El Secreto de Tora: De vuelta a Casa

Story by Mastertuki on SoFurry

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#12 of El Secreto de Tora


El Secreto de Tora

Capítulo 12: De vuelta a Casa

Atención: Para entender este capítulo es necesario haberse leído los anteriores. ¡¡Feliz Lectura!!

Atención (y II): Esta historia relata una relación homosexual. Por esa razón, si a) Te equivocaste al darle a las opciones de Yiffstar, b) No sabías que era M/M y has decidido investigar, c) Esperas a que haya la misma escena de sexo que hubo en el capítulo anterior, d) Ni siquiera sabes que significa salir del armario, te recomiendo que retrocedas en tu Explorador de Internet, aunque quien sabe... A lo mejor te gusta y todo este fic.

El coche se detuvo enfrente de la enorme casa de Odayaka. Ser una estrella del baloncesto tenía sus ventajas, y es que se podía permitir lujos como esos, aunque sinceramente, no había sido él quien la había comprado. El causante, como no, había sido su padre, que a pesar de estar contrario a que abandonara el equipo donde participó antaño, siempre se había mostrado un poco favorable a cuidar de su hijo, cosa que él no quería, y mucho menos si le realizaba ese tipo de acciones.

La orca salió del coche, la luz de la luna reflejándose en su piel de textura plástica y oscura. Delante de sus ojos, una impresionante mansión de metal y cristal, patrimonio de la ciudad que ahora pertenecía sin duda a la familia de Odayaka. El antropomorfo agitó la cola, procurando no llevarse por delante el espejo del coche, y se volvió ligeramente la vuelta en el momento en que escuchó a alguien salir del mismo coche, un Ferrari azul.

-Joder...

Eso fue lo que dijo el otro ser que había salido del coche por el lado contrario, un lagarto de color algo verdoso con ojos rasgados, bien formado de cuerpo y una mochila en la mano. Miraba, sorprendido, el enorme edificio que se extendía delante de él. Había visto cosas parecidas en la televisión, pero nunca se iba a imaginar que viviría durante un tiempo en una casa como esa.

Esa nota había provocado en Odayaka un cierto malestar. Por alguna razón, sospechaba de Leon, el director de la universidad donde iban tanto el tigre como él, y encontrarlos a ambos en una residencia temporal mientras se ubicaba tanto a madre como a hijo en un nueva casa (Un movimiento bastante complicado, ya que oficialmente la madre era "Madre adoptiva", hecho que ni la orca conocía) había determinado que finalmente se lo llevaría con el por si acaso. Tenía muchas otras razones para pensar que había sido Leon, como ciertos movimientos extraños en el muchacho, no típicos de un lagarto antropomorfo como lo era él, y aquellos ojos... Era todo muy extraño, sin contar ya con la supuesta relación con la madre adoptiva.

-Oye... ¿Estas seguro? -preguntó el lagarto, mirándole. Odayaka se volvió un momento, y torció una sonrisa.

-Créeme, es lo mejor para ti.

Ambos comenzaron a caminar hacia la mansión, mientras que el coche iba de vuelta a su garaje, llevado por un mayordomo* delfín. En cuanto acabaron de subir las escaleras de la entrada, Odayaka abrió la puerta, y se hizo a un lado, permitiendo al lagarto entrar primero.

Eso si que era sorprendente. Si el exterior parecía increíble, el interior era todo un sueño. Se encontraban por lo que parecía ser la recepción, con una pared completamente de cristal donde se mostraba un jardín ahora oculto por la oscuridad de la noche. Enfrente de esa pared habían varios sofás, y a la otra punta, una barra donde se servían bastantes comidas. Aquello no acababa ahí, puesto que unas escaleras de caracol parecían indicar que la casa era aún más grande.

-¿Y todo esto es para ti solo? -le preguntó el lagarto, sorprendido.

-Si, ya lo ves. Mi padre se pasa mucho. -Odayaka cerró la puerta tras de él, y lanzó las llaves a una mesa de cristal que había al lado. Luego, se quitó la chaqueta que llevaba encima, y la colgó en una percha. Lizar, al ver eso, realizó los mismos movimientos.

-Le he dicho al mayordomo que por favor lleve tus cosas a tu habitación. Tienes que subir aquellas escaleras, y encontrarás en el pasillo de arriba una puerta al fondo.

-Oye, Odayaka...

-¿Mhh?

La orca le miró un momento con sus grandes ojos, y Lizar se sintió tan intimidado que decidió no mencionar nada. Iba a preguntarle: "¿Porqué me has ofrecido vivir contigo un tiempo?" pero iba a ser que no.

-Nada, déjalo. Ya voy allá.

-Está bien. Yo voy dentro de un rato.

Odayaka observó como el lagarto iba cogiendo camino, y estuvo un buen rato mirando como se iba por las escaleras. En cuanto este desapareció, se dirigió un momento hacia la barra para tomar algo, y se topó con una foto en la mesa que solía hacerle bastante daño.

En ella se reflejaba la foto de una hermosa orca femenina abrazando a un Odayaka completamente, delante de un fondo en el que se reflejaba el puente mayor de la ciudad. Había pasado ya mucho tiempo desde que había cortado con ella. Por alguna razón, nunca llegó a sentirse a gusto con ella al lado. La había querido, era cierto, pero no encontraba la chispa a su relación, lo que había hecho sin duda que finalmente se rindiera y cortaran ambos. Pensándolo bien, era lo más correcto.

Miró un momento las escaleras, y se quedó pensativo un buen rato. De momento había conseguido engañar a Lizar diciéndole que solo estaba allí más que nada por amistad, una amistad que había ido consolidándose durante el mes siguiente al atentado a su casa. Por lo tanto, tampoco era demasiado ilógico que lo hubiera invitado a que se quedara el tiempo que hiciera falta, pero no sabía cuanto tiempo duraría esa mentida.

Ahora que lo pensaba: ¿Cuanto tiempo llevaba ya Tora fuera? Prácticamente dos meses. ¿Cuando se le ocurriría volver? Sabía que había encontrado a Bryce, pero llevaba demasiado tiempo alejado de la universidad. Tanto que ya prácticamente estaba a punto de ser navidad. ¿Que estaban haciendo? La verdad es que solo ellos dos eran capaces de averiguar si realmente lo ocurrido con el lagarto tenía que ver con Leon o no.

"Voy a ver si les puedo llamar."

Sabía que era una completa estupidez intentar llamarles estando donde estaban, pero quizás tenía suerte y todo. Se separó de la barra, y con cuidado de no golpear con su cola cetácea la lámpara de la esquina (No era la primera vez que se la llevaba por delante), comenzó a subir escaleras hasta que, finalmente, llegó a un pasillo estrecho, donde se encontraban cinco puertas: Dos a la derecha, dos a la izquierda, y una al fondo, la cual estaba medio abierta, y donde se reflejaba en la fina luz que había una sombra que pasaba de un lado para otro.

Odayaka se fue a una de las puertas de la izquierda, entrando en su habitación, donde la humedad invadía todo el ambiente. Le iba bien así, se encontraba mucho mejor consigo mismo que en lugares secos y áridos. Al lado de la enorme cama, en la mesita de noche, había un teléfono, y recorrió toda la habitación para cogerlo y realizar una llamada telefónica. Probó con Bryce, y luego con Tora, ambos fuera de cobertura. Ane tampoco estaba disponible, tal como se temía.

"Esto no me gusta nada... Mhhh..."

Y de repente se acordó de alguien. Abrió uno de los cajones de la mesita de noche, y sacó una agenda de color negro. Lo abrió, y buscó el teléfono de Senko. Tora se lo había dado una vez comprobó él mismo que el bar donde trabajaba el tigre seguía siendo el mismo. En cuanto lo encontró, marcó el teléfono, y esperó una respuesta.

//Bar Tseido. ¿Con quien hablo?

-Con Odayaka, un amigo de Tora. -mencionó la orca.

//¿Odayaka? Ah, vale, ya se quien eres. Dime, ¿Ocurre algo? ¿Que tal está Tora?

-Pues eso es lo que me gustaría saber. -dijo, echándose en la cama con una mano en la cabeza. -Hace dos meses que no han vuelto, y quería saber si por casualidad te había dicho él algo o que.

//¿Dos meses? Pues no, no me han dicho nada... Bueno, en ese caso, cuando cierre el bar, voy a buscarles. ¿Quieres que les diga algo?

-Si. Que va a ser navidad y que no tengo ganas de recibir mis notas y no las del tigretón ese para poderme reír.

//¡Jajaja! Veo que ambos andáis algo picados con el tema.

-Si, la verdad, es que sí... Oye, Senko...

_//¿Si?

-_

Nada, nada... Bueno, ya me dirás algo. Venga, nos vemos.

Colgó inmediatamente, y dejando el teléfono a un lado, se quedó mirando al techo, pensando. Se iba a atrever a hacer la pregunta del siglo... Pero aún no estaba demasiado seguro. De hecho, no sabía si sería capaz de real izarla o no.

-¿Odayaka? ¿Estas ahí?

La orca se incorporó de improviso al oír la voz del lagarto sisearte, y se bajó de la cama, yendo directamente hasta la puerta. Tras ella, se encontraba Lizar, que parecía algo despistado por la expresión en la cara que tenía.

-¿Querías algo? -le preguntó.

-Si, la verdad es que si... Oye, ¿Donde está la cama?

-¿La cama?

Y entonces se acordó. Al darle la habitación de los invitados, la cama estaba completamente plegada a la pared, por lo cual, seguramente ni la había visto. La orca se rió un poco, pero luego se puso serio, y comenzó a andar hacia el habitáculo, con Lizar detrás de él. En cuanto entró, se sorprendió de ver lo organizada que había quedado en tan solo unos segundos. Exceptuando el enorme espacio que había en medio de la sala (Y que no tardaría en ser ocupado), el armario en la izquierda, y la mesa a la derecha, indicaba que al lagarto le encantaba tener cada cosa, cada utilidad, en un lugar diferente.

Lamentablemente, no sabía si ese orden iba a durar mucho tiempo.

La orca se acercó a una placa de metal que había en la pared, y la golpeó, dejándola caer un poco. La cogió en el aire, y empezó a abrirla, hasta que finalmente, mostró una cama completamente sin estrenar, ocupando el espacio libre que quedaba en la sala.

-Hay que joderse... -mencionó Lizar.

-Bueno, ya tienes la cama. ¿Algo más?

-No, creo que no... Gracias.

La orca asintió un momento, y mientras veía como Lizar se acercaba, la orca comenzó a ir en dirección opuesta hasta que se topó con su mirada en una foto que había encima de la mesa. En ella, había un muchacho humano, sonriente, al lado de lo que se suponía que era la madre adoptiva de Lizar. Sorprendido e incapaz de reaccionar, fue caminando hasta la mesa, y cogió la foto, mirándola de arriba a abajo. ¿Que carajo...?

-Lizar... ¿Que se supone que es esto? -dijo seriamente.

-¿El q...?

Lizar se quedó de piedra al ver lo que estaba sujetando, y rápidamente buscó una excusa para intentar evitar el tema mientras avanzaba rápidamente hacia él y se la arrebataba, procurando ocultarla a su espalda.

-Es... ¡El antiguo hijo de mi madre, eso! -exclamó de repente. -Murió en un accidente de coche, supongo que me acogió porque me parecía a él...

Venía el truco del almendruco. Lizar intentó poner un rostro de pena, que su piel rugosa profundizó aún mas, dando un aspecto más realista. La orca lo miró por encima, y mas tarde, negó con la cabeza, dándose la vuelta.

-Disculpa, pensaba... Que me estabas engañando. -dijo. -Oye, si pasa algo... No dudes en confiar en mi, ¿Vale?

-Er... Si...

En cuanto vio largarse a la orca, Lizar miró la foto unos instantes. Le había ido a pelo que no le descubriera, aunque quizás no sería tan malo, después de todo.

"No, no debo fiarme. Si averigua que en realidad era humano... Estoy perdido."


Un pétalo cayó sobre su nariz parecida a la de un lobo, por lo oscura que era, y le hizo estornudar. Luego, cogió el pétalo con una mano, y le echó un vistazo. Vaya, que pronto se acercaba la navidad, aunque tampoco le importaba. La verdad es que llevaba una serie de noches que dormía la mar de calentito, y no precisamente por unas cuantas mantas, si no por un tigre que, junto a él, había decidido aprovechar el tiempo que tenían para estar juntos sin nada que les molestara.

Ahora tocaba, sin embargo, hacer frente a la realidad. El muchacho volvió sus ojos azules a una de las ventanas, esperando ver a Tora asomarse por la ventana. Desgraciadamente, no era así, y seguramente porque el tigre tenía cosas mejores que hacer. Como por ejemplo, abdicar a su puesto real.

Ambos habían olvidado lo que era Tora. Un tigre antropomorfo, miembro de un clan, y con un papel que cumplir. Desgraciadamente, las leyes hasta ahora tenían prohibido que miembros que rompían las reglas pudieran llevar el clan (Y él había hecho el amor varias veces con Bryce), pero parecía ser que, gracias al clan de occidente, habían comenzado a abrirse un poco, y estaban dispuestos a aceptar a Tora incluso conociendo su homosexualidad.

La sala en la que se encontraba el tigre solo estaba iluminada por la luz que entraba a través de la ventana. Dos grandes telas se encontraban a banda y banda de la gran sala, aunque a diferencia de las reuniones medievales de occidente, en ese clan se reunían de forma más sencilla: Estaban todos de pies, uno al lado de otro, formando un círculo. El que se encontraba iluminado por la espalda gracias a la luz del sol era Tora, acosado por una docena de miradas que parecían dispuestos a convencer de algo tanto si él quería como si no.

-No pienso hacerlo.

Un tema tan sencillo como lo era substituir el puesto de su padre como cabeza llevaba ya dos horas de duración. Tora era tozudo, y los otros tigres también lo eran, por lo que la batalla campal y verbal parecía durar bastante rato más. El padre de Tora, muerto por lo visto una semana después de que él y los demás huyeran (Lo que chocaba frontalmente con las llamadas recibidas durante todo ese tiempo, y la supuesta relación del padre de Tora con ella), había dejado un hueco en su lugar, un hueco que oficialmente él tenía que ocupar, pero se negaba. Hacerlo suponía, sin duda, perder a Bryce. El que había substituido al padre de Tora hasta ahora, con una túnica azul, dio un paso adelante, y lo miró con sus ojos amarillos y felinos.

-Tora, te lo pido por última vez. Nos estamos muriendo, pronto dejaremos de ser numerosos.

-Bien, pues deja de usar preservativos. -exclamó el tigre, cabreado. -A mi no me hizo ni puta gracia, Eddie, ni puta gracia, estar constantemente acosado por tigresas que no paraban de mirarme simplemente por mi estatus. Con Bryce he logrado algo muy diferente, y no pienso perderle.

-¿Y dejarás perecer al clan de tus hermanos?

-No. -dijo Tora secamente. -Dejaré morir a los que me maltrataron por no querer reconocer lo que soy ahora.

Aquello había sido una acusación en toda regla. Los demás tigres se miraron los unos a los otros, y luego, volvieron la vista a Tora, que seguía con aquella serenidad que tanto le caracterizaba.

-Y si... ¿Y si te dejáramos con Bryce? En el momento en que ambos acabéis con Bryce, volver con él a tu lado...

Tora se rió, mostrando sus afilados colmillos.

-¿A tanto os rebajaríais?

-No nos rebajaríamos nada, Tora, pero te necesitamos, al igual que también estamos pactando con el clan de occidente para unirnos a ellos. -argumentó. -Tora, te lo ruego...

-Bryce no aceptaría que me pusiera al mismo rango que a mi padre. -argumentó Tora. -Si yo me pongo al frente con él al lado, vamos a tener que hacer muchos cambios. ¿Estáis... dispuestos a aceptar?

Los tigres se volvieron a mirar. Muchos de ellos no parecían querer aceptar, y se veía simplemente por su expresión facial, típicos de tigres cazadores y nocturnos, pero Tora mantenía la calma de siempre, con la cola bajada y los fuertes brazos anaranjados cruzados.

-Aceptamos.

-Bien. En ese caso hablaré con él. Tardaremos dos años. Yo acabo este año, pero él tiene que empezar otra vez y lo más probable es que termine el año que viene. -dijo. -Vendré estas navidades otra vez, ambos, para que se acostumbre un poco mas. Y espero que por entonces, seáis un poco mas receptivos con él de lo que habéis sido esta temporada...

Se giró un momento para subirse al borde de la ventana, y les miró de reojo.

-... o en el pasado.

Luego saltó al tejado que tenía enfrente, y de ahí, empezó a correr hasta que volvió a saltar a otro tejado, y de este al suelo. Al frente, esperándole, y sentado encima de una roca, se encontraba Bryce, un muchacho con el pelo largo hasta los hombros, y con una coleta que le nacía del cogote y le llegaba hasta el final de la espada. Estaba mirando al cielo, con sus ojos azules, sus cejas gordas y su nariz chata, dándole un aspecto de lobo que no podía con él. Sus brazos tampoco le ayudaban, pues estaban cubiertos de un exceso de vello, y en esos momentos, acariciaba... A Mioko.

-No te vas a llevar a esa cosa peluda, ya te aviso.

Bryce volvió la vista al tigre, y le dedicó una media sonrisa. Luego, se incorporó un poco, mientras Mioko, contento, se subía a su cabeza.

-Estás hoy un poco... ¿Cabreado?

-¿No me digas? No me había dado cuenta. -exclamó el tigre. Sulfurado, se sentó al lado del muchacho, mirando al suelo, y agitando la cola de un lado al otro. Bryce aprovechó que llevaba la parte de arriba al descubierto para acariciarle el suave pelaje de la espalda, mirando de calmarle. Notaba su respiración agitada, signo sin duda de que parecía alterado.

-Mioko no gusta ver a Tora triste... -exclamó el zorro. De repente saltó de la cabeza del muchacho a la falda del tigre, y puso rostro de contento. -¡¡Vamos a jugar con Mioko!!

-¡¡Sal de encima, cosa peluda!! -exclamó el tigre de repente, metiéndole tal bofetada al zorro que lo tiró al suelo, haciéndole llorar de tristeza. Bryce se incorporó de repente para recogerlo, y miró furiosamente al tigre.

-¡Pero que coño haces! ¡Él no tiene la culpa de tus problemas! -exclamó el muchacho.

-¡Me importa un pito! ¡Y olvídate de llevártelo con nosotros!

-¡He dicho que se viene y se viene!

-¡Y yo he dicho que no!

Tora intentó sacarle a Mioko de las manos, pero en ese momento, ocurrió algo inesperado. Bryce depositó al zorro inmediatamente al suelo, y se abalanzó sobre el tigre. Este intentó morderlo, pero un dolor muy fuerte en el brazo izquierdo le hizo dar una vuelta de campana y luego, hacer una voltereta hacia atrás al ser empujado por el muchacho. En cuanto se incorporó, se encontró al híbrido en el suelo, de rodillas, mirándole furiosamente, gruñendo, y enseñando los afilados colmillos.

Daba mucho miedo.

Sobretodo con esos labios manchados de sangre.

Tora se miró un momento el brazo, de donde podía ver un mordisco, y parte de su pelaje manchado de sangre. Volvió de nuevo la vista a Bryce, el cual parecía asustado ahora, y finalmente, negó con la cabeza.

-Perdona. -dijo el tigre al final. -He estado acumulando toda la rabia durante la reunión, y la he descargado contigo.

-Tora... Te he mordido...

-Tranquilo... No es nada, no te preocupes.

Estuvo a punto de lamerse, pero en esos momentos, se dio cuenta que la herida ya estaba húmeda, y sobretodo, curara. Lentamente alzó la mirada, y se encontró con el zorro, que le miraba atemorizado.

-Mioko... No...

-Tú...

El tigre miró con sus ojos amarillentos al zorro, y luego, procuró acercar las zarpas a él, suavemente, para cogerlo. Sin embargo, Mioko no era tonto, y se iba haciendo cada vez mas atrás, asustado.

-Déjale, Tora. No lograrás nada en este estado.

Escuchó los pasos procedentes de Bryce, que se iba acercando, y con cuidado, recogió al zorro. Luego se agachó delante del tigre, y le tendió al zorro, el cual se puso a temblar.

-Vamos, no dudes. Cógelo.

El tigre miró un momento al muchacho, y luego al zorro, y finalmente, procuró cogerle con sus zarpas peludas. Con un poco de paciencia comprobó que Mioko estaba tan aterrado que ni siquiera se atrevía a oponer resistencia. Pronto dejó las manos del muchacho, y lentamente, se fue calmando a medida que el tigre iba acariciándole el pelaje.

-Vaya, vaya... Así que los Miosorentos curan heridas...

-Quizás... Fue a partir del experimento mismo. -mencionó Bryce. -A lo mejor su saliva está compuesta de un coagulante muy fuerte.

-Pues vaya... De todas formas, sigue sin caerme bien. -dijo el tigre, mirándole a los ojos.

-¿Porqué? Solo es un zorro.

-No es eso, Bryce... Me recuerda... Nos recuerda a todos nosotros nuestro origen. Los Miosorentos eran experimentos, ya te lo dije. -mencionó el tigre. -Se escaparon por un camión que se volcó, y ni siquiera se molestaron en recuperarlos porque pensaban que iban a morir, pero no... Como ves... Se reproducieron.

Bryce miró un momento al tigre, y luego miró al zorro, que poco a poco iba recobrando su sonrisa y su felicidad. Así que esa era la razón por las cuales odiaban los Miosorentos: el recuerdo de su origen, experimentos... Ahora lo iba entendiendo todo.

-¿Me dejas que cuide de él? -le preguntó de nuevo Bryce.

-Bueno... Yo no tengo ningún problema. -miró a Mioko un momento, y se esforzó en mostrar una ligera sonrisa, aunque le costó bastante. -Pequeño, te vienes con nosotros. Pero pobre de ti que me hagas trastadas porque te voy a dar una buena, ¿Entendido?

-Mioko no entiende... -mencionó el zorro. -¡¡Pero Mioko está contento!!

Parecía que el susto se había pasado en tan solo unos segundos. Observó como Mioko saltaba de nuevo a los brazos del muchacho, que lo acogía contento. El tigre los miró a ambos, y sonrió un poco. Tampoco iría mal que se lo llevara. En el momento en que volviera a la universidad, Bryce tendría que quedarse otra vez solo en casa, y un poco de compañía tampoco le iría mal.

-Oye, Bryce... Habrá que ir a la casa de Doreis, e informarles de...

-Olvídalo, Tora. Ya estoy fuera. -mencionó el chico.

-Sí, tienes razón... Demasiado tiempo...

-No, no es por eso, es...

Un sonido muy familiar interrumpió al antropomorfo y al híbrido, que se volvieron hacia el lugar donde procedía el sonido. Pronto pudieron comprobar como se acercaba una especie de máquina, o mas bien dicho, un automóvil. Se trataba de un todoterreno de color negro, el cual estaba siendo conducido por alguien que Bryce desconocía, pero que Tora conocía muy bien.

-¿Senko?

El muchacho miró un momento al tigre, que parecía bastante sorprendido, y más tarde al conductor que estaba saliendo del coche: Otro tigre. Bryce empezó a sentirse mareado en cuanto coincidió la imagen del conductor con la que había visto hacía dos meses en el largo sueño, y se fue de espaldas peligrosamente hasta que Tora lo sujetó de repente para evitar la caída.

-Bryce, ¿Te encuentras bien?

-Si... Eso creo... Ayúdame un momento, anda.

Apartándose de la cata los lametazos del zorro, miró de nuevo al frente, ayudado por Tora a incorporarse, y se topó frente a frente con Senko. Si, no había duda, era exactamente el mismo.

-Yo... A ti te conozco.

-Pues me temo que yo no. -mencionó el tigre. Se quedó un buen rato mirándolo, sin embargo, y rápidamente abrió los ojos. -Espera, si... Tu me suenas de algo...

-Es Bryce.

Un silencio se produjo en todo el lugar. Senko estuvo largo rato observando al muchacho de arriba a abajo. Su mirada denotaba mucha seriedad y responsabilidad, todo lo contrario de Tora. Sin embargo, en el fondo de sus ojos, el híbrido podía ver el mismo dolor que veía en el tigre.

-Tú... ¿has sufrido? -mencionó Bryce, casi hipnótico.

-¿Mhhh? -Senko se volvió al tigre, y añadió: -¿Me estas tomando el pelo?

-No. Ha habido problemas... ¿Para que has venido?

-Odayaka anda preocupado por ti y por... él. -mencionó. -¿Cuanto tiempo lleváis sin pasaros de nuevo por la ciudad? Juraría que viniste a rescatarle, no a vivir en la lejanía.

-Lo sé, se me pasó el tiempo, pero necesitábamos unos días solos... Para... Solidificar nuestra relación. Pero estábamos haciendo el pensamiento de regresar a casa. ¿Nos llevarías?

-Oh, y tanto. Es que Os tengo que llevar.

-¡Perfecto! -se volvió a Bryce, el cual parecía sorprendido, y añadió: -Ves subiendo tú al coche, ¿Vale? Nosotros vamos ahora.

Bryce asintió, mientras veía como Tora señalaba con una zarpa la mansión y trazaba una ruta hasta allí, siendo seguido muy de cerca por Senko, un tigre que el chico no dejaba de mirar en cualquier momento. Era extraño, pero le daba la sensación de haberlo conocido mucho antes. Sin embargo, su memoria volvía a jugarle una mala pasada, pues se negaba a reaccionar.

"Es como si me lo estuviera inventando..."

-Eso de no recordar nada debe de fastidiar un huevo, ¿no?

La voz provenía de detrás suyo, una voz muy conocida y familiar. No hacía falta ser un adivino para darse cuenta que se trataba de alguien muy conocido por Bryce: La camarera coneja Ane. No es que hubieran hecho las paces precisamente durante sus dos meses de estancia en la mansión, y de hecho, él mismo podría haber decidido que Uros y ella no estuvieran juntos. Sin embargo, el lobo y Ane, aunque no habían consumado su relación, parecían muy dispuestos a ser novios. De momento, todo quedaba en un "Muy amigos".

-Bastante. -mencionó Bryce mientras se daba la vuelta con Mioko en brazos, lo que hizo que la coneja se apartara.

-¡¡Niño!! ¡¡Saca eso de delante mío!!

-Oh, por favor, otra vez no... -el híbrido se puso a Mioko encima de la cabeza otra vez, y volvió la vista a la coneja. -¿Así mejor?

-No... Estará mejor si me lo cargo.

-¡Ni se te ocurra tocarle un pelo! -Bryce se había exaltado de repente al pensar que le podrían hacer daño al zorro. -¡Pobre de ti!

-Vale, vale... Tu tranquilo, que no voy a hacerle nada. Por cierto... Tienes sangre... En los labios, justo aquí. ¿Es que has ido de caza?

Casi que si. El chico tardó unos instantes en reaccionar, y cuando lo hizo, se llevó una mano a la boca, tocándose un poco los labios y la piel, para mirarse luego la mano. Si, estaba llena de sangre, de la sangre de Tora.

-Joder... Menudo mordisco le he metido a Tora.... -murmuró pausadamente, mientras se miraba los dedos tintados de rojo. Nunca en su vida se hubiera imaginado que haría algo así. De hecho, tendría que habérselo temido, puesto que durante los actos con Tora, últimamente hacia con él cosas que, a parte de ser cariñosas, no dejaban de ser un poco... ¿Como lo podría definir?

-¿A Tora? Se que está muy bueno, pero tanto como para llegar a esos extremos... -murmuró la coneja mientras se cruzaba los brazos y levantaba las orejas.

-Nos hemos peleado. -Bryce se limpió la sangre con el brazo, y añadió: -No ha sido nada. Como novios, tenemos derecho a discutir de vez en cuando, ¿no?

-Ah, vaya, esa si que es una novedad. -dijo Ane. -Ahora, para ser novios, hay que pelearse: "Teoría de Bryce" Y dígame, señor Bryce: ¿En que se fundamenta esa teoría tan burra?

-En que si discutes, reconoces lo importante que es la existencia del otro para ti.

Fue como darla una santa bofetada en toda la cara. Ane se había quedado de piedra ante la respuesta tan directa y sin dudas del chico, que la miraba de forma calmada y tranquila, como si no pasara absolutamente nada. Una de las cosas que mas había odiado del lobo era, sin duda, que siempre tenía respuesta para todo. Daba igual el momento que fuera, siempre tenía respuesta para todo.

-Eso es cierto. -dijo Ane finalmente, viendo que tenía que reconocerlo.-Supongo que al igual que él, no soportarías que Tora se fuera con otro, ¿verdad?

-Bueno... Siempre lo he dicho. Tora es quien decide lo que quiere hacer. -dijo. -Si quiere continuar con esta relación, adelante. Si quiere terminar, que termine. Yo lo que no puedo hacer es obligarle, aunque me disgustaría que estuviera conmigo y al mismo tiempo con otro.

-Ya veo... Sois tal para cual. -confirmó la coneja. -En fin... ¿Donde está ahora el tigretón ese?

-Pues ha ido con un tal Senko a la mansión otra vez. -comentó. -Parece ser que tienen cosas que hablar. El desconocido ha venido en nombre de Odayaka, parece ser que le ha llamado y le ha dicho que venga a buscarnos, así que supongo que nos toca subirnos a su todoterreno.

-¿Senko?

-Si... Un tigre, igual que Tora.

-Si, claro, eso seguro. Le conozco.

Bryce miró un momento a Ane, dubitativo, y se llevó una de sus manos a la frente. De repente se la apartó y se la miró un momento, asustado. Había creído que el pelo que había notado era el pelaje de Mioko, pero el del zorro era demasiado largo, y el de su flequillo no podía ser. Sin embargo, en su mano, tenía aún más vello de lo normal.

Últimamente las cosas no estaban yendo bien con su cuerpo. Primero los colmillos, luego los instintos y ahora... eso.

"Estoy... ¿Retrocediendo?"

-¿Bryce?

Como si le hubieran despertado de un sueño, Bryce agitó rápidamente la cabeza, escondiendo ambas manos en la espalda, y miró a Ane, algo asustado. Luego, la sonrió, para que no sospechara.

-Dime.

-¿Te... ocurre algo?

-¿A mi? No... No me pasa nada. -se rió Bryce, intentando disimular. Luego, para desviar la conversación, procuró buscar alguna alternativa. -Oye... Y ese Senko... ¿De que le conoces?

-Mhhh... Veo que no te acuerdas... Bueno, quizás del maltrato de Tora tampoco. -mencionó, pensativo. Volvió a inclinar sus orejas, y se puso seria, arrufando el morro, y clavando sus ojos negros en Bryce. -A Tora lo torturaron cuando descubrieron que era homosexual. Eso antes de que te declarases ante él, la verdad, pero para entonces creo que estaba enamorado...

Hizo una pausa, mirando suavemente al muchacho, mientras planeaba algo. Si, quizás podría salir, quizás conseguiría incluso su venganza sobre la muerte de su madre. Podría resultar...

-... De Senko.

Se quedó un buen rato mirando al chico, para comprobar cual era su reacción, y sonrió levemente en cuanto observó como el chico se quedaba completamente de piedra. Observó como este agachaba los ojos y ocultaba la cara tras la sombra, lo que le permitió asegurar su victoria.

-A mi no me engañas, Ane.

Ahora era la coneja la que parecía sorprendida. Estuvo un rato mirando a Bryce, hasta que este, finalmente, levantó la mirada de nuevo, una mirada oscura y malvada, aquella que va directa a su presa. La mirada de un lobo.

-Si de verdad Tora hubiera estado enamorado de Senko, luego no me hubiera cogido en brazos en cuanto le confesé la verdad antes de huir. -explicó, revelando cada una de las cosas que recordaba. -Seamos realistas: Tú y yo sabemos que Tora no juega a dos bandas porque lo considera completamente irracional e ilógico.

Ane miró un momento a Bryce, y negó luego con la cabeza. ¿Quería guerra? Pues la tendría.

-¿Crees que la infidelidad no es algo natural? Es un tigre, al fin y al cabo...

-Exactamente. Pero olvidas algo: Tora... abandonó este lugar porque no quería ir tirándose a toda tigresa que se encontrara, ¿te acuerdas?

La había dado completamente de lleno. Ciertamente Tora no iba a jugar nunca a dos bandas ni iba a estar con dos amores, solo con uno. Y la prueba estaba ahí, en el porqué lo dejó todo. El tigre no era como su padre, que había seguido la tradición de "Culo veo-culo quiero", si no que había ido en busca de un amor único, de un solo amor.

-Veo... Que es imposible engañarte.

-Se me puede engañar, pero no con esas. -confesó Bryce mientras se daba la vuelta. -No se quien ese Senko ni de donde sale, ni siquiera su pasado. Pero piensa una cosa, Ane. Yo he dicho que si Tora quiere dejarme, puede hacerlo. Pero mientras él quiero estar conmigo, y yo con él, no vamos a tolerar que nadie estropee nuestra relación. Así que o estas con nosotros, o contra nosotros, tu misma.

Ane empezaba a notar como si todo a su alrededor se estuviera congelando. Empezaba a notar frío, un frío procedente de la mirada del híbrido, que se iba tornando cada vez más y más oscura.

-¿Que pasa? ¿Te piensas que tampoco me acordaba? -mencionó Bryce. -Vamos, Ane, reconócelo. Te cabreaste contigo misma porque pensabas tirarte a Tora y no pudiste en cuanto descubriste que era homosexual, ¿O no? -dijo.

-Tu... Lo recuerdas todo, ¿Verdad?

-Solo una parte. Hasta que no me arreglen lo de la medicina no tengo nada... -mencionó.


Aquí no mandaba Leon, entonces.

El animal, el llamado rey de la jungla, reposaba sentado en un sofá, pensativo, mirando un montón de papeles con elementos basados en biología molecular. Realmente el plan con Bryce le había fallado, pero había conseguido algo a cambio: La pastilla que le había robado su mujer volvía a estar en sus zarpas.

Se arregló un poco la melena, y volvió a repasar las hojas. Todas ellas estaban basadas en el experimento realizado con el chiquillo aquel que se le había escapado, y llevaba dos meses dando vueltas a los papeles anteriores. De momento, sus planes con Bryce eran adecuados. Le había mandado a Stallion que asignara unos cuantos medicamentos mas al muchacho para que se mantuviera vivo, pero a cambio había realizado otra cosa mucho peor.

-¿Como va todo, señor? -preguntó una voz conocida. Sin volver la vista, Leon respondió:

-Mal. Necesito a Bryce, pero está claro que no voy a poder traerlo conmigo así como así. Todos mis intentos de atentar a Tora o a él han ido en vano, se apoyan el uno al otro y es imposible vencerles.

-¿Y cual es su recomendación?

Leon calló durante unos instantes, pensativo. Si, una recomendación tenía, sin duda. Mas que una recomendación, era una idea en toda regla, pero estaba dispuesto a llevarla a cabo, al fin de cuentas, lo que realmente era importante era el objetivo, no los medios para llevarlo a cabo.

-Vamos a ir a por todos los compañeros que tienen, empezaremos además por el Grifo. -dijo, levantándose del sofá, y mirándolo a los ojos. -Pienso hundir la moral del lobo sea como sea, Stallion. Lo necesito y lo necesito ya. Este chico me ha declarado la guerra y la va a tener... Esta vez no pienso hacerlo todo al tun-tun. Primero será Shinke y luego...

"Luego ese lobo."

Ya casi era por la mañana en cuanto el todo terreno frenó delante del conocido Hotel donde se encontraron Bryce y Tora la primera vez.

La reacción primera del muchacho había sido mirar la puerta de cristal de la entrada, mas allá de la plaza que ocupaba todo el espacio desaprovechado, y recordar el momento en que ambos chocaron (Aposta por parte del tigre) y se conocieron. Durante un rato, estuvo pensando que hubiera pasado si no se hubieran visto. ¿Que habría pasado? ¿Que habría sido de él?¿Hubiera tenido que...?

-¿Bryce?

El chico se giró para ver a Tora, que estaba sentado al lado suyo, mirándole seriosamente. Al lado del mismo tigre se encontraba Uros, sobando profundamente con una baba en la mandíbula inferior, algo que le dio mucho de pensar al híbrido. Delante de ellos, se encontraba Ane, sentada y durmiendo también, y conduciendo, estaba Senko.

-Dime. -respondió finalmente el chico.

-Ya hemos llegado. -comentó Tora. Luego se volvió a Uros, y miró de despertarle. -Eo, lobo, despierta, que ya es de día.

Uros hizo unos cuantos remilgos hasta que, finalmente, Mioko se lanzó desde los brazos del chico hasta su cabeza, mirando al lobo, y cogiendo aire. A sabiendas de lo que iba a hacer, el chico se llevó las dos manos a los oídos, esperando que eso sirviera de algo al menos.

-¡¡A despertar, que siiiiii!!

Todo el coche retumbó al ser más de uno el que dio el bote por el grito del zorro. Sobretodo Senko, que le entraron unas ganas terribles de salir corriendo del coche y volver a casa, o a Ane, que estando como estaba de dormida, dio el bote absoluto y se dio en toda la cabeza contra el techo del automóvil. En cuanto acabó la reacción, Mioko fue sujetado por Tora y mientras este, cabreado, lo agitaba de un lado a otro, el zorro se reía.

-¡Pero que coño estas haciendo, capullo! -exclamaba Tora mientras lo movía. -¡Eres insoportable!

Mientras Tora y Mioko se peleaban, y los demás iban refunfuñando, Bryce salió del coche y miró un momento el enorme edificio que se erigía ante él, pensativo. No sabía porqué, pero de repente, se sentía mucho mejor, más cómodo. Pronto podrían volver a casa, pronto Tora y él podrían volver a sus rutinas diarias... Pronto... Deslizó la mirada hasta donde se suponía que era la ventana donde se encontraban los dos, y suspiró maravillado. Por fin... Otra vez...

-Oye, Tora, que tal si...

Bryce cortó de repente la frase en el momento en que notó, mientras se giraba, una presencia a su espalda. Lanzó un grito enorme, y se giró nuevamente para comprobar de quien se trataba. Había visto una sombra, si, pero solo de reojo, nada mas. Y ahora, no había absolutamente nadie. ¿Que había sido eso?

Se detuvo de improviso, dejando de respirar. Empezaba a oír una voz, una voz extraña, una voz muerta. Se le ponía los pelos de punta, y lentamente, comenzaba a notar algo a su espalda. Algo muy suave, que se acercaba a su hombro, lentamente...

-¿Bryce?

El chico dio el bote y miró a Tora, que había dejado a Mioko en el suelo. Había sido él quien, con su zarpa, había intentado coger su hombro. Mas calmada, se llevó una mano al pecho, y luego se apartó mientras cogía al zorro y se lo ponía en la cabeza, dejando que Tora, de un salto, saliera del 4x4.

-¿Te encuentras bien?

-Si... Supongo...

¿Que había sido eso? Era como si alguien le hubiera llamado. Bryce se llevó la mano a la frente, mirando a ver si tenía fiebre. No, estaba perfectamente. Observó como Uros salía detrás de ellos, y se apartó un poco para hacerle espacio.

-Bueno, bueno. ¿Así que viváis aquí? -mencionó el lobo mientras agitaba la cola de un lado a otro, sus ojos negros postrados en el edificio.

-Si, aquí es. -contestó Bryce mas contento, ahora que ya se le había pasado todo. Echó a correr de repente hacia la entrada, impulsado por unas ganas de volver a casa imparables. Se acabó la pesadilla, se acabó todo. Por fin podrían, una vez mas, dormir en su cama juntos, los dos, y quizás, jugar un poco...

"Últimamente no haces mas que pensar en lo mismo." -se rió para sus adentros. -"Pero me encanta. Además, con lo cariñoso que es Tora... ¡¡No puedo resistirme nunca!!"

Entró en la habitación de repente, y dejando de lado el mostrado, continuó corriendo hacia el ascensor. Tras él estaban Uros y el tigre, que le seguían el juego. Parecía un trío un poco extraño, pero a ninguno de ellos le importaba: Lo importante era que, durante un tiempo, parecía que iban a descansar, lo cual le gustaba.

En cuanto entraron en el ascensor, Bryce picó al botón adecuado, y mas tarde miró arriba, con unas ganas enormes de que el ascensor comenzara a funcionar. En cuanto se cerraron las puertas, el chico ya no podía esperar más. ¡¡Iba a volver a casa, por fin!!

-Relájate.

Una zarpa peluda y naranja, con rayas negras, cayó encima del hombro de Bryce con fuerza, asegurándose además de que no se deshacía de él. El híbrido miró un momento a Tora, y respiró con calma, apoyándose suavemente en el pecho del tigre. De alguna forma, los latidos de corazón de este le relajaban de una forma asombrosa.

-Creo que aquí fue donde empezó nuestra primera conversación, ¿Recuerdas?

-Y tanto. -respondió el tigre, envolviéndole con su brazo. -Si no la iniciaba yo la conversación nos estábamos callados hasta el final. Aún me pregunto que te hicieron realmente para que estuvieras tan callado y tan reservado.

-Bueno...

Antes de que Bryce se dispusiera a decir algo, las puertas del ascensor se abrieron, dejando ver el altísimo pasillo que contenía la puerta a su habitación. Los tres entraron en él y se dirigieron hacia la derecha, buscando la puerta. Bryce estaba a punto de estallar de alegría. Se había ido sin nada, y había vuelto con algo. No podía pasar nada mejor, excepto que...

La habitación estaba abierta.

El tigre alzó un brazo, deteniendo a Bryce y a Uros, mientras su mirada felina mantenía un toque sereno y frío en la puerta abierta. Varios segundos pasaron antes de que Tora comenzara a caminar decidido, la cola completamente quieta, su rostro sereno, pero sus ojos muy atentos. De hecho, tenía las orejas enderezadas, por si acaso.

Sus instintos no detectaban ningún intruso, pero olía a humano, eso seguro. Alguien había estado allí, y parecía que no con muy buenas intenciones, porque podía oler algo mucho mas. Olía a sudor, y de hecho, el olor procedía de un cacho de la pared, lo que indicaba que se había restregado por ahí.

Entró con cuidado en la habitación, observando con cuidado, y sorprendiéndose al mismo tiempo. Lanzando un "Mierda" al aire, pudo contemplar los destrozos que se habían llevado a cabo: Los sofás habían sido reventados, las lámparas tiradas y rotas, los muebles abiertos de cualquier forma, tanto los de madera como los de la cocina, con toda la comida al suelo. Acababan de saquearles, puesto que los olores eran demasiado fuertes, demasiado recientes.

En cuanto vio el cuarto de los trastos abiertos, dio un tremendo salto a cuatro patas y luego se enderezó, observando el interior. Estaba completamente vació, no había nada, absolutamente nada. Ni cajas, ni trastos... Solo un espacio de paredes grisáceas y bastante grande, por cierto. Tora sintió en esos momentos una punzada enorme en el corazón al pensar que todo lo que tenía ahí escondido... Había desaparecido.

-Venían a por los papeles... -Tora cayó de rodillas al suelo, llevándose las zarpas a las orejas, y suspirando levemente, mientras sus bigotes temblaban ligeramente. -Mierda...

En cuanto escuchó la voz de Uros preguntarle si podía entrar, Tora soltó un débil si, y luego cogió aire, mientras intentaba poner sus ideas en orden, pero el instinto de tigre, el que le indicaba que habían entrado en su territorio y lo habían violado, se ponía cada vez mas en manifiesto en sus garras retractiles, que iban desgarrando poco a poco la pared.

-Tora... Tora, detente. -mencionó Uros al entrar y verle en aquel estado.

-¡¡No me digas que me pare!!

Estuvo a punto de desgarrar a Uros de no haber sido porque, al girarse y verle de frente, se había detenido en el momento en que le dio la sensación de ver a Bryce. Estuvo un buen rato procurando tomar control de sus instintos, y cuando lo hubo logrado, se calmó poco a poco, guardando las garras. Uros, que había permanecido con calma, se agachó ante él, y observó la habitación con cuidado.

-¿Que había ahí dentro? -le preguntó.

-Papeles... Muchos documentos importantes y que no lograba descifrar... Cosas ocultas... De Bryce. -mencionó. -Lo guardaba siempre, y me centraba para intentar ayudarle. Cuando me recuperé de la caída, cerré la puerta y decidí no mirar hasta que volvió. Me centré un poco... Pero era imposible. -explicó. -Los papeles que tiene de antropomorfos no me sirven de nada si Bryce resulta que no ha recuperado la memoria ni sabe que le hicieron allí... Esto... ¿Y Bryce?

Uros miró extrañado a Tora y luego se dio la vuelta, viendo solo a Mioko, que ya estaba jugando con los cachos de almohada que habían quedado destrozados.

-Es extraño... Venía detrás de mí.

Si... Venia.

Bryce llegó al final del pasillo, mirando a ambos lados. Había vuelto a ver la sombra aquella pasar de un lado a otro del final del pasillo, pero ahora mismo no estaba en ningún lado. ¿Que carajo era? Y lo más importante ¿Donde había ido?

-Escuchó de repente cerrarse una puerta, y el muchacho se dio la vuelta hacia su izquierda, mirando con precaución. Cerca de él había una puerta entreabierta, de la cual, salía una luz anaranjada. Sospechando de lo que podía ser, Bryce se acercó un poco, pero luego se detuvo.

-¿Hay... alguien ahí?

No recibió respuesta alguna, lo cual no le hacía la más mínima gracia. El híbrido comenzó a avanzar un poco, mientras miraba tras de sí, hacia donde creía que la sombra había ido. La situación le estaba poniendo los pelos de punta, pero estaba claro que ahí las cosas no estaban yendo tan bien como esperaba.

Notaba que hacía bastante calor, y tosió un poco en cuanto se le metió algo en los pulmones que no supo reconocer. Se introdujo de improvisto en la habitación, dándose cuenta de lo que estaba pasando: las luces amarillas procedían de unas pequeñas llamas que sobresalía de unos sofás, y que poco a poco, iban consumiendo las cortinas y pronto amenazaban con prender fuego al techo.

-Mierda.

Intentó salir, pero se dio de bruce contra una puerta cerrada y cayó al suelo. Se levantó, llevándose la mano a la frente dolorido, y empezó a toser. El fuego estaba empezando a incendiarlo todo, y la habitación ya se estaba llenando de humo. Le habían tendido una trampa.

Tora salió corriendo de la habitación, oliendo el ambiente, intentando localizar al híbrido lobezno. De repente notó algo que le taponó la nariz y se hizo atrás mientras se llevaba una zarpa al morro, mirando enfrente. Avanzó corriendo, temiéndose lo peor, y de repente vio, a lo largo de uno de los corredores, una puerta de la que empezaba a salir humo por la rendija de arriba.

-No me jodas... -dijo Tora mientras avanzaba.

Bryce, mientras tanto, se había agachado, y había comenzado a recorrer la habitación. Buscaba con la mirada algún habitáculo que estuviera cerrado, y se internó en lo que era el baño de la habitación, cerrando la puerta tras de si mientras miraba desesperado a su alrededor. El fuego no tardaría en quemar la madera de la puerta y entrar ahí. ¿Que debía hacer?

Una ventana. Un respiradero. Su salvación.

Desesperado, y guiado quizás por el instinto de supervivencia, se movió rápidamente hacia lo que podría ser quizás su salida. Viendo que estaba muy alto y que no alcanzaba la apertura, apartó la cortina del baño, vislumbrando una bañera llena de agua y papeles. Quizás Bryce no se hubiera detenido ahí, quizás directamente hubiera subido al borde y hubiera roto el cristal para salir. Pero en ese momento, entre todos los papeles que flotaban, había uno que le llamaba la atención: Tenía de Nombre Pelz.

Movido por la curiosidad, y olvidando por un momento de que si no huía iba a quemarse, el muchacho sacó el papel del agua e intentó leerlo. Sin embargo, un crujido de una madera hinchándose le advirtió que no estaba para ponerse a mirar textos, por lo que se lo guardó en el bolsillo, se subió al borde, e intentó romperlo.

Pero Tora no lo conseguía.

Darle a la puerta blindada con el extintor no funcionaba en ningún momento. Tora al final desistió, tirando el aparato al suelo, y mirando de encontrar una salida. Ni siquiera saltaban las alarmas de incendio, algo que no comprendía en absoluto. "El que lo ha hecho lo mas probable es que las haya desactivado para no llamar la atención." pensó. Miró a su lado, mirando de encontrar alguna otra vía de escape.

"la ventana de la escalera de incendios."

¿Como no podía haberlo pensado antes? El tigre se puso de cuatro patas y empezó a correr en dirección opuesta hasta topar con una puerta roja. Ahí se enderezó y entró, para luego abrir una ventana que había al fondo, y asomar la cabeza, mirando a su derecha. En el borde no había nadie.

¿O si?

Una mano algo peluda asomó de repente, y luego, un cuerpo entero de un muchacho con el pelo largo y oscuro. Bryce estaba saliendo por la ventana del baño, mirando de sacar las piernas para poder apoyarse en el borde. El tigre miraba con sus ojos rasgados lo que ocurría, pero no sabía realmente como ayudarle.

Observó como Bryce apoyaba la espalda en la pared, quedando completamente al descubierto, de tal forma que un paso en falso y se mataba. Poco a poco este se fue deslizando, aunque pronto, tuvo que detenerse.

Y entonces él lo vio.

"Tiene vértigo..."

Eso explicaba porque al saltar de rama en rama se iba al suelo, porque era tan lento a veces, porque subir a edificios le mareaba tanto. Ahora, después de tanto tiempo juntos, se había dado cuenta de que Bryce, aunque no tenía un perjuicio, si tenía un problema muy grave, un problema que, ahora que lo pensaba, fue la razón por la cual Leon acabó capturándole la primera vez.

-¡Vamos, Bryce, ven a por mí! -al rugir aquello, el muchacho observó al tigre, atemorizado, y tragó saliva. -¡Venga, no te detengas!

-No puedo, Tora... No puedo...

-¡No digas tonterías, claro que puedes! -exclamó el tigre. -¡Vamos, coge mi zarpa, rápido!

-No puedo...

-¡Vamos, Bryce! -dijo. -Venga... Esto no nos puede detener... Vamos... ¡Joder, Bryce, deja que te ayude! ¡Si quieres que te salve como me pediste, confía en mi, maldita sea!

Bryce miró un momento a Tora, angustiado, aún dubitativo. La mirada firme del tigre, sin embargo, le daba fuerzas suficientes para continuar. Finalmente, empezó a dar pequeños pasos, con los ojos cerrados, mientras que con la mano izquierda tanteaba en busca de la zarpa de Tora.

-Eso es... Tranquilo... Tranquilo...

Tora continuó dándole ánimos, hasta que finalmente, logró cogerle de la mano, y tiró hacia él. Ambos cayeron dentro del edificio, a salvo por fin de cualquier peligro, mientras se escuchaba de fondo una explosión, posiblemente la del calentador. Tardó bastante en darse cuenta que su pelaje se estaba humedeciendo, y que el cuerpo del chico temblaba y no le soltaba ni un solo momento.

-Esto... ¿Bryce?

-No me sueltes.

-...

-No me sueltes, Tora... No quiero volver a sufrir lo de antes.

Tora tardó unos instantes en reaccionar, pero finalmente, acabó envolviéndolo con sus fuertes brazos, mientras apoyaba su cabeza en el cuello del chico, mirando de calmarlo. Todo él parecía un flan, seguramente por el susto que se había llevado. Parecía un lobezno asustado, y todo por haberse despistado de él.

-Por un momento pensé que te perdería para siempre. -dijo el tigre, en susurro. Cerró los ojos, y cogió aire, oliendo el cuerpo del muchacho. Olía a miedo, a desesperación, a terror. El pobre andaba aterrado de todo lo que estaba ocurriendo. Ambos escucharon de repente unos pasos procedentes de la sala: Era Uros, corriendo hacia ellos.

-¿Estáis bien? -preguntó el lobo en cuanto los vio, alzando las orejas puntiagudas.

-¿Como está, Tora? Ya he llamado a los demás para que vayan a la parte de atrás.

-Está bien, se ha salvado. -dijo Tora tranquilamente, mientras acariciaba la cabeza del chico. -Diles que nos esperen abajo, que nos vamos ahora.

-A... ¿Adonde piensas ir?

El tigre se quedó un buen rato pensativo, y al final añadió

-A casa de Odayaka.


La orca se tomó un trago de licor, y se sentó nuevamente en el sofá, mientras miraba el techo, pensativo. Tenía la espalda inclinada hacia adelante, asegurándose de esta forma no partirse la aleta dorsal, y miraba con atención el vaso que sujetaba, pensativo. Ya le habían llamado otra vez, y no sabía realmente que hacer, porque no entendía que estaba ocurriendo consigo mismo. Se encontraba realmente mal desde que había dejado a su novia, más que nada porque ahora vivía solo.

Odiaba todo lo que tenía. Cierto que era un conocido jugador de baloncesto, a punto de inscribirse otra vez en el antiguo equipo para jugar la liga, pero empezaba a asquear la situación. Allá no tenía gente que realmente fuera consciente de quien era, simplemente le tenían como una figura prodigiosa, y nada más. Alejarse sería alejarse de los que hasta ahora habían sido sus compañeros de verdad, pero hacer frente a su padre... Eso no podía hacerlo, no tenía fuerzas para imponerse lo mas mínimo. A pesar de que lo había intentado, era oírle mandar y acababa admitiendo lo que fuera por parte suya.

¿Era débil?

Escuchó de repente el sonido del claxon de un coche, lo que hizo sacarlo de sus pensamientos. La orca depositó el vaso en el mueble y se incorporó, manteniendo la cola tranquila para no tirar al suelo el vaso, un esfuerzo que le supuso considerable dado los nervios que tenía acumulados.

En cuanto abrió la puerta, contempló lo que no se esperaba: En un todo terreno, se encontraban un tigre desconocido para él, un lobo también que no conocía de nada, a Bryce, Tora y Ane. Odayaka se quedó confundido, y mas tarde, les hizo un ademán para que entraran.

-Debo de tener un cartel arriba que pone "Pensión". -mencionó, al ver la cantidad de gente que iba a entrar en su casa. -Pues no te digo que me faltan habitaciones.

Tora salió del coche, dejando paso a Bryce y al otro lobo, y comenzaron su andadura hacia la puerta, seguidos por Ane y Senko. Odayaka, viendo que aquí había mucha historia que contar, se apartó un poco, dejándoles pasar a todos.

-Menudo panorama tenemos. -mencionó al cerrar la puerta detrás de él. Se acercó a Tora y le dio un par de palmadas en la espalda, para luego acercarse a Bryce y asentir con la cabeza. -Sentaos todos, venga. Supongo que tendréis hambre también, ¿No?

-Un poco. -dijo Ane. -Pero con un pica-pica bastará. -concluyó mientras se sentaba en uno de los sofás.

-Bien, perfecto. ¡Hamlett! -gritó. No tardó en escucharse un sonido de pasos por las escaleras y, al cabo de un rato, apareció un delfín antropomorfo. -Comida para cinco personas... No, que sean siete. Sí, somos siete.

-¿Siete? -exclamó el lobo. -Perdona, yo solo cuento seis.

-El séptimo está arriba. -explicó Odayaka. Cogió una silla, y se sentó delante de los sofás, donde se encontraban ahora el resto. -No sois los únicos que habéis venido a mi casa. Por cierto... ¿Que hacéis aquí? Yo os he dejado entrar por Tora y Bryce, pero el resto no se que coño pintáis.

-Odayaka... -empezó a decir el chico. -Tora y yo... Tenemos un problema.

-Uy, no. Rectifica. Siempre habéis tenido problemas. -corrigió Tora. -No hay día que no os pase una. ¿Cual es el problema de hoy?

-Han saqueado nuestra habitación. -explicó Tora. -Y para colmo casi convierten a Bryce en ceniza.

Odayaka los miró a los dos sorprendido, primero a uno, y luego al otro, mientras se llevaba una mano a la cabeza, intentando situarse. Recopiló lo que le había pedido a Senko y luego los miró otra vez de nuevo.

-A ver, a ver, por partes. ¿Donde está Senko?

-Soy yo. -mencionó el otro tigre.

-Perfecto, ya sabemos donde está Senko. Entonces... ¿Y tu? -preguntó señalando al Lobo.

-Él es Uros. Es del clan de occidente. -explicó Ane. -Tengo entendido que está aquí por órdenes del clan.

-Exactamente. -confirmó Uros. -Estoy aquí por una misión enviada desde el clan, así que tendré que estar por un tiempo pegado a Bryce.

-Vale, ahora entiendo mas las cosas. Bien... Entonces, a ver si he acabado de captarlo. -dijo la orca, mirando a Tora y a Bryce. -Veamos, vosotros dos, me estáis diciendo que... ¿No tenéis casa?

-Mas que no tener... Yo personalmente me niego en redondo a regresar. -explicó Tora. -La bolsa de la ropa que me llevé la tengo de nuevo en el todo terreno, pero no podemos volver sabiendo que alguien anda allí dispuesto a matar a Bryce.

-Madre... Menudo panorama.

Odayaka observó con atención al resto: Un tigre completamente tranquilo de la situación, una coneja que a saber que pintaba ahí, un lobo llamado Uros que instaba a estar constantemente encima de un muchacho que también parecía bastante calmado, aunque sin despegarse de Tora. Ese muchacho volteó la vista del suelo hacía él, de tal forma que ambas miradas coincidieron. Y en ese momento, descubrió que no era la misma mirada que mantenía en el pasado, una mirada de ignorante, de debilucho... Era algo más, y su instinto le estaba advirtiendo que tuviera cuidado con el depredador, aunque para depredador él.

-Tú lo sabes, ¿Verdad? -inquirió la orca, mirándole atentamente. De repente se había formado un enorme silencio en toda la sala, todos mirando como aquellos dos se observaban mutuamente.

-Si. Y tardaré en ser como antes. -dijo. -Pero no voy a permitirle a Leon darle un solo paso mas, eso está claro.

La orca instigó un poco mas, mirándole fijamente. Aquel híbrido tenía todos los sentidos y todos los músculos en tensión, signo de que se sentía algo amenazado. Sin duda, la influencia lobezna ya estaba haciendo mecha en él. Observó como se levantaba y le volvía a dirigir la mirada, ahora mucho mas calmado.

-Odayaka. ¿Puedo ir a ver ese invitado que tienes en casa?

-Claro que sí. -dijo la orca. -Está en el primer piso, al fondo. ¿Por?

-Nada. Me interesa conocer a nueva gente.

Bryce pasó por el borde, y comenzó a caminar por las escaleras, mientras oía como el tigre comenzaba a relatar la historia de todo lo que había ocurrido. El ir a ver al chico era una mera excusa para alejarse, ya que el silencio formado antes sabía que había sido causado por Tora, reprimiendo la necesidad de contar a Odayaka los hechos con él delante. En cuanto llegó al pasillo, había perdido completamente el hilo de la conversación, y decidió darla por zanjado.

-Si, mamá... Tranquila... Yo estaré bien.

Esa voz le era familiar.

Miró a los alrededores, y luego, comenzó a tirar hacia el fondo, de tal forma que la voz se le iba haciendo cada vez mas clara y mas conocida. Le sonaba completamente, pero no lograba distinguirla. Aunque poseía en cierto modo un siseo, el tono seguía siendo exactamente el mismo. Llevó la mano al pomo de la puerta del fondo, se detuvo unos instantes, y finalmente, la abrió decidido.

En el interior de la habitación había un lagarto. No era tan alto como Tora, pero si bastante corpulento. Completamente verde, tenía unas espinas en la espalda, y en esos momentos vestía con lo que parecía ser un pijama.

¡¡Si, esa voz la recordaba!!

_-_Ok, mamá. Hasta pronto. Buenas noches.

Aquel lagarto colgó, y se dio la vuelta, mientras se levantaba de la cama. Sin embargo, se detuvo rápidamente en cuanto vio a Bryce, quedándose como algo aturdido. Ambos estuvieron mirándose el uno al otro sorprendidos, iluminados por la lámpara del texto.

-Yo a ti te conozco. -dijo el lagarto.

Y mientras tanto, el coche seguía esperando fuera.


Nota del Autor:

Entre vacaciones y demás no he podido publicar este capítulo hasta hace muy poco, pero prometo que a partir de ahora publicaré más rápido que antes, ya que tengo vacaciones. El siguiente capítulo contendrá una escena picante, para los amantes del M/M

Y si habéis leído hasta aquí, os lo agradezco mucho, y disculpad las molestias por haber tardado tanto. Procuraré ir mucho más rápido. A partir de ahora es probable que toda la historia vaya encadenada, Leon hace cada vez más estragos. Y quizás la relación entre el tigre y el híbrido peligre un poco... Y como último, ya sabeis lo mucho que aprecio los comentarios que me enviais, así que si se os ocurre alguno, ¡no dudeis en decirmelo! Respondo a todos ellos, por lo que si os apetece, no dudeis en escribir en [[email protected]](%5C)

Gracias por todo, y nos vemos en el siguiente capítulo.