Vidas entrelazadas 13 (Tony-I)

Story by nadie on SoFurry

, , , , , , , , , ,


18/12/3843 (lunes)

Rápidamente, fue a dejar las cosas a la habitación, e intentó ayudar a Héctor a dejar también sus cosas, pero el hipopótamo le apartó y se negó a aceptar su ayuda.

-No necesito tu ayuda, gracias. Aparta.

-Oye, mira... sobre lo del otro día...

-Ahora no.

-...

En cuanto terminaron de dejar sus cosas, bajaron de nuevo a la sala común y se prepararon para la presentación de las actividades que harían durante la semana. Patricia ya estaba allí, esperando a que todos los del grupo llegaran. Patricia era una vaca (antropomorfa, evidentemente... las otras a pastar, no a dar clases), de más de veinte años de edad, aunque no sabrían decir cuántos. Era relativamente joven, y hacía apenas un par de años que había empezado a impartir clases de matemáticas. Sus ojos eran verdes como esmeraldas, de una pureza cristalina, y sólo con verlos se podía ver la agudeza de quien los empleaba para ver lo que le rodeaba. El pelo que cubría su cuerpo era blanco, con manchas negras, y el pelo de su cabeza, largo y recogido en una coleta, era de color negro azabache.

-Venga, venga, todos calladitos. Vamos a ver... Se supone que estamos aquí para que aprendáis a convivir un poco en grupo y aprendáis un poco sobre la naturaleza y... Tony, no me mires así, que hay gente que apenas sabe lo que se puede encontrar por aquí. Bueno, pues eso... Cosas que tenéis que saber... Para los chicos, los baños los tenéis arriba. A las chicas os lo digo después. Por la noche, cada uno se va a su habitación y se duerme. El que quiera ir al baño, que vaya antes, y si tiene que salir a mitad de noche que sea sin hacer ruido, que la gente tiene derecho a dormir. Esta noche os toca poner la mesa. Lo básico, al menos. Lo que es alimento lo servirán cuando toque. A parte de eso, tenéis una biblioteca, algo pequeña, pero biblioteca al fin y al cabo, y unas pistas de deportes detrás de la casa. Cuando estábamos llegando se podían ver desde el autobús, no sé si lo habéis visto. Y tenéis una pequeña granja aquí al lado. Vamos a ir con los "animalitos" este jueves, por si queréis saberlo. Ya hay actividades preparadas. De todas formas, como veo que aquí al menos uno que se alegra, podéis acercaros a echar un vistazo... O al menos podréis echar un vistazo si Tony no le saca un ojo a nadie con la cola... Yo voy a ir ahora, que me han dicho que este año tienen una vaca y quiero comparar un poco. Así que si alguien (aparte de Tony) quiere ir, yo le acompaño. Más cosas... Mañana a las 7:00 en pie todo el mundo. Ya sabéis que las habitaciones son sólo de chicos o sólo de chicas, así que si encontramos algún chico en la habitación de las chicas, o al revés, vamos a tener que tomar medidas. Creo que he dicho todo lo que quería decir... Pues eso... Venga, a pasarlo bien, que la vida son dos días. Tenéis que venir 30 minutos antes de la cena, para poner la mesa, así que no os olvidéis.

Cuando terminó la presentación, el grupo se dispersó. Héctor, por su lado, fue a terminar de arreglar algunas cosas a la habitación, y Tony se marchó con Patricia a la pequeña granja. Efectivamente, la granja era bastante pequeña, y Tony le sorprendió que aún se la pudiera llamar "granja". En cuanto a la vaca, efectivamente, estaba allí, y Patricia la estuvo observando un rato, destacando las diferencias y lo bien que lo había hecho la evolución.

-Tú ya estarás acostumbrado a verlas, ¿no, Tony?

-Sí... Tenemos varias en la granja. También tenemos caballos y gallinas, conejos, algunos cerdos y un par de toros... ¿No habías visto nunca una vaca no-evolucionada?

-En fotos. De cerca parecen más grandes, aunque tampoco tanto... Tampoco hay muchas granjas por aquí cerca... Me ha dicho tu tutor que te gustan mucho los animalitos. Ya debes de saber muchas cosas de lo que os vamos a enseñar de ellos, ¿no?

-No importa. Me lo paso bien de todas formas. ¿Podemos entrar con los animales?

-Cuando llegue el momento sí, pero hoy no.

-Jooo... Bueno, no importa. Cuando toque ya lo haremos.

-Claro. Por cierto, he notado que Héctor parece un poco molesto contigo... ¿Ha pasado algo?

Tony la miró sorprendido. ¿Desde cuándo se fijaba en aquellas cosas su profesora de matemáticas? No es que no se preocupara por ellos, o pareciera poco observadora, pero de ahí a fijarse en algo así...

-No me mires así. Las mujeres somos más observadoras. ¿Ha pasado algo?

-No... no es nada... Ya se arreglará.

-Bueno... Si quieres hablarlo, de todas formas, no dudes en venir conmigo si quieres. Yo me preocupo por más cosas que sólo números, matrices y funciones. ¿Vale?

-Sí... Gracias.

-Je, je... Venga, vamos, que con las tonterías ya casi hay que volverse con el resto.

-¿Ya? ¿Qué hora es?

-Más de las 20:00. Pronto habrá que poner la mesa, y hay que reunir al resto del grupo. El tiempo pasa deprisa cuando lo pasas bien.

Sin que Tony se diera apenas cuenta, Patricia le cogió de la mano y le llevó con ella hacia la casa. Cuando estaban llegando, Tony se dio cuenta de aquello.

-Eeeh...

-¿Qué? Oh... Lo siento... No me había dado cuenta...

En cuanto su profesora se dio cuenta, le soltó la mano y se alejó algo sonrojada, consciente de lo que había hecho. Tony también se sonrojó, avergonzado por no haberse dado cuenta y no haberla avisado antes.

-Venga, ve a llamar a los demás y así acabaremos de poner la mesa antes.

Tony fue a llamar a todo el mundo para ir a poner la mesa, pero no encontró a Héctor fuera de la casa, así que fue a ver si estaba en la habitación. Cuando llegó, encontró allí al hipopótamo, que rápidamente se giró para que no le viera y escondió algo en su cartera.

-Héctor...

-¡Déjame en paz! ¿Por qué no me dejas tranquilo?

-Hay que poner la mesa...

Héctor pareció tranquilizarse un poco, y bajó un momento la mirada. Luego giró la cabeza, mirando en dirección opuesta a aquella en la que se encontraba Tony.

-... Está bien... Ve tú. Ahora voy yo...

Héctor bajo un par de minutos después, y ayudó al resto a colocar la mesa, evitando cruzarse con el lobo o ponerse demasiado cerca suyo, aunque Tony pudo observar cómo le miraba cuando creía que no le estaba viendo. En cierto modo parecía triste, y al mismo tiempo enfadado.

Más tarde, durante la cena, Héctor se sentó a su lado, pero no le dijo nada, y Tony tampoco habló para no hacerle sentir incómodo. Después todo el mundo se fue a dormir, y de nuevo ninguno de los dos dijo nada. Por la noche, poco después de dormirse, Tony se despertó, se levantó de la cama y fue al baño. De camino, sin embargo, se encontró con Patricia, que le vio y le saludó.

-¿No te puedes dormir?

-Sí, pero es que tengo que ir a hacer pis. ¿Tú también tenías que ir al baño?

-Eh... no, no... cosas mías. Ve al baño y vuélvete a tu cuarto, anda, que es tarde.

19/12/3843 (martes)

La mañana transcurrió con relativa normalidad, dentro de lo que se puede considerar normal que dos amigos dejen de hablarse tan repentinamente.

Al mediodía, un poco antes de la comida, casi todos los de su grupo se dirigieron a las duchas. Para evitar que por la noche estuvieran llenas, habían adoptado aquel sistema, de manera que unos grupos iban por las mañanas, otros al mediodía y otros antes o después de la cena. Tony estuvo paseando un rato y disfrutando del limpio y agradable aire del campo y el paisaje en general, mientras el resto de compañeros se duchaban, ya que no tenía ganas de exponerse tanto ante ellos, y más tarde se dirigió allí.

Un par de minutos después de meterse, Jir se metió también. Al parecer, también a su grupo le tocaba ir a ducharse a esa hora, y también al gorila le molestaba algo desnudarse delante de todos, aunque no pareció molestarle tanto hacerlo delante de Tony.

-¡Ey! ¿Qué tal?

-Bien... Hemos estado viendo cómo orientarnos por la montaña. Yo ya sabía cómo más o menos, pero ha estado interesante. ¡La de mates se orienta súper bien! Ni siquiera ha mirado la brújula y ya sabía dónde estaba el norte, y el sur y todo.

-Vaya... Pues qué suerte. Leo no sabía para dónde iba ni mirando la brújula, pero al menos nosotros nos las hemos arreglado, que es lo que cuenta. Esta tarde va a haber un juego de seguir pistas y eso. O eso me han dicho... ¿Héctor te ha dicho algo de eso?

-... No hablamos... No sé qué le pasa...

-Vaya... Y yo que pensaba que habías tenido suerte... Tom y yo estamos solos en nuestro grupo... quiero decir, que no estabais ni tú, ni Héctor, ni Marcus.

-Ya... Peor lo tiene Marcus, que le ha tocado con Dean...

-Pues sí... ¿Qué tal vais con Patricia? ¿Igual que en clase de mates?

-¡Qué va! Es muy agradable. Ayer... bueno, pero no se lo digas a nadie... Ayer me cogió de la mano, como si fuera su hijo o algo.

-Sí, claro, o su novio... ¿En serio?

-Sí. Fuimos a ver la granja esa pequeñita que tienen con los animales, y a la vuelta me cogió de la mano.

-¿Fuisteis los dos solitos, y volvisteis de la mano? Uuuuy... Parecías tonto, y al final te vas a coger de novia a la más mayor de la clase... Y encima profesora... y con buena delantera, todo hay que decirlo...

-¡Oye! ¡Que no somos novios! Además, no está bien que digas eso de la profesora...

-Sí es verdad... Lo que no sé es cómo no tiene problemas de espalda con esas dos...

-Para ya, que nos pueden oír...

-Je, je... vale, vale... Que no todo el mundo tiene el oído tan fino como tú... Bueno, pues yo me salgo ya que ya estoy limpio...

-¡¿Ya?!

-Cuatro manos dan para mucho. Bueno, ya nos vemos a otro rato. Suerte con lo de esta tarde.

En cuanto se fue, Tony continuó con su ducha, y cuando acabó se dirigió al comedor, donde algunos le esperaban ya con ganas para poder comenzar, aunque más de una chica tardó en llegar más que él.

Durante la tarde, Tony y Héctor siguieron sin hablarse más de lo imprescindible, incluso durante el juego de seguir las pistas que hicieron por la tarde, y el hipopótamo habló más con el resto de compañeros de su grupo, dejando a un lado al lobo. Sin embargo, Héctor parecía siempre nervioso, y en ocasiones le miraba con lástima, algo que no dejaba de extrañar a Tony.

20/12/3843 (miércoles)

El miércoles siguió trayendo tantas incomodidades entre Héctor y Tony como lo habían hecho el lunes y el martes. Cada vez, Héctor parecía más distante y sin embargo más atento con respecto a Tony, y el lobo no sabía qué hacer con aquella situación. No estaba seguro de si debía hablar con el hipopótamo, ya que cada vez que lo intentaba éste le daba largas, le sugería dejarlo para otro rato de formas más o menos bruscas y se apartaba de nuevo de él.

Al mediodía volvió a ver a Jir, quien le contó que Leo, el profesor de ciencias, parecía encontrarse un poco cansado, y que un tal Alex le sustituía. Según le contó, el tal Alex debía de ser una especie de dios al que adorar, o algo por el estilo. Al menos, eso es lo que daba a entender el reguero de saliva que caía por la comisura de los labios del gorila mientras hablaba.

Por la tarde, su grupo y del de Jir se juntaron para plantar las muestras de plantas que habían cogido por las mañanas, y Tony observó con asombro la capacidad que tenía el susodicho Alex para embobar a las chicas presentes en ambos grupos, incluyendo a su profesora de matemáticas (aunque ésta ya no se dejaba embobar de un modo tan descarado), con la que no parecía tener problemas de comunicación.

Al menos, eso parecía después de ver cómo la cebra rompía el corazón de las jovencitas presentes dando una sonora palmada en el trasero a Patricia, seguida de un beso más que simplemente introductorio y un "Vamos a revisar algunas cosas a la parte trasera de la casa. Portaos bien en nuestra ausencia".

El resto de la tarde no ocurrió nada realmente destacable, hasta que Héctor decidió hablar con Tony, cuando ya comenzaba a anochecer, antes de la cena. Tony estaba anotando en una pequeña libreta que tenía todo lo que habían visto, para después ver en su casa algo más de información al respecto y terminar de informarse de lo poco que no sabía ya. En ese momento Héctor se separó del grupo de gente con el que estaba hablando, se acercó a él y le pidió que fuera con él a hablar fuera sobre lo que había ocurrido hacía ya casi una semana.

En cuanto estuvieron fuera, en un lugar más o menos discreto, el hipopótamo se sentó, algo nervioso. Un par de segundos después, se levantó y pidió a Tony que se sentara. Entonces habló. Estaba sudando, y se frotaba y pellizcaba las manos constantemente.

-Tony... No quiero que sigamos siendo amigos...

El lobo le miró y bajó las orejas. Su cola dejó de agitarse lo más mínimo, y de no haber estado sentado habría estado entre sus piernas. Primero su sonrisa (la que siempre había llevado, aunque no tan acentuada esos últimos días, y que le caracterizaba) desapareció, y luego una pequeña sonrisa de incredulidad la sustituyó. La sonrisa desapareció de nuevo, volvió a aparecer y repitió aquello varias veces, hasta que no se sostuvo y sus labios quedaron arqueados en una triste mueca de confusión.

Empezó a agitar las manos y a respirar rápidamente, se cogió el brazo izquierdo con el derecho y se pellizcó varias veces, y mientras movió la cabeza en varias direcciones, tratando de formular alguna frase que se negaba a salir de sus labios, hasta que Héctor se giró y se dispuso a marcharse. Entonces se levantó, avanzó hacia él, le cogió por el brazo derecho y le forzó a girarse de nuevo hacia él.

-No... no me has dejado hablar... yo no... no quería... Mira... lo siento... yo no... yo... creí que tú... no pretendía... No me hagas esto... Sólo quiero ser tu amigo... por favor... no...

Héctor ni siquiera le miró. Sólo se quedó allí quieto escuchándole, mirando en otra dirección.

-No me toques. Ya me has oído. No hagas esto más difícil.

-Héctor, por favor...

Antes de que continuara hablando, un puño del hipopótamo le golpeó en la cara y le fizo caer al suelo. Le dolía... Le había dado con fuerza, y le había partido el labio inferior. Pero aquello no era lo que más le había dolido. Por un instante, pudo ver al hipopótamo mirarle. De uno de sus ojos salió una lágrima, apenas visible al girarse Héctor y salir corriendo de allí hacia la casa.

Tony se quedó allí unos segundos, sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Héctor no le había rechazado como pareja, sino como amigo. Le había dicho aquello sin ni siquiera dejar que se explicara, y aún cuando había intentado hacerlo, en lugar de escucharle, le había golpeado, le había tirado al suelo y se había marchado corriendo.

Avergonzado de sí mismo, convencido de que aquello había sido así por su culpa y desconociendo el motivo de aquella lágrima en los ojos del hipopótamo, se marchó corriendo hasta su habitación, intentando que nadie le viera, y se quedó allí llorando. Héctor no estaba allí, y lo agradeció. Ojalá nunca hubiera intentado besarle... si hubiera pensado un poco más... Debería haber sido menos impulsivo. Pero ahora ya era tarde, y eso era lo que más le dolía.

Aquella noche Patricia le llevó la cena en persona y trató de consolarle, aunque Tony no se animaba fácilmente cuando estaba triste o enfadado, igual que no se desanimaba fácilmente cuando estaba contento.

21/12/3843 (jueves)

El jueves, Tony se despertó con los ojos hinchados y con tan pocas ganas de levantarse y de ir a ver animales que no podría asegurarse de que realmente tuviera ganas para nada. Sin embargo, tenía que levantarse, tenía que ir a ver animales y tenía que hacerlo, además, con Héctor en el mismo grupo que él. Algunos de sus compañeros ser rieron por el aspecto que tenía, y otros le miraron entre extrañados y preocupados, pero nadie dijo nada.

Héctor no pareció mirarle en casi todo el día, aunque tampoco podía estar seguro ya que, con la cabeza gacha, aparte del suelo no veía muchas más cosas. Levantar la vista para ver el día que hacía sería estúpido. Tampoco le importaba demasiado. Patricia intentó animarle pero, de nuevo, no tenía mucho que hacer, y Tony le pidió de un modo bastante desagradable (aunque sin querer hacerlo) que le dejara en paz, cuando sólo trataba de ayudarle.

Por la tarde fueron a ver la pequeña granja, y Tony no tenía nada bueno que decir al respecto. Cualquier otro día, aquel sitio habría sido simplemente una pequeña granja, con unos pocos animalitos, pero graciosa a su manera, con adorables y simpáticas criaturillas de Dios con las que estar. Pero ese día era un pequeño recinto donde estaría forzado a acercarse demasiado a Héctor, y donde sólo tenían una estúpida vaca, un sucio cerdo, tres ruidosos conejos y algunas molestas gallinas.

Mientras estuvieron allí, las chicas no hicieron más que quejarse por el olor, el ruido y la falta de higiene (aunque en realidad olía a lo que debía oler y los animales estaban bien cuidados y limpios, aunque algo tristes desde el día anterior, según comentó Patricia).

Como para irritarle más, los animales en la pequeña granja no dejaron de acercarse a él y a olisquearle, seguramente porque aún sin haber estado unos días en la granja ya llevaba sobre él el olor típico de una, y en cierto modo les debía de parecer más familiar que cualquiera de los otros visitantes de ese día. En otro momento, le habría encantado aquella atención, pero no ese día.

-¡Estúpido animal descerebrado! ¡Aaayyyyy! Qué asco...

A esta bonita y agradable frase (sobre todo para la vaca que recibía el halago), la siguió una patada en una de las patas traseras y un tirón en la cola, actos ambos cargados de inteligencia, tacto y comprensión hacia el pobre animal que sólo pedía un poco de atención y el sustento para sobrevivir en una triste granja en la que realmente no podía disfrutar tanto como si estuviera en una preciosas y verdes colinas, donde nadie la molestaría salvo quizás alguna otra vaca o un toro en celo (en cuyo segundo caso probablemente tampoco sería tanta molestia).

Y esta patada y tirón le siguió la reacción más normal y comprensible en una vaca, caballo o en general cualquier ser que te pueda pegar una buena coz. Por fortuna para la ignorante alumna, Tony conocía aquella reacción y la apartó a tiempo, aunque el lobo lo acabó tan bien, ya que el animal no se detuvo ahí sino que continuó dando golpes al aire, hasta que el estómago de Tony se interpuso accidentalmente entre el aire y las patas traseras de la vaca.

Por la fuerza del impacto, el oxígeno escapó de los pulmones del lobo, que perdió el aliento y cayó dolorido al suelo, con la completa seguridad de tener rotas al menos cinco costillas, y de que éstas se habían clavado en lugares en lo que no deberían estar jamás unas costillas. Patricia, que se encontraba fuera del pequeño cuarto donde estaba la vaca, oyó el grito y acudió rápidamente con Héctor y algunos chicos más, que iban con ella, para encontrarse al lobo tirado en el suelo, lamentándose, casi llorando del dolor y tirando algo de sangre por la boca, sin poder moverse.

"Afortunadamente", la vaca había dejado de agitarse y dar coces tan pronto como golpeó a Tony, seguramente satisfecha por haber alcanzado un objetivo con su "pataleo". Héctor le vio y fue corriendo a su lado, se agachó y trató de ayudarle a levantarse.

-¡Tony!

-¡Aaah! No... no me muevas... creo que me he roto alguna costilla...

-Héctor, apártate. Sólo conseguirás empeorar más las cosas si le intentas mover. Los demás también. Fuera de aquí ahora mismo. Todos a la casa. Si os quedáis aquí, sólo vais a molestar. Y no digáis nada de esto. No queremos que la gente se preocupe innecesariamente.

En cuanto todo el mundo se fue, salvo Patricia y el dolorido Tony, la profesora de matemáticas cerró la puerta del cuarto, y le miró con cara de circunstancias. Entonces suspiró ampliamente, cerró los ojos un instante y habló.

-Bien... Tony... Voy a ayudarte, pero necesito que me prometas que jamás, y cuando digo jamás es jamás, bajo ningún concepto, le contarás esto a nadie. No hasta que llegue el momento y te de permiso, si es que ese día llega.

El lobo la observó extrañado y trató de contestar, pero al tratar de hablar una fuerte sensación de dolor se hizo más que evidente en su estómago, y se limitó a asentir débilmente.

-Bien. Cierra los ojos.

Algo confuso, pero también temeroso por su vida, Tony cerró los ojos, y apenas un segundo después de hacerlo sintió el aire que le rodeaba revolverse y el suelo que le sostenía desaparecer, para reaparecer apenas instantes después. Su cuerpo se retorció y las costillas se clavaron aún más dentro de su cuerpo, haciendo que escupiera más sangre y que gimiera y empezara a llorar de dolor. Entonces oyó una voz cerca suyo.

-Muy bien... En seguida estarás mejor. Sólo estate quieto...

Cuando abrió los ojos de nuevo, Patricia se encontraba ante él, igual que antes, pero parecía algo diferente. No sabría decir que era... Pero parecía que algo en ella había cambiado. Cada vez tenía más frío, aunque no demasiado, le costaba muchísimo respirar y cada vez que lo hacía una punzada de dolor casi insoportable le asaltaba.

-Tranquilo... Debe de estar por aquí... ¡Bruno! ¡Bruno! Por favor... ven...

Una sombra oscura se acercó hasta que se encontró junto a la sombra que supuso que era Patricia, aunque no podía ver bien, entre el dolor y las lágrimas. Entonces quien quiera que fuese aquella sombra habló, y su voz fue la de un chico joven. Quizás no fuera una voz muy aguda, pero parecía la de alguien de aproximadamente su edad.

-¡Teresa! ¿Has venido a hacerme compañía? ¿Me contarás un cuento hoy?

-Hoy no, Bruno. Debes curar a este chico.

-¿Qué le ha pasado?

-No hay tiempo. Cúrale ya, por favor.

-...

Tony sintió entonces sobre su pecho dos manos, y el dolor desapareció rápidamente. Su visión se empezó a aclarar, y respirar se le hizo mucho más fácil. En apenas unos instantes, volvía a encontrarse como si nada le hubiera pasado, aunque bastante más cansado.

Cuando por fin pudo ver con normalidad, vio al que asumió que había obrado aquel milagro, o lo que fuese que había hecho. Ante él había un joven toro de color negro, con una franja vertical de pelo blando en el pecho. Iba completamente desnudo, aunque no parecía tener frío ni avergonzarse de ello, sino considerar aquello como lo más normal del mundo. Sus ojos eran de un color verde puro, y su cuerno izquierdo estaba aparentemente cortado unos centímetros antes de llegar a la punta, terminando en un extremo plano, con un anillo metálico de color dorado en el extremo.

Ambos cuernos eran de un color blanco puro y se alzaban perfectamente verticales unos centímetros sobre su cabeza, para después doblarse en un ángulo casi recto, y adoptar una curvatura ascendente casi imperceptible hasta llegar a la punta, en caso de haberla, unos dos centímetros por delante de su cara (no dejaba de ser sorprendente, dada su juventud, que tuviera unos cuernos tan desarrollados, pero después de todo, comparándolo con lo que acababa de hacer, no era algo tan extraño). En una mano llevaba un perrito de peluche.

-Ya está... No te vayas, por favor...

-No tengo tiempo para quedarme aquí, Bruno. Sabes que tengo trabajo que hacer...

El joven toro agachó la cabeza y pegó a ella las orejas, entristecido. Ahora que le veía bien, parecía más bajito de lo normal en un toro de su edad. Patricia, o Teresa, o quien quiera que fuese (Tony ya no estaba seguro de quién era) abrazó a Bruno, que le devolvió el abrazo, y se separó de él.

-Tú también tienes cosas que hacer, ya lo sabes... Tengo que irme. Cierra los ojos de nuevo, por favor.

Tony cerró los ojos. La misma sensación que antes había sentido le sobrecogió de nuevo, aunque esta vez sin el dolor, y cuando abrió los ojos se encontró una vez más en el cuarto con la vaca.

-Vamos deprisa. ¿Puedes levantarte?

El lobo trató de levantarse, y al hacerlo perdió el equilibrio, pero su profesora le ayudó a mantenerse en pie. Tony no sabía qué pensar. Por supuesto, aquella mujer (ya no sabía quién era) le acababa de salvar, pero... ¿Cómo había hecho aquello? ¿Y quién era el tal Bruno? Era todo tan extraño...

-Tenemos que ir con los demás antes de que sospechen. Sobre lo que ha pasado... No puedes decir nada, ¿de acuerdo? Y llámame Patricia.

-¿Cómo has hecho eso?

-No te puedo contar eso... Lo siento. No lo entenderías aún. Quizás dentro de unos años te lo cuente. Los recuerdos de los que han estado aquí han sido ligeramente modificados, así que ahora piensan que sólo te has mareado y necesitabas reponerte. No he sido yo, así que no me preguntes cómo se hace algo así. Sólo ten cuidado con lo que dices.

Tony la miró más sorprendido que antes. Heridas que se curan casi por arte de magia... Modificaciones de memoria en... ¿Cuánto? ¿Cinco minutos? ¿Dos? Quizás menos tiempo... ¿Qué demonios estaba ocurriendo allí? ¿Quién era Teresa? Maldita sea... Ya estaba bastante deprimido y extrañado por el comportamiento de Héctor en aquellos últimos días como para que encima le metiesen todas esas incógnitas en la cabeza...

En cuanto llegaron a la casa, Teresa y él se separaron y el lobo se metió dentro. Héctor estaba allí, con cara de preocupación.

-¿Estás bien, Tony?

El lobo le miró, en parte extrañado por la repentina preocupación que, el día posterior a mostrarle su intención de dejar de ser amigos, el hipopótamo mostraba por él.

-Sí... Gracias... Creo que... me voy a ir al cuarto a descansar un poco...

-... Hasta luego...

En cuanto llegó al cuarto, se tumbó sobre su cama y se abrazó a su almohada. ¿Cómo debía sentirse? ¿Qué debía pensar? El día anterior, Héctor le decía aquello, y hoy parecía preocuparse por él... Hacía apenas unos minutos, había estado a punto de morir (y además de un modo ridículo y estúpido en su opinión), pero un chico al que no conocía le había salvado justo después de que su profesora de matemáticas, de la cual siquiera sabía ya cómo se llamaba realmente, hiciera algo extraño y le llevara a otro sitio en menos de un segundo...

Y sin embargo, allí estaba, tumbado sobre la cama, y no le importaba nada de aquello... ¿O quizás sí? Después de todo, si se preguntaba aquello era porque le importaba aunque fuera sólo un poco, ¿no? Por otra parte, Patricia, o Teresa, o quien fuera, le había dicho que habían modificado la memoria de sus compañeros. No es que fuese muy creíble, pero tampoco se hubiera creído lo que le había pasado si no lo hubiera vivido en primera persona. Y si realmente habían modificado la memoria del resto, ¿por qué no habían hecho lo mismo con él?

Nada de lo que pasaba últimamente parecía tener sentido... ¿Por qué un día el hipopótamo era su mejor amigo y otro le decía que no quería seguir siéndolo? ¿Por qué su profesora parecía interesarse tanto en él como para dejarle ir sin cambiar sus recuerdos? ¿Por qué...? De pronto, algo se estrelló contra la ventana de la habitación, y el lobo se sobresaltó, volviendo de pronto al mundo real y abandonando sus preguntas por un momento.

Rápidamente se levantó y se acercó a la ventana. Cuando se asomó, y no necesitó hacerlo de l todo para darse cuenta de lo que había, vio un águila (no antropomorfa) tirada justo en el pequeño saliente al otro lado de la ventana. Aunque había más gente en el exterior, nadie pareció percatarse. Sin dudarlo, abrió la ventana y cogió al pobre animal, que parecía inconsciente, aunque no tenía ninguna herida en el cuerpo, por lo menos en apariencia.

¿De dónde había salido? No era normal encontrarlas en aquella época del año, y en los días anteriores lo había podido comprobar. Además, tampoco estaban tan alto en la montaña, y de todos modos, aunque hubiera estado por la zona, no dejaba de sorprenderle que hubiera llegado hasta aquella ventana sin que nadie la viera. Era bastante grande. Nunca había tenido una tan cerca, y mucho menos en sus propias manos. ¿En qué estaría pensando para darse un golpe semejante? El cristal no estaba limpio... no tanto como para que el águila no lo hubiera visto...

-Tranquila, bonita... Ya me ocupo yo de ti. Menudo golpe te has dado...

En cuanto se encontró de nuevo en su cama, con la ventana cerrada, comenzó a inspeccionar el águila. Realmente era hermosa. Su plumaje era suave y estaba muy limpio, y sus garras eran relativamente grandes y estaban bien afiladas. Sólo esperaba que no se despertase de pronto y empezara a atacarle... Y entonces lo vio. Llevaba algo en una de sus patas. Un pequeño papel enrollado, y una bolsita muy pequeña.

¿Significaba eso que llevaba un mensaje para alguien y se había perdido? Si era así, tendría que hacérselo llegar a quien fuera, pero también debería abrirlo, y no le gustaba fisgonear en ese tipo de cosas, pero... Igualmente, tendría que hacerlo si quería saber a quién debía hacer que llegara aquel mensaje. ¿Quién demonios utilizaba aquel método para enviar mensajes? Hacía años, y muchos, que se usaba el correo, y no hacía tantos pero suficientes el correo electrónico. Después de todo, los humanos les habían dejado muchas cosas antes de desaparecer. Si no, no habría "evolucionado" todo tan rápidamente.

Al final, se decidió. La bolsita no diría quien era la persona destinada a recibir aquel mensaje, pero el papel sí, así que apartaría la bolsita, desenrollaría un poquito el papel y, en cuanto supiese para quien era, trataría de encontrarle. Y luego, se ocuparía del águila. Pero nadie debía verle con el pobre animal antes de que lo liberase, o se pondrían a curiosear y quizás lo meterían en una jaula. Y eso no estaría bien...

Vigilando que nadie se acercara a la habitación, cogió el pequeño papel y lo desenrolló y leyó el nombre de aquel a quien iba dirigido el mensaje. Más bien lo intentó, en realidad, ya que no ponía nada al final. Y claro, no iba a leer la nota. Eso estaría feo, porque no iba dirigida a él, y no debía meter las narices donde no le llamaban... Pero si no la leía, no sabría a quién debía dársela... Quizás si pusiera el nombre de quien debía leerla en alguna parte... Después de pensar un rato, decidió leerla.

Era una nota corta. Muy corta, de hecho. Para enviar algo así, mejor habría sido enviar un mensaje por móvil o algo... Sólo ponía "Detrás de la casa, el viernes por la noche". Nada más... Quizás era una cita para quedar a esa hora con alguien... Sería mejor ir y darle la nota a quien estuviera. Aunque tampoco podía salir de noche de la casa... Y si se enteraban de que la había leído, se podrían enfadar con él... ¡Pero debía entregarla!

Además, él solo no podía encargarse del águila, y tenía que dársela a su dueño. Porque tenía dueño, ¿no? Quizás tuviera algo en una de las patas. Un identificativos o algo... Cualquier cosa que no hubiera visto antes. Dejó un momento la nota sobre la cama, y se giró para coger al águila, pero no la vio. La había dejado a su lado, y estaba inconsciente. Estaba seguro de eso. Además, su olor seguía allí. Era un olor extrañamente familiar. No es que lo reconociese de toda la vida, pero... Lo había sentido alguna vez antes, aunque no era capaz de recordar dónde o cuándo...

Bien, el águila le había distraído de sus preocupaciones, y ahora ya no estaba. Una cosa rara más en la lista... ¿Qué sería lo siguiente? ¿Payasos en la habitación sin venir a cuento? ¿Un pingüino con smoking? Tony cogió la pequeña bolsita y la metió en uno de los bolsillos de su pantalón, junto con la nota. Luego se tumbó a dormir, o más bien a intentarlo, hasta la hora de la cena. Tenía demasiados interrogantes en la cabeza como para dormirse.

22/12/3843 (viernes)

El viernes, Tony no pensaba en otra cosa que en aquella dichosa nota, la bolsita que no había llegado a abrir (tuvo que hacer uso de casi toda su fuerza de voluntad para no abrirla), y todo lo que le había estado pasando esa semana. Era todo tan extraño... Si encontraba al destinatario de la nota, quizás todo se aclararía...

Por fin, llegó la noche, y después de la cena se dispuso a ir detrás de la casa, con la esperanza de encontrar a quien debía recibir la nota. La nota no tenía por qué referirse a aquella casa, pero... no tenía más posibilidades. Por un momento, la idea de que la nota fuera para él rondó de nuevo por su cabeza, pero... ¿de quién entonces? ¿Para qué? Debía averiguarlo... Sólo tener aquellas ideas en su cabeza le habían hecho estar todo el día despistado. Ni siquiera sabría decir qué acababa de cenar. Toda su atención estaba allí... En la nota, en la bolsa y en el águila.

Al salir de la casa, vio al tal Alex y a Patricia, o Teresa, o quien fuera, hablando animadamente. Ni siquiera estaban mirando hacia la casa... Era sospechoso, sí, pero... ¿acaso iba a perder aquella oportunidad? Sin vacilar, corrió por la parte más oscura alrededor de la casa, hasta que se encontró en la parte de atrás. Allí no había nadie. Absolutamente nadie. No que él pudiera ver, al menos. Hacía algo de frío, pero tenía que descubrir qué estaba pasando allí.

El tiempo pasaba, y nadie aparecía. Pero no se iba a marchar. Si le pillaban, le pillaban y punto, pero él de allí no se movía hasta que apareciera alguien. El frío y la falta de estímulos que le mantuvieran despierto hicieron que empezara a adormecerse, y los bostezos eran cada vez más frecuentes. Cuando ya estaba a punto de dormirse, y ya tenía los ojos cerrados, algo le lamió la cara y le hizo sobresaltarse.

Cuando abrió los ojos y vio que habría sido, se sorprendió una vez más. Bueno... no eran payasos sin venir a cuento, ni un pingüino con smoking... Era un lince no-evolucionado. Pero eso no significaba que no fuera sorprendente. Hacía años que no se veía uno en todo el planeta, y si seguían vivos desde luego no era exponiéndose de esa manera. Por unos segundos, se quedó paralizado sin saber qué hacer, mirando al animal, que simplemente se acercó un poco más a él y se apoyó sobre sus piernas. Sin nada mejor que hacer, y en parte maravillado por la presencia del extraño animal, Tony le acarició durante un tiempo, casi olvidándose de todo lo demás.

Al cabo de un rato, aquel olor llegó de nuevo a su nariz. ¿Dónde lo había sentido antes? Le hacía sentir protegido. Le hacía calmarse. Era como si hubiera vivido una vida entera con aquel olor cerca, pero al mismo tiempo le resultaba un olor extraño. Además, no dejaba de ser asombroso que aquel lince tuviera el mismo olor que el águila que el día anterior había arremetido de golpe contra la ventana de su habitación. ¿Acaso pertenecían a la misma persona?

Perdido en sus pensamientos, dejó de prestar atención a su entorno. Una figura se acercó en mitad de la noche y se detuvo delante de él, a apenas un par de metros. Cuando el lobo levantó la vista, vio a la imponente cebra que había ido a sustituir hacía apenas tres días, o como mucho cuatro, a Leonard. Le estaba mirando a la cara, y parecía sonreír. Entonces Tony se dio cuenta de su situación. Estaba fuera de la casa, de noche, y era tarde. Seguramente alguien de su habitación habría ido a decirle algo a uno de los profesores, y ahora le habían pillado.

-Yo... eh... Lo siento... No...

De pronto, la cebra pareció entristecerse, bajó la mirada y cerró los ojos. Sin decir nada, se acercó al lobo y le acarició la cabeza.

-No pasa nada... ¿Has abierto la bolsa?

-¿Qué bolsa?

-Iba con la nota... La que llevaba Picudo.

-¿Qué?

-El águila...

El lobo le miró extrañado. ¿Había enviado él la nota? ¿Cómo era aquello posible? No tenían águilas allí cerca, y además parecía tener un nombre... Eso significaba que era suya, pero... ¿Dónde la tenía? Una brisa llegó de pronto hasta él, arrastrando de nuevo aquel olor. No venía del lince. Venía de la cebra... Pero... Era prácticamente la primera vez que le veía... No tenía ningún sentido...

-¿No recuerdas nada?

-¡Claro que sí! Ayer se estrelló contra la ventana de mi cuarto. Creía que estaba muerta, pero sólo estaba inconsciente. La estuve mirando, pero aparté la vista un momento y desapareció.

-Entonces tienes la bolsita que llevaba, ¿no?

¡Por supuesto! Alex debía de ser la persona a la que iba dirigida la nota. Seguramente había visto al águila, pero no había querido decir nada para no levantar sospechas. Pero entonces... ¿qué había en aquella bolsa? Después de todo, no conocían a la cebra. Podría ser un asesino, o un traficante de droga, o quizás algo peor... Instintivamente, sacó las garras y se preparó para lo que pudiera ocurrir. Alex le miró, y como leyendo sus pensamientos se arrodilló ante él, mirándole a los ojos, y habló de nuevo.

-No pretendo hacerte nada. Lo que hay en la bolsita es tuyo. Sólo quería saber si... recordabas... Pero veo que no. Guarda lo que encuentres en la bolsa lo mejor posible. No dejes que nadie te la quite.

-¿Qué debo recordar? ¿Por qué debería aceptar lo que me has dado? No te conozco... ¿Por qué pasa todo esto? Necesito alguna respuesta...

Alex le abrazó, y por alguna razón no intentó evitarlo. ¿Por qué le afectaba tanto todo aquello? ¿Por qué se sentía tan confuso? ¿Por qué no podía luchar contra aquella estúpida cebra y alejarse?

-Lo siento... Aún no es el momento... Debo marcharme. Sé fuerte. Mañana será un día difícil para Marcus, y necesitará el apoyo de sus amigos. Y en cuanto a ti... No renuncies jamás a la vida, pase lo que pase. Prométemelo.

¿Qué le estaba diciendo? ¿Por qué tenía que andarse todo el mundo con tanto secretismo? ¿Es que nadie iba a darle una maldita respuesta?

-Noé, prométemelo...

¿Ahora le llamaba Noé? ¿A qué demonios estaban jugando? Estaba harto de aquello. No podían hacerle algo así en tan poco tiempo... Él estaba seguro de muchas cosas... o eso creía... ¿Por qué le resultaba tan familiar aquel olor, y al mismo tiempo tan extraño? ¿Por qué tenía que cambiar todo tan drásticamente? ¿Quién era él? Nervioso, empujó a la cebra, o más bien se impulsó hacia atrás usando su cuerpo para hacerlo.

-¡No me llamo Noé! ¡No te conozco! ¡Déjame en paz! ¡Dejadme todos tranquilo! ¡Estoy harto de todo esto! Sólo quiero estar tranquilo, y saber que todo está en orden... ¡¿Es eso pedir tanto?!

Alex se levantó, y se echó hacia atrás. Una lágrima salió de uno de sus ojos. Entonces suspiró profundamente, alzó su mano izquierda y el lince junto a Tony pareció desvanecerse de pronto.

-Me temo que lo es... Lo siento... Por favor... No renuncies nunca a la vida.

Antes de que Tony pudiera decir nada, la cebra se giró, y al igual que había pasado con el lince su cuerpo se esfumó en el aire, dejándole allí solo. No tenía ninguna razón para creer nada de lo que le había estado diciendo, y aun así, en cierto modo aquellas palabras le habían llegado demasiado hondo. ¿Acaso estaba delirando? ¿Se estaba volviendo loco?

Se dispuso a volver a su habitación, tratando de olvidar lo que había ocurrido aquella noche, y todo lo que implicaba de ser cierto lo que se le había insinuado. En cuanto giró la esquina, chocó con Leonard, su profesor de ciencias, que parecía algo soñoliento, como recién levantado de la cama sin haber dormido demasiado.

-Tony... ¿Qué haces fuera a estas horas? ¿No deberías estar durmiendo?

-Lo siento...

-Ya... Venga, vete a dormir, que no tengo ganas de castigar a nadie. Es peligroso que estés fuera tan tarde... Podrías perderte si te alejas de la casa. ¿Dónde demonios están Alex y Patricia? Tendrían que estar vigilando esto...

Tony no dijo nada al respecto. No quería pensar en aquello. Simplemente, obedeció al koala y se fue a dormir, aunque conciliar el sueño le resultó bastante más difícil de lo normal, con todo lo ocurrido aún en su cabeza.