El Secreto de Tora: Sin mentiras

Story by Mastertuki on SoFurry

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#10 of El Secreto de Tora


EL SECRETO DE TORA

_ Atención: Esta es una historia compuesta de varios capítulos. Es necesario que leas los anteriores si realmente quieres saber de que trata. _

El sol sale al descubierto, empieza a arrasar el cielo azul, e ilumina cientos de edificios rodeados de cristales por donde atraviesan sus rayos de luz. Despierta a toda una población antropomorfa que, como siempre, asiste a su monótona vida. Una monotonía que no saben que esta a punto de cambiar por dos seres completamente opuestos pero que sienten lo mismo por el otro.

Tora Tiger, veinte años, tigre antropomorfo. Estudia en la universidad y hasta hace poco, era uno de los jugadores de baloncesto del equipo "Fire Fasters" de la universidad. Vive en la habitación de un hotel que supuestamente su padre paga para que siga allí. Aún no se ha dado cuenta que es ilógico que su padre le pague eso si en realidad quiere que vuelva.

Abandonó el lugar donde vivía al enamorarse de Bryce, un lobo azul mestizo. Esta característica le hace increíblemente débil ante golpes fuertes y cualquier acción que requiera una duración prolongada si no es con la medicación adecuada. Cree que puede con todo y esa forma de pensar es lo que le hace luchar por la vida y mantenerse al frente aunque intenten derrumbar ientos y mareas.

Algo les separó, y finalmente, se volvieron a encontrar varios años después, cuando Bryce se presentó como un mayordomo en su habitación. Lo que quizás podría haber acabado como un final feliz fue el inicio de una gran tragedia cuya suerte está echada a merced de ellos dos. Sus enemigos son, principalmente dos: Leon y Stallion, completamente desconocidos, y de lo único que se sabe, es que ambos querían a Bryce en su momento para realizar experimentos.

A esta aventura les acompaña una tercera persona: Ane, una coneja antropomorfa que domina a la perfección todo lo que tenga que ver con el tema del sexo. A pesar de no tolerar al lobo azul porque antaño el padre de este mató a su madre, ayuda a Tora a recuperarle.

Y así, continua esta historia:

CAPÍTULO 10: 7:35 Otra vez

A Bryce le costaba despertarse, y notaba todo el cuerpo dolorido, extraño, y pesado. A medida que notaba como se iba desvelando, empezó a oir un sinfín de ruidos finos, agudos, lejanos pero a la vez próximos, como si le hubieran puesto un par de amplificadores en los oídos. Su nariz captaba toda una serie de olores que nunca se había imaginado que cogería, y notaba la boca completamente seca.

Poco a poco, con esfuerzo, comenzó a abrir los ojos. Le resultaba extraño, pero al principio, lo veía todo borroso. Esperó un rato a ver si se le acostumbraba la vista, pero prácticamente no surgía efecto. A final, se dió cuenta de que en realidad no veía borroso, si no en blanco y negro, cosa que no le parecía normal.

-Ah...

Intentó mover los brazos, pero le resultaban extrañadamente pesados y fuertes a la vez. Con un gran esfuerzo y dolor, intentó levantar uno de ellos. Le costaba una barbaridad, y parecía que no quisiera responder, pero él no cedía ni un solo momento. Aunque le costara sufrimiento, conseguiría levantar ese brazo como fuera.

Poco a poco, notó que lo alzaba y que le resultaba cada vez mas fácil. Lo aproximó a su mirada, pero no distinguió absolutamente nada. Cabreado consigo mismo, depositó el brazo en su lugar y cerró nuevamente los ojos.

Luego, al abrirlos, se quedó aún mas sorprendido: ¡Ahora lo veía todo en grises! Al menos podía distinguir algo: Un ventilador, un cable, una rádio a su lado derecho, un foco de luz que no podía distinguir de donde provenía... Pero al menos era algo, y no nada. Intentó que el otro brazo le respondiera de una forma parecida, y le resultó esta vez mucho mas fácil que con el otro, lo que le indicó que poco a poco iba cogiendo el control de su cuerpo. Cogió aire, y volvió a acercar el brazo a su mirada...

Una zarpa.

Bryce se quedó pasmado al no comprender lo que estaba viendo en esos momentos. Intentó agitarlos, respondiendo con total normalidad, y supo que esa zarpa, peluda y azul, era suya. Asustado, se la llevó a la boca, y notó algo normal. No tenía una boca como antes, o al menos, no lo parecía. Era alargada, con algo húmedo que le hizo estornudar y que pronto comprendió que no era otra cosa que su nariz. Incapaz de saber que era, empezó a mover la zarpa a lo largo de lo que por lo visto era un morro, y lo fue subiendo hasta que lo llevó hasta la cabeza. Notó un exceso de pelaje ahí, y sobretodo, dos protuberancias con forma puntiaguda donde resultaba que podía oir. Decidió descender un poco la mano hasta su cuerpo, notando un pecho subiendo y bajando, bien formado -cuando él solía ser super delgado- y lleno de pelaje. ¿Que estaba ocurriendo.

Con esfuerzo, y con ayuda de los dos brazos, comenzó a incorporarse lentamente hasta lograr sentarse. Lo primero que hizo fue esperar a que su cabeza, que en esos momentos le daba vueltas, se situara un poco, aunque el resultado fue precisamente otro. Le vinieron arcadas, e inmediatamente, acabó devolviendo un par de veces. Empezó de repente a sentirse mal, muy mal. Le dolía la espalda, la cabeza, el cuerpo entero, y la cabeza le parecía que estuviera a punto de estallar. Notó a alguien cogerle, ayudando a estirarse otra vez, y tocando su frente. Luego, escuchó algo a lo lejos, algo parecido a una voz masculina, muy familiar, y mas tarde, otra vez silencio.

Intenta despertarte, inténtalo.

Nuevamente, Bryce sintió como su sueño era completamente incomodado por gente que parecía no querer dejarle dormir. Volvió a abrir los ojos de nuevo, viéndolo todo borroso al principio, y luego mas claro. Otra vez esa luz, ese ventilador, pero en aquel mismo momento, vio el rostro de alguien familiar que se le aproximaba.

-Ei, tio. ¿Estás bien?

Odayaka.

La orca.

Bryce cerró los ojos de nuevo, mientras intentaba situar todas las ideas en orden en su cabeza. Odayaka... ¿Que hacía Odayaka ahí? No lo entendía, y encima, no podía pensar con toda la claridad que le gustaría. Se sentía completamente inútil, con la mente nublada, y lo único que supo responder fué un trémulo si que le asustó en parte. En vez de salir su voz normal, acababa de utilizar una grave y profunda, nada normal en él.

-Que... ¿Que me ha ocurrido?

-Ufff... Bueno... Una cosa si que te puedo asegurar... Triunfarás entre las lobas, créeme...

-A... A que... te...

No logró terminar la frase, porque pronto le vinieron arcadas y devolvió a un lado. Notó un suspiro de Odayaka, pero a él le importaba mas bien poco lo que pensara en esos momentos de él. Lo único que quería ahora mismo es sentirse mejor y parar de vomitar

Volvió a iniciar el proceso de intentar levantarse, pero esta vez no lo hizo solo. Notó unos miembros con una textura muy parecida al caucho que le ayudaba a levantarse, agarrándolo de la espalda. Bryce hizo fuerza con los brazos para levantarse, y en cuanto estuvo sentado (O eso creía), sintió como Odayaka le soltaba poco a poco, muy poco a poco, para que no le pasara nada.

-¿Y ahora? Como te sientes?

-Muy jodido, en sério. -replicó Bryce, abriendo fuertemente los ojos. La cabeza le daba vueltas, quien sabe cuanto tiempo había estado desmayado.

¿Que le había ocurrido? Intentó recapitular los días que debió de encontrarse en ese estado, sin resultado alguno mas que imágenes confusas que se negaban a ponerse en orden. Bryce bufó cabreado, pero de lo que le salió de la boca fue mas bien un bufido típico de un perro... O algo peor.

Recordó de repente lo que había sentido antes, y se miró la mano. Sin embargo, esta ya no era una mano: Era una zarpa, cubierta completamente de un vello azulado que lanzaba destellos plateados. Ese bello se desplazaba prácticamente por todo su cuerpo, que había cambiado en consideración: Seguro que debía de medir tanto como Tora, pero es que además aparentaba ser mucho mas fuerte. Unas patas, una... ¿Cola? ¡¡Tenía una cola!! ¡¡Y unas orejas puntiagudas!!

-¿Que me ha pasado? -exclamó de repente, poniéndose nervioso y con el corazón latiendo a toda pastilla. -¡¡Que alguien me ayude!! ¿¿Que me ha ocurrido??

-¡Tranquilo, tranquilo, chaval! -dijo Odayaka mientras le cogía de los hombros y le apretaba fuertemente con la intención de calmarlo. -Tranquilo... Eso... tranquilo...

-Odayaka... ¿Que me ha ocurrido?

-Es lo que te quería decir antes... -la orca le soltó y se le plantó delante, con una expresión de rareza en su cara, agitando la cola cetácea de un lado a otro. -Estás algo... ¿Cambiado? -se dio la vuelta, recogiendo un espejo de mano del mueble que tenía delante, y se lo puso en la cara. -Este es... Tu nuevo yo.

El nuevo "yo" era algo que Bryce no se lo esperaría nunca. Un lobo. Atrás había quedado el chico de pelo negro con destello azules, largo y de forma acampanada, con características lobunas. No, ahora lo era completamente, ahora era un antropomorfo en toda regla, como lo eran Odayaka, o Shinke... O Tora.

-Tora... -murmuró de repente. -¿Donde está Tora?

Odayaka le miró un momento, y luego, negó con la cabeza.

-Tora no está, Bryce... Lo mas probable es que no vuelva.

Que no vuelva.

Bryce miró a Odayaka un momento, con los ojos como platos, unos ojos completamente negros con un punto rojo en el fondo, lo que indicaba que había adquirido su daltonismo de siempre. La orca no parecía reaccionar, como si aquello fuera lo mas normal del mundo, lo que sin duda le chocó aún mas al muchacho, que estuvo a punto de sufrir un ataque cardíaco por la oleada de sensaciones que estaban ocurriendo.

Se tiró hacia atrás, apoyando su espalda en la cama, mientras se llevaba las zarpas a la cara. Era un antropomorfo, y Tora no iba a volver. Tora, el tigre, el que... El que le había estado engañando todo ese tiempo. ¿Porqué no se lo dijo nunca? ¿Porqué tuvo que ocultárselo? ¡Tenía derecho a saberlo!

-Se que esto te resulta chocante, Bryce, pero... Es lo que hay.

-Esto es una mierda...

Odayaka depositó el espejo de nuevo en el mueble, y se aproximó un momento a Bryce, pero este se levantó ipso facto, apartándose de Odayaka. En un intento de huir, se bajó de la cama, pero las patas traseras le fallaron y acabó cayendo de rodillas, lanzando un leve rugido de dolor.

-Mierda...

-Estas muy débil, Bryce, no debes moverte por el momento. -le informó, agachándose al lado suyo y pasando un brazo por debajo de los hombros del lobo. -Cuando puedas moverte, entonces podrás levantarte. De momento, deberás estar sentado en la cama.

Bryce no respondió. Se dejó ayudar por la orca, y se echó en la cama, llevándose las zarpas de nuevo a la cara para que no le viera llorar de rabia. Siempre le pasaba lo mismo, siempre era él el que pagaba el pato, siempre era él el que acababa sufriendo, y ahora, cuando mas le necesitaba, Tora no iba a estar con él. ¿No le podía ir peor las cosas?

-¿Porqué... Tora no... va a venir... ?

-Dice que te ha ocultado tantas cosas que no es justo que se plante delante tuyo y te pida perdón porque sabe que no se lo vas a dar... Bryce... ¿Tu le perdonarías?

-Al igual... Al igual...

-Ya veo...

Por un momento, notó extraña la respuesta de la orca, pero no llegó a saber porqué. Tampoco tenía ganas de averiguarlo: Estaba agotado, cansado, enfadado, triste, deprimido, destrozado... Podrían ser muchísimas cosas mas, pero seguramente su cabeza habría reventado en pedazos por no poder acumular tantas sensaciones juntas.

-Por favor, Odayaka... Déjame solo...

-Tu mismo.

Increible, otra vez, una respuesta seca y corta. Escuchó los pasos del antropomorfo, y como abría y cerraba la puerta. En ese momento, todo se volvió silencio, hasta que Bryce nuevamente volvió a estallar, harto de que le estuvieran manipulando durante todo aquel tiempo.

La cama nunca se mojó con sus lágrimas, por eso.

-¿Quieres intentarlo de nuevo?

-Si, por favor.

Se había caído por tercera vez, pero iba a intentarlo de nuevo.

Desde aquel día, Bryce residió en la casa de Odayaka. Le extrañaba mucho que siendo una estrella como era, aquella orca viviera en una caserna de poca monta que además era su tienda., pero nuevamente su cabeza se negaba a pensar demasiado, así que desistió y se dejó hacer. Durante unos días, y con ayuda de su compañero, intentó aprender a caminar de nuevo, puesto que no había forma que el cuerpo le respondiera de cintura hacia abajo por alguna razón al no ser que se pusiera a practicar un poco cada día. Con el paso del tiempo, fué recuperando la movilidad, y con ella, parte de su vida, puesto que por fin podría desplazarse y averiguar mas de lo que había ocurrido. Odayaka se negaba a hablar mas de la cuenta, y no le proporcionaba ningún tipo de información, por lo que quizás leyendo la prensa o yendo al hotel de Tora tenía mas suerte.

Pero nunca pudo cumplirlo.

-¿En Itália? ¿Y que hacemos en Itália?

-Bueno, como dejamos el baloncesto y todo, ví que era mejor abandonar el lado oriental y venir aquí. ¿Sabes? Se venden muy bien los souvenirs.

Odayaka había acabado los estudios -lo cual estaba sorprendiendo en sobremanera a Bryce que cada vez entendía menos las cosas, que se precipitaban a una velocidad considerable, mas que nada porque hasta donde llegaba su memoria Odayaka no estaba a punto de acabar de estudiar precisamente- y se había puesto a trabajar en Italia en una tienda de Souvenirs. Bryce tardó bastante en reaccionar, y aunque procuró situar todas sus ideas en orden, era completamente incapaz. Tenía la mente nublada, y le dolía bastante a decir verdad, pero ahora ya podía caminar y todo.

Seguía sorprendido que Tora le hubiera estado ocultando todo aquello, y poco a poco, fue enlazando varias hechos que sin duda tenían algo que ver con su verdadera naturaleza: El hambre que tenía a veces, el vello, el sentirse atraído por el tigre... Pero habían cosas como el hecho de ser débil físicamente que no lograba comprender. Lo descubrió en cuanto empezó a ayudar a la orca en su tienda para devolverle el favor (Increiblemente, Odayaka sabía Italiano. ) e intentó coger unas cuantas cajas. Los músculos se le resintieron, y eso hizo que el lobo tuviera que tomárselo con mucha mas paciencia de la habitual a la hora de llevar cajas.

La tienda, que se encontraba bastante a oscuras, estaba hecha de madera rústica y negra, de la cual, en las paredes, colgaban varias piezas interesantes que atraían la vista de cualquier extranjero como si fueran hipnóticas. Bryce nunca llegó a salir al exterior, casualmente porque siempre que lo intentaba, ocurría algo que se lo impedía (Una llamada, una petición de Odayaka, etc... ) y poco a poco, se sintió inseguro, asfixiado, como si el exterior solo fuera...

Un escenario.

Odayaka se mostraba bastante extraño, todo había que decirlo. En ningún momento le había preguntado que le había ocurrido, o como se encontraba. Actuaba como si fuera un autómata, y de vez en cuando realizaba alguna de sus bromas, pero por alguna extraña razón siempre acababan siendo las mismas, como si no supiera hacer otras, y los visitantes (Que nunca llegaba a verles la cara) siempre se reían.

Siempre.

Una llamada de teléfono le rompió los esquemas.

Esta vez fué él quien lo cogió, y se lo llevó a la oreja. Se le hacía sumamente extraño las acciones que realizaba, tanto voluntarias como innatas: Con la zarpa cogía el teléfono, se lo llevaba a la oreja, y agitaba la cola hacia la derecha un par de veces. Luego preguntaba con una voz bastante grave que nunca recordaba haber tenido, y una lengua mas larga de lo normal.

-¿Odayaka, eres tu?

-¿Shinke?

¡¡Shinke!! No había duda, era él. El graznido que soltó mas tarde le delató por completo. ¿Pero que hacía ese pájaro llamándolos?

-¿Bryce?

-¡¡Si, soy yo, Shinke!! ¿Donde estas?

-Pues cerca de Odayaka, como no. Oye, llama a la orca esa, que tengo que hablar con ella.

Que rápida había sido la conversación. Bryce se llevó una zarpa a la cabeza en cuanto sintió un dolor muy fuerte, la sensación molesta de que le estaban comprimiendo el cerebro. En cuanto la sensación se fué, llamó a la orca, y le tendió el teléfono.

Sabía que lo que iba a hacer a continuación estaba mal, pero quería saber que era lo que estaba ocurriendo a su alrededor, así que hizo ver que cogía el mocho, y se ponía a frega, mientras paraba el oído para prestar atención a la conversación que tenían.

-Dime... Ya, ya lo sé, el disco... Si... Vale. Escucha, he visto a Bryce y... Exactamente, yo también había pensado en lo mismo. ¿Quieres que se lo pregunte?... Ya... Perfecto, entonces se lo preguntaré ahora, aunque será mejor que nos reunamos todos... Así es... Bueno, en ese caso quedamos mas tarde, ¿Entendido? Nos vemos...

¿Preguntar que?

-Bryce...

El lobo azul dió un bote hacia atrás al notar algo con una textura parecida a un plástico tocarle el hombro, y se giró rápidamente para encararse a Odayaka, que le miraba algo sonriente.

-¿Que... Querías algo? -preguntó el lobo azul.

Por un momento, sintió como si el tiempo se detuviera, y esa vez, no le gustaba en absoluto. Las veces que había estado con Tora siempre había deseado esa sensación, pero ahora le ocurría todo lo contrario: Deseaba que por un momento alguien rebobinara una cinta inexistente para llegar al final de la película y acabar todo aquello de una vez.

-Escucha... Shinke y los demás... Hemos montado una especie de grupo musical. -explicó. -Ya tenemos maqueta, manager y por si fuera poco discográfica, pero nos han dicho que necesitaban voz. ¿Porqué no te unes a nosotros?

-¿Yo?

-Si... Damaru me ha dicho que tenías muy buena voz en su momento...

¿Damaru?

-Espera un momento... ¿Cuando volvió Damaru?

-¿Cuando volvió? Bueno... -nuevamente, alguien les cortó la conversación, pues picaron otra vez a la puerta de entrada de la tienda. Odayaka miró tras de sí, y luego viró de nuevo al lobo azul. -Creo que tenemos visita.

-Si, ya, claro...

En cuanto la orca se fue, Bryce dió un golpe fuerte contra la pared, y gruñó de rabia. ¿Que carajo estaba pasando aquí? ¿Porqué ni siquiera podía preguntar nada? ¿Porqué ciertas preguntas siempre acababan con la casualidad de que un incidente impidiera su respuesta?

-Esta situación está empezando a hartarme...

Miró el teléfono un momento, y se apoyó en la fregona, pensativo. Desde que había despertado, Tora no le había llamado ni una sola vez. ¿Era posible que no supiera su situación? Imposible, seguramente Odayaka ya se lo habría informado... ¿No?

¿Se lo habría dicho... No?

Bryce dudó unos instantes, pero luego soltó la fregona y se dirigió hacia el teléfono con precaución. Recordaba perfectamente el número de teléfono y los prefijos necesarios para hacer una llamada desde Italia hasta el lado oriental, aunque seguramente le saldría bastante caro a la orca, así que decidió simplemente hacer una pérdida.

Cogió el teléfono, y espero a que comunicara. Espero unos segundos, un minuto tal vez... Pero el pitido clásico de siempre nunca llegó a sonar. Extrañado, miró alrededor del aparato para comprobar que todo estaba conectado, y luego, cogió el cable telefónico, y empezó a seguirlo, pero se quedó con las ganas de investigar, ya que el mueble no se podía mover de ninguna forma.

"¿Como?"

-¡¡Bryce!! ¡¡Sácame la caja veintiséis, por favor!!

El lobo miró un momento a la entrada, y lanzando un suspiro de resignación, se incorporó, y volvió a sus tareas, guardando la fregona, y dirigiéndose al fondo para recoger lo que había pedido Odayaka.

Lo que mas le extrañaba es que a Odayaka le hubieran llamado.

Aquello empezaba a no tener ni pies ni cabeza.

En el coche de Odayaka, Bryce veía a través de su ventanilla las diferentes calles de Italia. Las conocía todas y cada una de ellas, de hecho, le sonaba que ya había estado por ahí antes, todas aquellas tiendas, todos esos seres que iban pasando de un lado a otro... Era como si fuera un deja vú. Bryce se apoyó en el reposa brazos, y cerró los ojos para ver si aliviaba de esa forma el malestar que tenía en la cabeza.

-Te explico. Vamos a hacer unas pruebas, y si te aceptan, tu decides, ¿Vale?

-Grrrr...

Definitivamente, el lobo azul no estaba de buen humor.

Entraron en el parking, y en cuanto la orca aparcó, Bryce salió del coche y cerró la puerta con cuidado. Ya se había pillado antes la cola al entrar, y no había visto las estrellas, si no todas las constelaciones seguidas, una detrás de otra. Siguió a Odayaka hasta las escaleras, donde las empezaron a subir, hasta acabar dentro de un edificio que el lobo desconocía.

Alto como la mayoría, el edificio tenía una enorme entrada de cristal que daba acceso a un recibidor grandioso, completamente vacio, con una foca antropomorfa fondo, en la mesa de recepción, escribiendo lo que parecían unas listas. Odayaka cogió del brazo a Bryce, y se lo llevó en dirección al ascensor, impidiendo de esta forma que el lobo viera como la foca iba escribiendo siempre lo mismo en la lista.

Bryce recordó de repente la primera vez que se encontró con Tora. La situación era muy parecida, con la diferencia de que nadie le había tirado al suelo, pero que le obligaran indirectamente a internarse en el ascensor era exactamente igual que lo ocurrido hacia ya... ¿Tres mese? ¿Cuatro? Ya había incluso perdido la cuenta.

En ese momento recordó los momentos juntos que había pasado con Tora, y mientras veía como se cerraban las puertas del compartimento, Bryce se puso cada vez peor moralmente. Necesitaba ver a Tora otra vez, tenía que encontrarle de alguna forma. De hecho, tenía que estar en algún lugar del mundo. Entonces... ¿Porqué no le dejaban ir a buscarle? Ya no era él, eran ellos, los que fueran, que en el momento en que se proponía algo, siempre pasaba algo que le fastidiaba los planes.

Tora... ¿Donde estaba?

-Bryce... ¿Te encuentras bien?

No, no se encontraba bien. ¿Donde estaba Tora cuando mas le necesitaba? Se había jurado a sí mismo no depender nunca de él, pero había pasado todo lo contrario: Se había convertido en una droga para él. Habían cientos de personas en el mundo, pero el tigre era alguien especial. En una mezcla de inocencia y seguridad, Bryce había cogido poco a poco mucha confianza y demasiados lazos de amor. Pensar en él era ponerse malo, porque por mucho que lo intentaba, no le daban ni una misera oportunidad.

-¡¡Tora!!

La puerta se había abierto.

Bryce miró a Odayaka un momento, que se había sorprendido ante la exclamación del lobo, y salió inmediatamente del habitáculo para apoyarse en la pared y llevarse una mano en el pecho. Se encontraba realmente mal, muy mal.

-Bryce, ¿Y si vas al lavabo?

-No, no hace falta, estoy bien.

Y un carajo, se encontraba muy mal. Tenía que ver a Tora como fuera.

"Espera... Si les apoyo, y tiene éxito, con el tiempo Tora me podrá ver y podremos reunirnos de nuevo... Si, eso es lo que tengo que hacer. Solo un poco de paciencia, y podré encontrarme con él de nuevo."

Se incorporó, agitando levemente la cola, mientras meditaba que quizás ese pensamientos era un poco esquizofrénicos. Pero ya le daba exactamente igual. Si no volvía a encontrar a Tora de nuevo, acabaría enfermando de verdad.

Se fijó un momento en el pasillo en el que se encontraba. Era blanco, pequeño, y en las paredes habían colgados cuadros bastante borrosos de gente seguramente famosa (Pero que por alguna razón el lobo no podía distinguir). En cuanto vio a Odayaka dirigirse a una puerta, corrió tras él con tal de no quedarse atrás.

Ambos se internaron en un despacho en el cual también estaba Baka. En realidad, estaban todos los del equipo excepto Tora: Damaru, Baka, Shinke y Odayaka. El oso seguía comiendo lo que parecía ser una bolsa de golosinas, y le saludó con la pata en cuanto le vió. Por un momento sintió la tentación de correr hacia él y preguntarle, pues todo lo ocurrido había sido grácias a su confesión, pero pronto retiró la idea: Esa mirada era la misma que la de la Orca. Se fijó en el resto, y tragó saliva al ver que todos tenían la mirada sin vida y perdida.

"¿Donde me he metido?"

Ante ellos, había una jirafa antropomorfa, dando a entender por fin porque todos los edificios ahora eran tan altos. De hecho, llegó un punto en que Bryce pensó que se desnucaría de lo alto que estaba mirando. La jirafa señaló entonces el cuello, y de repente, todos asintieron. ¿Que carajo estaba pasando ahí?

-No puede hablar hoy. .dijo Odayaka. -De todas formas, parece ser que va a estar presente en las pruebas. Será mejor que vayamos tirando a la sala de grabaciones.

¿Como? ¿Le había dicho todo eso y acababa de entrar? Bryce se llevó una mano a la cabeza, desesperado. De repente, todo empezaba a ir increíblemente rápido. ¿Es que alguien había puesto aceite al reloj o que?

Echó un vistazo al resto por última vez, y luego, empezó a andar tras la orca, que le sacó del despacho (Seguía sin creerse que solo había entrado para estar tan solo un minuto, ¡¡Y sin hablar con la que se suponía que era la Manager!!) y le llevó hasta una sala completamente marrón con un espejo delante y un microfono en el suelo.

-Te explico lo que debes hacer. -dijo la orca mientras le entregaba unos cascos. -Tienes que cantar cada una de las notas musicales. Con eso le basta a los expertos para ver si tu voz es la necesaria o no.

-Espera, espera... ¿Con solo eso? -preguntó el lobo azul, extrañado.

-Exactamente. Lo dicho, son unos expertos.

Un coche pasó.

O eso se suponía, pero prácticamente era imposible saberlo, porque para él, era la tercera vez que había pasado ese coche durante toda la noche. Su sombra era siempre la misma: Una figura redondeada, alta, seguramente un seiscientos pero en un tamaño mucho mas grande y descomunal. A veces era increíble pensar que ciertos antropomorfos necesitaban coches específicos por su altura o su anchura.

La tienda estaba completamente a oscuras, cada uno de los souvenirs reposando en sus respectivas cajas, esperando al día siguiente. Odayaka se había ido a dormir, y desde donde estaba, podía oir sus ronquidos, pero tampoco le importaba. Casualmente, esos ronquidos siempre eran los mismos, uno y otra vez, como una cinta, y le estaba poniendo enfermo.

Él, sin embargo, no estaba durmiendo. Se encontraba en el suelo, ofuscado, oculto tras el mostrador. Ya le daba igual si cogía un constipado o no; quería salir de aquella pesadilla. Quería salir de ahí.

Todo era artificial, todo era de plástico. Era como si viviera en una casa de muñecas, sin poder hacer nada, en un mundo anormal donde lo único vivo que había era él. El tiempo pasaba demasiado rápido, habían demasiados saltos, él no podía moverse hacia ningún lado, aquello era un auténtico agobio... Quería acabar con todo aquello de una vez por todas. Se sentía solo, notaba como si Odayaka solo fuese un títere, ¿Que estaba pasando ahí? Y el teléfono seguía cortado, a pesar de que la orca había llamado varias veces por ella.

-Tora...

Le habían cogido para cantar, y le habían informado que pronto habría un concierto. Por lo visto (O eso decían, porque ya no sabía que creer) los chicos lo tenían todo planeado. Para él la versión era distinta: Todo estaba planeado. Era como si le hubieran metido en una película de la cual no podía salir y tuviera que seguir un guión inexistente. Quería parar.

Apoyó la cabeza en el mueble, y miró al techo. Desde que era antropomorfo, ahora podía ver en la oscuridad. Era una de las ventajas que tenía, y de hecho, le hacía gracia ser lo que era, pero quizás en un ambiente mucho mas saludable, sería incluso mas divertido. De hecho, desconocía las capacidades que tenía ahora, y solo se lo quería preguntar al tigre.

"Dentro de tres días es el concierto..."

Tenía tres días para aprenderse la letra y asumir lo que iba a hacer. En cierta forma, ese acelerón de tiempo le iba muy bien, ya que así podría ver antes a Tora... Si es que Tora le veía a él.

"Tengo que hacerlo perfecto, es la única forma de saltar a la pantalla y que Tora me vea por la televisión... Es la única forma."

Una lágrima recorrió el pelaje azul de su rostro, y recordó de repente que también podía llorar. Se llevó una zarpa a los ojos, y notó de repente cuanto de menos echaba a Tora. Por una parte, le había cogido cierto odio por haber ocultado esos secretos, por otra parte, le necesitaba.

Se acarició la colla pasando la zarpa en dirección al pelo, y suspiró con los sollozos. Se sentía completamente solo e indefenso, incapaz de hacer nada. ¿Como podía haberse metido en ese berenjenal?

"Solo me queda descubrirlo."

-Si, porqué no tienes otro remedio, ¿Recuerdas?

Aquella voz completamente desconocida para él le hizo dar un bote desde su escondite. Se incorporó rápidamente y buscó al intruso, claramente identificable: Sentado delante de la cristalera, e iluminado por detrás por la luz de la luna, había un tigre, cuyo color del pelaje no podía distinguir. Por el físico, Bryce llegó a pensar que era Tora, y se quedó sorprendido.

-¿Tora?

El tigre, que parecía serio, lo miró tranquilamente, con una expresión serena en su rostro, y luego, sonrió en parte.

-¿Disculpa?

-Tora, ¿Eres tu?

El lobo saltó por encima del mostrador, procurando no hacer demasiado ruido, pero se abstuvo de acercarse, manteniendo una distancia prudencial entre los dos.

-¿Como? -empezó a decir el tigre. - Bryce... Creo que me estas confundiendo. ¿Es posible?... Jejejeje, siempre te pasó lo mismo, incapaz de diferenciarnos, ¿recuerdas?

-Tora...

-Siempre fuiste indefenso, débil, y decías que eras incapaz de nada. Pero siempre me demostraste que eras bastante inteligente para proponerte cualquier cosa. De hecho, de haber sabido que ibas a por Tora en su momento, quizás me habría opuesto a ser tu amigo... Y no soy Tora.

Bryce dio un bote hacia atrás, asustado ante lo que acababa de decir el tigre. Ahora le recordaba perfectamente; sabía quien era.

-¿Senko?

-De alguna forma siempre estuve pendiente del heredero, pero no de la forma que esperé encontrarme cuando él me abrazó. Pero tu fuiste mas rápido, apoyado por Uros, y te adelantaste, y vi como vosotros dos os alejabais en cuanto huimos los tres del clan.

Se levantó, sin dar un paso mas, y miró un momento a Bryce, con aquella sonrisa serena.

-Cuando tu voz suene alrededor de una caja de sorpresas, fíjate en lo que hacen las marionetas. No sería justo que te murieras y dejaras solo a Tora después de estar tanto tiempo juntos, pero recuérdaselo al heredero... Siempre lo dije: Todo tiene un precio.

-¿Bryce?

El lobo azul se giró hacia las escaleras, donde residía la orca, mirándole interrogativamente. Bryce se dió una vuelta mas para ver si aún estaba Senko ahí, pero por alguna razón, había desaparecido de repente.

-Bryce, ¿Hablabas con alguien?

-No... Hablaba... Solo... -miró a Odayaka y sonrió inocentemente. -Eso, solo. Esto del concierto no lo tengo muy claro y me estaba haciendo a la idea... Disculpa.

-Tranquilo... Anda, ve a dormir, que si no mañana andarás agotado y no podremos empezar las pruebas.

"Yo las empecé hace un buen rato, chaval." Eso estaba a punto de decirle a la orca, pero luego decidió callar y no mencionar nada. No había entendido ni una sola palabra de Senko, pero le daba exactamente igual. Dentro de poco empezaría el concierto... Y allí podría pedir ayuda.

Ayuda para salir de esa falsedad.


Si nunca le gustaron los conciertos como fan, mucho menos como cantante.

Las pruebas habían ido bastante bien, y de hecho, acababa de comprobar que a pesar de tener una voz grave, podía coger notas muy altas y muy finas, con lo cual, aunque la canción que iban a cantar en ese concierto era básicamente de prueba, Odayaka y los demás habían quedado que gracias a su voz podrían llegar a hacer un repertório mucho mas ámplio y variado de partituras y canciones. La verdad es que a él le importaba muy poco.

El lobo se miró un momento al espejo, y se pasó una zarpa por delante, preguntándose si todo aquello iba a parar de una vez o no. No le encontraba sentido alguno al concierto, de hecho, no sabía ni para que serviría, pero su cabeza, una vez mas, se negaba a pensar con claridad. Solo veía colores, formas, cosas que ocurrían y que él a la larga participaba, un caos.

En cuanto Odayaka les avisó para salir al escenario, Bryce observó como los demás abandonaban rápidamente el vestuario para cambiarse de ropa, y se quedó solo durante unos segundos rodeado de perchas, trajes, colores variados, y espejos. Bryce, vestido con un traje negro abierto por el musculoso pecho, se preguntó si de verdad iba a seguir una vez mas el supuesto guión e iba a salir ahí, pero ahora no se podía hacer atrás.

¿O quizás si?

"Sueño o no... No puedo salir allá fuera."

Buscó una forma de salir, pero la única escapatoria que tenía era la ventana. Cogió una silla, la apoyó en la pared, y alzó la mano, intentando alcanzar la ventana. Sin embargo, esta no se abría de ninguna forma. Intentó forzarla, pero no había manera. Al final, alterado, intentó romperla con otra silla... Y cual fué su sorpresa cuando se dió cuenta que no se podía romper.

"¿Como?"

Intentó romperla una y otra vez, pero era como golpear a la pared, no hacía absolutamente nada. Alterado, cogió la silla, y la lanzó contra el espejo. El mueble rebotó, pero el objeto de cristal continuaba intacto.

Aquello era imposible.

El lobo se acercó con cuidado al espejo, y lo miró de arriba a abajo un momento. Luego, con la zarpa, intentó buscar un rasguño, pero era tan liso que no parecía ni siquiera que le hubieran estrellado nada. De hecho, era como si no hubiera ocurrido nada con el espejo. Estaba intacto.

Como si fuera eterno.

-¡¡Bryce, vamos!!

El lobo azul miró un momento a Baka, que se había asomado por la puerta. Viendo que no tenía escapatoria, asintió con la cabeza, y cogiendo aire, decidió acompañar al oso. Atravesó la puerta de los vestuarios, y comenzó a acompañar al oso, mientras miraba cada uno de los fluorescentes. En cuanto torcieron una esquina, Bryce observó un interruptor, e intentó apagar las luces, pero por alguna razón, el interruptor no cedió, como si solo fuera de mentida.

Como si solo fuera de mentida.

"Marionetas..."

-¡¡Vamos, vamos, que nos toca a nosotros!!

Bryce y el oso aceleraron el paso en cuanto Odayaka, desde las escaleras, les pidió que se apresuraran. Fijándose bien en no caer, el lobo se dirigió a la orca, aunque prácticamente ni la dirigió la palabra. La miró solo un momento, asintió decidido, y luego pasó de ella, caminando hacia adelante, en dirección al escenário.

Pero no existía.

Bryce se encontró de repente en una calle vacía, solitaria, de noche, sin una sola alma, sin coches, sin transeúntes. Al lobo le pareció aquello completamente extraño, y de hecho, ilógico. ¿Que había ocurrido? Durante unos segundos, se detuvo, fijándose bien en el alrededor. Luego, comenzó a avanzar con sumo cuidado, fijándose en cada uno de los detalles. Se encontraba en lo que parecía la calle a partir de la cual, tirando todo recto, se llegaba hasta el hotel de Tora. Los edificio, claramente orientales, se alzaban hasta las nubes, y las tiendas, a pesar de que no había nadie, seguían abiertas.

¿Pero como podía estar allí si estaba en...?

-Claro...

Su voz resonó de repente en toda la calle, como un eco, como un fantasma persistente que quería atormentarle. En cuanto se giró, observó a Odayaka y a los demás petrificados, con el cuerpo situado como si fueran a moverse, pero nunca mas lo harían. Atravesaban una puerta que surgía de la nada y que se encontraba en el aire, como un espíritu.

Pero esa puerta no existía.

-Ahora lo entiendo todo.

Bryce miró la calle un momento, su pelaje azul sin moverse porque apenas había viento. ¿Porqué todo aquello le había parecido tan falso? ¿Porqué había parecido tan ilógico, tan irreal... tan rápido? De alguna forma, había recorrido todo aquello que él recordaba. Estaba encerrado en su mente, aquello era su territorio, su mente, y por esa misma razón...

Por esa misma razón no había podido salir a la calle. Por esa misma razón no había podido llamar a Tora, ni había podido decir que no al concierto, ni siquiera había podido llegar a un escenario. Él no había visto uno en su vida, no hasta donde su memoria alcanzaba, y por esa razón, al querer salir a uno real, se había quedado trabado. Había reconocido los pasillos porque eran los mismos pasillos que los del hotel de Tora, con algún que otro complemento como los que había visto borrosos. Por eso Shinke y los demás habían parecido tan artificiales, porque eran recreaciones suyas.

Estaba encerrado en su mente.

-Osea que nada de esto es real... -ahora entendía, pues, porque le dolía la cabeza. Seguramente estaba drogado, y por eso residía ahí. Por lo tanto, tenía que encontrar la forma de salir de ahí. ¿Pero como?

Sus pasos sonaron suavemente mientras se acercaba a los demás chicos, y los miraba con suspicacia con los brazos cruzados. Un concierto... En cierta manera era lógico también. Si el teatro no servía para Shinke, siempre se había propuesto como segundo plano formar un grupo musical. Se había imaginado que si tenía éxito acabarían dando conciertos por todo el lado oriental, y ese era precisamente el trayecto que habían seguido, hasta el punto en que a la hora de la verdad... Todo se había detenido.

Se acercó a Odayaka con cuidado, y le pasó la zarpa por encima, suspirando y algo cabreado. Todo había sido una farsa, pero ahora tenía un nuevo trabajo, salir de ahí... Como fuera.

Dió un bote hacia atrás, y se apartó inmediatamente en cuanto vio a Odayaka mover los ojos. Sin darle tiempo ni a respirar, la orca se le abalanzó encima, y le puso las manos con textura de plástico en el cuello, ahogándole. No pudo defenderse, porque de repente, los otros se habían encargado de bloquearle los miembros. Inmovilizado, no podía hacer otra cosa que ver como poco a poco se iba quedando sin aire. Los pulmones le ardían, necesitaba coger aire, y poco a poco, fué observando como un velo rojo le iba cubriendo los ojos... Y poco a poco... Poco a poco...

Tora...

Tora...

¿Ya despierta?

Si, señor.

Bien... Necesito hablar con él de nuevo, la verdad sea dicha. Siempre ha sido mi principal enemigo.

Pronto dejará de serlo, señor.

No creas, le necesito para mis experimentos. Seguro que hay una forma de eliminar a los humanos, y la encontraré grácias a él.

Señor, ya despierta. Parece ser que la droga ha hecho menos efecto de lo que creía.

Obvio... Tiene demasiada fuerza de voluntad. Deja que despierte... Deja que... me vea...

La borrosidad de la situación le impedía distinguir con claridad donde se encontraba, pero su conciencia rápidamente se encargó de que se preocupara por su respiración. ¿Podía respirar? Si, y la sensación esa de ardor había desaparecido por el camino, gracias. Intentó mover la mano, pero lo único que le respondían eran los dedos, aunque ese movimiento hacía que poco a poco al resto del brazo le fuera entrando un calorcillo que le permitiese recobrar su movilidad. Su vista se fué graduando lentamente, hasta que finalmente, pudo mover la cabeza para comprobar donde se encontraba.

Físicamente estaba sentado en lo que parecía un terreno lleno de hierba, apoyado en un tronco, se encontraba a oscuras, y la única luz que tenía era la de la luna menguante. Había mucha humedad en el ambiente, característica que le estaba haciendo sudar en parte. Con la mirada, procuró buscar la procedencia de las voces, pero no encontró a nadie.

En cuanto notó el resto de miembros de su cuerpo, intentó moverse, y cual fué su sorpresa cuando se dió cuenta que volvía a ser humano. Bueno, en realidad lo había sido todo el rato, pero en su sueño, se había convertido por unos momentos en lo que realmente fué en su momento. Se incorporó con lentitud, observando como llevaba de súcia la ropa, aunque eso no le importaba lo mas mínimo. Lo cierto es que estaba vivo, eso era lo que realmente tenía que tener en cuenta.

Dos luces le cegaron de repente y le hicieron retroceder, llevándose un brazo a los ojos.

-Mhhh... Sin duda has crecido, me gustas. Seguro que has madurado bastante como espécimen.

Esa voz... Le sonaba de algo.

-¿Que te pasa? Ah, si, seguramente la droga te hará algo de efecto, pero está claro que tu mente ha podido con ella. Veo que tu afan de volver a ver a Tora es sin duda muy fuerte.

-¿Leon?

Un nombre que sin duda había sonado desde los inicios de esta historia, un misterio que se iba a resolver después de tanto tiempo. Una figura que fué pasando por delante del coche (Por fin pudo averiguar que la luz era eso, los focos de un automóvil) hasta que finalmente se mostró tal como era, reviviendo en el mestizo algunos recuerdos.

Leon.

-Tu...

El antropomorfo que tenía delante tenía básicamente la apariencia de un león, tal como su nombre indicaba. Su pelaje era oscuro, como si nunca le hubiera tocado el sol, con una cicatriz que le atravesaba medio morro y le daba un aspecto terrorífico. Físicamente era increíblemente delgado, en comparación con Tora y los demás, y vestía con una chaqueta marrón y unos tejanos azules y rasgados. En ellos había un cinturón que se inclinaba ligeramente a la derecha, y se balanceaba a sus pasos.

Parecía un cadáver.

-Veo que no me olvidas. Supongo que las torturas que te hice durante los experimentos te dolieron tanto que acabaste acordándote de mi toda la vida, aunque el medicamento que te dí no sirvió de nada.

-Medicamento...

-Sí, el medicamento que tomabas.

¡¡Era eso, el medicamento!! ¡¡Esa era la razón por la cual no podía recordar nada!!

-Tu... ¿Hiciste eso para que no...?

-No, en realidad lo hice porque me interesaba que mantuvieras la forma humana que tienes ahora. Me costó mucho trabajar con tu cuerpo consciente, pero tu fuerza de voluntad me fue suficiente para que todo fuera un éxito. Y al final, conseguí que las células de tu cuerpo se moldearan tal como yo quería.

-Cabrón...

-Sí, cabrón, pero no todo me fue bien. Ya me han explicado tus... relaciones con Tora. Parece ser que tus instintos siguen innatos en tu cerebro y reaccionas bastante a los cambios ambientales de tu entorno. Bueno... Sigues siendo una prueba, pero de eso me encargo en breve.

-¡¡Y una mierda!!

Aquello fue suficiente para salir corriendo en dirección opuesta a la suya, y escuchó por detrás suyo algunos disparos y luego, pasos, seguramente los de Leon. Ahora estaba todo claro: Ese era el director de la escuela, ese era el que le había golpeado en la nuca la noche del partido de baloncesto, ese era quien les había mandado a los osos que drogaran a Tora, ese era quien...

Lo tenía todo planeado.

Y él solo había sido una marioneta.

Saltó como nunca lo había hecho en cuanto sintió un disparo entre sus piés, y se abalanzó a una rama. Siguiendo sus instintos, comenzó a saltar de una en una, a una velocidad muy lenta y bastante torpe, pero cualquier cosa le servía con tal de escaquearse de Leon y seguir viviendo. Cualquier cosa...

-¡No vas a escapar, maldito mestizo!

Un disparo atravesó varios tejidos y acarició una de las ramas principales a su pulmón, lo que le hizo no solamente retorcerse de dolor, si no también sentir como si un hielo saliera de su boca y llegara hasta su cuello. El muchacho se cayó al suelo de cuerpo, dolorido y sangrando, incapaz de mover un costado, y se dió la vuelta, intentando escapar.

Pero iba a ser completamente inútil.

Escuchó como Leon se le acercaba tranquilamente, silbando una melodía, la misma melodía que él mismo había silbado en casa de Tora cada vez que cocinaba. Así pues, era de él, era de ese asesino. La figura cadavérica de Leon se fue mostrando poco a poco, iluminada levemente por el satélite plateado.

-Leon...

-Bueno... Ya estás completamente inmovilizado... ¿Pensabas que ibas a escapar?

Bryce no mencionó nada, mostrándose seguro de sí mismo, mientras veía como su peor enemigo se iba acercando cada vez mas a su oído, hasta que, finalmente, podía sentir incluso su aliento.

-Me das asco...

En ese mismo momento, el muchacho recordó aquel sueño en el que un hombre se suicidaba. Su padre, ese hombre era su padre, ahora lo recordaba. ¿Como pudo entonces...? ¿Y como sabía Leon que...?

-¿Dudas? Jejeje... -Leon se apartó y lo miró a los ojos, momento en el cual Bryce se dió cuenta de que era igual de daltónico que él por el puntillo rojo que tenía en su córnea. -Si... También me encargué de tu padre. Pensé que con eso bastaría, pero parece ser que no te conmocionó nada... No tienes perjuicios... Pero yo te crearé...

Algo cortó el aire en dos y pasó entre Bryce y Leon, quedándose clavado en el suelo. El antropomorfo se apartó al instante, y miró al cielo, buscando al posible propietario de esa flecha que residía ahora en la hierba. Miró al chico, el cual parecía sonriente, y en ese momento, empezó a escuchar ruido de pisadas.

-Me temo que aquí no eres bienvenido, Leon...

El león se levantó, mirando a las copas, donde ahora, decenas de tigres variados apuntaban con sus arcos y sus flechas al enemigo de Bryce.

-Tu... Sabías que...

-Exacto. -contestó el chico. -Tu lo has dicho, mis instintos siguen vigentes, y el hecho de soñar que era algo como tú me hizo recordar como usarlos. -explicó. -Es fácil detectar el olor de un lobo alfa como el de Uros, sobretodo si el que lo huele es de la misma raza.

Otra vez igual, otra vez la suerte había brillado para el mestizo. Leon observó como, con dificultad, Bryce se levantaba y le miraba sonriente.

-Tu eres igual que yo... Una mezcla de ambas razas... Tienes una mitad humana... Por eso eres tan débil físicamente... ¿Verdad?

Leon no contestaba, lo que permitió a Bryce sonreir con malicia.

-Veo que estas muy enterado de la relación sexual que tuvimos Tora y yo... Bien... Te pondré al día. Su aroma me excitó bastante, ¿Sabes? Y la recuerdo tan bién que sé perfectamente... Que está detrás tuyo apuntándote con una pistola.

Leon se quedó clavado, mirando al frente, mientras el chico se torcía un poco para ver lo que tenía en la espalda. Tal y como había acertado viendo la sombra del terreno, Tora estaba detrás apuntándole con un arma.

-Tora... -mencionó Leon.

-Veo que los capullos nunca mueren. -contestó seriamente. Oír de nuevo la voz de Tora animó al corazón de Bryce, pero pronto este se calmó al recordar que la situación no estaba para echar flores, aunque habían ganado la batalla. -Te gusta jugar con la gente, ¿Verdad?

-¿Donde has conseguido el arma?

-Igual que la que conseguiste tu. Has matado a Laura también, ¿Verdad?

Una revelación como una catedral. Laura, la manager que había ayudado a Tora y a Bryce durante todo aquel tiempo, hacía tiempo que había dejado de aparecer, pero... Algo no había ido bien.

-Si. Me molestó y la maté, pero Damaru no lo sabe.

-Tampoco le hace falta, se mató él mismo para darnos el arma.

-¿Tan cruel fue su destino?

-Si nos hubiera dado él mismo el arma, entonces nos hubieran denunciado en el caso que nos encontrara la policía, pero si se suicidaba, teníamos la excusa de admitir que era para avisar que residía un muerto en la carretera. Sabías que Laura y Damaru te estaban engañando, ¿Verdad? Y él se suicidó porque de lo contrario hubieras experimentado con él... Total... Todos sabemos que tienes muchos contactos, ¿no?

-Jejeje... Fueron tan estúpidos... Pero sí... Era fácil. Laura opuso resistencia. En cuanto ví que Damaru y ella se fueron, me encargué de matarla por el camino. Luego cogí a Bryce y me lo llevé. ¿Que te parece?

-Menudo Hijo de puta.

-Ya ves...

-Basta de charla. -la voz de Bryce interrumpió la conversación. -Leon, lárgate... Y no vuelvas.

-¿Me vas a...?

-He dicho... -se aproximó a él con cuidado, y acabó: -Lárgate...

Leon miró un momento al chico con aquellos ojos semihumanos, y mas tarde, soltó el arma, se apartó de él, y se dió la vuelta, echando a correr. Algunos tigres comenzaron a seguirle, asegurándose de esta forma que se iba bien lejos.

-Uno menos. Falta otro. -contestó Bryce fríamente. Se volvió a Tora, y añadió: -Tu.

-¿Yo?

-Si.

En un rápido movimiento, Bryce cogió el arma que había soltado Leon, y le disparó a Tora, fallando a propósito. Aún así, Tora se asustó y se hizo atrás.

-¡¡Loco!! -exclamó el tigre. -¡¡¿¿Pero que coño haces??!!

-¿Asustado?

-¡¡Claro que sí!!

-Perfecto.

Bryce miró un momento a Tora, y luego, soltó el arma, llevándose una mano al costado herido. Hizo una mueca de dolor por un momento, pero luego, pudo recobrarse.

-Me alegro porque, sinceramente, espero que así aprendas. -mencionó Bryce.

-¿De... Que me estás hablando?

Bryce no dijo nada. Se mantuvo callado, a la espera de que su compañero se diera cuenta, pero al ver que no era así, comenzó a cabrearse.

-Idiota... Eres un puto idiota. -Tora seguía alucinando, pero no impresionó al chico en ningún momento. -Puedo morirme delante de tus ojos, e importarte un bledo, ¿No es cierto?

-Sabes que eso no es verdad.

-¿Y que no es verdad, Tora? -le espetó al tigre de repente. -¿Que mi padre se suicidó porqué me odiaba? ¿Que me han drogado? ¿O simplemente que soy un mestizo, un lobo azul, y no lo sabía? Dime, Tora, ¿Que parte de nuestra vida juntos ha sido verdad, y que parte ha sido farsa? ¡¡Porque estoy harto de este maldito teatreo!!

-¡¡No fué un teatreo!! -rugió el tigre, dando dos pasos adelante. -¡¡Lo hice para evitar que te dañaran!!

-¿Y como estoy ahora, Tora?

Aquella pregunta silención completamente al antropomorfo, que observó mejor a Bryce, y le vió sangrando, herido, sucio, y con algunos arañazos.

-Yo...

-Tu... Siempre tu... Pero... ¿Que hay de mí, Tora? -le preguntó cabreado. -¡Estoy harto! ¡Harto de todo este cuento! ¡Nunca he pasado tanto miedo hasta donde alcanza mi memoria, nunca! ¡Por un momento he pensado que me dejaba el pellejo ahí en el suelo! ¡Dijiste, aunque no te lo pedí, que cuidarías de mí, pero no lo has hecho! ¡Siempre soy yo el que te saca las castañas del fuego! ¡Siempre tu, y a mí, que me den mucho por saco, por lo visto!

Tora estuvo a punto de replicar, hasta que observó como la luz de la luna quedaba reflejada por las lágrimas del chico, que se había puesto a llorar.

-Siempre me toca a mí sufrir... -sollozó. -Te podría odiar, podría estar cabreado... Pero no puedo... Por alguna jodida razón, no puedo... No puedo evitar el hecho de querer olvidar lo ocurrido para intentarlo otra vez...

-Bryce...

-Tora... No soy como era en el pasado... ¿No me ves? -mencionó el chico. -Mírame, no puedo hacer nada por mí mismo. Cada intento que hago de protegerte, me cuesta la vida. Se supone que tu eres el mas fuerte, el que debería cuidar de mí hasta el día que me recupere. -a medida que hablaba, se iba aproximando a él, hasta que finalmente, se apoyó en su pecho. -Contigo me siento protegido... Pero eso no ha sido cierto...

-Tu...

-Sí... Suena egoísta, lo sé... Pero tengo miedo, Tora. No quiero mas secretos, no quiero mas mentiras. Quiero que confíes en mí, igual que yo hago contigo... -acercó una mano a la camiseta del tigre, tirando levemente de ella, insistiendo, hasta que finalmente el tigre acabó cubriéndole con sus fuertes brazos. -Cada paso que doy me encuentro al borde de la muerte... Y siempre que intento mirar atrás, tu estás muy lejos... -ya prácticamente estaba llorando a lágrima viva, sufriendo. -No puedo pedirte que estés pendiente de mí, eso sería demasiado... Pero por favor... No me dejes solo... Yo no puedo... No puedo... Dejar de quererte...

-Lo siento...

Tora entendió rápidamente lo que decía Bryce, que en cierta forma era cierto. Siempre era el chico el que sufría por culpa suya, y eso no era justo, de ninguna forma. Siempre era Bryce el que solucionaba sus problemas, y eso no podía ser. Tenía que arreglarlos él, no el chico, o lo acabaría perdiendo. No podía pedirle mas de lo que hacía, su estado de salud era nefasto... Casi le perdía...

-Quiero... Intentarlo de nuevo...

-No... Intentarlo tu no... -mencionó Bryce, pasando un brazo por la cintura, a pesar del dolor que sentía en el costado. -Quiero que lo intentemos los dos... Y esta vez... Esta vez te juro que ganaremos ambos. Nadie saldrá perdiendo.

Ni siquiera nuestra relación.

Ya son las 7:35 de la madrugada.

Continuará.

_ Notas del Autor _

Un mes después, aquí está el décimo capítulo, el mas largo de todos y seguramente, el que revela mas cosas. Cierto es que la parte del sueño de Bryce ha quedado muy caótica. La verdad es que este capítulo era incluso mas largo, pero luego quise experimentar y borre muchos párrafos y muchas explicaciones de fondos y tal, para ofreceros la misma sensación de agobio que sufre Bryce.

En fin, normalmente la gente dice "¡¡He llegado al capítulo 10!!" pero yo no lo voy a hacer así. Mas bien tengo que decir que hemos llegado todos a este punto, a lo que es el epicentro de la historia (Solo quedan otros 10 capítulos) y digo "hemos" porque sin vosotros, no habría logrado hacer tanto camino. Cada uno de vosotros me ha aportado mucha ayuda, muchas opiniones, y poco a poco, he intentado abarcar varios generos como el mistério, la ciencia ficción, y etc sin abandonar nunca el verdadero motivo de esta historia: El amor.

A partir de ahora, empieza la cuentra atrás y como no, las palabras ininteligibles que solían poblar esta parte. No voy a alargarme mas porqué de lo contrario es posible que los de Yiffstar acaben diciendo que se me ha ido un poco la mano (risas) pero ya sabéis que me encanta mucho los comentarios que me enviáis. ¡¡No dudéis en hacerlo, en serio!! ¡¡Ni tan siquiera necesitáis un correo!! Solo teneis que darle a "Mail Email author" y lo recibiré rápidamente. Esta historia la habéis escrito vosotros sin daros cuenta con vuestra opiniones, así que ¡¡No os corteis, que no muerdo a nadie!!

Y nuevamente, de todo corazón, gracias por llegar hasta aquí. A partir de ahora, iré tirando ya hacia el final, pero aún quedan misterios por descubrir. De momento construiré una tumba a Damaru y a Laura, dos personajes que nos dicen adiós. ¿Cuantos mas lo haran? No lo sé... Depende de hasta donde llegue Leon.

Un saludo, y hasta pronto.