó a correr nuevamente hacia el andén hasta que llegaron a las máquinas dispensadoras de bebidas. Allí, cogió un prospecto y se ocultó detrás de la máquina, depositando a la chica al suelo, y quitándose la chaqueta de repente, poniéndosela encima de ella. -Y calladita. -le ordenó mientras se apoyaba justo encima de ella y disimulaba con el prospecto.

No tardó demasiado en escuchar a los guardias comenzar a acercarse a ellos, sintiendo como el lobo de su interior se ponía completamente en tensión al notar como una fuerza negativa se iba aproximando. Sin embargo, pudo detenerlo a tiempo otra vez, manteniendo el control, y dejando que, tontamente, los guardias pasaran por su lado, sin observar tan siquiera que se había escondido de la forma más estúpida posible.

Y así, el lobo interior se tranquilizó, haciendo que Bryce se sintiera mas calmado y mirara un momento por encima del prospecto, a ver si aun había algún guardia. Al no encontrarlos, sonrió un poco, se llevó una zarpa a la cabeza, e inmediatamente se apartó de la máquina, dándose la vuelta, y mirando a la muchacha un momento, que parecía algo asustada. Le quitó la chaqueta, y se arrodilló ante ella, medio sonriente.

-Tranquila. -comentó suavemente. -No voy a hacerte daño... Dime... ¿Estas bien?

La chica continuó mirándolo, algo asustada, por lo que Bryce acabó suspirando de tristeza, suponiendo algo que tampoco se había dado cuenta que le llegaría a pasar: Él era un antropomorfo, no un humano. No podía inspirar tanta confianza en los seres humanos como lo hacía antes. Ahora ya no. Ahora ya era uno más de las cientos de sombras que había por las calles.

En cuanto Mioko se acercó a él con el billete en el morro, lo cogió con cuidado, y luego se levantó con la chaqueta en la zarpa, mirando a la muchacha por unos instantes. Pensaba que podría hablar un rato con ella, pero estaba claro que ahora, con esas pintas solo podría hablar con alguien más, y eso era con otro antropomorfo, nunca con un ser humano. Había perdido parte de su otra vida, y seguramente, ya para siempre. Era el precio que tenía que pagar por querer ser como fue antaño.

-Perdona... Te estoy incomodando... Ya me voy.

Cogió a Mioko con cuidado, y comenzó a trazar camino hacia otro lado del andén, dejando a la muchacha sola. Si no le daba las gracias tampoco le importaba, pues al fin y al cabo había sido él quien se había agenciado el hecho de defenderla, nadie le había pedido su ayuda. De repente, no sabía porqué, pero se sentía tremendamente mal, y sobretodo, muy desgraciado y solo. Era como si un mundo en el que creía haber pertenecido siempre ahora resultara que no era cierto, que él nunca en la vida era uno más.

Era un antropomorfo.

-¡Espera!

El lobo se detuvo de repente, sin atreverse a mirar atrás, sin atreverse ni siquiera a hacerse ilusión alguna. Lo cierto es que, en parte, era el mismo lobo el que le obligaba a no pensar en ello para no recibir más disgustos de la cuenta. Sin embargo, tampoco le hizo falta, pues en esos mismos instantes, la muchacha pelirroja había corrido hasta ponerse delante de él, con las manos en la espalda, y algo sonriente. Parecía simpática, aunque sin duda esa vestimenta que llevaba, tan simple y tan poco colorida, más que ser signo de los Dorei, a él le recordaba el signo de una esclavitud.

-Gracias. -comentó la muchacha. -Lo siento mucho. Es que me he quedado algo pillada... Ya me entiend... ¡Oh! ¡Que mono!

La muchacha giró la vista hasta ver a Mioko, que se había quedado rezagado detrás de la pierna de Bryce. Se inclinó, y alargó la mano hacia el animal, que la miró con gran curiosidad pero también, con precaución. Luego alzó la vista, buscando el permiso de su amo, y cuando este se lo concedió con un asentimiento de la cabeza, se acercó a la muchacha y la olisqueó la mano, para mas tarde, dejarse acariciar empujando de vez en cuando la cabeza y sonriendo. La chica se quedó largamente sorprendida y le acarició las orejas, haciendo que el animal se riera.

-¡Oh! -exclamó la chica de nuevo. -Puedes reir...

-¡A Mioko le gusta!

-¡Y hablas!

Bryce sonrió levemente al ver como se divertían aquel par, y se cruzó de brazos. De repente, era como si lo que había pensado hacía unos instantes no fuera completamente cierto, solo en parte. La chica solo se había sorprendido, obviamente (A él le habría ocurrido lo mismo en su lugar) pero ahora parecía algo mas abierta, y ese momento le iba de maravilla para ver si conseguía conectar con la chica. Debía hacer, quizá como prueba, quizás porque en parte tampoco quería abandonar la naturaleza humana que formaba parte de él.

-Sí, se llama Mioko. -explicó el lobo, agachándose también. -Es muy pequeño, pero le encanta que le acaricien.

-Ya lo veo. -comentó la chica, que lo recogió en brazos, y comenzó a acariciarle la barriga. De repente, este empezó a reír, y la muchacha sonrió toda contenta al ver el panorama. -Vaya, es nervio puro. -confesó. Luego volvió la vista al lobo, y tragó saliva. -Oye... De verdad, gracias. Si puedo compen...

-¡No, de ninguna manera! -exclamó el lobo de repente. -Tranquila. Lo he hecho porque lo consideraba completamente injusto. Seguro que ese imbécil lo ha hecho simplemente por racista.

-Vaya... Es la primera vez que oigo hablar a un antropomorfo así... ¡Quiero decir! Yo, esto... Bueno... No quería que te ofendieras y...

-Cálmate.

La muchacha se lo quedó mirando unos instantes, tragando saliva, y más tarde se levantó un poco, sin apartar la mirada. Sin embargo, el lobo le resultaba familiar en cierta forma. Había algo de él, algo en su mirada, que ahora que parecía mas tranquilo y sincero, le recordaba a alguien, o a algo, pero no sabía ni siquiera que era. Nada, no había forma, pero esos ojos no parecían completamente los de un lobo. Bryce se levantó también en toda su estatura (Superando un par de cabezas o mas la de la muchacha) y miró a la chica, sonriente.

-Escucha, no voy a hacerte daño... De hecho... Querría que me trataras como uno más.

-¿Uno mas?

-Si. No quiero estar solo.

Y en ese mismo instante descubrió que en realidad esa mirada conservaba la ternura de un ser humano. El hecho fue tan chocante, que se tambaleó un poco, obligando al lobo a cogerla del hombro para que no perdiera la estabilidad, y sonriera de nuevo. La chica le miró otra vez, de forma sincera, y el zorro, al ver el panorama, protestó.

-Jo... Mioko quiere cosquillas...

-¿Como que sí, eh? ¡Ahora te vas a enterar! -exclamó la chica, y rápidamente empezó a hacer cosquillas al zorro, que volvió a reírse de nuevo, llenando de felicidad aquel lugar, y sin duda, rompiendo el hielo. Los humanos tenían miedo de los antropomorfos, y los antropomorfos odiaban a los humanos. Mioko no se daba cuenta de esa situación, por lo que su inocencia acababa siempre acogiendo el corazón de la gente, y Bryce, en cambio, a sabiendas de ello, procuraba hacer lo posible para que todos se llevaran bien. Su punto de vista era, pues, el único que parecía ser compatible con el resto.

El móvil sonó de repente, y Bryce lo cogió, abriéndolo y mirando la pantalla. Se trataba de Lizar, así que se lo llevó a la oreja, y activó el teléfono.

-¿Diga?

//¿Bryce? ¡Por fin te oigo, chaval! ¡Pensaba que te habían abducido!

-No, estaba de paseo. Dime, ¿Querías algo?

//Sí. Oye, ¿te acuerdas de aquel documento que me pasaste?

-Si, claro.

//Bien. Agárrate que vienen curvas. Forma parte de un experimento, chaval, un experimento muy grande, y muy complejo. Te estoy hablando de lo que creo que es el experimento más grande que jamás ha habido en la historia de la humanidad. Sí, sí, humanidad. No te estoy mintiendo. Esto que tengo ahora en un Lápiz es muy pero que muy Heavy. Te estoy hablando del Experimento del Cambio.

Pelz.

-Dios mío...

Bryce se llevó una zarpa a la cabeza y apoyó la espalda en la máquina que tenía justo al lado, tragando saliva, y suspirando. Recordaba de donde había salido aquel papel. En un intento de volver al hotel donde residieron Tora y él, se encontró, en una habitación, varios documentos, y recogió solo ese pedazo, un pedazo que le había ofrecido a Lizar para ver si le servía de ayuda. Ahora resultaba que más que ayuda, iba a ser el detonante de lo que jamás se esperaban. Conocía ese experimento, los antropomorfos habían nacido hacía ya 500 años a partir de ello, y de ahí resurgió las tirrias entre los pocos humanos que quedaban, y los otros. Tora se lo explicó en un viaje.

-Lizar, déjalo. No puedo permitir que te arriesgues tanto.

//¿Y perder la oportunidad de nuestra vida? Bryce, ¿Sabes cuantas veces se ha mentido sobre aquello, y aun así, como lo tienen todos presente? Estoy leyendo los documentos, y hay muchas cosas que te interesan, sobretodo... Relativas a tu padre.

-¿Mi padre?

Su padre.


Hola a todos.

Aprovecho este pequeño espacio para pedir perdón a todos los que hasta ahora habéis estado leyendo el Secreto de Tora, que es muy posible que se me haya ido de las manos sin que me haya dado cuenta hasta hace poco.

La verdad es que aunque me encanta escribir, me estaba quemando ya, y quizás debería haber aprovechado las vacaciones para tomarme un descanso, en vez de seguir escribiendo, pero en vez de ello, publiqué tres capítulos chapuceros que seguramente os dejaron un mal gusto de boca.

Además, es una historia que por lo que estoy viendo va a ir para largo. Aunque voy a empezar a cerrarla ahora, me va a llevar mucho mas de los veinte capítulos, y tampoco tengo ganas de cerrarla a lo bestia y dejaros con una mala experiencia, así que a partir de ahora me lo tomaré con mucha mas calma.

Así pues, he vuelto a mis orígenes y me he vuelto a centrar solo en los dos protagonistas, donde realmente gira la historia alrededor, y poco a poco, se irá viendo el resultado. Espero que no os moleste.

Este capítulo no es el último. Este mes me ha servido para escribir los dos y publicarlos de golpe, así que tenéis delante vuestro una enorme historia centrada en el pasado de Bryce como Dorei, quizás la única forma de recompensaros por el error cometido anteriormente.

Y sin más, os dejo con el capítulo 18.

A todos los que me habéis leído hasta ahora.

Gracias por vuestra confianza.

Darkness ([email protected])