Vidas entrelazadas 8 (Nikolas-II)

Story by nadie on SoFurry

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15/12/3843 (viernes)

Después de la comida, cuando su cliente se marchó, Nik se quedó solo, sentado en la mesa del pequeño restaurante. Durante varios minutos pensó en su próximo cliente. No había dejado sus datos en la ficha para la "cita", algo que le incomodaba. Una tarde entera para hablar... No dejaba de ser extraño. Claro que Joe, el ogro que vigilaba en la puerta del local para que no entrar alguien indeseado, prácticamente sólo había hablado durante su sesión.

Entonces se acordó de algo, y fue a hablar con Leo, que debía de estar en la cocina. Al menos la última vez que le había visto estaba allí. Cuando llegó a la cocina, Leo y Joe estaban hablando. Joe llevaba el abrigo puesto y llevaba su bolsa en la mano derecha. Parecía algo incómodo, y en cuanto vio a Nik entrar se despidió rápidamente y se marchó. Al pasar junto a Nik, ni siquiera le dirigió la palabra.

-Hola, Leo... Le dije a Joe que recogiera la mitad del dinero porque al final prácticamente sólo hablamos. No sé si...

-Sí. Ya me lo ha dicho.

-Oh. Bien... Pues ya está... Sólo era eso...

-¿Ya has terminado de hablar con tu cliente de la comida?

-Sí. Se fue hace unos diez minutos.

-Bien. Joe se ha ido a su casa. Dice que no se encuentra bien. No me ha querido decir nada más, pero se le notaba enfadado, probablemente contigo. Sabes que no me gusta que los clientes se vayan de mal humor. Conozco a Joe desde hace bastante tiempo. No sé qué has hecho, pero me gustaría que te disculparas ante él. Y... si ya has terminado con tu cliente, supongo que puedo decirte esto ahora, en vez de esperarme a esta noche. Siéntate, por favor.

Nik se sentó en un taburete cercano, algo desconcertado. Leo estaba bastante serio, y no sabía qué podía querer decirle.

-Bueno, Nik. Últimamente tu "horario de trabajo" es algo... extraño. No me lo vas a negar, claro. No tienes clientes habituales. Al menos ninguno destacable. Sólo trabajas entre semana, salvo en ciertas ocasiones, y nunca más tarde de las diez de la noche. Eso estaría bien si trabajaras en una empresa que fabrica... yo qué sé... pasta de dientes. Pero trabajas en un burdel, y a la gente le gusta divertirse de noche. Además, ya tienes cuarenta años... No es que me parezcas un viejo, o feo o algo así... Y por si fuera poco, tienes un hijo que no quieres que sepa dónde trabajas.

-Leo... No querrás decir que...

-No. No voy a "despedirte". Me gusta tenerte cerca, y no lo voy a negar. Quiero decir que trabajas mucho tiempo, y tus clientes pagan, sí, pero no como para que seas millonario, o algo así. Además, cada vez tu horario es más restringido. Tarde o temprano, tu hijo se podría dar cuenta. No puedes ocultárselo siempre, y para intentar hacerlo sacrificas una cantidad considerable de dinero que podrías estar ganando, y mucho tiempo que podrías pasar con él.

-Has dicho que no ibas a despedirme.

-No voy a hacerlo. La decisión es tuya. Lo que te quiero ofrecer es que trabajes conmigo y me ayudes a dirigir el local. Este negocio prácticamente lo "bautizamos" entre los dos, y no me parece justo que sea yo quien tome todas las decisiones. El sueldo, lógicamente, no será una maravilla, aunque sería mucho más "estable" que el que puedas ganar prostituyéndote. No depende del número de clientes que tengas, ni del tiempo que dediques. El horario me parece más que aceptable y además es fijo. Creo que así podrías planificar mejor el tiempo que pasas con tu hijo, y el que pasas trabajando, y además si tu hijo descubre algo, será que administras un local donde la gente "reparte amor". Y la habitación que tienes ahora la puedes utilizar como despacho. ¿Qué me dices?

Nik se paró a pensar un momento la oferta. Casi todo eran ventajas, pero...

-Sinceramente, no lo sé... La oferta es buena, pero... Me he acostumbrado a esto. Quiero decir que, en fin, me he acostumbrado a...

-A follar todo el día y cobrar por ello. Y crees que echaras en falta el sexo.

-Sí...

-Ya... No creo que lo vayas a echar en falta. Si lo que quieres es follar, yo estoy disponible gran parte del día. Y soy rápido, así que no nos quitaría mucho tiempo. Y de todas maneras, cualquiera de los putos estará encantado de hacerte algún favor de vez en cuando. Incluso Joe, si no estuviera enfadado, estoy convencido de que estaría deseoso de ayudarte con ese tema.

-Está bien. Haremos una cosa. La próxima semana trabajaré contigo. Si me convence, me quedaré trabajando en eso. Y si no, volveré a prostituirme.

-No te volverás a prostituir. Te lo aseguro.

-Je, je... Parece que ya me veas dirigiendo el local contigo el resto de mi vida.

-No lo sabes tú bien, je, je, je...

-No lo sé, no. Bueno. Me voy fuera, a esperar al próximo cliente...

-Vale. Hasta luego. Y, de todas formas... llámame cuando acabes, por favor.

-Descuida. Lo haré.

Nik salió de la cocina, se dirigió a la puerta que separaba el restaurante de la calle, y cuando iba a salir, de pronto, alguien en el exterior giró de golpe para entrar y chocó con él, haciéndole caer al suelo. En cuanto se recuperó de la caída y levanto la vista, Nik no pudo más que sorprenderse.

-¿Kyle?

-Shhh... Vamos.

Antes de que Nik pudiera decir nada, Kyle le cogió por un brazo y le llevó hacia dentro, a una mesa relativamente apartada y oculta de miradas indiscretas.

Kyle era un gorila de 40 años, 2,15 m de estatura, pelo blanco y piel oscura de una tonalidad azulada, aunque sobretodo de color negro. Los únicos lugares de su cuerpo sin pelo, al menos a simple vista, eran el pecho, los pies y las manos. Sus ojos eran verdes como esmeraldas, y para sorpresa de todos, y especialmente de los gorilas, tenía una cola realmente larga. Resultaba asombroso por el hecho de que los gorilas de su clase, como de muchas otras, no tenían cola, pero además medía 2 m. Y no sólo eso. Tenía la fuerza suficiente como para soportar el peso entero de su dueño sin que éste se lamentara de haberla forzado a ello.

Más agradable fue la sorpresa de su mujer al ver que la cola no era el único apéndice anormalmente desarrollado en su cuerpo, aunque eso ahora no importa demasiado. Por otra parte, tampoco era un gorila precisamente pequeño o débil, en ningún aspecto. Era inteligente, excéntrico sin duda, pero buena persona en opinión de muchos. Su musculatura tampoco dejaba lugar a quejas. Siendo psicólogo, era de los pocos en su profesión que, sin dejar a un lado el tema de la mente y los problemas psicológicos, dedicaba tiempo a entrenar su cuerpo para situaciones que en cualquier momento podrían darse como, por ejemplo, que un rinoceronte le intentase embestir.

A muchos esta idea le resultaría ridícula, y un argumento estúpido para hacer más ejercicio del necesario para una vida sana, pero Kyle había sido embestido, en al menos tres ocasiones, por un rinoceronte. ¿El mismo siempre? Eso ya no lo decía. "Secreto profesional", respondía. La gente no sabía quién estaba peor, si él o sus pacientes. Pero tenía cierto prestigio, nunca se pudo hallar nada en contra de su salud mental, y allí estaba, loco y cuerdo al mismo tiempo, según quién lo dijese.

-¿Qué haces aquí?

-Soy tu próximo cliente, listillo.

La frase del primate fue seguida por un golpe de su cola en la frente del conejo, que la apartó con una mano.

-Pero... Si estás casado.

-Sí, y tengo dos hijos, el pelo blanco, una preciosa colección de relojes y demasiado "prestigio", o como lo llame la gente, como para que me vean en un sitio así. Ya lo sé. Es mi vida. He venido a hablar, no a follar.

-Sí, pero... Por qué no has ido a... a... yo qué sé... a otra persona. Yo sólo soy un puto. Quiero decir, que... joder... como te vean te destrozan la vida. "Un psicólogo de prestigio acude a un puticlub, engañando a su mujer, y ni siquiera intenta disimularlo". No me gustaría que te metieras en líos así conmigo tan cerca. No quiero que mi hijo se entere de que hago esto...

-¡Oh! ¿Tienes un hijo? No me lo esperaba. ¿Qué edad tiene?

-14 años. ¿Por qué?

-¡Mi hijo pequeño también! ¿Cómo se llama tu hijo?

-Tom. ¿Qué te ha dado con eso ahora?

-¡Genial! Tú hijo y el mío son amigos, Nik.

-¿Qué? ¿Jir es tu hijo? Si no se parece nada a ti...

-Eso es porque no le has visto desnudo, je, je...

-Es negro y no tiene cola...

-Vale, sí... No seas aguafiestas...

-Aún no me has dicho qué haces aquí.

-Pues...

De pronto, Nik vio a Leo acercándose a la mesa, y le hizo un gesto para que no fuera.

-Espera. Vamos a mi cuarto. Aquí podría vernos cualquiera, y no nos conviene a ninguno de los dos.

-Será mejo que hagamos eso, sí.

Rápidamente, se dirigieron al cuarto de Nik, aunque teniendo cuidado de no llamar la atención. En cuanto entraron, Kyle se quitó toda la ropa menos los calzoncillos, unos boxers ajustados.

-¿Qué haces?

-Intento que haya igualdad de condiciones. Si no, nuestra conversación podría no ser del todo sincera, ya que uno se está exponiendo más que el otro.

-¿Y por eso te quitas la ropa?

-Sí.

-Vale... Bueno. Ya podemos hablar. Me cuesta creer que realmente seas mi cliente, aunque eso explica por qué no tenemos tus datos. No es que no me fíe... Es que no me esperaba encontrarte en un sitio así, y menos conmigo...

-Sí, bueno. La vida da muchas vueltas. Por cierto... Nunca me dijiste por qué te expulsaron de la universidad... Tus notas eran excelentes y trabajabas mucho...

-Ya... Me pillaron haciéndole una mamada a un caballo. Luego resulta que era el hijo de uno de los catedráticos, me acusaron de intentar violarle y... bueno... al menos no me metieron en la cárcel, ¿no?

-Menuda putada...

-Sí, bueno. Prefiero mirarlo como una anécdota más y olvidarme. ¿Tú qué tal? No me has llamado en mucho tiempo.

-No tengo tu teléfono. Averigüé que trabajabas aquí, y decidí pasarme a hacerte una visita. Por cierto... ¿el dinero que he pagado llega para una mamada o sólo para ocuparte toda la tarde?

-¡Kyle! Estás casado, por Dios... ¿Y cómo averiguaste que trabajaba aquí? Que yo sepa, eso no es algo que se haya hecho público. No me gustaría que mi hijo se enterara de algo así.

-En Internet. Pones "conejo gigante", y es de los primeros enlaces que aparecen.

-¡¡¡¿Qué?!!!

-No. Es broma. Trabajo por aquí cerca con una paciente, y hace unos días te vi entrar aquí mientras iba a casa de esa paciente. Recordé cómo te ganabas la vida cuando íbamos a la universidad y... bueno... dos y dos son cuatro.

-Joder... No vuelvas a hacer una broma así... Bueno. ¿A qué has venido? No es que me moleste que estés aquí, pero sé de sobra que tú no haces visitas para dar los buenos días, y menos pagando lo que has pagado.

-Sigues igual que siempre. Directo al grano... En fin... Tengo un problema, y creo que eres el único al que puedo hablar sin rodeos. Al menos de esto. Es sobre mi mujer y yo.

-Podrías ir a un psicólogo, si es de problemas matrimoniales de lo que quieres hablar.

-No, no, no. Vamos a ver. Alguien como yo no puede ir a un psicólogo. Quiero decir. Yo mismo soy un psicólogo de prestigio en esta ciudad, y no me puedo permitir hacer algo así. ¿Me entiendes? Si no tuviera ese prestigio, no supondría ningún problema, pero en la situación en la que me encuentro, sería como decir a todos mis clientes "soy un hipócrita que no sabe relacionarse con su propia mujer y se atreve a decir a otros lo que deben hacer para estar mejor". Ya me conoces, y sabes que no es así, pero la gente funciona de esa manera. Si pones el listón demasiado alto, te harán caer muy bajo por el más mínimo fallo.

-Sí... Dejando a un lado que eso ha sonado muy arrogante, tienes razón. Yo ahí no tengo problemas. Es la ventaja de prostituirse sin cobrar una barbaridad. No eres un puto de lujo, así que no te piden gran cosa. Por el dinero que has pagado para estar toda la tarde conmigo, por ejemplo, no te llegaría ni para una hora con un tapir que trabaja aquí mismo. Y para lo que suelo cobrar, no has pagado poco.

-Si quieres me puedes hacer un descuento, por ser un viejo amigo...

-Lo siento. Tú te puedes limpiar el culo con el dinero que te sobra, pero yo lo necesito para comer y pagar los estudios de mi hijo. No me puedo permitir ese lujo. De todas formas, es arriesgado que quedemos aquí, así que te voy a dar mi teléfono, y si quieres hablar en otra ocasión me llamas. Dame el tuyo también, y así podremos estar en contacto.

-Claro.

En un momento, intercambiaron sus números de teléfono, y continuaron hablando.

-Bueno. ¿Qué querías hablar para arriesgarte así?

-Es sobre mi matrimonio... No entiendo por qué, pero de repente es como si no hubiese... ya sabes... como si no hubiera amor...

-Ya, bueno. Sabes que lo del "amor" no es lo mío. Supongo que simplemente ya no le atraes, ¿no? O ella ya no te atrae...

-El problema no es ella. Soy yo... Quiero decir, que ella me sigue tratando como antes, me ama y se nota. Pero yo... No sabría como explicarlo... Se ha convertido en una especie de rutina, ¿sabes?

-Tómate unas vacaciones, llévatela a un sitio donde podáis pasarlo bien y tengáis un poco de adrenalina extra. Eso debería ayudar. A menos que realmente no sea ese el problema, y creo que no lo es.

-... Después de tanto tiempo... y aún no te puedo engañar...

-Pues lo siento, pero ya sabes que para que te ayude no me puedes mentir. Puedo intuir cuándo me mientes, pero no puedo saber la verdad que me ocultas.

-............... Creo que soy gay...

-¿Por qué?

-No estoy seguro. Llevo un tiempo... fijándome en otros hombres...

-Podría ser simple curiosidad. Seguramente atiendes a muchos pacientes que se traumatizan porque son gays y no quieren admitirlo, y cosas así... Les convences de que no es algo malo para que se sientan mejor, y te quedas con la curiosidad. Intentas convencerte a ti mismo de que, realmente, es incluso algo bueno, para poder decírselo a tus pacientes. Poco a poco te convences, aunque en un principio no lo creas y... ¡tachán! Vienes a hablar conmigo porque te has metido demasiado en la cabeza de algún paciente y te has auto-convencido de que tú mismo sientes atracción por otros de tu mismo sexo.

-¿Cómo sabes que es eso? ¿Cómo sabes que realmente no soy gay?

-Dime... ¿Qué sentiste cuando viste a tu mujer por primera vez?

-¿Por qué...?

-¿Qué sentiste?

-...... No lo sé... Bueno... Fue extraño... Me gustó mucho. Ya lo sabes. Me metí en varios líos para impresionarla...

-¿Y en vuestra primera cita? ¿Qué sentiste entonces?

-No quería que terminara... Pero eso era antes... Hace mucho tiempo de aquello...

-Bien. Pues seguimos en el pasado hasta que yo lo diga. Si quieres que te ayude, contéstame. ¿Qué sentiste cuando te enteraste de que tu mejor amigo hacía mamadas y levantaba el trasero para cualquiera que le pudiese pagar algo de dinero?

-¿Eso qué...?

-Contesta.

-Me sorprendí. No me lo esperaba y me decepcioné. Ya lo sabes... ¿Por qué me preguntas esto si ya lo sabes?

-Yo lo sé. Lo que quiero es que a ti te quede claro. Ahora... Te decepcioné. No te lo creías y te pasaste casi un mes sin dirigirme la palabra. ¿Qué fue lo primero que me dijiste cuando volviste a hablarme?

-... No lo sé... No me acuerdo de eso... ¿por qué debería acordarme? Hicimos las paces, ¿no? ¿Qué importa lo que dijese?

-Yo sí que me acuerdo. Lo primero que me dijiste fue: "¿Cuánto pides por una mamada?". De hecho, me lo dijiste con una de las miradas más frías que me has lanzado en tu vida. ¿Sabes por qué?

-...

-Porque la que ahora es tu mujer te dijo "Hoy no. Me duele la cabeza". No te guardo rencor, ¿vale? Pero me usaste como a un pañuelo. Cada vez que tu mujer te decía que le dolía la cabeza, venías a mí y me pagabas para que fingiese que disfrutaba de aquello, me obligabas a levantar el trasero delante de ti y a gemir... Pero era su nombre el que salía de tu boca... No creo que hayas dejado de "amarla". Y no quiero que me uses otra vez.

-... Yo no te usaba... Tú necesitabas el dinero y yo...

-Y tú necesitabas desahogarte. Lo sé. Ya te he dicho que no te guardo ningún rencor. Sólo quiero que seas consciente de ello.

-Si no me guardas rencor... ¿por qué has sacado ese tema?

-Mira...Cada uno tenemos a nuestra propia persona... Aquella a la que valoramos más, y a la que queremos por encima del resto. Incluso si tenemos que caminar sobre cristales rotos, lo haremos para alcanzar a esa persona. Pero sólo lo haremos si sabemos que esa persona nos va a dar la mano. Si no, nos quedaremos observándola, viendo como cada vez se aleja más, y fingiremos que nunca ha pasado nada. Tú encontraste a tu mujer, la seguiste y te dio su mano. Sería estúpido que ahora la soltaras y te desviaras de tu camino. Te conozco demasiado bien, y sé que sólo estás pasando un mal momento. Nunca la abandones, o te arrepentirás el resto de tu vida.

-...... ¿Y si no es sólo una mal momento? ¿Cómo puedo saber que realmente no me gustan otros de mi mismo sexo?

-... Es eso, ¿verdad? Has venido a comprobar eso... No tenías ninguna intención de dejarlo en palabras...

-...

Sin decir nada más, Nik se levantó y terminó de desnudarse. Kyle hizo lo mismo. Entonces Nik se arrodilló, apoyándose en el borde de la cama, y apartó su corta cola, esperando a que Kyle hiciera lo que había venido a hacer. Kyle le miró, se acercó por detrás y le acarició la espalda, contemplando su cuerpo como lo había hecho años atrás.

-No vas a... en fin... ¿no hay "precalentamiento"?

-Has venido a comprobar si te gustan los de tu mismo sexo, no a ver si te gusta el "precalentamiento" que hacen. Si te gusta mi cuerpo, adelante. Si no, podemos seguir hablando y fingir que no ha pasado nada. Pero si lo que necesitas es meterla en un agujero, piénsatelo bien. Yo no te voy a dar más de lo que te dará tu mujer. Ella es más que un objeto donde meterla, y lo sabes.

-Creía que yo te gustaba...

-.........

Kyle le cogió por el hombro y le indicó que se levantara. En cuanto lo hizo, le miró a los ojos, le observó de arriba abajo, y le abrazó con fuerza. Nik le devolvió el abrazo.

-Gracias... Tu hijo tiene un buen padre.

-...

El gorila cogió su ropa, se vistió de nuevo y se dispuso a salir, pero Nik le detuvo antes.

-Espera... ¿Te vas ya? Aún queda mucho tiempo...

-Lo sé, pero... tengo que ir con mi mujer. Me está esperando en casa, y no quiero decepcionarla. Le dije que tenía una reunión, así que... Se va a llevar una sorpresa, je, je... Gracias por todo. Y perdóname. He sido un imbécil.

-De nada. Y... te llamaré... Tengo que devolverte casi todo el dinero de la sesión de hoy...

-Eso no parece propio de un...

-puto...

-Eemmm... Sí... Eso...

-Política del local. Los clientes insatisfechos reciben su dinero de vuelta.

-Si ese es el caso, creo que no te he pagado lo suficiente...

-No es... joder...

Antes de que Nik le pudiera contestar, Kyle ya se había marchado y le había dejado allí. Tal como estaba se sentó en la cama. ¿Por qué de pronto se sentía tan vacío? Pero no se sentía mal... No se sentía sólo vació. Había algo más... Una parte de él se quería echar a llorar, y la otra se sentía completamente... calmada... casi feliz... Pero el vacío estaba allí.

Kyle se había ido, por segunda vez en su vida, de su lado. Y había sido él quien le había apartado. ¿Por qué sentía aquello? Había pasado tanto tiempo desde que sintió aquello por última vez... Quería estar a su lado. Quería sentirle cerca. Y al mismo tiempo quería alejarle de él. No quería que le hiciera daño. No quería que se fuera con otra persona y le abandonara, y ya se había ido con esa otra persona.

Había vuelto con él, le había confesado que, quizás, sintiese atracción por alguien como él. Alguien del mismo sexo. Podría haberle engañado. Podría haber fingido. Podría haber dejado que le utilizase, y no lo había hecho.

Quería su cuerpo, su aliento en la nuca, sus brazos sujetándole, su sudor empapándole en el caliente olor de un deseo puramente pasional. Quería tenerle sólo para él. Quería que su nombre saliera de aquellos labios mientras hacían el amor... ¿Hacer el amor? No... mientras follaban... Pero sabía que faltaría algo. Kyle nunca le nombraría a él. Nunca sería sólo para él.

Sin dejar de pensar en todo aquello, se metió en la cama y se echó las mantas por encima. Se cubrió hasta la cara, se escondió del mundo, sintió cómo el aire se negaba a entrar en sus pulmones. Se había formado un nudo en su garganta. Se había ido... Se había ido... Se había ido... Y él le había echado... Él le había dicho lo que debía hacer, y había destruido cualquier posibilidad, como había hecho años atrás.

Algunas lágrimas empezaron a salir de sus ojos. Kyle sería feliz... Sería feliz... Lo sería... Tenía que alegrarse... No... No le importaba... No debía importarle. Sólo había sido un cliente más... No tenía importancia. ¿La tenía? ¿Debía tenerla? ¿Por qué dudaba? ¿Por qué no se iba aquel dolor? ¿De dónde venía? Debía olvidar. Sí... Eso era lo que tenía que hacer... Como había hecho años atrás... Kyle no le importaba. No sentía nada. Sólo eran trucos en su cabeza. No había nada. El amor no existe... no existe... no existe... No debía sentir nada...

De pronto, alguien levantó las mantas y le sujetó por un hombro. Y entonces fue consciente... Se había colocado en posición fetal, con los ojos cerrados, sujetándose con fuerza las rodillas, y hundiendo la cara entre las piernas. Abrió los ojos y levantó la mirada. Leo estaba allí, mirándole con preocupación.

-Nik... ¿Estás bien?

Por un momento lo pensó. No podía ver completamente bien a Leo. Acercó una mano a su cara, y vio que había estado llorando. Volvió a mirar a Leo, pero no dijo nada.

-Nik... ¿Ese era Kyle, verdad?

Nik afirmó con la cabeza. ¿Cómo la había sabido?

-¿Cómo...?

-Estabas murmurando su nombre cuando he llegado. Eso, y algo de que si no importaba no-se-qué, o que no existía no-se-qué-más... ¿Te encuentras bien?

-No lo sé...

-¿Te ha hecho algo? Se ha ido muy deprisa, como intentando que nadie le viera...

-No ha hecho nada... Lo siento... No debería comportarme así...

-¿Entonces por qué se ha ido así?

-No quiere que le reconozcan. Es psicólogo. Tiene cierto "prestigio" y si le ven entrar o salir de un sitio como este tendrá problemas. Está casado con una mujer y... bueno... se entiende, ¿no?

-Muy bien. ¿Y entonces por qué estabas temblando y llorando escondido debajo de esas mantas?

-...

-Nik. Llevas trabajando conmigo mucho tiempo... No estoy acostumbrado a verte así, y me preocupa. Sabes que puedes confiar en mí.

-Kyle era compañero mío en la universidad. Estudiábamos juntos, y compartimos habitación casi cinco años. En esos cinco años... Bueno... Tuvimos varias discusiones. Un día se enteró de cómo me ganaba la vida cuando me iba por ahí por las noches, y estuvo casi un mes sin hablarme. Pensé que no volveríamos a ser amigos.

'Cuando volvió a dirigirme la palabra, me convertí en su "juguete". Él estaba enamorado de una chica, pero ella no le satisfacía sexualmente, así que me pagaba para que ocupara su lugar. Después dejó de pagarme. No quería que lo hiciera. Todas las noches, yo le daba mi cuerpo y él me daba su amistad. Me enamoré de él, pero... no podía ser... Un tiempo después, la que ahora el su mujer le dio lo que yo le había estado dando tanto tiempo, y él se olvidó de mí.

'Intenté olvidarlo, pero todos los días venía a mi cuarto... Bueno, a nuestro cuarto... Allí, en la universidad. Muchas veces también ella venía, y yo me tenía que ir a otro sitio, así que su mujer no me conoce... Al menos eso creo. Así que Kyle y yo simplemente fuimos "amigos". Le he dicho que me echaron de la universidad, pero... No podía soportar verle tan feliz con ella, sin pensar en mí ni un solo instante. Así que me marché... Sólo me quedaba medio curso para sacarme la carrera, pero... No lo aguantaba más.

'Hoy ha venido porque tiene problemas con su matrimonio. Me ha dicho que su mujer no le excita, que se ha convertido en una rutina para él. Quería usarme otra vez para saber si le gustaban otros hombres, pero le he detenido. Le he dicho lo que pensaba, y que nunca dejara a su mujer. Que debe seguir con ella, porque la ama, aunque ahora no lo vea porque está pasando un mal momento. Estoy contento porque creo que le he ayudado y que a partir de ahora va a ser feliz de nuevo, pero... Cuando le he visto marcharse... Me he acordado de aquellos tiempos y... Ha sido como si me hubiese roto el corazón yo mismo otra vez...

'Creo que aún sigo enamorado de él y me duele. Llevo tanto tiempo fingiendo que no creo en el amor, que casi yo mismo me lo había creído y ahora...

-Nik... Lo siento de veras...

Leo se acercó a él y le abrazó con fuerza. Nik simplemente le dejó, y al cabo de unos segundos le devolvió el abrazo. Después se separaron, y se miraron mutuamente a los ojos.

-No me dejes solo, por favor...

-Tengo que dirigir este local. Ya lo sabes. Tengo que irme... De todas maneras, si quieres compañía hay alguien que agradecerá que le hagas una visita. Creo que sabes a quién me refiero...

-Joe... Oh, mierda... Soy un imbécil... ¿Dónde está?

-Se fue a su casa hace un rato. Te puedo dar su dirección, si quieres.

-Sí, por favor... Le debo unas buenas disculpas...

-No sé qué le hiciste, pero... Aunque sea tan grande como es, debes saber que tiene su pequeño corazoncito, y que es alarmantemente más sensible de lo que parece. Elige tus palabras con cuidado.

-Lo haré. Gracias por el consejo.

-No es nada... Toma.

El león le dio un papel, con la dirección de Joe recién escrita en él, y se dispuso a volver abajo para trabajar.

-¿Te sabes su dirección de memoria?

-Eeemmm... Sí. ¿Algún problema?

-No, no, nada... Sólo me llamaba la atención...

-Bueno... Yo me voy a trabajar. Suerte con Joe.

-Gracias. Hasta luego.

Rápidamente, Nik se vistió y salió corriendo a la calle. La casa de Joe estaba cerca, así que decidió ir allí caminando y "disfrutando" del paseo mientras ordenaba sus pensamientos para que las disculpas que pensaba darle al ogro sonasen lo más sinceras posibles (algo no demasiado complicado, ya que le iba a ser completamente sincero).

Cuando al fin llegó, unos minutos después de salir de "La Madriguera", vio que Joe vivía en una casa bastante grande, pero medio destrozada, justo en la falda de la montaña. Esto le sorprendió, ya que el sueldo que recibía debía de dar para al menos un poco más, y de todas maneras había gastado "bastante" para pagar a Nik por sus servicios. Además, por cómo iba vestido no parecía que fuese a vivir en un sitio así.

Llamó a la puerta golpeándola varias veces, y al principio nadie contestó, pero había visto un par de luces encendidas, así que siguió llamando, hasta que de pronto oyó la voz de Joe.

-¡Fuera! ¡Si no he abierto es por algo! ¡Márchese ya! ¡Me da igual quien sea! ¡Está molestando!

-Joe, soy yo...

-¡¡¡He dicho que no me importa quién sea!!!

Ante los ojos de Nik, la puerta se abrió de golpe y apareció Joe. O al menos, alguien muy parecido. La diferencia fundamental es que debía de medir al menos un metro más de alto, su piel estaba cubierta por tatuajes (sólo llevaba unos pantalones) y tenía los ojos inyectados en sangre. Además, sus pupilas eran de color rojo y tenía unos músculos bastante más desarrollados que los que recordaba sobre Joe, con unas venas que se marcaban de forma obscena por todo su cuerpo. Los cuernos en su cabeza eran considerablemente más grandes que los de Joe, y en general daba bastante miedo.

-¡¡¡¿Qué coño quie...?!!! ¿Nik?

Nik le observó paralizado, con la boca abierta, y en parte rezando para que no ocurriera nada que acabara con sus órganos vitales destrozados o fuera de su cuerpo. De pronto aquella enorme criatura empezó a menguar en tamaño. Los tatuajes sobre su piel desaparecieron lentamente, y sus pupilas se volvieron amarillas. Al cabo de unos segundos, Nik tenía delante suyo a Joe. O al menos esperaba que fuera él, y que no volviera a transformarse en aquella... cosa...

-¿Qué haces aquí?

-Yo... yo... ¿Joe? ¿Eres tú?

-Lo siento... No quería que me vieras así... Pasa, por favor... Te prepararé algo para beber...

-No. Soy yo quien te tiene que pedir perdón. He sido un imbécil...

Joe se quedó quieto donde estaba, ya en mitad del recibidor de su casa, y se dio la vuelta para mirar a Nik, indudablemente perplejo ante lo que acababa de oír.

-Has... ¿Has venido aquí para pedirme perdón?

-Sí... Yo... Lo siento... He jugado con tus sentimientos, y eso no está bien...

-Pero... tienes trabajo... ¿por qué has venido ahora?

-Tengo la tarde libre. Mi último cliente ha terminado muy pronto. Y... no quería estar solo... ¿Te importa si me quedo contigo un rato?

Joe le miró, aún más perplejo que antes. De pronto, en su cara apareció una de las sonrisas más grandes que Nik había visto en su vida. Se le podían ver perfectamente dos colmillos más grandes de lo normal en la mandíbula inferior. Cuando tenía la boca cerrada sobresalían, y ahora que sonreía se podía apreciar lo grandes que eran en realidad.

-¿Me estás pidiendo una cita?

-No es eso... yo no... Sólo quiero pasar la tarde contigo y hablar...

-Y luego tomar algo por ahí, y una cena... O sea: una cita.

-Llámalo como quieras... ¿Quieres o no?

-Sí. Pero... con una condición. Para compensar lo de esta mañana...

-... Está bien... ¿Qué quieres?

Joe se le acercó, se agachó ligeramente y le besó en la boca, colocando una de sus enormes manos sobre la mejilla del conejo, que le devolvió el beso, olvidando que no estaba trabajando y no tenía ninguna obligación de hacer aquello.