Vidas entrelazadas 9 (Héctor y Tony)

Story by nadie on SoFurry

, , , , , , , , , , , ,


15/12/3843 (viernes)

-Vamos, vamos, vamos... Aguanta un poco más... primera, segunda... tercera. Esta es... Vamos, vamos... Aaaaaaah... Dios, que gusto...

Es bien conocido por todo hombre que sólo hay un placer equiparable a estar con quien más te quiere. Y ese placer es, sin duda alguna, mear cuando piensas que tu vejiga está a punto de explotar y tardas en acabar lo suficiente como para poder asegurar que, efectivamente, estaba a punto de explotar. Y Héctor estaba disfrutando de aquel maravilloso momento. Lo estaba disfrutando tanto, de hecho, que cerró los ojos y no vio a Tony acercándose a mear justo a su lado, y en el mismo váter, que era el único en el baño de su casa.

-¡Wow! ¿Te echo una mano o puedes tú sólo con todo eso?

-Ya pued... ¡Agh! ¿Qué haces aquí? ¡Estoy meando!

-Sí, yo también. ¿No lo ves?

-¡Claro que te veo!

-¿Entonces para qué preguntas si ya lo sabes?

-¡Los tíos no mean juntos! ¡Eso lo hacen las tías! ¡Ese es el problema!

-¿Por qué? Aquí cabemos los dos... Bueno, los tres si contamos tu...

-¡¿Quieres dejar de mirar de una vez?!

-Aaaah... Así que eso es lo que te molesta... ¿Te da vergüenza? A mi me parece grande... no sé por qué te da corte...

-Ya te he dicho que los tíos no... bah... no vale la pena discutir...

-Mis padres mean juntos, y a veces yo también... No creo que haya ningún problema...

-Pero a tus padres les gustan los tíos... Ellos son gays, es normal... Nosotros no...

-¿No te gustan los tíos?

-¡No! ¿A qué viene eso?

-Qué raro eres... Pues a mi sí... Bueno, las chicas también, pero vamos, que no tengo problemas por que me guste algún chico...

-¿Y qué te hace suponer que a mi me gustan los tíos?

-La ropa ajustada, tu amor por los músculos, el ejercicio y el sudor, que no te he visto nunca con una chica, las hormonas... ¿sigo?

-¡Oye! Con la ropa voy cómodo, me gusta estar fuerte, el sudor es algo natural y las chicas son un rollo.

-Vaya, vaya... Si hasta parece que lleves las respuestas preparadas... Pero lo de las hormonas no me lo sabes explicar, ¿eh?

El hipopótamo no sabía qué decir. Quizás tuviera razón, pero no iba a aceptarlo tan fácilmente. No podía ser gay... él no... No podía permitírselo. Tony se acercó lentamente a él, mirándole a los ojos y obligándole a retroceder, hasta que su cara se encontraba a apenas centímetros de la de Héctor. Cuando sus labios estaban a punto de encontrarse, el hipopótamo le detuvo cogiéndole por el cuello y alejándole a la fuerza.

-NO. SOY. UN. MARICA. Apártate de mí.

Tony le siguió mirando a los ojos. No había frialdad... no había odio... ¿Era temor? En cuanto Héctor le soltó, el lobo se marchó con los demás sin decir una sola palabra. Se frotó el cuello. Tenía algunas marcas y le dolía.

Héctor se quedó allí un par de minutos. ¿Qué había hecho? No podía reconocerlo. Tony tenía razón, pero no podía hacerlo. Estaba confundido. No se encontraba bien, y no podía seguir con Tony tan cerca todo el día. Sin decir nada a nadie, se marchó hasta su casa. Si su padre se enteraba...

*********************************************

Tony, por su parte, tampoco estaba de humor. Cuando llegó con el resto, les dijo que se encontraba mal y que se quedaría en su casa. Tras unos minutos en los que le intentaron convencer, quedó claro que no estaba de humor y le dejaron tranquilo. Desde su habitación, vio cómo sus amigos se alejaban de su casa.

Después, se fue al baño a mirar las marcas del cuello. Tenía que disimular aquello, o sus padres se preocuparían. Se movió ligeramente el pelo en la zona del cuello, y las marcas dejaron de verse. Había tenido suerte... Ahora no lo notarían si no le tocaban el cuello. Cuando iba a volver a su cuarto, oyó cómo la puerta de la casa se abría y se cerraba.

-¡Buenos días! ¿Hay alguien?

Tony reconoció en seguida la voz. Era John, uno de los que trabajaban en la granja trabajando las tierras para cultivarlas o cuidando a los animales si fuera necesario (normalmente de eso se ocupaban otros). También era el hijo del antiguo dueño de la casa y las tierras. Su padre les había vendido la casa con la condición de que John pudiera vivir allí y trabajara aquellas tierras con ellos.

John era un caballo de unos 23 años y el pelo del cuerpo de color marrón ni muy claro ni muy oscuro, con algunas "manchas" redondeadas de color vainilla en la cara, los brazos, las piernas y la espalda. Su estómago, la zona bajo su cuello y sobre las pezuñas, y sus manos eran también de color vainilla. Medía unos 2,35m de altura y era bastante musculoso, aunque no demasiado, de espaldas anchas, y relativamente delgado para ser un caballo (aunque de ninguna de las maneras se podía decir que estuviese realmente delgado, o que tuviera un aspecto afeminado). Sus ojos eran verdes. El pelo de su cabeza era más largo que el resto, de color marrón oscuro como el de su crin y su cola, y lo llevaba recogido en una coleta. También tenía una pequeña barbita, casi siempre mal afeitada, y algo de bigote, aunque muy poco, también algo desaliñado.

Siempre tenía un comportamiento aparentemente despreocupado, aunque si se le conocía bien se podía decir que no era realmente así. Adoraba a los "críos", y especialmente a Tony, al que había cogido un especial cariño, ya que en muchas ocasiones se quedaban los dos solos en la casa y se habían cogido mucha confianza el uno al otro. Además, muchas veces dormían juntos, y Tony le consideraba como a un hermano mayor.

Rápidamente, Tony se aseguró de que no se le viesen las marcas del cuello y se dirigió hacia las escaleras para bajar y saludar a John, pero antes de que lo hiciese el caballo ya había subido, y a punto estuvo de chocar con él.

-¡Hola!

-¡Hola, Tony! ¿Qué tal el cole? Has vuelto muy pronto a casa, ¿no?

-Sí... Es que ha faltado una profesora...

-Vaya por Dios. ¿Y tus amigos? Me he cruzado con ellos viniendo para acá. ¿No quieres ir con ellos?

-No... No importa... Estoy bien en casa.

-Uuuuuy... Tú no estás bien. ¿Ha pasado algo? Bueno... Espera que deje esto en mi cuarto y me lo cuentas.

-No pasa nada...

-A mi no me tomas el pelo...

En un momento, John se quitó la cazadora y la echó sobre la cama, después de dejar una caja de madera con algunas verduras en su mesa, seguramente para limpiarlas después.

-Buff... Huelo a rayos... Si te parece bien, vamos al baño y me cuentas lo que te pasa mientras me lavo un poco.

Mientras se dirigían al baño, John se fue desnudando, y cuando llegó se quitó el fundoshi, que era lo único que le quedaba por quitarse, y se metió debajo de la ducha, la abrió y dejó que el agua le empapara. Tony estaba fuera, esperando a que el agua dejara de caer y John empezara a enjabonarse, que era cuando podrían hablar sin tener que dar gritos.

-Venga, va, cuéntale lo que te pasa a tu gran amigo John.

-Hoy... Héctor ha venido a casa, conmigo y el resto. Pasábamos por aquí para dejar mis cosas y después ir a casa de Tom.

-Espera, espera... Héctor es el hipopótamo, y Tom es el conejo, ¿no?

-Sí. Bueno, el caso es que Héctor tenía que hacer pis, y yo también, así que he venido a hacer pis sin esperar a que él terminara.

-Ya... Eso suele resultar bastante incómodo para mucha gente... No me preguntes por qué, ¿vale? Entiendo que les de cosa, pero... no sabría decirte por qué exactamente. De todas maneras, no veo que sea para tanto... ¿Qué ha pasado?

-Pues... Jo... Es que no he podido evitarlo... No se lo digas a papá...

-Mmmm... ¿Qué ha pasado?

-Es que me gusta Héctor...

-Uuuuy... No le habrás tocado el pito, ¿no?

-¡No! Es que... Estaba tirando esas cosas... hormonas... y pensé que... jo... Intenté besarle, pero no se dejó.

En cuanto terminó la frase, hubo silencio. John le miró. Abrió la boca para hablar, pero no dijo nada. Unos segundos más tarde habló.

-Vamos a ver... Yo no tengo un olfato tan fino como el tuyo, pero tengo entendido que cuando meo también tiro algunas hormonas. Quiero decir, que eso no se puede controlar. Llegada una edad, no puedes evitar dar ese olor en ciertos momentos... Es como una señal de que te estas haciendo mayor. No tiene por qué significar nada.

-Jo... No sabía eso... Pero aún así...

-¿Qué pasa? ¿Ha pasado algo más?

-Me cogió del cuello y me dijo que no me acercara más a él... Me hizo daño...

-¿Te cogió del cuello? Pero estás bien, ¿no? ¿Te hizo mucho daño?

-Mucho no, pero me asustó... Y no quiero que dejemos de ser amigos...

-... Tranquilo. Ya verás como se le pasará. De todas maneras, si te hace algo me lo dices. A ti nadie te toca un pelo sin que sepa quien soy yo. De todas maneras, habla con él. No vale la pena que dejéis de ser amigos por algo así...

*********************************************

Por fin llegó a su casa. Rápidamente, fue corriendo a su habitación y cerró la puerta con fuerza. Enseguida se aseguró de que el pestillo estuviera echado, se arrodilló junto a su cama y sacó de debajo una caja de madera, bien escondida allí, enganchada a la parte baja de la tabla de madera que sujetaba el colchón donde dormía todas las noches, y disimulada por algunos desperfectos en el mueble.

De nuevo, comprobó que la puerta de su cuarto estuviera bien cerrada, se sentó sobre la cama y abrió la caja. En ella había fotos en las que aparecía él con su madre, cuando era más pequeño. Desde que murió, dos años atrás, Héctor se sentía solo. Tenía a su padre, y a su hermano, sí, pero aún así...

Su hermano se portaba muy bien con él, y además era él quien llevaba el dinero a casa y le pagaba el colegio, le ayudaba en lo que necesitase y era el único en aquella casa que le respetaba. Su padre, sin embargo... No podía soportarle. Siempre les daba órdenes, y no movía ni un solo dedo para sacar adelante a la familia. Siempre les decía lo que debían hacer, cómo debían ser, con quién se tenían que relacionar y con quién no... A Héctor le había costado mucho convencer a su padre de que sus nuevos amigos "valían la pena".

Apartó las fotos, hasta que el fondo de la caja quedó a la vista, y entonces lo levantó. Allí estaba una de sus fotos favoritas. Habría podido estar por el resto, si no fuera por su padre, pero tenía que estar allí. Si su padre la viese... En ella estaba Héctor con un lobo un par de años mayor de lo que él lo era ahora. La foto era de hacía poco más de seis años, y nunca podría hacer otra igual.


10/6/3837 (sábado)

_ -¡Venga, Héctor, que te quedas atrás!_

_ -Ya voy... ya voy... Vas muy rápido, y hace calor..._

_ -¡Venga ya! Lo que pasa es que tú eres muy lento._

_ Un par de minutos después, Akil se detuvo. Se encontraban frente a la puerta de la casa del hipopótamo, y el lobo esperó pacientemente hasta que Héctor le alcanzó, tomó aire y sacó las llaves para abrir la puerta y entrar. En cuanto entraron, el padre de Héctor, Karl, les saludó._

_ -Buenas tardes a los dos. ¿Qué tal todo?_

_ -Bien, gracias._

_ -Hola, papá._

_ -Me alegro. Cámbiate la ropa, anda, Héctor, que hueles un poco a sudor..._

_ -Es que venimos corriendo desde el parque. Ahora me cambio._

_ -Ya te he dicho que no le hagas correr tanto, Akil... Los hipopótamos necesitamos beber bastante, y no estamos tan acostumbrados a correr como los lobos. Pero bueno... Si os lo pasáis bien, me basta con que tengáis cuidado._

_ -Lo siento, señor. No puedo evitarlo... Trataré de no hacerle correr tanto la próxima vez._

_ -Gracias. Venga, y ahora a pasarlo bien, que la vida son dos días._

_ En cuanto Karl terminó de hablar, Héctor y Akil se marcharon al cuarto del hipopótamo, y nada más entrar Akil cerró la puerta y puso el pestillo, dejándolos a los dos encerrados. Entonces se acercó a Héctor por detrás y le abrazó, pasando las manos por debajo de la camiseta del hipopótamo._

_ -¿Te ayudo a cambiarte de ropa? Será divertido..._

_ -Akil... ¿qué...? ¿qué haces?_

_ -Shhh... no digas nada... Sólo disfruta de esto_

_ -Yo..._

_ -Shhh..._

_ Lentamente, Akil fue levantando la camiseta de Héctor, y la pasó por encima de su cabeza. Mientras lo hacía, fue oliendo al hipopótamo, disfrutando del olor de su sudor y del tacto de su piel sobre su nariz. Adoraba aquel olor. Quizás sólo tuviera diez años y el olor no fuera demasiado fuerte, pero aquel hipopótamo, ocho años menor que él, le volvía loco._

_ En cuanto Héctor tuvo el torso al descubierto, Akil se arrodilló ante él y le "ayudó" a quitarse los pantalones, pegando su nariz a la entrepierna del hipopótamo y tomando aire con fuerza por la nariz, dejando que el olor de Héctor inundara sus fosas nasales y su mente. Ya había visto lo que Héctor tenía entre las piernas, y sólo imaginar cómo sería cuando alcanzase la madurez le hacía temblar de la excitación._

_ Héctor sólo podía ver a su más-que-sólo-amigo hacer aquello, dejarle hacerlo, y disfrutar de cada segundo. Pronto sus pantalones estaban en el suelo, y a éstos le siguieron los calzoncillos, dejando a Héctor completamente expuesto ante Akil._

_ El lobo, ya con el objeto de su deseo ante él, empezó a "trabajar". Con una mano, jugó con los testículos del hipopótamo, mientras con la otra masajeó su miembro, mientras lamia el glande, dando especial atención a la parte baja y al orificio en su extremo, haciendo que mantener la compostura y el silencio fuera una difícil tarea para Héctor._

_ Antes de lo que Akil esperaba, Héctor eyaculó por primera vez en su vida, expulsando apenas unas pocas gotas de lo que ni tan siquiera merecía el nombre de esperma, y el lobo lo bebió, disfrutando de la "esencia" que su amigo le había regalado._

_ De pronto, Héctor se sintió cansado, y se sentó sobre la cama._

_ -¿Qué...? ¿Qué ha sido eso?_

_ -¿Te ha gustado?_

_ -Sí, pero... ¿qué has hecho?_

_ -Je, je... Luego te lo cuento. Pero no se lo puedes decir a nadie. ¿Vale? Es un secreto._

_ -Sí._

_ -Bien. Vístete deprisa y vamos a jugar a algo. Tranquilo. El cansancio es normal al principio. Enseguida se te pasará._


17/6/3837 (sábado)

_ Héctor y Akil se encontraban de nuevo en su cuarto. Como ya había hecho varias veces aquella semana, estaban los dos desnudos, y Akil le hacía de nuevo una felación. Aquello le encantaba. Akil le había enseñado tanto en una semana... De pronto, la puerta del cuarto se abrió y entró su padre, con una bandeja con un par de refrescos y dos bocadillos, que inmediatamente se cayeron al suelo al ver lo que tenía ante sus ojos._

_ Héctor y Akil se quedaron paralizados, igual que Karl, hasta que el único adulto en la habitación empezó a ponerse rojo de furia, le temblaron las manos y fue directo hacia ellos. Sin que pudieran hacer nada para evitarlo, cogió a Akil por el cuello y le empujó contra la pared, donde le mantuvo sujeto._

_ -¡¡¡¿Qué coño crees que le estás haciendo a mi hijo?!!! ¡Maldito degenerado! ¡¿Es esto lo que te gusta?! ¿Eh? Te gusta esto,¿verdad?! Maldito chupapollas... Los que son como tú son escoria. ¿Acaso crees que te voy a dejar hacerle esto a mi hijo? Estúpido enfermo..._

_ Mientras le seguía insultando, empezó a darle rodillazos entre las piernas con todas sus fuerzas. Y quizás no estuviese muy en forma, pero unos rodillazos así no son poca cosa. El lobo trató de escapar, arañándole los brazos al hipopótamo que tan férreamente le mantenía sujeto, y dándole débiles patadas en el estómago, pero Karl no se inmutaba lo más mínimo._

_ Akil intentaba hablar, pero ya le resultaba bastante difícil respirar, y el dolor en el cuello y entre las piernas era horrible. Héctor intentó detener a su padre, pero éste le apartó golpeándole con una mano, tirándole al suelo y poniéndole el pie encima para que no se levantara. En aquella posición, Héctor podía ver perfectamente lo que le hacía al lobo, pero no podía hacer nada para evitarlo._

_ -Hijo. Créeme. Esto que estoy haciendo es por tu bien. Un día me lo agradecerás. Y en cuanto a ti..._

_ De pronto, Karl dejó de darle rodillazos, y le cogió con la mano derecha por los testículos, y con la otra le cogió por la cabeza, manteniendo sus mandíbulas cerradas para que no pudiera decir nada._

_ -... no mereces tener esto._

_ -¡Papá, por favor! Suéltale... suéltale..._

_ Su padre no le contestó. Sólo apretó con fuerza su mano derecha, y de un golpe seco estiró. Héctor pudo oír el sonido de la piel rompiéndose, la carne partiéndose y líquido cayendo. Akil acababa de orinarse encima, justo en el momento en que Karl le arrebataba para siempre la posibilidad de tener hijos. El lobo trató de gritar, pero su boca estaba bien cerrada, y no dejaba de llorar._

_ -Así está mucho mejor... Y ahora, ya que te gusta tanto..._

_ Karl le soltó la boca un instante, y le volvió a coger por el cuello. Entonces Akil intentó gritar. Pero en el momento en el que abrió la boca, el padre de Héctor la lleno con los testículos del propio lobo y la volvió a cerrar._

_ -Traga. ¡Vamos! ¿No es esto lo que te gusta? ¿Eh, perra? ¡Trágatelos como la perra maricona que eres! ¡¡Traga!! Quiero ver cómo lo saboreas. ¿No están deliciosos? ¿No te gusta su sabor? No van a salir de ahí, así que será mejor que te los tragues._

_ Akil y Héctor, ambos llorando, le miraron horrorizados. ¿Cómo podía alguien ser capaz de algo así? Estaba loco... loco... Y Akil no quería morir así... Con todo el esfuerzo del que se vio capaz, tragó. Tragó con tanta fuerza que le dolió, pero aquel dolor no era nada comparado con el que estaba sintiendo en otras partes del cuerpo, ni con el horror y el pánico que se habían apoderado de él._

_ -Muy bien... ¿Sabes...? Me alegro de que seas un maldito muerto de hambre y no tengas familia ni amigos, escoria... ¿Sabes por qué?_

_ Al lobo le siguió mirando, paralizado por el miedo y el dolor, incapaz de responder a preguntas que no entendía. Karl le dio un puñetazo en el estómago._

_ -¡¿Sabes por qué?! ¡Contéstame! ¡Te he hecho una pregunta!_

_ Esta vez, Akil negó débilmente. Estaba perdiendo mucha sangre, le costaba respirar y aquel loco le horrorizaba._

_ -Pues..._

_ Con horrible fuerza y determinación, Karl apretó aún más en el cuello de Akil con una mano, y con la otra empezó a girarle la cabeza, hasta que se pudo escuchar claramente un fuerte crujido. Los brazos del lobo cayeron a los lados de su cuerpo y Akil dejó de temblar._

_ -.... porque nadie va a lamentar tu pérdida... Héctor. Limpia todo esto. No quiero que quede ni una sola huella. Hasta que esto este limpio, no habrá merienda. Y estás castigado una semana sin salir de casa. Piensa en lo que has hecho._

_ Héctor estaba temblando en el suelo, llorando y sin poder creer lo que acababa de ocurrir. Su padre le vio, y se agachó a su lado, para susurrarle en la oreja._

_ -Shhh... ya está... Akil no te volverá a molestar. Esta gente esta enferma y necesita una lección. Sé que te cuesta creerlo, pero él estaba muy enfermo, y quería que tú también enfermases. Quería que creyeses que todo eso estaba bien, pero no es así. Pero no te preocupes. Yo te protegeré de "ellos". Sé que tú no eres así._

_ En cuanto terminó de hablar, Karl le besó en una mejilla, se reincorporó y salió de la habitación, dejándole allí con el cadáver de su mejor amigo ensangrentado, humillado y lleno de golpes._

_ -Por cierto... Espero que no le cuentes esto a nadie, porque entonces tendría que asegurarme de que no te vuelvas a ir de la lengua, y eso me molestaría bastante. Ahora te traeré un cubo con agua. Y date prisa. Tu hermano vuelve a la hora de la cena y para entonces quiero que la casa huela como Dios manda._

_ Durante casi dos horas, Héctor simplemente no pudo hacer nada salvo quedarse allí, viendo el cuerpo de Akil. Aquello no podía haber sucedido. Simplemente era imposible. Y sin embargo, allí estaba Akil. O mejor dicho, allí estaba su cuerpo, cada vez más frío, con unos ojos que habían perdido el brillo que tenían en vida._

_ ¿Era así como debían ser las cosas? Hacía poco había perdido a su madre, y Akil había estado con él entonces. Cuando se había encontrado mal, Akil le había escuchado y le había ayudado. Cuando había estado bien, lo había celebrado con él. Akil había sido su único amigo de verdad. No tenía familia, ni otros amigos a parte de Héctor, y se ganaba la vida limpiando haciendo recados para la gente del vecindario y aceptando las invitaciones de Héctor. O al menos, eso era cuando aún estaba vivo._

_ Pero ahora nada de eso importaba, porque Akil nunca volvería a estar allí cuando Héctor le necesitase o cuando tuviera algo que celebrar._


Después de mirar la foto durante algunos minutos, la volvió a guardar. Maldita sea. No podía hacerle aquello a Tony. Debía alejarle de él. Tony no se merecía aquello. Nadie se merecía algo así... salvo su padre.

De pronto, oyó la puerta de la casa abrirse, y guardó la caja con las fotos debajo de su cama lo más rápidamente posible. Luego abrió la puerta de su cuarto y fue a recibir a su hermano, Jaime, que acababa de llegar del taller de automóviles donde trabajaba.

-Buenos días, Héctor. ¿Qué tal el día? Mmm... vaya... ¿Estás bien? Tienes los ojos rojos.

-Sí. No pasa nada... Se me ha metido algo de tierra viniendo aquí...

-Mmmm... Ya... ¿Y esa foto que llevas en la mano?

Héctor se sobresaltó, y miró en sus manos, pero no llevaba nada en ellas. Luego miró a Jaime, asustado.

-Mmmm... Ya lo sabía yo... Es ese tal Tony, ¿verdad? Te recuerda a Akil... ¿Qué ha pasado?

-Nada... No es cosa tuya.

-Mmmm... Soy tu hermano mayor. Me preocupa lo que hagas con tu vida. Sabes que a papá no le gustan los homosexuales... A veces pienso que les odia a muerte...

-Tony ha intentado besarme.

-Sí...Mmmm... se veía venir... ¿Qué has hecho?

-Le he cogido del cuello y le he dicho que no soy gay y que me deje en paz.

-Pfff... Joder, hermanito... Mmmm... Así no me extraña que Akil se marchase tan de repente... Si le dijiste lo mismo...

-...

-Mmmm... ¿Y ahora qué? ¿Eso también te ha molestado?

-No entiendes nada... nada...

Sin decir una palabra más, Héctor salió corriendo a su habitación, cerró la puerta con pestillo y se tumbó en su cama, intentando no llorar. ¿Por qué tenía que ser todo así? ¿Por qué no se podía haber muerto su padre en vez de su madre? Así todo habría sido diferente... Akil seguirá con él, no tendría que ocultarle nada a nadie, y todos en esa maldita casa serían más felices... al menos, los que se merecían ser felices...

Algún día él sería quien tuviese más fuerza de los dos, y ese día su padre se arrepentiría de todo lo que había hecho. Si hubiera sido más fuerte aquel día le habría podido detener. Si hubiera sido más fuerte... Necesitaba ser más fuerte. Entonces no tendría miedo.